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No estaba en la naturaleza de los soldados de asalto imperiales ocultarse fuera de la vista. Todo su entrenamiento y forma de actuar, por no mencionar su brillante armadura blanca, tendía a apuntar precisamente en la dirección opuesta.
No estaba en la naturaleza de los soldados de asalto imperiales ocultarse fuera de la vista. Todo su entrenamiento y forma de actuar, por no mencionar su brillante armadura blanca, tendía a apuntar precisamente en la dirección opuesta.
Sin
embargo, el soldado de asalto Lhagva de la unidad stromma estaba tratando de
permanecer lejos de las miradas de todo el mundo.
Durante
la primera hora lo consiguió, caminando por una tranquila ruta entre la zona de
la cocina principal de la tropa del Amonestador
y las instalaciones de almacenamiento de equipo, eligiendo un camino que los
oficiales superiores raramente usaban salvo que tuvieran una razón para estar
allí. Mantuvo el oído bien alerta mientras caminaba en silencio, escuchando en
busca de tonos de voz elevados y pasos firmes y determinados.
Habían
pasado diez minutos de la segunda hora cuando su suerte se acabó. Al pasar junto
a una pila de cajas sujetas con redes de seguridad, se topó de frente con el
teniente de línea Dramos Sanjin, sentado con aire casual en el asiento de una
barredora de reconocimiento Mobquet.
-Soldado
de asalto Lhagva –dijo Sanjin con un aire casual claramente artificial-. Parece
que no ha escuchado la orden de que todos los stromma a bordo del Amonestador debían acudir a la cubierta
de hangar Número Tres para su desembarco.
-Mis
disculpas, teniente –dijo Lhagva, tratando de fingir la mezcla adecuada de
sorpresa y desazón-. Últimamente he tenido problemas con mi audición.
-¿En
serio? –dijo Sanjin-. No parecía que tuviera ningún problema con la orden del
comandante Balkin de presentarse en el campo de prácticas, esta misma tarde.
Lhagva
hizo una mueca. Sanjin le había pillado, y realmente no merecía seguir por más
tiempo con la farsa.
-Escuché
el rumor de que todos los stromma iban a ser enviados de vuelta antes del
ataque –dijo-. Yo quería quedarme.
-¿Se
cree autorizado para ignorar las órdenes que no le apetece obedecer?
-Me
necesitan, teniente –dijo Lhagva, dolorosamente consciente de que estaba
caminando en una línea extremadamente estrecha-. Puriv y yo somos los únicos de
la fuerza de asalto que comprendemos el Lenguaje de los Soldados quesoth. Somos
los únicos que podemos ofrecerles cualquier advertencia previa de lo que la
Reina de los Rojos esté ordenando hacer a sus fuerzas.
-Sin
embargo Puriv abandonó el Amonestador
como se ordenó –dijo Sanjin-. ¿Me está diciendo que él no tenía la misma
lealtad a la unidad que tiene usted?
-Puriv
tiene una familia, y un fuerte honor familiar que debe mantener –dijo Lhagva-.
Desobedecer sus órdenes los habría avergonzado a todos.
-¿Mientras
que usted es un huérfano que no tiene a nadie que avergonzar?
-Soy
un huérfano que no deshonraría a nadie salvo a mí mismo –corrigió Lhagva-.
Estoy dispuesto a aceptar esa vergüenza.
-Los
castigos stromma pueden ser severos –advirtió Sanjin-. Los castigos imperiales
pueden ser incluso peores.
-Lo
entiendo –dijo Lhagva-. Castígueme o degrádeme como deba, teniente. Pero se lo
ruego, no haga nada de eso hasta pasado mañana.
Sanjin
estudió el rostro de Lhagva.
-¿Tan
importante es esta batalla para usted?
-Los
quesoth son aliados de los stromma –dijo Lhagva-. Aún más, pasé dos años en el
enclave diplomático stromma en los límites de la Ciudad Negra. Esta gente me
cae bien, y no quiero ver cómo son destruidos.
-¿Y
usted cree que eso es probable?
-Si
no se detiene a Nuso Esva, es el único resultado posible –dijo Lhagva-. Si
tiene éxito al controlar la Ciudad Roja, sólo será cuestión de tiempo antes de
que también tome la Ciudad Blanca, y luego la Ciudad Negra, y luego todo el
planeta.
-¿Y
usted quiere que se le detenga?
-Sí,
señor, eso quiero.
-¿Incluso
arriesgando su propia vida y su honor?
-Soy
un soldado de asalto imperial, teniente –dijo Lhagva-. Vivo o muero según la
voluntad de mis superiores y mi comandante.
-¿Y
si esos mismos superiores deciden que usted debe quedarse fuera de esta acción?
Lhagva
tragó saliva, deseando poder descifrar el rostro de Sanjin. Pero las
expresiones humanas siempre le habían sido muy difíciles de comprender.
-Entonces
renunciaré a mi puesto y acompañaré a mi antigua unidad a la superficie, como
civil –dijo-. Colándome como polizón en el transporte si fuera necesario.
Durante
unos largos instantes, Sanjin se limitó a mirarle fijamente.
-Ese
problema de audición suyo –dijo finalmente-. Va y viene, ¿no es cierto?
Lhagva
tardó un instante en dares cuenta a qué se refería Sanjin. Y los ojos del
humano tenían un extraño aspecto.
-Sí,
señor, así es –dijo-. Como dije antes...
-Parece
serio –le interrumpió Sanjin-. Será mejor que se presente en la cubierta
médica. Informaré al oficial de enlace stromma de que usted permanecerá a bordo
hasta que los droides de diagnóstico hayan completado sus análisis y tengan
preparado un tratamiento. –Inclinó la cabeza hacia un lado-. Estoy seguro de
que se le ordenará permanecer en la cubierta médica hasta que todos los
transportes de asalto despeguen mañana a media mañana.
-Con
suerte, mi oído funcionará perfectamente cuando se de esa orden. –Lhagva inclinó
la cabeza-. Gracias, teniente.
-No
me las dé aún –advirtió Sanjin-. Aún mejor, no me dé las gracias en absoluto.
Si ambos seguimos vivos mañana a estas horas, seguramente el capitán Parck nos
despellejará vivos a ambos. Eso siempre que el comandante Balkin no nos alcance
antes. –Señaló con la mano-. Vaya a la cubierta médica, y descanse un poco. De
una forma u otra, es muy probable que el día de mañana no termine nada bien.
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