Tsaa Qalu podía oler a la Jedi y a su
compañero como si estuvieran a unos centímetros de distancia, aunque había más
de diez metros entre ellos. Los siguió con facilidad, sin hacer ruido, y cuando
ellos volvieron sus miserables ojos miraron en su dirección, comprobó con
agrado que no dieron señales de haber visto nada salvo vegetación.
Por supuesto que no le habían visto. Él era un cazador
yuuzhan vong, dotado por los dioses para rastrear, para ver y no ser visto,
hasta el momento en que sus garras cayeran sobre sus gargantas, y muchas veces
ni siquiera entonces.
Podría atacarles en ese instante -había estado a punto de
hacerlo sólo momentos antes-, pero mientras escuchaba su grotesco discurso, sus
planes comenzaron a cambiar. Cuando estuvo seguro, se detuvo y esperó a que se
alejaran hasta que ni siquiera sus oídos aguzados por los dioses no podían oír
sus voces.
Pronto comenzó a oírse detrás de él el sonido de los
guerreros a sus órdenes. Ellos tampoco le veían; sólo un guerrero entre un
millar era elegido para encarnar al cazador y llevar el manto de los Nuun. Las bacterias fotosensibles que
vivían en simbiosis en la superficie de la capa imitaban perfectamente su
entorno.
Aun así, le irritaba oír a yuuzhan vong moviéndose casi
tan torpemente como despreciables infieles.
Se reveló a sí mismo con un gruñido grave, y se volvió
ferozmente hacia ellos. Dejó que su capa se relajara, permitiendo que sus
compañeros le vieran.
-¡Tsaa Qalu! -dijo entre dientes su subordinado-. ¿Están
cerca?
-Lo bastante cerca.
-¿Cuáles son tus órdenes? ¿Caemos sobre ellos?
-No. Aquí hay una caza mayor que la captura de una sola
Jedi y su acompañante. Una caza mucho mayor, y más gloria para los yuuzhan
vong.
-Pero nuestras órdenes...
Tsaa Qalu gruñó y le hizo callar con un
gesto de la mano.
-Órdenes de los modeladores -dijo, con
voz tintada de desprecio-. Tengo autoridad para reemplazarlas. Y lo estoy
haciendo.
-A
belek tiu. Por supuesto -dijo el subcomandante, cuadrándose
marcialmente.
-Sí, por supuesto. Preparad mi nave. Seguiremos a esta presa
a las estrellas.
***
-Tenemos coralitas -dijo Leaft.
Vega pudo verlo por sí misma. La fragata había lanzado
cerca de una docena de esos cazas, y estaban colocándose en formación para lanzar
un ataque sobre el Suerte Innecesaria.
-Eso nos deja totalmente sin opciones para avanzar -advirtió
Vega.
-Error -bufó Leaft-. Nos deja la opción de encontrar el
atacante más débil y pasar a través de él.
-De acueeeerdo -dijo Vega-. ¿Alguna propuesta?
-Los coralitas. Flanco de estribor.
-No lo creo -dijo Vega, lanzando la nave en una serie de
maniobras evasivas mientras ráfagas de plasma de largo alcance les pasaban
rozando-. Puede que seamos capaces de ganar en velocidad a la fragata, pero
estoy segura de que el dron puede atraparnos. En cualquier caso, si tratamos de
abrirnos camino a través de ese perímetro de coralitas, alguno de ellos nos
abatirá por la espalda.
Mientras hablaba, roció el vacío con los láseres delanteros.
-Si supiéramos por qué nos está atacando el dron –dijo la
voz de Vook desde el turboláser.
-¿Quién sabe? -espetó Leaft-. Tiene más de un siglo de
antigüedad. Podría tener mil años.
-No -dijo Vook-. La nave estrellada no era tan vieja. Era
una nave de finales de la Antigua República, estoy seguro de ello.
-Sí, pero esa cosa estaba dentro -señaló Vega-. Podría ser un cargamento, o un arma
especial... lo desconocemos por completo. Ni siquiera estamos seguros de por
qué está tan enfadada con nosotros.
-No le habrá gustado que me llevase el combustible –dijo
Leaft.
-Eso
podría parecer. –Un pensamiento cruzó su mente-. Leaft, tú estabas más cerca.
¿De dónde salió esta cosa? ¿Estaba dentro de los restos?
-¿Hmm?
–Se rascó la cabeza-. Yo... no lo creo, no. Creo que estaba detrás, a su
sombra. Sí, creo que lo vi alzarse desde atrás.
-Esa
también fue mi impresión –dijo Vega-. Tal vez no sea contemporáneo de la nave
de la República. Puede que llegase más tarde, por la misma razón que nosotros;
para carroñear piezas de repuesto. Tal vez no pudo encontrar suficientes y
entró en una especie de modo de hibernación.
-Hasta
que llegamos nosotros –dijo Vook-. Y ahora quiere nuestras partes.
-¿Seguís
disparando, ahí abajo? –gruñó Leaft-. Nunca entenderé esta preocupación que
tenéis por especulaciones sin importancia.
Vega
estaba casi a punto de dar la razón al dug, cuando la nave fue golpeada casi
simultáneamente por una ráfaga de plasma de un coralita y un disparo láser de
la nave automatizada. Probablemente sería mejor que dedicara su mente a
pilotar.
Pero
entonces se le ocurrió una idea con claridad casi cegadora.
-Te
gusta apostar, ¿verdad, Leaft? –preguntó, con aire ausente.
-Por
supuesto –dijo el dug-. Siempre y cuando el juego esté amañado.
-Lo
siento, ahora no tenemos esa garantía.
-Yo
no... En nombre del espacio, ¿qué estás
haciendo?
-Cortando la energía –respondió, mientras la nave
se sumía en la oscuridad y los motores tosían al apagarse.
-¿Estás completamente loca? –gritó Leaft con un
agudo chirrido.
Su voz quedó eclipsada por múltiples impactos en el
casco que les habrían estampado contra las paredes si no hubieran estado atados
a sus sillones de seguridad.
-¡Nos van a hacer pedazos! La siguiente andanada...
–No llegó a terminar la frase-. Hmm. Han dejado de disparar.
-Claro –dijo Vega, con calma-. Los yuuzhan vong
preferirían tenernos como prisioneros. La nave dron quiere nuestras piezas de
recambio. Ninguno de ellos tiene interés alguno en hacer volar en pedazos una
nave muerta.
-Eso no lo sabes. ¡No era más que una suposición!
-El dron ha dejado de disparar, ¿no es así?
-Sí –confirmó Vook desde abajo-. Puedo verlo.
Aunque sigue acercándose rápidamente.
-Al igual que la fragata –dijo Vega-. Los coralitas
se están retirando.
La fragata se cernía amenazante a su lado, y,
mientras miraban, se abrió un orificio en el costado de la nave y un tubo con
aspecto de gusano comenzó a asomar por él.
-Tenías razón –admitió Leaft-. Van a abordarnos.
Buen trabajo. Debes de estar contenta.
-No puedo equivocarme en esto –dijo Vega.
-Estoy profundamente confortado por tu confianza
–replicó el dug.
Vega no respondió. Observó, con el corazón en un
puño, cómo el tubo se extendía por el espacio que separaba ambas naves.
Entonces el dron apareció en el cuadrante superior
de estribor de su visión, destrozando con sus láseres gemelos el mecanismo de
abordaje yuuzhan vong.
-¿Lo veis? –dijo Vega, tratando de no dejar que se
notara su júbilo.
Un instante después, la fragata devolvió el fuego,
y el espacio volvió a convertirse en un arabesco de disparos de plasma y fuego
láser.
-Perfecto –murmuró Vega-. No creo que queramos
esperar para ver quién gana.
Comenzó a pulsar interruptores, y los sistemas de
la nave volvieron a cobrar vida con un zumbido.
Hizo girar la nave treinta grado y dio gas a fondo.
-Aún nos siguen algunos coralitas –dijo Vook. El
turboláser volvía a resonar.
-A los coralitas podemos hacerles frente –replicó
Vega.
-Hay bastantes –dijo Vook.
-Entonces derribaremos a bastantes –exclamó Vega.
Su júbilo estaba comenzando a desvanecerse. Las probabilidades eran mejores que
antes, pero aún no eran buenas.
Sin embargo, mejoraron unos cuantos segundos
después, cuando dos alas-A aparecieron de repente desde la dirección del sol y
comenzaron a trocear coral yorik.
-¡Es el jefe! –exclamó Leaft.
-Y alguien más –dijo Vook.
El comunicador crepitó.
-Creí haberos dicho que os mantuvierais lejos de
los problemas, chicos.
Era Uldir. El alivio invadió el cuerpo de Vega como
si fuera refrigerante de motor.
-Hicimos lo que pudimos –dijo. Echó un vistazo a la
fragata y al dron, todavía enfrascados en combate-. Incluso te he preparado un
pequeño espectáculo.
-Sí. Recuérdame que te pregunte alguna vez al
respecto.
***
Pocos instantes después, los coralitas restantes se
retiraron hacia la fragata, que estaba sufriendo graves daños por parte del
dron. Vega abrió la bahía de cazas y la hizo rotar para que las dos naves
pequeñas pudieran entrar. Entonces saltó un año luz al sistema exterior, cambió
de vectores, hizo otro salto corto, y luego uno más largo, para poner unos
cuantos parsecs entre Wayland y ellos.
Sólo entonces se relajó. Ligeramente.
Levantó la mirada para ver a Uldir de pie en la
puerta. La Jedi estaba con él.
Leaft la vio casi al mismo tiempo, y saltó de su
sillón de seguridad en un remolino de extremidades, con velocidad cegadora.
Impulsándose con sus largas extremidades superiores, golpeó a Klin-Fa en el
pecho con las dos manos de sus extremidades inferiores, lanzando un gruñido
animal. La Jedi, aturdida, salió disparada hacia la sala común y chocó contra
el tabique. Leaft volvió a lanzarse sobre ella.
-¡Leaft! –exclamó Uldir-. Detente. Ya.
El dug se detuvo sobre el cuerpo derrumbado, con
los ojos brillando de furia.
-Se lo merece –exclamó.
-No sin mi permiso –dijo Uldir-. Retírate, Leaft.
Lo digo en serio.
Por un instante, Uldir pensó que iba a tener que
apuntar al dug con su arma, pero entonces, con un bufido, Leaft retrocedió unos
pasos. Klin-Fa gimió y se incorporó, respirando entre dolorosos jadeos. Uldir
sintió un súbito impulso de ayudarle a levantarse.
Lo reprimió.
-El dug tiene razón –consiguió decir Klin-Fa,
escupiendo sangre de un corte en el labio-. Me lo merecía.
-Eso y mucho más –dijo Vega-. Jefecillo, ¿por qué
este deshecho de carbono no lleva grilletes aturdidores?
-Lo explicaré enseguida –respondió Uldir-. Antes
quiero un informe de estado.
Vega frunció los labios con rabia, pero cuando
habló mantuvo bajo control el tono de su voz.
-Como puedes ver, volvemos a tener capacidad de
hipermotor. He puesto algo de espacio entre Wayland y nosotros. –Echó una
mirada asesina a la prisionera-. Aparte de eso, hemos sufrido algunos daños
menores en la batalla, nada que no pueda arreglarse con un poco de tiempo en
dique seco.
-Genial –dijo Uldir, con toda sinceridad-. No sé
cómo lo habéis conseguido, pero gran trabajo. Estoy orgulloso de todos
vosotros.
Vega asintió secamente.
-Sólo hicimos lo que nos dijiste que hiciéramos.
Su voz era neutra. Uldir suspiró para sus adentros.
Parecía que la nave no era lo único que necesitaba ser reparado.
-Traza otro salto –dijo Uldir-, hacia la Ruta
Hydiana, y luego hacia el borde.
-¿La Ruta Hydiana? –repitió Vega, incrédula-. Eso
sigue siendo territorio yuuzhan vong.
-Soy consciente de ello. Cuando hayas terminado,
reúnete conmigo en la sala de descanso. Los demás también. Klin-Fa tiene
algunas cosas que contaros, y luego tenemos que tomar una decisión.
***
-Jefe –dijo pausadamente Vega, cuando las
explicaciones hubieron terminado-, con todo el respeto, mi opinión es que has
perdido la cabeza.
-O te la han hecho perder –especuló Leaft, lanzando
a Klin-Fa una mirada que era puro veneno.
-Comprendo vuestras reacciones –dijo Uldir-. Pero
creo que necesitamos hacer esto.
Vega puso los ojos en blanco.
-Dejando aparte el hecho de no estamos en absoluto
equipados para atacar un convoy de esclavos, te pido, una vez más, que
consideres la fuente.
-Lo he hecho, créeme –replicó Uldir-. Pero si existe
aunque sólo sea la menor probabilidad de que lo que dice Klin-Fa sea cierto,
tenemos que arriesgarnos.
-Que se arriesgue otro –dijo Leaft-. Alguien con
armas para salir con vida.
-¿Quién? –dijo Uldir-. Tal y como la Nueva
República se ha estado replegando últimamente, no podemos contar con ellos. Ellos creen que tenemos una tregua con
los yuuzhan vong. En cualquier caso, todos sabéis cómo está allí la situación
de inteligencia. Dos minutos después de que informemos de esto a los militares,
el senado, o a cualquier otra persona de la República, los yuuzhan vong sabrán
que andamos tras ellos. Tienen demasiados colaboradores y demasiados espías.
-Admito eso –dijo Vega-. Pero no somos la única
nave a las órdenes del Maestro Skywalker. ¿Qué hay de Booster Terrik y el Ventura Errante? Tiene la potencia de
fuego necesaria para esta clase de operación.
-Ciertamente trataremos de contactar con el Maestro
Skywalker –respondió Uldir-. No creo que envíe al Ventura Errante, porque los aspirantes a Jedi están a bordo; no
querrá arriesgar sus vidas. Pero, desde luego, si podemos obtener ayuda, la
tendremos. Sin embargo, no podemos quedarnos quietos a esperarla. Ahora mismo,
la nave en la que se encuentra Gandan nos lleva sólo unos pocos días de
ventaja, y sabemos a dónde se dirige. Pronto ya no será así.
-No podemos luchar contra todo un convoy –dijo
Vega.
Klin-Fa se aclaró la garganta.
-Si nos damos prisa, no tendremos que hacerlo; sólo
contra el transporte de esclavos y su escolta.
-Siguen siendo muchas naves –dijo Vega-. El Suerte Innecesaria no es una nave de
guerra; es una nave de rescate.
-Creo que deberíamos hacerlo –dijo Vook.
Todos los ojos se volvieron hacia el duro. Él
devolvió impasible sus miradas.
-Dejando a un lado la historia de la Jedi –dijo-,
sabemos a ciencia cierta lo que los yuuzhan vong hacen a los prisioneros. Si
tenemos una oportunidad de salvar a seres racionales de sus estragos, es
nuestro deber hacerlo.
-Vook –comenzó a decir Vega-. Todos sabemos cómo te
sientes...
-Lo dudo –dijo con calma el duro-. Lo dudo mucho.
Todos quedaron en silencio. Pasaron varios largos
instantes antes de que alguien hablara.
-Hmm –gruñó finalmente Leaft-. De todas formas,
¿quién quiere vivir para siempre?
-Yo –respondió Vega-. Pero al diablo con todo.
Vayamos.
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