sábado, 25 de julio de 2009

El honor de los Jedi (17)

17
-Agárrate, Erredós –dice Luke-. Esto podría ponerse feo.
Aunque muchos podrían considerar interrumpir el ataque sobre Tredway como una intromisión, el piloto rebelde no puede ignorarlo. Cuando el Imperio ataca a gente inocente, siempre lo considera como si fuera asunto suyo.
El droide silba y pita casi alegremente mientras despliega las alas-S en posición de ataque. Los TIEs se despliegan en formación de diamante y se acercan lentamente, con sus pequeños puntos de fuego creciendo a cada momento. Luke ahora no tiene problemas en distinguirlos de las estrellas. Aunque los TIEs tienen claramente ventaja numérica, su misión principal es evitar que Luke ataque a la lanzadera de asalto. Por tanto, los pilotos imperiales están empleando una formación en red diseñada para evitar que Luke cruce el bloqueo.
-Estamos justo detrás de ti -anuncia Gideon.
-Genial –murmura Luke, con su micrófono de garganta desactivado-. Ahora no puedo dar marcha atrás.
A pesar del hecho de que Luke no esperaba gran ayuda por parte de la renqueante nave minera de Gideon, su presencia podría proporcionar suficiente cobertura de retaguardia para permitir un ataque concentrado en una esquina del diamante de TIE’s. Debido a Gideon, los compañeros de escuadrón del objetivo lo dudarían antes de lanzarse sobre la cola de Luke.
Por otra parte, Luke podría tratar de atravesar la red volando en línea recta por el centro del diamante. Esto no le ofrecería un blanco fácil sobre ninguno de los TIEs, pero podría pillar por sorpresa a los pilotos imperiales.

viernes, 24 de julio de 2009

El honor de los Jedi (21)

21
Los TIEs abren su formación formando un amplio diamante y se aproximan lentamente. Sus puntos de fuego son ahora lo bastante brillantes para que Luke los pueda distinguir de las estrellas de fondo. Los imperiales parecen más interesados en mantener a los intrusos alejados del asalto que en atacar a un ala-X solitario y a una nave minera. Por desgracia, con la ventaja numérica de los TIEs, Luke duda de poder abrirse paso hacia la lanzadera.
-Será mejor que no nos metamos con esos tipos –dice Luke-. No vamos a poder ayudar a nadie si dejamos que nos maten.
-Tú eres el que pilota un caza estelar –replica Gideon-. Lo que tú digas.
Luke gira su caza estelar y acelera alejándose del asalto. Gideon le sigue, con su nave minera moviéndose sorprendentemente rápido para una nave de semejante tamaño. Los puntos de luz de los TIE se disipan rápidamente en la nada.
-Será mejor que escondamos ese caza estelar tuyo antes de que vayamos al centro de visitantes de Tol Ado, hijo –dice Gideon-. Sidney conoce el lugar perfecto. Síguenos.
A Luke le suena sospechoso que haya un centro de visitantes en un planeta prisión.
-No estoy seguro de querer ir a ese centro –dice-. ¿Por qué alguien construiría algo así?
-Sidney dice que Parnell cree que su prisión es una obra de arte –dice Gideon-. Sólo quiere mostrarla. También sirve para recordar a la gente lo que pasa cuando te sales del camino marcado. Pero podríamos sacar alguna ventaja de ello; no puedo pensar en un lugar mejor para hacer nuestros planes.
-De acuerdo –dice Luke.
Gideon lidera el camino hacia un asteroide catalogado como Milton 40.005. Al principio, el asteroide parece una partícula de polvo suspendida en una habitación oscura. Unos minutos después, sin embargo, más de cerca parecía un terrón de azúcar moreno flotando en un estanque de lodo negro.
Descienden en un pequeño cráter oscuro, de no más de 20 metros de ancho. Las luces de la parte delantera de la nave minera de Gideon iluminan los muros del cráter con claridad de día conforme la nave se adentra en la roca. El cráter es realmente un profundo túnel que conduce a las profundidades del asteroide. Luke admira la pericia y la confianza como piloto de Gideon. La nave del minero no tiene más de un metro de margen a cada lado.
Finalmente, tras tres tensos minutos, alcanzan un ensanchamiento en el túnel. Gideon hace girar su nave y hace descender una rampa desde la esclusa ventral. Luke aterriza el ala-X, se ajusta dentro su traje de vacío, y luego descarga a Erredós y lo ayuda a subir por la rampa.
El interior del Cubo de rocas de Gideon es oscuro sin llegar a ser tétrico. Como la mayor parte de las naves mineras, la nave de Gideon consiste principalmente en una destartalada bahía de carga usada para transportar mineral a la refinería. Los motores repulsores, lentos pero potentes, quedan justo a popa de la bahía de carga. Los camarotes de la tripulación, que Gideon mantenía inmaculados sin decoraciones extrañas, estaban organizados tanto para la comodidad como para la eficiencia.
-¿Por qué te has traído eso? -pregunta Gideon, señalando a Erredós Dedós.
-Es una larga historia -dice Luke-. Pero podría resultar útil. Ya he usado a este pequeñín en situaciones similares.
Gideon refunfuña, sin dejarse impresionar.
-A mí no me gustan demasiado los droides.
Erredós suelta un agudo silbido.
-¿Qué ha dicho? -pregunta Gideon.
Luke se encoge de hombros.
-No puedo entenderle a menos que esté conectado.
En este caso, Luke está seguro de que es una ventaja no poder entender al droide.
Gideon sube la rampa de la esclusa y luego conduce a Luke a un asiento. Unos minutos después, abandonan Milton 40.005 y avanzan lentamente hacia el centro de visitantes de Tol Ado.

Recuerda que Luke deja su caza estelar en el asteroide “Milton”. Puede necesitarlo más tarde.

El honor de los Jedi (3)

3
Luke lanza su ala-X en un cerrado giro a babor y acelera. La corbeta le sigue rápidamente, disparando todas sus armas. Erredós informa a Luke de que la corbeta está tratando de interferir sus transmisiones.
-Como si pudiéramos pedir ayuda –murmura Luke.
A pesar de que el ala-X se mueve mucho más rápido que la corbeta, Luke se introduce en un denso campo de asteroides del tamaño de caminantes. Apenas 100 metros separan algunos de los pedruscos, y 100 metros no es mucho espacio cuando viajas a la velocidad de un caza estelar. El denso campo es probablemente el resultado de una inmensa colisión en algún momento del pasado reciente. Pero, sea cual sea la causa, significa que Luke debe aminorar a una marcha lenta.
El piloto de la corbeta, que está mucho más familiarizado con la agrupación, reduce la distancia. Dos disparos explotan inocuamente sobre la cabina, y después el ala-X se sacude con violencia cuando un disparo de turbo-láser penetra los escudos de la parte central de la nave. Erredós efectúa inmediatamente un informe de daños y lo refleja en la videopantalla de la computadora de vuelo.
-¡Soporte vital! –exclama-. ¿Cuánto me queda?
Erredós trina de forma lastimera.
-Sólo eso –suspira Luke-. Supongo que será mejor que me saque de encima a este payaso y encuentre un lugar para posarme.
Diciendo eso, sube a toda potencia los deflectores de partículas delanteros y acelera al máximo que se atreve. El caza estelar salta hacia delante, pero la corbeta continúa siguiéndole de cerca, probablemente con un sólido bloqueo de objetivo sobre él en sus sensores. Luke deja de pensar y deja que su instinto tome el control del ala-X. Sus manos reaccionan automáticamente a lo que reportan sus ojos. El ala-X traza su camino hacia las profundidades del laberinto, saltando de un peligro al siguiente como en un pinball holográfico. Pedruscos del tamaño de una persona rebotan contra sus escudos con una frecuencia aterradora, y Erredós transmite advertencias tan rápido que Luke no puede leerlas. Andanadas de turbocañón explotan a ambos lados del zigzagueante caza estelar, golpeando ocasionalmente tan cerca que la carlinga fototrópica se oscurece y ciega a Luke por un instante.
Pocos momentos después, el ala-X escapa del denso campo de asteroides. Luke endereza su curso y acelera a fondo. Pero el ala-X sigue sin más a su velocidad actual.
-¿Qué está fallando, Erredós?
El droide emite un mensaje por la videopantalla. “Relé de mando del motor repulsor desactivado.”
-Genial –murmura Luke-. Ahora sí que somos un pato de feria. ¿No podemos acelerar de ningún modo?
Continúa zigzagueando, pero la corbeta continúa reduciendo la distancia entre ambos. Para ser una corbeta, esa nave estelar se mueve realmente rápido.
Erredós responde con un pitido de negación, y a continuación suena la alarma de bloqueo de objetivo de Luke. ¡La computadora de puntería tiene a Luke en su punto de mira! Rápidamente se coloca su traje de vacío y mueve su pulgar izquierdo hacia la anilla del asiento eyector Guidenhauser que cuelga sobre su cabeza. Tirando de la anilla, lanzará tanto a él como a Erredós fuera del ala-X, pero no sabe de qué le serviría eso tan lejos de la ayuda.
Un segundo después, la corbeta aún no ha disparado. Luke se arriesga a mirar su computadora de vuelo. La corbeta ha estallado en un millar de pedazos. Una lenta nave minera se aleja de la zona de la explosión.
El altavoz de la cabina de Luke cobra vida con un chasquido.
-¡Pensé que esos piratas iban a agujerearte las orejas, chico!
-Yo también –responde Luke-. ¿A quién le debo la vida?
Gira el caza estelar para enfrentarse a su salvador. Una nave minera con forma de caja avanza hacia Luke desde la bola en expansión de los fragmentos de la corbeta. Sobre la cabina, los tres cañones de una antigua batería turboláser brillan al rojo vivo.
-¡A Gideon Smith y Sidney Shortfang, por supuesto! –se oye como respuesta-. Te vimos en el hostal; estábamos en la mesa de al lado. Tenemos aquí algo que será mejor que veas, joven amigo.
-¿Qué? –pregunta Luke-. No importa. Estoy en graves apuros. No podemos acelerar, y sólo me quedan treinta minutos de soporte vital.
La radio de Gideon permanece en silencio un instante.
-Síguenos –dice finalmente-. Sidney conoce un escondite seguro aquí cerca; es Milton 40.005, en caso de que te pierdas.
-Gracias –dice Luke.
Durante su viaje a Milton, Gideon explica cómo consiguieron encontrar a Luke. Tras el arresto de Erling Tredway, él y Sidney no pudieron resistirse a ir a Tredway 24. Para cuando aterrizaron, los imperiales ya habían destruido todo el complejo. No pudieron encontrar ni a un solo ser vivo. Pero encontraron un chip de mensajes que los soldados de asalto habían pasado por alto en su registro.
Tras reproducir el chip, decidieron que la Rebelión tenía que tenerlo, de modo que lo tomaron para ponerlo a salvo. Estaban dirigiéndose a esconderlo cuando sus sensores detectaron las sondas de dos naves militares distintas. Razonando que lo que acababan de escuchar significaba una lucha, y una lucha significaba un rebelde, siguieron la sonda hasta ese conjunto de asteroides, llegando justo cuando Luke salía del denso campo de asteroides.
Pocos minutos después, la nave minera de Gideon lidera el camino hacia una roca de unos 30 kilómetros de ancho, con forma más o menos cuadrada. Descienden en un pequeño cráter negro, de no más de 20 metros de ancho. Las luces de la nave minera se activan y Luke ve que el cráter es realmente un túnel que conduce al interior del asteroide. Luke admira la pericia y la confianza como piloto de Gideon, ya que la nave minera apenas tiene un metro de margen a cada lado.
Finalmente, tras tres tensos minutos, alcanzan un ensanchamiento en el túnel y Gideon se detiene. Luke aterriza el ala-X y sale de la cabina, y luego ayuda a Erredós a subir por la rampa de entrada de la nave minera de Gideon. El interior de la nave minera de Gideon es oscuro sin llegar a ser tétrico. Como la mayor parte de las naves mineras, consiste principalmente en una destartalada bahía de carga usada para llevar el mineral a la refinería. Los motores repulsores, lentos pero potentes, quedan justo a popa de la bahía de carga. Los camarotes de la tripulación, que Gideon mantenía inmaculados sin decoraciones extrañas, estaban organizados tanto para la comodidad como para la eficiencia.
Gideon entrega a Luke el chip de mensajes, y luego vuelve a su asiento, desentendiéndose aparentemente de todo el asunto desde ese momento. Sidney, sin embargo, observa fijamente a Luke, con sus grandes orejas redondas siguiendo cada movimiento de Luke como antenas de radar gemelas, y su hocico de pelaje amarillo fruncido por la curiosidad.
Luke inserta el chip de mensajes en Erredós. El droide proyecta un holograma de una mujer humana de pelo corto y unos cuarenta años. Es Mon Mothma, comandante suprema de la Alianza Rebelde.
-Saludos, Dena. Como siempre, sólo tengo tiempo para un breve mensaje. Confío en que comprendas que la brevedad de nuestra comunicación no refleja la magnitud de vuestra contribución a la Rebelión.
”Mis espías me informan de que los esfuerzos de resistencia de tu hermano Erling han comenzado a irritar al general Parnell. Normalmente aplaudimos cualquier molestia que un gobernador imperial pueda tener, pero el valor de Erling trasciende al efecto de cualquier rebelión local. Debes acallar a tu hermano antes de que irrite aún más a Sebastian Parnell.
”Es una lástima que no podamos decirle a Erling lo importante que es para la Alianza. En cualquier caso, debo confiar en tu juicio sobre este aspecto.
”Adiós, y que la Fuerza os proteja a ti y a tu familia.
-Confío en que nos ayudarás a rescatar al Erling Tredway –dice Sidney.
Luke asiente, sorprendido por el hecho de que la propia Mon Mothma considere a Erling tan importante para la Rebelión. Sólo había visto una vez a la legendaria líder, pero el respeto con el que sus comandantes la consideraban era suficiente para asombrarle. Su mensaje le hace olvidar todas las dudas que aún tenía por abandonar su misión actual para rescatar a Erling Tredway.
-Bien –dice Gideon-. Tomaremos mi Cubo de rocas para ir al centro de visitantes de Tol Ado...
-¿Centro de visitantes? -pregunta Luke.
-Sí –responde Sidney-. El general Parnell considera su prisión inexpugnable. Ha construido la plataforma de observación para mostrarla. Algunos dicen que el propósito del centro es disuadir a los ciudadanos de resistirse a la voluntad imperial; otros creen que el Parnell considera el planeta como la obra de arte digna de ser mostrada.
-En cualquier caso, es un buen lugar para hacer un reconocimiento –dice Gideon-. Nos detendremos allí y veremos si podemos descubrir un modo de entrar. Pero antes, creo que deberíamos arreglar tu ala-X; podrías tener prisa por marcharte la próxima vez que lo necesites.
Dos horas más tarde, tras reparar el caza estelar lo suficiente para que Luke pueda volar de vuelta a casa, parten de Milton hacia Tol Ado.

Recuerda que Luke deja su caza estelar en el asteroide “Milton”. Puede necesitarlo más tarde.

jueves, 23 de julio de 2009

El honor de los Jedi (29)

29
-No sirve de nada escapar –murmura Luke-. Conocen este laberinto mejor que yo.
No puede evitar sentir un ligero estremecimiento de excitación al enfrentar su nave y sus habilidades contra un piloto enemigo. Aún estaba un poco molesto por haberse marchado del hostal. Haciendo virar el ala-X hacia la corbeta, Luke energiza los escudos deflectores delanteros. Su maniobra parece sorprender al pirata.
Luke dispara primero, y sus disparos golpean de lleno en la corbeta. El morro de la nave pirata explota justo cuando sus armas de popa abren fuego. El capitán ni siquiera había alzado sus escudos: seguramente estaba tan sorprendido de ver a Luke como el rebelde lo estaba de verle a él.
Los últimos disparos de la corbeta se pierden muy lejos del caza de Luke, y la batalla termina casi antes de que Luke se diera cuenta de que hubiera comenzado.
-Este podría ser el lugar –dice Luke a Erredós-. Pongamos rumbo a casa.

***

En el Mando Rebelde todos parecen estar inquietos y abatidos. Ninguno de los compañeros de escuadrón de Luke ha encontrado un lugar adecuado para la base, y han perdido dos cazas a manos de las patrullas imperiales. Por desgracia, el general Dodonna tampoco puede usar la sugerencia de Luke.
-Me gusta tu idea, Luke. Un cinturón de asteroides ofrecería al mismo tiempo camuflaje y terreno defensivo –dice Dodonna-. Pero Mon Mothma rechaza de pleno aceptar esa idea. Tan pronto como dije Sil’Lume, ella dijo que no. Si tuviera que dar mi opinión, creo que tiene algún otro asunto en marcha en ese sistema... pero yo no digo nada. Buen intento; quizá alguien más regrese con algo.

Aunque Luke siguió exactamente sus órdenes, ha fracasado en esta misión. Vuelve a la sección uno e inténtalo de nuevo.

viernes, 17 de julio de 2009

El honor de los Jedi (7)

7
-Nuestras órdenes son evitar contacto imperial –gruñe Luke-. No podemos ignorar nuestras órdenes cuando nos venga en gana.
Erredós trina una larga observación.
-No tienes que recordarme nada acerca de las decisiones in-situ –exclama Luke, molesto por el hecho de que el droide esté de acuerdo con lo que realmente siente en su interior-. Esa directiva no significa que podamos arriesgarnos a perder un caza cada vez que nos encontremos con un puñado de TIEs. Ahora, establece un curso hacia la agrupación de asteroides más cercana.
El droide obedece sin hacer más comentarios. Treinta minutos más tarde, alcanzan el denso anillo de rocas y escombros que contiene la primera agrupación de asteroides. Es una grande. Más de 500 asteroides, variando en tamaño desde menos de un kilómetro de largo a más de un centenar, flotando a unos 2000 kilómetros unos de otros. Giran y orbitan alrededor de un centro de gravedad común como una manada de rorks sarnosos preparándose para una pelea.
Luke aminora a una marcha lenta y entra con cuidado en el laberinto formado por el espacio libre entre las mastodónticas rocas. Cada asteroide sigue un loco camino dictado para él por las influencias gravitacionales de un centenar de vecinos. Gigantescos cráteres mancillan la superficie de los asteroides más grandes en los lugares donde han atraído con demasiada fuerza a los más pequeños. En otras ocasiones, rocas más pequeñas orbitan como lunas alrededor de su monstruoso pariente.
Mientras Luke se adentra más en el interior, aprecia la dificultad de seguir a una nave por la agrupación de asteroides. A menos que el perseguidor conozca el espacio tan bien como su objetivo, ni tiene la menor esperanza de atraparlo. Además, la agrupación de asteroides actuaría como barrera defensiva contra naves de línea pesadas. Ningún capitán en su sano juicio llevaría nada más grande que una corbeta dentro de ese remolino.
La radio de su cabina cobra vida de pronto crepitando.
-Wart, ¿eres tú?
Luke comprueba los sensores del ala-X, pero no ve ni rastro de otra nave. Enciende las sondas; este no es lugar para estar ciego.
-¡Ey, Wart! ¿Crees que eso es buena idea? ¿Quieres que Parnell descubra nuestro escondite?
En ese preciso instante, ambos conjuntos de sensores detectan una corbeta saliendo de detrás de un asteroide, a su lado de estribor.
-¡Ey, tú no eres Wart! –anuncia el altavoz de la cabina.
-Lo siento –responde Luke.
A juzgar por el armamento pesado de la corbeta, o bien es un piloto rebelde o un pirata. Luke está seguro de que ningún escuadrón rebelde opera en el Cinturón Sil’Lume.

El honor de los Jedi (9)

9
-Parnell se tomará su tiempo con Erling –dice Luke-. No tenemos nada que perder si advertimos a los Tredways sobre el arresto de Erling, y puede que descubramos algo útil.
Sidney agacha las orejas y deja escapar un siseo entre sus labios, pero no protesta más.
-Tomaremos mi Cubo de rocas –sugiere Gideon-. Tú, y también Sidney, deberíais dejar vuestras naves aquí. Nadie las va a molestar.
Luke sonríe con picardía.
-A la mía sí, especialmente si son soldados de asalto. Piloto un ala-X.
Tanto Gideon como Sidney alzan una ceja. La mayor parte de los pilotos saben que el ala-X es el caza estelar favorito de la Alianza. Sidney no puede evitar preguntarlo.
-Si tienes el ala-X...
-No hagas al muchacho preguntas que no pueda contestar -interrumpe Gideon-. Lo que está claro como una nova es que no podemos dejarla aquí, pero estaríamos aún más locos si la llevásemos a Tol Ado.
-Si los Tredways son dignos de confianza...
-Tan cierto como que el espacio es negro –promete Gideon.
-Bien –termina Luke-. Les pediremos que me la guarden.
Cuando Luke vuelve a su caza estelar, Erredós está repleto de advertencias y preguntas acerca de Parnell y sus soldados de asalto. Luke le explica pacientemente lo que ha pasado y que va a rescatar a Erling. Erredós pita y silba, lanzando comentarios en la videopantalla tan rápidamente que Luke apenas puede leerlos.
-¿Te gusta la idea? -Luke despega. La nave minera con forma de caja de Gideon ya flota sobre Henryson. Una anticuada batería turboláser sobresale de la cabina; Luke supone que esa batería ve más acción golpeando asteroides que naves-. Recuérdame que haga que revisen tus circuitos de motivación -continúa-. Además, tú no vas.
Erredós chirría y sisea enfadado.
-Porque yo digo que no, por eso -responde Luke-. Lo que voy a hacer ya es bastante malo. El general Dodonna se volvería loco si resultas dañado.
El droide permanece en silencio un largo rato, y luego muestra un breve mensaje en la videopantalla.
-¡Eso es chantaje! -exclama Luke-. No te atreverías.
El mensaje permanece.
Luke suspira.
-Vale, pero definitivamente voy a hacer que revisen tus circuitos de motivación. ¿Quién ha oído hablar nunca de un droide con sed de aventuras?
Poco después, el Cubo de rocas de Gideon aminora la marcha. El altavoz de la cabina de Luke crepita.
-Tenemos problemas ahí delante –dice Gideon-. Parece que Parnell se nos ha adelantado.
Luke se coloca en paralelo con Gideon. Ante él, un asteroide con forma de huevo gira lentamente alrededor de un eje situado en su extremo más grande. La roca es de unos 10 kilómetros de largo y seis de ancho. Cinco puntos de fuego zumban sobre su superficie como insectos hambrientos. Uno de los puntos de fuego se lanza ocasionalmente hacia un disco de luz parpadeante cerca del centro del asteroide.
Luke activa el modo de búsqueda activa de su computadora de vuelo. La sonda alerta al enemigo de su presencia, pero también revela la naturaleza de las naves que están acosando Tredway 24.
-Parece que son cuatro cazas TIE escoltando a una lanzadera de asalto –informa Luke-. ¿Estáis seguros de que este es el asteroide Tredway?
Gideon gruñe una respuesta afirmativa.
-¿Quién más crees que pueda ser? ¡Acabemos con ellos!
Sidney interrumpe.
-¿Quizá sería más acertado evitar este conflicto y viajar directamente a Tol Ado?
Luke duda. Probablemente no pueda contar con mucha ayuda por parte del Cubo de rocas de Gideon, y las probabilidades están contra él. Por otra parte, él es lo único que queda entre los imperiales y la completa aniquilación de Tredway 24.

El honor de los Jedi (34)

34
-Establece un curso hacia Tredway 24 –dice Luke-. ¡Es obvio que alguien tiene problemas!
No importa cuáles sean sus órdenes, Luke no puede reprimir sus emociones, y el S.O.S. apela a su más profunda necesidad de ayudar a los demás.
Pocos minutos después, los sensores de Luke destellan con un aviso. Una nave militar está sondeando su ala-X. Luke devuelve el sondeo inmediatamente; ya no encuentra ningún sentido en esconderse… el enemigo ya sabe que está ahí.
Incluso sin necesidad de los sensores de su nave, Luke puede ver que la situación no es buena. Ante él, un asteroide con forma de huevo gira alrededor de un eje situado en su extremo más grande. La roca flotante es de unos 10 kilómetros de largo y seis de ancho. Cinco puntos de fuego flotan sobre su superficie como insectos hambrientos. Uno de los puntos de fuego se lanza ocasionalmente hacia un disco de luz parpadeante cerca del centro del asteroide.
Erredós informa de los resultados de la sonda de los sensores activos en la videopantalla. Cuatro de los atacantes son cazas TIE. El quinto es una lanzadera de asalto. A la izquierda de Luke, una gran nave permanece inmóvil, observando la batalla; probablemente es una nave minera. Los TIEs se giran para enfrentarse a Luke.
El altavoz de la cabina cobra vida con un chasquido.
-Te cubriremos la retaguardia, pero no te alejes demasiado.
-¿Quién habla? –pregunta Luke.
-Los mineros de asteroides Gideon Smith y Sidney Shortfang, ¿quién si no? –responde la voz-. Te vimos en el hostal; estábamos en la mesa de al lado. Vinimos a advertir a Dena sobre el arresto de su hermano, pero supongo que no fuimos lo bastante rápidos.
-¿Qué os hace pensar que me voy a meter en medio de todo esto? –pregunta Luke.
-Un jovencito como tú nunca abandonaría a una dama en apuros.
Luke desactiva su micrófono.
-Esta no es nuestra lucha –dice a Erredós-. Y dudo que detenerla sea más importante que encontrar una ubicación para la nueva base. –Hace una pausa, dividido entre sus órdenes y su deseo de acabar con el ataque imperial-. Además –continúa-, si meto la pata, el general Dodonna me tendrá sancionado durante un año.
Erredós trina con confianza.
-Podría ocurrir –dice Luke-. Después de todo, las probabilidades son cuatro contra uno.
Erredós pita de nuevo.
-No me importa lo que Han Solo diga de las probabilidades –dice Luke-. Él es un contrabandista; yo soy un piloto de la Alianza.
El droide queda en silencio; Luke tiene el presentimiento de que su pequeño amigo no ha quedado impresionado. El joven rebelde sabe que debería dar la vuelta; aunque buscar un nuevo emplazamiento para la base es aburrido, es demasiado importante para dejarlo de lado a la ligera. Pese a todo, a pesar de sus órdenes, algo dentro de Luke arde por quedarse y luchar.

jueves, 16 de julio de 2009

El honor de los Jedi (30)

30
Luke ignora el incesante ruego de Erredós de que responda a la señal de auxilio.
-Nuestras órdenes son encontrar una ubicación para la nueva base –dice-. Ese es ahora mismo nuestro deber principal.
Erredós se queda en silencio. Los droides no deberían ser capaces de mostrar emoción, pero Luke juraría que Erredós está enfurruñado. Las aventuras de su pequeño amigo se han cobrado ciertamente su precio en sus circuitos de motivación.
Treinta minutos más tarde, alcanzan el denso anillo de rocas y hielo que contiene la primera agrupación de asteroides. Es una grande. Más de 500 asteroides, variando en tamaño desde menos de un kilómetro de largo a más de un centenar, flotando al alcance de la vista unos de otros. Giran y orbitan alrededor de un centro de gravedad común como una manada de cautos rorks preparándose para una pelea.
Luke aminora a una marcha lenta y maniobra por el laberinto formado por el espacio libre entre las mastodónticas rocas. Cada asteroide marcha, aparentemente a la deriva, siguiendo un loco camino creado por las influencias gravitacionales de sus cientos de vecinos. Donde los asteroides más grandes han atraído demasiado fuerte a sus vecinos más pequeños, gigantescos cráteres de impacto mancillaban sus superficies. En otras ocasiones, rocas más pequeñas orbitaban como lunas alrededor de su monstruoso pariente.
Mientras Luke se adentra más en el interior, aprecia aún más la dificultad de seguir a una nave por la agrupación de asteroides. A menos que el perseguidor conozca el laberinto tan bien como el objetivo, ni tiene la menor esperanza de atraparlo. Y, tal y como Luke esperaba, las pesadas naves de línea no pueden amenazar a nada que se esconda en el turbulento nudo de rocas. Ningún capitán en su sano juicio llevaría nada más grande que una corbeta dentro de la agrupación de asteroides.
La radio de su cabina cobró vida de pronto crepitando.
-Wart, ¿eres tú?
Luke comprueba los sensores del ala-X, pero no ve ni rastro de otra nave. Rápidamente activa las sondas; este no es lugar para estar ciego.
-¡Ey, Wart! ¿Crees que eso es buena idea? ¿Quieres que Parnell descubra nuestro escondite?
En ese preciso instante, ambos conjuntos de sensores detectan una corbeta en el lado de estribor de Luke. Acaba de aparecer desde detrás de un asteroide de tamaño medio.
-¡Ey, tú no eres Wart! –anuncia el altavoz de la cabina.
-Lo siento –responde Luke.
A juzgar por el armamento pesado de la corbeta, o bien es un rebelde improvisado o un pirata. Luke está seguro de que ningún escuadrón rebelde opera en el Cinturón Sil’Lume.

El honor de los Jedi (18)

18
Erredós selecciona para investigar un cuadrante pobremente mapeado y escasamente catalogado de Cinturón Sil’Lume. Luke dirige el caza estelar hacia las coordenadas que Erredós indica, acelerando a un cuarto de la velocidad máxima del Ala-X. Aunque podría volar tranquilamente mucho más rápido usando los sensores de búsqueda activa del ala-X, Luke prefiere confiar en sus propios instintos. Los sensores de búsqueda activa retransmitirían su presencia a todas las naves militares de las cercanías, y sus experiencias recientes sugerían que las únicas naves militares cercanas eran imperiales.
Como muchos otros cinturones de asteroides, la mayor parte del Cinturón Sil’Lume no es tan gruesa como para ser peligroso navegar por él. De hecho, sin instrumentos de navegación, un piloto podría no darse cuenta de que ha entrado en un campo de asteroides. Aunque el cinturón contiene más de un millón de pedazos de roca, está disperso por varias decenas de millones de kilómetros. En el interior de las partes finas de cinturón, un piloto raramente ve más de un asteroide a la vez. El mayor peligro navegacional yace en las influencias gravitacionales inesperadas. Mientras se mueva despacio, los sensores pasivos de Luke le proporcionan suficiente información para advertir y evitar el más débil campo gravitacional de los asteroides.
Ocasionalmente, el cinturón se espesa en anillos más densos cuando los asteroides se acumulan. Luke espera encontrar un conjunto semejante para la base rebelde. Las agrupaciones de asteroides ocasionalmente colisionan entre ellos, y sus pozos de gravedad superpuestos son difíciles de navegar. Los riesgos mantienen alejados a los mineros fisgones, pero no suponen una gran amenaza para una base rebelde equipada para el combate y sus avezados pilotos. La agrupación también serviría como barrera defensiva contra naves imperiales pesadas, que no pueden maniobrar lo bastante rápido para entrar en espacios reducidos.
Erredós interrumpe la ensoñación de Luke con un silbido frenético. Luke posa la mirada sobre los instrumentos.
-¿Qué ocurre?
Una señal de emergencia cruza la videopantalla. "Tredway 24 necesita asistencia urgente. Acérquense con precaución."
Erredós emite un pitido de interrogación.
-No lo sé –responde Luke, tratando de sopesar su respuesta-. Esto parece indicar problemas, y tenemos nuestras órdenes.
El droide trina insistentemente.

martes, 14 de julio de 2009

Viaje incidental (III)


Parte Tres
Michael A. Stackpole

Impulsado por un golpe en los riñones con una carabina bláster, Corran Horn entró a trompicones en la celda improvisada. Recuperó el control de sí mismo lo bastante rápido para evitar chocar contra su padre y se giró rápidamente, pero Jodo Kast cerró la puerta de hierro forjado. Eso dejó eficazmente sellados a los dos Horn en una caverna pequeña y polvorienta que antiguamente había sido el hogar de una estupenda colección de vinos de todas partes de la galaxia. Al menos esa es la impresión que me causan todos los fragmentos de botellas rotas por el suelo.
Corran atravesó a Kast con la mirada más fiera que podía componer.
-Esto no ha acabado entre nosotros, Kast.
El cazarrecompensas miró plácidamente a Corran, pero el trío de matones de Zekka Thyne que estaban obligando al otro hombre y al tunroth a entrar en una segunda caverna al otro lado de la bodega rieron a pleno pulmón. Su líder, el hombre pelirrojo de complexión bovina que había dado el empujón a Corran, miró con desdén al agente de incógnito de la Fuerza de Seguridad Corelliana.
-Te queda muy poco tiempo, colega. El jefe no te va a dejar intentar nada contra este tipo. Yo seré quien se encargue de ti.
-¿Ah, sí? –Corran lanzó al hombre una mirada letal-. No sabía que Thyne se dedicaba a hacer favores a los ayudantes contratados. Cuando quieras puedes intentarlo.
-No tendrá la oportunidad –dijo la voz de Kast en tono frío y distante-. Estoy harto de tus chácharas, bravuconerías y amenazas, Corran, y no estoy dispuesto a permitir que otra persona elimine las molestias de mi vida. –El mercenario acorazado apuntó con el índice al hombre pelirrojo-. Tócale, y consideraré como un asunto de honor el encargarme de ti.
El pelirrojo palideció.
-Sí, señor.
Uno de los otros subordinados de Sol Negro de Thyne cerró la otra puerta y la aseguró.
-Están dentro. ¿Quieres que amenace a alguno de ellos, Nidder?
El pelirrojo frunció el ceño.
-Vete a chupar el vacío, Somms. Ya que te crees tan divertido, puedes quedarte a inventarte chistes mientras montas guardia ante estos payasos.
Las cejas rubias de Somms se inclinaron hacia su nariz.
-Ahí dentro están seguros, no necesitan que les vigilen.
Kast negó con la cabeza.
-No, ahí dentro no, por supuesto que no, sino fuera de la sala, en el primer descansillo de las escaleras. Allí puedes escuchar ruidos de aquí dentro o de la planta principal y ser capaz de responder.
Nidder colocó su carabina bláster en las manos de Somms.
-Ya le has oído.
Corran sonrió.
-Tal y como me figuraba, Kast. Quieres a alguien estacionado entre tú y yo.
Kast agarró los barrotes de hierro de la reja y los agitó una sola vez, con fuerza. El metal resonó fuertemente y, sorprendido, Corran retrocedió un paso involuntariamente.
Nidder, Somms y el tercer hombre de Sol Negro comenzaron a reír, pero su jolgorio no impidió que Corran escuchara la respuesta de Kast a su comentario.
-No te tengo miedo, Corran. Espero ansioso que logres salir de ahí, porque con Thyne enviando a sus pistoleros a tender una emboscada a Maranne y Riij, estoy bastante seguro de que yo soy todo lo que hay entre tú y tu libertad. Puede que seas bueno, puede que seas incluso mejor de lo que pienso que eres, pero yo sigo siendo mejor.
La sien izquierda de Corran latió con fuerza en el lugar contra el que Kast había presionado su pistola bláster.
-Sigue pensando eso, Kast, y no te sorprendas cuando demuestre que te equivocas.
-Ven a verme, Corran, cuando tus alardeos no sean en vano.
Kast se giró y condujo al resto de los hombres al exterior de la pequeña sala.
Una vieja puerta de madera se cerró tras él con un chasquido.
Corran se quedó mirando hacia allí por un instante y luego se dio la vuelta y lanzó un juramento.
-¡Engendro Sith! Ese hijo de rancor me ha tomado por idiota. –Alzó la mirada hacia su padre-. Lo siento, papá. La verdad es que he causado un buen lío.
El padre entrecerró sus ojos color avellana.
-¿Por qué pretendes que nuestra situación sea culpa tuya?
-Debería haber sabido que algo no iba bien. –Corran se cubrió el rostro con las manos-. Su nave, el Hopskip, es una pieza de chatarra que Crisk no usaría ni para transportar cadáveres, no digamos mercancía valiosa. Los demás no tenían ni idea de qué había en su bodega de carga, y resultó estar llena de cajas trucadas.
Hal frunció el ceño.
-Las cajas trucadas no son tecnología demasiado puntera para los contrabandistas hoy en día. Es casi como si quisieran que les atraparan.
-Eso es, justamente. –Corran se apoyó contra una estantería de plastifibra para botellas construída sobre la pared de la caverna-. Kast le dijo a Thyne que las cajas estaban vacías, pero encontré algunas con los holosellos rotos y las abrí. Una caja tenía especia; en realidad, sólo polvo para uso recreativo, pero especia al fin y al cabo. La otra contenía una fortuna en gemas de fuego de Durin sin cortar. Incluso si suponemos que sólo hay una caja de gemas y las otras 199 son especia, Cris podría usar las gemas para comprar un ejército y usar la especia para inundar el mercado y echar por tierra los beneficios de Sol Negro.
Hal Horn le dio la vuelta a una caja de vino de madera y se sentó.
-De modo que me estás diciendo que tenemos a unos no-contrabandistas llevando doscientas cajas trucadas y no tienen ni idea de qué hay dentro. Encuentras gemas y especia en dos de ellas y el cargamento va dirigido a Crisk. El propio Crisk no puede organizar semejante envío, de modo que debe tener un apoyo. ¿Quién?
Corran frunció el ceño.
-Las gemas provienen de Tatooine. ¿Allí no hay un hutt controlando el tráfico de especia?
-Jappa o Jadda o algo así, sí. Es poderoso allí, pero, ¿expandirse hacia Corellia? Es un paso muy osado. -Hal abrió la boca, y luego negó con la cabeza. Hizo un gesto a su hijo para que se apartase y miró más allá de Corran hacia la otra celda.
-Haber Trell, ¿Desde cuando conoces a Jodo Kast?
El piloto del Hopskip se puso en pie y agarró los barrotes de su prisión.
-No le conozco. Sólo viene conmigo en este viaje.
-Sí. -Hal se apoyó de nuevo contra el muro y rió en voz baja-. Eso es.
Corran negó con la cabeza.
-¿Estás diciendo que Kast está detrás del cargamento dirigido a Crisk? Pero eso no tiene sentido, porque ha sido él quien le ha dicho a Thyne dónde encontrar las cajas con la especia y las gemas.
-No, Corran, Kast no es quien lo ha planeado, él es lo que ha entrado de contrabando en Corellia.
Corran se quedó boquiabierto.
-Eso no tiene ningún sentido.
-¿No? -Hal lanzó a Corran una mirada escrutadora; la misma que en pasado advertía a Corran que su padre pensaba que no se estaba esforzando demasiado en pensar-. ¿Qué opinas del último comentario de Kast?
Corran reflexionó.
-Me estaba tentando.
-De acuerdo, pero, ¿qué nos ha dicho al tratar de tentarte?
El suspiro surgió desde la punta de los dedos de los pies de Corran.
-Nos ha dicho que él era todo lo que que queda entre nosotros y la libertad; que todos los tipos de Thyne se han ido. Me ha dicho que vaya a encontrarle cuando nos liberemos. -Corran se golpeó la frente con la palma de la mano-. Debería haberlo visto.
-Lo has hecho.
-Sí, pero he necesitado que tú me lo indicases. -Corran meneó la cabeza y dio un puntapié al cuello de una botella rota-. A veces mi cerebro no da para más.
-No, Corran, tu cerebro trabaja perfectamente. -Hal mantuvo un tono de voz constante, pero señaló con el índice a su hijo-. Sólo necesitas enfocar tu pensamiento. Estás furioso por el modo en el que Kast te ha engañado, y creo que tenías un poco de miedo por lo que me pudiera estar pasando.
-Correcto en ambos casos.
-Es comprensible, hijo, y lo aprecio en el caso de tu preocupación hacia mí, pero no puedes dejar que tus emociones y los incidentes te controlen.
-Lo sé, papá. De verdad. -Sonrió a su padre-. Trato de seguir tu ejemplo, pero tú eres mejor en esto que yo.
-Te llevo unos cuantos años de ventaja, Corran.
-Es más que sólo los años, papá -dijo Corran con un gesto de disgusto-. Nunca habría leído el mensaje de Kast como tú lo has hecho.
Los ojos del mayor de los Horn brillaron.
-Tengo que admitir, Corran, que te he hecho trampa esta vez.
-¿Qué?
Hal señaló tras él.
-Ahí arriba, en los barrotes que Kast agitó, mira qué es esa cosa pequeña, ¿quieres?
Corran se giró y miró de cerca los barrotes. Donde Kast había agarrado uno con su mano derecha, Corran vio un pequeño cilindro negro de cerca del ancho de una mano de largo y del diámetro aproximado de un disparo bláster. Lo liberó del la barra con un tirón, dejando un residuo de adhesivo en el hierro forjado, y notó un pequeño botón bajo su pulgar, cerca del borde del cilindro.
-Ten cuidado con eso, Corran.
El hombre joven asintió y pulsó el botón. Casi invisible en la penumbra, una delicada hoja monomolecular se deslizó al exterior del cilindro.
-Sé lo que es, y recuerdo lo que le ocurrió a Dindo el Zurdo.
Corran cortó cuidadosamente el cerrojo con la hoja. Luego, retrajo la frágil hoja del estilete y abrió la puerta.
-Liberarnos de esta celda es un poco más sencillo que tratar de liberarse de unos grilletes usando uno de estos, como el Zurdo.
Hal Horn se detuvo en el umbral de la puerta de la celda.
-Tal vez podrías cortarnos un par de barrotes para usarlos como armas. Puede que Somms no sea el matón de Sol Negro con más luces, pero creo que hará falta convencerle un poco para que nos deje salir de aquí.
-De acuerdo
Extendiendo la hoja de nuevo, Corran cortó un par de barras de unos cincuenta centímetros de largo de la parte inferior de la reja, y le tendió una a su padre.
Hal golpeó la porra contra su mano izquierda con un sonido de carne golpeada.
-Esto servirá. Ahora, ¿dónde tendemos una emboscada a Somms?
Corran echó un vistazo a la puerta cerrada de la sala.
-¿Piensas que Somms es alguien que dará la alarma de inmediato, o que esperará a informar del éxito?
-¿Después de que Nidder le diera la orden? Actuará, y luego informará.
-Eso es lo que yo pienso, también. El descansillo estaba diez escalones más arriba, y estamos o bastante lejos de la oficina para que si hacemos algo de ruido nadie lo note, creo -dijo Corran con una sonrisa-. Yo haré el trabajo duro si tu quieres encargarte de los gritos.
-Los gritos me parecen bien -dijo Hal Horn, sonriendo a su vez-. Ten cuidado.
-Vale.
Corran caminó hacia la puerta de madera y dejó la longitud de la hoja a medio centímetro menos del grosor de la puerta. Luego cortó con mucho cuidado. Dibujó un círculo en el centro de ella. Una vez que hubo terminado el círculo, trazó líneas saliendo de él como si fuera un niño dibujando un sol. Finalmente talló pequeños semicírculos alrededor de las bisagras y la cerradura.
Cerró la hoja y se la entregó a su padre a cambio de uno de los garrotes.
-Bien, allá vamos.
-¡Espera!
Corran miró a Haber Trell.
-¿Qué quieres?
-No nos dejéis aquí dentro. Si vais a escaparos, nosotros también queremos ir.
-No lo creo, Trell. -La piel se tensó alrededor de los ojos de Corran-. Aunque fueras dos veces mejor luchador que contrabandista, aún no sería suficiente.
Hal asintió mostrando su acuerdo, pero le lanzó el punzón molecular de todas formas.
-Corran está en lo cierto, no querréis venir con nosotros. Nosotros saldremos y nos encargaremos de Thyne. Dadnos un par de minutos, y luego actuad rápido. Robad uno de los deslizadores aéreos de Thyne y escapad. Volved a vuestra nave y salid del sistema.
Trell asintió.
-Gracias.
Corran miró a su padre con el ceño fruncido, y luego señaló a Trell.
-Y escucha, no volváis a meter esa carga en vuestra nave. No os interesa andar transportando especia. -Trell se estremeció y Corran lo interpretó como una respuesta elocuente a u aviso-. ¿Listo, papá?
-Preparado.
Corran sonrió y corrió de vuelta hacia la puerta. Se abalanzó contra ella y la golpeó en el centro con la espalda. La puerta estalló en fragmentos a su alrededor, esparciendo grandes trozos de madera en el estrecho pasillo del exterior de la prisión improvisada. Corran cayó al suelo entre todo ello, gimiendo involuntariamente en lugar de soltar un gran y fingido uf tal como había planeado. No hay bordes dentados, pero desde luego los escombros son pesados.
La voz de Hal fluyó a través de los últimos ecos del crujido de la puerta.
-¡Sacadme a ese tunroth de encima!
Con los ojos casi cerrados, Corran vio a Somms bajar casi volando las escaleras hasta el rellano. El hombre mantenía la espalda contra el muro de piedra mientras avanzaba sigilosamente hacia la celda, y luego blandió la carabina bláster y se preparó para entrar de golpe en la celda. Para hacer eso se preparó para girar sobre su pie derecho, cruzar el umbral y luego entrar.
Cuando el pie izquierdo de Somms se desplazó en el movimiento giratorio, Corran lo agarró con su mano izquierda. Dejando que el propio impulso de Somms le hiciera caer sentado al suelo, Corran golpeó con su cachiporra metálica en la parte superior de la pelvis del hombre. Somms comenzó a chillar, en apariencia más de sorpresa que de dolor, cuando Hal apareció en el umbral y lo hizo callar de un puñetazo en la cara.
Somms cayó al suelo y no se movió.
Corran miró a su padre frunciendo el ceño.
-¿Para qué el garrote, si no lo vas a usar?
-No lo necesitaba. -Hal agarró la carabina bláster del costado de Somms, ajustó la palanca de selección a aturdir, y le disparó una descarga azul. El matón de Sol Negro se estremeció una vez, y luego quedó tranquilamente inmóvil-. Espero que siga sintiendo el golpe que le has dado cuando se despierte.
-Esperemos que así sea. -Corran rodó hacia él y le desabrochó el cinturón del bláster. Colocándoselo él mismo, Corran extrajo el bláster de él y comprobó el paquete de energía. Alzó la vista hacia su padre-. ¿Vas a dejar ese ajuste en aturdir?
-Que yo sepa, los dirparos mortales no llegan más lejos que las ráfagas aturdidoras.
-Cierto, pero hay mucho más papeleo que rellenar cuando los llevamos con vida.
-Ni siquiera bromees con eso, Corran. -Su padre le lanzó una mirada de reprobación que le hizo a Corran sentirse del tamaño de una figura de holojuego-. Ajústalo en aturdir y no lamentarás haberle dado por accidente a un amigo.
-Sí, señor. -Corran hizo pasar la palanca selectora de la pistola a la posición de aturdir y se puso en pie. Con un gesto, invitó a su padre a que avanzasa hacia la puerta-. Hora de ir a por Thyne. La edad antes que la belleza.
-El cerebro antes que la insolencia. -Hal lanzó un rápido saludo a Haber Trell y Rathe-. Suerte para vosotros, pero mantened las cabezas agachadas y salid de aquí rápido. Si Thyne no reacciona bien ante nuestro rechazo a su hospitalidad, no querréis estar en el radio de acción.

***

Arl Nidder seguía el ritmo de las largas zancadas de Jodo Kast lo mejor que podía. El cazarrecompensas le impresionaba, pero la armadura le impresionaba más. Si tan sólo tuviera esa armadura mandaloriana sería un tipo duro. Podría poner un montón de años luz entre yo y el resto de los chicos de Bromstaad. Quizá algún moff me contratase para hacer algún trabajo delicado, o quizá incluso el principe Xizor.
Sus pensamientos terminaron abruptamente cuando entraron en la oficina de Thyne. A Nidder le gustaba la oficina porque le parecía un museo. Nunca había estado en un museo de verdad, pero sabía que eran lugares donde se recopilaban cosas antiguas y valiosas. Se sentía orgulloso de que Thyne le mantuviera lo bastante cerca para proteger las preciadas posesiones del señor del crimen.
A pesar de estar rodeado de belleza, Thyne no parecía estar contento. La placa de holoproyector montada sobre su escritorio mostraba una vista translúcida de la fortaleza de Thyne y el valle circundante con gran detalle. Moviéndose por la zona había pequeños iconos naranjas que Nidder había visto en simulaciones de seguridad, pero sólo cuando estaban repasando las peores situaciones posibles para asustar a los nuevos reclutas.
Nidder se quedó boquiabierto.
-¿Eso son realmente soldados de asalto?
Thyne asintió y luego activó un comunicador.
-Todo el personal a sus estaciones de combate. Esto no es un simulacro. Fuerzas hostiles desplegándose al norte y al este. Muévanse, quiero todas las defensas operativas en treinta segundos.
Nidder y Deif comenzaron a avanzar hacia las puertas entreabiertas, pero Thyne les detuvo con un bramido.
-Vosotros dos no. No es que no confíe en usted, Kast.
Kast alzó las manos.
-Pero es que no confía en mí. Se lo recordaré la próxima vez que negociemos un precio por mis servicios.
El tremendamente alto cazarrecompensas se sentó en una silla, girándola de modo que podía observar a Thyne a la derecha y las puertas a la izquierda, pero lo hizo de forma tan casual que a Nidder le costó uno o dos instantes darse cuenta de qué estaba haciendo exactamente.
Kast miró directamente a Nidder, y luego cruzó tranquilamente su pierna derecha sobre la izquierda.
Nidder tembló, incómodo, y tuvo la clara impresión de que la única forma en la conseguiría esa armadura sería ser lo suficientemente afortunado para estar cerca cuando algún otro matase a Kast y se la quitase. Por supuesto, el pensamiento no se formó exactamente de esa forma en la mente de Nidder. Simplemente supo que no quería esa armadura, tan sólo una como esa.
Su momentáneo sentimiento de inferioridad se desvaneció cuando se dio cuenta de que Kast no era tan listo como creía ser. Si el mercenario hubiera dado la vuelta a su silla aún podría seguir viendo el escritorio y las puertas, pero además podría ver los cuadros de retozantes desnudos de la pared. Desde donde estaba, Nidder podía apreciarlos completamente -aunque era incapaz de explicar por qué el artista había incluido accesorios de jardín en el cuadro- y sonrió para hacer saber a Kast lo que se estaba perdiendo.
El holograma se convirtió en un esquema de la casa, con los pasillos al otro lado de la puerta representados con una luz amarilla que parpadeaba.
Thyne resopló furioso.
-Hay alguien en el vestíbulo. Los impes ya se han infiltrado en el edificio.
Indicó a Nidder y Deif que fueran hacia la puerta. Kast comenzó a hablar en voz alta.
-Por supuesto, manejar las cosas de forma diplomática funciona mejor. -El cazarrecompensas señaló a dos puntos junto al muro donde los mercenarios Bromstaad podían cubrir la entrada con un letal fuego cruzado-. Pero, una vez más, hay veces en las que uno tiene que dejar de lado la diplomacia.
Nidder se maravilló por como la voz de Kast cubrió el sonido que hizo al acercarse a la puerta. Se detuvo exactamente donde Kast quiso y sacó la pistola bláster. La ajustó a matar y esperó, pero lanzó a Kast un guiño y un gesto de cabeza. Cuando le devolvió el gesto, Nidder incluso comenzó a imaginarse que Kast podría tomarle como aprendiz, o incluso como socio. Ha visto lo bueno que soy. Sabe lo que conseguirá cuando trabajemos juntos.
La explosión de la mitad inferior de la puerta interrumpió la fantasía de Nidder. A través del humo y de la lluvia de escombros ardientes apareció el más pequeño de los prisioneros que habían dejado atrás. Poniéndose en cuclillas para terminar la voltereta con la que había atravesado el agujero, el hombre de pelo castaño alzó su pistola bláster y disparó dos veces. La primera andanada azul falló, pero la segunda alcanzó a Deif en el estómago, rodeándole con energía azul.
Nidder apuntó con su pistola al hombre pequeño. No me ha visto. No sabe que estoy aquí. Terrible error por su parte. Nidder comenzó a apretar el gatillo con su dedo cuando notó que se estaba moviendo hacia atrás.
Sintió que sus hombros chocaban contra el muro, y su cabeza rebotaba contra él.
A través de las estrellas que explotaban vio un segundo disparo salir con un destello de un bláster integrado en la muñeca de la armadura mandaloriana.
En el nanosegundo que le costó al disparo escarlata estrellarse contra su pecho, Nidder se dio cuenta de que Kast se había colocado con tanto cuidado y precisión porque el cazarrecompensas quería matarle. Nidder no se sintió ultrajado por haber sido traicionado y asesinado tan fácilmente, ni tampoco, en el momento de su muerte, concedió a Kast una pizca de respeto por haber actuado con tanta frialdad para matarle. No; para Arl Nidder, muriendo al caer al suelo, sólo hubo un último pensamiento. Si ahora tuviera esa armadura...

***

Corran vio los destellos rojos a su izquierda y se giró en esa dirección mientras su objetivo caía al suelo. Al fondo de la sala, Corran vio a Thyne correr a un lugar donde un panel del muro se retrajo para revelar una salida trasera. Comenzó a apuntar al señor del crimen fugitivo, pero retiró su pistola cuando la cabeza y los hombros de Kast taparon a Thyne. Se está escapando.
Corran lanzó una mirada hacia la puerta.
-Todo despejado.
Hal cruzó la puerta, miró al cadáver de Nidder, y luego a Kast.
-Tómate otra ronda a mi cuenta como agradecimiento.
El cazarrecompensas descruzó las piernas y se puso en pie.
-Control de plagas.
Corran señaló a la oscura apertura de la pared.
-Thyne ha escapado por ahí.
Hal se aproximó con cautela.
-Parece despejado.
Corran se apropió de la carabina bláster que llevaba el hombre al que había disparado y la ajustó en aturdir.
-Vayamos a buscarlo. -Se volvió hacia Kast-. Ven con nosotros. Nos vendría bien tu ayuda. Hay una recompensa por Thyne. Nosotros vamos a atraparlo, pero la recompensa puede ser tuya. -Corran miró la estridente decoración y las horrorosas obras de arte de la habitación a su alrededor-. Podría incluso ser suficiente para comprar arte de verdad y borrar los recuerdos de este lugar.
-Me tienta mucho. -Kast se encogió de hombros-. En cualquier caso, alguien con un gusto artístico tan inferior no debería ser difícil de atrapar. Me uniría a vosotros, pero soy un simple cazarrecompensas y aún tengo un trabajo que hacer.
A pesar de no poder leer el rostro de Kast, Corran sabía que estaba mintiendo. Alzó una ceja.
-No creo que seas un simple cazarrecompensas.
-Ni yo creo que tú y tu padre seáis simples matones buscando trabajo en los bajos fondos. -Kast cruzó la sala hacia el escritorio y apretó un botón en el panel de control de la unidad de pantalla holográfica. Apareció una vista de los alrededores y Corran vio pequeños iconos naranjas moviéndose en enjambres por el terreno-. Eso son tropas de asalto imperiales. Parece que van a hacer las cosas incómodas si no seguís con lo vuestro. No querréis que os atrapen aquí.
-Tú tampoco.
-No me atraparán.
Corran asintió.
-Quizá en otra ocasión.
-Quizá.
La firmeza en la voz de Kast indicó a Corran que nunca habría una próxima vez, y de algún modo esa perspectiva tan sólo le hacía sentir alivio.

***

Corran se unió a su padre justo en la entrada del pasadizo de escape de Thyne. El estrecho pasillo había sido tallado a través de la roca original con una sutil pendiente descendiente.
Cada cincuenta metros, más o menos, giraba sobre sí mismo, obligando a los Horn a avanzar con cuidado. La brevedad de los pasajes significaba que cualquier tiroteo sería a poca distancia y extremadamente letal.
Corran agarró su carabina bláster con ambas manos y la presionó contra su flanco derecho. Había sido modificada desde su salida de fábrica con la inclusión de un punto de mira luminoso al lado izquierdo del cañón, y se le habían hecho más modificaciones para convertirlo en lo que la jerga de la calle se conocía como un disparo fácil. Habían cortado la guarda del gatillo, dejando el gatillo libre y el arma propensa a dispararse cuando el gatillo se enganchaba con la ropa o era pulsado de cualquier otro modo. Se suponía que usar un disparo fácil indicaba lo dura que era una persona, pero sólo hacía falta echar un vistazo a los resultados de una pistola de disparo fácil metida en la cintura para convencer a la mayoría de la gente de que era una modificación imprudente.
Por supuesto, nadie iba a meterse una carabina en los pantalones. Corran sonrió ligeramente, luego asintió cuando su padre le dijo que avanzase. Quedándose agachado, Corran dobló la esquina del pasillo, y luego se echó a tierra mientras un disparo bláster rojo cruzaba silbando el aire sobre él.
Respondió al disparo un par de veces, pero ninguna de las dos andanadas azules golpeó nada excepto piedra.
-Los pasillos se ensanchan hacia una cueva natural- Probablemente estemos en la parte trasera de la propiedad.
-Bien, vayamos despacio. Apaga la luz.
Corran desactivó el punto de mira luminoso y cerró los ojos. Contó hasta diez para que sus ojos se ajustasen a la oscuridad, y luego los abrió. Formas de vida bioluminiscentes –líquenes y las cosas que se alimentaban de él- proporcionaban un brillo púrpura que permitió a Corran discernir formas sombrías. Algunas eran regulares y aparentaban ser cajas de duraplástico de varios tamaños, mientras que las más grandes y amenazantes eran formaciones rocosas curiosamente hinchadas y retorcidas. Parecía haber pocas modificaciones físicas en la cueva; el suelo seguía siendo desigual y las cajas estaban calzadas con cuñas en varios puntos donde el espacio lo permitía. Corran supuso que el anterior propietario había mantenido la cueva en su estado natural y que Thyne había almacenado en ella sus cargamentos más preciados o vitales que no confiaba en dejar en ningún otro sitio.
Corran se arrastró hacia delante, siguiendo agachado. Alcanzó la primera caja y el la débil luz distinguió una leyenda imperial estarcida que indicaba que estaba llena de carabinas bláster.
La habría abierto, pero el aroma de la especia perduraba tan fuerte en los alrededores que inmediatamente supo lo que en realidad contenía. O bien Thyne estaba simplemente almacenando especia allí, o bien Sol Negro tenía algún contacto imperial que le estaba permitiendo pasar esa mercancía por las aduanas. Tendré que preguntarle a Loor acerca de esto.
Corran lanzó un breve y agudo silbido, y luego escuchó que su padre cubría el espacio que les separaba. Para ser un hombre mayor, y tan grande como era, Hal se movía bastante silenciosamente. Sentí su presencia antes de percibir ese ligero roce de su suela contra la piedra. Oh, Thyne, no sabes con quién te estás metiendo.
Un silbido de respuesta hizo que Corran avanzase. Se movía despacio y cuidadoso, abriéndose camino de una roca oscura a otra. Se esforzaba por evitar aquellas que brillaban porque no quería que su silueta se recortase contra una de ellas.
Tuvo el mayor cuidado en hacer el menor ruido posible, y sonrió al dejarse caer apoyándose tras una gran roca negra.
Corran echó la vista atrás hacia su padre, y estaba preparado para silbar cuando escuchó el chirrido del metal contra la roca. Alzó la vista y efectuó un disparo con su carabina bláster.
El destello azul pasó de lado a Thyne cuando este saltó al suelo desde un gran dolmen, y entonces el talón derecho de Thyne golpeó a Corran en el hombro y le hizo caer rodando al suelo. Su carabina bláster cayó rebotando lejos de él, disparando dos veces al azar. Sintió que el brazo izquierdo de Thyne se tensaba alrededor de su cuello y entonces el alienígena se enderezó, alzándolo casi en vilo; Thyne estaba usando su cuerpo como escudo ante los disparos.
El cañón de una pistola bláster se encajó bajo el lado derecho de la mandíbula de Corran. Se encendió una barra luminosa, bañando de luz el lado derecho del rostro de Corran. Los músculos del brazo alrededor de su cuello se contrajeron, ahogando su respiración y acabando con cualquier esperanza de soltarse.
Thyne rugió con potencia, lanzando ecos furiosos de su voz a través de la caverna.
-Tu socio es hombre muerto si no te muestras en cinco segundos.
Para Corran, esos cinco segundos duraron toda una eternidad, y la llenó con una interminable serie de si-tan-sólos. Si tan sólo me hubiera metido la pistola bláster en la cintura cuando cogí la carabina. Si tan sólo tuviera el punzón. Si tan sólo hubiera avanzado más silenciosamente... Las auto-recriminaciones coparon su mente y alimentaron lentamente la desesperación que estaba creciendo lentamente en su cabeza.
Entonces su padre se puso en pie y el el punto de mira luminoso de su carabina cobró vida. Iluminado por la luz trasera, Hal Horn se alzaba a veinte metros de distancia, con la carabina sujeta firmemente en su mano derecha. Se presentó a Thyne de perfil, ofreciéndole un objetivo distinto de Corran. La expresión en el rostro de su padre llevaba una gravedad que Corran no había visto desde el funeral de su madre. Los ojos de Hal parecían vacíos de odio y miedo, pero llenos de resolución.
-Es mi deber informarle, Zekka Thyne, que soy el inspector Hal Horn de la Fuerza de Seguridad Corelliana y que está bajo arresto. Tengo una orden válida para detenerle por violar las leyes de contrabando. Suelte a su rehén y deje de complicarse las cosas.
Thyne soltó una risita en voz baja, llena de desdén.
-No, así no es como van a ocurrir las cosas. Vas a retirar el dedo del gatillo y bajar tu arma.
-No puedo hacer eso.
-Lo harás. –Thyne estrechó su presa sobre el cuello de Corran-. Mi visión es lo bastante buena incluso en una oscuridad completa como para distinguir la menor presión de tu dedo sobre el gatillo. Y mis reflejos son lo bastante buenos como para atravesar la cabeza de tu socio con tres disparos antes de que completes ese movimiento. Puede que me detengas, pero tu socio estará muerto. Hazlo, ¡ahora!
Hal frunció el ceño.
-De acuerdo, no te precipites.
-¡No, Hal! Dispárale...
Thyne presionó el arma con más fuerza contra la mandíbula de Corran.
-Has sido lo bastante estúpido como para unirte a SegCor, no seas tan estúpido como para morir por ello.
Hal levantó la mano izquierda.
-De acuerdo, voy a hacer lo que has dicho. Estoy retirando mi dedo del gatillo.
Corran trató de agitar la cabeza para decirle a su padre que no acatase la orden de Thyne. Tiene que saber que en el instante en el que quede desarmado, Thyne me disparará y luego le disparará a él. Puede que yo ya esté muerto, pero no hay motivos para que él también muera.
El índice derecho de Hal Horn se apartó lentamente del gatillo de la carabina bláster. Y al mismo tiempo, todos los dígitos se borraron de la luz trasera del punto de mira luminoso. El dedo se enderezó y Corran vio huesos apuntándole. Se acabó. Ambos nos quedaremos aquí para que nuestros esqueletos se pudran eternamente.
Entonces el disparo azul surgió del cañón de la carabina. El aire crepitó y el pelo de Corran se puso de punta cuando el disparo pasó rozándole y golpeó a Thyne. Las nubes azules resultantes del disparo hicieron que un escalofrío recorriera el cuerpo de Corran y lo debilitaron lo suficiente como para caer sobre manos y rodillas. Tras él, el cuerpo de Thyne golpeó el suelo con un ruido sordo acompañado por el ligero sonido metálico de la pistola bláster bailando en la oscuridad.
Hal se agachó rodilla en tierra junto a su hijo, y luego disparó una nueva carga aturdidora contra Thyne.
-¿Estás bien, hijo?
Corran se sentó sobre sus talones.
-Lo estaré. –Se frotó un lado del cuello con su mano derecha-. Me ha hecho un hematoma para compensar el que me hizo Kast. Tener marcas de bláster en la cabeza y el cuello es una experiencia sin la que podría haber vivido.
-Mejor eso que dejar que los disparos alcancen su objetivo, como aquí nuestro amigo ha descubierto.
Corran observó a Thyne a la luz de la carabina de Hal.
El área alrededor del ojo derecho de Thyne había comenzado a hincharse, indicando dónde el disparo le había golpeado.
-¿Cómo lo has...?
Hal sonrió.
-El pequeño diamante dorado de su ojo me ofrecía un buen objetivo. Tan sólo me centré en él, dejando a un lado mi preocupación por ti tanto como pude, y disparé.
Hal miró a su padre frunciendo el ceño.
-No, eso no. Tenías el dedo fuera del gatillo y el arma se disparó de todos modos. ¿Cómo has hecho eso? ¿Es que el vapor de especia de ahí atrás te ha dado alguna especie de poder telequinético o algo?
-¿Yo, mover algo con el poder de la mente? –Hal negó con la cabeza y blandió la carabina-. Esto es un arma de disparo fácil. Al mismo tiempo que retiraba mi índice del gatillo, fui capaz de levantar el dedo corazón y golpear el gatillo con él. Nada especial ni extraño, sólo sigiloso.
A pesar de la sonrisa en el rostro de su padre y la fría lógica de su respuesta, Corran no podía desprenderse de la sensación de que su padre no le estaba diciendo toda la verdad. Probablemente no quiere que sepa la suerte que ha tenido al hacer ese movimiento, pero al menos ha tenido las agallas de hacerlo. No habría querido estar en su pellejo ni por toda la especia de la galaxia.
Hal ofreció a Corran la pistola bláster de Thyne, y luego puso a Thyne en pie y se lo echó encima del hombro.
-Puedo sentir una brisa ahí adelante. Ya casi hemos salido.
Corran recuperó su propia carabina bláster y la llevó sujetándola por la empuñadura en su mano derecha mientras llevaba la pistola bláster con la derecha, usando su linterna para iluminar su camino.
-Veo algo ahí adelante. Las estrellas y Selonia en el exterior.
Los dos agentes de SegCor salieron de la caverna con bastante facilidad. La entrada había sido bloqueada con un entramado de barrotes de hierro, formando una puerta similar a la de la prisión de la que acababan de escapar. Corran abrió la cerradura de un disparo y salió el primero a un pequeño claro con césped.
Hal dejó caer a Thyne al suelo y se llevó la carabina bláster de nuevo a las manos.
-Registrémosle a ver si lleva un comunicador. Podríamos llamar a un transporte para que nos recoja.
Corran se arrodilló sobre el cuerpo y comenzó a registrarlo cuando una voz que sonaba vagamente mecánica le espetó una orden.
-Dejad las armas, las manos arriba –dijo el primero de los ocho soldados de asalto que aparecieron como fantasmas de los árboles que rodeaban el claro. Sus armaduras blancas como esqueletos reflejando la luz de la luna hacían de ellos blancos muy fáciles. El hecho de que cada uno de ellos blandiese una carabina bláster convenció a Corran para alzar las manos. No puedo imaginarme a ninguno de ellos con el arma preparada para aturdir.
Hal dejó su carabina en tierra con cuidado.
-Soy el inspector Hal Horn y este es mi compañero, Corran Horn. Somos de SegCor. Acabamos de arrestar a Zekka Thyne.
El líder de los soldados de asalto se aproximó a Hal.
-Parece como si estuvierais tratando de ayudar a Thyne a escapar y me estuvierais mintiendo.
Corran frunció el ceño.
-Vaya conclusión más estúpida. No sé por qué llevas ese casco tan grande para protegerte la cabeza, porque está claro que lo que hay dentro no lo usas demasiado bien.
El soldado de asalto giró su arma para apuntar a Corran.
-En pie, escoria de Sol Negro.
Corran lanzó una mirada a su padre mientras se levantaba.
-Supongo que somos sus prisioneros.
El soldado de asalto negó con la cabeza.
-¿Quién ha hablado de tomar prisioneros?
Hal habló en voz baja y calmada, pero llena de intensidad y fuerza.
-Creo que preferiría una orden específica de su superior acerca de dispararnos. Creo que actuar de otro modo podría poner en serio peligro su carrera, y posiblemente su vida.
El soldado de asalto se giró hacia Hal y Corran pensó por un momento que tendría que saltar contra el hombre para evitar que disparase a Hal.
Corran también podría haberle atacado, porque había visto incontables cuerpos que habían acabado muertos por hacer comentarios que ni siquiera eran polémicos. Lo que le retuvo fue el modo en que los movimientos el hombre se ralentizaron mientras observaba a Hal.
El soldado de asalto no estaba reaccionando al tono o al desafío de las palabras, sino que estaba considerando todo su significado.
¿Nunca se acabarán las sorpresas?
Un comunicador sonó en el interior del casco del hombre y los murmullos de la conversación zumbaron en la noche. Corran sonrió y miró a su padre encogiéndose de hombros. Hal le devolvió la mirada guiñando un ojo y se permitió mostrar un inicio de sonrisa burlona.
El soldado de asalto alzó la cabeza.
-Será una espera de uno o dos minutos.
Hal asintió, y luego señaló con el pulgar hacia la boca de la caverna.
-Puede que quiera que su escuadra asegure esa caverna. Conduce a la oficina de Thyne. Su gente puede entrar por ahí y atacar las torres desde abajo, porque si comienzan los disparos, su gente morirá intentando tomar el lugar.
El soldado de asalto lo pensó durante un instante, y luego envió a la mitad de su escuadra. El trío restante se colocó vigilando el perímetro mientras su líder mantenía su bláster apuntando a Corran y a su padre.
El aire de la noche era ligeramente helado, y Corran pronto notó el hecho de que antes habían estado sudando.
-¿Le importa si bajo los brazos? Tengo algo de frío.
El soldado de asalto negó con la cabeza.
-Aún puedes tener más frío.
-Bonita noche, ¿verdad? –Corran mostró al hombre una sonrisa llena de dientes y alzó los brazos aún más.
Un soldado con el uniforme verde oliva del Ejército Imperial apareció de entre los arbustos, flanqueado por dos soldados de asalto más. El conjunto de ocho barras con cilindros de rango a cada lado que llevaba en el pecho indicaba que era un coronel.
Su mirada de ojos oscuros pasó del padre al hijo, y luego se detuvo en el cuerpo de Thyne.
-Zekka Thyne. Pueden bajar sus manos. Supongo que ustedes son los agentes de SegCor.
Hal asintió.
-Hal Horn. Este es mi hijo, Corran. Tengo un disco que me identifica en el zapato. También contiene una orden de SegCor que nos autoriza a registrar este lugar y arrestar a Thyne. Puedo sacarlo para usted, si lo desea, para demostrar quiénes somos.
-Soy el coronel Veers, y creo que ustedes son quienes dicen ser. Mi fuente indicaba que aparecerían por los alrededores, e incluso sugerían que quizá quisiéramos apoyarles. -Miró al soldado de asalto que había amenazado con matarlos-. Aparentemente, mis razones para enviar aquí a esta escuadra no se entendieron del todo.
Hal se encogió de hombros.
-Nadie ha abierto fuego, de modo que no pasa nada.
Corran señaló a Thyne.
-Nos hemos encargado de los peores. No quedan muchos más ahí dentro y, en este momento, todos deberían ser hombres de Thyne.
Hal asintió.
-Pueden usar sin problemas la zona para prácticas de tiro.
-Lo recordaré si nos dan una razón para entrar. -Veers sonrió-. ¿Por casualidad no habrán notado ningún indicio de agentes rebeldes o suministros de la rebelión ahí dentro?
-No, pero como inspector de SegCor, creo que estoy autorizado en pedir asistencia para llevar a cabo una orden de captura de sospechosos. -Hal miró a las colinas a ambos lados del valle-. Podría comprobarlo con mi oficial de enlace, pero llamar a Ciudad Crescent desde aquí podría ser imposible, de modo que supongo que tendré que apañármelas solo.
Veers agitó la cabeza.
-Lástima.
-Y que lo diga. -Hal señaló con una mano hacia la caverna-. Coronel, si usted y su escuadra quisieran ayudarme, estaría de lo más agradecido.
-Siempre estamos dispuestos a trabajar junto a los oficiales locales. -Veers asintió a Hal con la cabeza y señaló a sus soldados de asalto la oscura apertura-. Ya le habéis escuchado. No esperéis a que disparen primero, tenemos vía libre.
Los soldados de asalto avanzaron con un sonido de entrechocar armaduras.
Veers tendió a Hal un comunicador.
-Su contraseña de paso es “obra maestra”. Vaya a nuestro perímetro y tome uno de nuestros deslizadores terrestres para sacar a su prisionero de aquí.
-Gracias. -Hal, volviendo la mirada a la cueva, señaló un torrente de disparos láser verdes provenientes de una de las torres de la mansión hacia el suelo-. Parece que su guerra ha comenzado.
-Entonces vayamos rápido y acabemos con ella.
Veers se cuadró rápidamente ante ellos y salió corriendo tras sus hombres.
Corran se quedó mirando al oficial imperial.
-Pensaba que los imperiales creían en el liderazgo desde la retaguardia.
-No todos, por lo que parece. -Han agarró las manos de Thyne y se echó al hombre sobre su espalda-. Cógele de los tobillos, ¿quieres?
-Claro. -Corran agarró los tobillos de Thyne y avanzó siguiendo a su padre-. Entonces, ¿este es el fin del Sol Negro en Corellia?
-Lo dudo. No creo que dos agentes de SegCor, un puñado de contrabandistas y un cazarrecompensas que no es un cazarrecompensas sean suficientes para acabar con Sol Negro. Incluso aunque el coronel y su gente derruyan este lugar, el príncipe Xizor sigue teniendo suficiente poder y recursos para restaurarlo a su estado anterior, y tienes que saber que hay infinidad de individuos deseando ocupar el lugar de Thyne.
Corran se estremeció.
-Sí, me temo que tienes razón. Qué deprimente.
-¿Deprimente? -Hal se giró para mirar a su hijo-. No es deprimente. Mientras siga habiendo Horns para atrapar a los criminales, el príncipe Xizor puede enviar todo lo que quiera hacia nosotros.
-¿Y no encuentras deprimente esa perspectiva? -Corran le miró frunciendo el ceño-. Si no es deprimente, ¿entonces qué es?
-Creo que es obvio, hijo. -La sincera carcajada de Hal ensordeció los gemidos de los blásteres que se disparaban acá y allá-. Es el trabajo de las fuerzas de seguridad. Puede que no sea un trabajo fácil, y es peligroso gran parte del tiempo, pero es un trabajo que mantiene el mal a raya y no hay nada mejor a lo que poder dedicar tu vida.
Corran asintió y recordó un fragmento de la conversación que había tenido con Riij Winward.
-¿Y qué haremos cuando el único mal que quede en la galaxia sea el Imperio?
-Esa es una buena pregunta, Corran, una muy buena pregunta. -El cansancio pareció asomar en la voz de su padre-. Es una que cada persona debe responder por sí mismo. Sólo espero que, cuando me llegue el turno de responderla, tenga la sabiduría de elegir la respuesta correcta y la fortaleza de actuar en consecuencia.
-Yo también.
-Las tendrás, Corran, no lo dudes. -Hal asintió, guiñándole un ojo-. Cuando llegue el momento, verás la luz y aquellos que se muevan desde las sombras para enfrentarse a ti lamentarán su decisión durante lo poco que les quede de vida.