martes, 29 de septiembre de 2009

El honor de los Jedi (8)

8
Un solo minuto más tarde, el asteroide catalogado como Tredway 24 pende ante la cabina de Luke como un gigantesco e infranqueable acantilado. El complejo Tredway está situado justo en el centro del muro del acantilado. Desde el ángulo de Luke, parece como si el complejo fuera a deslizarse hacia el espacio en cualquier momento. El emplazamiento consiste en 14 edificios ubicados en cinco hectáreas de roca nivelada. El edificio más grande es claramente algún tipo de molino, porque una pila de residuo arenoso se extiende por más de tres kilómetros más allá de su extremo más alejado.
Los tres edificios más altos, dispuestos en una especie de triángulo, son obviamente castilletes de minería. Cubren pozos que conducían a las profundidades del interior del asteroide. El más grande, en uno de los de los vértices del triángulo, no tiene más de 20 metros de ancho, pero se levanta a 100 metros de altura. Junto a cada castillete hay un montacargas pequeño y cuadrado. Pesados cables de duracero corren por el armazón de los montacargas hasta los niveles más altos de los castilletes.
La lanzadera de asalto ha golpeado los armazones de los otros dos montacargas más pequeños, reduciendo uno a escombros. Sin embargo, escudos deflectores protegen el castillete más grande y su montacargas, y aparentemente los imperiales no logran atravesarlo para destruir esos edificios.
Situados a mitad de camino entre los castilletes y el edificio del molino se encuentran dos inmensos edificios rectangulares. El edificio más grande obviamente alberga el almacén de equipamiento. Camiones repulsores, andamios de levitación y transporta-rocas, todos ellos destruidos por misiles de conmoción bien dirigidos, yacen esparcidos por su perímetro. Desde el otro edificio, largos y ondulantes flexipasillos conducen al molino, al almacén, a cada castillete y a cuatro edificios residenciales dispersos a lo largo del perímetro del complejo.
Por último, una pequeña y elegante estructura se alza en el centro de una docena de cráteres recién creados. Descansa sobre una serie de terrazas cuidadosamente cultivadas. Hay un gran conjunto de transparimuros orientado hacia el complejo, como si los residentes de la casa encontrasen necesario observar el complejo en todo momento. Sorprendentemente, la residencia permanece intacta; la única explicación puede ser que un pesado escudo la protegía de la metralla creada por los cráteres que la rodean. Ahora, los sensores de Luke no detectan ni rastro de ningún escudo alrededor del edificio.
A doscientos metros de la residencia se encuentra la lanzadera de asalto, con dos rampas de acceso desplegadas. Dos docenas de soldados de asalto en gravedad cero se han apresurado a descender por las rampas para atacar a seis o siete seres ocultos en los cráteres que rodean la casa. Los cañones bláster gemelos de la lanzadera de asalto barren con fuego los cráteres, impidiendo que los defensores, superados en número, monten algún tipo de defensa efectiva contra las tropas asaltantes.
Luke no puede hacer nada contra los soldados de asalto que ya han abandonado la lanzadera. Sus armas son tan potentes que si les dispara, destruirá a los defensores junto con los atacantes. Pero podría tener una bonita sorpresa para la lanzadera.
-Arma un torpedo de protones, Erredós -ordena.
Un instante después, la señal de preparado parpadea. Luke se acerca a la lanzadera rápidamente, a poca altura. La tripulación imperial continúa felizmente ignorante de su aproximación; no volvieron ni una sola arma contra el ala-X. Luke dispara el torpedo, y luego vira para alejarse, pasando disparado junto a la lanzadera antes de que el torpedo impacte. ¿A esta distancia estará bien? El incierto campo de gravedad del asteroide hace el disparo mucho más difícil que las maniobras que solía hacer en el cañón, allá en Tatooine.
Cuando da media vuelta con un rizo, El corazón de Luke se hunde. La lanzadera aún sigue intacta. Un profundo cráter humea a pocos metros ante su proa. Luke arma otro torpedo, y luego potencia sus escudos delanteros. Mientras vuelve a aproximarse, los cañones antipersona de la lanzadera giran para enfrentarse a él. Aunque la lanzadera lleva armamento mucho más pesado, las torretas bláster son lo único que puede permitirse usar cuando está posada en tierra. Es un movimiento desesperado; los pequeños cañones no tienen la menor oportunidad de atravesar los escudos de su caza.
Un oficial con un traje de vacío negro sale de la lanzadera liderando a diez soldados de asalto. Sin detenerse siquiera a evaluar el ataque de Luke, el grupo corre buscando refugio. Los 24 soldados de asalto que ya se habían alejado lo suficiente de la lanzadera detienen su ataque sobre los defensores inferiores en número el tiempo suficiente para ver cómo el ala-X ataca a su billete de vuelta a casa.
Erredós silba un informe.
-¡Intercéptalo e interfiérelo! –ordena Luke automáticamente. No necesita el mensaje de respuesta de Erredós para recordar que, con la radio fuera de combate, no tienen la menor oportunidad de hacer ninguna de las dos cosas. Incluso sin interceptar el mensaje, Luke sabe que la señal era una petición de refuerzos. ¿Pero a qué distancia está la ayuda? ¿Horas, o minutos?
Luke alinea su ala-X para el acercamiento final, deseando que aún tuviera el ordenador de objetivo. Aminora hasta una velocidad muy lenta. Los cañones bláster de la lanzadera se energizan. Oleada tras oleada de pálidos rayos de energía roja se dirigen contra el caza y se disipan inofensivamente en los escudos delanteros. Luke respira profundamente y luego prepara el gatillo.
Dispara. Conforme el torpedo avanza hacia su objetivo, acelera. No debería estar demasiado cerca cuando el torpedo impacte.
Esta vez, no necesita instrumentos para confirmar el resultado de su disparo. Una gran columna de energía azul y blanca asciende de la lanzadera, iluminando con luz fantasmagórica sus hombros en la cabina. Da media vuelta con un rizo sobre el cráter de la lanzadera, permitiéndose una vanidosa vuelta triunfal.
Más abajo, en la superficie del asteroide, los combatientes le ignoran. Como soldados disciplinados que son, las tropas de asalto ya han vuelto a la tarea encomendada. Los pequeños resplandores y pálidos rayos del combate terrestre continúan como si nada hubiera cambiado.
Gideon llega pocos instantes después. Luke encabeza la marcha al extremo alejado del complejo, deseando aterrizar bien detrás de las líneas de los defensores. Mientras descienden, la auténtica magnitud de la destrucción que ha visitado ese planetoide impacta a Luke. Las estructuras que vio desde arriba son inmensas; la mayor podría albergar todo un escuadrón de ala-X, incluyendo personal de ingeniería y apoyo. Varios de esos edificios habían sido arrasados, y sólo el castillete principal había escapado sin daños serios. Si el comandante imperial hubiera usado un destructor estelar, no podría haber hecho un trabajo más concienzudo.
Al no ver ningún defensor que le guíe a una zona de aterrizaje, Luke se posa en el vertedero de deshechos del extremo alejado del molino. El Cubo de Rocas hace lo mismo, y Gideon y Sidney en seguida salen de la nave llevando angulosos trajes de vacío. Gideon lleva un rifle bláster antiguo pero de aspecto efectivo, y Sidney sujeta de un modo ligeramente ansioso una pistola bláster pesada en sus garras. Luke sella su traje de vacío, comprueba su propio bláster y su sable de luz, y luego desciende del ala-X.
-¿A qué distancia está la base imperial más cercana? –pregunta Luke por su comunicador-. La lanzadera lanzó una petición de refuerzos.
Sidney responde.
-Entonces tenemos cuatro horas, no más.
Luke avanza hacia la casa.
-¿Visteis la batalla?
Gideon asiente.
-Los supervivientes podrían estar atrapados en la casa, aunque eso podría ser una distracción. –El minero señala al castillete principal-. Si yo fuera un Tredway, ahora mismo estaría en las profundidades de esta roca.

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