La caza del
gorach
Jeff Grubb
Parella el hutt, cazador extraordinario, extendió
un brazo pesado pero suave y pulsó el sello de activación del holograbador de
su nave.
-Diario de Expedición 2435: Estoy en el planeta
Lowick, cazando al esquivo gorach. Mi presa es una criatura brutal y taimada, e
incluso ahora encuentro difícil creer que sus ancestros gobernaran esta
agrupación de mundos. He untado muchos seudópodos para rastrear a este
espécimen, y ahora, en los grandes pantanos lluviosos de este mundo, espero con
ansias una desafiante caza antes de entregar la bestia a su inevitable destino
y colgar su cabeza en mi muro de trofeos. Volveré a informar cuando haya
completado mi triunfo.
Parella apagó el holograbador, se quitó su bata de
hisp-seda, y se retiró a la armería de la nave, donde sus droides ya tenían
preparada su armadura. Según los informes, el gorach era fuerte y rápido, de
modo que el hutt eligió una armadura de cuerpo entero consistente en placas
superpuestas de cobre de Ruusan, que recorrían desde el nacimiento de su cuello
rodeado de grasa hasta la punta de su cola. Un pesado casco se asentó
firmemente en su posición al cuello de la armadura, y su visor de datos cobró
vida en el interior.
Sus dedos pulsaron un interruptor y una pared
interior de la nave se deslizó a un lado, mostrando toda clase de pistolas,
carabinas y rifles bláster, junto con una selección de armas de combate cuerpo
a cuerpo. Esta iba a ser una caza al estilo tradicional, una que pusiera a
prueba tanto el ingenio como los músculos. Eligió una carabina bláster con una
larga vibrobayoneta sujeta en la punta, al estilo de los cazadores taloron.
Parella aseguró la nave, activó sus defensas
pasivas, y luego desplegó la rampa de aterrizaje y descendió a la superficie
del planeta. El terreno era suave y musgoso y cedía ligeramente conforme su
cuerpo pesadamente acorazado avanzaba reptando. Su guía oficial, proporcionado
por el asentamiento más cercano en esta región salvaje olvidada por Ardos, le
esperaba. Por supuesto, era un pa’lowick; cuerpo esférico y moteado que
descansaba sobre dos piernas zancudas, pedúnculos oculares alzados con
curiosidad, y boca en el extremo de un hocico alargado, fruncida en un mohín de
aparente desaprobación.
-Soy Kashina Furt –dijo el pa’lowick-. Supongo que
usted es Parella el hutt.
-Parella el Cazador
–corrigió Parella-. Cuando estoy de cacería, prefiero ese apelativo.
El pa’lowick emitió un sonido que parecía un cuerno
kloo con resfriado.
-Soy su enlace oficial para su cacería. ¿Busca a
nuestro legendario simio del pantano?
-Sí –dijo Parella-. Aunque conozco a la bestia por
otro nombre. Es un gorach. Lo encontraré aquí.
Otra vez ese sonido resoplante de cuerno horn.
-¿Está usted seguro? Esta parte de nuestro mundo
está mayormente deshabitada, salvo por algún ocasional cazador de patos.
Parella asintió.
-Sí, pero esos tramperos han extendido la leyenda
de vuestro simio del pantano. De cuatro brazos, cabello como musgo, luminosos
ojos amarillos, de color pálido y verdusco, del doble de tu tamaño. Es un gorach.
Kashina Furt hizo otro ruido, y Parella estaba
seguro de que era desaprobación.
-Nuestro simio del pantano responde a esa
descripción, pero eso no significa que sea su gorach. Los mismos gorach son una
leyenda.
-Una gran leyenda –dijo Parella-. Eran guerreros
poderosos, brutales bárbaros estelares que se trasladaban de planeta en
planeta, pidiendo tributos y subyugando a poblaciones enteras a su paso. Al
final, dominaban una docena de sistemas en sus garras, antes de desmoronarse en
una guerra civil y que las especies de sus súbditos se alzaran contra ellos. Es
una lección para todos los gobernantes: ante la primera señal de debilidad, la
especie inferior se rebelará.
El pa’lowick no dijo nada, y Parella se dio cuenta
de que los pa’lowick eran una de esas “especies inferiores” descritas en las
leyendas. Los gorach habían gobernado allí.
-La ubicación es buena –continuó Parella-, las
descripciones son adecuadas; encontraremos al gorach aquí.
-La época de la supuesta ascensión gorach fue hace
milenios –dijo el pa’lowick-. No creo que una comunidad de aspirantes a
conquistadores haya permanecido oculta.
-No creo que haya una comunidad –dijo el hutt-. Las
historias de los gorach dicen que no envejecen, y que sólo mueren con
violencia. Creo que lo que habéis estado relatando durante siglos es una única
bestia. La someteré, y colocaré su cuerpo disecado en mi recibidor. Será una
pieza de arte que mis colegas hutt puedan admirar mientras les obsequio con el
relato de la cacería.
El pa’lowick hizo un ruido para quejarse, pero el
horizonte tras él estalló con un destello de luz. Se volvió para ver las bolas
de fuego que se alzaban sobre los árboles banyak y los mangles, y la oleada del
trueno pasó barriéndoles.
-¿Qué ha sido eso? –consiguió decir el pa’lowick.
-Eso –dijo Parella-, son mis batidores, dirigiendo
la presa hacia nosotros. Vamos. Comienza la caza.
Se escuchó un agudo chirrido cuando los batidores
de Parella –drones armados con dardos incendiarios- pasaron a toda velocidad
sobre sus cabezas y regresaron para realizar otra pasada. Volaban en formación
de arco, dirigiendo la vida salvaje hacia Parella y su nave.
-¡Va a matar a todo lo que hay en el pantano!
–gritó el pa’lowick.
-A algunas cosas, sí –dijo el hutt-. Tal vez a la
mayoría de las cosas. Cosas que, para empezar, serían una presa insuficiente,
indignas de ser cazadas. Pero si el gorach está aquí, y es el gorach lo que
busco, nada tan básico como un bombardeo masivo lo derrotará. Tal vez quieras
permanecer detrás de mí.
Los primeros ejemplares de vida salvaje llegaron
junto a ellos. Primero llegaron los alados; pesados patos marlello aleteando
desesperadamente para adelantar a las llamas, perseguidos por halcones de los
pantanos de escamas verdes, divididos entre el deseo de cazar a sus presas y el
temor a perder sus propias vidas. Serpientes corredoras atravesaban la hierba
alta y lagartos navegantes avanzaban casi danzando sobre sus patas traseras,
esperando alcanzar suficiente velocidad para extender las membranas nerviosas
bajo sus brazos y salir planeando hacia delante. Luego llegaron los
cuadrúpedos: zorros de deshielo y ciervos de cola de gato. Un gigantesco lobo
almizclero con unas astas de doce puntas corrió a refugiarse a su derecha. A su
pesar, Parella levantó su carabina, pero se reprimió. Estaba esperando otra
presa.
Y de pronto apareció, iluminado a contraluz por el
matorral ardiente. Era más alto que largo era el hutt, fuertemente musculado.
Era bípedo, con cuatro brazos montados en un ancho torso. Gruesos mechones de
pelo colgaban de sus brazos y piernas, formando una gruesa capa sobre su amplio
pecho. Alrededor de su cabeza oscilaban trenzas como si fueran serpientes. Sus
grandes ojos brillaban como lámparas, reflejando las llamas que le rodeaban. El
gorach.
La criatura los vio de pie ante la nave, y sus ojos
se cruzaron con los de Parella. Las demás criaturas se apartaron ante los
cazadores, menos preocupados por ellos que por el fuego que les perseguía, pero
el hutt se dio cuenta de que ésta había comprendido al instante lo que estaba
ocurriendo. Que el camino obvio a la seguridad conducía a la muerte. Se giró y
se dirigió a la derecha de Parella, siguiendo la línea de las propias llamas,
con sus trenzas musgosas agitándose en el viento caliente.
Parella alzó su bláster y disparó a la silueta en
movimiento que se recortaba a contraluz de las llamas. Le dio una vez en la
pierna y la bestia dio un traspié, pero el disparo no le paralizó. En cambio,
el gorach redobló sus esfuerzos y pronto
estuvo envuelto en el humo de las llamas de los batidores.
Detrás del Parella, el pa’lowick gimoteó algo.
-Ven –dijo el hutt-. Esto promete ser una cacería
excelente.
El ancho cuerpo del hutt aplastó suavemente la
hierba del pantano, incluso con la armadura pesada que Parella llevaba puesta,
y los charcos poco profundos no fueron impedimento para que avanzara
persiguiendo a su presa, tan grácilmente como una de las serpientes corredoras
que habían escapado antes del fuego. El terreno era blando y pantanoso, y sólo
mantenían las huellas del gorach por un tiempo muy breve, pero era suficiente.
Parella encontró el rastro y, sí, había alcanzado a su presa en la extremidad
inferior derecha. Las pisadas mostraban que estaba cojeando.
Parella frunció el ceño y subió el nivel de
descarga de su bláster. Un disparo como ese habría abatido a un wookiee, pero
sólo había incomodado al gorach. La nueva configuración tendría menor alcance
pero más fuerza.
A la estela del hutt, Kashina Furt se esforzaba por
seguir el ritmo.
-El pantano sigue ardiendo –farfulló, con su
hocico-boca prensil flexionándose nerviosamente-. Deberíamos esperar a que se
apague el fuego antes de seguir.
-Si esperamos, le perdemos –dijo Parella-. La
bestia sabe que la estamos cazando. Está buscando un lugar para ocultarse. En
su guarida, si está lo bastante cerca.
-Cómo... –dijo el pa’lowick, jadeando-. ¿Cómo lo
sabes?
-Porque eso es lo que yo haría –dijo Parella-. Una
vez, hace mucho tiempo, los ancestros de esa criatura gobernaron con crueldad
inmisericorde. Tales gobernantes debían ser conscientes de que en cualquier
momento les esperaba una potencial traición. El ansia de supervivencia está en
su sangre. Esta criatura sabe ahora que está siendo cazada, y cada neurona de
su ingenio está dedicada ahora a la auto-conservación. Ve a un rival superior.
Encontrará un lugar para esconderse y esperará que perdamos interés en la
persecución.
-Yo ya he perdido interés –dijo el pa’lowick, pero
si Parella llegó a oírle, el hutt no dijo nada.
Los incendios de los drones batidores ya se habían
extinguido, convirtiendo las lianas colgantes de los árboles banyak en
humeantes sogas de ceniza. El cielo sobre ellos estaba negro y lleno de humo, y
el aire sabía a ceniza y euforia en la lengua de Parella. El hutt se detuvo y
examinó la tierra, y luego dio media vuelta.
-Ha cambiado de dirección –dijo el cazador,
señalando el barro blando-. Aquí. Ahí es cuando se acabó el pánico. Cuando
comenzó a razonar de nuevo. Ves, ahora ha avanzado cruzando este arroyo, lo
mejor para engañar a los perseguidores.
Avanzó sin volverse a mirar si el pa’lowick le
estaba siguiendo.
-Sí, vino por aquí –continuó Parella-. Fíjate que
los juncos son más densos por aquí. Podemos ver qué camino siguió, pero tiene
más cobertura. Yo trataría de pasar desapercibido y no ofrecer un blanco para
un bláster. Tal vez incluso preparar una...
La siguiente palabra era “emboscada”, y era una
palabra acertada. La inmensa forma del gorach se alzó de la maleza, con un
bastón en cada una de sus cuatro manos. No, bastones no. Lanzas; toscamente
construidas, usando piedras afiladas como puntas.
Parella levantó su carabina bláster, disparando al
mismo tiempo que lo hacía. El gorach lo estaba esperando, y lanzó
inmediatamente sus lanzas. Parella bloqueó una con su vibrobayoneta, y la tosca
madera de la lanza repiqueteó contra la carcasa de la carabina. Dos lanzas más
se perdieron lejos hacia la derecha.
Y entonces la presa había desaparecido, oculta una
vez más en los elevados juncos que susurraban a su paso. Fue entonces cuando se
dio cuenta de que tenía una de las lanzas clavada.
O, más bien, clavada en las placas frontales de su
armadura. La miró con curiosidad. La punta de la lanza parecía ser pedernal
tallado a mano, pero afilado hasta tal punto que había abierto una grieta en la
carcasa de cobre.
Arrancó la lanza de la armadura, y le costó un
esfuerzo. La punta de la lanza casi había atravesado la propia armadura. Era
asombroso que hubiera logrado tal cosa.
-Esta armadura proporciona una protección casi
insuficiente –murmuró Parella-. Voy a tener unas palabras con el fabricante
cuando termine esta cacería. Tal vez una armadura de batalla completa habría
sido más adecuada.
-¿Significa eso que nos volvemos? –trinó Kashina
Furt. Se había refugiado en la espalda acorazada del hutt durante la lucha.
Parella se encogió profundamente de hombros e hizo
que el guía bajara de donde se había subido.
-Muy al contrario. Este salvaje bien merece una
caza decente. ¿Qué hay más adelante?
El pa’lowick pulsó su holomapa.
-Hay algunas colinas más allá –dijo-. Sin
habitantes. Sin habitantes pa’lowick, quiero decir.
Parella gruñó mientras se deslizaba detrás de su
presa, como si la afirmación de Kashina Furt supusiera alguna diferencia.
-Delante de nosotros encontraremos la guarida de la
criatura. Nos está llevando a un campo de batalla de su elección.
El terreno se convirtió en una ondulante alfombra
de colinas rota por franjas de barro cubiertas de juncos. El agua fluía en
túrgidos y anchos arroyos que cortaban peligrosamente las colinas en cada
recodo. Ahora había más árboles banyak, cubiertos de lianas. Habían salido de
la región quemada, pero el aire aún olía a ceniza.
Parella avanzaba ahora más lentamente, deteniéndose
a menudo en los parches de barro para determinar si el gorach había pasado por
ellos, acercándose con cautela a cada conjunto de gruesos juncos. Por su parte,
el guía pa’lowick se mantuvo cerca del pesado hutt, saltando con cada chasquido
de la maleza.
-Allí –dijo el hutt, señalando con la carabina
bláster-. Eso debe de ser su guarida.
En lo alto de la colina descansaba un gran árbol
banyak, más grande con los demás, con sus nudosas raíces retorcidas formando
una amplia plataforma, expuesta por la erosión. Su copa cubierta de lianas
bloqueaba el cielo y se cernía cerca de un acantilado desde el que se dominaba
una amplia extensión de barro.
-¿Por qué allí? –graznó el guía.
-Domina los accesos locales –comenzó a decir el
hutt-. Está seco y por encima del nivel del agua. Buen drenaje. Fácil de
guardar.
El cazador miró a su alrededor, pero no había ni
rastro del gorach. Tampoco es que hubiera rastro de cualquier otra forma de
vida; el resto de animales había escapado de la zona.
Parella el Cazador avanzó lentamente hacia el
árbol, rodeándolo desde una respetable distancia. Entonces dejó escapar una
profunda risa atronadora.
-¡Ahí! –dijo-. ¡Su madriguera!
Al otro lado del árbol cubierto de lianas había un
gran agujero excavado en la tierra, que desaparecía en la oscuridad. Parella
calculó que rozaría los hombros del gorach al entrar y salir. Si era así, un
hutt acorazado entraría de forma muy justa.
Kashina se asomó desde un lado del hutt.
-¿Cree que esta ahí dentro?
-Probablemente –dijo el cazador-. Y también es
probable que tenga toda clase de trampas primitivas. Pozos. Jaulas-trampa. Tal
vez incluso navajas con resorte cubiertas de veneno.
-Qué… -Kashina Furt frunció los labios de su
probóscide-. ¿Qué va a hacer, entonces?
-Enviar al guía –dijo el hutt, y atrapó los labios
extendidos del pa’lowick con una gruesa mano carnosa. Levantó en vilo a la
pequeña criatura y le arrojó por el agujero.
No se escuchó saltar ninguna trampa, ningún grito
repentino interrumpido por el sonido de dagas atravesando la carne del
pa’lowick. Se escuchó un suave gemido en la oscuridad, pero nada más.
Parella hizo una mueca.
-¿Ves algo? –gritó.
Puede que Kashina Furt respondiera, pero Parella
escuchó algo moverse desde el otro lado del árbol. Inmediatamente, su arma
estuvo preparada, mientras el gorach aparecía, blandiendo un nuevo juego de
lanzas con punta de pedernal. Descargó dos de esas lanzas contra Parella
mientras este disparaba. Los disparos grabaron un grafiti letal en el costado
del árbol, y Parella escuchó lo que supuso que era un grito cuando uno de sus
disparos de energía de menor alcance dio en su objetivo.
El hutt se dirigió rápidamente al otro lado del
árbol, deseando que su presa no tratase de huir de nuevo de vuelta al pantano. La
suerte estaba con él, porque el gorach había retrocedido, hacia el borde del
barranco. Seguía de pie, pero una retorcida columna de humo salía de su peludo
costado y las puntas de sus gruesas trenzas entrelazadas estaban en llamas. Aún
tenía dos lanzas en sus manos derechas, pero se dio cuenta de que uno de los
brazos estaba seriamente chamuscado, y el gorach se estaba agarrando ese
costado con sus restantes brazos sanos. Parella sonrió y levantó su bláster.
-Una buena caza –dijo-. No la mejor que he tenido,
pero serás un trofeo valioso.
Apretó el gatillo de su bláster...
...y no ocurrió nada. Fue entonces cuando Parella
se dio cuenta de que un fragmento de pedernal, afilado hasta el punto de que
podía fracturar el metal, se había alojado en la carcasa de su carabina. El
gorach había dado a su objetivo después de todo.
Entonces el gorach se rio, y era una risa poderosa
y ululante. El hutt pudo escuchar en esa risa ecos de su pasado sangriento, de
su ruin imperio bañado de sangre. Incluso ahora, la criatura se negaba a
someterse a sus mejores.
Parella también rio, y cargó hacia delante,
poniendo todo su peso en la vibrobayoneta. Puede que la carabina le hubiera
fallado, pero la punta afilada aún podría apartar las puntas afiladas del
defensor y golpear su objetivo.
Si el gorach elegía usar sus lanzar para recibir la
carga.
Pero no lo hizo. En lugar de eso, la poderosa
criatura saltó hacia arriba y se agarró a las lianas del árbol banyak. Se
balanceó hacia el follaje mientras el hutt enfurecido alcanzaba el borde del
barranco, que tembló y se derrumbó bajo su peso adicional.
Parella maldijo mientras se deslizaba por el
costado del barranco en un torrente de barro y rocas sueltas. El gorach había
elegido sabiamente su campo de batalla. Conocía el mejor lugar para enfrentarse
a un rival con armadura pesada.
El hutt, atrapado en la avalancha, chochó contra la
superficie de barro en la base del barranco. Furioso y avergonzado, el hutt se
dio la vuelta para alcanzar la orilla, pero las placas acorazadas de su panza
no encontraban agarre suficiente en el fango. Aún peor: estaba comenzando a
hundirse en el lodazal. Se revolvió, pero era incapaz de flotar con su pesada
armadura de cobre. Miró hacia arriba, al árbol banyak, y aunque no podía ver a
su presa, podía escuchar la ululante risa del gorach. Y entonces el fango
cubrió las ranuras de sus ojos y su boca. El ulular persistió por un largo
instante, y entonces las lianas del árbol banyak se agitaron y el gorach
descendió ágilmente desde el follaje. Bajó con cuidado hacia la base del
barranco, teniendo cuidado con sus extremidades heridas. Todo lo que era
visible ahora era el casco acorazado del hutt, asomando como una piedra de la
superficie del pozo de lodo. El gorach alzó su última lanza y, con un gran
esfuerzo, la arrojó al casco con suficiente fuerza para atravesarlo junto con
el hutt que estaba debajo.
En lugar de eso, el casco resonó con un sonido
hueco y grave. El lodo burbujeó y salió despedido con la forma cubierta de
barro del hutt, que ahora estaba desnudo tras dejar su armadura atrás como un
señuelo. Sin embargo, Parella aún guardaba su vibrobayoneta, y la lanzó
atravesando el centro del torso del gorach. La sorprendida criatura cayó de
espaldas en la orilla, y el hutt se encontró sobre él en un instante,
aplastando sus piernas heridas bajo su masa, manteniéndolo quieto mientras lo
apuñalaba una segunda vez. El gorach continuó debatiéndose, y Parella lo
apuñaló una tercera vez, y sólo entonces cesaron sus espasmos y la luz se apagó
en sus luminosos ojos.
Parella se apartó por completo del pozo,
sacudiéndose la mayor parte del grueso fango. Dispuso el cuerpo de su presa lo
mejor que pudo con la vibrobayoneta y se lo echó sobre los hombros. Pensó que
probablemente no habría necesitado apuñalarlo una tercera vez, pero eso ya era
problema de su taxidermista.
Ya casi había caído la noche cuando Parella llegó a
su nave con su carga mortal. Puso al máximo los chorros de su ducha personal,
pero el vapor caliente no fue de demasiada ayuda para quitarse los restos del
pantano lowickiano. Se introdujo en una pesada bata, se sirvió una fuerte
infusión de hierbas, y se recostó junto a su holograbador.
-Diario de Expedición 2436 –comenzó. Entonces
escuchó a alguien que le llamaba por su nombre, desde fuera de la nave. Hizo
descender la rampa de aterrizaje y vio al guía pa’lowick de pie en las
crecientes sombras.
-¡Está vivo! –dijo Kashina Furt.
-La caza ha terminado –dijo el hutt-. Tus esfuerzos
serán recompensados.
-Me desmayé cuando me arrojó por el agujero –gorjeó
el pa’lowick-, pero cuando me desperté, me encontré en su guarida. Se había
marchado, ¡pero era su guarida! ¡Su guarida!
-¡Está llena de arte! ¡Esculturas hechas de piedra, cerámica sencilla y
gemas de fuego! ¡Lo que encontré allí es una cueva de tesoros! ¡Eran las cosas
más hermosas que he visto jamás!
-Así que el gorach robaba objetos brillantes –dijo el hutt, entrecerrando
los ojos con suspicacia hasta convertirlos en estrechas ranuras.
-¡No! –exclamó el pa’lowick-. ¡Encontré las herramientas del gorach! ¡Y
sus modelos! Era él quien creaba su arte. No era ningún tirano asesino de
mundos... ¡era un artista! ¡El mayor artista que jamás he visto! Usted... –El
guía vaciló, y miró al hutt-. Usted no le ha matado, ¿verdad?
Parella bajó la mirada hacia el pequeño pa’lowick.
-La caza ha terminado –repitió-. Tus esfuerzos
serán recompensados.
El pa’lowick se quedó allí inmóvil, incapaz de responder, y Parella
volvió a levantar la rampa de aterrizaje. Regresó junto a su té, que se
enfriaba, y pulsó la tecla de grabación.
-Diario de Expedición 2436 –dijo el hutt, e hizo una larga pausa,
pensando en la figura inerte del artista en su cámara de estasis.
-Nada que informar –dijo entonces, y apagó el grabador.
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