Crisis
de fe
Timothy
Zahn
El
cielo tenía un aspecto extraño esa mañana, pensó Trevik de los Midlis de los
Séptimos de los Rojos mientras el séquito de la Reina abandonaba el ala
residencial del palacio y comenzaba la breve marcha hacia la Morada de los Huéspedes.
Tal vez fueran nubes, pensó: nubes tan altas y tan delgadas que sus ojos no
podían distinguirlas de las nieblas que se alzaban de las Aguas Soñantes, al
norte de la Ciudad Roja.
Pero
en otras ocasiones había podido ver el cielo a través de nubes delgadas.
Probablemente se trataba de algo que hubiera causado su invitado, el jefe de
los treinta seres que habían llegado hacía un mes, criaturas con ojos amarillos
y pelo del color de una nube de tormenta. ¿No había dicho su jefe que
protegería la Ciudad Roja de las fuerzas malignas que se reunían entre las
estrellas sobre Quethold?
-Bebida.
Rápidamente,
Trevik alzó la adornada copa de néctar que sostenía pegada al pecho. La Reina
se inclinó hacia la copa con sus ropajes bordados moviéndose al mismo tiempo
que el rítmico balanceo de su litera con dosel, y su abdomen tendido cuan largo
era en el colchón de la litera.
-Más
alto –gruñó secamente Borosiv de los Circúleos de los Primeros de los Rojos,
desde su litera, bastante menos adornada, detrás de la de la Reina.
Con
una mueca de dolor, Trevik estiró los brazos, alzando la copa tanto como pudo.
La Reina tomó un largo trago y luego volvió a incorporarse, sacudiéndose de las
mandíbulas las últimas gotas del sabroso líquido y examinando con ojos
impasibles el rostro de Trevik.
Trevik
bajó de nuevo copa junto a su pecho, sintiendo en su interior los golpes de su
corazón. Ser elegido para realizar el papel de copero de la Reina era el mayor
honor que cualquier Midli podría alcanzar. Era como si representara a todos los
Midlis de Quethold, al igual que Borosiv representaba a todos los Circúleos. Lo
último que deseaba era fracasar, y llevar la vergüenza a su familia por ese
fracaso.
-Enderézate
–continuó Borosiv con la misma voz grave y gruñona-. Observa a los Obreros.
Imita su postura.
Trevik
tragó saliva, y una rápida punzada de vergüenza atravesó su corazón. Desde
luego, ya le habían dicho todo eso antes, pero en el calor del momento lo había
olvidado.
Entonces
examinó la hilera de Obreros que porteaba la litera de la Reina. Eran ocho, y
mantenían sus torsos casi verticales a pesar del peso de la litera sobre sus
hombros. El abdomen de cada Obrero se alargaba a su espalda, perfectamente paralelo
al suelo, con sus cuatro patas moviéndose siguiendo un ritmo de precisión
absoluta.
Tragando
saliva de nuevo, Trevik trató de imitar su postura y su movimiento. Según había
escuchado, la Reina estaba dispuesta a permitir a su nuevo copero cierto grado
de libertad en su primer día. Pero eso no significaba que no debiera intentar
hacerlo lo mejor posible.
Especialmente
cuando Borosiv no parecía inclinado a dar al nuevo Midli tal tolerancia.
La
Morada de los Huéspedes era un edificio circular situado en el centro del
patio. Era pequeño, con sólo una modesta zona de reunión central en la planta
baja y diez pequeñas habitaciones privadas en el piso superior. Dos de los
alienígenas de cabello tormentoso permanecían en la entrada sur, con sus
extrañas armas cruzadas sobre los hombros mientras observaban cómo se acercaba
la Reina y su séquito.
Era
lo más cerca que Trevik había estado jamás de esos alienígenas en particular, y
los miraba con curiosidad mientras él y las literas se acercaban. Eran seres
erguidos, distintos de los quesoth pero muy similares a los aliados de los
quesoth, los stromma. Tenían dos piernas, un torso sin abdomen separado, y una
cabeza coronada con ondulado cabello negro como las nubes de tormenta. Alguna
vez había escuchado referirse a ellos como humanoides.
Pero
al menos sus ojos eran familiares, multifacetados como los de los quesoth,
aunque eran de un color amarillo brillante en lugar del azul pálido de los
quesoth. Tal vez sus ojos eran el motivo por el que la Reina había elegido
desafiar la antigua alianza de Quethold con los stromma y aceptar a los cabello
tormentoso como huéspedes en la Ciudad Roja.
O
tal vez fuera por las armas que los cabello tormentoso habían traído con ellos.
Armas más compactas y poderosas incluso que la de los stromma.
Trevik
centró la Mirada en las armas de los cabello tormentoso, sintiendo cómo se
tensaba de repente. Junto con los doce Obreros que porteaban las literas, el
séquito de la Reina también incluía doce Soldados, y si los cabello tormentoso
no cumplían con el salido adecuado, la Reina podría ordenar que los alienígenas
fueran castigados. Trevik no había visto en acción las armas de los cabellos
tormentosos, pero había escuchado suficientes historias como para saber que no
tenía ningún especial interés en hacerlo. Especialmente no a tan poca
distancia.
Por
fortuna, los cabello tormentoso conocían el protocolo correcto.
-Salve,
oh Reina de los Rojos –entonó uno de ellos cuando la litera se acercó los
preceptivos cinco pasos-. Vivimos para servir, y morimos por servir.
La
Reina permaneció en silencio mientras los alienígenas abrían las puertas y el
grupo enfilaba al interior. Dadas las circunstancias, decidió Trevik, el
silencio probablemente era algo bueno.
El
jefe de los cabello tormentoso esperaba en el centro de la zona de reunión. Era
la primera vez que Trevik veía la zona desde que la Reina les había permitido
acceder a la Morada, y quedó sorprendido por lo extraña que se había vuelto.
Los cambios en el mobiliario eran comprensibles; después de todo, la fisonomía
de los cabello tormentoso no se parecía en nada a la de los quesoth.
Pero
los cabello tormentoso habían ido más allá de la simple comodidad. Habían
rehecho toda la sala, desde los cortinajes de las pareces hasta las esculturas
de meditación sobre las pasarelas. De hecho, incluso el patrón de las pasarelas
había sido cambiado. Era como si la Morada hubiera sido transformada en parte
del propio mundo natal de los cabello tormentoso.
-Bebida.
Trevik
alzó la copa, con su corazón latiendo de nuevo con fuerza. Algunas de las
esculturas que los cabello tormentoso habían retirado procedían de la cámara de
meditación de la propia Reina. ¿Tomaría como una ofensa que esos tesoros
hubieran sido apartados de la vista?
Tal
vez ya se había ofendido. Levantando la cara de la copa de néctar, alzó la voz
con el agudo ulular del Lenguaje de los Soldados.
Trevik
se puso tenso. Pero las dos hileras de Soldados que flanqueaban las dos literas
no cargaron contra el jefe cabello tormentoso. El comandante respondió en el
mismo lenguaje, y todos los soldados se retiraron cruzando la sala hacia las
puertas exteriores de la Morada. Las atravesaron y desaparecieron en el patio,
cerrando las puertas tras ellos.
-Abajo
–ordenó la Reina.
Trevik
dio un paso para apartarse mientras los ocho Obreros que transportaban la
litera la bajaban al suelo y luego se arrodillaron y se encorvaron con el gesto
de respeto de los Obreros. Detrás de la litera de la Reina, Trevik escuchó un
suave susurro de telas mientras los cuatro Obreros de detrás bajaban de igual
modo la litera de Borosiv.
El
jefe cabello tormentoso se inclinó, con un gesto que casi era una caricatura de
la postura de los Obreros.
-Salve,
oh Reina de los Rojos –dijo.
Trevik
frunció el ceño. ¿Qué significaba eso? ¿Acaso él no vivía para server y moría
por servir, como hacían los quesoth e incluso el resto de los cabello
tormentoso?
-Bebida.
Apresuradamente,
Trevik volvió a acercarse a la litera y ofreció la copa. Al parecer, el jefe
cabello tormentoso había efectivamente concluido su saludo. Y lo que era más
asombroso, la Reina no parecía ofendida por la ausencia del juramento de
muerte. Era casi como si lo viera como un igual, tal y como Trevik veía a sus
hermanos de los Séptimos como iguales
Pero
eso era absurdo. La Reina no tenía iguales.
La
Reina terminó de beber e hizo un gesto a Trevik para que se apartara.
-La
amenaza permanece, oh Nuso Esva –dijo, dirigiéndose al jefe cabello
tormentoso-. Mis Circúleos han visto las ciudades flotantes, negras contra las
estrellas.
-La
amenaza permanece, oh Reina –convino Nuso Esva, el jefe cabello tormentoso-.
Conferenciemos para decidir el modo en que podamos enfrentarnos a nuestro
enemigo común.
"Hablemos
de la destrucción del Gran Almirante Thrawn.
Hola. El blog es muy bueno y quería agradecerte todo tu trabajo. De paso pregunto, porque no sé cómo se llama en castellano, si has traducido Choices of one, la secuela de Lealtad. Gracias.
ResponderEliminarNo, Choices of one no está traducida de momento. Últimamente me estoy centrando en traducir relatos cortos y no entra en mis planes traducir novelas. Aunque si eligiera alguna novela para traducir esa tendría muchas opciones de ser la elegida, ya que me encantan Timothy Zahn y Mara Jade
ResponderEliminar