miércoles, 20 de enero de 2021

El contacto

Charlene Newcomb y Rich Handley


El sudor perlaba la frente de Kaj Nedmak. Esta sección de Angjon no estaba en ningún mapa turístico, y por una buena razón. El contrabandista miró con recelo el callejón poco iluminado. Las ventanas al alcance parecían estar bien cerradas contra intrusos no deseados, y las puertas, sin duda, estaban cerradas con cerrojo.
Caminando lentamente hacia las sombras cada vez más profundas, Kaj se pasó una mano enguantada por la frente. Se dijo de nuevo a sí mismo que pasar armas de contrabando para la Alianza Rebelde tenía perfecto sentido. Pero cuando el callejón pareció tragarlo, comenzó a preguntarse si la información que había ganado en una partida de sabacc -en lugar de créditos- realmente valdría la pena.
Tal vez su socia Carmesí tenía razón. No habían tenido suerte al intentar ponerse en contacto con la Alianza. Cada pista se había convertido en un callejón sin salida. ¿Por qué esta vez sería diferente?
Un movimiento en el otro extremo del callejón llamó la atención de Kaj. Tres figuras silenciosas se movían con un propósito que solo podía significar problemas. Kaj sintió que se formaba un nudo en su estómago. Una luz se encendió en una ventana del segundo piso... la luz suficiente para vislumbrar una armadura blanca. ¡Soldados de asalto!
-¡Stang! –maldijo Kaj para sí mismo-. Una trampa.
Kaj se ocultó en las sombras. Algo pasó rozando su bota. Bajando la mirada, pudo ver un jaykah escabulléndose hacia un montón de basura apoyado contra la pared unos metros más adelante. El repiqueteo de las garras de la pequeña criatura peluda contra el viejo pavimento de piedra hizo que Kaj sintiera escalofríos. No le sorprendió cuando los soldados de asalto se volvieron hacia el sonido y abrieron fuego.
Una ráfaga de fuego de bláster barrió el montón de basura. El jaykah aulló de dolor. Enseñando los dientes, saltó desde su escondite y se abalanzó contra sus atacantes. Manteniendo su posición, los imperiales dispararon a la pobre criatura hasta hacerla papilla.
Se encendieron luces en un puñado de ventanas e iluminaron la escena con un brillo amarillento mientras los soldados de asalto avanzaban. Kaj se agazapó en un portal, con la respiración violenta y entrecortada. Echó un vistazo al camino por el que había llegado. Demasiado lejos. Las probabilidades de que alcanzara la esquina antes de que los soldados hicieran blanco en él eran como las de obtener un sabacc puro en la primera ronda.
Eso sólo le dejaba una opción. Kaj examinó a sus adversarios. Esperaba poder ser capaz de disparar su arma antes de que le descubrieran, pero un disparo rebotando en el muro a escasos centímetros sobre su cabeza le dijo que su suerte se había acabado.
Kaj abrió fuego, y su primera andanada alcanzó su objetivo. Un imperial menos. Los demás soldados de asalto respondieron al disparo de Kaj con una cortina de fuego de bláster. El ruido resonó por el callejón y se entremezcló con otro sonido familiar... un motor acelerando. Los soldados de asalto también lo oyeron. Kaj miró tras ellos justo cuando el XP-38 cruzaba rugiendo el callejón. Con un bláster apoyado sobre el parabrisas del deslizador terrestre, el maníaco conductor abrió fuego. Uno de los soldados cayó cuando el torrente de disparos cruzó atronando la estrecha calle.
De pronto, Kaj escuchó disparos a su espalda, y un proyectil de bláster pasó rozando su cabeza. Dio media vuelta y vio otros dos soldados de asalto pegados a la pared del callejón y avanzando rápidamente en dirección a él. Kaj hirió a uno en el hombro. Su segundo disparo hizo caer al soldado de cabeza al pavimento. El compañero del hombre se deslizó a un estrecho portal y efectuó varios disparos más.
El intercambio de fuego de bláster a espaldas de Kaj ganó intensidad, y luego cesó igual de súbitamente. Con la esperanza de que el conductor del XP-38 hubiera ganado ese asalto, Kaj salió rodando al callejón para efectuar un disparo limpio. La luz de su bláster iluminó las sombras, y un instante después su último oponente se desplomaba en el suelo.
-¡Vamos! –dijo una voz familiar desde el deslizador terrestre.
Levantándose con dificultad del suelo, Kaj corrió hacia el deslizador, esquivando los cuerpos inertes de los soldados de asalto, y saltó al interior del vehículo.
-Gracias –dijo Kaj mientras la persona al volante pisaba el acelerador para salir disparados del callejón. Echó una mirada de soslayo a la esbelta figura junto a él y sonrió. Unos cuantos mechones de cabello rojo asomaban bajo el sombrero que cubría la cabeza de su rescatadora. Llevaba levantado el cuello de su chaqueta de vuelo azul oscuro.
-Los problemas siempre consiguen seguirte, Kaj –dijo Celia “Carmesí” Durasha a su socio. Conduciendo bruscamente el deslizador a la calle principal, la joven zigzagueó cruzando el tráfico del distrito comercial de Angjon. Lo miró con aquellos ojos esmeralda y una sonrisa inundó su rostro-. Por suerte para ti, yo también.
-Gracias, Carmesí –dijo él-. Eso podía haber sido mi fin.
-Lo sé.
Kaj soltó una risita entre dientes para sí mismo.
-¿Nunca aprendes, verdad?
-Nop. Pero ha sido una pura casualidad que apareciera, Kaj. Estaba en el SalvaCartas, tratando de sonsacar algo de información sobre ese contacto rebelde tuyo. Nunca imaginé que los contrabandistas y los ladrones fueran unos tipos tan suspicaces. –Sonrió-. ¿Puedes volver a explicarme por qué estamos haciendo esto? Tiene que haber un modo más fácil de obtener los créditos que necesitamos para pagar a Bwahl el hutt y a Rass M’Guy.
Kaj ignoró la pregunta.
-¿Cómo terminaste en el callejón? –preguntó.
-El camarero me proporcionó el nombre Raider, el mismo que tú tenías. Teniendo en cuenta que lo obtuvimos por dos fuentes distintas, estaba comenzando a pensar que finalmente podríamos haber dado con la pista de uno de esos rebeldes.
-Sí, ¿y luego qué?
-La suerte estuvo de tu parte... otra vez. Escuché la conversación de un par de rodianos en el bar que fanfarroneaban acerca de un agente rebelde que habían entregado a las autoridades.
-Raider –dijo Kaj constatando el hecho-. El pobre tipo debe de haberlo rajado todo a los imperiales. Eso explica por qué aparecieron esos soldados de asalto colegas nuestros.
-Y siendo como soy una persona de recursos, los seguí.
Carmesí dirigió el deslizador terrestre por una calle lateral, alejándose del flujo de tráfico. Los edificios de oficinas dieron paso a almacenes ruinosos, y flotaban el aire los olores del puerto de mar cercano. Una pesada niebla envolvía la zona.
-Bueno, pues apareciste justo a tiempo, Roja. –Le puso la mano sobre el hombre-. Entonces, ¿sabemos dónde lo están reteniendo?
Carmesí miró a su socio. Sabía lo que iba a venir a continuación. Y sabía que no iba a gustarle.
-¿Y bien? –preguntó Kaj.
-No puedes hablar en serio –suspiró ella.
-¿Por qué no?
-¿Quieres rescatar a un espía rebelde de una guarnición imperial?
-¿Desde cuándo una oficina, ocupada por cuatro oficiales en el primer piso del edificio Jardansen, constituye una guarnición? Sólo es un viejo y pequeño destacamento.
Carmesí frunció el ceño.
-Vale, puede que también haya ahí fuera unas cuantas docenas de soldados de asalto –concedió Kaj-. Vamos, ¿qué dificultad puede tener liberar a ese tipo? El Imperio no está asentado en Angjon como lo está en...
-Ya estamos en poodoo hasta el cuello con Bwahl y Rass –señaló ella-. Volvamos a pensar ese plan reductor de deuda que tienes metido en tu cabeza. Tal vez debamos dirigirnos al extremo opuesto del Borde y sumergirnos en trabajos lucrativos.
-Mira –dijo Kaj, recorriéndole dulcemente la mejilla con un dedo-, si liberamos a este rebelde nos aseguramos un trabajo estable transportando armas o suministros...
Ella le apartó la mano de un manotazo.
-Ni siquiera sabemos si pueden pagar.
-Al menos no tendremos que preocuparnos de dónde vendrá nuestra próxima comida. Y tengo entendido que esas bases de la Alianza tienen las herramientas que necesitaremos para mantener el Luz Estelar Roja en plena forma.
-¡Ja! Yo he escuchado que tienen tan pocos suministros que andan mendigando ayuda allá donde pueden.
-Vamos, Roja, todo eso es propaganda imperial de las redes de noticias.
-Vale. ¿Pero qué hay de Bwahl y Rass? –A duras penas habían logrado escapar del último cazarrecompensas contratado por esos dos hombres de negocios-. Volverán a ir tras nosotros; sabes que lo harán. Necesitamos permanecer tan lejos de ellos como podamos.
-Bueno, sabiendo cómo operan los rebeldes, probablemente estemos tan lejos de ellos como podamos.
Carmesí detuvo el deslizador terrestre a un lado del camino. Se quedó mirando las luces del espaciopuerto de Angjon que brillaban fantasmalmente a través de la neblina.
-No sé.
Kaj tomó a Carmesí por la muñeca con algo más de fuerza de lo habitual. Si eso la incomodó de algún modo, ella optó por no demostrarlo.
-Stang, ¿cuál es tú problema? Sé que todo esto no es simplemente por miedo. Tú y yo hemos superado problemas mucho peores que este para conseguir trabajo antes. Si este fuera cualquier otro trabajo, te lanzarías a por ello. ¿Por qué te preocupa tanto esta historia de los rebeldes, eh? ¿Qué es lo que te han hecho para ponerte tan furiosa? –Kaj acarició suavemente la mano de Carmesí con sus dedos. Ella lo ignoró intencionadamente. El resquemor abandonó la voz de Kaj cuando éste tomó el rostro de Carmesí entre sus manos y la miró directamente a los ojos-. Mira, lo siento. Sólo es que me preocupo demasiado por ti como para verte de este modo, y quiero ayudar.
Un ligero temblor traicionó la postura estoica que Carmesí trataba de mantener con todas sus fuerzas. Cruzó su mirada con la de Kaj, se mordió el labio, y volvió a apartarla.
-Los rebeldes mataron a mi hermano –dijo finalmente.
Kaj la miró fijamente, inclinando la cabeza por la confusión.
-¿Quieres decir que un miembro de la Rebelión lo asesinó? Bueno, frag, Carmesí, eso es horrible, pero sigue sin ser una razón para culpar a toda la...
Ella apartó bruscamente la mano.
-Sí, lo es, Kaj. –La aspereza de su respuesta hizo que él se callara-. La unidad de Raine cayó en una emboscada de los rebeldes.
-¿Servía al Imperio?
Carmesí tensó y destensó la mandíbula.
-Raine estaba destinado en Ralltiir. Fue masacrado en su puesto antes de tener cualquier oportunidad de defenderse. –Dio un puñetazo al volante-. Los rebeldes se dan mucha prisa en señalar las atrocidades cometidas por el Imperio. Mucha prisa para gritar indignados ante la matanza de víctimas inocentes, para mostrar que ellos representan el bien y la justicia. Y tal vez sea así. –Su mandíbula se tensó-. Pero mi hermano nunca cometió ninguna atrocidad. Nunca masacró a ningún inocente.
Kaj se preguntó cómo podía estar segura de eso, pero permaneció en silencio.
-Raine era un buen hombre –dijo Carmesí-, un hombre honesto, que simplemente quería servir del único modo que sabía. El día que fue asesinado, no fue el Imperio quien cometió la atrocidad. Fueron los rebeldes. Nunca los perdonaré por ello.
Los dos contrabandistas permanecieron sentados en silencio durante un instante, el único sonido que podía escucharse procedía del motor del XP-38.
-Lo siento, Carmesí. –Kaj meneó la cabeza al comprender por fin la reticencia de su socia a elegir bando-. Puedo ver por qué no confías en los rebeldes. Si ellos hubieran matado a mi hermano, a mí también me costaría confiar en ellos. Pero tú misma me dijiste que tu mejor amigo fue asesinado por el Imperio. Así que deja que lo ponga de esta manera: si no puedes confiar en ninguno de los dos bandos, bien podrías unirte al que te ponga en menos peligro. Y la última vez que lo comprobé los rebeldes no habían puesto una recompensa por tu cabeza.
Carmesí exhaló ruidosamente pero no dijo nada mientras volvía a poner en marcha el deslizador. Pocos instantes después llegaron a la Pista de Aterrizaje Dyjillan, donde habían atracado su nave, el Luz Estelar Roja. El maltrecho carguero YT-1300, bautizado antiguamente como Facetado, había sufrido múltiples modificaciones, incluyendo una amplia variedad de armas y conjuntos sensores no autorizados. Sería un buen recurso para la Alianza... si los dos contrabandistas lograban localizarlos.
Carmesí apagó el motor del deslizador y se giró en su asiento para mirar de frente a su socio.
-Muy bien –dijo con un suspiro-. Respóndeme sólo a esto, Kaj. Digamos que podemos salir de esta y conseguimos sacar a ese tal Raider de esa prisión. Digamos que, por gratitud, nos deja trabajar para la Alianza, y que por algún milagro no nos matan pasando armas de contrabando. ¿Entonces qué? ¿Cómo convencemos a Bwahl y Rass para que no nos usen como leña para el fuego? ¿Cómo nos libramos de esa recompensa imperial por mi cabeza? ¿Cuáles son nuestros planes a largo plazo? ¿Tenemos siquiera planes a largo plazo? No podemos seguir corriendo eternamente, ¿sabes? ¿A dónde nos conduce esto?
-A una salida, Carmesí...
Ella bufó con desdén.
-...y por ahora, eso es todo lo que puedo prometerte. –Kaj la tomó suavemente de la mano-. Mira, no sé mejor que tú dónde nos conducirá el futuro. Pero sea lo que sea que tengamos que afrontar, lo podemos superar juntos. Confía en mí sobre esto, Roja. –La besó suavemente en la mejilla-. Después de un sueño reparador, verás que tengo razón.

***

El edificio Jardansen no era el complejo prisión imperial estándar. La modesta estructura de plastipiedra, con tres pisos y una cantidad innumerable de ventanas, había sido anteriormente una fábrica dedicada a la producción de barajas de sabacc y otros juegos de cartas. El Imperio nunca había hecho demasiado caso a Angjon, pero un incremento en las actividades rebeldes era suficiente motivo para apostar pequeños destacamentos en este mundo y en otros conocidos por albergar contrabandistas a los que, habitualmente, no les importaba quién pagaba sus tarifas. En lugar de malgastar créditos en construcciones innecesarias, los imperiales simplemente se habían apropiado de edificios existentes para sus propios propósitos y se trasladaron a ellos. La Corporación Jardansen había sido de las primeras en ser expulsadas.
-Esto va a ser más fácil que encontrar a un hutt en una madriguera de piojos de arena –dijo Kaj a Carmesí desde su posición en lo alto de un edificio enfrente de la prisión-. Típica arrogancia imperial; no creen que nadie vaya a atreverse a rescatar un prisionero, así que no se molestan en dificultarlo demasiado.
Carmesí miró al otro lado de la calle, y luego se agachó para no ser vista. Arrastrándose en el suelo, se acercó a Kaj y se quitó su incómodo casco.
-Llámame loca, pero yo diría que probablemente piensen que los más de treinta soldados de asalto que tienen dentro hagan que la gente se lo piense dos veces.
-¿Tú crees?
Carmesí frunció el ceño, pero la ira de la conversación de la noche anterior había abandonado su voz. Echó un vistazo a los dos hombres inconscientes que habían apoyado contra un gran generador de energía en el lado opuesto del tejado.
-En cualquier momento echarán de menos a esos guardias. Puede que los uniformes nos permitan pasar la puerta principal, pero, ¿y después? –Golpeó la armadura de plastoide blanco que le cubría el pecho-. Ni siquiera tenemos todavía un plan para sacar de ahí a Raider. ¿Qué vamos a hacer, limitarnos a entrar y decir “Hola, hemos venido a liberar a uno de vuestros prisioneros”?
Kaj soltó una risita nerviosa entre dientes y tomó un par de macrobinoculares para examinar las ventanas de la prisión. Las habían oscurecido ligeramente y habían montado barrotes metálicos a ambos lados del cristal, pero aún podía distinguir las siluetas de figuras moviéndose.
-Muy bien, tenemos dos tipos montando guardia en el exterior del edificio. Dentro y a la izquierda, veo el puesto de guardia principal. Allí hay dos oficiales y cuatro soldados de asalto. Luego hay más o menos otra docena de soldados vigilando las celdas, estacionados en diversos puntos a lo largo del pasillo. No puedo decir dónde están el resto de las tropas.
Carmesí soltó un bufido. Cuanto más pensaba en esa idea, menos le gustaba.
-Parece que sólo se está usando el primer piso. Desde aquí, calculo al menos cincuenta prisioneros en celdas individuales. Aunque no tengo ni idea de cuál de ellos será Raider -añadió.
-Sin problema –dijo Carmesí, poniendo los ojos en blanco-. Podemos limitarnos a liberarlos a todos.
Kaj se agachó y se quitó el casco. Su rostro irradiaba felicidad.
-Exactamente lo que estaba pensando.
Se inclinó hacia ella y la besó plenamente en los labios.
-¿Qué...? –tartamudeó ella mientras Kaj descendía la escalera a toda velocidad. Recuperándose de su sorpresa, Carmesí se puso el casco y se precipitó tras él.
Los “soldados de asalto” Kaj y Carmesí cruzaron la calle hacia el edificio Jardansen. Con los hombros rectos, Kaj inclinó la cabeza para saludar con gesto confiado a los guardias de la puerta delantera, y luego se acercó apresuradamente al puesto de guardia principal con Carmesí un paso por detrás. El oficial al mando, un capitán de mediana edad, levantó irritado la mirada y estudió el rostro oculto de Kaj.
-¿Qué estáis haciendo aquí...?
-Los prisioneros están escapando, señor -informó Kaj.
-¿Qué? –exclamó el oficial, casi gritando, mientras se ponía en pie de un salto.
Dos de los guardias se volvieron inmediatamente a los sensores del panel de control principal para verificar la fuga.
-No detecto ninguna anomalía, capitán –informó un guardia-. No hay señal de ningún disturbio en el bloque prisión.
-Eso es porque todavía no ha comenzado –dijo Kaj mientras alzaba su rifle bláster y abría un agujero humeante en la armadura del soldado de asalto.
Antes de que los demás imperiales pudieran reaccionar, Carmesí levantó su rifle. Lanzó una ráfaga de disparos, alcanzando al capitán y a dos de sus guardias con impactos que los enviaron trastabillando contra la pared.
Kaj derribó al segundo oficial y al otro guardia, y luego saltó hacia el panel de control. Tomándose un instante para quitarse el casco y respirar una profunda bocanada de aire sin reciclar, encontró los controles del bloque de detención y liberó todas las puertas de las celdas.
-¡Vamos! –exclamó.
Kaj y Carmesí corrieron por el pasillo adyacente, saltando sobre los cuerpos de dos soldados de asalto, cuyas armaduras blancas mostraban marcas ennegrecidas de disparos. Irrumpieron en el bloque de celdas en medio de un caos absoluto. Los prisioneros liberados golpeaban a los guardias atónitos y luchaban con ellos para quedarse con sus armas. Kaj dejó escapar un grito de guerra y se dirigió hacia el guardia más cercano, con su rifle bláster en posición de ataque. Carmesí escaneó rápidamente la pasarela del segundo nivel. No había rastro de más guardias... aún. Agarrando con fuerza su arma, esprintó para alcanzar a su socio.
Escapándose del agarre de un prisionero, un soldado de asalto hizo sonar una alarma general y se dirigió hacia las escaleras. Media docena de prisioneros corrieron tras él. Fue atrapado en la mitad de las escaleras y, sin ninguna delicadeza, lo arrojaron por encima de la barandilla al ferrocemento de abajo. La sorpresa, el entusiasmo y la superioridad numérica estaban del lado de los prisioneros y, en cuestión de instantes, la mayoría de los guardias estaban sometidos.
Los reclusos se precipitaron hacia la salida, tomando las armas de los soldados caídos. Kaj estaba a punto de hablar cuando un disparo golpeó la pared justo sobre su cabeza. Se volvió en la dirección de la que provenía el disparo. ¡Tres de los prisioneros le estaban disparando!
-¡Eh, esperad! –aulló Kaj-. ¡Yo no soy del Imperio! ¡Acabo de liberaros, desagradecidos...!
Otro disparo chamuscó el ferrocemento justo tras Carmesí, y los contrabandistas comenzaron a levantar sus armas para defenderse. De pronto, una cortina de disparos de bláster llovió sobre la confusión desde la pasarela del segundo nivel. Dos de los prisioneros con armas se derrumbaron a pocos metros de Kaj, apenas un parpadeo antes de que fueran ellos quienes le mataran a él.
Carmesí martilleaba con sus disparos al mar de armaduras blancas sobre sus cabezas. Un disparo procedente de algún lugar de la sala le rozó la placa facial del casco. Se lo quitó, lo arrojó a un lado, y disparó acertando a otro guardia.
-Stang –aulló Kaj, disparando aleatoriamente a los soldados de asalto del segundo nivel.
-¡Bueno, creo que ahora ya sabemos dónde están todos los demás guardias! –gritó Carmesí.
Los cuerpos se apilaban conforme el tiroteo ganaba intensidad. Uno de los prisioneros se volvió hacia Kaj y Carmesí y corrió hacia ellos. Llevaba una capucha oscura, y su cuerpo era alto y ágil. Kaj volvió su bláster hacia el hombre, pero un instante antes de que disparara Carmesí le tomó por el brazo.
-¡Kaj, no! No está armado.
Kaj no abrió fuego, pero un disparo con buena puntería desde arriba le golpeó en el hombro. Maldiciendo, cayó de espaldas contra el muro, golpeándolo con un ruido sordo.
-¡Kaj! –gritó Carmesí.
El prisionero desarmado se agachó junto a Kaj, le ofreció la mano, y gritó por encima del caos.
-¿Puedes correr?
-Sí, estoy bien. –Kaj hizo una seña a Carmesí levantando el pulgar, y luego se volvió hacia el prisionero-. ¿Quién eres?
-Soy Raider.
-¡Frag! No te lo vas a creer, pero...
-Ahora no hay tiempo para eso –dijo Raider. Bajo la capucha, sus ojos se cruzaron con los de Carmesí. Había en ellos cierta dulzura familiar que la puso nerviosa. Él la tomó del brazo-. Vamos. Los refuerzos no tardarán mucho en llegar.
Temblorosa, sin decir nada, Carmesí dejó que Raider liderara la marcha. Corrieron de vuelta al puesto de guardia, saltando sobre cuerpos caídos. Miró hacia atrás para ver si les estaban siguiendo, pero las ocupadas tropas no se habían percatado de su retirada. Fuera del edificio, zigzaguearon a través de un grupo de alarmados viandantes. Kaj aceleró para adelantar a sus compañeros, dio un rodeo en un callejón cercano, y giró para entrar en un garaje a oscuras, donde estaba estacionado su deslizador terrestre.
Sin esperar a ser invitado, Raider saltó al asiento del conductor. Kaj se encogió de hombros, trepó al lado del pasajero, y ofreció la mano a Carmesí. Ella apenas había logrado subir a bordo del deslizador cuando este aceleró demasiado rápido como para que los compensadores se adaptasen. Kaj dejó escapar un jadeo poco habitual en él cuando ella cayó torpemente en su regazo, golpeándole el hombro herido.
Carmesí lanzó una mirada asesina a su nuevo compañero mientras este aceleraba el motor.
-¡Eh –se quejó-, qué demonios crees que estás...!
Raider se volvió hacia ella y se quitó la capucha. Su cabello largo y color fuego estaba áspero y mate, y su vello facial era del mismo tono de rojo. Ella conocía bien ese rostro y ese pelo, tan bien como si fueran los suyos propios.
-¡Raine! –jadeó Carmesí.
-¿Raine? –repitió Kaj, mirando fijamente a la versión masculina de su socia-. ¡Santo cielo!
-Estás vivo –exclamó Carmesí, rodeando el cuello de su hermano con sus brazos-. ¡Por las estrellas, Raine, estás vivo!
El súbito movimiento de Carmesí hizo que Raine diera un tirón a los controles, girando el deslizador hacia el tráfico que venía de frente.
-Guau –exclamó-. Tranquila, Celi. Cálmate antes de que hagas que nos matemos.
Carmesí lo liberó del abrazo con el que casi lo estaba estrangulando.
-Estás vivo –repitió, mientras las lágrimas chorreaban por sus mejillas. Con manos temblorosas, tocó la pelusa roja del rostro de Raine. Meneó la cabeza con incredulidad, pasó la mano por su hombro y aferró su brazo, temerosa de dejarle marchar-. No lo entiendo... ¿cómo has llegado aquí? –preguntó-. Los informes decían que te mataron en una emboscada rebelde en Ralltiir.
-A mí no me parece que esté muerto –indicó Kaj.
Raine hizo una mueca y miró a su hermana.
-Es una historia muy larga, hermanita. Tal vez debamos escapar de Angjon, y luego encontrar un minuto para tendernos en el suelo, en una colina en alguna parte, y contemplar las estrellas, como hacíamos cuando éramos niños...
-Y hablar de sueños y esperanzas –terminó la frase Carmesí. Hizo una pausa y le guiñó el ojo-. ¿Y morir como soldados imperiales, volviendo a la vida como agentes rebeldes?
-Sí –respondió con una sonrisa.
-Me encantaría escuchar esa historia –dijo Kaj-, pero si quieres abandonar Angjon, te diriges en dirección opuesta al espaciopuerto.
Raine asintió y giró hacia el norte, guiando el deslizador terrestre fuera de la ciudad.
-Hablando de historias, Celi, ¿cómo la navegante de una nave crucero acaba sirviendo como apoyo en esta misión? Tendré que agradecer a mis amigos que te enviasen para cuidar de mí –dijo con una risita-. ¿Disfrutáis vistiéndoos como soldados de asalto e irrumpiendo en centros de detención imperial?
-Abandoné Galaxia Tours y me asocié con Kaj hace un par de años –dijo Carmesí a su hermano.
Raine asintió.
-Más o menos cuando el Imperio destruyó Alderaan.
Carmesí bajó la mirada y se mordió el labio.
-No dejé mi trabajo debido a...
-No nos ha enviado la Alianza para cuidarte las espaldas, Raine –interrumpió Kaj.
-Raine está muerto. Ahora respondo al nombre de Raider –dijo secamente. Echó una mirada a Carmesí-. Perdona, no pretendía ser tan brusco. –Frunció el ceño-. Espera, ¿no trabajáis para la Alianza? Tal vez sea mejor que comencéis a explicaros.
-¿Recuerdas al tipo con el que planeabas reunirte en un callejón anoche? Bueno, soy yo. Me llamo Kaj Nedmak. Carmesí y yo somos comerciantes independientes, buscando trabajo estable. Pensábamos que podríamos ayudarte a mover el cargamento que estabas comprobando aquí.
-¿Carmesí? –Raider alzó la mejilla de su hermana, mirando de soslayo su rostro, su cabello, y el fuego de sus ojos-. Bonito nombre... te encaja.
Kaj insistió.
-¿Qué opinas, Raider? ¿Puedes conseguirnos trabajo?
-¿Me habéis sacado de una prisión imperial sólo para pedirme trabajo?
-Bueno, hemos estado tratando de hacer contacto con la Alianza.
-¿Por qué?
-Necesitamos el trabajo –dijo Carmesí.
-¿Y?
-Y estamos tratando de mantenernos unos cuantos pasos por delante de un par de indeseables a los que les gustaría arrojar a Kaj a la guarida de un rancor.
-¿Problemas con el Imperio? –preguntó Raider mientras descendía por la tenuemente iluminada carretera hacia el espaciopuerto.
-Yo no –respondió Kaj-. Pero Carmesí tiene una recompensa imperial...
Carmesí puso la mano sobre la boca de Kaj.
-Es una larga historia.
-¿Una larga historia, eh? –dijo Raider con una sonrisa-. Supongo que esa también tendrá que esperar.

***

-¿Qué aspecto tengo?
Carmesí observó cómo su hermano, recién afeitado, entraba al salón de tripulación del Luz Estelar Roja.
-Ese es el hombre que yo recuerdo –dijo, guiñándole un ojo.
Kaj dejó su taza sobre la consola del sistema, hizo una mueca por una punzada de dolor en la herida vendada de su hombro, y evaluó la apariencia de Raider.
-Todo un cambio respecto a antes, pero el pelo rojo puede delatarte, amigo. Haré que Uthre te prepare...
-Está bien. Mi gorro tapará el rojo. –Raider sonrió y se sentó junto a su hermana-. Ahora hablemos de negocios. Decís que queréis trabajar para la Alianza. Hace una semana o así...
-¿Le apetece un poco de raava frío, amo Durasha?
Raider se volvió hacia el droide de protocolo que llevaba una bandeja. Similar al modelo 3PO estándar, se diferenciaba lo bastante de ese diseño –especialmente en su tinte verduzco- para distinguir que formaba parte de la serie THR. Sin embargo, la voz, agradable y pese a ello provista de un aire bastante aristocrático, confirmaba que las dos series estaban relacionadas.
-No, gracias, U-THR. Tal vez más tarde. Necesito la cabeza despejada para el trabajo que nos espera. Todos la necesitaremos –dijo, mirando con intención a Kaj, que había levantado su jarra de nuevo a los labios. Kaj se detuvo en medio de un trago, y luego fingió no haber escuchado el comentario mientras bajaba la jarra a medio vaciar y hacía señales al droide para que se la rellenara.
Raider resopló.
-En todo caso, como iba diciendo, hace una semana o así mi piloto de carga se vio envuelto en una pelea de bar.
-¡Oh, qué terrible! –dijo el droide.
-Trey era un buen amigo y un piloto del demonio. Seguramente lo mataron. Su muerte es una pérdida para la rebelión. –El tono de Raider se volvió más serio-. Si puedo localizar su alijo, necesitaré transporte para sacarlo de aquí. Nos vendrían bien naves como la vuestra, buenos pilotos, infiltrados hábiles... pero la paga no es gran cosa. Los créditos son difíciles de conseguir en esta línea de trabajo.
-Bueno, eso es un factor, por supuesto –indicó Kaj-, pero hay otras cosas como comida, refugio, partes para mantener actualizada nuestra nave...
-¿Y? –Raider fijó su mirada en Carmesí.
Carmesí y su hermano siempre habían estado muy unidos; lo bastante como para que leer las pistas verbales, el lenguaje corporal y la mente del otro resultase casi como una segunda naturaleza. Ella sabía a dónde quería llegar él, y no le gustaba.
-Sáltate las lecciones ideológicas y guárdate tu política para ti –gruñó ella, con la cara roja y brillante-. Mi mejor amigo fue acribillado por el Imperio. Tú fuiste asesinado por los rebeldes. Pero aquí estás, ¡y ahora estás trabajando para ellos! –Apartó la mirada un instante, y la rabia dejó paso a la confusión-. Mi amigo Kaileel me dijo que estudiase atentamente al Imperio, para ver la maldad que...
-Tenía razón, Celi.
-Tal y como yo lo veo, ambos lados son horribles –dijo ella-. No quiero que esa sea mi lucha. No puedo. Y lo siento, pero, ¿no lo ves? Sólo quiero un trabajo que lleve comida a mi barriga. Si trabajar para la Alianza sirve para eso, entonces me parece bien.
-Celi, no puedes estar diciendo que trabajarías para el Imperio...
-No, desde luego que no. –Negó con la cabeza y suspiró-. No es que piense que los rebeldes tengan razón o no. Es sólo que todo a lo que he tenido que enfrentarme...
-Los compromisos que has evitado –añadió bruscamente Raider.
La voz de Carmesí se tensó.
-Estaba furiosa y dolida. Odiaba a los rebeldes porque creía que te habían matado.
Kaj se acercó a ella rodeando la mesa y le tomó la mano.
-Está bien, Carmesí –le dijo con dulzura.
-¿Qué esperas que diga ahora? –preguntó Carmesí a Raider, mirando a su hermano fijamente a los ojos-. ¿”Adoro a los rebeldes”? Dame un poco de tiempo mientras me acostumbro a la idea.
-Lo sé. Esto debe ser un poco chocante –concedió Raider.
-¿Un poco chocante? –replicó ella, agarrando con fuerza la mano de Kaj-. Piensa más a lo grande, querido hermano.
-¿Como la explosión de una Estrella de la Muerte?
Carmesí trató de forzar una sonrisa.
-Sí, eso se acercaría más.
Durante un largo instante, nadie dijo ni una palabra. Incluso Uthre parecía mantenerse apartado para evitar contacto visual con los demás. Finalmente, Kaj se dio un manotazo en la rodilla.
-Bueno, Raider... ¿crees que podrías ser capaz de encontrarnos trabajo? –preguntó.
Raider inspiró profundamente.
-Probablemente los impes estén peinando la ciudad tratando de encontrar mi cargamento y a nosotros tres. Permanecer en Angjon no puede ser una buena idea.
-Viniste hasta aquí para averiguar qué le había pasado a tu piloto y tu cargamento –dijo Kaj-. Bien podrías terminar lo que empezaste. Ese cargamento debe ser bastante importante para la Alianza. ¿Qué es, de todas formas?
-Suministros que nuestra base necesita; material médico, armas, explosivos, calentadores de bobinas repulsoras...
Kaj alzó la ceja al escuchar el último elemento.
-¿Haciendo modificaciones para clima frío?
Raider se encogió de hombros, indicando un tácito “tal vez” con el que se negaba a divulgar más información.
-Incluso si localizamos el cargamento, todavía tendríamos que salir pitando de aquí sin que nos inspeccionen. –Su mirada pasó de Carmesí a Kaj, y luego de vuelta a ella. Una ligera sonrisa curvó los extremos de su boca-. Pero si os apuntáis, todavía hay otro sitio en el que me gustaría echar un vistazo.
Después de una pausa, Carmesí asintió y trató de devolverle la sonrisa. Raider le dio un reconfortante abrazo, y luego propinó a Uthre una palmada de camaradería en su hombro metálico.
-Pensándolo mejor, Uthre, creo que me vendría bien ese trago ahora.

***

El camarero del SalvaCartas proporcionó alegremente a los contrabandistas la dirección del transportista original de Raider. Doscientos créditos más pobres, Carmesí, su hermano y Kaj atravesaban a toda velocidad una calle residencial en su XP-38. Elevadas estructuras conectadas sobre el nivel del suelo por pasarelas cubiertas asfixiaban el distrito, ahogándolo entre sombras grises.
El apartamento del piloto carecía de pretensiones y estaba escasamente decorado, aparte de una estatua de plastipiedra del Emperador Palpatine, una imagen clásica del arrugado monarca otorgando benevolentemente su Nuevo Orden sobre la galaxia. Carmesí arqueó una ceja al ver la estatua, sorprendida de ver semejante objeto en el hogar de un rebelde.
No estaba segura de qué estaba buscando Raider, pero la acerada concentración de su mirada mientras registraba la habitación le decía muchísimo acerca de su experiencia como agente rebelde. Con una atención formada inicialmente por su servicio al Imperio, examinó todo el apartamento en busca de claves de la ubicación de la carga, pero la búsqueda resultó infructuosa.
Exhalando ruidosamente, abriendo y cerrando las manos como si necesitase permanecer activo, Raider tomó la estatua de Palpatine y leyó distraídamente la inscripción de la base:
-Del Caos, Orden. De la Decadencia, Control. De la Corrupción, Pureza. –Rio fríamente-. Y pensar que nuestra familia... que yo... me tragué toda esta retórica retorcida.
Volviéndose, arrojó la estatua al suelo, donde se partió por la mitad con un satisfactorio estruendo.
Una sonrisa cruzó el rostro de Raider. Siguiendo su mirada, Carmesí y Kaj se descubrieron a sí mismos sonriendo también.
En el suelo, entre polvo de plastipiedra y las mitades dentadas de la estatua, brillaba un objeto metálico. Un pequeño cilindro-llave con una base hexagonal y el otro extremo suave y redondeado. Y tallada con toscas letras en el cilindro... una dirección.

***

Carmesí avanzaba pisando con fuerza hacia la única puerta del oscuro almacén que aún no habían intentado abrir. Tenía sólo un metro de alto, una entrada más adecuada para un jawa que para un humano. El extremo hexagonal del cilindro se deslizó suavemente en la cerradura. ¿Quién iba a pensarlo? Una ligera sonrisa asomó en su rostro cuando la cerradura se abrió con un chasquido. Haciendo con la cabeza una discreta señal al esquife estacionado a una manzana de distancia, abrió la puerta de un empujón.
Justo al entrar en el almacén, en la pared, Carmesí localizó el interruptor de las luces, y un panel de control adyacente que abría un par de grandes puertas dobles. Esa reciente racha de suerte resultaba insólita. De algún modo, las cosas estaban encajando un poco demasiado fácilmente. Un súbito escalofrío recorrió su cuerpo mientras el esquife entraba en la gigantesca sala. Sus ojos vagaron hacia el techo. ¡Cámaras de seguridad!
Carmesí pulsó los controles para cerrar las puertas, agarró su DL-44, y desintegró la cámara más cercana. Kaj vio el rayo de luz y su objetivo. Localizando una segunda cámara ubicada en la esquina opuesta de la sala, abrió fuego.
-¡Vamos a tener compañía! –exclamó mientras Carmesí examinaba ansiosamente la sala en busca de otras medidas de seguridad y otras vías de escape-. Démonos prisa.
Raider saltó desde el vehículo y forzó la tapa de uno de los contenedores que se alineaban junto a la pared. Apartando cuidadosamente las mantas y los kits médicos, inspeccionó el contenido. Ojeó varias cargas de megonita, y luego sopesó un BlasTech A280 completamente nuevo. Satisfecho, se volvió a sus camaradas.
-Bien, esto es lo que estábamos buscando. Kaj, ¿puedes...?
Unos focos llenaron la sala de cegadora luminosidad.
-Vosotros... ¡alto ahí!
Medio cegado por los focos, Kaj permaneció inmóvil mientras dos soldados de asalto caminaban hacia él. Raider, parcialmente oculto por el esquife, mantenía su arma fuera de la vista.
-Vais a venir con nosotros –ordenó uno de los soldados-. El administrador quiere tener una palaba con vosotros.
Raider sonrió con desdén.
-Sí... y esa palabra es... ¡Abajo!
Kaj se tiró al suelo buscando cobertura mientras Raider hacía un barrido con el A280 en un movimiento fluido, su dedo mimetizado con el gatillo. Un soldado de asalto logró efectuar un disparo certero antes de que Raider lo derribara. Con una mueca de dolor, Raider ignoró la ardiente y dolorosa hinchazón de su brazo y disparó al segundo guardia. Su disparo falló por mucho. Otro disparo de bláster cruzó la habitación desde la puerta. El bláster de Carmesí alcanzó su objetivo.
-¿Estáis los dos bien? –preguntó Raider.
Carmesí se acercó a sus compañeros. Ayudó a Kaj a volver a levantarse.
-Estamos bien, pero esos soldados de asalto nos estaban esperando –dijo.
-Os dijo que el Imperio estaría buscando este cargamento –replicó Raider, escrutando la sala.
Kaj se frotó el hombro, aún dolorido por el disparo que había recibido durante la fuga de la prisión.
-Parece que lo han encontrado.
A pesar del dolor palpitante en el brazo, Raider cargó en el esquife una caja sin marcas.
-No tenemos mucho tiempo. Subamos estas armas al esquife y salgamos de aquí.
Carmesí asintió.
-Haré que Uthre prepare el Luz Estela Roja para que podamos despegar en cuanto lleguemos.

***

-Carguero Facetado, le habla la teniente Yma Smada del Control Portuario Dyjillan. Nuestros escáneres muestran que su nave está arrancando motores para el despegue. No tiene autorización de salida. Por favor, apague sus motores inmediatamente, o sus privilegios de atraque serán revocados. Repito, al habla el Control Portuario Dyjillan. Aborte su despegue. No tiene permiso. Responda inmediatamente.
Sentado en la cabina, Kaj Nedmak rio y dio una palmada al reposabrazos de su asiento de capitán.
-¡Ja! Tal vez no haya sido tan malo que nunca encontrase el tiempo para cambiar el identificador de registro de la nave en la OdNS. Aún emitimos la señal del Facetado.
-No empieces todavía a celebrarlo, Kaj –replicó Carmesí, señalando a estribor-. Control Portuario no son los únicos que se han fijado en nosotros.
Kaj echó una mirada en la dirección que estaba señalando y soltó un juramento al ver una escuadra de soldados corriendo hacia su carguero.
-Y TIEs aullando desde babor –añadió Carmesí.
-¡Maldición! –exclamó Kaj-. Salir del Mar de Dunas para caer en el pozo del sarlacc. –Pulsó un interruptor sobre su cabeza-. Raider, tenemos compañía. Será mejor que vayas a la torreta inferior. Algo me dice que este despegue va a hacer que el Cúmulo de las Fauces parezca un crucero de placer rulaariano.
-Entendido –respondió la voz de Raider transmitida desde la bodega de carga.
Carmesí activó interruptores en el panel de navegación.
-Kaj, no sé si ahora mismo el Roja está en forma para enfrentarse a tres globos oculares.
-No creo que tengamos mucha elección. –Sus dedos bailaron sobre los controles como un bith dándolo todo en un fanfar, y el YT-1300 se elevó tan rápidamente que los contrabandistas quedaron clavados en los respaldos de sus asientos-. Lo único que podemos hacer ahora es tratar de cegarlos.
-Muy bien –respondió Carmesí, soltándose el arnés de seguridad.
-Carguero Facetado, repito, aquí el Control Portuario Dyjillan –repitió Smada, con una voz que se volvía más vehemente con cada palabra-. No tiene autorización de salida. Las autoridades han sido alertadas...
Carmesí saltó de su asiento, dio un manotazo al panel para silenciar la voz, y salió corriendo por cubierta en dirección a la torreta artillera superior. Abrochándose el arnés, saludó con la mano a su hermano bajo ella. Sonrió y devolvió su atención al ordenador de objetivos mientras la nave escapaba de la atmósfera de Angjon.
El carguero se sacudió cuando los TIE realizaron una diestra pasada, disparando sus láseres. Kaj aceleró el Luz Estelar Roja, proporcionando a Carmesí y Raider mejor posición para efectuar disparos claros a sus atacantes.
Un TIE estalló instantáneamente en llamas, que quedaron igual de rápidamente extinguidas en el vacío del espacio.
-¡Le di a uno! –exclamó Raider, girando sesenta grados para tratar de apuntar a su compañero de ala. Justo cuando su ordenador de objetivo indicaba el blanco fijado, el tercer TIE consiguió hacer blanco sobre la torreta de Raider, arrancando de cuajo la montura del cañón y haciendo que cayera sobre él una lluvia de chispas-. ¡Frag!
Carmesí se volvió abruptamente al escuchar la explosión y la maldición de Raider.
-¡Raine! –gritó, vislumbrando el ennegrecido transpariacero de la torreta artillera-. ¿Estás bien?
-Bien –respondió él, flexionando los dedos para aliviar los efectos del leve shock que había sufrido-. Pero voy a poder serte de mucha ayuda desde aquí abajo.
Girando en su asiento de artillera para ametrallar a los TIEs atacantes, Carmesí se llevó la mano al auricular.
-Kaj, la torreta inferior está hecha polvo. Raine está bien, pero no sé cuánto podremos durar con sólo un cañón. Será mejor que te luzcas con tu pilotaje.
La estresada voz de Kaj llegó filtrada desde la cabina.
-Limítate a no perder de vista a los dos globos oculares restantes, Roja. Tengo un plan. –Lanzó el carguero en un rápido patrón en zigzag, evitando los cazas-. Raider, vuelve a la bahía de carga. Esos explosivos que hay en tus cajas... podrían resultarnos útiles ahora mismo. Hazte con unas cuantas cargas, ponte un traje de vacío, y dirígete a la esclusa de la compuerta superior.
-¿Traje de vacío? –dijo Raider-. ¿Qué? No...
Carmesí no tenía ni idea de en qué estaba pensando Kaj, pero casi pudo ver la comprensión naciendo en el rostro de su hermano...
-Espera... –dijo Raider-. Creo que sé qué pretendes. Me pongo a ello.
Mientras Raider corría por el pasillo hacia la bodega, el Luz Estelar Roja se sacudió con fuerza. Sonaron explosiones a ambos lados de la nave. Los sensores del equipo de puntería de Carmesí le dijeron que los TIEs habían tomado posiciones de flanqueo.
Genial, pensó. Los generadores de escudo han caído. Un impacto ahora, por pequeño que sea, y somos fuegos artificiales.
-Kaj, vienen de babor y estribor. ¡Sácanos de aquí!
Con una inmediatez que la mayoría de ingenieros sensatos habría creído imposible para una nave de su clase, el Roja rotó sobre su eje, realizando un giro de casi 180 grados sin apenas disminuir su velocidad. Sonaron alarmas y brotaron chorros de vapor por el esfuerzo, con profundo gemido manando de mamparos que nunca se habían diseñado para una maniobra semejante. Pero la nave aguantó de una pieza, gracias a las modificaciones realizadas por su anterior propietario.
Luchando contra la náusea mientras las estrellas pasaban ante ella a velocidad mareante, Carmesí se encontró con ambas naves atacantes de frente. Por el retardo en su respuesta, pudo advertir la aturdida confusión de los pilotos mientras trataban de volver a localizar su presa.
Para un TIE, el retardo fue fatal. Ráfagas continuadas del cañón de la torreta superior del Roja redujeron el caza a polvo espacial. La otra nave se mantuvo fuera de su cono de alcance, danzando alrededor del carguero como una wistie frenética.
Por el auricular, Carmesí escuchó la voz de Kaj.
-Vale, Carmesí, prepárate... espera mis instrucciones.
-Muy bien –respondió ella sin demasiada convicción, esperando que él supiera lo que estaba haciendo.
-Raider, ¿preparado ahí atrás, colega?
-En posición, Kaj. No tienes más que decir la palabra.
-La palabra es... ¡Abajo!
Por un instante, a Carmesí le pareció que no había ocurrido nada, pero de pronto sus sensores registraron el rastro de un objeto a babor, aparentemente procedente del propio Luz Estelar Roja. El carguero giró sobre sí mismo, colocando el objeto entre las dos naves, y luego se detuvo en seco. El corazón de Carmesí hizo lo mismo. Por la galaxia, ¿qué estás haciendo, Kaj? ¡Así parados somos mynocks de feria!
Viendo una apertura, el TIE giró para realizar una última pasada de ataque sobre su esquiva presa.
-Espera, Roja –indicó Kaj. Pasaron un par de segundos, pero parecieron toda una vida-. Aguarda... espera... –y entonces gritó-: ¡Dispara a ese objeto a babor!
Más te vale tener razón, Kaj. Mientras el TIS se les echaba encima, Carmesí fijó en su visor el objeto que flotaba lentamente, y abrió fuego. Una brillante explosión llenó el espacio ante ella, obligándola a protegerse los ojos con las manos. Volviendo a mirar un instante después, vio cómo el TIE volaba directamente a la explosión. El caza estalló en una detonación secundaria que no fue tan espectacular como la primera, pero que desde luego fue más satisfactoria para los ocupantes del Luz Estelar Roja.

***

-Esa ha sido una demostración de estrategia intuitiva de lo más efectiva e inspirada, capitán Nedmak. ¡Muy impresionante!
Kaj sonrió al droide de protocolo de color verde mientras este rellenaba de raava las tazas de sus compañeros.
-Gracias, Uthre. No ha estado nada mal, si se me permite decirlo.
-Hacer que el amo Raider expulsara esa carga de megonita por la escotilla de la esclusa superior para que la ama Carmesí la detonara fue ciertamente una maniobra poco ortodoxa. ¿Cómo discurrió una ofensiva tan poco usual con tan poco tiempo para planearla?
-Bueno, tú mismo lo has dicho, Uthre: Soy inspirado, intuitivo, e impresionante... ¡supongo que podría decirse que pongo los puntos sobre las íes!
Carmesí rio, la primera risa franca que había disfrutado en semanas, que sabía que se debía en gran parte al alivio por haber sobrevivido a los últimos días.
Raider dejó escapar un gruñido y levantó su taza, vaciando su contenido de un largo y suave trago.
-¿Sabes, Kaj? De algún modo tu sentido del humor me parece mucho mejor después de haberme remojado en raava. Vaya, me pregunto por qué será. –Guiñó uno ojo al contrabandista, y luego indicó a U-THR que volviera a servirle.
Efusiva y animada por la bebida, Carmesí deslizó un brazo sobre los hombros de su hermano y otro sobre los de Kaj.
-Bueno, muchachos, aquí estamos. Hemos contactado con la Alianza Rebelde. He encontrado a mi hermano perdido. Hemos logrado encontrar un importante cargamento y escapar con él. Los escudos están arreglados y estamos viajando a salvo trazando círculos en piloto automático. ¿Qué hacemos ahora?
Raider sonrió.
-Ahora, querida hermana, haremos una entrega que lleva mucho tiempo retrasada. –Llevándose la taza a la boca, Raider tomó otro largo trago. Sus ojos verdes brillaron traviesos mientras pasaban de Carmesí a Kaj-. ¿A vosotros dos os gusta la nieve?

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