3
Luke lanza su ala-X en un cerrado giro a babor y acelera. La corbeta le sigue rápidamente, disparando todas sus armas. Erredós informa a Luke de que la corbeta está tratando de interferir sus transmisiones.
-Como si pudiéramos pedir ayuda –murmura Luke.
A pesar de que el ala-X se mueve mucho más rápido que la corbeta, Luke se introduce en un denso campo de asteroides del tamaño de caminantes. Apenas 100 metros separan algunos de los pedruscos, y 100 metros no es mucho espacio cuando viajas a la velocidad de un caza estelar. El denso campo es probablemente el resultado de una inmensa colisión en algún momento del pasado reciente. Pero, sea cual sea la causa, significa que Luke debe aminorar a una marcha lenta.
El piloto de la corbeta, que está mucho más familiarizado con la agrupación, reduce la distancia. Dos disparos explotan inocuamente sobre la cabina, y después el ala-X se sacude con violencia cuando un disparo de turbo-láser penetra los escudos de la parte central de la nave. Erredós efectúa inmediatamente un informe de daños y lo refleja en la videopantalla de la computadora de vuelo.
-¡Soporte vital! –exclama-. ¿Cuánto me queda?
Erredós trina de forma lastimera.
-Sólo eso –suspira Luke-. Supongo que será mejor que me saque de encima a este payaso y encuentre un lugar para posarme.
Diciendo eso, sube a toda potencia los deflectores de partículas delanteros y acelera al máximo que se atreve. El caza estelar salta hacia delante, pero la corbeta continúa siguiéndole de cerca, probablemente con un sólido bloqueo de objetivo sobre él en sus sensores. Luke deja de pensar y deja que su instinto tome el control del ala-X. Sus manos reaccionan automáticamente a lo que reportan sus ojos. El ala-X traza su camino hacia las profundidades del laberinto, saltando de un peligro al siguiente como en un pinball holográfico. Pedruscos del tamaño de una persona rebotan contra sus escudos con una frecuencia aterradora, y Erredós transmite advertencias tan rápido que Luke no puede leerlas. Andanadas de turbocañón explotan a ambos lados del zigzagueante caza estelar, golpeando ocasionalmente tan cerca que la carlinga fototrópica se oscurece y ciega a Luke por un instante.
Pocos momentos después, el ala-X escapa del denso campo de asteroides. Luke endereza su curso y acelera a fondo. Pero el ala-X sigue sin más a su velocidad actual.
-¿Qué está fallando, Erredós?
El droide emite un mensaje por la videopantalla. “Relé de mando del motor repulsor desactivado.”
-Genial –murmura Luke-. Ahora sí que somos un pato de feria. ¿No podemos acelerar de ningún modo?
Continúa zigzagueando, pero la corbeta continúa reduciendo la distancia entre ambos. Para ser una corbeta, esa nave estelar se mueve realmente rápido.
Erredós responde con un pitido de negación, y a continuación suena la alarma de bloqueo de objetivo de Luke. ¡La computadora de puntería tiene a Luke en su punto de mira! Rápidamente se coloca su traje de vacío y mueve su pulgar izquierdo hacia la anilla del asiento eyector Guidenhauser que cuelga sobre su cabeza. Tirando de la anilla, lanzará tanto a él como a Erredós fuera del ala-X, pero no sabe de qué le serviría eso tan lejos de la ayuda.
Un segundo después, la corbeta aún no ha disparado. Luke se arriesga a mirar su computadora de vuelo. La corbeta ha estallado en un millar de pedazos. Una lenta nave minera se aleja de la zona de la explosión.
El altavoz de la cabina de Luke cobra vida con un chasquido.
-¡Pensé que esos piratas iban a agujerearte las orejas, chico!
-Yo también –responde Luke-. ¿A quién le debo la vida?
Gira el caza estelar para enfrentarse a su salvador. Una nave minera con forma de caja avanza hacia Luke desde la bola en expansión de los fragmentos de la corbeta. Sobre la cabina, los tres cañones de una antigua batería turboláser brillan al rojo vivo.
-¡A Gideon Smith y Sidney Shortfang, por supuesto! –se oye como respuesta-. Te vimos en el hostal; estábamos en la mesa de al lado. Tenemos aquí algo que será mejor que veas, joven amigo.
-¿Qué? –pregunta Luke-. No importa. Estoy en graves apuros. No podemos acelerar, y sólo me quedan treinta minutos de soporte vital.
La radio de Gideon permanece en silencio un instante.
-Síguenos –dice finalmente-. Sidney conoce un escondite seguro aquí cerca; es Milton 40.005, en caso de que te pierdas.
-Gracias –dice Luke.
Durante su viaje a Milton, Gideon explica cómo consiguieron encontrar a Luke. Tras el arresto de Erling Tredway, él y Sidney no pudieron resistirse a ir a Tredway 24. Para cuando aterrizaron, los imperiales ya habían destruido todo el complejo. No pudieron encontrar ni a un solo ser vivo. Pero encontraron un chip de mensajes que los soldados de asalto habían pasado por alto en su registro.
Tras reproducir el chip, decidieron que la Rebelión tenía que tenerlo, de modo que lo tomaron para ponerlo a salvo. Estaban dirigiéndose a esconderlo cuando sus sensores detectaron las sondas de dos naves militares distintas. Razonando que lo que acababan de escuchar significaba una lucha, y una lucha significaba un rebelde, siguieron la sonda hasta ese conjunto de asteroides, llegando justo cuando Luke salía del denso campo de asteroides.
Pocos minutos después, la nave minera de Gideon lidera el camino hacia una roca de unos 30 kilómetros de ancho, con forma más o menos cuadrada. Descienden en un pequeño cráter negro, de no más de 20 metros de ancho. Las luces de la nave minera se activan y Luke ve que el cráter es realmente un túnel que conduce al interior del asteroide. Luke admira la pericia y la confianza como piloto de Gideon, ya que la nave minera apenas tiene un metro de margen a cada lado.
Finalmente, tras tres tensos minutos, alcanzan un ensanchamiento en el túnel y Gideon se detiene. Luke aterriza el ala-X y sale de la cabina, y luego ayuda a Erredós a subir por la rampa de entrada de la nave minera de Gideon. El interior de la nave minera de Gideon es oscuro sin llegar a ser tétrico. Como la mayor parte de las naves mineras, consiste principalmente en una destartalada bahía de carga usada para llevar el mineral a la refinería. Los motores repulsores, lentos pero potentes, quedan justo a popa de la bahía de carga. Los camarotes de la tripulación, que Gideon mantenía inmaculados sin decoraciones extrañas, estaban organizados tanto para la comodidad como para la eficiencia.
Gideon entrega a Luke el chip de mensajes, y luego vuelve a su asiento, desentendiéndose aparentemente de todo el asunto desde ese momento. Sidney, sin embargo, observa fijamente a Luke, con sus grandes orejas redondas siguiendo cada movimiento de Luke como antenas de radar gemelas, y su hocico de pelaje amarillo fruncido por la curiosidad.
Luke inserta el chip de mensajes en Erredós. El droide proyecta un holograma de una mujer humana de pelo corto y unos cuarenta años. Es Mon Mothma, comandante suprema de la Alianza Rebelde.
-Saludos, Dena. Como siempre, sólo tengo tiempo para un breve mensaje. Confío en que comprendas que la brevedad de nuestra comunicación no refleja la magnitud de vuestra contribución a la Rebelión.
”Mis espías me informan de que los esfuerzos de resistencia de tu hermano Erling han comenzado a irritar al general Parnell. Normalmente aplaudimos cualquier molestia que un gobernador imperial pueda tener, pero el valor de Erling trasciende al efecto de cualquier rebelión local. Debes acallar a tu hermano antes de que irrite aún más a Sebastian Parnell.
”Es una lástima que no podamos decirle a Erling lo importante que es para la Alianza. En cualquier caso, debo confiar en tu juicio sobre este aspecto.
”Adiós, y que la Fuerza os proteja a ti y a tu familia.
-Confío en que nos ayudarás a rescatar al Erling Tredway –dice Sidney.
Luke asiente, sorprendido por el hecho de que la propia Mon Mothma considere a Erling tan importante para la Rebelión. Sólo había visto una vez a la legendaria líder, pero el respeto con el que sus comandantes la consideraban era suficiente para asombrarle. Su mensaje le hace olvidar todas las dudas que aún tenía por abandonar su misión actual para rescatar a Erling Tredway.
-Bien –dice Gideon-. Tomaremos mi Cubo de rocas para ir al centro de visitantes de Tol Ado...
-¿Centro de visitantes? -pregunta Luke.
-Sí –responde Sidney-. El general Parnell considera su prisión inexpugnable. Ha construido la plataforma de observación para mostrarla. Algunos dicen que el propósito del centro es disuadir a los ciudadanos de resistirse a la voluntad imperial; otros creen que el Parnell considera el planeta como la obra de arte digna de ser mostrada.
-En cualquier caso, es un buen lugar para hacer un reconocimiento –dice Gideon-. Nos detendremos allí y veremos si podemos descubrir un modo de entrar. Pero antes, creo que deberíamos arreglar tu ala-X; podrías tener prisa por marcharte la próxima vez que lo necesites.
Dos horas más tarde, tras reparar el caza estelar lo suficiente para que Luke pueda volar de vuelta a casa, parten de Milton hacia Tol Ado.
Recuerda que Luke deja su caza estelar en el asteroide “Milton”. Puede necesitarlo más tarde.
Luke lanza su ala-X en un cerrado giro a babor y acelera. La corbeta le sigue rápidamente, disparando todas sus armas. Erredós informa a Luke de que la corbeta está tratando de interferir sus transmisiones.
-Como si pudiéramos pedir ayuda –murmura Luke.
A pesar de que el ala-X se mueve mucho más rápido que la corbeta, Luke se introduce en un denso campo de asteroides del tamaño de caminantes. Apenas 100 metros separan algunos de los pedruscos, y 100 metros no es mucho espacio cuando viajas a la velocidad de un caza estelar. El denso campo es probablemente el resultado de una inmensa colisión en algún momento del pasado reciente. Pero, sea cual sea la causa, significa que Luke debe aminorar a una marcha lenta.
El piloto de la corbeta, que está mucho más familiarizado con la agrupación, reduce la distancia. Dos disparos explotan inocuamente sobre la cabina, y después el ala-X se sacude con violencia cuando un disparo de turbo-láser penetra los escudos de la parte central de la nave. Erredós efectúa inmediatamente un informe de daños y lo refleja en la videopantalla de la computadora de vuelo.
-¡Soporte vital! –exclama-. ¿Cuánto me queda?
Erredós trina de forma lastimera.
-Sólo eso –suspira Luke-. Supongo que será mejor que me saque de encima a este payaso y encuentre un lugar para posarme.
Diciendo eso, sube a toda potencia los deflectores de partículas delanteros y acelera al máximo que se atreve. El caza estelar salta hacia delante, pero la corbeta continúa siguiéndole de cerca, probablemente con un sólido bloqueo de objetivo sobre él en sus sensores. Luke deja de pensar y deja que su instinto tome el control del ala-X. Sus manos reaccionan automáticamente a lo que reportan sus ojos. El ala-X traza su camino hacia las profundidades del laberinto, saltando de un peligro al siguiente como en un pinball holográfico. Pedruscos del tamaño de una persona rebotan contra sus escudos con una frecuencia aterradora, y Erredós transmite advertencias tan rápido que Luke no puede leerlas. Andanadas de turbocañón explotan a ambos lados del zigzagueante caza estelar, golpeando ocasionalmente tan cerca que la carlinga fototrópica se oscurece y ciega a Luke por un instante.
Pocos momentos después, el ala-X escapa del denso campo de asteroides. Luke endereza su curso y acelera a fondo. Pero el ala-X sigue sin más a su velocidad actual.
-¿Qué está fallando, Erredós?
El droide emite un mensaje por la videopantalla. “Relé de mando del motor repulsor desactivado.”
-Genial –murmura Luke-. Ahora sí que somos un pato de feria. ¿No podemos acelerar de ningún modo?
Continúa zigzagueando, pero la corbeta continúa reduciendo la distancia entre ambos. Para ser una corbeta, esa nave estelar se mueve realmente rápido.
Erredós responde con un pitido de negación, y a continuación suena la alarma de bloqueo de objetivo de Luke. ¡La computadora de puntería tiene a Luke en su punto de mira! Rápidamente se coloca su traje de vacío y mueve su pulgar izquierdo hacia la anilla del asiento eyector Guidenhauser que cuelga sobre su cabeza. Tirando de la anilla, lanzará tanto a él como a Erredós fuera del ala-X, pero no sabe de qué le serviría eso tan lejos de la ayuda.
Un segundo después, la corbeta aún no ha disparado. Luke se arriesga a mirar su computadora de vuelo. La corbeta ha estallado en un millar de pedazos. Una lenta nave minera se aleja de la zona de la explosión.
El altavoz de la cabina de Luke cobra vida con un chasquido.
-¡Pensé que esos piratas iban a agujerearte las orejas, chico!
-Yo también –responde Luke-. ¿A quién le debo la vida?
Gira el caza estelar para enfrentarse a su salvador. Una nave minera con forma de caja avanza hacia Luke desde la bola en expansión de los fragmentos de la corbeta. Sobre la cabina, los tres cañones de una antigua batería turboláser brillan al rojo vivo.
-¡A Gideon Smith y Sidney Shortfang, por supuesto! –se oye como respuesta-. Te vimos en el hostal; estábamos en la mesa de al lado. Tenemos aquí algo que será mejor que veas, joven amigo.
-¿Qué? –pregunta Luke-. No importa. Estoy en graves apuros. No podemos acelerar, y sólo me quedan treinta minutos de soporte vital.
La radio de Gideon permanece en silencio un instante.
-Síguenos –dice finalmente-. Sidney conoce un escondite seguro aquí cerca; es Milton 40.005, en caso de que te pierdas.
-Gracias –dice Luke.
Durante su viaje a Milton, Gideon explica cómo consiguieron encontrar a Luke. Tras el arresto de Erling Tredway, él y Sidney no pudieron resistirse a ir a Tredway 24. Para cuando aterrizaron, los imperiales ya habían destruido todo el complejo. No pudieron encontrar ni a un solo ser vivo. Pero encontraron un chip de mensajes que los soldados de asalto habían pasado por alto en su registro.
Tras reproducir el chip, decidieron que la Rebelión tenía que tenerlo, de modo que lo tomaron para ponerlo a salvo. Estaban dirigiéndose a esconderlo cuando sus sensores detectaron las sondas de dos naves militares distintas. Razonando que lo que acababan de escuchar significaba una lucha, y una lucha significaba un rebelde, siguieron la sonda hasta ese conjunto de asteroides, llegando justo cuando Luke salía del denso campo de asteroides.
Pocos minutos después, la nave minera de Gideon lidera el camino hacia una roca de unos 30 kilómetros de ancho, con forma más o menos cuadrada. Descienden en un pequeño cráter negro, de no más de 20 metros de ancho. Las luces de la nave minera se activan y Luke ve que el cráter es realmente un túnel que conduce al interior del asteroide. Luke admira la pericia y la confianza como piloto de Gideon, ya que la nave minera apenas tiene un metro de margen a cada lado.
Finalmente, tras tres tensos minutos, alcanzan un ensanchamiento en el túnel y Gideon se detiene. Luke aterriza el ala-X y sale de la cabina, y luego ayuda a Erredós a subir por la rampa de entrada de la nave minera de Gideon. El interior de la nave minera de Gideon es oscuro sin llegar a ser tétrico. Como la mayor parte de las naves mineras, consiste principalmente en una destartalada bahía de carga usada para llevar el mineral a la refinería. Los motores repulsores, lentos pero potentes, quedan justo a popa de la bahía de carga. Los camarotes de la tripulación, que Gideon mantenía inmaculados sin decoraciones extrañas, estaban organizados tanto para la comodidad como para la eficiencia.
Gideon entrega a Luke el chip de mensajes, y luego vuelve a su asiento, desentendiéndose aparentemente de todo el asunto desde ese momento. Sidney, sin embargo, observa fijamente a Luke, con sus grandes orejas redondas siguiendo cada movimiento de Luke como antenas de radar gemelas, y su hocico de pelaje amarillo fruncido por la curiosidad.
Luke inserta el chip de mensajes en Erredós. El droide proyecta un holograma de una mujer humana de pelo corto y unos cuarenta años. Es Mon Mothma, comandante suprema de la Alianza Rebelde.
-Saludos, Dena. Como siempre, sólo tengo tiempo para un breve mensaje. Confío en que comprendas que la brevedad de nuestra comunicación no refleja la magnitud de vuestra contribución a la Rebelión.
”Mis espías me informan de que los esfuerzos de resistencia de tu hermano Erling han comenzado a irritar al general Parnell. Normalmente aplaudimos cualquier molestia que un gobernador imperial pueda tener, pero el valor de Erling trasciende al efecto de cualquier rebelión local. Debes acallar a tu hermano antes de que irrite aún más a Sebastian Parnell.
”Es una lástima que no podamos decirle a Erling lo importante que es para la Alianza. En cualquier caso, debo confiar en tu juicio sobre este aspecto.
”Adiós, y que la Fuerza os proteja a ti y a tu familia.
-Confío en que nos ayudarás a rescatar al Erling Tredway –dice Sidney.
Luke asiente, sorprendido por el hecho de que la propia Mon Mothma considere a Erling tan importante para la Rebelión. Sólo había visto una vez a la legendaria líder, pero el respeto con el que sus comandantes la consideraban era suficiente para asombrarle. Su mensaje le hace olvidar todas las dudas que aún tenía por abandonar su misión actual para rescatar a Erling Tredway.
-Bien –dice Gideon-. Tomaremos mi Cubo de rocas para ir al centro de visitantes de Tol Ado...
-¿Centro de visitantes? -pregunta Luke.
-Sí –responde Sidney-. El general Parnell considera su prisión inexpugnable. Ha construido la plataforma de observación para mostrarla. Algunos dicen que el propósito del centro es disuadir a los ciudadanos de resistirse a la voluntad imperial; otros creen que el Parnell considera el planeta como la obra de arte digna de ser mostrada.
-En cualquier caso, es un buen lugar para hacer un reconocimiento –dice Gideon-. Nos detendremos allí y veremos si podemos descubrir un modo de entrar. Pero antes, creo que deberíamos arreglar tu ala-X; podrías tener prisa por marcharte la próxima vez que lo necesites.
Dos horas más tarde, tras reparar el caza estelar lo suficiente para que Luke pueda volar de vuelta a casa, parten de Milton hacia Tol Ado.
Recuerda que Luke deja su caza estelar en el asteroide “Milton”. Puede necesitarlo más tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario