A medida que el Suerte Innecesaria avanzaba lacónicamente por el vacío, Vook
Gehu observaba cómo las estrellas pasaban ante su vista, recordando una máxima
durosiana más antigua que algunas especies.
Si
una estrella no hiciera sino parpadear, se perdería toda nuestra historia.
A las estrellas no les
importaba quién ganase esta guerra. No les importaba si Vook acababa congelado
y seco en el vacío o vaporizado por un bláster. Que fuera a morir sin
compañeros no les causaba la menor preocupación.
Vook encontraba un extraño consuelo
en ello.
Se aseguró de que el
transpondedor de emergencia estaba funcionando correctamente. Así era,
emitiendo una señal de auxilio constante. Esperaba que fuera respondida pronto,
o todo esto habría sido en vano.
No tenía por qué haberse
preocupado. Cinco minutos más tarde, llegó una respuesta, y la sangre de Vook
pareció caer a la temperatura del espacio circundante. Observó las estrellas algunos
instantes más antes de encontrar al recién llegado: una oscuridad irregular que
no era una nebulosa distante, sino algo mucho más cercano.
Algo que -a diferencia de las
estrellas- sí que mostraba interés en lo que le pasara a Vook.
Y esto no le confortaba en
absoluto. Su mente vagó de nuevo a la conversación que le había llevado a esta
situación -sólo una hora o así antes-, y suspiró.
Contestó a la llamada.
-Al habla Vook Gehu del Suerte Innecesaria. Necesito ayuda. El resto de la tripulación
ha muerto, y estoy herido. Mi red de sensores no funciona y mi nave está muy
dañada. Necesito ayuda desesperadamente.
La unidad de comunicaciones
chasqueó y crepitó, y luego habló con una áspera y nasal voz de barítono.
-Acabas de encontrar tu ayuda,
infiel -fue la respuesta-. Soy Vintul Qat de los yuuzhan vong. Apaga todos tus
sistemas auxiliares y prepárate para ser abordado.
Vook lanzó otro suspiro y pulsó
la tecla para responder.
-Hola, yuuzhan vong –dijo-.
Así que se me ha acabado la suerte... Esperaba atraer alguna nave amistosa,
pero veo que he perdido mi apuesta.
-La suerte no existe -contestó
Qat-. Sólo los dioses y su voluntad.
-¿Sí? Entonces puedes decir a
tus dioses que no voy a ser abordado, Vintul Qat, ni por ti ni por ningún otro
de tu despreciable especie. Moriría antes que rendirme.
-Tú mismo has admitido que no
tienes sensores -respondió Qat-. Tu nave está perdiendo atmósfera.
-Mis armas todavía funcionan -respondió
Vook- . Y mi reactor está dañado, sí. De hecho, en su condición bien podría resultar
un arma mejor que cualquier fuente de alimentación. Considera eso, y ven a por
mí por tu cuenta y riesgo.
-Mi nave está llena de
cautivos -dijo el yuuzhan vong-. Algunos de tu propia especie. Si consigues
destruirla, matarás muchos más infieles que gloriosos yuuzhan vong.
-Es mejor morir que recibir el
destino que les ofrecéis -dijo Vook.
-En cualquier caso, esta discusión
carece de importancia –espetó Qat-. Estamos fuera de tu alcance.
-Por el momento -respondió
Vook-. Intenta abordarme.
-Puedo ser paciente -respondió
Qat-. En poco tiempo, tu reactor llegará a nivel crítico o bien fallará sin más.
Si se sobrecarga, te veré morir. Si no es así, entonces te capturaré.
-Engáñate a ti mismo si lo
deseas -murmuró Vook-. Para mí no supone ninguna diferencia. Vosotros destruisteis
mi planeta y dispersasteis a mi pueblo. No creas que me vas a encontrar una
presa fácil, sea cual sea la condición de mi nave.
La única respuesta de Vintul
Qat fue una áspera carcajada.
Vook cerró los ojos, deseando
que fuera una hora antes, cuando el jefe aún estaba a su lado.
***
De
algún modo, la vuelta al espacio real siempre era una sorpresa después de la
nada del hiperespacio. El universo relativista nunca era exactamente como Uldir
lo recordaba, como si su mente se protegiera de lo absurdo del viaje más rápido
que la luz distanciándose de la realidad que se había criado para comprender.
Fuera
cual fuese la causa, la reversión era uno de los mayores placeres de Uldir,
aunque la vista -desde cualquier otra perspectiva- no fuese en absoluto impresionante.
Pero
a veces el espectáculo era mejor de lo esperado, y para la tripulación y la
única pasajera del Suerte Innecesaria,
esta fue una de esas veces.
Desde
su punto de entrada por encima del plano elíptico del sistema, la estrella principal
era una joya de color blanco azulado, como una chispa de electricidad constante
que hubiera sido capturada. Pero algo había alcanzado a la estrella y sacaba de
ella una serpentina de brillante plasma, trazando un arco de medio año luz de longitud
antes de girar en una espiral que se enrollaba más y más antes de desaparecer. Cruzando
la espiral y rodeando el brillante punto azul, había un gran objeto toroidal
que resplandecía con un débil color índigo.
Sus
instrumentos y mapas le decían que la causa del fenómeno era un agujero negro,
absorbiendo materia hacia la nada de su horizonte de sucesos, y la gran corona eran
los átomos de hidrógeno perdidos que habían escapado de la órbita en el camino
de la singularidad, pero la causa no importaba. Por un momento, la belleza
barrió todo de la mente de Uldir, incluyendo el negocio absurdamente peligroso
que les había traído a él y a sus compañeros a este sistema despoblado en la
Ruta Hydiana.
-No
están aquí –pronunció Vega Sepen con ese tono de voz tan terriblemente seguro que
significaba "te lo dije".
Uldir
miró a la corelliana de cabello platino, preguntándose si ella sentía algo por
debajo de ese exterior duro, si las maravillas del universo penetraban a través
de esos ojos de acero hasta la persona que había debajo.
Tal vez. Creyó poder ver un fuego azul
en ellos, no una reflexión del exterior, sino una luz interna.
Al
menos eso es lo que él creyó percibir durante un nanosegundo. En ese instante, vio
a Vega de un modo muy diferente. Las llanuras angulares de su rostro parecían
más suaves; más jóvenes, a pesar de que ella que aún no había llegado a su trigésimo
año estándar. Se dio cuenta con un sobresalto que era hermosa, de un modo
peculiar. ¿Nunca antes se había dado cuenta de eso?
Entonces,
el momento pasó como si fuera un fenómeno cuántico, destruido por la
observación.
-¿Jefe?
-La voz de Vega se hizo más insistente.
-¿Qué?
-¿Dónde
estabas? He dicho que no están aquí. No hay señales de ninguna nave yuuzhan
vong en el sistema.
-Nuestros
sensores no son tan buenos -dijo Uldir.
-Bueno,
no, no si se están ocultando. Pero este sector del espacio está completamente
bajo el control de los yuuzhan vong, y no tienen ninguna razón para esperar compañía.
Y con ese agujero negro de ahí, y todo el jaleo gravitacional que existe este
sistema, sólo hay unos pocos lugares donde tiene sentido salir del hiperespacio
para trazar el siguiente salto. Este es uno de ellos; he comprobado los demás.
Nada.
-Estarán
aquí -dijo otra voz femenina.
Vega
levantó las cejas de la misma manera que Uldir le había visto hacer una vez cuando
descubrió a un escorpión de maleza barraken acechándola. Aquella vez, la
pequeña contracción de su frente había sido seguida rápidamente por un disparo
de rifle bláster. Uldir se tensó involuntariamente.
La
persona que acababa de hablar, Klin-Fa Gi, también se tensó, sin duda con sus
sentidos Jedi advirtiéndole del peligro. Klin-Fa era pequeña, de ojos oscuros y
pelo negro que le colgaba en largos mechones. Sus ojos se estrecharon como si
desafiara a Vega.
-¿Sí?
-La voz de Vega era suave, pero era seda myyn envolviendo un núcleo de duracero-.
¿Cómo sabes que no han estado aquí y ya se han ido?
-Lo
sabría -respondió Klin-Fa.
-Ah,
la infalible e inescrutable Jedi -se burló Vega-. Pero creía que no podías
sentir a los yuuzhan vong en la Fuerza.
-No
puedo -dijo Klin-Fa-. Siento a Bey.
A
Uldir nunca le gustaba cuando Klin-Fa pronunciaba ese nombre. Nunca había
conocido a ese tipo, pero estaba comenzando a creer que si alguna vez se lo encontraba
no le iba a caer bien.
-Bien
-dijo Vega-. Entonces encuéntralo ahora con tus sensores, y así podrás hacer
algo útil.
-Vendrán
aquí. Lo siento.
-Genial
-dijo Vega, poniendo los ojos en blanco.
Klin-Fa
apretó los labios en una fina línea y no respondió. Uldir sintió un deseo
momentáneo de defender a la joven Jedi. Se había se había quitado las ropas
vivientes yuuzhan vong que llevaba puestas cuando llegó a bordo y estaba ahora
vestida con uno de los monos rojos de Vook. Era demasiado grande para ella,
haciéndola parecer pequeña y vulnerable.
Sí, claro, se recordó. Tan pequeña y vulnerable como para cortar a un
guerrero yuuzhan vong en dos por la cintura. La había visto hacer
exactamente eso. Por no mencionar los problemas que había causado a su
tripulación, su barco, y a él mismo; dejándolos varados en el medio de la nada,
por ejemplo. Ella era un gran problema en un frasco pequeño. Vega tenía razón;
estaba loco al confiar en ella, después de todo lo que había hecho.
Aun
así...
-Sal
del punto de seguridad -dijo a Vega-, y corta la energía. No quiero que nos
vean cuando lleguen aquí.
-¿Cuándo lleguen? -preguntó Vega con
escepticismo.
-Si llegan -concedió Uldir-. Y Vook, tú y
Uuve ejecutad de nuevo diagnósticos en los sistemas de armas y escudos. Fue un
pequeño milagro que os las arreglaseis para remendar a nuestra chica tan rápido
como lo hicisteis... si tenemos un respiro, quiero aprovecharlo para
prepararnos al máximo para el combate.
-Bueno,
eso al menos tiene sentido –admitió Vega-. ¿Y cómo vamos a hacerlo? ¿Vamos a
buscar un destructor estelar y volvemos? Eso debería mejorar un poco nuestras
posibilidades. Esto que tenemos no es exactamente una nave de guerra.
-No
estamos precisamente indefensos, Vega -Uldir señaló.
-Y
nuestro objetivo tampoco es una nave de guerra -añadió Klin-Fa.
-Cualquier
nave vong es una nave de guerra -respondió Vega-. Y vendrá con escolta.
Klin-Fa
puso los ojos en blanco.
-Estamos
hablando de un transporte yuuzhan vong de esclavos viajando a través de territorio
vong seguro. Los yuuzhan vong son orgullosos; la escolta será mínima, ya que no
querrán parecer cobardes. Además, cuando me infiltré en sus sistemas de datos descubrí
algo interesante; una de cada tres naves de guerra en servicio en este sector
ha sido trasladada. Sucedió de un día para otro.
Vega
frunció el ceño.
-Eso
suena como si estuvieran comenzando una nueva ofensiva. Eso sí es algo que vale
la pena saber. ¿No deberíamos estar informando de eso en vez de tratar de
rescatar a ese antiguo noviete tuyo?
Klin-Fa
se sonrojó ligeramente.
-No
se trata de eso. No se trata de Bey, o de mí. Los Jedi luchan, los Jedi mueren.
Conocemos los riesgos. Bey conocía los riesgos... pero el secreto que lleva es
crucial. Y es más importante que cualquier ataque yuuzhan vong convencional.
-A
pesar del hecho de que no sabes exactamente en qué consiste esta hipotética nueva
arma suya -dijo Vega.
Klin-Fa
se cruzó de brazos y se apoyó en el mamparo.
-Sé
que ellos creen que prácticamente pondrá fin a la resistencia de la Nueva
República a su invasión.
-Bueno,
sí, eso es lo que tú dices -respondió Vega-. Con eso y dos átomos de hidrógeno
conseguirás helio si aprietas lo suficiente.
-Ya
basta -interrumpió Uldir-. Se acabó esta discusión.
Vega
se mostró sorprendida por su tono, y él se dio cuenta de que había sido
inusualmente brusco.
Pero
Klin-Fa se había ruborizado cuando Vega se refirió a Bey como su “noviete”. A Uldir
el Jedi ausente le caía cada vez peor.
-Es
sólo que... -Se detuvo, y suspiró-. Vega, puede que sea una locura, pero yo la
creo. Y yo soy el capitán, o eso creo recordar. Vamos a hacer esto. Ahora necesito
tu ayuda, no tu disidencia.
Los
ojos de Vega se agrandaron.
-Jefe,
sólo porque no esté de acuerdo contigo no significa que no esté al cien por
cien a tu lado. Cuenta conmigo.
-Me
alegra oír eso.
-Quiero
decir, incluso aunque pensase que esto no es más que una testaruda,
irresponsable y absurdamente peligrosa maniobra para rescatar los fragmentos
restantes de tu masculinidad...
-He
captado la idea, Vega. Estás conmigo. Ahora cállate.
-Sí,
señor. Siempre con ganas de callarme.
-Yo
también estoy contigo, capitán -dijo la voz de Vook por el intercomunicador-. Y
estaremos preparados para luchar, lo prometo.
Parecía
confiado, para variar. Vook nunca sonaba de esa manera.
Vega
también lo notó.
-¿Ese
es realmente Vook? -preguntó en voz baja.
-No
lo sé -respondió Uldir, silenciando la unidad de comunicaciones-. Después de
aquel arranque que tuvo ayer... será mejor que tenga una charla con él.
***
Encontró
a Vook en la torreta, trabajando en el turboláser. No levantó la vista cuando
Uldir entró. Su rostro plano de duro no registró emoción alguna que Uldir pudiera
reconocer.
-Vook,
¿hay algún problema?
-No,
señor. Estoy ajustando la modulación de fase para obtener disparos más
eficientes.
-Eso
está muy bien, pero no estaba hablando del turboláser. Estaba hablando de mi
mecánico.
-Estoy
bien, señor -dijo Vook, con rigidez-. Puedo hacer mi trabajo.
-Nunca
he cuestiono tu capacidad para hacer tu trabajo, Vook. Estoy preocupado por tu
ira.
-Los
yuuzhan vong destruyeron mi mundo -dijo Vook sin rodeos-. Mi gente volaba entre
las estrellas cuando la mayoría de especies en esta galaxia aún subsistían a
base de las frutas y los insectos de sus bosques nativos. Y que fuera destruido
por los yuuzhan vong, por unos bárbaros que ni siquiera tienen el cerebro suficiente
para comprender lo que han hecho... -se interrumpió.
-Nadie
espera que sientas ningún aprecio por los yuuzhan vong, Vook. Nadie espera que llores
la pérdida de tu mundo natal...
-Sí.
Llorar es lo que hago. ¿Crees que no sé lo que todos pensáis de mí? Vook el llorón.
Vook, el siempre triste. Pobre viejo Vook. Bueno, pues estoy cansado de eso. Si
mi elección es estar entre la miseria y la ira, elegiré la ira, señor. Me
siento mejor así.
-Esas
no son las únicas dos opciones -señaló Uldir.
-Señor,
con todo respeto, tú no tienes un planeta natal que perder. No lo entenderías.
Uldir
se quedó en silencio por un momento.
-Había
un arboreto en Bburru. ¿Lo sabías?
La
frente de Vook se arrugó de forma extraña.
-Sí.
-Pasé
mi quinto y mi undécimo cumpleaños allí. Había un árbol en particular, un gran
olop, y si cantabas cerca de él, hacía sonar un acompañamiento.
-Recuerdo
ese árbol -dijo Vook-. Era nativo del planeta natal, el último de su especie.
Estaban tratando de clonarlo cuando los vong destruyeron la ciudad. Ahora se ha
perdido para siempre.
-Sí
-dijo Uldir-. Lo echaré de menos.
-No
tanto como yo -contestó el Duro.
-Probablemente
no. Pero no era ahí a donde quería llegar. Pasé mi cuarto cumpleaños en
Coruscant. Pasé el decimoquinto en Yavin Cuatro. Tienes razón, Vook, no tengo
ningún mundo natal. Mis padres eran comerciantes y pilotos de cargueros, y yo crecí
en las rutas espaciales. Esta galaxia es mi planeta natal. Mira lo que le han
hecho los yuuzhan vong.
Vook
bajó la cabeza y asintió levemente.
-Entiendo.
-Sé
que lo haces. No me duele más que a ti, Vook; esa es una competición de la que
puedo prescindir. Pero no puedes encerrarte en ti mismo y pensar que no todos
nosotros hemos perdido algo. Y no puedes ceder a la ira. Puede que mi entrenamiento
Jedi resultase un fiasco, pero eso lo sé. La ira no es buena para nadie, Jedi o
no. Simplemente siento que es así.
Vook
suspiró.
-Hay
lógica en lo que dices. La lógica debería ser reconfortante. Pero no lo es.
Uldir
ladeó la cabeza con curiosidad.
-¿Por
qué ahora, Vook? ¿Por qué, después de todo este tiempo, empiezan ahora tus
emociones a apoderarse de ti?
Vook
se volvió hacia el turboláser.
-Es
esa mujer Jedi. Me ha hecho comprender lo poco que hago en realidad.
-¿Te
ha dicho algo?
-No.
Pero ella actúa. Planta cara a los vong. Y tú también.
-No,
yo no -afirmó Uldir-. Soy un piloto de rescate. Me convertí en piloto de
rescate porque no tengo lo que se necesita para ser un Jedi, pero yo quería ser
como ellos; ayudar a la gente en problemas. Los Jedi no viven para matar, Vook,
los buenos no. Lo evitan cuando pueden. A veces lo evitan a costa de sus
propias vidas. He rechazado ofertas de media docena de escuadrones de cazas,
porque me gusta hacer lo que hago. Hemos estado en un montón de refriegas desde
hace una semana o así, pero nunca porque yo quisiera atacar a los yuuzhan vong.
Nunca porque yo quisiera matar a uno solo. Yo sólo trato de hacer mi trabajo...
un trabajo que sería imposible sin ti, por cierto. Nunca podríamos haber
escapado de Wayland sin tu experiencia, Vook. ¿Quién más podría haber reparado
nuestro hipermotor con basura centenaria? ¿Por qué crees que solicité que
estuvieras en mi equipo?
-¿Me
solicitaste a mí? -El duro sonaba genuinamente sorprendido.
-Por
supuesto. ¿Qué pensabas?
-Creía...
quiero decir, que nadie más...
-Vook,
eres el mejor mecánico que tiene el servicio. Y me caes bien.
Vook
bajó la mirada a la cubierta, y luego la levantó para encontrarse con la de Uldir.
-Gracias,
señor.
-Y
ahora...
-Hey,
muchachos –dijo la voz de Vega por el intercomunicador.
-¿Qué
ocurre?
-Tenemos
compañía.
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