viernes, 17 de julio de 2009

El honor de los Jedi (7)

7
-Nuestras órdenes son evitar contacto imperial –gruñe Luke-. No podemos ignorar nuestras órdenes cuando nos venga en gana.
Erredós trina una larga observación.
-No tienes que recordarme nada acerca de las decisiones in-situ –exclama Luke, molesto por el hecho de que el droide esté de acuerdo con lo que realmente siente en su interior-. Esa directiva no significa que podamos arriesgarnos a perder un caza cada vez que nos encontremos con un puñado de TIEs. Ahora, establece un curso hacia la agrupación de asteroides más cercana.
El droide obedece sin hacer más comentarios. Treinta minutos más tarde, alcanzan el denso anillo de rocas y escombros que contiene la primera agrupación de asteroides. Es una grande. Más de 500 asteroides, variando en tamaño desde menos de un kilómetro de largo a más de un centenar, flotando a unos 2000 kilómetros unos de otros. Giran y orbitan alrededor de un centro de gravedad común como una manada de rorks sarnosos preparándose para una pelea.
Luke aminora a una marcha lenta y entra con cuidado en el laberinto formado por el espacio libre entre las mastodónticas rocas. Cada asteroide sigue un loco camino dictado para él por las influencias gravitacionales de un centenar de vecinos. Gigantescos cráteres mancillan la superficie de los asteroides más grandes en los lugares donde han atraído con demasiada fuerza a los más pequeños. En otras ocasiones, rocas más pequeñas orbitan como lunas alrededor de su monstruoso pariente.
Mientras Luke se adentra más en el interior, aprecia la dificultad de seguir a una nave por la agrupación de asteroides. A menos que el perseguidor conozca el espacio tan bien como su objetivo, ni tiene la menor esperanza de atraparlo. Además, la agrupación de asteroides actuaría como barrera defensiva contra naves de línea pesadas. Ningún capitán en su sano juicio llevaría nada más grande que una corbeta dentro de ese remolino.
La radio de su cabina cobra vida de pronto crepitando.
-Wart, ¿eres tú?
Luke comprueba los sensores del ala-X, pero no ve ni rastro de otra nave. Enciende las sondas; este no es lugar para estar ciego.
-¡Ey, Wart! ¿Crees que eso es buena idea? ¿Quieres que Parnell descubra nuestro escondite?
En ese preciso instante, ambos conjuntos de sensores detectan una corbeta saliendo de detrás de un asteroide, a su lado de estribor.
-¡Ey, tú no eres Wart! –anuncia el altavoz de la cabina.
-Lo siento –responde Luke.
A juzgar por el armamento pesado de la corbeta, o bien es un piloto rebelde o un pirata. Luke está seguro de que ningún escuadrón rebelde opera en el Cinturón Sil’Lume.

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