Piezas
de repuesto
Pablo Hidalgo
-¡Díselo tú!
A pesar de ser bastante ineficaz a través de sus
gruesos guantes, Lhojugg se retorció las manos para acompañar sus pasos
nerviosos. La indiferencia de Fortuna estaba empezando a acabar con su
paciencia.
-Eres tú, Lhojugg, quien era responsable de la mansión
del Amo durante la estancia de nuestro huésped -dijo el twi'lek. Sus colas
craneales se crisparon en sintonía con la sonrisa que se extendía por su rostro
pálido.
Los dos pasaron bajo el arco tallado al bullicio
criminal, lleno de humo y humedad, de la sala del trono de la mansión de Jabba
el Hutt. La sala estaba llena, de alcoba a alcoba, con todo tipo de cazarrecompensas
de mala muerte. Era la época de los nombramientos, un evento anual marcado en
el calendario de Tatooine. Durante dos días seguidos, el señor del crimen hutt
había estado entregando encargos de recompensas a cazadores nuevos y viejos.
Bib Fortuna y Lhojugg el nimbanel se abrieron
camino con cautela entre dos grandes trandoshanos acorazados, acercándose al
centro del asunto: el estrado del señor del crimen hutt.
-Ahh
Bib, Lhojugg... tee hyatt. Bo shuda –dijo el cartilaginoso gángster con
forma de babosa, pronunciando las palabras alrededor de la humeante boquilla de
su pipa de agua. Jabba dejó a un lado un cuaderno de datos y dio una serie de encargos
a su droide de protocolo plateado que permanecía de pie detrás de él.
A continuación siguió un ligero silencio, aunque
Lhojugg estaba seguro de que toda la galaxia podía oír el sonido de sus rodillas
chocando entre sí. Se aclaró la garganta, se pasó la mano por los mechones
rojos de pelo que crecían a los lados de su hocico, y dio un paso hacia
adelante.
-Su más magistral señoría, me temo que tengo que
anunciar una discrepancia en el último inventario de la casa.
Los grandes ojos con pupilas en forma de rendija de
Jabba miraron al droide traductor por un momento, y luego hizo una pausa para que
el nimbanel soltara lo que tenía que contar. Ofuscación, pensó, el lenguaje de
los burócratas y los nimbaneses.
-Parece que nuestros huéspedes se sintieron
demasiado como en su propia casa en su última estancia -intervino Fortuna.
-Hmm, ¿te han hecho falta dos días para determinar
que Mcgrrrr ha robado algo? -retumbó el Hutt.
-Sí, maestro. Por supuesto, como usted sabe, las
fianzas de garantía cubren los requisitos estándar para la fiesta, la
sustitución de tapices, los controles veterinarios de sus silbadores kayven, el
reemplazo de muros... Pero me temo que algo insustituible ha desaparecido -dijo
Lhojugg-. Uno de sus droides, Amo. Por la contabilidad, el número de referencia
CZ-3, me temo.
Todo lo que Fortuna podía hacer era suprimir su
risa con un ligero meneo de sus tentáculos. No hacía ni 20 minutos que Lhojugg
gritaba con toda la fuerza de sus pulmones por el droide desaparecido, y ahora
informaba del evento con la ferocidad de un ratón de arena. Podía ser tan
cobarde a veces... Por supuesto, el autocontrol del propio Fortuna era una
cuestión de protocolo, no de miedo. Por supuesto.
Hubo un silencio reverencial, aparte de los ligeros
sonidos de las modernas armaduras cuando la sala llena de cazadores de
recompensas se movió para ponerse en posición de ver cómo el poderoso Hutt
masticaba a sus lacayos.
-Hawr hawr hawr hawr -resonó la risa del hutt en la
sala-. Bueno, este importantísimo asunto debe ser tratado inmediatamente. –La enorme
cabeza sonriente del hutt giró sobre lo que hacía las veces de cuello, examinando
a los cazadores reunidos-. Takeel, closs niat lie!
Un grito sofocado se abrió camino por la
habitación, seguido por el ruido de esferas metálicas y la confusión de las
pisadas cuando un snivviano se adelantó saliendo de la muchedumbre,
persiguiendo la munición de su primitiva arma.
-¿Sí, su... uh, hutteza?
Jabba miró por encima del snivviano gordo y
jorobado con el pelo despeinado.
-Enhorabuena, has obtenido la primera recompensa
del día. Debes encontrar una pieza de propiedad de lo más valiosa, empezando en
la bahía de atraque 83. La nave de Mcgrrrr todavía debe estar en el puerto. Por
supuesto, te das cuenta de la importancia de ser discreto, ¿verdad, Takeel?
-Uhh... ¿di-discreto? -tartamudeó Takeel cuando el
droide de protocolo le entregó una orden nueva.
-Cuento contigo, Takeel.
-Sí, por supuesto, señor. ¡No le fallaré! -gritó
Takeel, mientras salía corriendo de la sala del trono, consiguiendo a duras penas
llegar a la salida.
Por un momento, el silencio se cristalizó sobre el
ambiente, seguido inmediatamente por una sonora carcajada iniciada por Jabba,
secundada por su bufón kowakiano Salacious Crumb, y completada por todos en la
sala.
Lhojugg y Fortuna estaban aturdidos, mirándose el
uno al otro. Las atronadoras risotadas que hacían temblar el vientre de Jabba
se calmaron lo suficiente para que gritase a los cazadores de recompensas
reunidos:
-Snaggletooth, ve a cuidar de tu hermano.
***
Los soles golpeaban con su implacable regularidad
el centro de Mos Eisley, haciendo que las estructuras de piedra arenisca brillasen
con la bruma del calor. A pesar de esto, Macemillian Winduartè caminaba dando
pequeños saltitos y tarareando una melodía pegadiza. Saltó fuera de la cantina,
en dirección a su tienda a la sombra de las ruinas en el centro de Mos Eisley.
Mace se pasaba de mano en mano un pequeño perno de
restricción, admirando su brillo mientras lo hacía girar. Mace, un squib,
siempre había sentido atracción por las cosas más brillantes de la vida. Por esa
razón había abandonado su posición en la Flota de Recuperación Squib y se había
convertido en vendedor de droides en Tatooine. A veces, su compañero, el jawa
Aguilae, podría ser un auténtico aguafiestas, pero los dos lograban sacar un pequeño
beneficio cada temporada.
Entró en la pequeña estructura casi oculta por una
pila de basura y desechos, a la relativa frescura de su tienda/habitación. Los sensibles
receptores olfativos de sus brazos detectaron por el hedor que Aguilae había
estado allí recientemente. Ya se había acostumbrado al olor a Jawa. No era tan
malo, a su parecer. Era bastante mejor que el de un ugor.
Mace puso el cerrojo de seguridad en un estante de
especia desgastado y carcomido que colgaba a duras penas en su pared. Se
encaramó a su cama, que era en realidad un edredón de piel de bantha extendido sobre
el anillo oxidado de una lámpara de araña. Cerró sus grandes ojos de gacela, soñando
agradables sueños generados por el nikta.
Su ensoñación de borracho fue interrumpida cuando
Aguilae entró en su habitación, registrando un contenedor en busca de tubos de
refrigerante. Una regla no escrita en la tienda El Comerciante Jawa es que si
no lo encuentras, busca en la habitación de Mace.
-Vendí ese droide que recogiste -graznó el
traductor de mano de Aguilae. No había dominado el básico, y la unidad
traductora rescatada bastaba, cuando funcionaba.
-Snnzzleggg... -respondió Mace.
-¿Dormido otra vez? -Aguilae negó con la cabeza, sacudiendo
de su capucha finas capas de polvo-. Lo juro, Mace, no sé cómo consigues hacer
nada. -Siguió revolviendo las cosas de Mace, abriendo el estante de la especia.
El cerrojo de seguridad cayó al suelo.
-Mace... -exclamó Aguilae-. Por el Gran Jawenko,
Mace, ¿de dónde sacaste esto? Mace, despierta.
Mace entreabrió los ojos, enfocando lentamente la
mirada sobre la jawa y el cerrojo de seguridad.
-Hmm... ¿qué? Oh, el cerrojo. Era de ese androide tipo-blanco
serio-estirado tan chupimolón que encontré para ti.
-¿El droide de negocios? ¿El droide que acaba de
vender? Mace, baja de ahí, esto es importado... -Aguilae se detuvo y golpeó el
traductor contra una mesa-. Mace, esto es importante.
-¿Qué, qué pasa, Aggy? -preguntó Mace, frotándose
los ojos, dejándose caer de la araña.
-Esto -dijo Aguilae, colocando el cerrojo ante el
hocico del Squib. Señaló con la cabeza las letras en relieve en el borde del cerrojo.
En aurebesh, decía "Jabba el Hutt".
-Aggy... -Mace sonrió-, ya sabes que no sé leer.
***
-¿Desaparecido?
-Sí, señor -dijo el lacayo jenet de hocico largo con
un brillante implante cibernético rodeándole la base del cráneo.
Opun Mcgrrrr tiró hacia arriba del cinturón de su
túnica lanuda, torciendo la cara en un gesto de rabia e incredulidad.
-¿Cuándo perdimos el maldito droide? ¿Esa cosa
tenía archivos muy importantes en su interior?
-Bueno, señor -informó el jenet-. Parece que ayer,
mientras estaba haciendo algunos arreglos con Lady Valarian, el droide
desapareció de su garaje alquilado. He interrogado a los lugareños, pero no podía
importarles menos.
-Mencionaste mi nombre, ¿verdad? -preguntó Mcgrrrr.
El corpulento corelliano tenía un ego bien apoyado por su amplia figura.
-Sí, señor -suspiró el Jenet, preguntándose de
nuevo cómo y por qué estaba en su actual posición-. Para mi gran e increíble sorpresa,
parecía no tener ningún efecto.
-Extraño... ese droide debe ser encontrado. Recupéralo,
y no descanses hasta que lo encuentres. -Mcgrrrr se dio la vuelta, tomando un
trago del líquido que guardaba en su petaca plateada.
Diez mil kilo-trems de capacidad de almacenamiento
de datos, y estoy jugando a buscar objetos perdidos.
-Sí, señor -dijo el jenet en voz alta-. ¿Puedo
añadir, señor, que la búsqueda de droides parece ser un pasatiempo muy popular
en Tatooine en este momento?
-Los imperiales... es cierto. –La única ceja de
Opun se inclinó en un gesto reflexivo. Esa semana se había visto en Mos Eisley
un equipo de soldados de asalto. Todo el mundo sabía que raramente se veían
soldados de asalto en Mos Eisley, pero esa semana pasada había sido extraña-. Lo
mejor es evitarlos.
-Infalible estrategia, señor -dijo el jenet mientras
parte de su cerebro amplificado trabajaba en algoritmos hiperespaciales con el
fin de inyectar un poco de diversión a su aburrido día.
***
La penumbra de la sala de conferencias tenue de la mansión
resonaba con el sonido de las teclas y los pitidos del cuaderno de datos de
Lhojugg. Reflexionó sobre la situación una y otra vez. Fortuna asomó la cabeza
y una de sus colas cefálicas en la habitación.
-No tiene sentido, Fortuna. Según el inventario, se
suponía que CZ-3 guardaba información de clase roja. Figura aquí como uno de
los principales droides de negocios del Amo. No puedo entenderlo. -Lhojugg mordisqueó
el lápiz por un momento-. ¿Por qué Jabba lo dejaría a la intemperie?
-Entonces no trates de entenderlo. -Las ruedas de
la mente de Fortuna chasquearon. Para hacer que un nimbanel resuelva un
rompecabezas, asegúrate de darle el incentivo adecuado-. No creo que Jabba
espere que lo hagas.
La mueca que cruzó el rostro de Lhojugg causó que el
lápiz cayera con estrépito sobre la mesa.
-Esto es un negocio, Fortuna. Y el negocio de
nuestro Amo es mi negocio. Tú no haces más que anunciar a los que se presentan
ante él.
-Por supuesto, Lhojugg -dijo Bib, inclinándose
hacia la puerta. La actual tormenta casi había pasado, y el twi'lek paciente se
ve recompensado, como decía el dicho. El palacio pronto tendría una vacante.
***
-Está bien, está bien, todo irá bien... sólo
tendremos que explicaré a Jabba... que, accidentalmente, nosotros... -rumiaba Aguilae
ella y Mace vagaban por las arenosas calles de Mos Eisley. Aguilae se detuvo y
se volvió, al darse cuenta de que el squib no estaba allí.
-Mace... hkeek nkulla! -maldijo, un exabrupto jawa particularmente
desagradable ajeno a la base de datos del traductor. Caminó de puntillas unos
pocos metros, en un vano intento de mirar más allá de los relativos gigantes que
deambulaban por las calles.
-Está bien –escuchó-, digamos que usted le da al
quarren la mitad de mi pedido, pero él tiene que darme el dinero que iba a
pagarle a usted, de modo que usted todavía conserva el interés, pero me permite
elegir a mí la guarnición. -A través del tejido de su capucha, los precisos oídos
de Aguilae fueron capaces de rastrear al squib hasta donde su nariz le decía
que se estaban asando costillas de dewback.
Allí, a la sombra de un toldo a rayas, estaba el
pequeño squib ante un whiphid de dos metros de altura. La montaña peluda de músculos
y colmillos no parecía divertida, y el quarren cara de calamar detrás de él
parecía muy confuso. Las fosas nasales del whiphid temblaron, y miró en
dirección a Aguilae.
-Jawa, dile a tu socio que aquí ya no le servimos -gruñó
la cara llena de dientes. Su garra sujetó el cepillo de salsa con un grupo de
tendones apretados.
-Mis disculpas, Fillin... Mi socio, por supuesto,
disfruta tanto de tus mercancías...
La nerviosa jawa empujó al squib a un lado.
-Mace, nos vanos... -un ligero ajuste-, nos vamos. Señaló
con la cabeza lejos del whiphid, mientras Mace gritaba algo sobre
renegociación.
-Mace -dijo, haciendo girar al squib para mirarla-.
No tenemos tiempo para esto. Ese comerciante puede estar en cualquier lugar.
Tenemos que encontrarlo.
-Aggy, Aggy, Aggy. -Mace agitó su hocico corto-. Iba
a pedir información, como parte de una negociación adicional sobre la cantidad
de servilletas. Tienes que entender las reglas de la calle.
-No. Tú tienes que entender que el Gran Hinchado
tiene mil ojos, y el doble de hkedds... –hizo girar un dial-... el doble de
oídos. Si se entera de que fuimos nosotros quienes causaron que uno de sus
droides desapareciera, seremos aperitivos de sarlacc. Y Jabba no la clase de
persona que negocia.
-¿No negocia? -Los ojos del squib se abrieron-. ¿Y
los hutts son civilizados? Qué extraño.
Los dos pequeños vendedores de droides cruzaron
desde el concurrido mercado hacia la tienda de alquiler de deslizadores.
Aguilae tenía la esperanza de que el comerciante al que había vendido el droide
hubiera alquilado el deslizador que le había visto usar, y que el dependiente
Arcona de la tienda reconocería la descripción.
-Hmmm... -el Arcona se rascó cuidadosamente la
frente curtida con una de sus enormes garras. Se formaron arrugas en los
extremos de sus ojos verdes brillantes y ancianos mientras sondeaba su memoria-.
Sí, creo que el tipo al que estás describiendo era corelliano. Sí, alquiló el
Mobquet, desde luego. Lo miraré en los registros, pero sólo si podéis arreglar
esos soportes de rodamientos de inercia.
-Sin problema, Unut. Mañana por la mañana, los
tendrás. -Visiones de una feliz puesta de sol doble bailaban en la cabeza de
Aguilae. Iban a salir de esto-. Mace, bájate de ahí.
El squib estaba sentado en la silla gastada de una
elegante moto deslizadora Halcón Estelar, inclinándose hacia atrás, fingiendo
estar montando un bantha desbocado. La deslizadora se meció sobre sus bloques
de soporte, con el campo repulsor inactivo debido a los soportes de inercia
defectuosos. Como de costumbre, el pequeño mundo personal de Mace excluía a la persistente
Aggy.
-Mace... -La jawa se enderezó cuando el arcona
regresó, sacando un cuaderno de datos de grandes botones.
--Veamos -dijo el anciano-. Sí, tengo su nombre, y
su muelle de atraque, también. -Dio la vuelta al cuaderno de datos para que
Aguilae pudiera verlo, y ella se puso de puntillas mientras sus ojos devoraban
los datos.
-Muchas grasas… -será mejor encender y apagar el muy
rápido el traductor-... gracias, Unut.
Tendrás la deslizadora en funcionamiento el próximo mediodía.
***
La última de las recompensas se había asignado, y
ahora Jabba se relajaba escuchando una pieza de los Nodos Modales pregrabada.
Su cola se balanceaba con el ritmo lento del compás 4/4 del blues wrooniano
Noche de Niebla Talcharaim. Incluso Salacious estaba notablemente sobrio en la
penumbra del salón del trono de la mansión.
Y luego se arruinó el momento.
-Su eminencia -exclamó Lhojugg, entrando
apresuradamente en la habitación. Los dos gamorreanos en la puerta, que habían quedado
traspuestos por la música, resoplaron en su dirección, echando mano a sus
hachas.
-Huuooaa... -gruñó el Hutt, abriendo los ojos de
golpe, y luego reduciéndolos a estrechas ranuras-. ¿Qué ocurre, Lhojugg? Más
vale que sea bueno.
-S-sí, señor. -Lhojugg tragó saliva, con la boca imposiblemente
seca. Consultó el cuaderno de datos en su mano-. Señor, me encontrado pruebas
de conspiración. Aquí, en esta misma mansión.
-¿Ah, sí? ¿Cómo es eso? -Las abultadas manos del hutt
se apretaron en impacientes puños.
-Tras realizar investigaciones adicionales en todo
el asunto CZ-3, he descubierto que el droide, que tiene una designación de
seguridad de clase roja, fue trasladado poco antes de la visita de Mcgrrrr. Debido
a algún tipo de error burocrático increíblemente inepto, fuera de mi
departamento, el droide fue dejado en el recipiente de almacenamiento abierto de
la mansión cuando visitantes potencialmente hostiles, Mcgrrrr y compañía, estaban
presentes. Traté de rastrear al error hasta la fuente, y descubrí que quien sea
que cambió la orden de asignación, usó la autorización de su eminencia. ¡Alguien
usó sus códigos de acceso, sire! -terminó Lhojugg, con algo más que un pequeño
sentimiento de orgullo. El dramático ritmo de su discurso lo había colocado en
el centro de la sala del trono de Jabba.
Se escuchó un silbido cuando Jabba exhaló aire con
fuerza a través de sus grandes orificios nasales.
-Lhojugg, has cometido un error. No te pedí que hicieras
esa investigación. –Los dedos grasientos del hutt bailaron sobre los controles
de su reposabrazos. La Noche de Niebla Talcharaim había aumentado en tempo,
para simbolizar los tempestuosos vientos de niebla que inspiraron la canción.
Los gamorreanos dieron un paso atrás cada uno, y la mirada de Salacious se fijó
en el techo oscuro.
-Señor, yo... simplemente estaba preocupado por la
seguridad de... -tartamudeó Lhojugg.
-Tu investigación ha terminado. -Jabba pulsó un
pequeño botón silenciador ultrasónico de su reposabrazos. Una jaula llena de
herrumbre se desplomó sobre el nimbanel y el hutt se sirvió un sapo gordo como
aperitivo mientras las cadenas chirriantes levantaban la jaula hasta el techo.
Conforme la canción alcanzaba su huracanado crescendo,
la caja ascendió más allá de la pantalla de malla de alambre que mantenía alejados
a los hambrientos silbadores kayven. Las fuertes ráfagas de cuernos kloo y beshniquel
doreniano crearon una cacofonía que chocaba con los fuertes gritos de Lhojugg. Para
cuando la música se acomodó en su coda silenciosamente introspectiva, los
silbadores habían comido, y el susurro de la malla de alambre había terminado.
Las gotas de sangre que caían desde el techo creaban un ritmo sincopado que los
músicos bith probablemente habrían disfrutado.
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