Decisión de mando
Timothy Zahn
Hacía una docena de saltos que habían salido de los
Mundos del Núcleo, adentrándose en los Territorios del Borde Exterior, con sus
bárbaros monstruos no humanos y su desprecio apenas velado por la gloria y la
benevolencia que personificaba el Imperio. Hacía cuatro saltos que habían
dejado atrás incluso esa pálida caricatura de la civilización para entrar en la
región escasamente cartografiada denominada Espacio Salvaje. Ahora, con ese
último salto, el Destructor Estelar Imperial Amonestador había dejado detrás incluso eso.
Ante ellos se extendían las Regiones Desconocidas.
Tras ellos estaba el Imperio. Y, a todos los efectos prácticos, sus carreras
arruinadas.
-Informe de sensores delanteros, capitán -exclamó
un oficial desde la trinchera de tripulación de estribor-. No hay señales de
naves espaciales.
-Recibido -dijo el capitán Dagon Niriz,
escudriñando por el ventanal del puente el oscuro sol rojo que brillaba en la
distancia cercana. Los moribundos rescoldos de una estrella una vez gloriosa.
Qué tremendamente simbólico-. Lancen un escuadrón de cazas TIE –ordenó-. De
acuerdo con las órdenes del almirante.
-Sí, señor.
Escuchó unos pasos junto a él.
-Bueno, ahí está -comentó el General Larr Haverel-.
Nuestro nuevo destino. Parece muy atractivo, ¿no es así?
-No se ve muy diferente de una muerte lenta -dijo
Niriz sin rodeos.
-Sí -murmuró Haverel-. Supongo que una muerte lenta
es lo que sucede cuando te encuentras en el lado equivocado de la política del
Palacio Imperial.
Niriz asintió con amargura. Él mimo había visto cómo
sucedía, una y otra vez: intrigas y pendencias entre asesores, consejeros y
aduladores de la corte imperial, compitiendo siempre por la atención y el favor
del Emperador. La tensión entre dos bandos podía a veces ir creciendo durante
años, y estallar de repente y terminar en cuestión de días o incluso horas; el
perdedor y sus aliados terminaban ejecutados o -si los vencedores se sentían
particularmente indulgentes ese día- enviados al exilio en un mundo perdido como
Abregado o Tatooine.
Y el almirante había estado justo en medio del
juego, según decían los rumores, jugando con entusiasmo y un cierto grado de
finura. Si había terminado obteniendo esta misión de exploración y cartografía
en las Regiones Desconocidas, debía de haber perdido a lo grande.
Pero eso no era razón para que Niriz y Haverel, y
el resto de la tripulación del Amonestador,
tuvieran que perder con él. Ninguna razón en absoluto.
Por el rabillo del ojo, Niriz vio que los oficiales
de la trinchera de tripulación de estribor se ponían rígidos, pasando su
atención a popa. Niriz se quedó donde estaba, mirando las formas oscuras de los
cazas TIE mientras se realineaban en formación de búsqueda, hasta que oyó las
suaves pisadas detrás de él en la pasarela de mando.
-Almirante -dijo, volviéndose sólo entonces.
Era, en efecto, como había conjeturado, el
almirante Thrawn.
-Capitán -dijo el almirante con esa voz suya tan cuidadosamente
cultivada-. Informe.
-Hemos llegado, señor -dijo secamente Niriz, mirándolo
con la mezcla de fascinación y repugnancia que había seguido a Thrawn desde que
el capitán Voss Parck lo encontrara en algún planeta perdido aquí en las
Regiones Desconocidas y llevara a la Corte Imperial. Con forma básicamente
humana, la piel azul y los brillantes ojos rojos de Thrawn mostraban sin
embargo a las claras su condición de alienígena. Y al Emperador no le gustaban
los alienígenas.
Parck debería haber sido sancionado o ejecutado al
instante por ese tipo de arrogancia. La única razón por la que no había sido
así era que Thrawn, al parecer, había resultado ser un estratega bastante competente.
Le habían dado formación de Academia privada, ascendiendo a una velocidad
espectacular entre las filas, y, en última instancia, se le había nombrado
oficial de mando.
El Emperador había tolerado su presencia. Por qué,
Niriz nunca lo sabría. Pero para la inmensa mayoría del resto de la corte su
presencia era intolerable.
-Sí, ya lo veo -dijo Thrawn con sequedad, mirando
momentáneamente sobre el hombro de Niriz con esos ojos brillantes-. Pero esos cazas
ya deberían estar más lejos a estas alturas. ¿Cuánto tiempo después de nuestra
llegada ordenó su lanzamiento?
-Inmediatamente, señor -dijo Niriz, tratando de
mantener la voz educada. Tanto si le gustaba este trabajo como si no, seguía
siendo un oficial imperial, y obedecía órdenes-. Puede que haya habido algún
problema con la lista de comprobación previa al lanzamiento; los tripulantes no
están acostumbrados a tratar con los hipermotores de estos nuevos exploradores
TIE.
-Si es así, es una deficiencia que necesitan
corregir -dijo Thrawn-. Práctica de lanzamiento, capitán, a partir de ahora. Ocúpese
de ello personalmente, por favor.
Niriz apretó los dientes.
-Sí, señor -consiguió decir, llamando la atención
del oficial de comunicaciones-. Diga al comandante Parck que acuda al puente.
-Sí, señor.
Niriz miró a Thrawn, con un pequeño toque de rencorosa
satisfacción parpadeando a través de él. Puede que Parck no hubiera sido
sancionado en el acto, pero los enemigos de Thrawn no lo habían olvidado. El
que llegó a ser capitán de su propio Destructor Estelar clase Victoria, había
sido sumariamente despojado de ese mando, degradado a comandante, y puesto a
bordo del Amonestador como primer
oficial de Niriz. Lo tenía bien merecido.
El almirante le observaba con una expresión
indescifrable en su rostro alienígena.
-Tengo entendido, capitán, que no considera que
esta misión valga la pena.
-No, señor, no lo creo -dijo Niriz, bajando desacostumbradamente
la voz para mantener sus palabras fuera del alcance de los oídos del personal
en las trincheras de tripulación. Las diferencias entre los oficiales
superiores no eran de la incumbencia de las filas inferiores-. Si se me permite
hablar libremente, creo que es una completa pérdida del tiempo, la energía y los
recursos del Imperio. Con los informes de disturbios apareciendo por todo el
Imperio, enviar aquí en servicio de mapeo un Destructor Estelar totalmente
equipado es simplemente estúpido.
-Tal vez -dijo Thrawn. Si se sintió ofendido por la
audacia de Niriz, su expresión no lo demostró-. Por otro lado, el Imperio es
una entidad viva. Todas las entidades vivientes deben crecer si quieren
sobrevivir.
-Hay un montón de espacio para el crecimiento
dentro de nuestras fronteras -respondió Niriz-. Tiene que haber cientos de
mundos allá a los que casi no hemos mirado siquiera.
-El Cuerpo de Exploración puede lidiar con eso -dijo
Thrawn con un dejo de desdén-. Las Regiones Desconocidas son el futuro del
Imperio, Capitán. Es lógico que la Flota Imperial lidere el camino.
Niriz se mordió la lengua. Thrawn le estaba buscando
el lado bueno, eso debía concedérselo. Tal vez incluso se había convencido a sí
mismo de que, de hecho, no había perdido la última pelea política.
-Por supuesto -dijo en voz alta-. Señor.
Un movimiento en el arco que conducía al puente de
popa atrajo su atención: el comandante Parck había llegado.
-Con su permiso, almirante, comenzaré con las
prácticas de la tripulación de hangar.
-Muy bien, Capitán -dijo Thrawn, con sus ojos de nuevo
en el paisaje estelar exterior-. Que se concentren por el momento en ejercicios
previos al lanzamiento. No creo que vayamos a estar más de una hora o dos en
este sistema, y no quiero que los TIEs se queden fuera cuando estemos listos
para saltar.
-Sí, señor -dijo Niriz. Pasando junto al alienígena
de piel azul, se alejó airadamente por la pasarela de mando, hirviendo en
silencio para sí mismo. Enviar al capitán de la nave a ocuparse personalmente
de las tripulaciones de cazas TIE era casi tan degradante como una bofetada en
la cara en público. No era de extrañar que Thrawn hubiera conseguido que le
exiliasen ahí. El único misterio era por qué los cortesanos imperiales habían
tardado tanto tiempo en hacerlo.
***
Estaban en su decimoquinto sistema cuando
encontraron su primera señal de vida inteligente. O mejor dicho, cuando ella
los encontró a ellos.
-Hay tres, capitán -informó el oficial de sensor-. De
unos veinticinco metros de largo - aproximadamente del tamaño de una fragata aduanera
Oracaiana. Configuración no reconocible; armamento desconocido.
-Recibido -dijo Niriz, de pie en la pasarela de
mando con Thrawn y Parck y mirando a la nave espacial que se acercaba. Un
diseño extraño, pero con la forma compacta y de aspecto ágil de los cazas. Un
escuadrón de cazas TIE ya estaba saliendo del hangar, con un segundo escuadrón
en espera-. Control de TIEs: ordene al escuadrón de avanzada que les advierta
para que retrocedan.
-Aborte esa orden -dijo Thrawn antes de que el
oficial pudiera confirmarla-. El escuadrón de avanzada debe asumir una
formación de escolta abierta por delante del Amonestador. Oficial de comunicaciones, enlace la señal externa a
mi comunicador.
Sacó el cilindro comunicador de uno de los
bolsillos del pecho de su túnica.
-Confío en que se dé cuenta de que esas naves de
ahí probablemente estén armadas -le advirtió Niriz.
-Oh, estoy seguro de que lo están -convino Thrawn.
-Entonces, ¿no deberíamos hacer algo al respecto? -preguntó
Niriz, tratando de no perder la paciencia.
-Estamos en alerta total de batalla -le recordó
Thrawn-. Por ahora, eso debería ser suficiente. -Levantó su intercomunicador y lo
activó con el pulgar-. Nave espacial no identificada, al habla la Nave Colonia
de Alderaan Amonestador. Si nos
entiende, por favor responda.
Apagó el comunicador.
-¿Nave Colonia? -repitió Niriz con el ceño
fruncido.
-Somos una vista bastante imponente -señaló Thrawn-.
No quiero que nuestro tamaño los espante.
Niriz miró a los cazas que se acercaban. No sólo el
almirante no quería pelear, ni siquiera quería preocuparlos. Tal vez cambiase
de opinión cuando volaran la superestructura de mando.
-¿Y pretende que entiendan básico?
-Están lo suficientemente cerca del Espacio Salvaje
para haberse topado con comerciantes o traficantes del Imperio -dijo Thrawn-.
Si no es así, sé un par de idiomas más que podemos probar.
De pronto, el puente se llenó de ruidosa estática.
-Hola, Nave Colonia -dijo una voz siseante-. Soy
Creysis, gobernante de este sistema y señor de todo lo que veo. ¿Cómo os
atrevéis a invadir mi reino sin mi permiso?
-Más naves -dijo el oficial de sensores-. Procedentes
de detrás de esa pequeña luna a babor. Veinte... treinta... treinta y ocho en
total. Una nave más grande, del tamaño de un carguero pesado, apareciendo
detrás de ellas.
-Lancen el segundo escuadrón TIE -ordenó Niriz-. Y que
dos escuadrones más se preparen inmediatamente.
-Aborten esa orden -dijo Thrawn de nuevo-. Que el
escuadrón de avanzada se retire a formación de escolta cerrada.
-Señor, le recomiendo encarecidamente que lo reconsidere
-dijo Niriz, con una mano apretada en un puño frustrado. ¿Este alienígena de
piel azul no entendía nada de tácticas estándar?-. Todo el propósito de una
pantalla de cazas es enfrentarse al enemigo a una distancia segura y obligarlo
a revelar su armamento.
-Estoy al tanto de eso, gracias -dijo Thrawn, centrando
claramente su atención sobre la flota que se aproximaba-. No se preocupe, no
van a atacar. No hasta que tengan una mejor idea de nuestras capacidades.
Encendió su comunicador de nuevo.
-Nuestras disculpas, Creysis –dijo-. No nos dimos
cuenta de que estábamos molestando. Nos iremos de inmediato, por supuesto, tan
pronto como nuestras naves de exploración estén de nuevo a bordo.
La estática regresó.
-Acepto sus disculpas -siseó Creysis-. ¿Qué es lo
que buscan?
-Un nuevo hogar para nuestros colonos -dijo Thrawn-.
Uno en el que no nos entrometamos con usted o cualquier otra persona, por
supuesto. ¿Por casualidad sabe de algún mundo como ese?
-Puede ser -dijo Creysis-. Tal vez deberíamos encontrarnos
personalmente para una conversación.
-Eso sería muy generoso de su parte -dijo Thrawn-. ¿Puedo
ofrecer la hospitalidad del Amonestador
para una reunión?
-Como muestra de mi confianza, iré -dijo la voz siseante-.
Haré que preparen mi transporte de inmediato.
-Espero ansioso reunirme con usted -dijo Thrawn-. Hasta
pronto. -Apagó el comunicador y lo devolvió al bolsillo de su pecho-. Ordene
que dos TIEs permanezcan fuera para escoltar a nuestro visitante hasta el
hangar -instruyó al oficial de control de cazas-. El resto regresará al hangar,
pero permanecerá en estado de alerta. Todas las estaciones seguirán en
disposición de combate.
-Sí, señor.
-Comandante Parck, usted se quedará aquí -continuó
Thrawn-. Capitán Niriz, venga conmigo. Tenemos preparativos que hacer antes de
que lleguen nuestros huéspedes.
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