lunes, 10 de marzo de 2014

La caza del gorach

La caza del gorach
Jeff Grubb

Parella el hutt, cazador extraordinario, extendió un brazo pesado pero suave y pulsó el sello de activación del holograbador de su nave.
-Diario de Expedición 2435: Estoy en el planeta Lowick, cazando al esquivo gorach. Mi presa es una criatura brutal y taimada, e incluso ahora encuentro difícil creer que sus ancestros gobernaran esta agrupación de mundos. He untado muchos seudópodos para rastrear a este espécimen, y ahora, en los grandes pantanos lluviosos de este mundo, espero con ansias una desafiante caza antes de entregar la bestia a su inevitable destino y colgar su cabeza en mi muro de trofeos. Volveré a informar cuando haya completado mi triunfo.
Parella apagó el holograbador, se quitó su bata de hisp-seda, y se retiró a la armería de la nave, donde sus droides ya tenían preparada su armadura. Según los informes, el gorach era fuerte y rápido, de modo que el hutt eligió una armadura de cuerpo entero consistente en placas superpuestas de cobre de Ruusan, que recorrían desde el nacimiento de su cuello rodeado de grasa hasta la punta de su cola. Un pesado casco se asentó firmemente en su posición al cuello de la armadura, y su visor de datos cobró vida en el interior.
Sus dedos pulsaron un interruptor y una pared interior de la nave se deslizó a un lado, mostrando toda clase de pistolas, carabinas y rifles bláster, junto con una selección de armas de combate cuerpo a cuerpo. Esta iba a ser una caza al estilo tradicional, una que pusiera a prueba tanto el ingenio como los músculos. Eligió una carabina bláster con una larga vibrobayoneta sujeta en la punta, al estilo de los cazadores taloron.
Parella aseguró la nave, activó sus defensas pasivas, y luego desplegó la rampa de aterrizaje y descendió a la superficie del planeta. El terreno era suave y musgoso y cedía ligeramente conforme su cuerpo pesadamente acorazado avanzaba reptando. Su guía oficial, proporcionado por el asentamiento más cercano en esta región salvaje olvidada por Ardos, le esperaba. Por supuesto, era un pa’lowick; cuerpo esférico y moteado que descansaba sobre dos piernas zancudas, pedúnculos oculares alzados con curiosidad, y boca en el extremo de un hocico alargado, fruncida en un mohín de aparente desaprobación.
-Soy Kashina Furt –dijo el pa’lowick-. Supongo que usted es Parella el hutt.
-Parella el Cazador –corrigió Parella-. Cuando estoy de cacería, prefiero ese apelativo.
El pa’lowick emitió un sonido que parecía un cuerno kloo con resfriado.
-Soy su enlace oficial para su cacería. ¿Busca a nuestro legendario simio del pantano?
-Sí –dijo Parella-. Aunque conozco a la bestia por otro nombre. Es un gorach. Lo encontraré aquí.
Otra vez ese sonido resoplante de cuerno horn.
-¿Está usted seguro? Esta parte de nuestro mundo está mayormente deshabitada, salvo por algún ocasional cazador de patos.
Parella asintió.
-Sí, pero esos tramperos han extendido la leyenda de vuestro simio del pantano. De cuatro brazos, cabello como musgo, luminosos ojos amarillos, de color pálido y verdusco, del doble de tu tamaño. Es un gorach.
Kashina Furt hizo otro ruido, y Parella estaba seguro de que era desaprobación.
-Nuestro simio del pantano responde a esa descripción, pero eso no significa que sea su gorach. Los mismos gorach son una leyenda.
-Una gran leyenda –dijo Parella-. Eran guerreros poderosos, brutales bárbaros estelares que se trasladaban de planeta en planeta, pidiendo tributos y subyugando a poblaciones enteras a su paso. Al final, dominaban una docena de sistemas en sus garras, antes de desmoronarse en una guerra civil y que las especies de sus súbditos se alzaran contra ellos. Es una lección para todos los gobernantes: ante la primera señal de debilidad, la especie inferior se rebelará.
El pa’lowick no dijo nada, y Parella se dio cuenta de que los pa’lowick eran una de esas “especies inferiores” descritas en las leyendas. Los gorach habían gobernado allí.
-La ubicación es buena –continuó Parella-, las descripciones son adecuadas; encontraremos al gorach aquí.
-La época de la supuesta ascensión gorach fue hace milenios –dijo el pa’lowick-. No creo que una comunidad de aspirantes a conquistadores haya permanecido oculta.
-No creo que haya una comunidad –dijo el hutt-. Las historias de los gorach dicen que no envejecen, y que sólo mueren con violencia. Creo que lo que habéis estado relatando durante siglos es una única bestia. La someteré, y colocaré su cuerpo disecado en mi recibidor. Será una pieza de arte que mis colegas hutt puedan admirar mientras les obsequio con el relato de la cacería.
El pa’lowick hizo un ruido para quejarse, pero el horizonte tras él estalló con un destello de luz. Se volvió para ver las bolas de fuego que se alzaban sobre los árboles banyak y los mangles, y la oleada del trueno pasó barriéndoles.
-¿Qué ha sido eso? –consiguió decir el pa’lowick.
-Eso –dijo Parella-, son mis batidores, dirigiendo la presa hacia nosotros. Vamos. Comienza la caza.
Se escuchó un agudo chirrido cuando los batidores de Parella –drones armados con dardos incendiarios- pasaron a toda velocidad sobre sus cabezas y regresaron para realizar otra pasada. Volaban en formación de arco, dirigiendo la vida salvaje hacia Parella y su nave.
-¡Va a matar a todo lo que hay en el pantano! –gritó el pa’lowick.
-A algunas cosas, sí –dijo el hutt-. Tal vez a la mayoría de las cosas. Cosas que, para empezar, serían una presa insuficiente, indignas de ser cazadas. Pero si el gorach está aquí, y es el gorach lo que busco, nada tan básico como un bombardeo masivo lo derrotará. Tal vez quieras permanecer detrás de mí.
Los primeros ejemplares de vida salvaje llegaron junto a ellos. Primero llegaron los alados; pesados patos marlello aleteando desesperadamente para adelantar a las llamas, perseguidos por halcones de los pantanos de escamas verdes, divididos entre el deseo de cazar a sus presas y el temor a perder sus propias vidas. Serpientes corredoras atravesaban la hierba alta y lagartos navegantes avanzaban casi danzando sobre sus patas traseras, esperando alcanzar suficiente velocidad para extender las membranas nerviosas bajo sus brazos y salir planeando hacia delante. Luego llegaron los cuadrúpedos: zorros de deshielo y ciervos de cola de gato. Un gigantesco lobo almizclero con unas astas de doce puntas corrió a refugiarse a su derecha. A su pesar, Parella levantó su carabina, pero se reprimió. Estaba esperando otra presa.
Y de pronto apareció, iluminado a contraluz por el matorral ardiente. Era más alto que largo era el hutt, fuertemente musculado. Era bípedo, con cuatro brazos montados en un ancho torso. Gruesos mechones de pelo colgaban de sus brazos y piernas, formando una gruesa capa sobre su amplio pecho. Alrededor de su cabeza oscilaban trenzas como si fueran serpientes. Sus grandes ojos brillaban como lámparas, reflejando las llamas que le rodeaban. El gorach.
La criatura los vio de pie ante la nave, y sus ojos se cruzaron con los de Parella. Las demás criaturas se apartaron ante los cazadores, menos preocupados por ellos que por el fuego que les perseguía, pero el hutt se dio cuenta de que ésta había comprendido al instante lo que estaba ocurriendo. Que el camino obvio a la seguridad conducía a la muerte. Se giró y se dirigió a la derecha de Parella, siguiendo la línea de las propias llamas, con sus trenzas musgosas agitándose en el viento caliente.
Parella alzó su bláster y disparó a la silueta en movimiento que se recortaba a contraluz de las llamas. Le dio una vez en la pierna y la bestia dio un traspié, pero el disparo no le paralizó. En cambio, el gorach redobló sus esfuerzos y pronto  estuvo envuelto en el humo de las llamas de los batidores.
Detrás del Parella, el pa’lowick gimoteó algo.
-Ven –dijo el hutt-. Esto promete ser una cacería excelente.
El ancho cuerpo del hutt aplastó suavemente la hierba del pantano, incluso con la armadura pesada que Parella llevaba puesta, y los charcos poco profundos no fueron impedimento para que avanzara persiguiendo a su presa, tan grácilmente como una de las serpientes corredoras que habían escapado antes del fuego. El terreno era blando y pantanoso, y sólo mantenían las huellas del gorach por un tiempo muy breve, pero era suficiente. Parella encontró el rastro y, sí, había alcanzado a su presa en la extremidad inferior derecha. Las pisadas mostraban que estaba cojeando.
Parella frunció el ceño y subió el nivel de descarga de su bláster. Un disparo como ese habría abatido a un wookiee, pero sólo había incomodado al gorach. La nueva configuración tendría menor alcance pero más fuerza.
A la estela del hutt, Kashina Furt se esforzaba por seguir el ritmo.
-El pantano sigue ardiendo –farfulló, con su hocico-boca prensil flexionándose nerviosamente-. Deberíamos esperar a que se apague el fuego antes de seguir.
-Si esperamos, le perdemos –dijo Parella-. La bestia sabe que la estamos cazando. Está buscando un lugar para ocultarse. En su guarida, si está lo bastante cerca.
-Cómo... –dijo el pa’lowick, jadeando-. ¿Cómo lo sabes?
-Porque eso es lo que yo haría –dijo Parella-. Una vez, hace mucho tiempo, los ancestros de esa criatura gobernaron con crueldad inmisericorde. Tales gobernantes debían ser conscientes de que en cualquier momento les esperaba una potencial traición. El ansia de supervivencia está en su sangre. Esta criatura sabe ahora que está siendo cazada, y cada neurona de su ingenio está dedicada ahora a la auto-conservación. Ve a un rival superior. Encontrará un lugar para esconderse y esperará que perdamos interés en la persecución.
-Yo ya he perdido interés –dijo el pa’lowick, pero si Parella llegó a oírle, el hutt no dijo nada.
Los incendios de los drones batidores ya se habían extinguido, convirtiendo las lianas colgantes de los árboles banyak en humeantes sogas de ceniza. El cielo sobre ellos estaba negro y lleno de humo, y el aire sabía a ceniza y euforia en la lengua de Parella. El hutt se detuvo y examinó la tierra, y luego dio media vuelta.
-Ha cambiado de dirección –dijo el cazador, señalando el barro blando-. Aquí. Ahí es cuando se acabó el pánico. Cuando comenzó a razonar de nuevo. Ves, ahora ha avanzado cruzando este arroyo, lo mejor para engañar a los perseguidores.
Avanzó sin volverse a mirar si el pa’lowick le estaba siguiendo.
-Sí, vino por aquí –continuó Parella-. Fíjate que los juncos son más densos por aquí. Podemos ver qué camino siguió, pero tiene más cobertura. Yo trataría de pasar desapercibido y no ofrecer un blanco para un bláster. Tal vez incluso preparar una...
La siguiente palabra era “emboscada”, y era una palabra acertada. La inmensa forma del gorach se alzó de la maleza, con un bastón en cada una de sus cuatro manos. No, bastones no. Lanzas; toscamente construidas, usando piedras afiladas como puntas.
Parella levantó su carabina bláster, disparando al mismo tiempo que lo hacía. El gorach lo estaba esperando, y lanzó inmediatamente sus lanzas. Parella bloqueó una con su vibrobayoneta, y la tosca madera de la lanza repiqueteó contra la carcasa de la carabina. Dos lanzas más se perdieron lejos hacia la derecha.
Y entonces la presa había desaparecido, oculta una vez más en los elevados juncos que susurraban a su paso. Fue entonces cuando se dio cuenta de que tenía una de las lanzas clavada.
O, más bien, clavada en las placas frontales de su armadura. La miró con curiosidad. La punta de la lanza parecía ser pedernal tallado a mano, pero afilado hasta tal punto que había abierto una grieta en la carcasa de cobre.
Arrancó la lanza de la armadura, y le costó un esfuerzo. La punta de la lanza casi había atravesado la propia armadura. Era asombroso que hubiera logrado tal cosa.
-Esta armadura proporciona una protección casi insuficiente –murmuró Parella-. Voy a tener unas palabras con el fabricante cuando termine esta cacería. Tal vez una armadura de batalla completa habría sido más adecuada.
-¿Significa eso que nos volvemos? –trinó Kashina Furt. Se había refugiado en la espalda acorazada del hutt durante la lucha.
Parella se encogió profundamente de hombros e hizo que el guía bajara de donde se había subido.
-Muy al contrario. Este salvaje bien merece una caza decente. ¿Qué hay más adelante?
El pa’lowick pulsó su holomapa.
-Hay algunas colinas más allá –dijo-. Sin habitantes. Sin habitantes pa’lowick, quiero decir.
Parella gruñó mientras se deslizaba detrás de su presa, como si la afirmación de Kashina Furt supusiera alguna diferencia.
-Delante de nosotros encontraremos la guarida de la criatura. Nos está llevando a un campo de batalla de su elección.
El terreno se convirtió en una ondulante alfombra de colinas rota por franjas de barro cubiertas de juncos. El agua fluía en túrgidos y anchos arroyos que cortaban peligrosamente las colinas en cada recodo. Ahora había más árboles banyak, cubiertos de lianas. Habían salido de la región quemada, pero el aire aún olía a ceniza.
Parella avanzaba ahora más lentamente, deteniéndose a menudo en los parches de barro para determinar si el gorach había pasado por ellos, acercándose con cautela a cada conjunto de gruesos juncos. Por su parte, el guía pa’lowick se mantuvo cerca del pesado hutt, saltando con cada chasquido de la maleza.
-Allí –dijo el hutt, señalando con la carabina bláster-. Eso debe de ser su guarida.
En lo alto de la colina descansaba un gran árbol banyak, más grande con los demás, con sus nudosas raíces retorcidas formando una amplia plataforma, expuesta por la erosión. Su copa cubierta de lianas bloqueaba el cielo y se cernía cerca de un acantilado desde el que se dominaba una amplia extensión de barro.
-¿Por qué allí? –graznó el guía.
-Domina los accesos locales –comenzó a decir el hutt-. Está seco y por encima del nivel del agua. Buen drenaje. Fácil de guardar.
El cazador miró a su alrededor, pero no había ni rastro del gorach. Tampoco es que hubiera rastro de cualquier otra forma de vida; el resto de animales había escapado de la zona.
Parella el Cazador avanzó lentamente hacia el árbol, rodeándolo desde una respetable distancia. Entonces dejó escapar una profunda risa atronadora.
-¡Ahí! –dijo-. ¡Su madriguera!
Al otro lado del árbol cubierto de lianas había un gran agujero excavado en la tierra, que desaparecía en la oscuridad. Parella calculó que rozaría los hombros del gorach al entrar y salir. Si era así, un hutt acorazado entraría de forma muy justa.
Kashina se asomó desde un lado del hutt.
-¿Cree que esta ahí dentro?
-Probablemente –dijo el cazador-. Y también es probable que tenga toda clase de trampas primitivas. Pozos. Jaulas-trampa. Tal vez incluso navajas con resorte cubiertas de veneno.
-Qué… -Kashina Furt frunció los labios de su probóscide-. ¿Qué va a hacer, entonces?
-Enviar al guía –dijo el hutt, y atrapó los labios extendidos del pa’lowick con una gruesa mano carnosa. Levantó en vilo a la pequeña criatura y le arrojó por el agujero.
No se escuchó saltar ninguna trampa, ningún grito repentino interrumpido por el sonido de dagas atravesando la carne del pa’lowick. Se escuchó un suave gemido en la oscuridad, pero nada más.
Parella hizo una mueca.
-¿Ves algo? –gritó.
Puede que Kashina Furt respondiera, pero Parella escuchó algo moverse desde el otro lado del árbol. Inmediatamente, su arma estuvo preparada, mientras el gorach aparecía, blandiendo un nuevo juego de lanzas con punta de pedernal. Descargó dos de esas lanzas contra Parella mientras este disparaba. Los disparos grabaron un grafiti letal en el costado del árbol, y Parella escuchó lo que supuso que era un grito cuando uno de sus disparos de energía de menor alcance dio en su objetivo.
El hutt se dirigió rápidamente al otro lado del árbol, deseando que su presa no tratase de huir de nuevo de vuelta al pantano. La suerte estaba con él, porque el gorach había retrocedido, hacia el borde del barranco. Seguía de pie, pero una retorcida columna de humo salía de su peludo costado y las puntas de sus gruesas trenzas entrelazadas estaban en llamas. Aún tenía dos lanzas en sus manos derechas, pero se dio cuenta de que uno de los brazos estaba seriamente chamuscado, y el gorach se estaba agarrando ese costado con sus restantes brazos sanos. Parella sonrió y levantó su bláster.
-Una buena caza –dijo-. No la mejor que he tenido, pero serás un trofeo valioso.
Apretó el gatillo de su bláster...
...y no ocurrió nada. Fue entonces cuando Parella se dio cuenta de que un fragmento de pedernal, afilado hasta el punto de que podía fracturar el metal, se había alojado en la carcasa de su carabina. El gorach había dado a su objetivo después de todo.
Entonces el gorach se rio, y era una risa poderosa y ululante. El hutt pudo escuchar en esa risa ecos de su pasado sangriento, de su ruin imperio bañado de sangre. Incluso ahora, la criatura se negaba a someterse a sus mejores.
Parella también rio, y cargó hacia delante, poniendo todo su peso en la vibrobayoneta. Puede que la carabina le hubiera fallado, pero la punta afilada aún podría apartar las puntas afiladas del defensor y golpear su objetivo.
Si el gorach elegía usar sus lanzar para recibir la carga.
Pero no lo hizo. En lugar de eso, la poderosa criatura saltó hacia arriba y se agarró a las lianas del árbol banyak. Se balanceó hacia el follaje mientras el hutt enfurecido alcanzaba el borde del barranco, que tembló y se derrumbó bajo su peso adicional.
Parella maldijo mientras se deslizaba por el costado del barranco en un torrente de barro y rocas sueltas. El gorach había elegido sabiamente su campo de batalla. Conocía el mejor lugar para enfrentarse a un rival con armadura pesada.
El hutt, atrapado en la avalancha, chochó contra la superficie de barro en la base del barranco. Furioso y avergonzado, el hutt se dio la vuelta para alcanzar la orilla, pero las placas acorazadas de su panza no encontraban agarre suficiente en el fango. Aún peor: estaba comenzando a hundirse en el lodazal. Se revolvió, pero era incapaz de flotar con su pesada armadura de cobre. Miró hacia arriba, al árbol banyak, y aunque no podía ver a su presa, podía escuchar la ululante risa del gorach. Y entonces el fango cubrió las ranuras de sus ojos y su boca. El ulular persistió por un largo instante, y entonces las lianas del árbol banyak se agitaron y el gorach descendió ágilmente desde el follaje. Bajó con cuidado hacia la base del barranco, teniendo cuidado con sus extremidades heridas. Todo lo que era visible ahora era el casco acorazado del hutt, asomando como una piedra de la superficie del pozo de lodo. El gorach alzó su última lanza y, con un gran esfuerzo, la arrojó al casco con suficiente fuerza para atravesarlo junto con el hutt que estaba debajo.
En lugar de eso, el casco resonó con un sonido hueco y grave. El lodo burbujeó y salió despedido con la forma cubierta de barro del hutt, que ahora estaba desnudo tras dejar su armadura atrás como un señuelo. Sin embargo, Parella aún guardaba su vibrobayoneta, y la lanzó atravesando el centro del torso del gorach. La sorprendida criatura cayó de espaldas en la orilla, y el hutt se encontró sobre él en un instante, aplastando sus piernas heridas bajo su masa, manteniéndolo quieto mientras lo apuñalaba una segunda vez. El gorach continuó debatiéndose, y Parella lo apuñaló una tercera vez, y sólo entonces cesaron sus espasmos y la luz se apagó en sus luminosos ojos.
Parella se apartó por completo del pozo, sacudiéndose la mayor parte del grueso fango. Dispuso el cuerpo de su presa lo mejor que pudo con la vibrobayoneta y se lo echó sobre los hombros. Pensó que probablemente no habría necesitado apuñalarlo una tercera vez, pero eso ya era problema de su taxidermista.
Ya casi había caído la noche cuando Parella llegó a su nave con su carga mortal. Puso al máximo los chorros de su ducha personal, pero el vapor caliente no fue de demasiada ayuda para quitarse los restos del pantano lowickiano. Se introdujo en una pesada bata, se sirvió una fuerte infusión de hierbas, y se recostó junto a su holograbador.
-Diario de Expedición 2436 –comenzó. Entonces escuchó a alguien que le llamaba por su nombre, desde fuera de la nave. Hizo descender la rampa de aterrizaje y vio al guía pa’lowick de pie en las crecientes sombras.
-¡Está vivo! –dijo Kashina Furt.
-La caza ha terminado –dijo el hutt-. Tus esfuerzos serán recompensados.
-Me desmayé cuando me arrojó por el agujero –gorjeó el pa’lowick-, pero cuando me desperté, me encontré en su guarida. Se había marchado, ¡pero era su guarida! ¡Su guarida!
-¿Te has vuelto loco? ¡Deja de desvariar!
-¡Está llena de arte! ¡Esculturas hechas de piedra, cerámica sencilla y gemas de fuego! ¡Lo que encontré allí es una cueva de tesoros! ¡Eran las cosas más hermosas que he visto jamás!
-Así que el gorach robaba objetos brillantes –dijo el hutt, entrecerrando los ojos con suspicacia hasta convertirlos en estrechas ranuras.
-¡No! –exclamó el pa’lowick-. ¡Encontré las herramientas del gorach! ¡Y sus modelos! Era él quien creaba su arte. No era ningún tirano asesino de mundos... ¡era un artista! ¡El mayor artista que jamás he visto! Usted... –El guía vaciló, y miró al hutt-. Usted no le ha matado, ¿verdad?
Parella bajó la mirada hacia el pequeño pa’lowick.
-La caza ha terminado –repitió-. Tus esfuerzos serán recompensados.
El pa’lowick se quedó allí inmóvil, incapaz de responder, y Parella volvió a levantar la rampa de aterrizaje. Regresó junto a su té, que se enfriaba, y pulsó la tecla de grabación.
-Diario de Expedición 2436 –dijo el hutt, e hizo una larga pausa, pensando en la figura inerte del artista en su cámara de estasis.
-Nada que informar –dijo entonces, y apagó el grabador.

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