martes, 27 de abril de 2010

El honor de los Jedi (119)

119
-Pero estoy a 300 kilómetros de cualquier parte -protesta Luke-, y tengo dos prisioneros.
-Tenemos nuestras órdenes -responde el soldado.
El twi'lek desaparece en la escotilla de acceso y el oficial cierra el panel con un golpe. Ahora, la escotilla es indistinguible del resto del suelo. El comandante se yergue.
-Espere, TX-567 -dice-. Acérquese, coronel.
Luke se abre paso más allá de los soldados de asalto, que apuntan con sus armas a Sidney y Gideon.
-Necesito su carro repulsor.
-¿Dónde ha capturado esos prisioneros? -pregunta el comandante, ignorando la petición de Luke.
-Cerca de la bahía de atraque -responde Luke.
-¿Cuál?
Luke hace una pausa. No había escuchado ninguna designación de bahías de atraque.
-Entregaré mi informe directamente al Mando -dice.
El comandante sonríe.
-Eso no será necesario. Podemos interrogar a sus prisioneros, coronel.
-Creo que le supero en rango -responde cauteloso Luke.
-El coronel seguramente recordará la orden general BT346 que requiere que todo el personal coopere con la fuerza de trabajo de la sub-instalación. -El comandante camina hacia los prisioneros, ignorando a Luke-. Me llevaré a los fugados, intendente -insiste.
Luke desengancha su sable de luz.
-¡No, no lo hará!
Activa la hoja. Tanto el oficial y los soldados de asalto se vuelven para mirar la fuente del zumbido siseante.
-¿Qué significa...?
Luke ataca más allá del oficial y atraviesa con su hoja de energía los torsos de ambos soldados de asalto. Un corte humeante aparece en cada una de sus placas pectorales. El primero de los soldados de asalto lanza lejos su rifle y retrocede tambaleándose, su agonía resonando por los muros. El segundo soldado simplemente deja caer su arma y se dobla sobre sí mismo.
El oficial trata de alcanzar el rifle bláster del segundo soldado. Luke gira a su izquierda, atravesando con su hoja el costado derecho del imperial. El hombre grita de dolor, y luego cae.
Luke agarra un rifle bláster, luego abre el panel de acceso del suelo. El twi'lek ya no está. Gideon arrastra a un soldado de asalto a la apertura y lo arroja dentro.
-Podríamos ofrecerles un entierro digno -dice.
Luke asiente.
-Lo que sea con tal de evitar que los descubran durante unas cuantas horas.
Con esfuerzo, acerca el cuerpo acorazado del otro soldado de asalto hasta el agujero y lo deja caer dentro, y Sidney arroja reticentemente también al oficial.
Mientras suben a bordo del vehículo repulsor, Luke estudia las manchas del suelo. Cualquiera que se detuviera a investigar inmediatamente se daría cuenta de que esa sustancia era sangre, pero los rebeldes no tienen el tiempo ni el material para limpiarlas. Deben confiar en que quien quiera que pase por allí no se moleste en mirar al sucio suelo.
Luke arranca el carro repulsor y lo acelera por el pasillo. El pequeño vehículo se maneja como un deslizador de Tatooine, y Luke se permite disfrutar de la emoción de pilotar una nave pequeña a gran velocidad.

El honor de los Jedi (87)

87
-Tranquilo -dice Luke-. Ya me voy.
Luke y sus prisioneros rehacen sus pasos por el largo pasillo, y luego prueban por otro camino. Tras tres extenuantes horas, tropiezan con un carro repulsor detenido en el exterior de un almacén. Tiene cajas apiladas en sus asientos de pasajeros de la parte posterior. Alguien está revolviendo en el interior del almacén, pero Luke no puede ver si es un soldado de asalto o un oficial.
Luke sube a Erredós al asiento de pasajeros, y luego empuja las cajas fuera del carro. Sidney y Gideon trepan a bordo sin necesidad de que se lo dijera, y Luke salta al asiento del conductor. Al salir disparados por el pasillo, un oficial sale del almacén cargado con cajas y les grita una maldición.
-Con semejante lenguaje, espero que no piense que vamos a mandar a nadie a buscarle -comenta Luke.

lunes, 26 de abril de 2010

Ylesia (X)

—Compensadores inerciales —dijo Thrackan mientras contemplaba los restos de su deslizador de superficie accidentado—. Qué buena idea.
Thrackan y Dagga Marl habían tardado en escapar de la Ciudad de la Paz mucho más tiempo de lo esperado, principalmente porque muchos otros estaban huyendo a pie y se habían puesto en su camino. Apenas habían salido de los ruinosos límites de la Ciudad de la Paz cuando un colosal pedazo de coral yorik había caído desde el cielo, dando vueltas en una gran espiral, como un trozo verde grisáceo de vómito cósmico, impactando en el camino justo delante de ellos.
La explosión había lanzado el deslizador dando vueltas fuera del camino, hacia un grupo de árboles donde, entre los troncos de los árboles y los fragmentos volantes de coral yorik, había quedado destruido por completo. Pero el lujoso deslizador —construido originalmente para un hutt joven, a juzgar por sus características —estaba provisto con compensador inerciales, y éstos sólo habían fallado después de que el vehículo se hubo detenido por completo. Thrackan y Dagga surgieron indemnes del choque.
Thrackan se volvió a mirar a la destrozada fragata yuuzhan vong que yacía en pedazos bajo una espesa nube de humo y polvo.
—No creo que a las fuerzas de Maal Lah les esté yendo muy bien —dijo Thrackan. Había un olor horrendo de materia orgánica ardiendo, y recordó que la fragata realmente había estado viva, que algo semejante a sangre había pulsado a través de su cáscara.
Se volvió a Dagga.
—No tendrás medios privados para salir del planeta, ¿verdad?
—No, no los tengo.
—¿O conocimiento de un deslizador por aquí cerca?
Dagga negó con la cabeza. Thrackan se encogió de hombros.
—Está bien. Alguno vendrá dentro de poco, se detendrá para ver cómo conseguir rodear el accidente... y entonces nosotros lo robaremos.
Dagga lo deslumbró con su mueca de escualo.
—Jefe, me gusta cómo piensa.
Se agacharon durante algún tiempo entre los árboles junto al camino, pero no vino ningún landspeeder. La explosión, con su nube de humo, había disuadido a cualquiera de huir en esa dirección.
Thrackan se encogió de hombros.
—Supongo que tendremos que caminar.
—¿Hacia dónde vamos a caminar?
—Lejos de la ciudad que está a punto de ser convertida en gravilla.
Thrackan comenzó a elegir su camino a través del campo de escombros. Había quedado relativamente poca cosa para que ardiera —la mayor parte de la fragata había sido roca— y el humo se estaba disipando.
Él y Dagga retrocedieron al resguardo de los árboles cuando un grupo de cazas bajaron aullando desde el cielo y avanzaron chirriando por el camino hacia la Ciudad de la Paz. Los cazas eran muy reconocibles, con cabinas en forma de bola y extrañas superficies dentadas a cada lado. Thrackan se extrañó.
—¿Cazas TIE? ¿Ahora nos ataca el Imperio? —Miró con odio a las naves—. ¡Esto ya es excesivo! —Alzó el dedo al cielo—. ¡Esto ya es demasiado por parte del Destino!
Esperó unos minutos, y luego se levantó de su escondite entre los arbustos y examinó el cielo cuidadosamente.
—Supongo que se han ido. Pero quedémonos en los árboles y...
Dagga escuchó con atención el cielo.
—Escuche, jefe.
Thrackan escuchó, y entonces se agachó de nuevo en los arbustos.
—Esto es ultrajante —murmuró—. ¿No tienen estas personas algo mejor que hacer?
Otro escuadrón de cazas —alas-X esta vez— pasó como una exhalación por el camino, enviando con sus estelas los últimos jirones de humo arremolinándose a los lados en rápidas y grandes espirales. Entonces del humo apareció una falange de zumbantes naves de desembarco blancas que se posaron en la inmensa cicatriz creada por la fragata caída. Los últimos rastros de humo se aplanaron por los campos repulsoelevadores cuando las naves de aterrizaje se acercaron a la tierra, y entonces las grandes compuertas delanteras se abrieron y compañías enteras de soldados blindados salieron al exterior flotando en deslizadores terrestres militares erizados con armamento.
—Bien —dijo Thrackan mientras él y Dagga intentaban ocultarse tumbándose en el césped—. Esperamos hasta que hayan avanzado a la ciudad, y entonces robamos uno de los transportes y nos dirigimos hacia casa.
Dagga le echó una mirada.
—Será mejor que esa casa esté cerca. Esos transportes no tendrán capacidad de saltar al hiperespacio.
Thrackan apretó los dientes. Esto no estaba funcionando.
Los soldados afianzaron rápidamente un perímetro, y más naves zumbaron al aterrizar. Parecía como hubiera aterrizado por lo menos todo un regimiento de soldados.
—Creo que tenemos problemas —dijo Dagga.
El perímetro de los soldados se había extendido conforme aterrizaban nuevas naves, y los soldados estaban ahora bastante cerca. Un oficial con un escáner había descubierto las dos formas de vida en los árboles, y a su orden un par de deslizadores giraron hacia el área arbolada dónde Thrackan y Dagga se estaban escondiendo.
—Bueno —dijo Thrackan—. Vamos a entregarnos. En la primera ocasión que encuentres, me liberas y robamos una nave y nos dirigimos hacia la libertad.
—Estoy con usted —dijo Dagga—, hasta el momento en el que yo le llevo conmigo. No creo que usted vaya a tener acceso a un kilo semanal de especia después de esto.
—Tengo más que especia —dijo Thrackan—. Llévame a Corellia, y descubrirás que soy apestosamente rico y deseoso de compartir...
Sus palabras se vieron interrumpidas por la orden amplificada de un oficial.
Vosotros dos, en los árboles. Salid despacio, y con las manos en alto.
Thrackan vio los ojos fríos de Dagga endurecerse cuando ella calculó sus posibilidades, y sus nervios se estremecieron al pensar que podía verse atrapado en un fuego cruzado. Decidió que sería mejor que tomase una decisión por ella.
—¡Querida! —gritó—. ¡Estamos salvados! —Y entonces, mientras se ponía trabajosamente en pie, susurró—: Deja tus armas aquí.
Dibujó una sonrisa tonta en su cara y salió de los árboles, con las manos alto.
—Ustedes son de la Nueva República, ¿cierto? ¡Benditos sean por venir! —El oficial se acercó y lo escaneó en busca de armas—. Nosotros vimos cazas TIE y pensamos que quizá el Emperador había vuelto. De nuevo. Por eso nos estábamos escondiendo.
—¿Su nombre, señor?
—Fazum —dijo rápidamente Thrackan—. Ludus Fazum. Éramos parte de un convoy de refugiados de Falleen, y fuimos capturados y esclavizados por la Brigada de la Paz. —Se volvió hacia Dagga, que estaba saliendo cuidadosamente de los árboles con sus manos levantadas—. Ésta es mi novia Dagga, eh... —Tosió, dándose cuenta de que Dagga podría tener una orden de captura en su contra— ...Farglblag. —Le dirigió una sonrisa—. ¿Qué te parece, querida? —preguntó—. ¡Nos han rescatado!
Ella consiguió sonreír.
—¡Ya te digo! —dijo ella—. ¡Es genial!
Dagga fue escaneada y resultó estar limpia. El oficial les echó una mirada escrutadora desde el borde de su casco.
—Parecen bastante bien alimentados para ser esclavos —dijo.
—¡Éramos esclavos domésticos! —dijo Thrackan—. Sólo hacíamos, eh... —Su invención le falló—. Cosas domésticas.
El oficial se volvió para mirar por encima de su hombro.
—¡Cabo!
Thrackan y Dagga fueron dirigidos a una zona abierta bajo la vigilancia del cabo. El área, una hondonada de barro con pedazos dispersos de coral yorik caliente, había sido reservada para los civiles capturados, pero Dagga y Thrackan eran, por el momento, sus únicos dos ocupantes.
¿Farglblag? —preguntó ella, con voz cortante.
—Lo siento.
—¿Cómo se deletrea?
Thrackan se encogió de hombros. Él miraba a los soldados con su armadura blanca, listos para avanzar a la Ciudad de la Paz, y se preguntaba a qué estaban esperando.
La respuesta llegó en la forma de un par de alas-X que se detuvieron en pleno vuelo sobre sus cabezas, sin saber que el gran espacio abierto había sido reservado para los civiles. Thrackan y Dagga se vieron forzados a hacerse a un lado cuando los dos cazas aterrizaron con sus elevadores de repulsión. Thrackan habló bajo la cobertura del gemido de los motores.
—Tienes un arma de repuesto, ¿verdad?
—Claro. Siempre llevo un arma que pasa los escáneres.
Los motores dejaron de gemir, y las cabinas se abrieron. Un wookiee pelirrojo se puso en pie en la cabina del más cercano y bajó a tierra.
—Bien —dijo Thrackan, bajando su voz—. Es un wookiee. No son muy listos, ya sabes. Lo que haremos ahora es que inmovilizas al wookiee, y entonces los dos saltamos al caza y salimos disparados de aquí.
Dagga levantó una ceja.
—¿Sabe pilotar un ala-X?
—Sé pilotar cualquier cosa que Incom fabrique.
—¿No habrá poco espacio?
—Será incómodo, sí. Pero no será ni de lejos tan incómodo como una prisión. —Le echó una mirada significativa—. Puedes confiar en mi palabra acerca de esa última parte.
Y si la cabina del piloto pareciera ser demasiado pequeña para ambos, pensó Thrackan, él simplemente dejaría atrás a Dagga. Sin problema.
Dagga consideró el asunto, y entonces asintió con la cabeza.
—Merece la pena intentarlo.
Ella se volvió para examinar la situación más detenidamente justo cuando el segundo piloto caminó rodeaba la nave del wookiee. Thrackan vio la figura delgada, de cabello oscuro y sintió que todo el color abandonaba su rostro. Se dio rápidamente la vuelta, pero era demasiado tarde.
—Hola, primo Thrackan —exclamó Jaina Solo—. ¿Cómo has sabido que estábamos buscándote?

domingo, 25 de abril de 2010

Ylesia (IX)

—Bomba sombra fuera. —La voz de Jaina se apoderó de los auriculares de Jacen—. Alterando el curso, treinta grados.
—Recibido, Líder Gemelo —dijo Jacen.
Jacen permanecía cubierto detrás del ala-X de Jaina mientras el caza alzaba su curso para salir fuera del camino de la flota enemiga, que estaba previsto que llegase atacando a esta parte de espacio en aproximadamente diez segundos, y usó la Fuerza para ayudar a Jaina a empujar la bomba sombra hacia adelante, hacia su blanco, un crucero clase República que era la cabeza de lanza del esfuerzo de escape de la Brigada de la Paz.
—Cazas enemigos delante. Acelerando...
Jacen ya había sentido a los pilotos enemigos en la Fuerza. Abrió fuego donde sabía que estarían, y fue recompensado con una llamarada que significaba que un piloto enemigo no había activado sus escudos a tiempo. Jacen cambió a otro objetivo y disparó, otro disparo desviado, pero las saetas golpearon en los escudos y se desvanecieron. La formación objetivo se separó de golpe como un fuego artificial, cada grupo de dos cazas alejándose del ataque de los Soles Gemelos.
En ese momento la bomba sombra de Jaina golpeó el crucero enemigo, y su proa floreció en una llama de fuego.
Jacen estaba siguiendo a Jaina tras los cazas enemigos —alas-E— que estaban realizando tirabuzones y la fusión Jedi aumentó sus percepciones. Sintió a Corran Horn efectuando un ataque relámpago a una fragata enemiga, los Caballeros Salvajes destruyendo metódicamente un vuelo de ala-B, pero el conocimiento no era intrusivo; no le exigía atención, o despistarle de su pilotaje, simplemente estaba allí, en el fondo de su mente.
—Quédate cerca, Vale —dijo Jacen a la compañera de ala de Jaina, que parecía vagar sin rumbo.
—¡Oh! ¡Lo siento!
—Nada de charla en este canal —amonestó Jaina—. Voy a girar a la derecha... ahora.
Vale aún se alejó más de su posición asignada durante esa maniobra, y a través de la Fuerza Jacen se percató de la intensa concentración de un piloto de ala-E que intentaba centrarla en su punto de mira. Jacen se alejó deliberadamente de su lugar asignado en una curva con forma de S, y al hacerlo era consciente a través de la fusión de la Fuerza de que Jaina sabía exactamente qué estaba haciendo, y por qué.
—Girando treinta grados a la izquierda —dijo Jaina, que giró su caza y el de Vale en lo que el piloto enemigo ciertamente pensaría que era un blanco perfecto...
Sólo que llevó al enemigo directamente sobre las miras de Jacen. Él disparó una ráfaga completa de los cuatro cañones láser y vio los escudos del ala-E derrumbarse bajo el fuego concentrado. Jacen disparó de nuevo, y el ala-E se desintegró.
El corazón de Jacen dio un salto cuando el compañero de ala del ala-E probó a disparar un tiro de aviso y se anotó un estallido láser triple en los escudos de Jacen —que aguantaron— y entonces Jacen se alejó, perseguido por el ala-E, hasta que el propio caza de Jaina se arremolinó siguiendo una serie elegante y pausada de arcos, y ella y Vale convirtieron al brigadista y su nave en átomos. Cuando dio alcance a Jacen, él pudo ver la austera satisfacción de Jaina a través de la cabina del piloto, y ella le saludó con una oscilación de las alas cuando él se deslizó una vez más en su posición.
Entonces él se dio cuenta de su cambio de humor, y supo que ella estaba recibiendo órdenes en el canal de mando.
—Soles Gemelos —dijo ella—. Reagrupaos. Recuperad la formación a mi alrededor. Vamos a cubrir al grupo de desembarco.
Jacen sabía que ella era renuente a dejar el combate una vez que había empezado, pero también sabía que la lucha iba bien para la Nueva República. Las fuerzas estaban equiparadas en número, pero el personal de la Brigada de la Paz simplemente no daba la talla. Algunos pilotos mercenarios en cazas estaban demostrando su valía, pero las naves capitales no estaban luchando muy bien, y algunas de ellas estaban lanzando capsulas de escape aunque no habían recibido grandes daños. Un par de escuadrones de cazas enemigos estaban huyendo la batalla tan rápido como podían, perseguidos por alas-A. Las dos fuerzas de tarea adicionales de Kre'fey pronto estarían en escena, inclinando decididamente aún más la balanza del lado de la Nueva República, y en ese punto Jacen no se sorprendería al ver como algunas de las naves de la Brigada de la Paz se rendían.
Era bueno volver a sentir al enemigo en la Fuerza, pensó Jacen. Los yuuzhan vong eran un vacío en la Fuerza, un agujero negro en el que la luz de la Fuerza desaparecía. Al menos, estos brigadistas de la Paz se registraban como una parte del universo viviente, y dado que podía sentirlos en la Fuerza, Jacen podía anticiparse a sus acciones. Comparados con los yuuzhan vong, esta gente era presa fácil.
Fácil de destruir. Saboreó un soplo de tristeza ante la necesidad: éstos objetivos no deberían ser objetivos; deberían estar luchando en nombre de la galaxia contra los invasores. En cambio, habían escogido traicionar a su propia gente, y Kyp Durron y Traest Kre'fey estaban determinados a que pagasen por ello.
El Escuadrón Soles Gemelo recuperó la formación, y el escuadrón Chiss de Jag Fel ocupó su lugar flanqueándolo. La esfera azul y blanca de Ylesia creció al acercarse. Jacen vio las fuerzas de desembarco separándose de la fuerza de tarea de Kre'fey más cercana.
—Vamos a tomar el espaciopuerto —dijo Jaina. Y también a atraer el fuego, supo Jacen, para que pudieran aprender dónde estaban las defensas y acabar con ellas antes de las fuerzas de tierra, con su nave de desembarco escasamente blindada, intentase su ataque.
—Configurad vuestros alerones para la atmósfera —dijo Jaina.
Los ala-X asumieron una forma de I cuando los cuatro alerones se reunieron para formar dos alas sencillas. El planeta azul giraba bajo ellos... y entonces vieron un parche verde, uno de los pequeños continentes que se acercaba, y Jaina inclinó su caza hacia él, con Jacen y los otros detrás.
La nave de Jacen se sacudió al entrar en la atmósfera. Las llamas lamieron sus escudos delanteros. Si miraba por encima de su hombro podía ver ondas de choque sónicas extendiéndose por sus alas como telarañas. La tierra verde se acercó aún más.
Entonces nuevos símbolos aparecieron en sus pantallas, y su propia voz hizo eco al grito de Jaina.
¡Coris! ¡Coralitas, justo delante!
Los cazas enemigos estaban despegando del espaciopuerto, el equivalente a dos escuadrones, escapando de la gravedad del planeta gracias a sus dovin basales. Y a su estela llegaba un blanco mucho más grande, un análogo de fragata. Los yuuzhan vong estaban apuntando claramente hacia la fuerza de desembarco que estaba girando sobre el planeta en órbita alta guardada por un par de fragatas y los Chillones, un escuadrón de alas-X novatos bajo el mando de un capitán de veintitrés años de edad. La escolta probablemente podría encargarse de los asaltantes —con tiempo— pero entretanto los yuuzhan vong podrían diezmar gravemente la fuerza de desembarco.
—¡Acelerando! ¡Máxima velocidad! —exclamó Jaina, y los Soles Gemelos derivaron potencia a sus motores. Estaban en buena posición para saltar sobre el enemigo mientras los yuuzhan vong se abrían camino a través de la atmósfera. Jacen miró sus pantallas y calculó ángulos, trayectorias...
—Tengo una bomba sombra, Líder Gemelo —dijo—. Permíteme hacer una pasada sobre la fragata.
A través de la fusión Jedi sintió cómo Jaina reproducía su propio cálculo.
—Gemelo Trece —decidió ella—, haz tu disparo.
Jacen hizo descender el morro de su nave y apuntó hacia la porción de aire que pensaba que la fragata atravesaría en los siguientes veinte segundos estándar o así. Era difícil evaluar el momento en el que debía soltar la carga; no podía encontrar el análogo de fragata en la Fuerza, y Jacen tenía que hacer una suposición basada en cómo aparecía en sus pantallas.
De repente sintió el poder de la Fuerza hinchando su cuerpo, como si acabara de llenar sus pulmones de puro poder universal. Los cálculos cruzaron su mente, más rápido de lo que hubiera creído posible. Y a distancia, descubrió que podía descubrir la nave enemiga, no como una presencia en la Fuerza, sino como una ausencia, un frío vacío en el universo de la vida.
Había Jedi cercanos que aún no se habían enfrentado al enemigo; Tahiri, Kyp Durron, Zekk, y Alema Rar. Dado que no habían estado distraídos por el combate, simplemente le habían prestado su poder a través de la fusión Jedi, enviándole fuerza y ayudándole en su cálculo.
Sintió el frío metal del mecanismo de lanzamiento de la bomba en su puño, y tiró de él.
—Bomba sombra lanzada.
Y entonces, mientras tiraba hacia atrás de la palanca de control y daba potencia a los motores, disparó un par de misiles de conmoción.
La bomba sombra era un proyectil sin propulsor, repleto en su lugar de la cabeza a la cola con explosivo, y que o bien flotaría hacia su blanco, o sería empujada con un poco de ayuda de la Fuerza. La falta de la estela del propulsor hacía que la bomba fuera difícil de descubrir para los yuuzhan vong, y el explosivo extra le daba un tremendo poder de pegada cuando impactaba.
Los dos misiles de conmoción pretendían ser una distracción para los yuuzhan vong; si el enemigo estaba prestando atención a los dos misiles, acercándose por una trayectoria diferente, era menos probable que vieran la bomba sombra que caía hacia ellos.
Gracias, envió Jacen a la fusión. Y entonces sintió cómo los otros desaparecían de sus percepciones cuando primero Kyp, y después los demás, fueron entrando en combate.
Las tres partes de la flota de Kre'fey acababan de unirse, pensó Jacen, con las fuerzas de la Brigada de la Paz atrapadas entre ellos. Los brigadistas estaban a punto de perder su flota entera.
El morro del ala-X de Jacen apuntó hacia arriba, hacia el distante brillo de las toberas del escuadrón de Jaina. Esto colocaba a la fragata bajo él en posición perfecta para dispararle, el fuego apuntando prácticamente a su cola. Vio los proyectiles de los cañones de plasma y los misiles acercándose, y los esquivó dando violentos bandazos por unos segundos, hasta que su bomba sombra golpeó la nave yuuzhan vong destrozándole la proa. Junto con la proa, desaparecieron los dovin basales del dovin que estaban usándose como defensa fueron, de modo que incluso los dos proyectiles de conmoción golpearon su objetivo.
Lo que condenó a la fragata yuuzhan vong no fue el daño, sino la aerodinámica. Si la fragata hubiera estado en el vacío del espacio probablemente habría sobrevivido, pero la atmósfera de Ylesia selló su destino. La fragata empezó a bambolearse por el aire como un cohete volador fuera de control cuando el viento empujaba sobre su dañada sección de proa. Los pedazos se desgajaban y salían volando, girando al caer; y entonces la fragata perdió el control por completo y empezó una espiral mortal hacia el planeta que se encontraba debajo.
La atención de Jacen ya estaba en el combate sobre él. Jaina y Jag Fel habían rechazado a los coralitas y habían matado al menos a tres de ellos, y sus cáscaras destrozadas se zambullían en la atmósfera con colas de llamas, pero ahora la batalla se había convertido en una refriega. De nuevo la aerodinámica jugaba a favor de la Nueva República: un coralita tenía toda la aerodinámica de un ladrillo, pero los ala-X, con sus estabilizadores cerrados, resultaban ser unas naves de atmósfera decentes y maniobrables. Sin embargo, Jacen sentía la tensión de Jaina a través de la fusión Jedi: la mitad del Escuadrón Soles Gemelos todavía eran novatos, carne fácil para un enemigo experimentado; y los yuuzhan vong estaban volando como veteranos.
Un ala-X de desprendía fuego cayó por detrás de Jacen mientras él ascendía, y vio una llamarada cuando el piloto salió eyectado del vehículo. Fragmentos de coral yorik ardiente chocaron contra los escudos de Jacen mientras ascendía: eso significaba que otro coralita se había sumado a la lista de bajas.
Estaría en demasiada desventaja si ascendía directamente hacia la lucha, por lo que evitó la batalla y se colocó sobre la maraña del combate antes de hacer caer su nave en un picado. Sintió como las superficies de control cortaban el aire conforme el ala-X aceleraba, y encontró un blanco ante él, un coralita que maniobraba hacia la cola de un ala-X que parecía estar vagabundeando al azar, como un dewback que buscase su manada; indudablemente uno de los novatos de Jaina. Jacen se arriesgó a lanzar un disparo de desviación, cuadró sus láseres, y abrió fuego y, sólo cuando vio que el coralita explotaba detrás de él, fue cuando el novato cayó presa del pánico, huyendo con su caza en todas direcciones para evitar una amenaza que Jacen ya había destruido.
Jacen siguió volando, vio un coralita perseguido por un desgarrador chiss, con el dovin basal del yuuzhan vong deteniendo en el aire las saetas del perseguidor mientras volaba. Era otro disparo de desviación arriesgado, pero Jacen dirigió su caza cuidadosamente tras el enemigo, en una suave curva... y entonces descubrió que se estaba quedando corto, con el enemigo bailando justo delante de sus disparos. La frustración recorrió sus nervios, y estaba a punto de pedir a su astromecánico que verificase sus controles cuando comprendió que todo era culpa del aire; la atmósfera había frenado demasiado al caza. Activó entonces un misil de conmoción, y fue recompensado viendo como golpeaba de lleno contra el costado del yuuzhan vong. El resistente coralita siguió volando, pero su dovin basal quedó distraído y el siguiente disparo del piloto chiss lo vaporizó.
El corazón de Jacen dio un brinco cuando se dio cuenta de que estaba en peligro, y empujó su palanca de control hacia la derecha mientras los disparos brillaban tras el parabrisas de su carlinga. Había pasado demasiado tiempo alineándose con su último blanco y un enemigo había saltado sobre él. Hizo tirabuzones a través del enjambre de cazas que revoloteaban y consiguió perder a su perseguidor, y cuando dejó de maniobrar tenía un enemigo justo delante de él, volando directamente a su punto de mira mientras perseguía a un desgarrador. Jacen lo desintegró con una ráfaga de láser cuádruples.
Ahora se encontraba cruzando la maraña del combate, y tiró hacia atrás de la palanca de control para subir y repetir su maniobra. Los otros habían reducido la velocidad para maniobrar, y eran blancos fáciles para cualquiera que cayera desde arriba. Dudaba poder conseguir tres derribos en cada pasada, pero no había ninguna razón para no intentarlo.
Jacen realizó una vuelta perezosa mientras examinaba la lucha a través de su cabina, entonces se puso casi vertical y dio potencia a los motores. Un lamento súbito se apoderó del comunicador.
—¡Acabo de perder los escudos traseros! ¡Cualquiera! Aquí Gemelo Dos... ¡Acabo de perder un motor! ¡Ayuda!
Gemelo Dos era Vale, la compañera de ala novata de Jaina; probablemente perdida, y sin cobertura. Sintió la creciente tensión de Jaina a través de la fusión de la Fuerza mientras esta buscaba a Gemelo Dos, y examinó la masa de oscilantes cazas al acercarse, viendo un ala-X que bailaba alocadamente con una cola de llamas, y un par de coralitas maniobrando tras él.
—Gira a la izquierda, Gemelo Dos —exclamó—. Te tengo.
—¡Girando a la izquierda! —El pánico y el alivio se dibujaron en la contestación de Vale.
Jacen activó los frenos atmosféricos y el ala-X frenó como su hubiera golpeado un lago de mercurio, y entonces hizo saltar su bamboleante caza en un giro lateral disparando contra el coralita que iba en cabeza. Sus saetas láser hicieron volar la cabina y enviaron el caza enemigo en un giro sin control hacia el planeta que se encontraba debajo. El segundo enemigo esquivó sus láseres, y Jacen hizo girar su caza en un giro aún más cerrado, con la atmósfera sacudiendo la nave y restándole velocidad. El enemigo tragó su misil de conmoción en la singularidad de su dovin basal y atrapó también los disparos láser, pero Jacen vio a Vale escapar a salvo mientras su perseguidor estaba ocupado. Y entonces los disparos enemigos comenzaron a martillear los escudos de Jacen, y él soltó los frenos atmosféricos e intentó esquivarlos, pisando a fondo el acelerador.
Había reducido demasiado la velocidad, perdiendo velocidad, maniobrabilidad y opciones. Un enemigo lo había encontrado y le había estado siguiendo la cola, lanzándole andanada tras andanada mientras intentaba desesperadamente recobrar velocidad y la capacidad de maniobrar...
El droide astromecánico de Jacen soltó un alarido electrónico cuando los escudos de popa murieron. Y entonces hubo un impacto que Jacen sintió recorriéndole el espinazo, y la palanca de control golpeó contra su mano enguantada. El ala-X se desvió abruptamente a la izquierda. Perdió tanta velocidad que los disparos del coralita que le perseguía pasaron de largo, a escasos metros de la cabina de Jacen, y su cabeza giraba sobre su cuello mientras miraba frenéticamente en todas direcciones, intentando descubrir cualquier amenaza adicional...
Y allí estaba. En el extremo de los estabilizadores izquierdos de Jacen, con sus garras clavadas en los cañones láser gemelos, había un grutchin, uno de las criaturas insectoides aladas, devoradoras de metal, que los yuuzhan vong a veces lanzaban con sus proyectiles. Un grutchin que le devolvió a Jacen una malévola mirada de ojos negros, antes de volver a su trabajo y dar un tranquilo bocado al estabilizador superior izquierdo.
Jacen hizo un picado para ganar velocidad, manipulando los mandos frenéticamente para mantener el ala-X mientras el peso y los daños del grutchin amenazaban con desestabilizarlo. Conforme ganaba velocidad, fue recompensado con el grutchin clavando sus garras más firmemente en el estabilizador, luchando contra el empuje que estaba recibiendo de la atmósfera. Jacen sintió que sus labios se contraían en una sonrisa áspera. Había esperado que el viento arrojaría al grutchin lejos de él, pero éste el siguiente mejor resultado posible: la criatura no podría comerse su nave mientras que estuviera gastando toda su fuerza tan sólo en agarrarse.
Entonces Jacen tiró de la palanca de control y dio potencia a los motores. La única manera de librarse del grutchin era abrir la carlinga y echar a esa cosa fuera de su ala de un disparo, pero él no podría abrir el dosel y ponerse de pie mientras estuviera en la atmósfera de Ylesia; el viento le arrancaría directamente de la nave y le enviaría dando volteretas hacia el planeta bajo él con la mitad de los huesos de su cuerpo rotos.
Un dilema interesante, pensó. El grutchin no podría comerse su nave mientras Jacen estuviera volando a cierta velocidad a través de la atmósfera, pero él no podría librarse del grutchin mientras no saliera por completo de la atmósfera. Esto requería juicio fino.
—Aquí Gemelo Trece —dijo por el comunicador—. Tengo un grutchin en mi ala. Regresaré en cuanto me ocupe de él.
—Recibido —dijo la voz de Jaina. Él pudo oír la presión del combate en la breve expresión, y sentir su tensión en la Fuerza.
Jacen mantuvo su mirada en el grutchin y sus impulsores a plena potencia. Mantuvo el morro de la nave levantado cuanto pudo sin perder velocidad, y lentamente la resistencia de la atmósfera fue aliviándose conforme el aire se hacía más fino. Cuando el grutchin pudo alzar su cabeza y dar otro mordisco al cañón láser superior de babor, Jacen puso el ala-X sobre su cola y voló directamente hacia el espacio. El grutchin modificó su agarre y dio otro mordisco, y el cañón láser se desprendió y giró alejándose por el cielo que comenzaba a oscurecerse. Jacen alcanzó su bláster y lo soltó de su pistolera. El silbido del viento contra la cabina casi había desaparecido. El segundo láser salió dando tumbos por el cielo, y el grutchin se volvió, con sus garras sujetas firmemente en el metal, y caminó metódicamente a lo largo de los dos estabilizadores unidas, dirigiéndose hacia el motor.
Jacen separó los estabilizadores en posición de X-posición, esperando que se soltase o que perdiera velocidad, pero sin éxito. En cambio sintió, más que oyó, un golpe cuando la cabeza del grutchin cayó como un puño de metal sobre la cubierta del motor.
Será mejor hacer algo, pensó. Soltó el pestillo de la cabina del piloto; conforme la cabina se despresurizaba, aparecieron campos de fuerza a su alrededor, conservando su aire. El sonido de vuelo desapareció, aunque todavía podía sentir la vibración de su nave resonando por su espinazo. Luces rojas destellaban en los monitores del motor. Tanteó los controles de los servos de la cabina, abriéndola ligeramente. Cuando no sintió ninguna turbulencia, abrió la cabina por completo.
Convocó la Fuerza para guiar los mandos del caza mientras se ponía en pie en la cabina del piloto y sacaba el bláster de su pistolera. Al asomarse al exterior de la cabina del piloto vio el estabilizador izquierdo alejarse dando vueltas, devorado desde la raíz. Hubo una llamarada de fuego en el motor y este se apagó.
Seguramente, pensó, la llamarada fue suficiente para cocinar al grutchin. Se asomó más al exterior, apoyando un brazo en el borde de la piloto, y sacó el bláster al exterior.
Los ojos como joyas del grutchin le devolvieron la mirada con propósito malévolo. Y entonces las alas de la criatura se extendieron, y el corazón de Jacen dio una sacudida al darse cuenta de que el grutchin iba a brincar directamente hacia su cara.
Disparó mientras ensayaba mentalmente el movimiento necesario para coger su sable de luz con su mano libre en caso de que el bláster no hiciera el trabajo. Disparó otra vez, y otra. El grutchin retrocedió, con sus patas delanteras provistas de garras arañando el espacio sin aire entre ellos, y Jacen disparó dos veces más.
La cabeza del grutchin se alejó dando vueltas por el vacío. El resto del grutchin la siguió después.
Los blásteres sirven, se recordó Jacen volvía a asentarse en la cabina del piloto y sellaba la carlinga.
Su droide astromecánico ya había preparado un informe de daños. Los escudos traseros habían caído, habían perdido ambos láseres de babor junto con el estabilizador-S superior de babor; el otro estabilizador de babor estaba dañado, y un motor destruido.
Jacen dio un puñetazo de frustración al soporte de la cabina. La aerodinámica del ala-X había sido echada a perder; si ahora entrase en la atmósfera para ayudar Jaina, su nave entraría en un giro que sólo acabaría cuando chocase contra tierra.
Él había venido aquí para ayudar Jaina, para asegurarse de que ella nunca estaría sin su apoyo. Ahora la estaba dejando en una lucha desesperada con el enemigo.
Pero una vez tuvo ocasión de escuchar el canal de comunicaciones de los Soles Gemelos, parecía que Jaina ya no necesitaba su ayuda. Estaba pidiendo a su escuadrón que se reagrupase.
—Líder Gemelo, aquí Gemelo Trece —dijo—. Me he ocupado del grutchin.
Jaina estaba muy seria.
—Gemelo Trece, ¿cuál es tu estado?
—Voy a necesitar conseguir un nuevo caza antes de que pueda reunirme con vosotros. ¿Cuál es vuestro estado?
—La lucha ha terminado. Kyp y Saba vinieron a ayudarnos. Estamos reagrupándonos para atacar el espaciopuerto y cubrir el desembarco.
—¿Y la flota de los brigadistas?
—Se rindió. Por eso Kyp y Saba se vieron libres para unirse a nosotros. —Hubo una pausa—. Gemelo Trece, Gemelo Dos ha perdido un motor. Necesito que la escoltes para reunirse con la flota.
—Entendido —dijo Jacen—, aunque considerado el estado de mi caza, puede que Vale termine escoltándome a mí.
Escuchó risitas por el comunicador. A través de la fusión Jacen sintió a su hermana soportando el humor con paciencia.
—Tan sólo llévala hasta allí, Gemelo Trece —dijo ella finalmente.
—Entendido —dijo Jacen, y giró su caza para poder ver a Vale acercándose desde el planeta que se encontraba bajo él.

viernes, 23 de abril de 2010

El honor de los Jedi (106)

106
-Puentea el código, Erredós -ordena Luke.
Erredós silba con excitación, y luego se pone manos a la obra. En la pantalla destellan alternativamente mensajes de error y advertencias de seguridad. Erredós ronronea y cloquea tranquilamente, ajeno al tenso silencio de los demás en la sala.
Dos minutos más tarde, la videopantalla muestra una ruta desde su situación actual hasta un pequeño cuadro en el nivel más bajo del complejo administrativo. Un instante después, el diagrama de un bloque de celdas parpadea en la pantalla. Contiene sólo 500 celdas, pero tiene el doble de guardias de lo normal y emplazamientos de armas pesadas. Las celdas rodean una zona de interrogatorios abierta, lo que Luke lentamente se da cuenta que debe hacer que sea imposible que cualquier prisionero escape a los gritos de cada víctima torturada.
La tercera celda del lado derecho, nivel dos, se ilumina. Es la número 205.
-Bien, Erredós -dice Luke.
Como si esa fuera la señal, el rostro de un oficial imperial reemplaza al diagrama.
-Terminal PN-9854, explique su violación del procedimiento de autorización con respecto al Bloque de la Muerte.
-¡Bloque de la Muerte! -jadea Sidney.
-¡Mal funcionamiento de droide! -responde Luke rápidamente, deseando tapar con sus palabras la frase del pada-. Estoy analizando patrones de pérdidas de suministro.
-¡Esta violación no ha sido ningún mal funcionamiento de droide! Debería haber pedido la autorización adecuada.
-No puedo esperar tanto -responde Luke, apagando la videopantalla-. Deja que me pruebe ese uniforme, Sidney.
Luke no sabe aún cómo rescatarán a Erling, pero ahora no tiene la menor duda de que requerirá engaño y suplantación de personalidad.
Tras encontrar un uniforme que le sirva a Luke, el grupo abandona la sala. Luke espera que el sable de luz de su cinturón no atraiga atención indeseada. Aunque los oficiales imperiales no llevan sable de luz, Luke rehúsa abandonar su arma favorita. Además, parece improbable que vaya a encontrarse con nadie que pudiera reconocer un sable de luz inactivo.
Dos horas más tarde, giran una esquina para encontrarse cara a cara con dos soldados de asalto. Detrás de los soldados de asalto, un comandante imperial introduce a un twi'lek vestido con harapos por un panel de acceso en el suelo. El twi'lek tiene una tortuosa cicatriz sobre su ceja izquierda.
-Grupo de trabajo de la sub-instalación -dice el primero de los soldados de asalto-. Dad media vuelta.
-No me importa quienes seáis -dice Luke, permaneciendo inmóvil-. He capturado estos dos prisioneros cerca de la instalación de atraque. Voy a confiscar vuestro transporte.
-Tu código de autorización no invalida el nuestro -replica el soldado, alzando amenazadoramente su rifle bláster-. Debéis dar media vuelta.

El honor de los Jedi (98)

98
Luke estudia al oficial, con una mueca depredadora en los labios.
El oficial pasa la mirada de Luke a Gideon y Sidney, y luego vuelve a Luke.
-¡Lo habíais planeado! -sisea.
-¡Ahora, Gideon!
El oficial deja caer la mano a su cinturón. Luke junta las manos y golpea al hombre en el estómago. El imperial se dobla sobre sí mismo, agarrándose el estómago con ambas manos. Gideon se coloca tras él y le rodea la garganta con sus grilletes.
-¡No te atreverás! -jadea el oficial.
Gideon tira de los grilletes. Una mueca de esfuerzo se dibuja en la boca del minero. Luke, que no ve otra salida que acabar con el oficial, le golpea en la sien. El cuello del hombre suena con un chasquido hueco, y entonces deja de debatirse.
-Sidney, acércame mi petate.
Sidney se libera y alcanza la bolsa. Luke extrae su sable de luz y lo activa, cortando entonces sus grilletes. Hace lo mismo con los de Sidney y Gideon.
Al otro lado de la esquina, el sonido de pisadas acorazadas anuncia el regreso de los soldados de asalto. Sidney comienza a retroceder hacia los otros dos petates, pero Luke lo detiene sujetándole del hombro.
-No tenemos tiempo -dice. Extrae su comunicador y su cronómetro de la bolsa que se encuentra a sus pies, y luego sale corriendo por el pasillo tan rápido como puede. Sidney y Gideon le siguen.
Pronto alcanzan otra intersección en forma de T. Luke toma la rama de la izquierda. Un instante después, un grito de alarma resuena por el pasaje. Luke aumenta su velocidad; sabe que si su fuga pretende ser permanente, deben poner la mayor distancia posible entre ellos y las tropas de asalto.
Cinco minutos, cuatro giros a la izquierda y dos a la derecha más tarde, Luke se detiene ante una puerta. Respira jadeando con tanta fuerza que siente como si sus costillas estuvieran a punto de romperse en cualquier momento. Los músculos le arden de tal modo que se siente como un tubo de escape, y sus rodillas tiemblan como un par de giroscopios defectuosos. Han pasado varias semanas desde la última vez que realizó ejercicio en la gravedad completa de un planeta, y su cuerpo se resiente de ello. Gideon y Sidney no se mantienen de pie tan bien como Luke. Como mineros de asteroides, raramente regresan a la superficie de los planetas. Tanto el humano como el pada parecen estar a punto de derrumbarse si corren un paso más.
Luke coloca la palma de la mano en el mecanismo de apertura y la puerta se abre haciéndose a un lado. Una lámpara sobre sus cabezas ilumina automáticamente la sala. Aunque la cámara está abarrotada con muebles, Luke no se toma tiempo en examinarlos. Todo lo que le importa es que no contiene ningún imperial. Sidney y Gideon se unen a él, y Luke cierra la puerta.
Mientras caen jadeando al suelo, Luke estudia la sala. Es algún tipo de sala de reuniones o de espera. Una gran mesa negra domina su centro, mientras que cómodas sillas tapizadas se alinean en las paredes. Con contiene ningún indicio de que nadie la haya usado nunca.
Tras retomar el aliento, Luke activa su comunicador y llama a Erredós. Indudablemente, los soldados de asalto se han olvidado del droide tras descubrir que su oficial ha caído. Luke indica a Erredós cómo encontrarlos, luego desactiva su comunicador.
Diez minutos después, Erredós pita en el exterior de la puerta, y Luke se une a él en el umbral. No hay soldados de asalto a la vista. Hace señas a Sidney y Gideon para que le sigan, y entonces avanza 50 metros por el pasillo. Otro pasadizo se abre a la derecha. Éste continúa recto como un disparo bláster y tan lejos como le alcanza la vista.
-Parece como si este llevase a algún sitio -dice Gideon.
Luke se encoge de hombros.
-Bien podríamos probarlo.

miércoles, 7 de abril de 2010

El honor de los Jedi (91)

91
-¡Corred cuanto podáis! -grita Luke, lanzándose por el pasillo a toda velocidad.
-¿Estás loco? -responde gritando gideon, siguiéndole.
Apenas han progresado una docena de metros cuando una corriente eléctrica corre por las extremidades de Luke, enviando dolorosas ondas hacia su cerebro desde sus tobillos y muñecas. Sus músculos tiran de sus huesos con tanta fuerza que se endereza como una tabla. Un momento más tarde, se relajan, pero descubre que ya no tiene control sobre su cuerpo. Sus rodillas se tambalean y se derrumba sobre el suelo, dejándose envolver por el aturdimiento como una gran ola cayendo sobre la arena de la playa. Gideon y Sidney caen cerca de él.
El oficial de escolta camina hacia Luke, pulsando un pequeño botón en su cinturón.
-Ahora sabes por qué los llamamos grilletes de conmoción. -Activa su comunicador y llama a las tropas de asalto-. Olvidad el droide; sólo era una distracción.
Luke trata de responder, pero descubre que su aparato vocal está tan paralizado como el resto de su cuerpo. Un oscuro telón desciende sobre sus ojos y se siente caer en un intranquilo sueño.

El honor de los Jedi (79)

79
Tras recuperar su ala-X, Luke se dirige a Tol Ado él solo. Gideon y Sidney esperan su regreso justo fuera del alcance de los sensores. No está seguro de cómo conseguirá sacar a Erling de Tol Ado, dado que el ala-X no tiene espacio para un pasajero, pero se preocupará por ese problema cuando llegue el momento.
Mil kilómetros antes de que el ala-X alcance el escudo de sensores, Luke sabe que los imperiales le han identificado. Su computadora de vuelo muestra cazas TIE lanzándose sobre él como un enjambre de aguijones voladores saliendo de su colmena. Luke da potencia a sus escudos delanteros, determinado a no perder tiempo en una batalla aérea.
Los TIEs comienzan a disparar desde lejos. Una docena de proyectiles de energía sale a recibrle antes de poder ver los puntos luminosos de sus toberas de escape. Los disparos alcanzan sus escudos, y se disipan inocuamente. Tal como esperaba, la guarnición de Tol Ado es tan poderosa que los pilotos no tienen experiencia en defenderla.
Luke activa su ordenador de puntería, y entonces devuelve el fuego. Sus disparos vuelan hacia un objetivo que aún es indistinguible del fondo negro de Tol Ado. Sólo una pequeña bola de fuego le permite saber que el disparo ha encontrado su objetivo. Si puede seguir disparando de esa manera, es posible que sea capaz de penetrar las defensas imperiales.
Para cuando termina de seleccionar su segundo objetivo, los TIEs se han acercado a distancia media. Puede ver sus pequeñas formas insectiles zumbando directamente hacia él. Otra andanada de disparos de los TIE sale brillando desde el enjambre. Luke no lo llamaría una formación, porque las tácticas enemigas son tan descuidadas que casi son inexistentes.
Esta vez, los dispaos de los TIE sacuden el ala-X. Erredós informa de que los escudos se han debilitado por el impacto. Luke comienza a balancear el ala-X a un lado y a otro para dificultar que los disparos le acierten. Dispara, y cuatro proyectiles convierten otro objetivo en una bola de fuego.
Luke se vuelve al ordenador de puntería. No tiene problemas para encontrar objetivos: cada segundo más TIEs se unen al enjambre, y nadie parece interesado en esquivar los disparos. Selecciona al más cercano, luego vuelve a disparar. Cuando mira a través del transpariacero de la carlinga, otra bola de fuego le saluda.
A igual que otras quince bolas de terror de doble ala. Los TIEs se ha acercado a distancia mínima. Más disparos de energía de los que Luke puede contar se entrecruan en su camino. Rápidamente iguala los escudos, y luego dispara basándose en puntería visual; no tiene más remedio que darle a algo.
El ala-X se estremece, tiembla y se agita, sacudiendo a Luke en su interior como la bola del sonajero de un bebé. Los instrumentos se apagan un instante y luego vuelven a encenderse. Algo silba en la parte trasera de la cabina.
Erredós trina, y luego muestra un mensaje en la videopantalla.
-¿Qué quieres decir con "déjalo"? ¿Qué clase de lenguaje es ese para un droide?
Erredós elabora un largo informe. Luke se concentra en las cosas más importantes del mismo: el sello de la carlinga roto, el sistema de soporte vital fallando, y el ordenador de puntería necesitando una recalibración. No necesita que se lo digan dos veces. Luke gira bruscamente a babor, y se ajusta el traje de vacío. Su plan está fallando miserablemente.
Seis nubes de energía estallan sobre la carlinga, golpeando al ala-X tan fuerte que el hombro derecho de Luke hace saltar el arnés de seguridad de su enganche. Una oleada de dolor corre por su cuerpo y su visión se oscurece. Cuando recupera la vista, sabe que ha estado a punto de morir.
-Llévanos a casa, Erredós -dice, jadeando y abriendo el impulsor al máximo.

Ni siquiera Luke Skywalker puede pasar a través de 124 cazas TIE, tal como acaba de descubrir. De vuelta en la base rebelde, su comandante de escuadrón se asegura de que lo comprenda.
Esta aventura ha terminado para él. Vuelve a la sección uno e inténtalo de nuevo.

martes, 6 de abril de 2010

El honor de los Jedi (74)

74
-Asegurémonos de entrar -dice Luke-. Hagamos que nos arresten.
Comienza a bajar la rampa.
-¿Qué pasa con la nave de Gideon? -pregunta Sidney-. No iremos a dejarla aquí, ¿verdad?
-No se me ocurre un lugar mejor -responde Gideon-. Este lugar está lleno con naves de turistas. Para cuando un guardia descubra esta, estaremos muertos o fuera de aquí.
Aseguran la nave minera, luego se cuelan por una puerta que indica "Sólo Personal Autorizado". En menos de 30 segundos, una escuadra de soldados de asalto los rodea.
-¿Qué significa esto? -pregunta su oficial, el teniente Salva.
-¿La visita no era lo bastante completa? -sugiere Luke, levantando las manos en señal de rendición.
Una hora más tarde, una lanzadera que lleva a Luke y sus compañeros entra en una bahía de procesado. El centro es poco más que una gigantesca y monótona bahía de atraque dividida mediante campos de fuerza en 100 celdas de retención del tamaño de una lanzadera. Lanzaderas intrasistema negras en diversos estados de desembarco ocupan la mayoría de las celdas. Un número indeterminado entre diez y 100 desaliñados y asustados prisioneros de todas las especies se encuentran de pie bajo las alas de cada lanzadera, esperando el desembarco de sus compañeros de viaje. Al igual que Luke y sus compañeros, las extremidades de cada prisionero están sujetas por cortos grilletes de conmoción de plastialeación. Veinte soldados de asalto y un oficial vestido de negro se encuentran en cada celda para supervisar el proceso de desembarque.
Suspendidos desde los extremos de brazos robóticos, cañones bláster controlados remotamente y cámaras de observación cuelgan sobre la bahía. El propio techo se pierde en la oscuridad, de modo que Luke tan sólo puede imaginarse los horrores que acechan ocultos en el turbio abismo.
A cinco metros de altura sobre el suelo, una pasarela corre por el perímetro exterior de la bahía. Doscientos soldados de asalto permanecen tras una variedad de emplazamientos de armas pesadas. En el centro del muro interior de la pasarela, un transparimuro de cincuenta metros se abre sobre una vasta sala gris repleta de equipamiento informático y atareados técnicos. Una docena de oficiales con ominosos uniformes negros se encuentran de pie tras el transparimuro. Observan las operaciones del otro lado con el entusiasta interés de demonios seleccionando almas a las que condenar y atormentar.
Cuando la lanzadera aterriza, la desesperación de la prisión en Tol Ado golpea por primera vez de lleno a Luke. Parnell diseñó la instalación no para aplastar el espíritu de los prisioneros, sino para ahogarlo. Aplastar implica destrucción, y la destrucción sería demasiado amable para el gobernador general Parnell. Un prisionero sin espíritu está muerto por completo salvo en el sentido físico, y la muerte no es suficiente.
En cambio, al cuidarse tan obviamente de hacer eso, Parnell mantiene la esperanza de escapar. Luego entierra esa esperanza bajo el peso de la opresión impersonal y sistemática. El prisionero no puede encontrarle sentido a la justicia, la misericordia o siquiera a la muerte. En Tol Ado, se convierte en un cuerpo que camina implacablemente al olvido.
Para cuando Luke y sus amigos se encuentran bajo el ala de su lanzadera, Luke se da cuenta de que si quieren tener éxito en su plan, deben escapar antes de que el sistema los aparte a un oscuro rincón para que sean olvidados. Pero por ahora, deben aguardar... cualquier intento de escapar en ese momento sería suicida.
Los guardias de la lanzadera arrojan tres petates frente a los prisioneros. Los petates contienen sus efectos personales; blásteres, comunicadores, cronómetros, el sable de luz de Luke, etc... Los imperiales aún no han decidido como clasificar a Erredós-Dedós. Los guardias lo han obligado a ponerse en fila con los demás prisioneros, pero ni siquiera se han molestado en colocarle un perno de restricción en la carcasa. Aparentemente, los imperiales no tienen procedimientos estándar para tratar con droides.
-¿Esos son los saboteadores? -pregunta el oficial del escuadrón de recepción. Sin esperar una respuesta, continúa-. El general Parnell es consciente de vuestra labor. Podéis volver al servicio.
Salva y sus guardias regresan a su lanzadera sin decir una palabra. El oficial ignora a los prisioneros, excepto para asegurarse de que los 20 soldados de asalto los vigilan cuidadosamente. Luke se siente más que un poco sobreestimado.
Permanecen en su celda durante más de una hora. Durante ese tiempo, más de 150 cargamentos de lanzaderas de prisioneros salen de la bahía bajo fuerte vigilancia. Finalmente, un carro repulsor con tres hombres se aproxima. El gobernador general Parnell y un ayudante van montados en la parte trasera.
-¿Estos son los prisioneros del centro de turistas?
-Sí, general.
Parnell los estudia con detenimiento. Cuando llega al rostro de Luke, el general mira a Luke durante un buen rato.
-Te conozco, muchacho.
Luke no responde.
-Llévenlos al Bloque de la Muerte para interrogarles -dice Parnell.
-Como usted ordene, general.
Parnell se va.
Tres soldados de asalto recogen los petates. Diez soldados caminan detrás del grupo, y los restantes forman delante de ellos. Tras pedir al control de procesamiento que desactivase su campo de fuerza, el oficial ordena iniciar la marcha.
Los conduce fuera del centro de procesado a un largo pasillo blanco. A pesar del hecho de que sus prisioneros están atados de pies y manos, el oficial mantiene un paso acelerado. Luke y sus compañeros deben esforzarse mucho para mantener el ritmo. A trescientos metros en el pasillo, alcanzan un cruce en forma de T. El oficial gira por la rama de la izquierda. Luke, Gideon y Sidney le siguen, pero Erredós continúa recto por el pasillo.
-¡Eh! -ladra un soldado de asalto. Agarra a Erredós. Vuelan chispas y el imperial retira rápidamente la mano. El oficial continúa por el pasillo, completamente ignorante de lo que está pasando tras él.
El pequeño droide acelera. Los soldados de asalto se colocan sus rifles bláster en el hombro, pero dudan antes de disparar. Parecen confusos, como si no creyeran que el droide estuviera tratando de escapar. Finalmente, un soldado informa de la situación al todavía ignorante oficial.
-¿Qué problema tiene? -pregunta a Luke el oficial.
Luke se encoge de hombros.
-¿Quién sabe? -Hace una pausa para ganar tiempo-. Tal vez un motivador defectuoso. Los guardias de Salva le golpearon bastante fuerte.
-Dile que vuelva -ordena el oficial.
Luke se vuelve obedientemente hacia la intersección.
-¡Erredós-Dedós, vuelve aquí inmediatamente!
Erredós pita desafiante. Luke no puede verle.
-No creo que vaya a hacerme caso -informa el piloto rebelde.
El rostro del oficial se vuelve rojo de frustración.
-No consentiré que un droide me deje por tonto ante el general Parnell. ¡Traedme ese droide, o todos quedaréis arrestados!
Los guardias se lanzan obedientemente hacia el pasillo. Incluso los tres soldados de asalto que estaban llevando los petates salen corriendo, tal vez contentos de ser relevados de su insignificante tarea. El oficial les ve marchar, con las venas de su frente latiendo con ira. Un instante después, es el único imperial a la vista.

lunes, 5 de abril de 2010

Trabajos dolorosos (I)

Trabajos dolorosos
de John Jackson Miller

Si vais a escapar de la ley —no importa demasiado la ley de quién—, recomiendo Ralltiir. Allí, nunca tendréis que preocuparos acerca de dónde van a salir vuestros próximos créditos. Mucho antes de que esos mandalorianos comenzasen a molestar a la República, Ralltiir era el lugar donde la gente venía a tomar malas decisiones comerciales. El bláster con empuñadura reversible proviene de Ralltiir. La locura de los hologramas de karaoke comenzó en Ralltiir. Mi caso es un ejemplo.
Aunque gracias a los cabezacubos, el planeta estaba funcionando de forma aún más ralltiiriana cuando llegué. Las hordas de los del casco aún estaban muy lejos, pero la visión de un grupo de combate de la República formando en órbita hizo que muchos lugareños pensaran lo contrario, comprando y vendiendo tan rápido como podían. No les culpo; los mandies no son tan buenos regateando como los demás turistas. La típica escapada de compras mandaloriana, según mi limitada experiencia, transcurre más o menos así:

Vendedor: Bienvenido, amigo acorazado. ¿Le gustaría ver algún deslizador de lujo?
Mandaloriano: ¿Copaani mirshmure'cye, vod? ¡Libero esta mercancía en nombre de los Mando'ade!
Vendedor: Ay. Me está haciendo daño. Vuelvo a decirlo, ay.
Mandaloriano: Sois un pueblo de cobardes, y este asiento del conductor no se reclina lo suficiente.
Vendedor: Dolor. Dolor y ay.
Mandaloriano: (Se aleja conduciendo)

De modo que Raaltiir era propicia para los negocios, en cualquier cosa, en todo. Ahora bien, normalmente, a El Gryph —es decir, a mí— le gusta una buena “Oferta de Última Hora”. Pero, como dije, las circunstancias estaban requiriendo que me moviera rápidamente para ir por delante de las autoridades.
Bueno, un poco de eso es de esperar en mi línea de trabajo. Una vez hubo un estudio que decía que el 8'5 % de todos los cargamentos enviados a espaciopuertos del Borde Exterior nunca llegaban a sus destinos. En aquél momento, hace un año, yo era el “coma cinco” en el lugar donde vivía... con planes de convertirme en el “ocho”. En ese momento, un poco de notoriedad era buena para el negocio... y ayudaba el hecho de que, de todas formas, la mayor parte de las especies no pudieran distinguir un snivviano de otro. (Si yo pensaba que era malo que Mamá no pudiera distinguirnos a mi hermano y a mí, sólo era porque aún no me había aventurado fuera del planeta.)
Últimamente, en cualquier caso, he estado viajando por el espacio en un viejo carguero de chatarra con un par de balas perdidas arkanianos, incluyendo un inventor vejestorio que se dejó el sentido común en sus otros pantalones. Y allí estaba mi guardaespaldas del momento, un chico humano expulsado de la Escuela Jedi y al que, por su parte, se le buscaba por una impresionante cantidad de cargos. Sobre Zayne Carrick podría decirse...
...bueno, hablaré sobre él más tarde. La cuestión es que necesitábamos viajar lo más ligeros posible, y eso me convirtió en vendedor. Lo que, de nuevo, no resultaba ser un problema, porque Ralltiir estaba de pronto bullendo con refugiados que llegaban de los mundos conquistados, vendiendo cualquier cosa que tuvieran en ellos para pagarse el pasaje. Había muchos lugareños dispuestos a gastarse su dinero...


...como esos tipos. No os contaré cómo descubrí la Galería Obohn de Estética Industrial —proteger las fuentes, ya sabéis—, pero diré que los conservadores eran la pareja de personas más extraña que había visto desde el desayuno. Dremullar Obohn di Garthos (¿no se te llena la boca?) era el muun, y era más muun de lo normal. Casi el doble de alto que yo con su inexistente nariz apuntando alto en el aire, parecía moverse entre las estatuas metálicas de la galería como si fuera una de ellas.
No creo que nunca hubiera hecho contacto visual conmigo si un llega a ser por el otro tipo, un rodiano gordo en una silla repulsora. Debía ser más viejo que... bueno, nunca ha existido nadie tan viejo. ¿Sabéis esas culturas antiguas de las que siempre hablan, forjando la galaxia y todo eso? Este rodiano probablemente ya estaba entonces sentado en su silla, mirando su trabajo y diciendo: “Eh, chicos, buen trabajo en este sistema estelar. En serio, muy bueno”.
Sólo que no le habrían entendido, porque no creo que nadie pudiera entenderle. Sólo dejaba escapar graznidos siseantes, y sólo hacia el gran tipo muun, quien se inclinaba una y otra vez sobre él para atenderle como si fuera una planta muy querida. El rodiano balbucearía, y sus escamosas mandíbulas verdes se agitarían. Y el Maestro Obohn (así es como lem gustaba que le llamasen) escucharía, sonreiría, y su rostro tomaría un poco de color... pasando del blanco al casi blanco. Y, eventualmente, su arrogancia se volvía hacia mí.
—Padre dice que estás aquí para vender algunas estatuas.
—¿Disculpe?
—Estatuas. Obras de arte mecánicas, como estas que ves a tu alrededor.
—Eso lo he entendido —dije, mirando a mi alrededor—. Usted mencionó a su padre.
Este es Padre —dijo el muun, señalando al rodiano, como si yo debiera haberlo sabido.
—¿Su padre?
—Padre.
—Lo que sea. —No conviene tratar de averiguar mucho acerca de tu objetivo como persona. La mitad de las veces comienzas a tomarles aprecio, y entonces es más difícil engañarles. La otra mitad de las veces, comienzas a quedarte confuso. Eso entraba en esa otra mitad—. Acabo de llegar de Taris —dije, yendo al grano—. Tengo algunas cosas que podrían interesarles.
—Ciertamente lo dudo —dijo Obohn como si resoplase por la nariz, y esta es la única expresión que lo describe a pesar del hecho de que yo tenía el 100% de las narices en la conversación—. Taris está bajo asedio de los mandalorianos.
—De eso se trata exactamente —dije, comenzando con mi plan—. Hay muchos tarisianos que, al igual que ustedes, están metidos en el mundo de la escultura industrial. —Obohn pareció quedar un momento confuso con esta frase, el concepto de que alguien fuese igual que él comprensiblemente extraño—. Se han perdido muchos buenos artistas. ¿Ha oído hablar de Adnah Tiblarett?
—¿Tiblarett?
—Tiblarett. —Lo había leído una vez en la Ciudad Superior.
—Nunca escuché hablar de ella. —Obohn dio una palmada... y dos wookiees aparecieron silenciosamente tras él.
No sé qué me pilló más desprevenido: wookies haciendo cosas silenciosamente, o el hecho de que ambos estaban vestidos con blusas, chaquetas y pantalones. Me di cuenta de que había llegado al lugar correcto, porque cualquiera lo bastante rico como para hacer que los wookiees jugasen a los vestiditos ciertamente merecía mi tiempo.
—¡Un momento, Maestro! —dije—. Lo siento... ¡maldito sea mi pobre acento cadomai! No quería decir Tiblarett, sino... uhhh...
—¿Teronto?
—No.
—¿T'gronish?
—No...
—¿No será Tikartine?
—¿Es buena?
—Él.
—¿Es bueno?
—¿Bueno? —Obohn se agarró las mangas de la túnica—. ¡Yo diría que sí! Si has trabajado con Ineas Tikartine...
—Él es, entonces. —La anguila cayó en la trampa—. Tengo Tikartines rebosando mi bodega.
Obohn hizo un gesto con la mano para que los wooks se fueran y se volvió a Papá para otro encuentro en la cumbre... más largo, esta vez.
Lo bueno de traficar con obras de arte es que usualmente es un trato con un único cliente. No se trata de un montón de transacciones, que se acumulan a lo loco sobre tu cabeza. Dejad eso a los novatos de las bandas de moteros, tratando con grandes cantidades de ryll al mismo tiempo. Si no malgastasen su propio producto en ellos mismos, seguirían estando en el hoyo por no tener en cuenta sus propios costes laborales. (Os lo aseguro, si tuvieran un buen contable, los Vulkar Negros podrían comenzar a vender acciones en la Bolsa de Coruscant.)
Pero me estoy yendo por las ramas: Obohn y su papaíto rodiano estaban definitivamente interesados. Pensé que el rodiano estaba a pundo de caerse de su silla... y Obohn no podía esperar para demostrarme que sabía más que yo acerca de ese Ineas como-se-llame. Lo que me venía bien a mí, que iba rellenando los huecos. Sí, el pobre, triste y retraído escultor estaba trabajando duro en su estudio cuando los malditos mandalorianos, cuya idea de arte es una pegatina en una placa del hombro, interrumpieron su genio. Sólo unos pocos afortunados escaparon de Taris... incluyéndome a mí y a mi joven asociado, sus representantes, que portábamos una pocas obras escogidas para venderlas y poder conseguir dinero. Con la ayuda de Obohn, Tikartine y sus trece hijos podrían escapar algún día de Taris... a un lugar donde, con suerte, pudiera continuar transformando trozos de metralla en obras que capturasen el esquivo espíritu de una época.
Establecida la narración. Ahora a presentar el producto.

Ylesia (VIII)

El Jefe de Estado de la Nueva República estaba en mitad de su discurso ante el Senado ylesiano cuando uno de los ayudantes de Thrackan —el humano, afortunadamente— llegó corriendo por el pasillo del edificio del Senado y empezó a susurrar al oído de Thrackan. Maal Lah, que estaba mirando el discurso desde otro asiento dercano, pareció de repente muy ocupado en hablar a uno de los villips que llevaba en los hombros de su armadura.
Thrackan escuchó el cuchicheo agitado de su ayudante, y entonces asintió y se levantó.
—Siento tener la necesidad de interrumpir —empezó a decir, y vio la mirada malévola del Senado volverse inmediatamente en su dirección—. Una flota de la Nueva República ha aparecido en el espacio ylesiano.
Vio como las augustas cabezas senatoriales se miraban entre sí con pánico creciente mientras un zumbido llenaba la sala. Thrackan se volvió hacia el Jefe de Estado de la Nueva República.
—Usted no dijo a nadie que iba a venir aquí, ¿verdad? —preguntó.
Si no fuera una emergencia horrible en la que podría morir, Thrackan casi podría disfrutar de esto.
—¡Son rebeldes! —proclamó el Jefe de Estado de la Nueva República—. ¡Rebeldes contra la autoridad justa! ¡No se atreverán a disparar contra su líder!
—Tal vez —sugirió Thrackan— le convendría tomar un comunicador y ordenarles que se detengan.
El Jefe de Estado dudó, y luego bajó del podio.
—Esta es la clase de malentendidos que sólo pueden aclararse después. Quizás antes debamos, umm, buscar un refugio.
—Una idea excelente —dijo Thrackan, y se volvió de nuevo al Senado—. Sugiero que los honorables miembros acudan a los refugios. —Cuando algunos de ellos salieron disparados a toda velocidad buscando la salida, agregó—: ¡De manera ordenada! —como si eso fuera a servir de algo. Sus palabras sólo parecían acelerar su huida, volcando escritorios mientras los fundadores de la noble República Ylesiana se encajaban hombro contra hombro en las puertas.
Thrackan se volvió a Maal Lah y suprimió un encogimiento de hombros. Estas personas no habían traicionado a su propia galaxia por un exceso de valor, y no podía decir que estuviera sorprendido por su conducta.
El comandante yuuzhan vong estaba vociferando al pequeño villip de su hombro. Su traductor se acercó a Thrackan.
—El comandante Lah está ordenando a las fuerzas que ya estaban en tránsito para la manipobra de unión que acudan en seguida.
—Muy bien. ¿El comandante irá a su nave de mando?
—La distancia al espaciopuerto es demasiado grande.
Sobre todo si se viaja al paso de un espantoso reptiloide grasiento del tamaño de un hutt, pensó Thrackan.
—Puedo ofrecer al comandante espacio en nuestro refugio —dijo Thrackan.
—El comandante no tiene ninguna necesidad de refugiarse —dijo el traductor—. En lugar de eso se encargará de las tropas aquí en la capital.
—¡Excelente! Estoy seguro de que estamos en buenas manos.
Maal Lah terminó su conversación unilateral y se acercó furtivamente hacia Thrackan, rodeando con sus dedos su bastón de mando.
—Necesitaré tomar el mando de su Guardia Presidencial y su paramilitares.
—Claro —dijo Thrackan—. Sírvase usted mismo. —Fingió pensar durante un instante, y agregó—: Es una lástima que los dioses yuuzhan vong se opongan de tal modo a la tecnología. Si no fuera así, habríamos instalado escudos planetarios y habríamos estado absolutamente seguros.
Maal Lah le lanzó una mirada asesina, y por un momento Thrackan notó un pinchazo en el riñón al pensar que había ido demasiado lejos.
—¿Dirigirá usted sus fuerzas en la batalla, Excelencia? —preguntó Lah—. ¿O buscará el refugio con los demás?
Thrackan levantó sus manos.
—Lamento no tener ningún entrenamiento de combate, Comandante. Dejaré todo eso a los profesionales. —Se volvió hacia Dagga, que había estado esperando educadamente detrás de él todo ese tiempo—. Ven, Marl.
Abandonó la sala con paso rápido pero digno, con Dagga siguiéndole a su lado, medio paso por detrás.
—¿Va a dirigirse al refugio, señor? —preguntó.
Thrackan le dio una sonrisa lateral.
—Soy más listo como para esconderme en un agujero sin puerta trasera —dijo.
Ella respondió a la sonrisa de él con su propia fría mueca.
—Muy bien, señor —dijo.
—Voy a ir a la bahía de atraque detrás del palacio Presidencial y tomaré mi deslizador en la ruta más rápida que salga de la ciudad.
La sonrisa de Dagga se ensanchó.
—Sí, señor.
—¿Sabes pilotar rápido, Marl?
Ella asintió.
—Sí, señor. Muy rápido.
—¿Por qué no pilotas tú, entonces? Mientras yo hago uso de la navaja de afeitar que tengo guardada en el asiento trasero, y me pongo la ropa limpia que guardé allí.

domingo, 4 de abril de 2010

Ylesia (VII)

El flujo de estrellas brilló y se detuvo en el cielo, y el sistema de Ylesia apareció en las pantallas de Jacen. Las alarmas pitaron al descubrir que las naves en órbita alrededor del planeta eran enemigas. Jacen se acercó a Jaina, la líder de la formación, con su ala-X oculto pulcramente detrás del caza de su hermana.
—¡Escuadrón Soles Gemelos, informad! —dijo la voz de Jaina por el comunicador.
—Gemelo Dos —dijo la compañera de ala nemoidiana de Jaina, Vale—, en espacio real con todos los sistemas operativos.
—Gemelo Tres —dijo otro piloto—. En espacio real. Todos los sistemas operativos.
Todos los pilotos fueron informando, hasta que le tocó el turno a Jacen, que había sido agregado al vuelo de Jaina como Gemelo Trece. Hizo su informe, con la Fuerza llenando su mente, y a través de ella sentía a los Jedi: el feroz,y fiel Lowbacca, y los jubilosos Tesar Muy cerca de él; Corran Horn distraído por la lista de control de sus propios pilotos; la sangre fría y el júbilo de Saba Sebatyne y sus Caballeros Salvajes. Y, a más distancia, otros elementos de la flota, la concentración de Tahiri, la determinación melancólica de Alema Rar, la confianza de Zekk, y el puro poder de Kyp Durron, un poder muy semejante a la rabia.
Y, stacando claramente entre todos, Jacen sentía la presencia de Jaina, su mente ardiendo con cálculos como un ordenador.
La fusión Jedi llenaba la mente de Jacen, un mecanismo de comunicación psíquico entre él y los demás Jedi. Estaba impresionado por el poder de la fusión, y por cómo había crecido desde que la había experimentado por última vez en Myrkr. Allí, había sido una bendición con sus pros y sus contras, pero luego el grupo de asalto Jedi en Myrkr se había dividido internamente. Aquí, estaban unidos en un solo propósito.
La sensibilidad de Jacen a la Fuerza había crecido dentro de la fusión, y era consciente de las demás vidas que lo rodeaban, de los pilotos no Jedi del Escuadrón Soles Gemelos, y de otros cercanos, particularmente las mentes disciplinadas del escuadrón Chiss de Jagged Fel que volaba a babor y ligeramente detrás de ellos. Jag había ofrecido su escuadrón para esta lucha, aunque ellos no eran técnicamente una parte de las fuerzas mandadas por Kre'fey. Una vez que le recordaron a Kre'fey que los veteranos de Jag habían sido originalmente una parte del Escuadrón Soles Gemelos antes de separarse, él aceptó la oferta de Jag.
—Escuchad, gente. —dijo la voz de Jaina por el comunicador de nuevo—. Sé que excedemos en número al enemigo, pero eso no hace que la artillería que dispararán contra nosotros sea menos real. Esto no es una maniobra de prácticas, y podéis terminar muertos si no tenéis cuidado. Quiero que todos os peguéis a vuestro compañero de ala y mantengáis los ojos abiertos para evitar que cualquier enemigo consiga maniobrar para ponerse por detrás de vosotros. Manchas —dijo a Lowbacca—, quiero tu vuelo a nuestra derecha, un par de klicks por detrás. Tesar, vosotros volad por encima y detrás.
Encima era un término sin sentido en el espacio, pero era más fácil que decir “a noventa grados del eje entre Lowbacca y yo”, y en cualquier caso Tesar sabía lo que ella quería decir.
—Recibido —dijo Tesar, y Lowbacca dio un rugido de respuesta.
—Recordad que Jagged Fel está a nuestra izquierda. ¿Entendido?
Se escuchó un coro de asentimientos.
—De acuerdo entonces —dijo Jaina—. Enseñemos una o dos cosas a estos traidores.
Jacen estaba impresionado. No se había dado cuenta de que Jaina se había convertido en una líder tan eficaz. Su actuación era aún más impresionante porque, a través de la fusión Jedi, él podía sentirla también examinando sus pantallas mientras hablaba, comprobando sus canales de comunicaciones, y preocupándose por sus pilotos inexpertos mientras trataba de hacer funcionar tácticas que impidieran que se matasen.
Jacen mantuvio su caza pegado en formación detrás de Jaina, un compañero de ala extra para el Líder Gemelo. Sus ojos examinaron las pantallas y vieron que que la armada entera de Kre'fey acababa de entrar ahora en el espacio real, tres fuerzas de tarea agrupadas tan cerca de Ylesia como la sombra de masa del planeta lo permitiera. Cada uno de los tres grupos era equiparable a la totalidad de la flota de la Brigada de la Paz, y tenían la fuerza enemiga atrapada entre ellos. La única esperanza para el comandante enemigo era salir de la órbita al instante y atacar una de las fuerzas de tarea de Kre'fey, esperando poder abrirse paso a través de ella antes de las otras llegaran para superarle.
Los momentos pasaban como el tictac de un reloj, y el comandante enemigo no hizo ningún movimiento. Su única esperanza real estaba resbalándose a través de sus dedos.
Y entonces la flota enemiga se movió, escogiendo como objetivo el Escuadrón Soles Gemelos, y la fuerza de tarea tras ellos.