lunes, 29 de julio de 2013

Piezas de repuesto (y IV)


El reptador de las arenas se había detenido. Hubo cierta conmoción procedente del puente, pero Aguilae se concentró en cerrar la pequeña compuerta de su traductor. No podrían haber llegado al intercambio aún. Era demasiado pronto.
La pequeña pieza de plástico encajó en su sitio con un clic, y devolvió su atención a lo que sucedía más allá de la puerta de metal de su compartimento. Por el olor de las cosas, Jek y el Jefe se habían ido. Sólo había otro jawa, o cansado o aburrido, probablemente en la sala de control.
Aguilae cerró los ojos, hizo una silenciosa promesa a sus dioses, y pulsó el interruptor del traductor modificado.
-¡Rápido, sacad a la prisionera, ya! -graznó en jawa el pequeño dispositivo, con una aproximación cercana de la voz de Jek.
Escondió el dispositivo en sus ropas y se agarró a las correas que la sujetaban por los hombros. Hizo fuerza tirando de las correas, doblando las piernas y colocando los pies en la puerta. Olió cómo el único jawa se acercaba y manipulaba el mecanismo de cierre. Escuchó el clic final.
Luego pateó con todas sus fuerzas. Hubo un ruido sordo cuando la puerta se abrió de golpe, haciendo que el jawa se tambalease hacia atrás. El desventurado carroñero encapuchado cayó inconsciente sobre una pila de cubiertas oxidadas y desechadas.
Aguilae utilizó el extremo afilado de una tira conductora que había sacado del traductor, y cortó las correas de los hombros. Se dejó caer a cuatro patas, echando un vistazo rápido alrededor. No había nadie, a excepción del guardia incapacitado. Se deslizó hacia él, hizo una rápida inspección a sus bolsas de equipo, se embolsó unas cuantas piezas, y se deslizó hacia el puente.
Los controles, como era de esperar, eran un desastre de pantallas llenas de arena incrustada, palancas y conmutadores, bien sujetos con cinta adhesiva o asegurados con cable flexor. Bancos enteros de pantallas se habían quemado y habían sido transformado en armarios de almacenamiento improvisados, llenos de cabezas de droides y componentes electrónicos inservibles. Miró por la ventana y de inmediato se agachó.
¡Imperiales!, pensó. ¿Me habrán visto?
Se atrevió a echar una segunda mirada. Allí afuera, en frente de la oruga, varios soldados de asalto con armadura blanca y hombreras de color estaban junto a un grupo de jawas. El jefe, Jek, y otros tres estaban allí, gesticulando exageradamente acerca de algo. Los soldados estaban todos armados. Fuertemente armados.
Hacia el norte, apenas visible detrás de una loma, había un vehículo casi tan grande como un reptador de las arenas. De forma vagamente cilíndrica, con un par de cañones de aspecto letal montados en una torreta montada en su cara dorsal. Estaba acercándose cada vez más, ascendiendo por la duna. Esos tontos en el suelo ni siquiera pueden verlo, pensó.
El tiempo se agotaba. Se escabulló del puente, pasando a uno de los angostos tubos de acceso que cruzaban el interior del reptador.

***

-Diez veintitrés informando. No están en el hangar de reparaciones, señor.
El soldado de asalto hablaba por su comunicador, mientras Mace se apretaba con más fuerza en la esquina. Era obvio que era un novato, razonó Mace, ya que ni siquiera había tomado ninguno de los grandes trozos esparcidos por el hangar. El soldado se fue, y Mace salió de su escondite. Miró a la unidad R5 que había elegido, preguntándose de nuevo cómo el soldado podía dejar atrás un espécimen tan bueno. Nunca entendería a los imperiales.
Mace estaba a media tarea de cargar el droide de potencia en el deslizador cuando un ruido metálico detrás de él captó su atención. Tal vez el soldado había regresado. Agarró un par de brazos de la unidad WED 15 más cercana, y se quedó inmóvil.
-Mace, buen intento. ¿Haces alguna imitación de famosos? -rió Aguilae, saliendo de la apertura oculta del tubo de acceso. Sin su traductor, sabía que Mace no la entendería, más aún que de costumbre.
-¡Aggy! -gritó Mace, corriendo para dar un abrazo a la jawa. Con los brazos robóticos todavía en sus mano, Mace consiguió que el abrazo la rodeara dos veces-. ¡Aggy, hay tíos-soldados tipo imperiales aquí en la cosa-nave reptadora!
-Tenemos que salir de aquí antes de que... -Un repentino chirrido de metales forzados la interrumpió. Hubo un terrible estremecimiento, y la sala comenzó a vibrar, resonando a través de todas las pequeñas piezas de anatomía droide sueltas por la cámara.
-Nos estamos moviendo. Qué extraño, porque con los soldados de asalto... -fue interrumpida de nuevo, esta vez por el chillido de un disparo láser, seguido del súbito rugido de una explosión.
-¡Mace... vámonos... ya! -graznó Aguilae en básico. Miró a la tubería de salida de vapor que rodeaba la cámara, y esperó que los sensores imperiales no estuvieran observando demasiado detenidamente la cámara para notar el repentino brote de una firma repulsora. Que ni siquiera hubieran tocado el deslizador le pareció extraño. ¿Qué estaban buscando, para empezar?
-Voy, Aggy.
Mace se agachó junto al servo principal del portón de la cámara. Sujeto al servo con sintocuerda, gel de unión, y lo que parecía la banda de rodadura de caucho de un droide LIN, había un grupo de tubos de vacío, pilas eléctricas, viales de líquidos, y cables.
-Has estado muy ocupado –comentó ella.
Mace disparó un pequeño lanzallamas que mantenía escondido en un bolsillo oculto, y encendió una mecha de trapo aceitoso. Saltó al deslizador, y se cubrió la cabeza.
Hubo un fuerte chasquido cuando la bomba improvisada de Mace se convirtió en un millar de ardientes filamentos, y dividió el servo en dos. Con un fuerte crujido, la rampa descendió. Hasta la mitad.
-Rayos... -maldijo Aguilae. Otras tres explosiones sacudieron el reptador, y las cintas de oruga comenzaron a hacer un gemido entrecortado que no sonaba nada bien.
-Agárrate -gritó Mace, poniéndose sus gafas.
-Espera, Mace... -Pero no hubo espera alguna. Mace aceleró los motores. Con el peso adicional de los dos droides en el asiento trasero, el deslizador se inclinó hacia atrás lo suficiente como para igualar el pronunciado ángulo de 45 grados de la rampa. El impulsor superior pasó rozando el marco de la puerta.
Durante unos estimulantes segundos, el deslizador estuvo en el aire. Las fuerzas superiores que controlaban el tiempo y el espacio parecían encontrar a estos dos carroñeros por lo menos entretenidos. No quedaron decapitados en su salida. Tampoco el deslizador se hizo añicos cuando volvió a tierra, aunque por unos aterradores momentos sonó como si fuera a hacerlo.
Pero lo más sorprendente era su dirección. Los soldados atacaban desde el noroeste, y la cámara del deslizador estaba orientada para dar al sureste. Con todo un reptador ardiendo entre ellos y el deslizador fugitivo, sería difícil que los imperiales hubieran detectado a Mace y Aguilae.
Mace pisaba a fondo el acelerador, a pesar de los zumbidos de alerta del termostato del deslizador. El sonido de los disparos de bláster se iba desvaneciendo poco a poco bajo el rugido del repulsor, y el reptador se iba convirtiendo en un punto en el horizonte, lanzando una columna de humo aceitoso y espeso en el cielo despejado.
Aguilae miró hacia atrás, sabiendo que Jek y su tribu habían desaparecido. Todo eso, para nada. Había sobrevivido, sin embargo, y no la iban a llevar a casa. Eso era todo lo que importaba, pero el droide había desaparecido. Resopló por la nariz, y el sonido pareció una carcajada irónica. Para empezar, ni siquiera sabía si Jek tenía el droide.
El R5 y el droide de potencia entonaron fragmentos de conversación entre sí en el incómodo silencio que acompañó la mayor parte del viaje. Puede que Mace no supiera gran cosa, pero sí reconocía cuando Aguilae quería que la dejaran sola. Por lo menos, la mayor parte del tiempo.
-Oh, hey, Aggy, ¿sabes lo que me dijo el R5? Dijo que el androide tipo-blanco serio-estirado tan chupimolón que estamos buscando se escapó del reptador incluso antes de abandonar la ciudad.
Los propulsores del deslizador quedaron momentáneamente ahogados por la maldición más fuerte que Aguilae jamás hubiera pronunciado.

***

Unut Poll tomó la pequeña ficha de recibo que el jenet le había dado e hizo una rápida inspección visual del scooter que había devuelto. Todo parecía estar en orden, salvo algo de sintocuerda adicional que el arrendatario había dejado en la parte de carga, pero el crédito era bueno, y eso era lo único que importaba.
-¿Cazando un poco? -preguntó Unut, dolorosamente coloquial.
-No -respondió el jenet, sin levantar la vista del cuaderno de datos en el que estaba tecleando, actualizando los gastos en la cuenta de Mcgrrrr-. ¿Por qué?
-Oh, por nada. -Por lo general, aquellos lo suficientemente inteligentes como para sobrevivir en las calles de Mos Eisley sabían que no debían hacer preguntas, pero el jenet parecía bastante inofensivo-. Me preguntaba acerca de la cuerda, eso es todo.
-La cuerda está ahí para sujetar al droide -respondió el jenet-. ¿No hay escuelas de sub-adultos en Cona?
-Señor, en mi escuela, nos enseñaron la diferencia entre un droide y el aire vacío del desierto -dijo Unut, cruzando los brazos.
Ante esto, las orejas del Jenet se levantaron, aunque nadie pudo verlas debido al implante cibernético. Volvió a mirar al deslizador. Y allí, a la sombra del puesto de Unut, estaba su scooter, con algo de sintocuerda rota y desgastada colgando de su carenado.
El implante cibernético rápidamente proporcionó al jenet más de trescientos mil improperios apropiados para la situación. En su lugar, respiró profundamente, forzó a que sus poros irradiaran dignidad, y dijo:
-Disculpe.
Mientras el jenet se volvía y se alejaba, Unut no podía dejar de reír. Esto era sin duda algo que tenía que contar a su empleado.
-Hey, Wioslea, nunca adivinarías... ¿Qué es esto? -Unut se detuvo a mitad de un paso, con sus ojos brillantes fijos en un deslizador tri-impulsor X-34 oxidado y gastado por la arena que estaba aparcado en su patio.
Su empleado, un alto vuvriano de rostro cómico, alzó la mirada nerviosamente.
-Acabamos de comprárselo a un granjero de humedad. -Se frotó sus extrañas manos, y se quedó mirando ese trasto por un momento.
-¿Por cuánto? -rugió Unut.
-Dos mil -dijo Wioslea con un chirrido apenas audible.
-¡Dos mil! ¿Es que se te ha freído el cerebro? ¿Qué te pasa, estás volviendo al estado larvario?

***

Takeel estaba completamente radiante. Lo había logrado. Había encontrado el androide. Sabía que podía hacerlo. Miró a su alrededor, esperando que su hermano se diera cuenta. Él... espera, el droide.
Un gélido segundo de puro pánico en un cálido mundo desértico se derritió cuando Takeel vio al droide vagando a unos 15 metros detrás de él.
-Te dije que me siguieras –bramó-. ¿Cómo puedes ser tan tonto?
El droide de negocios humanoide continuó con su zumbido, y avanzó con piernas torpes, arrastrando los pies, evitando a duras penas chocar con los transeúntes.
-¿Quieres darte prisa? Tengo que llevarte ante Jabba -instó al snivviano.
Pero si al droide le preocupaba lo más mínimo quién era Jabba, o lo importante que era en ese momento darse prisa en llegar a su presencia, no dio ninguna muestra de ello. Se continuó con su zumbido y arrastrando los pies.
-No sé por qué Jabba puede estar interesado en ti -dijo Takeel, poniéndose tras el droide en un intento de dirigirlo en la dirección correcta-. Eres tremendamente estúpido.

***

El deslizador se rompió a tres manzanas de la tienda, y los jawas de Jek le habían quitado a Aguilae la ficha de alquiler. Era, sin duda, el peor día que había tenido nunca.
Y ahora, apropiadamente, estaba ayudando a Mace a pastorear dos droides a través de las bulliciosas callejuelas para que nadie los robase.
¿No es así, pensó, cómo empezó todo esto?
-¡Vamos, anímate, Aggy! -insistió Mace, permitiendo que su exuberancia cubriera el hecho de que él tenía la mayor parte de responsabilidad en el robo del R5 dañado-. ¡Tenemos estos droides chupi-molones, y también una historia que contar!
-Genial, una historia. Eso pondrá la cena en nuestras mesas y nikta en tu hígado -gruñó, sabiendo muy bien que Mace no podía entenderla. No tenía traductor, ni acoplador de transpondedor, no había encontrado las piezas para el Halcón Estelar de Unut, y estaba seguro de que el Arcona iba a cobrarles extra por remolcar el deslizador esas tres manzanas. Y, para colmo, no había ni rastro del droide de negocios en ninguna parte.
Hasta tres segundos después.
-¡Mace! ¡Mace! Nekkel juuuar obwegadada! Dinkle obwegadada! -gritó, gesticulando como una loca.
-Te dije que lo sentía, Aggy, yo... -Entonces Mace vio lo que ella estaba señalando. Allá, a menos de 20 metros de distancia, en un espacio oscuro entre dos edificios, estaban el droide, un snivviano, y un jenet que sostenía un bláster.
-Me temo que esto es de mi propiedad -dijo el Jenet, haciendo hincapié en el punto agitando lentamente su arma.
El snivviano jorobado había sacado su propia arma, un ridículo anacronismo de metal pulido.
-De ninguna manera, villano, no sabes lo que he tenido que pasar para conseguir esta cosa.
Una pequeña parte del jenet que databa de antes de la cirugía cibernética gritó en su interior.
-Estoy seguro de que es muy interesante, pero, ¿sabe?, el droide es de mi propiedad.
-¿Ah sí? Pues no veo tu nombre en él -espetó Takeel.
-En primer lugar, usted no sabe mi nombre. En segundo lugar, dudo que sepa leer siquiera. En tercer lugar, si se fija bien en la escotilla ventral del droide, hay un cerrojo de seguridad que lleva el sello de Opun “El Agujero Negro” Mcgrrrr, el dueño de este androide –dijo el Jenet, con una pronunciación sorprendentemente clara a través de los dientes apretados.
De repente, un disparo bláster de color rojo brillante surgió de la multitud, impactando justo en la espalda del droide, y lanzando sus extremidades carbonizadas en varias direcciones.
Los dos se volvieron, mirando a la multitud. Pero la gran conmoción y la rabia del Jenet por la destrucción hicieron que se retrasara el tiempo suficiente para que su propio bláster le fuera arrancado de la mano por un certero segundo disparo.
-Eso era todo lo que Jabba necesitaba, ciborg -gritó una voz desde la multitud, ahora inmóvil. Otro snivviano, este vestido con un mono rojo brillante, salió llevando un bláster humeante. Una extraña visión, caminó a través de la gente que se apartaba a su paso. Mediría unos 1,4 metros de alto, y parecía muy similar a Takeel.
-¡Hermano! -exclamó Takeel, casi olvidando por completo la situación-. Le disparaste a mi droide.
-¡Necio! -dijo airado el jenet-. ¿Tienes idea de lo que acabas de hacer?
-Sí. He reunido para mi empleador algunas pruebas bastante incriminatorias sobre tu empleador. -El snivviano, conocido por algunos como Snaggletooth, sacó un cuaderno de datos de su cinturón. Lo mostró para que el jenet pudiera verlo, mientras mantenía su desintegrador apuntándole. Su pequeña pantalla mostraba una imagen holográfica granulada, con el contador de código de tiempo parpadeando en la parte inferior. La primera escena tenía una luz muy tenue, y mostraba a un hombre gordo u grasiento y a su asistente jenet colándose a escondidas en lo que parecía ser la mansión de Jabba. La imagen saltó un poco, y los códigos de tiempo mostraron un avance significativo. Allí, en las calles iluminadas por el sol brillante, estaba el Jenet, extrayendo un perno de restricción marcado, y moviéndose fuera de la vista de la cámara. A continuación, la imagen saltaba de nuevo, y reproducía las imágenes justo antes de la muerte del droide.
Por los ángulos asimétricos y la imagen tambaleante, no era necesario un implante cibernético para adivinar que habían sido los fotorreceptores del droide los habían estado grabando las imágenes.
-De modo que por eso parecía tan ausente -murmuró el jenet-. La capacidad del droide estaba ocupada ejecutando alguna rutina de transceptor que el hutt le había instalado.
-Muy bien -dijo Snaggletooth-. Jabba tiene ahora todo tipo de holos de Mcgrrrr. ¿Robar un droide de negocios? ¡A tu propio anfitrión, además! Qué mala educación. Por no hablar de la clase de secretos que le dejaste soltar en los dos días que tuvo el androide.
-Uno y medio, en realidad. -El jenet resopló por la nariz. Bajo el morro para mirar al más desaliñado de los dos snivvianos-. Dime, ¿qué papel tenía que interpretar él?
-Puramente accesorio -agregó Snaggletooth-. Muy bien, hermano. Has encontrado tu primera recompensa real. Parece que Ephant Mon ganó la apuesta. Me pregunto qué tendrá que pagarle Jabba.
Takeel se había perdido todo lo que había dicho después de "Muy bien" y disfrutó de la alabanza de su hermano.
-Dile a tu empleador que esté en el palacio de Jabba a las 23:00, y dile que no intente nada estúpido. Su nave está incautada, y no va a irse ninguna parte. -Snaggletooth bajó el bláster y se volvió hacia su hermano-. Y creo que esto es tuyo -dijo, dando a su hermano un puñado de pequeños perdigones esféricos de metal de un centímetro de diámetro.

***

Mace no había comprendido toda la magnitud de la situación que habían presenciado, y Aguilae estaba segura de que no podría explicárselo, aunque tuviera su traductor. La cuestión era que, si los soles brillaban en un cielo despejado sobre ellos, entonces Jabba ignoraría el segundo robo de su droide de negocios por parte de Mace.
Y si no, bueno, se ocuparían de ello cuando llegase.
Se las arreglaron para salvar lo que quedaba del droide, sabiendo que, una vez que había transmitido toda su información holográfica a Jabba o a Snaggletooth, nadie necesitaría los restos carbonizados. Tal vez se lo podrían vender a alguien, o tal vez algunos otros jawas vendrían para un intercambio.
No les hablaría de Jek. Él y su tribu se lo merecían. Dejaría que sus restos fueran encontrados por los mendigos; ella indicaría a nadie su ubicación. Ella y Mace habían tomado su parte. Parecía que el motivador del CZ iba a encajar en el R5, y el droide de potencia parecía en buen estado.
Hace unos años, habría saqueado hasta el último de los restos del reptador de las arenas. Pero no ahora. Esa era la forma en la que actuaban los jawas, pero ella había elegido esta otra vida. Y se atendría a ella hasta el final. Algún día, amasaría una fortuna.

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