Dentro del
Laberinto
David J. Williams y Mark S. Williams
Era la madre de todas las tormentas de rayos.
Enormes chorros de plasma caóticos surgían de las
regiones polares del agujero negro, iluminando la oscuridad con zarcillos de un
brillante fuego. Sólo existía una dirección a la que dirigirse para un piloto
cuerdo: lejos, tan rápido como fuera posible.
El Halcón
Milenario aceleró sus motores y se dirigió hacia él.
Este agujero negro tampoco era el habitual. Toda
galaxia gira en torno a un vórtex supermasivo, pero ésta en particular era el
centro de la galaxia enana conocida como el Laberinto Rishi. Vastos campos de
gravitación, energía, y desechos se extendían por doquier. Quizá ese laberinto
de muerte era la razón por la que la galaxia fue llamada el Laberinto en primer
lugar. Quizá.
A Han Solo no le importaba.
Lo que sí le importaban eran los ángulos, vectores
y trayectorias de vuelo, así como el hecho de que se le había presentado un
desafío de primera magnitud, porque sólo los mejores pilotos tenían posibilidades
de atravesar el Laberinto. Eso era lo que le importaba a Solo.
Y la recompensa. Eso también.
La parte realmente molesta era que hasta ahora este
proyecto ya le había costado el precio más alto de todos: una chica. Tomando
unas copas en su bar espacial favorito en Mos Eisley, había estado así de cerca de liarse con esa fresca de
Jenny. Habían flirteado y revoloteado uno alrededor del otro durante meses y
finalmente había conseguido apartarla de su legión de admiradores, cuando el
agente se acercó a él. Norund Tac –habitual del Gremio de Minoristas y antiguo
contrabandista de brillestim- dijo que tenía una carrera que requería una mano
fría a los mandos... alguien que no sólo pudiera ocuparse del bloqueo imperial
del espacio hutt, sino que también pudiera atravesar el mismísimo centro del
Laberinto Rishi. Tac actuaba de enlace para un grupo de espaciantes que
dirigían una granja ilegal de energía en las profundidades de ese torbellino y
que necesitaban desesperadamente suministros de todo tipo: generadores de bucle
de fase, bobinas de perforadora percutora, escudos de reserva, lo habitual. El
Imperio había cerrado la ruta comercial espacial directa, así que la única
forma de llegar a los clientes era a través de una trayectoria que cruzaba los
campos de radiación peligrosamente cerca del agujero negro de la galaxia. Razón
de más para negociar un buen trato... o bien simplemente irse sin más.
Así pues, Han se resistió hasta el momento en que
Tac depositó la mitad del pago sobre la mesa y prometió un apetitoso pequeño
extra en el punto de entrega. Para cuando cerraron el trato, Jenny ya se había
marchado con Tork, el portero, y otra potencial noche de gozo se esfumó. Por la
mañana, Han y Chewie estaban a bordo del Halcón
y huyendo de un crucero imperial emperrado en evitar que saltaran fuera del
espacio hutt. Pero dar esquinazo a los imperiales era la especialidad del Halcón, y en la persecución subsiguiente
hizo honor a su reputación... aunque con algunos impactos en los escudos de
popa.
Por supuesto, esa era la parte fácil. Ahora tenían
que abrirse paso por el laberinto. Han observó mientras el ordenador del Halcón escupía los parámetros iniciales
de la ruta, calibrando toda una hueste de variables para trazar el recorrido
óptimo a través de la legión de obstáculos. Han extendió sus dedos enguantados
sobre la holocubierta y comenzó a modificar los diversos indicadores de cara a
las tareas que tenía por delante. Hace tiempo que había aprendido la lección:
reconfigurar la cubierta según las necesidades y nunca aferrarse a nada. La
flexibilidad era la clave, y Han se había asegurado de que el Halcón fuera la nave más flexible que
hubiera pilotado jamás. Para la mayoría, era simplemente otro carguero viejo y
destartalado, apenas capaz de transportar una carga lo bastante grande como
para cubrir los gastos de operación... pero para Han era mejor que tener su
propio Destructor Estelar personal. Le había introducido suficientes retoques
especiales y modificaciones únicas en su especie como para que el Halcón pudiera rivalizar con cualquier
nave contrabandista del Borde Exterior.
En la pantalla, los niveles de radiación aumentaban
rápidamente, al igual que el volumen de los gruñidos de Chewie a través de los
altavoces.
-No hay nada de qué preocuparse –dijo Han, arrastrando
las palabras.
La punzante réplica de Chewie resonó en la cabina.
Él estaba abajo, en los pasillos de acceso, realizando todavía las
comprobaciones posteriores al hipervuelo. Esperaban tener algo de tiempo
después de salir del hiperespacio y antes de entrar en el Laberinto, pero con
naves imperiales en las inmediaciones tendrían que privarse de ese lujo. Pero
de lo que Chewie no iba a privarse
era de realizar manualmente las comprobaciones. Era un tiquismiquis con las
precauciones.
A Han eso le parecía perfecto. Dado que a él le
gustaba correr riesgos adicionales, él y el wookiee se equilibraban mutuamente.
Se habían construido grandes relaciones basadas en mucho menos. Han agarró la
palanca de control y lanzó el Halcón
hacia delante, esquivando las fotosferas de las estrellas atrapadas en las
órbitas más externas del agujero negro. Algunas de esas estrellas incluso
tenían planetas que el agujero negro aún tenía que arrancar de su agarre:
pedazos de roca aferrándose a sus soles, cuya atmósfera había sido tragada hace
tiempo por las fauces que ocupaban casi todo el cielo. El rostro de Chewie
apareció en la pantalla; inclinó la cabeza hacia atrás y gruñó para indicar que
todo estaba correcto después de su salto al hiperespacio y podían proceder
según lo planeado.
-Bien –dijo Han-, porque ya lo hemos hecho. –El
wookiee protestó, pero Han se limitó a interrumpirle y seguir hablando-: Estoy
conduciéndonos ya al interior; no podemos perder más tiempo si queremos captar
esa baliza direccional cuando se active.
Ese había
sido su propio pretexto, por supuesto. Chewie no estaba muy contento con el
hecho de que ni siquiera supieran la ubicación exacta de la granja de energía
clandestina; en lugar de eso, la estación contactaría con ellos una vez que se
hubieran adentrado lo suficiente en el Laberinto como para entrar en el radio
de alcance de los comunicadores. Aunque Solo había remplazado hace años los
sensores de fábrica del Halcón por un
conjunto de uso militar, encontrar la baliza entre todas las distorsiones de
energía no sería tarea fácil. Aceleró el Halcón
a media marcha y dirigió la nave por los huecos entre los campos de radiación.
Esos campos estaban cambiando tan rápidamente que el ordenador del Halcón trabajaba duro para trazar los
vectores óptimos de vuelo... y trabajaba aún más para compensar la
interferencia en las lecturas de los instrumentos. Han miró al exterior de la
cabina mientras pasaba entre gigantescos lagos de nubes de alta energía. La
nave se sacudió conforme las fuerzas gravitacionales aumentaban... y entonces
de pronto los niveles de radiación se dispararon. El inquisitivo gruñido de
Chewie resonó por el sistema de comunicaciones. Todo lo que Han pudo hacer fue
encogerse de hombros mostrando su acuerdo.
-Aquí arriba se está calentando un poco la cosa
–dijo, e hizo que el Halcón trazara
un lento barril, dirigiendo hacia arriba el vientre de la nave, donde los
escudos estaban al máximo. Por un instante, las lecturas de radiación se
estabilizaron... y luego siguieron ascendiendo, dirigiéndose constantemente
hacia el rojo; la radiación empezaba a ser lo bastante intensa para que la
cabina estuviera en riesgo creciente. Han dejó escapar una maldición. Dado el
daño de los escudos de popa, había esperado que se diera esta circunstancia,
sólo que no tan pronto. Si se quedaba donde estaba, la radiación le cocería
desde dentro. Apagó el piloto automático y procedió a apagar algunos de los
sistemas más frágiles de la nave.
-Chewie, prepara la estación de ingeniería. Voy a
cerrar la cabina.
Sólo hicieron falta para ello otros diez segundos.
Han activó el blindaje de la cabina y procedió a salir pitando de allí,
dirigiéndose a los controles de vuelo auxiliares en la estación de ingeniería.
Abandonar la cabina le dejaba mal sabor de boca, porque tendría que pilotar la
nave usando exclusivamente los instrumentos y la holo-pantalla. Rememoró sus
días de entrenamiento de pilotaje y recordó cómo se entrecruzaban las palabras
de su antiguo instructor Alexandr Badure y del tristemente célebre táctico Adar
Tallon.
Cuando todo
lo demás falla, siempre te quedan los ojos.
Pero ahora estaba ciego. Unas pequeñas gotas de
sudor perlaron su frente. Se fueron haciendo algo más grandes cuando llegó a la
estación de ingeniería y fue recibido por el lastimero gemido de Chewbacca.
-¿Qué quieres decir con que la computadora de
navegación no funciona? –Solo se dio la vuelta, dando una patada bien ubicada a
la carcasa, y fue recompensado con las holo-pantallas cobrando vida-. ¿Ves? La
vieja chica me quiere.
Ignorando el escéptico gruñido de Chewie, configuró
al máximo la resolución de la pantalla de navegación 3D. Las pantallas de
astrogación se centraron en el agujero negro mientras desplegaban una miríada
de datos acerca de los crecientes campos de gravedad y energía. Los dedos de Han
bailaron por las pantallas táctiles, realizando ajustes microscópicos a la
trayectoria y velocidad de la nave mientras Chewie trataba de sacar a los
motores niveles de rendimiento aún mayores. Como siempre, la computadora de
navegación del Halcón anticipaba los
movimientos y suministraba las correcciones de curso según era necesario. La
computadora estaba tan sintonizada con su forma de pilotar que hacía tiempo que
Solo había empezado a pensar en ella como un tercer miembro de la tripulación.
Ahora esa confianza estaba dando sus frutos. Durante los siguientes veinte
minutos, hombre, máquina y wookiee se enfrentaron al desafío más letal de la
galaxia sin recibir daños adicionales. Al emerger por otro hueco entre los
campos de radiación, Solo volvió a escanear en busca de esa baliza.
Únicamente para encontrarse con algo completamente
distinto.
Toda la pantalla estaba bullendo de datos. Había
tantas lecturas de masa que por un instante demencial Solo creyó que estaban en
mitad de un campo de asteroides. Y entonces la holo-pantalla tomó forma: estaba
observando un gigantesco montón de escombros atrapados en una bolsa
gravitacional. El inquisitivo bramido de Chewie resonó desde la sala de
motores.
-Recibido –dijo Solo-. Es un cementerio de naves...
Pero incluso mientras decía eso, se dio cuenta de
que no era del todo cierto. Escalofríos recorrieron su espalda al darse cuenta
de qué estaba mirando realmente: no
eran fragmentos de naves destrozadas, sino más bien fragmentos de una única nave... un crucero de batalla, de
miles de metros de largo, cuya columna vertebral había sido quebrada tiempo
atrás por el impacto de los campos gravitacionales. Sin embargo, la inmensa
popa en forma de hacha de la nave parecía estar mayormente intacta, contundente
y amenazante. De forma extraña, en los registros del Halcón no parecía haber ningún dato acerca de ese tipo de nave, a
pesar de que Solo se había asegurado de que la última actualización de sistema
incluyera el compendio de naves más completo que uno pudiera encontrar en el
mercado negro. Ciertamente no era ningún tipo de nave con el que Solo se
hubiera encontrado antes, y había pocos diseños de nave a los que no se hubiera visto expuesto durante su
época en el Borde Exterior.
-¿Has visto alguna vez una nave así? –preguntó a
Chewie cuando el wookiee salió de la sala de motores de la nave, con sus gafas
de soldadura puestas y un soplete de energía en una garra. Chewie se inclinó y
echó un vistazo más de cerca... y luego emitió una serie de breves ladridos.
-¿Realmente crees que es tan antigua? –Han frunció
el ceño-. Desde luego, es una obra de ingeniería malditamente grande. Algunos
de sus sistemas aún funcionan...
Han dejó la frase a medias cuando se encendió el
avisador del ordenador de detección de amenazas, mostrando media docena de
contactos separándose de los escombros y avanzando rápidamente. Dejó escapar
una maldición en voz baja. Probablemente, sus escáneres activos los habían
activado. Pero eran demasiado pequeños para ser cazas. Lo que significaba...
-Esta nave tiene alguna clase de sistema
automatizado de defensa –murmuró.
Pero Chewbacca ya había sumado dos y dos y estaba
corriendo hacia el láser cuádruple. Solo aceleró la nave a una marcha más
elevada; mientras seguía la trayectoria de los drones que se acercaban, se dio
cuenta de que incluso un tirador de primera como Chewie se las vería en
dificultades para destruirlos. Cada dron radiaba un escudo mucho más potente de
lo que cualquier máquina de ese tamaño debería poder generar. Recordó otra de
las reglas clave de sus tutores: Olvídate de las maniobras sofisticadas...
¡limítate a ir directo a ellos! Tampoco es que tuviera alguna otra opción.
Levantó el morro del Halcón y aceleró
a fondo.
Al hacerlo, los drones se colocaron en posición de
ataque y descargaron una cegadora ráfaga de disparos de cañones bláster contra
el Halcón. Solo sintió cómo la nave
se sacudía mientras la hacía girar sobre su eje para presentar los escudos
traseros a sus atacantes. Escuchó el inconfundible sonido de los láseres
cuádruples del Halcón respondiendo.
Cuando Chewie logró un impacto directo, volando un objetivo en pedazos, las
cápsulas restantes se retiraron y se prepararon para lanzar otro ataque contra
el debilitado escudo delantero del Halcón.
Solo se dio cuenta de que iban a derribarles por pura superioridad numérica.
Como gatos-lobo acosando a su presa. Pero justo cuando se sujetaba preparándose
para los impactos, la holo-pantalla atrajo su atención con más datos. El
ordenador había descifrado las transmisiones entre los drones de defensa.
Y entre esos drones y la nave varada.
Solo soltó un juramento en voz baja. ¡La planta de
energía y los sistemas de motores principales de la antigua nave estelar
seguían aún activos! Los sensores mostraban las brillantes líneas de energía de
microondas fluyendo desde la nave, alimentando a los drones. El ordenador
estaba ocupado tratando de inutilizar esas señales de energía, pero no estaba
realizando ningún progreso. Sin embargo... una idea disparatada vino a la mente
de Solo. Tan demencial que ni siquiera se atrevía a decírsela a Chewie. Dio
unas palmaditas a la computadora de navegación del Halcón como si fuera una mascota muy querida.
-No me defraudes, pequeña.
...y entonces hizo girar bruscamente al Halcón, lanzándolo disparado más allá de
la inmensa nave. Los drones se volvieron en su persecución mientras la
computadora del Halcón trabajaba al
máximo de su capacidad, abriéndose paso con sus señales en las profundidades de
los sistemas de la nave estelar, buscando los motores de la gran bestia. Cuando
el Halcón pasó a toda velocidad
dejando atrás la gigantesca popa de la nave, los drones abrieron fuego a una
distancia demasiado corta; la silla de Han tembló mientras los escudos del Halcón pasaban al rojo. Escuchó los
airados aullidos de Chewie resonando desde la torreta del láser cuádruple. Pero
cuando los drones se acercaron para asestar el golpe fatal, la computadora del Halcón encontró lo que estaba
buscando...
-Hazlo
–dijo Han con los dientes apretados.
...y ordenó a los motores de la nave estelar gigantes
que se encendieran a plena potencia. Llamas blancas cubrieron a los drones que
les perseguían, detonándolos en una serie de destellos. Al instante siguiente,
las llamas cesaron, cuando se agotó el reactor que llevaba tanto tiempo
inactivo. Todo lo que quedaba de los drones era un montón de escombros más. El
impulso aplicado al bloque de motores de la nave estelar la hizo avanzar,
chocando contra el siguiente fragmento de naufragio, que a su vez golpeó la
siguiente sección. Se estaba organizando un desagradable efecto dominó, pero
Han no iba a quedarse esperando para verlo: activó los impulsores traseros del Halcón y salió rugiendo de la bolsa
gravitacional, de vuelta a los campos de energía. Con el nuevo impulso, ahora
se movían mucho más rápido. El agujero negro se acercaba más a cada momento,
como un telón de fondo en el que se recortaban las estrellas y la radiación, el
núcleo alrededor del cual todo giraba.
Y entonces Solo escuchó un fuerte pitido.
Al principio creyó que era otro de esos drones. Pero
el rugido triunfal de Chewie dejaba claro que no era así...
-Nos ha tocado la lotería –exclamó Solo.
Habían encontrado la baliza. Su ritmo sincopado
resonaba por los pasillos del Halcón
mientras la computadora trazaba extrapolaciones para localizar su origen: una
roca que orbitaba una estrella que a su vez estaba orbitando a menos de 1,5 Tera
metros del horizonte de sucesos del agujero negro. Las lecturas de energía
indicaban una base importante allí; fácilmente sería lo bastante grande para
aprovechar la energía del agujero negro que se cernía sobre ella como una
especie de sol demencial. Solo dejó escapar un suspiro de alivio... y se detuvo
cuando el armamento defensivo de la base se centró sobre el Halcón. El comunicador comenzó a
parpadear. Una voz incorpórea resonó por la cabina.
-Nave no identificada, identifíquese.
Solo respiró profundamente.
-Épsilon cero-cinco-seis-ocho-Z –dijo. Era la frase
en código que le habían dado en Mos Eisley, la secuencia de la que dependía
toda esta misión...
-Afirmativo –dijo la voz-. Aquí Base de Fuego Alfa.
Le recibimos, Halcón. ¿Qué tal el
viaje?
Una sonrisa torcida se extendió en el rostro de
Solo.
-De fábula, Alfa. Sin problemas. –Su voz tomó un
tono sarcástico-. Aparte de las naves imperiales que encontramos de camino y
alguna especie de nave estelar medio muerta en medio del Laberinto.
-Parece que os encontrasteis con nuestra reliquia
Sith –dijo la voz.
-¿Vuestra qué?
-La mayoría de las rutas esquivan los restos.
Siento que tomarais la que no lo hacía.
-Ya somos dos –murmuró Solo.
-Bueno... felicidades por conservar el pellejo
intacto. Os estamos autorizando para aterrizar con vector de aproximación 1.3
Zeta.
-Recibido, Alfa –dijo Solo-. ¿Sería posible que nos
preparaseis un par de vasos de T’lil T’lil para nuestra llegada?
La voz soltó una risita.
-Veremos qué se puede hacer. Alfa; cambio y fuera.
Cuando Han apagó el comunicador, la retumbante voz
de barítono de Chewie resonó por los altavoces de la nave. Han frunció el ceño.
-¿Qué quieres decir con “aumento de energía”? –Han
examinó los sensores internos y vio que efectivamente la carga delantera estaba
mostrando una extraña lectura de energía. Parecía como si pudiera ser alguna
clase de realimentación de la baliza que acababan de recibir; un eco en el
sistema. Pero cuando Solo iba a sugerir eso a Chewie, el wookiee le
interrumpió, gruñendo que se dirigía a proa, a la bodega.
-Oh, por el amor de...
Solo activó el piloto automático y corrió a las
bodegas de proa para encontrar a Chewie ya en su interior, apuntando con un
escáner de mano a una de las grandes cajas oblongas que componían la carga del Halcón. Solo abrió los ojos como platos.
-¿Viene de dentro
de esa caja? –preguntó.
El wookiee asintió. Han comenzó a tener un funesto
presentimiento. Tomó una palanca de energía y, sin más ceremonia, abrió el
sello magnético del contenedor de carga, revelando una bombona de dos metros de
largo cubierta de lo que parecían ser marcas imperiales. En la parte superior
de la bombona había un dispositivo que sólo podía ser un detonador. Y en cuanto
a la bombona propiamente dicha...
Tomó el escáner de mano de la gigantesca zarpa de
su amigo y acercó más el dispositivo. El resultado parpadeó en la pantalla:
-Baradio –dijo.
Chewie rugió con rabia. El escáner mostró más
detalles, pero Han no necesitaba leer ninguno de ellos. Había pasado suficiente
tiempo como cadete imperial para saberlo todo acerca del baradio y de la onda
desintegradora que desencadenaba su reacción de fusión.
Y ahí había lo suficiente para fracturar una
pequeña luna.
Solo golpeó el tabique de la nave con el puño. Todo
encajó en su sitio como cuando te repartían la mano perfecta en un juego de
cartas amañado. Sólo había un tipo de hombre lo bastante loco como para
ocultarse al borde de la peligrosa energía de un agujero negro: los malditos rebeldes. ¿Y qué mejor manera de
barrerlos del mapa que enviar un par de incautos que llevaran sin saberlo una
bomba en un vuelo de suministros? El departamento imperial de trucos sucios
podía anotarse un tanto más. El escáner de mano le contó el resto de la
historia: al parecer la señal de la baliza había causado estragos en el
detonador electrónico de la bomba, activándolo prematuramente. Sin duda, el
plan debía ser que se activara cuando el Halcón
llegara a la base. Ahora estaba en una cuenta atrás. ¿Pero cuánto tiempo les
quedaba?
Se escuchó un pitido en los altavoces.
-Treinta segundos para aterrizar –dijo el piloto
automático.
Han y Chewie comenzaron a moverse al mismo tiempo,
apresurándose a encerrar la bomba en su contenedor y sacarla de la bodega.
Mientras Chewie sellaba el compartimento, Han activaba la secuencia para abrir
la compuerta exterior y vaciar la carga en el espacio.
Pero el siguiente gruñido de Chewie hizo que la
sangre de Solo se helara en sus venas.
-¿Qué significa que las puertas no se abrirán?
Han apartó a Chewie de su camino y pulsó
frenéticamente el botón de anulación. La escotilla seguía negándose a abrirse.
Aparentemente, los controles de la bodega habían sido dañados; si era por la
radiación o por los impactos de los drones o del Destructor Estelar, ya no
importaba. Chewie ya se encontraba corriendo hacia la cabina, y Han se lanzó
tras él. Encontró al wookiee intentando cada secuencia y combinación posible
para conseguir abrir la escotilla. Por la ventanilla vieron surgir de la
oscuridad las inmensas superestructuras de la base mientras el Halcón realizaba su aproximación
final...
-Chewie, sácanos de aquí ahora mismo.
Chewie se deslizó en su sillón de aceleración y
apagó el piloto automático. La nave protestó y se sacudió cuando Chewie
desactivó la aproximación de aterrizaje e hizo girar el Halcón alejándose de la base. Los altavoces crepitaron.
-Alfa a Halcón,
estáis saliendo del rumbo de aproximación. ¿Qué ocurre? Repito...
-Halcón a
Alfa, estamos teniendo un pequeño problema. Cambio.
Han apagó el comunicador y se dirigió a la puerta.
El gruñido de perplejidad de Chewie le detuvo un instante.
-¿Qué crees que voy a hacer? Alguien tiene que
abrir esa compuerta de carga. Y si no puedo hacerlo desde el interior...
Chewie abrió los ojos como platos al darse cuenta
de lo que Han estaba diciendo.
-Esto será más fácil que vender agua a granjeros de
polvo en Tatooine.
El wookiee dejó escapar un atronador rugido. Han
miró a su amigo a los ojos y le ofreció la misma sonrisa que un día sería
conocida por toda la galaxia.
-Confía en mí.
El lastimero gemido de Chewie acompañó a Solo todo
el camino hasta el armario de equipo. Han recogió el viejo traje espacial de
excedentes militares, y luego trotó hasta la escotilla de acceso central y
procedió a abrochárselo. La nave se sacudía y sus paredes temblaban mientras
Chewie continuaba virando apartándose del vector de aproximación, luchando
contra la gravedad del agujero negro. Han activó el ascensor hidráulico y
sintió su vibración bajo sus pies mientras ascendía hacia el techo y repasaba
mentalmente su lista de comprobación: botas magnéticas activadas, visor
protector bajado, casco sellado. Respiró profundamente.
-Aguanta, Solo –murmuró-, o este va a ser un paseo
muy corto.
Y entonces la escotilla dorsal se abrió sobre él y
se encontró fuera, en el vacío. El agujero negro llenaba la mayor parte del
cielo, increíblemente inmenso y amenazador. A un lado se encontraba Base de
Fuego Alfa, con sus estructuras apiñándose sobre esa roca... y ahora podía ver
los sifones de energía gigantes que se extendían hacia el agujero negro,
crepitando con suficiente energía para alimentar a un millar de naves de
guerra...
Han se perdió en el panorama por un instante, y
luego se obligó a mirar únicamente al Halcón
mientras se abría camino por su superficie. Sintió el casco temblar bajo sus
pies mientras Chewie luchaba contra la atracción del agujero negro para dar a
Han tiempo de llegar a los controles manuales de la escotilla. Pero las
lecturas en el casco de Han le mostraban que no estaba avanzando lo bastante
rápido. Esa bomba iba a estallar antes de que pudiera apartarla del Halcón. No iba a conseguirlo. A menos
que hiciera algo en lo que siempre había sido el mejor.
Tomar atajos.
Solo apagó sus botas magnéticas e hizo un breve
encendido de los impulsores de su traje. El casco de la nave pasó rápidamente
bajo él mientras se concentraba en dirigirse hacia la escotilla de carga. En el
último instante, reactivó sus botas y consiguió sujetarse a un metro de
distancia de las puertas de carga antes de alcanzar el primer cerrojo externo y
tirar de él con todas sus fuerzas. Para su alivio, el cerrojo se colocó en su
posición de abierto. Mientras sus manos se cerraban sobre el segundo y último
cerrojo, el casco de la nave se agitó bajo sus pies como si fuera un ser vivo.
Se agarró mientras el Halcón aceleraba...
directamente hacia el agujero negro.
Han asintió. Chewie había comenzado su carrera. Ahora Han tenían que hacer su
parte. Tiró del último cerrojo.
No se movió.
Han cambió de posición, colocándose para poder usar
ambas manos. Pero justo cuando comenzaba a hacer fuerza, la nave se sacudió tan
violentamente que parecía que estaba partiéndose en dos. De hecho, varias
piezas del tren de aterrizaje se soltaron y volaron hacia él como metralla. Han
se lanzó cuan largo era contra el casco mientras las esquirlas metálicas le
pasaban de largo... salvo una, que dio de refilón en su mochila. Abrió los ojos
para ver el medidor de energía del traje descendiendo rápidamente hacia cero. Maldición. Se puso de nuevo en pie,
agarró los controles de la puerta con ambas manos y tiró. La palanca se liberó
y la puerta de la bodega se abrió mientras la luz se ponía en verde. Justo
cuando la energía del traje de Solo estaba entrando en la zona roja...
De pronto, se encontró flotando fuera del casco; no
había energía en sus botas. Las fauces del agujero negro tiraban de él
inexorablemente. Al girar por la oscuridad, vio cómo el Halcón se alejaba a toda velocidad... y luego giraba de pronto,
levantando el morro bruscamente cuando el contenido de la bodega salía al
exterior. El Halcón giró alejándose
del agujero negro mientras los contenedores expulsados alcanzaban su borde,
justo en el momento en el que estallaba la bomba: toda la luz y la energía de
la inmensa explosión fue atraída más allá del horizonte de sucesos en un único
instante y se desvaneció en la oscuridad.
Han sonrió.
Comenzaba a tener dificultades para respirar.
Al menos Chewie lo había logrado. Se preguntó si él
llegaría a ese horizonte de sucesos antes de quedarse sin aire. Esperaba que
sí.
Sería una forma horrible de morir.
Pero entonces vio otra luz reflejada en su visor:
el brillante destello de los motores del Halcón.
Chewie había dado media vuelta a la nave y la traía de vuelta hacia Solo,
acercándose en un ángulo que le permitía no tener que cruzar ese horizonte
letal, girando a lo loco para ganar velocidad y maniobrabilidad. Por un momento
parecía que el Halcón iba a chocar de
lleno contra Solo... Pero en el último momento, la nave detuvo sus giros y
activó su rayo tractor, atrayendo a Solo directamente hacia las puertas de
carga que seguían abiertas. Solo se acurrucó formando una bola al entrar. Y
entonces las puertas exteriores se cerraron.
Las puertas interiores se abrieron. Han se quitó el
casco mientras el Halcón se alejaba
acelerando. No podía parar de reír. Siempre había pensado que era un piloto
asombroso, pero una vez más su socio wookiee le había demostrado que él era más
de lo que se veía a simple vista. Han seguía riéndose cuando un nervioso
Chewbacca entró corriendo en la sala, levantando a Solo en un abrazo de
wookiee.
-No pasa nada, colega. Estoy bien... gracias a ti.
Chewie le dejó en el suelo, pero aún seguía
manteniendo en pie a un ligeramente aturdido Solo. Han dio un paso atrás y
estiró las piernas.
-Bueno... Supongo que después de que entreguemos lo
que queda del cargamento, podemos volver y tener una o dos palabras con Tac.
¿Qué tal te suena eso?
La atronadora risa de Chewie resonó por toda la nave.
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