lunes, 23 de junio de 2014

Crisis de fe (V)


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No estaba en la naturaleza de los soldados de asalto imperiales ocultarse fuera de la vista. Todo su entrenamiento y forma de actuar, por no mencionar su brillante armadura blanca, tendía a apuntar precisamente en la dirección opuesta.
Sin embargo, el soldado de asalto Lhagva de la unidad stromma estaba tratando de permanecer lejos de las miradas de todo el mundo.
Durante la primera hora lo consiguió, caminando por una tranquila ruta entre la zona de la cocina principal de la tropa del Amonestador y las instalaciones de almacenamiento de equipo, eligiendo un camino que los oficiales superiores raramente usaban salvo que tuvieran una razón para estar allí. Mantuvo el oído bien alerta mientras caminaba en silencio, escuchando en busca de tonos de voz elevados y pasos firmes y determinados.
Habían pasado diez minutos de la segunda hora cuando su suerte se acabó. Al pasar junto a una pila de cajas sujetas con redes de seguridad, se topó de frente con el teniente de línea Dramos Sanjin, sentado con aire casual en el asiento de una barredora de reconocimiento Mobquet.
-Soldado de asalto Lhagva –dijo Sanjin con un aire casual claramente artificial-. Parece que no ha escuchado la orden de que todos los stromma a bordo del Amonestador debían acudir a la cubierta de hangar Número Tres para su desembarco.
-Mis disculpas, teniente –dijo Lhagva, tratando de fingir la mezcla adecuada de sorpresa y desazón-. Últimamente he tenido problemas con mi audición.
-¿En serio? –dijo Sanjin-. No parecía que tuviera ningún problema con la orden del comandante Balkin de presentarse en el campo de prácticas, esta misma tarde.
Lhagva hizo una mueca. Sanjin le había pillado, y realmente no merecía seguir por más tiempo con la farsa.
-Escuché el rumor de que todos los stromma iban a ser enviados de vuelta antes del ataque –dijo-. Yo quería quedarme.
-¿Se cree autorizado para ignorar las órdenes que no le apetece obedecer?
-Me necesitan, teniente –dijo Lhagva, dolorosamente consciente de que estaba caminando en una línea extremadamente estrecha-. Puriv y yo somos los únicos de la fuerza de asalto que comprendemos el Lenguaje de los Soldados quesoth. Somos los únicos que podemos ofrecerles cualquier advertencia previa de lo que la Reina de los Rojos esté ordenando hacer a sus fuerzas.
-Sin embargo Puriv abandonó el Amonestador como se ordenó –dijo Sanjin-. ¿Me está diciendo que él no tenía la misma lealtad a la unidad que tiene usted?
-Puriv tiene una familia, y un fuerte honor familiar que debe mantener –dijo Lhagva-. Desobedecer sus órdenes los habría avergonzado a todos.
-¿Mientras que usted es un huérfano que no tiene a nadie que avergonzar?
-Soy un huérfano que no deshonraría a nadie salvo a mí mismo –corrigió Lhagva-. Estoy dispuesto a aceptar esa vergüenza.
-Los castigos stromma pueden ser severos –advirtió Sanjin-. Los castigos imperiales pueden ser incluso peores.
-Lo entiendo –dijo Lhagva-. Castígueme o degrádeme como deba, teniente. Pero se lo ruego, no haga nada de eso hasta pasado mañana.
Sanjin estudió el rostro de Lhagva.
-¿Tan importante es esta batalla para usted?
-Los quesoth son aliados de los stromma –dijo Lhagva-. Aún más, pasé dos años en el enclave diplomático stromma en los límites de la Ciudad Negra. Esta gente me cae bien, y no quiero ver cómo son destruidos.
-¿Y usted cree que eso es probable?
-Si no se detiene a Nuso Esva, es el único resultado posible –dijo Lhagva-. Si tiene éxito al controlar la Ciudad Roja, sólo será cuestión de tiempo antes de que también tome la Ciudad Blanca, y luego la Ciudad Negra, y luego todo el planeta.
-¿Y usted quiere que se le detenga?
-Sí, señor, eso quiero.
-¿Incluso arriesgando su propia vida y su honor?
-Soy un soldado de asalto imperial, teniente –dijo Lhagva-. Vivo o muero según la voluntad de mis superiores y mi comandante.
-¿Y si esos mismos superiores deciden que usted debe quedarse fuera de esta acción?
Lhagva tragó saliva, deseando poder descifrar el rostro de Sanjin. Pero las expresiones humanas siempre le habían sido muy difíciles de comprender.
-Entonces renunciaré a mi puesto y acompañaré a mi antigua unidad a la superficie, como civil –dijo-. Colándome como polizón en el transporte si fuera necesario.
Durante unos largos instantes, Sanjin se limitó a mirarle fijamente.
-Ese problema de audición suyo –dijo finalmente-. Va y viene, ¿no es cierto?
Lhagva tardó un instante en dares cuenta a qué se refería Sanjin. Y los ojos del humano tenían un extraño aspecto.
-Sí, señor, así es –dijo-. Como dije antes...
-Parece serio –le interrumpió Sanjin-. Será mejor que se presente en la cubierta médica. Informaré al oficial de enlace stromma de que usted permanecerá a bordo hasta que los droides de diagnóstico hayan completado sus análisis y tengan preparado un tratamiento. –Inclinó la cabeza hacia un lado-. Estoy seguro de que se le ordenará permanecer en la cubierta médica hasta que todos los transportes de asalto despeguen mañana a media mañana.
-Con suerte, mi oído funcionará perfectamente cuando se de esa orden. –Lhagva inclinó la cabeza-. Gracias, teniente.
-No me las dé aún –advirtió Sanjin-. Aún mejor, no me dé las gracias en absoluto. Si ambos seguimos vivos mañana a estas horas, seguramente el capitán Parck nos despellejará vivos a ambos. Eso siempre que el comandante Balkin no nos alcance antes. –Señaló con la mano-. Vaya a la cubierta médica, y descanse un poco. De una forma u otra, es muy probable que el día de mañana no termine nada bien.


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