martes, 6 de abril de 2010

El honor de los Jedi (74)

74
-Asegurémonos de entrar -dice Luke-. Hagamos que nos arresten.
Comienza a bajar la rampa.
-¿Qué pasa con la nave de Gideon? -pregunta Sidney-. No iremos a dejarla aquí, ¿verdad?
-No se me ocurre un lugar mejor -responde Gideon-. Este lugar está lleno con naves de turistas. Para cuando un guardia descubra esta, estaremos muertos o fuera de aquí.
Aseguran la nave minera, luego se cuelan por una puerta que indica "Sólo Personal Autorizado". En menos de 30 segundos, una escuadra de soldados de asalto los rodea.
-¿Qué significa esto? -pregunta su oficial, el teniente Salva.
-¿La visita no era lo bastante completa? -sugiere Luke, levantando las manos en señal de rendición.
Una hora más tarde, una lanzadera que lleva a Luke y sus compañeros entra en una bahía de procesado. El centro es poco más que una gigantesca y monótona bahía de atraque dividida mediante campos de fuerza en 100 celdas de retención del tamaño de una lanzadera. Lanzaderas intrasistema negras en diversos estados de desembarco ocupan la mayoría de las celdas. Un número indeterminado entre diez y 100 desaliñados y asustados prisioneros de todas las especies se encuentran de pie bajo las alas de cada lanzadera, esperando el desembarco de sus compañeros de viaje. Al igual que Luke y sus compañeros, las extremidades de cada prisionero están sujetas por cortos grilletes de conmoción de plastialeación. Veinte soldados de asalto y un oficial vestido de negro se encuentran en cada celda para supervisar el proceso de desembarque.
Suspendidos desde los extremos de brazos robóticos, cañones bláster controlados remotamente y cámaras de observación cuelgan sobre la bahía. El propio techo se pierde en la oscuridad, de modo que Luke tan sólo puede imaginarse los horrores que acechan ocultos en el turbio abismo.
A cinco metros de altura sobre el suelo, una pasarela corre por el perímetro exterior de la bahía. Doscientos soldados de asalto permanecen tras una variedad de emplazamientos de armas pesadas. En el centro del muro interior de la pasarela, un transparimuro de cincuenta metros se abre sobre una vasta sala gris repleta de equipamiento informático y atareados técnicos. Una docena de oficiales con ominosos uniformes negros se encuentran de pie tras el transparimuro. Observan las operaciones del otro lado con el entusiasta interés de demonios seleccionando almas a las que condenar y atormentar.
Cuando la lanzadera aterriza, la desesperación de la prisión en Tol Ado golpea por primera vez de lleno a Luke. Parnell diseñó la instalación no para aplastar el espíritu de los prisioneros, sino para ahogarlo. Aplastar implica destrucción, y la destrucción sería demasiado amable para el gobernador general Parnell. Un prisionero sin espíritu está muerto por completo salvo en el sentido físico, y la muerte no es suficiente.
En cambio, al cuidarse tan obviamente de hacer eso, Parnell mantiene la esperanza de escapar. Luego entierra esa esperanza bajo el peso de la opresión impersonal y sistemática. El prisionero no puede encontrarle sentido a la justicia, la misericordia o siquiera a la muerte. En Tol Ado, se convierte en un cuerpo que camina implacablemente al olvido.
Para cuando Luke y sus amigos se encuentran bajo el ala de su lanzadera, Luke se da cuenta de que si quieren tener éxito en su plan, deben escapar antes de que el sistema los aparte a un oscuro rincón para que sean olvidados. Pero por ahora, deben aguardar... cualquier intento de escapar en ese momento sería suicida.
Los guardias de la lanzadera arrojan tres petates frente a los prisioneros. Los petates contienen sus efectos personales; blásteres, comunicadores, cronómetros, el sable de luz de Luke, etc... Los imperiales aún no han decidido como clasificar a Erredós-Dedós. Los guardias lo han obligado a ponerse en fila con los demás prisioneros, pero ni siquiera se han molestado en colocarle un perno de restricción en la carcasa. Aparentemente, los imperiales no tienen procedimientos estándar para tratar con droides.
-¿Esos son los saboteadores? -pregunta el oficial del escuadrón de recepción. Sin esperar una respuesta, continúa-. El general Parnell es consciente de vuestra labor. Podéis volver al servicio.
Salva y sus guardias regresan a su lanzadera sin decir una palabra. El oficial ignora a los prisioneros, excepto para asegurarse de que los 20 soldados de asalto los vigilan cuidadosamente. Luke se siente más que un poco sobreestimado.
Permanecen en su celda durante más de una hora. Durante ese tiempo, más de 150 cargamentos de lanzaderas de prisioneros salen de la bahía bajo fuerte vigilancia. Finalmente, un carro repulsor con tres hombres se aproxima. El gobernador general Parnell y un ayudante van montados en la parte trasera.
-¿Estos son los prisioneros del centro de turistas?
-Sí, general.
Parnell los estudia con detenimiento. Cuando llega al rostro de Luke, el general mira a Luke durante un buen rato.
-Te conozco, muchacho.
Luke no responde.
-Llévenlos al Bloque de la Muerte para interrogarles -dice Parnell.
-Como usted ordene, general.
Parnell se va.
Tres soldados de asalto recogen los petates. Diez soldados caminan detrás del grupo, y los restantes forman delante de ellos. Tras pedir al control de procesamiento que desactivase su campo de fuerza, el oficial ordena iniciar la marcha.
Los conduce fuera del centro de procesado a un largo pasillo blanco. A pesar del hecho de que sus prisioneros están atados de pies y manos, el oficial mantiene un paso acelerado. Luke y sus compañeros deben esforzarse mucho para mantener el ritmo. A trescientos metros en el pasillo, alcanzan un cruce en forma de T. El oficial gira por la rama de la izquierda. Luke, Gideon y Sidney le siguen, pero Erredós continúa recto por el pasillo.
-¡Eh! -ladra un soldado de asalto. Agarra a Erredós. Vuelan chispas y el imperial retira rápidamente la mano. El oficial continúa por el pasillo, completamente ignorante de lo que está pasando tras él.
El pequeño droide acelera. Los soldados de asalto se colocan sus rifles bláster en el hombro, pero dudan antes de disparar. Parecen confusos, como si no creyeran que el droide estuviera tratando de escapar. Finalmente, un soldado informa de la situación al todavía ignorante oficial.
-¿Qué problema tiene? -pregunta a Luke el oficial.
Luke se encoge de hombros.
-¿Quién sabe? -Hace una pausa para ganar tiempo-. Tal vez un motivador defectuoso. Los guardias de Salva le golpearon bastante fuerte.
-Dile que vuelva -ordena el oficial.
Luke se vuelve obedientemente hacia la intersección.
-¡Erredós-Dedós, vuelve aquí inmediatamente!
Erredós pita desafiante. Luke no puede verle.
-No creo que vaya a hacerme caso -informa el piloto rebelde.
El rostro del oficial se vuelve rojo de frustración.
-No consentiré que un droide me deje por tonto ante el general Parnell. ¡Traedme ese droide, o todos quedaréis arrestados!
Los guardias se lanzan obedientemente hacia el pasillo. Incluso los tres soldados de asalto que estaban llevando los petates salen corriendo, tal vez contentos de ser relevados de su insignificante tarea. El oficial les ve marchar, con las venas de su frente latiendo con ira. Un instante después, es el único imperial a la vista.

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