viernes, 17 de julio de 2009

El honor de los Jedi (34)

34
-Establece un curso hacia Tredway 24 –dice Luke-. ¡Es obvio que alguien tiene problemas!
No importa cuáles sean sus órdenes, Luke no puede reprimir sus emociones, y el S.O.S. apela a su más profunda necesidad de ayudar a los demás.
Pocos minutos después, los sensores de Luke destellan con un aviso. Una nave militar está sondeando su ala-X. Luke devuelve el sondeo inmediatamente; ya no encuentra ningún sentido en esconderse… el enemigo ya sabe que está ahí.
Incluso sin necesidad de los sensores de su nave, Luke puede ver que la situación no es buena. Ante él, un asteroide con forma de huevo gira alrededor de un eje situado en su extremo más grande. La roca flotante es de unos 10 kilómetros de largo y seis de ancho. Cinco puntos de fuego flotan sobre su superficie como insectos hambrientos. Uno de los puntos de fuego se lanza ocasionalmente hacia un disco de luz parpadeante cerca del centro del asteroide.
Erredós informa de los resultados de la sonda de los sensores activos en la videopantalla. Cuatro de los atacantes son cazas TIE. El quinto es una lanzadera de asalto. A la izquierda de Luke, una gran nave permanece inmóvil, observando la batalla; probablemente es una nave minera. Los TIEs se giran para enfrentarse a Luke.
El altavoz de la cabina cobra vida con un chasquido.
-Te cubriremos la retaguardia, pero no te alejes demasiado.
-¿Quién habla? –pregunta Luke.
-Los mineros de asteroides Gideon Smith y Sidney Shortfang, ¿quién si no? –responde la voz-. Te vimos en el hostal; estábamos en la mesa de al lado. Vinimos a advertir a Dena sobre el arresto de su hermano, pero supongo que no fuimos lo bastante rápidos.
-¿Qué os hace pensar que me voy a meter en medio de todo esto? –pregunta Luke.
-Un jovencito como tú nunca abandonaría a una dama en apuros.
Luke desactiva su micrófono.
-Esta no es nuestra lucha –dice a Erredós-. Y dudo que detenerla sea más importante que encontrar una ubicación para la nueva base. –Hace una pausa, dividido entre sus órdenes y su deseo de acabar con el ataque imperial-. Además –continúa-, si meto la pata, el general Dodonna me tendrá sancionado durante un año.
Erredós trina con confianza.
-Podría ocurrir –dice Luke-. Después de todo, las probabilidades son cuatro contra uno.
Erredós pita de nuevo.
-No me importa lo que Han Solo diga de las probabilidades –dice Luke-. Él es un contrabandista; yo soy un piloto de la Alianza.
El droide queda en silencio; Luke tiene el presentimiento de que su pequeño amigo no ha quedado impresionado. El joven rebelde sabe que debería dar la vuelta; aunque buscar un nuevo emplazamiento para la base es aburrido, es demasiado importante para dejarlo de lado a la ligera. Pese a todo, a pesar de sus órdenes, algo dentro de Luke arde por quedarse y luchar.

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