miércoles, 11 de junio de 2014

Crisis de fe (III)



El cielo seguía teniendo un aspecto extraño cuando Trevik abandonó el palacio a la hora de la media luz oscura y comenzó a descender la suave pendiente de la colina de la ciudad cruzando el ancho anillo de los hogares de los Circúleos. Más debajo de la pendiente, al otro lado del anillo circúleo, estaba la zona midli de la ciudad, donde se encontraba su propio hogar.
El cielo parecía más extraño aún sobre la zona circúlea, advirtió con interés mientras caminaba. En algunos lugares, tenía la misma apariencia extrañamente apagada que tenía sobre los terrenos del palacio. Pero en otros lugares, muy pequeños, el cielo era tan azul y brillante como de costumbre. Lo observó maravillado mientras avanzaba, tratando de imaginar lo que significaba todo eso.
Tal vez alguno de los Obreros lo supiera. Ellos eran quienes construían todo en la Ciudad Roja. Jirvin, el hermano de Trevik, era supervisor de uno de los grupos de Obreros que crearon el equipo de iluminación de la ciudad y trabajaban en su mantenimiento. Tal vez él supiera lo que le había pasado al cielo.
Una ráfaga de aire se agitó a su lado, trayendo consigo el olor de un Circúleo. Automáticamente, Trevik se apartó a un lado, fuera del camino del otro. Una mano se cerró alrededor de su brazo.
-Camina –ordenó en voz baja el Circúleo, dirigiendo a Trevik en un ángulo distinto.
-¿Dónde vamos? –preguntó Trevik, luchando por mantener el ritmo de las largas zancadas del otro-. Mi casa está hacia otro...
-Camina en silencio –dijo el Circúleo interrumpiéndole.
Estaban ya bien adentrados en el círculo Midli cuando Trevik advirtió que el cielo había cambiado de nuevo. Ahora las zonas de extrañeza se habían convertido en parches de círculos bien definidos, con sus bordes casi tocándose, y el cielo normal asomando en los huecos entre ellos. Más allá de la zona Midli, Trevik podía ver que la extrañeza terminaba por completo sobre la gran extensión de los hogares de los Obreros y los Soldados.
Aún estaba sorprendido por la vista cuando el Circúleo le guio a una de las casas Midli. La puerta se abrió cuando ellos se acercaron, y con el Circúleo instándole a avanzar tras él, Trevik pasó bajo el dintel.
Había otros tres Midlis esperándoles en la sala compartida de la casa. Dos eran extraños; el tercero... Trevik soltó un jadeo.
-¿Jirvin?
-Hola, hermano –le saludó Jirvin de los Midli de los Séptimos de los Rojos, con voz solemne-. Por favor, perdona por el modo en que te hemos traído aquí. Era vital que habláramos contigo de inmediato.
-Podrías haberte limitado a llamarme por el hablalejos cuando llegara a mi casa –dijo Trevik.
-Era igualmente vital que habláramos contigo de un modo que los cabello tormentoso no pudieran escuchar –dijo Jirvin-. Por favor; siéntate.
Por un largo instante, Trevik pensó en dares la vuelta y marcharse. Pero el Circúleo que le había llevado allí estaba plantado bajo el dintel. Con un incómodo cosquilleo en las patas, Trevik se dirigió lentamente a uno de los sillones y se sentó con desgana en él.
-¿Qué es lo que quieres decirme? –preguntó.
Vio como Jirvin tomaba fuerzas antes de hablar.
-Creemos, hermano, que la Ciudad Roja está al borde de su destrucción –dijo-. Creemos que la Reina de los Rojos ha sido llevada mediante engaños a su alianza con Nuso Esva.
-Imposible. –La palabra surgió de la boca de Trevik sin pensamiento consciente-. La Reina es omnisciente y poseedora de una infinita capacidad de pensamiento. Ningún ser extraño podría influenciar su mente hasta tal punto.
-Sin embargo, creemos que, efectivamente, eso ha ocurrido –dijo Jirvin-. Y aún más, creemos que debe hacerse algo para impedir la inminente destrucción de nuestra ciudad. Tal vez incluso de todo nuestro mundo.
Trevik se le quedó mirando fijamente.
-¿Qué estás diciendo exactamente, hermano? –preguntó con cautela.
-Estoy diciendo que el ser llamado Thrawn de los Primeros de los Chiss del Imperio de la Mano no es el enemigo que Nuso Esva nos ha dicho –dijo Jirvin-. Hemos hablado con uno de los stromma, que nos ha revelado las verdaderas naturalezas de Thrawn y Nuso Esva.
-¿Y?
-Y... –Jirvin hizo un movimiento con la mano para señalar toda la sala común-... hemos elegido unirnos a nuestros amigos stromma. A ellos, y a Thrawn.
Furtivamente, Trevik volvió a mirar la puerta. Pero el Circúleo seguía de pie bajo el dintel, bloqueando cualquier posibilidad de una huida fácil.
-¿Por qué me estáis diciendo todo esto? –preguntó, volviéndose a su hermano.
-Thrawn necesita información de forma urgente si queremos vencer a Nuso Esva y liberar a nuestra Reina de su agarre –dijo Jirvin-. Tú, hermano, eres el único que puede obtener esa información.
-Imposible –repitió Trevik, dejando escapar de nuevo la palabra sin pensar-. Soy un Midli leal. Más que eso, soy el copero de la propia Reina.
-Has sido copero por un único día –se burló uno de los otros Midlis-. No hagas que parezca que está en juego todo tu pasado y el honor de tu familia.
-Puede que no esté en juego mi pasado, pero desde luego sí el honor de mi familia –insistió Trevik-. En cualquier caso, no puedo traicionar a mi Reina de semejante manera.
-Ella ya no es tu Reina –murmuró el Circúleo de la puerta con voz grave-. Se ha convertido en un mero instrumento de Nuso Esva.
-No puedo creer eso, y no lo creeré –replicó Trevik-. La Reina busca sólo lo mejor para su pueblo, y para todo el pueblo de Quethold. –Apuntó al Circúleo con dos dedos-. El enemigo es ese tal Thrawn. He escuchado a Nuso Esva decirlo.
-¿Has escuchado que la Reina lo dijera? –preguntó Jirvin.
Trevik se volvió hacia él, con una rápida y mordaz respuesta hirviendo en su interior
Entonces se detuvo, sin pronunciar las palabras. ¿Realmente había dicho la Reina esas palabras en su presencia? Ahora que pensaba en ello, no podía recordar que lo hubiera hecho.
-Eso no importa –dijo con cabezonería-. Nuso Esva está aquí, y es el invitado de la Reina.
-Es su captor, no su invitado –dijo el Circúleo-. Servirías mejor a la Reina aliándote con nosotros que quedándote ocioso a su lado mientras él la utiliza.
-No habéis mostrado ninguna prueba de ello –insistió Trevik.
-Tú no has mostrado ninguna prueba de lo contrario.
Trevik soltó un bufido de desdén.
-Tu desafío es inútil. ¿Cómo se puede probar una negación?
-Tomando la holocámara que nuestros amigos stromma nos han dado –dijo Jirvin, con voz seria y grave-. Tomando imágenes de la Reina, y de Nuso Esva, y de las obras de arte con las que él ha decorado la Morada de los Huéspedes, para que podamos descubrir la verdad.
Trevik parpadeó.
-¿Las obras de arte?
-Thrawn es capaz de leer el interior de los corazones de las personas a través de sus gustos artísticos –dijo Jirvin-. O eso afirman los stromma.
-Las imágenes también probarán que la Reina está con Nuso Esva por propia voluntad –añadió el Circúleo-. Si es que realmente lo está.
-Si está aliada con él libremente, entonces cejaremos de inmediato en nuestro empeño –aseguró Jirvin a Trevik-. Al igual que tú, hermano, sólo buscamos lo mejor para nuestra Reina, nuestra ciudad, y nuestro mundo.
Trevik bajó la mirada al suelo. La Reina había aceptado a Nuso Esva como invitado; estaba seguro de ello. Pero no había forma de demostrar eso a Jirvin y los demás salvo hacer lo que le pedían.
-Muy bien –dijo, con las palabras escociéndole en la garganta-. ¿Dónde está esa holocámara?
Jirvin se levantó de su sillón y extrajo un objeto pequeño y plano de uno de los bolsillos de su chaleco.
-Aquí –dijo, depositándolo en la mano de Trevik.
Trevik frunció el ceño. El dispositivo era aún más pequeño que el más pequeño de sus dedos.
-¿Esto es una cámara?
-Lo es –confirmó Jirvin-. Si te fijas, verás que tiene la misma textura y los mismos colores que tu chaleco de copero oficial. Una vez la fijes ahí, será invisible incluso para el observador más avezado.
Trevik tuvo que admitir que tenía razón al menos en eso. La cámara se camuflaría perfectamente. Fuera quien fuese ese stromma, sabía exactamente el aspecto del chaleco de un copero.
-¿Cómo la manejo?
-Toca la esquina superior derecha cuando llegues a la Morada de los Huéspedes –dijo Jirvin-. La propia cámara hará el resto.
-Y asegúrate de que toma una imagen de todas las obras de arte de Nuso Esva durante el tiempo en que estés en la morada –añadió el Circúleo.
-Lo haré. –Trevik se incorporó-. Y traeré pruebas de que la Reina realmente ha elegido a Nuso Esva como nuestro aliado. ¿Cesaréis entonces esta locura?
-Si nos traes tales pruebas, cesaremos –prometió Jirvin-. Pero si la prueba es de su cautiverio bajo el poder mental de Nuso Esva, entonces continuará nuestra oposición a su presencia.
Trevik hizo una mueca. ¿Cómo probar una negación? Pero estaba claro que eso era lo mejor que iba a conseguir.
-Traeré la cámara mañana a esta hora –dijo, levantándose del sillón-. Y entonces desistiréis.
-De acuerdo –dijo el Circúleo, apartándose finalmente de debajo del dintel-. Adiós. Que comas y duermas profundamente.
-Que comas y duermas profundamente –respondió Trevik con una sensación de pesadez en el pecho.
Un minuto más tarde volvía a estar caminando bajo el extraño cielo, dirigiéndose a su hogar. Sin duda tenía razón. Sin duda la Reina había elegido a Nuso Esva como aliando por voluntad propia y tras pensarlo detenidamente.
Pero si no era así, ¿qué pasaría con ella? ¿Qué pasaría con el resto de los quesoth?
Y, aún más urgente, ¿qué pasaría con Trevik si le descubrían espiando para Thrawn?
No tenía modo de saberlo. Pero estaba seguro de que no sería agradable.

***

Trevik no durmió bien esa noche, y su comida fue igualmente insatisfactoria. Se despertó pronto, se acicaló con especial esmero, y se aseguró de estar en palacio unos minutos antes de lo preciso. La copa de néctar le estaba esperando junto a la litera de la Reina en la cámara de bienvenida, junto con los Obreros que llevarían las dos literas y la mitad de los Soldados que los escoltarían. Borosiv llegó unos minutos más tarde y sin mediar palabra tomó su lugar en la litera más pequeña.
Su sincronización fue perfecta, lo mínimo que podía esperarse del Circúleo que era el ayudante electo de la Reina. Apenas un minuto después de que Borosiv se acomodó en su lugar, se abrieron las puertas internas y la Reina entró en la cámara de bienvenida, flanqueada por los otros seis soldados de su guardia. Subió a su diván, y los Obreros levantaron ambas literas sobre sus hombros.
Y con Trevik tratando de no parecer tan nervioso como se sentía, el grupo salió por la puerta cruzando el patio hacia la Morada de los Huéspedes.
Después de toda la preocupación de la tarde y el escaso sueño de la noche, el día resultó ser agradablemente anticlimático. Nadie vio la cámara, camuflada en el dibujo del chaleco de Trevik, y tomar las imágenes que Jirvin quería fue más fácil de lo que esperaba. Para cuando la Reina indicó a los Soldados que rompieran el anillo defensivo en el exterior de la Morada y el grupo regresó al palacio para su comida de mediodía, había conseguido colocar la holocámara frente a todas y cada una de las obras de arte que Nuso Esva había escogido. Después de la comida, cuando regresaron a la Morada para proseguir la charla con Nuso Esva, se aseguró de tomar algunas imágenes más.
Hubo otra gran diferencia entre el primer y el segundo día de Trevik como copero de la Reina. El día anterior, su mente había estado totalmente centrada en mantenerse inmóvil con la copa estable. Esta vez, después de todas esas cosas extrañas que Jirvin había dicho, hizo un esfuerzo por escuchar la conversación.
Fue confuso. Eso no sorprendió a Trevik; después de todo, era la Reina de los Rojos junto con un alienígena al que encontraba lo bastante inteligente como para pasar horas conversando con él. Su conversación probablemente estuviera por encima incluso de la sabiduría e inteligencia de un Circúleo, por no hablar de un simple Midli como él.
Pero las partes que sí entendió eran inquietantes. Se habló de lanzaderas, y de la construcción de naves de lucha, y de armas que o bien estaban ocultas o pronto lo estarían. Se habló de escudos-paraguas, y trampas, y de más armas ocultas.
Y se habló mucho de muerte.
Pero nada de eso era importante. Lo que importaba era que la Reina claramente no era una prisionera de Nuso Esva y el resto de los cabello tormentoso.
Esa noche, más tarde, al devolver la cámara a Jirvin, dijo a su hermano exactamente eso. Jirvin no dijo nada, aparte de reafirmarse en su promesa de que él y los demás abandonarían su oposición a la reina si la grabación confirmaba las observaciones de Trevik. Habiendo completado finalmente su misión inesperada e impuesta, Trevik regresó de nuevo a su hogar.
Y, esa noche, comió y durmió profundamente.

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