Con el comandante Farland fuera de la base, no
había misiones planeadas para los cazas. Era una hora muy temprana de la mañana
y el hangar principal estaba inusualmente tranquilo, lo que era apropiado para
el propósito de Makintay. Se dirigió rápidamente hacia el área asignada al Escuadrón
Verde. Su ala-X se recortaba contra el sol naciente más allá de la boca abierta
del hangar, con su elegante cuerpo de metal reluciente bajo la pálida luz amarilla.
Makintay se detuvo repentinamente, dándose cuenta en ese instante del escollo
imposible en su impulsivo plan. Maldijo silenciosamente y dio media vuelta,
mirando las otras naves agrupadas más allá de los escuadrones de alas-X-
-Tienes un problema allí, ¿no te parece, Mak? -dijo
una voz cercana, arrastrando las palabras con aire divertido. Makintay se sobresaltó
cuando una figura baja y rechoncha vestida con el monótono uniforme gris de los
técnicos salió de debajo del puerto de acceso de un ala-X.
-¡Maldita sea, Merin! -Mak frunció el ceño-. No te
acerques tan sigilosamente.
-Sólo un hombre culpable se asusta de ese modo.
¿Qué estás planeando, oh, grande y noble líder? -La jefa de técnicos Merinda
Niemeh, una sullustana, era traviesa por naturaleza y sonrió por su propia broma
mientras se acercaba. Su ancha boca de labios gruesos parecía dividir su rostro
desde una enorme oreja a la otra. Pero el brillo de malicia en sus grandes ojos
oscuros se desvaneció al leer la expresión de su viejo amigo-. ¿Esa científica novia
tuya no ha mejorado todavía?
Mak se estremeció y apartó la mirada, sacudiendo la
cabeza. No quería decir lo mal que estaba.
Merinda se acercó y apretó el brazo de Mak.
-Todo irá bien. Tú y el equipo estaréis de vuelta
con el antídoto antes de que te des cuenta. -Merinda había pasado por la
enfermería varias veces y Mak le había hablado de su plan de contingencia. Agitó
un brazo hacia los alas-X preparados-. He estado dando a vuestro escuadrón un
último repaso. Están todos preparados para daros...
-Ellos no irán -dijo Makintay suavemente-. Acabo de
darle un puñetazo al Cabeza Hueca de Baran.
Merinda parpadeó, pero se recuperó rápidamente.
-Bien por ti. Con Farland fuera de la base, sabía
que ese idiota tendría delirios de grandeza. Llevaba mucho tiempo tratando de
cortarte las alas, Mak. Supongo que rechazó la misión, ¿no?
Makintay todavía tenía la mirada perdida en las
sombras del hangar.
-No voy a dejar que mate a Ketrian, Merin.
-¡Me encanta cuando la aristocracia se amotina! -resopló
Merinda con ironía-. Voy un paso por delante de ti, mi príncipe. Ven por aquí.
Tengo una sorpresa para ti.
-¿Eh? -dijo distraídamente Makintay, todavía
perdido en sus maquinaciones.
Merinda suspiró y le agarró del brazo, tirando de
él hacia delante.
-Al otro lado del hangar. Tengo un pequeño carguero
esperándote. El que el Equipo Rojo capturó en Ongella, ¿recuerdas? Necesita una
tripulación de dos personas. –Makintay la miró fijamente-. Sí, sé que estaba
hecho una ruina -dijo, dedicándole otra sonrisa-, ¡pero ya no! Los chicos y yo
hemos estado trabajando en él en nuestro (si me perdonas la expresión) tiempo
libre. Está cargado de combustible y listo para funcionar. Incluso tiene número
de registro nuevo. -Makintay se había detenido, cómicamente boquiabierto-. Sigue
avanzando, Su Realeza. Estamos a punto de desertar.
-¿Estamos? -Makintay parecía aturdido, pero siguió
avanzando como se le había dicho.
Merinda sacudió la cabeza con fingida exasperación.
-Es triste ver a nuestro poderoso príncipe reducido
a palabras inconexas. Sí, “estamos”. –Ella sabía que él discutiría ferozmente en
contra de ponerla en peligro, así que no paraba de hablar-. Te ha costado
bastante tiempo darte cuenta de que destacarías como un faro sobre Hargeeva en tu
flamante ala-X. ¿Y hasta dónde creías que podrías llegar vagando por una ciudad
guarnecida por el Imperio con tu uniforme de oficial rebelde? -Ella chasqueó la
lengua con desaprobación, al tiempo que le empujaba hacia el carguero-. ¡Por
suerte para ti, tienes una astuta compañera sullustana! Tengo todo lo que
necesitas a bordo... incluyendo tu unidad R2. Esperemos que pienses con más claridad
después de haber dormido unas cuantas horas de camino a Hargeeva.
***
El Mayor Imperial Nial Pedrin nunca se había
destacado por su carácter alegre, pero actualmente sus administradores
prácticamente jugaban a sacar la pajita más corta con la esperanza de evitar la
obligación de atenderlo. Estaba sentado pensativo en su oficina dentro los
altos muros custodiados que rodeaban la refinería y la guarnición de Ciudad Arginall,
malhumorado por el último comunicado que había recibido de su alto mando fuera
del planeta.
Pedrin siempre había creído su talento se estaba
desperdiciando en Hargeeva, un planeta atrasado útil tan sólo por sus exóticos depósitos
de minerales y su brillante científica metalúrgica Ketrian Altronel. Pedrin
había esperado que su descubrimiento de una nueva aleación resistente al calor
también pudiera jugar a su favor. Esperaba además que la captura del comandante
de la Alianza Makintay le hubiera proporcionado un ascenso, si hubiera tenido
éxito al torturar al rebelde para que revelase la ubicación de la base.
Pero ninguno de los planes de Pedrin había dado sus
frutos. Había fracasado al hacer hablar a Makintay y el rebelde había sido
enviado, junto con Altronel, a Coruscant. Ahora Pedrin había sido informado de
que ambos valiosos activos imperiales se habían perdido por el camino, al haber
sido su transporte aparentemente atacado por piratas. En un ataque de puro
rencor, el superior de Pedrin había decidido hacerlo responsable. Pedrin debía
ser degradado y enviado a un mundo aún más aislado y atrasado que Hargeeva. Se
acabaron todos los sueños de Pedrin de regresar a un puesto en su amado mando
de AT-AT’s.
Y así se había recluido en su oficina, tratando
desesperadamente de descubrir un medio de evitar su ignominioso destino. Y
finalmente, justo cuando a parsecs de distancia través de las estrellas
Makintay y Merinda dejaban la Base Nido de Águila, Pedrin encontró una solución.
Estaba seguro de que los piratas habían sido en realidad rebeldes. Lo que
significaba que Altronel probablemente todavía estaba sufriendo los efectos de
la droga de seguridad imperial que se había asegurado que recibiera antes de
salir de Hargeeva. ¿Qué podrían hacer los rebeldes con una valiosa científica enferma
mucho? Enviarían a alguien a registrar los archivos de Pedrin en busca del antídoto.
Sonriendo maliciosamente para sí mismo, Pedrin
llamó a su ayudante y le hizo preparar una comunicación con el alto mando. Pedrin
conseguiría la ubicación de esa base y ganaría para sí un puesto de combate; esta
vez no había fallas en su esquema, no había manera de que el agente rebelde
evitase su trampa. Pedrin rió de nuevo, por lo que su ayudante se estremeció.
Esperaba que enviasen al comandante Stevan Makintay. Esta vez Pedrin causaría a
su prisionero rebelde algo mucho peor que el dolor físico.
***
El mono de técnico que Merinda había preparado para
Makintay era más del tamaño de un wookiee que de un humano. Se había enrollado
los puños de las mangas, pero las perneras de los pantalones seguían cayendo sobre
sus talones y le hacían tropezar. Al tambalearse una vez más, y casi perder el
agarre de los controles del trineo repulsor, un hargeevano cercano se apartó a
toda prisa del camino, cubriéndose la nariz con la mano. El hombre cruzó al
otro lado del estrecho callejón de Ciudad Arginall que cruzaba el sector
industrial bordeando el puerto.
-¿Alguna vez se ha lavado este mono? -se quejó Mak
mientras revisaba las correas que mantenían su unidad R2 segura y oculta en el
trineo, y siguiendo después a su amiga técnica-. Huele como si alguien hubiera
muerto dentro.
-Quejas, quejas –murmuró ella, haciendo una pausa
para comprobar la esquina que daba entrada a un callejón de sentido único-. ¡Lamento
no haber podido encontrar ninguna capa con joyas incrustadas! Te estás
mezclando con la plebe, mi príncipe.
-¿Podrías dejar de llamarme así? Tal vez pueda
acostumbrarme al olor... tal vez... ¡pero vas a tener algunos problemas para
llevarme cuando tropiece y me rompa una pierna! Algo de mi talla habría estado
bien.
-No es culpa mía que parezcas tan alto como una
montaña desde aquí abajo. Además, necesitas todos esos tropezones. Honestamente,
tal y como sueles caminar con la nariz levantada al cielo, cualquiera distingue
de inmediato que formas parte de la poderosa alta sociedad.
-Yo no ando con...
-Shh... -lo interrumpió ella cuando se detuvo ante
una puerta-. Vamos. Este es el lugar. Mete aquí dentro ese trineo repulsor. Tu
pequeño amigo droide va a hacer algo de elegante pirateo.
Hasta aquí todo bien, pensó Makintay, siguiéndola
al interior. La población local, por lo general poco acostumbrada a la vista de
elevadores de repulsión y no humanos, no se había mostrado demasiado inquieta,
asumiendo que las dos figuras con monos eran extranjeros entregando alguna
pieza de equipo técnico desde fuera del planeta al centro industrial de
Arginall. Y tal era efectivamente la tapadera que él y Merinda habían ideado
durante su viaje allí. Mak había hecho todo lo posible para disuadir a su amiga
de que lo acompañase en lo que podría ser una misión suicida, pero Merinda
había dicho que iría ella sola si fuera necesario.
No tuvieron problemas para pasar los controles de
varios supervisores aburrido dentro de la fábrica de comunicadores; Merinda era
experta fabricando documentos de identidad y permisos de trabajo falsos.
Makintay descargó el androide en una oficina de ventas vacía y vio como las
diestras manos de Merinda trabajaban expertamente para comprobar la conexión
correcta. A pesar de todas sus protestas, Mak sólo podía sentirse intensamente
agradecido y aliviado por que ella estuviera allí para ayudarle con cosas en
las que él sólo habría podido probar suerte.
-Vamos, Cerebro de Barril -indicó al droide que rodaba
hacia delante, con su acoplamiento informático extendido-. Haz lo que sabes.
Esa fábrica suministraba a la guarnición repuestos
y piezas de reemplazo para gran parte de su equipo de alta tecnología. El
droide charlaba con pitidos para sí mismo mientras se abría camino a través de
un código de seguridad tras otro. Makintay esperaba que tuvieran éxito: si
pudieran acceder a los archivos de Pedrin y encontrar la fórmula del veneno
aquí y ahora, podrían estar de nuevo fuera del planeta en menos de una hora y
Ketrian se salvaría. Makintay temía al pensar en poner en peligro la vida de
Merinda más de lo que ya había hecho.
El alegre pitido del pequeño droide se convirtió
gradualmente en quejidos que sonaban preocupados. Finalmente se quedó
completamente en silencio y retiró su enlace del ordenador.
-¿Y bien? -dijo Makintay con impaciencia desde
donde estaba vigilando las oficinas exteriores. Se volvió cuando escuchó a
Merinda soltar una grosera maldición.
-No ha habido suerte -dijo ella con cansancio-. Tu
pequeño amigo ha atravesado sin problemas todos los códigos de seguridad, pero...
-¿No hay archivo del veneno? -terminó Mak con
tristeza.
-Me temo que no, mi príncipe. Sin embargo, hay
buenas noticias; tu encantador antiguo amigo, el mayor Nial Pedrin, ha sido
degradado. Se lo llevarán del planeta mañana, en el mismo transporte que va a
traer a su sustituto. -Consternado por el fracaso en el pirateo, Makintay simplemente
se encogió de hombros. Merinda suspiró-. Vamos, tenemos que salir de aquí antes
de que alguien empiece a sospechar.
Cuando estuvieron a salvo de nuevo en el exterior, Merinda
preguntó:
-Entonces, ¿qué hacemos ahora?
-“Hacemos” no, Merin. -Mak se volvió y le lanzó una
mirada de advertencia mientras tomaba aire para discutir-. Ya no, no debería ni
siquiera permitirte que me esperaras en la nave.
-Vale, vale -murmuró, pero parecía aliviada de que
él no le hubiera dicho que despegara sin él-. ¿Supongo que esto significa que pasas
al Plan B? -Él asintió con la cabeza. Ella maldijo-. He estado queriendo
decirte algo, su Realeza, pero no quería herir tu delicada sensibilidad.
-¡Ja! -Mak resopló y sonrió con ironía, contento
como siempre de la capacidad de su amiga para animarlo justo cuando más lo
necesitaba-. ¡Eso nunca te ha detenido antes!
-Es verdad. -Ella sonrió, pero estaba muy seria
cuando agregó-: El Plan B es tan descabellado como la ruta de vuelo de un
mynock. Nunca funcionará.
Mak le acarició la parte superior de la cabeza; un
gesto que él sabía que a ella le gustaba tanto como a él que le llamase por
títulos reales.
-Sólo lo odias porque no formas parte de él.
-No -dijo ella en voz baja-, lo odio porque podría
hacer que te maten.
Él dio media vuelta y le sostuvo la mirada.
-Podrían matarme cada vez que vuelo en una misión
de combate, Merin. -Le guiñó un ojo-. Hey, por lo menos moriría como un hombre
feliz. El Plan B tiene unas compensaciones muy buenas.
-Sí, supongo -accedió a regañadientes-. Cuando
captures a ese cretino de Pedrin, ¿vas a traerlo de vuelta a la nave?
-Sólo si no puedo conseguir que hable de inmediato.
Los ojos oscuros de Merinda adquirieron un brillo salvaje
cuando lo miró de nuevo.
-¡Bueno, entonces, asegúrate de darle un montón de
incentivo y añade alguno de mi parte!
-Será un placer -respondió en el mismo tono
salvaje.
Continuaron hacia la zona de la bahía de atraque, y
se detuvieron en el cruce de una calle principal.
-Te veré más tarde, entonces -dijo Makintay, con
los ojos mirando al flujo del tráfico. La mayoría de los vehículos eran coches
de superficie pasados de moda. El ejército imperial tenía la mayor parte de los
aerodeslizadores disponibles en Ciudad Arginall-. Espero poder encontrar un
coche de alquiler, o va a ser una larga caminata.
Merinda le apretó el brazo para que bajase la
mirada hacia ella.
-Prométeme que no vas a tratar de entrar en la
guarnición, Mak. –Él quiso negar con la cabeza y ella apretó más fuerte-. ¡Por
favor! Te arrestarán en el momento en que algún soldado te reconozca como su preso
importante fugado número uno.
Mak apartó suavemente los dedos de ella de su muñeca.
-Ten calma, sé que tienes razón. No debería acercarme
lo más mínimo a la guarnición. Te dije que Ketrian me dio un montón de
información privilegiada sobre los hábitos de Pedrin. Si van a sacarlo fuera de
aquí mañana, seguramente querrá decir adiós a su amiguita en la ciudad esta
noche. Y... -alzó un dedo para impedir que ella le interrumpiera- Ket dice que Pedrin
se avergüenza de admitir que es humano, por lo que nunca lleva un guardia consigo.
-Eso fue antes de que tú y... -empezó a decir ella.
-...Antes de que el equipo de la Alianza y yo
causásemos cierta conmoción aquí, sí. Pero Merin, mataron a todo el mundo de
ese equipo y acabaron con la célula clandestina con la que contactamos. Pedrin no
tiene ninguna razón para creer que vaya a haber más problemas.
-Espero que tengas razón, Mak -dijo Merinda en voz
baja-. Te espero de vuelta en la nave mañana por la tarde, entonces. –Él asintió
con la cabeza y se volvió para marcharse y ella añadió-: Que la Fuerza te
acompañe.
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