El
cielo seguía teniendo un aspecto extraño cuando Trevik abandonó el palacio a la
hora de la media luz oscura y comenzó a descender la suave pendiente de la
colina de la ciudad cruzando el ancho anillo de los hogares de los Circúleos.
Más debajo de la pendiente, al otro lado del anillo circúleo, estaba la zona
midli de la ciudad, donde se encontraba su propio hogar.
El
cielo parecía más extraño aún sobre la zona circúlea, advirtió con interés mientras
caminaba. En algunos lugares, tenía la misma apariencia extrañamente apagada
que tenía sobre los terrenos del palacio. Pero en otros lugares, muy pequeños,
el cielo era tan azul y brillante como de costumbre. Lo observó maravillado
mientras avanzaba, tratando de imaginar lo que significaba todo eso.
Tal
vez alguno de los Obreros lo supiera. Ellos eran quienes construían todo en la
Ciudad Roja. Jirvin, el hermano de Trevik, era supervisor de uno de los grupos
de Obreros que crearon el equipo de iluminación de la ciudad y trabajaban en su
mantenimiento. Tal vez él supiera lo que le había pasado al cielo.
Una
ráfaga de aire se agitó a su lado, trayendo consigo el olor de un Circúleo.
Automáticamente, Trevik se apartó a un lado, fuera del camino del otro. Una
mano se cerró alrededor de su brazo.
-Camina
–ordenó en voz baja el Circúleo, dirigiendo a Trevik en un ángulo distinto.
-¿Dónde
vamos? –preguntó Trevik, luchando por mantener el ritmo de las largas zancadas
del otro-. Mi casa está hacia otro...
-Camina
en silencio –dijo el Circúleo interrumpiéndole.
Estaban
ya bien adentrados en el círculo Midli cuando Trevik advirtió que el cielo
había cambiado de nuevo. Ahora las zonas de extrañeza se habían convertido en
parches de círculos bien definidos, con sus bordes casi tocándose, y el cielo
normal asomando en los huecos entre ellos. Más allá de la zona Midli, Trevik
podía ver que la extrañeza terminaba por completo sobre la gran extensión de
los hogares de los Obreros y los Soldados.
Aún
estaba sorprendido por la vista cuando el Circúleo le guio a una de las casas
Midli. La puerta se abrió cuando ellos se acercaron, y con el Circúleo
instándole a avanzar tras él, Trevik pasó bajo el dintel.
Había
otros tres Midlis esperándoles en la sala compartida de la casa. Dos eran
extraños; el tercero... Trevik soltó un jadeo.
-¿Jirvin?
-Hola,
hermano –le saludó Jirvin de los Midli de los Séptimos de los Rojos, con voz
solemne-. Por favor, perdona por el modo en que te hemos traído aquí. Era vital
que habláramos contigo de inmediato.
-Podrías
haberte limitado a llamarme por el hablalejos cuando llegara a mi casa –dijo
Trevik.
-Era
igualmente vital que habláramos contigo de un modo que los cabello tormentoso
no pudieran escuchar –dijo Jirvin-. Por favor; siéntate.
Por
un largo instante, Trevik pensó en dares la vuelta y marcharse. Pero el
Circúleo que le había llevado allí estaba plantado bajo el dintel. Con un
incómodo cosquilleo en las patas, Trevik se dirigió lentamente a uno de los
sillones y se sentó con desgana en él.
-¿Qué
es lo que quieres decirme? –preguntó.
Vio
como Jirvin tomaba fuerzas antes de hablar.
-Creemos,
hermano, que la Ciudad Roja está al borde de su destrucción –dijo-. Creemos que
la Reina de los Rojos ha sido llevada mediante engaños a su alianza con Nuso
Esva.
-Imposible.
–La palabra surgió de la boca de Trevik sin pensamiento consciente-. La Reina
es omnisciente y poseedora de una infinita capacidad de pensamiento. Ningún ser
extraño podría influenciar su mente hasta tal punto.
-Sin
embargo, creemos que, efectivamente, eso ha ocurrido –dijo Jirvin-. Y aún más,
creemos que debe hacerse algo para impedir la inminente destrucción de nuestra
ciudad. Tal vez incluso de todo nuestro mundo.
Trevik
se le quedó mirando fijamente.
-¿Qué
estás diciendo exactamente, hermano? –preguntó con cautela.
-Estoy
diciendo que el ser llamado Thrawn de los Primeros de los Chiss del Imperio de
la Mano no es el enemigo que Nuso Esva nos ha dicho –dijo Jirvin-. Hemos
hablado con uno de los stromma, que nos ha revelado las verdaderas naturalezas
de Thrawn y Nuso Esva.
-¿Y?
-Y...
–Jirvin hizo un movimiento con la mano para señalar toda la sala común-...
hemos elegido unirnos a nuestros amigos stromma. A ellos, y a Thrawn.
Furtivamente,
Trevik volvió a mirar la puerta. Pero el Circúleo seguía de pie bajo el dintel,
bloqueando cualquier posibilidad de una huida fácil.
-¿Por
qué me estáis diciendo todo esto? –preguntó, volviéndose a su hermano.
-Thrawn
necesita información de forma urgente si queremos vencer a Nuso Esva y liberar
a nuestra Reina de su agarre –dijo Jirvin-. Tú, hermano, eres el único que
puede obtener esa información.
-Imposible
–repitió Trevik, dejando escapar de nuevo la palabra sin pensar-. Soy un Midli
leal. Más que eso, soy el copero de la propia Reina.
-Has
sido copero por un único día –se burló uno de los otros Midlis-. No hagas que
parezca que está en juego todo tu pasado y el honor de tu familia.
-Puede
que no esté en juego mi pasado, pero desde luego sí el honor de mi familia
–insistió Trevik-. En cualquier caso, no puedo traicionar a mi Reina de
semejante manera.
-Ella
ya no es tu Reina –murmuró el Circúleo de la puerta con voz grave-. Se ha
convertido en un mero instrumento de Nuso Esva.
-No
puedo creer eso, y no lo creeré –replicó Trevik-. La Reina busca sólo lo mejor
para su pueblo, y para todo el pueblo de Quethold. –Apuntó al Circúleo con dos
dedos-. El enemigo es ese tal Thrawn. He escuchado a Nuso Esva decirlo.
-¿Has
escuchado que la Reina lo dijera? –preguntó Jirvin.
Trevik
se volvió hacia él, con una rápida y mordaz respuesta hirviendo en su interior
Entonces
se detuvo, sin pronunciar las palabras. ¿Realmente había dicho la Reina esas
palabras en su presencia? Ahora que pensaba en ello, no podía recordar que lo
hubiera hecho.
-Eso
no importa –dijo con cabezonería-. Nuso Esva está aquí, y es el invitado de la
Reina.
-Es
su captor, no su invitado –dijo el Circúleo-. Servirías mejor a la Reina
aliándote con nosotros que quedándote ocioso a su lado mientras él la utiliza.
-No
habéis mostrado ninguna prueba de ello –insistió Trevik.
-Tú
no has mostrado ninguna prueba de lo contrario.
Trevik
soltó un bufido de desdén.
-Tu
desafío es inútil. ¿Cómo se puede probar una negación?
-Tomando
la holocámara que nuestros amigos stromma nos han dado –dijo Jirvin, con voz
seria y grave-. Tomando imágenes de la Reina, y de Nuso Esva, y de las obras de
arte con las que él ha decorado la Morada de los Huéspedes, para que podamos
descubrir la verdad.
Trevik
parpadeó.
-¿Las
obras de arte?
-Thrawn
es capaz de leer el interior de los corazones de las personas a través de sus
gustos artísticos –dijo Jirvin-. O eso afirman los stromma.
-Las
imágenes también probarán que la Reina está con Nuso Esva por propia voluntad
–añadió el Circúleo-. Si es que realmente lo está.
-Si
está aliada con él libremente, entonces cejaremos de inmediato en nuestro
empeño –aseguró Jirvin a Trevik-. Al igual que tú, hermano, sólo buscamos lo
mejor para nuestra Reina, nuestra ciudad, y nuestro mundo.
Trevik
bajó la mirada al suelo. La Reina había aceptado a Nuso Esva como invitado;
estaba seguro de ello. Pero no había forma de demostrar eso a Jirvin y los
demás salvo hacer lo que le pedían.
-Muy
bien –dijo, con las palabras escociéndole en la garganta-. ¿Dónde está esa
holocámara?
Jirvin
se levantó de su sillón y extrajo un objeto pequeño y plano de uno de los
bolsillos de su chaleco.
-Aquí
–dijo, depositándolo en la mano de Trevik.
Trevik
frunció el ceño. El dispositivo era aún más pequeño que el más pequeño de sus
dedos.
-¿Esto
es una cámara?
-Lo
es –confirmó Jirvin-. Si te fijas, verás que tiene la misma textura y los
mismos colores que tu chaleco de copero oficial. Una vez la fijes ahí, será
invisible incluso para el observador más avezado.
Trevik
tuvo que admitir que tenía razón al menos en eso. La cámara se camuflaría
perfectamente. Fuera quien fuese ese stromma, sabía exactamente el aspecto del
chaleco de un copero.
-¿Cómo
la manejo?
-Toca
la esquina superior derecha cuando llegues a la Morada de los Huéspedes –dijo Jirvin-.
La propia cámara hará el resto.
-Y
asegúrate de que toma una imagen de todas las obras de arte de Nuso Esva
durante el tiempo en que estés en la morada –añadió el Circúleo.
-Lo
haré. –Trevik se incorporó-. Y traeré pruebas de que la Reina realmente ha
elegido a Nuso Esva como nuestro aliado. ¿Cesaréis entonces esta locura?
-Si
nos traes tales pruebas, cesaremos –prometió Jirvin-. Pero si la prueba es de
su cautiverio bajo el poder mental de Nuso Esva, entonces continuará nuestra
oposición a su presencia.
Trevik
hizo una mueca. ¿Cómo probar una negación? Pero estaba claro que eso era lo
mejor que iba a conseguir.
-Traeré
la cámara mañana a esta hora –dijo, levantándose del sillón-. Y entonces
desistiréis.
-De
acuerdo –dijo el Circúleo, apartándose finalmente de debajo del dintel-. Adiós.
Que comas y duermas profundamente.
-Que
comas y duermas profundamente –respondió Trevik con una sensación de pesadez en
el pecho.
Un
minuto más tarde volvía a estar caminando bajo el extraño cielo, dirigiéndose a
su hogar. Sin duda tenía razón. Sin duda la Reina había elegido a Nuso Esva
como aliando por voluntad propia y tras pensarlo detenidamente.
Pero
si no era así, ¿qué pasaría con ella? ¿Qué pasaría con el resto de los quesoth?
Y,
aún más urgente, ¿qué pasaría con Trevik si le descubrían espiando para Thrawn?
No
tenía modo de saberlo. Pero estaba seguro de que no sería agradable.
***
Trevik
no durmió bien esa noche, y su comida fue igualmente insatisfactoria. Se
despertó pronto, se acicaló con especial esmero, y se aseguró de estar en
palacio unos minutos antes de lo preciso. La copa de néctar le estaba esperando
junto a la litera de la Reina en la cámara de bienvenida, junto con los Obreros
que llevarían las dos literas y la mitad de los Soldados que los escoltarían.
Borosiv llegó unos minutos más tarde y sin mediar palabra tomó su lugar en la
litera más pequeña.
Su
sincronización fue perfecta, lo mínimo que podía esperarse del Circúleo que era
el ayudante electo de la Reina. Apenas un minuto después de que Borosiv se
acomodó en su lugar, se abrieron las puertas internas y la Reina entró en la
cámara de bienvenida, flanqueada por los otros seis soldados de su guardia.
Subió a su diván, y los Obreros levantaron ambas literas sobre sus hombros.
Y
con Trevik tratando de no parecer tan nervioso como se sentía, el grupo salió
por la puerta cruzando el patio hacia la Morada de los Huéspedes.
Después
de toda la preocupación de la tarde y el escaso sueño de la noche, el día
resultó ser agradablemente anticlimático. Nadie vio la cámara, camuflada en el
dibujo del chaleco de Trevik, y tomar las imágenes que Jirvin quería fue más
fácil de lo que esperaba. Para cuando la Reina indicó a los Soldados que
rompieran el anillo defensivo en el exterior de la Morada y el grupo regresó al
palacio para su comida de mediodía, había conseguido colocar la holocámara
frente a todas y cada una de las obras de arte que Nuso Esva había escogido.
Después de la comida, cuando regresaron a la Morada para proseguir la charla
con Nuso Esva, se aseguró de tomar algunas imágenes más.
Hubo
otra gran diferencia entre el primer y el segundo día de Trevik como copero de
la Reina. El día anterior, su mente había estado totalmente centrada en
mantenerse inmóvil con la copa estable. Esta vez, después de todas esas cosas
extrañas que Jirvin había dicho, hizo un esfuerzo por escuchar la conversación.
Fue
confuso. Eso no sorprendió a Trevik; después de todo, era la Reina de los Rojos
junto con un alienígena al que encontraba lo bastante inteligente como para
pasar horas conversando con él. Su conversación probablemente estuviera por
encima incluso de la sabiduría e inteligencia de un Circúleo, por no hablar de un
simple Midli como él.
Pero
las partes que sí entendió eran inquietantes. Se habló de lanzaderas, y de la
construcción de naves de lucha, y de armas que o bien estaban ocultas o pronto
lo estarían. Se habló de escudos-paraguas, y trampas, y de más armas ocultas.
Y
se habló mucho de muerte.
Pero
nada de eso era importante. Lo que importaba era que la Reina claramente no era
una prisionera de Nuso Esva y el resto de los cabello tormentoso.
Esa
noche, más tarde, al devolver la cámara a Jirvin, dijo a su hermano exactamente
eso. Jirvin no dijo nada, aparte de reafirmarse en su promesa de que él y los
demás abandonarían su oposición a la reina si la grabación confirmaba las
observaciones de Trevik. Habiendo completado finalmente su misión inesperada e
impuesta, Trevik regresó de nuevo a su hogar.
Y,
esa noche, comió y durmió profundamente.
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