El
cuarto de los nueve tanques juggernaut había aparecido en la distancia cuando
la escuadra de Lhagva salió de su transporte en el primero de los tres vehículos
de armazón-A de la fuerza de ataque.
El
armazón-A era un aparato sencillo que, según le habían dicho a Lhagva, había
sido adoptado de otro de los mundos liberados por Thrawn. Su estructura se parecía
mucho a un perchero plegable en forma de A, con ruedas, como los que había
visto siendo empujados o arrastrados por las ajetreadas aceras del distrito
comercial de su propia ciudad natal. Sin embargo, el armazón-A era mucho más
robusto que eso, con ruedas mucho más grandes, un blaster de repetición pesado E-Web/M
montado en la parte superior, un motor en el centro, y suficiente espacio a
cada lado para que cinco soldados de asalto estuvieran de pie, mirando hacia el
exterior. Con el par de estrechos asientos en la sección central para el
conductor y el artillero, el vehículo podía transportar una escuadra completa
de soldados de asalto de forma rápida y eficiente por terreno medianamente
irregular.
La
pega, en la que Lhagva siempre pensaba cuando montaba en una de esas cosas, era
que también dejaba a los miembros de la escuadra apiñados unos con otros y por
tanto vulnerables a una emboscada.
Pero
hasta ahora el enemigo no había dado semejante paso. Las casas junto a las que
pasaban los tres armazones-A no mostraban signos de vida, ni siquiera la
ocasional mirada furtiva de un rostro curioso por ninguna de las ventanas.
Aparentemente, todos los Obreros estaban fuera de la ciudad, como era habitual
a esa hora de la mañana, trabajando en los campos, bosques y minas que se
extendían más allá de la zona urbana.
Y
en cuanto a los Soldados, la mayoría de los que Lhagva podía ver desde su
posición estaban reunidos en grupos a lo largo del camino previsto de los
juggernauts, unos cientos de metros al norte. Daban la espalda a los
armazones-A que se acercaban, sin dar muestras siquiera de que tres escuadras
de soldados de asalto se acercaban a ellos por el sur. Era como si Thrawn
hubiera engañado por completo a Nuso Esva y a la Reina de los Rojos.
Lhagva
no creyó en ello ni por un instante.
-Preparaos,
soldados –exclamó desde el asiento del artillero del armazón-A-. Las cosas
están a punto de calentarse.
Lhagva
miró brevemente hacia arriba. Habían llegado al círculo exterior de los hogares
de los Midli, y sobre ellos el cielo se había vuelto oscuro y tembloroso al
pasar bajo el borde del nuevo trazado de paraguas de escudo de la ciudad. A partir
de ese punto, los TIEs del comandante Fel serían incapaces de proporcionar
ninguna clase de fuego de cobertura a los soldados de asalto.
Agarrando
firmemente su rifle bláster BlasTech E-11, Lhagva volvió su atención a las
casas y las zonas abiertas a su lado del armazón-A. Sabía que, fueran cuales
fuesen los planes de Nuso Esva, la batalla estaba a punto de comenzar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario