martes, 29 de septiembre de 2009

El honor de los Jedi (8)

8
Un solo minuto más tarde, el asteroide catalogado como Tredway 24 pende ante la cabina de Luke como un gigantesco e infranqueable acantilado. El complejo Tredway está situado justo en el centro del muro del acantilado. Desde el ángulo de Luke, parece como si el complejo fuera a deslizarse hacia el espacio en cualquier momento. El emplazamiento consiste en 14 edificios ubicados en cinco hectáreas de roca nivelada. El edificio más grande es claramente algún tipo de molino, porque una pila de residuo arenoso se extiende por más de tres kilómetros más allá de su extremo más alejado.
Los tres edificios más altos, dispuestos en una especie de triángulo, son obviamente castilletes de minería. Cubren pozos que conducían a las profundidades del interior del asteroide. El más grande, en uno de los de los vértices del triángulo, no tiene más de 20 metros de ancho, pero se levanta a 100 metros de altura. Junto a cada castillete hay un montacargas pequeño y cuadrado. Pesados cables de duracero corren por el armazón de los montacargas hasta los niveles más altos de los castilletes.
La lanzadera de asalto ha golpeado los armazones de los otros dos montacargas más pequeños, reduciendo uno a escombros. Sin embargo, escudos deflectores protegen el castillete más grande y su montacargas, y aparentemente los imperiales no logran atravesarlo para destruir esos edificios.
Situados a mitad de camino entre los castilletes y el edificio del molino se encuentran dos inmensos edificios rectangulares. El edificio más grande obviamente alberga el almacén de equipamiento. Camiones repulsores, andamios de levitación y transporta-rocas, todos ellos destruidos por misiles de conmoción bien dirigidos, yacen esparcidos por su perímetro. Desde el otro edificio, largos y ondulantes flexipasillos conducen al molino, al almacén, a cada castillete y a cuatro edificios residenciales dispersos a lo largo del perímetro del complejo.
Por último, una pequeña y elegante estructura se alza en el centro de una docena de cráteres recién creados. Descansa sobre una serie de terrazas cuidadosamente cultivadas. Hay un gran conjunto de transparimuros orientado hacia el complejo, como si los residentes de la casa encontrasen necesario observar el complejo en todo momento. Sorprendentemente, la residencia permanece intacta; la única explicación puede ser que un pesado escudo la protegía de la metralla creada por los cráteres que la rodean. Ahora, los sensores de Luke no detectan ni rastro de ningún escudo alrededor del edificio.
A doscientos metros de la residencia se encuentra la lanzadera de asalto, con dos rampas de acceso desplegadas. Dos docenas de soldados de asalto en gravedad cero se han apresurado a descender por las rampas para atacar a seis o siete seres ocultos en los cráteres que rodean la casa. Los cañones bláster gemelos de la lanzadera de asalto barren con fuego los cráteres, impidiendo que los defensores, superados en número, monten algún tipo de defensa efectiva contra las tropas asaltantes.
Luke no puede hacer nada contra los soldados de asalto que ya han abandonado la lanzadera. Sus armas son tan potentes que si les dispara, destruirá a los defensores junto con los atacantes. Pero podría tener una bonita sorpresa para la lanzadera.
-Arma un torpedo de protones, Erredós -ordena.
Un instante después, la señal de preparado parpadea. Luke se acerca a la lanzadera rápidamente, a poca altura. La tripulación imperial continúa felizmente ignorante de su aproximación; no volvieron ni una sola arma contra el ala-X. Luke dispara el torpedo, y luego vira para alejarse, pasando disparado junto a la lanzadera antes de que el torpedo impacte. ¿A esta distancia estará bien? El incierto campo de gravedad del asteroide hace el disparo mucho más difícil que las maniobras que solía hacer en el cañón, allá en Tatooine.
Cuando da media vuelta con un rizo, El corazón de Luke se hunde. La lanzadera aún sigue intacta. Un profundo cráter humea a pocos metros ante su proa. Luke arma otro torpedo, y luego potencia sus escudos delanteros. Mientras vuelve a aproximarse, los cañones antipersona de la lanzadera giran para enfrentarse a él. Aunque la lanzadera lleva armamento mucho más pesado, las torretas bláster son lo único que puede permitirse usar cuando está posada en tierra. Es un movimiento desesperado; los pequeños cañones no tienen la menor oportunidad de atravesar los escudos de su caza.
Un oficial con un traje de vacío negro sale de la lanzadera liderando a diez soldados de asalto. Sin detenerse siquiera a evaluar el ataque de Luke, el grupo corre buscando refugio. Los 24 soldados de asalto que ya se habían alejado lo suficiente de la lanzadera detienen su ataque sobre los defensores inferiores en número el tiempo suficiente para ver cómo el ala-X ataca a su billete de vuelta a casa.
Erredós silba un informe.
-¡Intercéptalo e interfiérelo! –ordena Luke automáticamente. No necesita el mensaje de respuesta de Erredós para recordar que, con la radio fuera de combate, no tienen la menor oportunidad de hacer ninguna de las dos cosas. Incluso sin interceptar el mensaje, Luke sabe que la señal era una petición de refuerzos. ¿Pero a qué distancia está la ayuda? ¿Horas, o minutos?
Luke alinea su ala-X para el acercamiento final, deseando que aún tuviera el ordenador de objetivo. Aminora hasta una velocidad muy lenta. Los cañones bláster de la lanzadera se energizan. Oleada tras oleada de pálidos rayos de energía roja se dirigen contra el caza y se disipan inofensivamente en los escudos delanteros. Luke respira profundamente y luego prepara el gatillo.
Dispara. Conforme el torpedo avanza hacia su objetivo, acelera. No debería estar demasiado cerca cuando el torpedo impacte.
Esta vez, no necesita instrumentos para confirmar el resultado de su disparo. Una gran columna de energía azul y blanca asciende de la lanzadera, iluminando con luz fantasmagórica sus hombros en la cabina. Da media vuelta con un rizo sobre el cráter de la lanzadera, permitiéndose una vanidosa vuelta triunfal.
Más abajo, en la superficie del asteroide, los combatientes le ignoran. Como soldados disciplinados que son, las tropas de asalto ya han vuelto a la tarea encomendada. Los pequeños resplandores y pálidos rayos del combate terrestre continúan como si nada hubiera cambiado.
Gideon llega pocos instantes después. Luke encabeza la marcha al extremo alejado del complejo, deseando aterrizar bien detrás de las líneas de los defensores. Mientras descienden, la auténtica magnitud de la destrucción que ha visitado ese planetoide impacta a Luke. Las estructuras que vio desde arriba son inmensas; la mayor podría albergar todo un escuadrón de ala-X, incluyendo personal de ingeniería y apoyo. Varios de esos edificios habían sido arrasados, y sólo el castillete principal había escapado sin daños serios. Si el comandante imperial hubiera usado un destructor estelar, no podría haber hecho un trabajo más concienzudo.
Al no ver ningún defensor que le guíe a una zona de aterrizaje, Luke se posa en el vertedero de deshechos del extremo alejado del molino. El Cubo de Rocas hace lo mismo, y Gideon y Sidney en seguida salen de la nave llevando angulosos trajes de vacío. Gideon lleva un rifle bláster antiguo pero de aspecto efectivo, y Sidney sujeta de un modo ligeramente ansioso una pistola bláster pesada en sus garras. Luke sella su traje de vacío, comprueba su propio bláster y su sable de luz, y luego desciende del ala-X.
-¿A qué distancia está la base imperial más cercana? –pregunta Luke por su comunicador-. La lanzadera lanzó una petición de refuerzos.
Sidney responde.
-Entonces tenemos cuatro horas, no más.
Luke avanza hacia la casa.
-¿Visteis la batalla?
Gideon asiente.
-Los supervivientes podrían estar atrapados en la casa, aunque eso podría ser una distracción. –El minero señala al castillete principal-. Si yo fuera un Tredway, ahora mismo estaría en las profundidades de esta roca.

viernes, 25 de septiembre de 2009

La tribu perdida de los Sith #1: Precipicio (II)

Capítulo Dos
La tripulación permanente del Presagio provenía del mismo grupo de humanos que Korsin: los escombros de una casa noble, lanzada al espacio hacía siglos en la vorágine que formó el Imperio Tapani. Los Sith los encontraron, y los encontraron útiles. Eran hábiles en el comercio y la industria, todo aquello que los Sith más necesitaban pero para lo que nunca tenían tiempo al estar ocupados con sus construcciones y destrucciones de mundos. Sus ancestros dirigieron naves y fábricas, y las dirigieron bien. Y no pasó mucho tiempo antes de que la Fuerza también estuviera en su gente.
Eran el futuro. Lo podían reconocerlo, pero era obvio. Muchos de los Señores del Sith aún pertenecían a la especie de color carmesí que durante mucho tiempo formaba el núcleo de sus seguidores. Pero los números estaban cambiando... y si Naga Sadow quería gobernar la galaxia, tenían que hacerlo.
Naga Sadow. Señor Oscuro, con tentáculos en la cara, heredero de antiguos poderes. Fue Naga Sadow quien había enviado al Presagio y al Heraldo en busca de cristales Lignan; era Naga Sadow quien necesitaba los cristales en Kirrek, para vencer a la República y sus Jedi.
¿O era a los Jedi y su República? No importaba. Naga Sadow mataría al comandante Korsin y a su tripulación por perder su nave. Seelah tenía bastante razón en eso.
Pero Sadow aún no tenía por qué perder la guerra, dependiendo de lo que Korsin hiciera ahora. Aún le quedaba algo. Los cristales.
Pero en ese momento los cristales estaban allá en lo alto.
Había sido una noche de horrores, haciendo bajar a 355 personas desde la elevada meseta. Dieciséis heridos murieron en el camino, y otros cinco se habían despeñado del estrecho saliente que formaba el único camino aparente de ascenso o descenso. Aunque nadie dudaba de que la evacuación había sido la opción correcta. No podían permanecer ahí arriba, no con los incendios aún ardiendo y la nave colgando precariamente. Korsin, el último en abandonar la nave, casi se hace matar cuando uno de los torpedos protónicos se soltó del tubo desnudo, cayendo al olvido por el precipicio.
Para cuando salió el sol, encontraron un claro, a mitad de camino en el descenso de la montaña, tachonado con matojos de hierba salvaje. La vida estaba por todas partes en la galaxia, incluso allí. Era la primera buena señal. Sobre ellos, el Presagio continuaba ardiendo. No hacía falta preguntarse en qué lugar sobre ellos estaba la nave, pensó Korsin. No mientras pudieran seguir el humo.
Ahora, caminando de vuelta al lugar donde el grupo pasaría la noche -más que un campamento, aquello era sólo una reunión-, Korsin sabía que tampoco tendía que preguntarse nunca dónde estaba su gente. No mientras su nariz funcionase.
-Ahora sé por qué manteníamos a los massassi en su propio nivel -dijo, a nadie en particular.
-Encantador -respondió alguien por encima de su hombro-. Debo decir que ellos tampoco están muy contentos contigo.
Ravilan era un Sith Rojo, de sangre pura como pocos. Era el capataz y guardián de los massassi, los desagradables y torpes bípedos que los Sith apreciaban como instrumentos de terror en el campo de batalla. En ese momento, los massassi no parecían tan formidables. Korsin siguió a Ravilan al interior del círculo diabólico, que aún era menos placentero por la fetidez de los vómitos. Rubicundos monstruos de dos y tres metros de alto estaban tendidos por el suelo, temblando y tosiendo.
-Quizá sea algún tipo de edema pulmonar -dijo Seelah, pasando a la gente bombonas de aire purificado recuperadas de un pack de emergencia. Antes de relacionarse con Devore y asegurarse un lugar en su equipo, había sido médico de guerra... aunque Korsin no lo hubiera imaginado a juzgar por su actitud hacia los enfermos, al menos los massassi. Apenas tocaba a los resollantes gigantes-. Ya no estamos en alturas elevadas, de modo que esto debería desaparecer. Probablemente sea normal.
A su izquierda, otro massassi tosió violentamente... y observó en silencio el resultado: un puñado de chorreante tejido corporal. Korsin miró al capataz.
-¿Es esto normal? -le preguntó secamente.
-Ya sabes que no -replicó Ravilan.
Desde el otro lado del claro, Devore Korsin llegó corriendo, dejando a su hijo en manos de Seelah antes de que esta terminase de limpiárselas. Agarró la gran muñeca del bruto, mirando por sí mismo. Sus ojos llamearon hacia su hermano.
-¡Pero no hay nada más resistente que los massassi!
-Nada a lo que puedan golpear, patear o estrangular -dijo Korsin. Un planeta alienígena, de todas formas, era un planeta alienígena. No habían tenido tiempo para hacer un bioescáner. Todo el equipamiento estaba allí arriba. Devore siguió a Seelah, alejándose de los massassi enfermos.
Ochenta de las criaturas habían sobrevivido al choque. Korsin descubrió que los ayudantes de Ravilan estaban quemando a una tercera parte de esos supervivientes, allí mismo, sobre la colina. Fuera lo que fuese esa cosa invisible que había ese planeta y estaba matando a los massassi, lo estaba haciendo rápidamente. Ravilan le mostró la apestosa pira.
-No están lo bastante lejos -dijo Korsin.
-¿De quién? -respondió Ravilan-. ¿Esta depresión es un campamento permanente? ¿Deberíamos trasladarnos a otra montaña distinta?
-Ya basta, Rav.
-¿No tienes ninguna réplica ingeniosa? Estoy sorprendido. Al menos tendrás planeado algo a largo plazo.
Korsin había tenido esgrima verbal con Ravilan en misiones anteriores, pero ahora no era el momento.
-He dicho que ya basta. Hemos inspeccionado la zona. Lo has visto. No hay adonde ir. -Había playas en la parte inferior de la colina, pero terminaban contra los aceitosos acantilados con los que comenzaba la siguiente montaña de la cadena. Y continuar avanzando por la cadena montañosa significaba viajar cruzando marañas de zarzales afilados como cuchillas-. No necesitamos una expedición. No nos vamos a quedar aquí.
-Esperaría que no -dijo Ravilan, torciendo la nariz por el olor de la hoguera-. Pero tu hermano... quiero decir, el otro hijo del capitán Korsin... cree que no deberíamos esperar para volver.
Yaru Korsin se detuvo.
-Yo tengo los códigos del transmisor. Soy yo quien debe hacer esa llamada. -Alzó la mirada un instante, arriba a lo lejos continuaba la distante columna humeante-. Cuando sea seguro.
-Sí, desde luego. Cuando sea seguro.
El comandante no había querido que Devore estuviera en la misión. Años atrás, se había sentido aliviado cuando su hermanastro abandonó la carrera naval, pasándose al servicio mineralogista de los Sith. Allí, buscando gemas y cristales imbuidos en la Fuerza, se conseguía más fácilmente poder y riquezas. Con el patrocinio de su padre, Devore había llegado a ser un especialista en el uso de armas de plasma y equipo de escaneo. El reciente conflicto con los Jedi hizo que estuviera muy solicitado... y le asignaron, con su equipo, al Presagio. Korsin se preguntaba a quién le había molestado para merecerse eso. Le habían dicho que Devore respondía oficialmente ante él, pero eso habría sido toda una novedad. Ni siquiera los Señores del Sith eran tan poderosos.
-¡Deberías habernos mantenido en órbita!
-¡Nunca estuvimos en órbita!
Korsin reconoció la voz del navegante, Marcom, llegando del otro lado de la polvorienta colina. Ya conocía la otra voz.
El viejo estaba tratando de abrirse paso lejos de la multitud cuando Korsin llegó a la cima de la colina a todo correr. Los mineros de Devore no le dejaban marcharse a Boyle.
-¡No conocéis mi trabajo! -gritaba-. ¡Hice todo lo que pude! Oh, de qué sirve hablarle a...
Justo cuando Korsin llegó al claro, la muchedumbre avanzó en tropel, como si alguien hubiera abierto un desagüe. Un chisporroteo asquerosamente familiar sucedió a otro.
-¡No!
Korsin vio primero el sable de luz, rodando hacia sus pies cuando se abrió paso entre la multitud. El viejo timonel de su padre yacía ante él, destripado. Junto a Seelah y Jariad estaba de pie Devore, con su sable de luz brillando de color carmesí en las crecientes sombras.
-El navegante atacó primero -dijo Seelah.
El comandante no hizo ningún gesto.
-¿Qué diferencia supone eso? –Korsin corrió al centro, alzando el sable de luz suelto hasta su mano con la Fuerza. Devore permanecía quieto en su sitio, sonriendo tranquilamente y manteniendo encendido su sable de luz. Sus ojos oscuros tenían un aspecto salvaje, y familiar. Estaba temblando un poco, pero no por miedo... ningún miedo que Yaru Korsin pudiera sentir. El comandante sabía que era otra cosa, algo más peligroso. Apuntó al suelo con la punta apagada del sable de luz del navegante y lo agitó-. ¡Era nuestro navegante, Devore! ¿Qué pasa si las cartas estelares no funcionan?
-Puedo encontrar mi camino de vuelta –dijo elegantemente Devore.
-¡Tendrás que hacerlo! –Korsin era cada vez más consciente del grupo heterogéneo que le rodeaba. Mineros de uniforme dorado en el círculo, sí, pero también tripulación del puente. Un Sith de cara roja... no Ravilan, sino uno de sus compadres. Continuó impasible-. Esto no os va a traer nada bueno, a ninguno de vosotros. Esperaremos aquí hasta que sea seguro volver a la nave. Eso es todo.
Seelah se enderezó, envalentonada por el apoyo de los que le rodeaban.
-¿Cuándo será seguro? ¿Dentro de días? ¿De semanas? –Su hijo gemía-. ¿Cuánto tendremos que aguantar... hasta que sea lo bastante seguro para ti?
Korsin la miró fijamente y tomó una profunda bocanada de aire. Lanzó el sable de luz de Marcom al suelo.
-Dile a Ravilan que hay uno más para la pira. –Conforme la envidiosa multitud le abría paso para salir, dijo-: Nos iremos cuando yo lo diga. Si esa nave estalla, o se desploma en el océano, entonces tendremos problemas realmente. Nos iremos cuando yo lo diga.
El mundo siguió girando. Conforme Korsin caminaba hacia atrás, Gloyd caminaba hacia delante, manteniendo un ojo amarillo alerta en las masas gruñonas. Se había perdido la diversión.
-Comandante.
Miraban más allá de cada uno, viendo Sith en todas las direcciones.
-No hay auténtica felicidad aquí, Gloyd.
-Entonces querrá escuchar esto –dijo el gigantesco houk con su voz rasposa-. Tal como yo lo veo, tenemos tres opciones. Sacamos a esa gente de esta roca con cualquier cosa que vuele. O buscamos un refugio y nos escondemos hasta que se todos maten entre sí.
-¿Cuál es la tercera opción?
Gloyd arrugó su rostro pintado.
-No la hay. Pero me imaginé que le alegraría si pensaba que la había.
-Te odio.
-Genial. Algún día conseguirá convertir a alguien en un buen Sith.
Korsin conocía a Gloyd desde su primera asignación de mando. El houk era el tipo de oficial de puente que todos los Sith querían: más interesado en su propio trabajo que en quedarse con el de los demás. Gloyd era lo bastante inteligente para ahorrarse problemas. O tal vez era que le gustaba demasiado hacer volar cosas por los aires como para abandonar la estación táctica.
Por supuesto, con esa estación a más de un kilómetro hacia arriba en la montaña, Korsin no tenía ni idea de lo útil que podría ser su viejo aliado. Pero Gloyd aún superaba en cincuenta kilos a la mayoría de la tripulación. Nadie podría hacer un movimiento contra ellos mientras permanecieran juntos.
Nadie haría un movimiento en solitario, de todas formas.
Korsin volvió la mirada a través del claro hacia la turba. Ravilan estaba allí ahora, formando corro con Devore, Seelah y un par de oficiales menores. Devore se fijó en que su hermano les miraba y apartó la mirada; Seelah simplemente se quedó mirando fijamente al comandante, imperturbable. Korsin escupió un epíteto.
-Gloyd, estamos muriéndonos aquí. ¡No los entiendo!
-Sí, los entiende –dijo Gloyd-. Ya sabe lo que decimos: Usted y yo, nos ocupamos del trabajo. Otros Sith se ocupan de lo siguiente. –El houk arrancó una raíz escamosa del suelo y la olfateó-. El problema es que todo este lugar es “lo siguiente”. Está tratando de mantenerlos juntos... cuando lo que realmente tiene que mostrarles es que hay algo después de esta roca. No hay tiempo para ganarse a la gente. Elija un camino. Y a los que no quieran caminarlo...
-¿Los empujamos? –dijo Korsin con una mueca. Realmente no era su estilo. Gloyd le devolvió la sonrisa y hundió sus dientes en la raíz. Estremeciéndose cómicamente, el jefe de artillería se excusó. No iban a vivir con los productos de la tierra... no de esa tierra, al menos.
Volviendo la mirada a la hirviente muchedumbre, Korsin encontró sus ojos vagando hacia el oscilante tentáculo de humo que vagaba a la deriva arriba, en las alturas.
Arriba. Gloyd tenía razón. Era el único camino.

domingo, 20 de septiembre de 2009

El honor de los Jedi (40)

40
Luke encuentra los controles como si fueran parte de su propio cuerpo. Con un peso de desesperación en la boca del estómago, da gas a fondo. Su cuerpo se hunde en el asiento conforme el caza acelera. Aunque no tiene ni idea de qué se encontrará ante él, se siente bien haciendo algo.
Tres segundos después, el caza se agita violentamente. Erredós trina un alarmado informe, y luego el ala-X gira fuera de control. ¡Le han dado!
Luchando desesperadamente por mantener la compostura, Luke gira la palanca de control a la derecha, luego a la izquierda. El caza no responde. Informa de la situación a Erredós.
Erredós silba.
Luke choca contra uno y otro lado de la cabina, incapaz de sujetarse ante los impredecibles giros del ala-X. La pérdida de control puede estar causada por un estabilizador dañado o por un mal funcionamiento del ordenador de vuelo, y Erredós puede reparar ambas cosas. Pero mientras Luke no conozca la condición del resto de la nave, no se atreve a dar ninguna instrucción a Erredós. El droide está programado para ocuparse primero de los problemas más urgentes. Si Luke pasa por encima de esa programación sin saber la naturaleza del problema, los resultados podrían ser inmediatamente desastrosos.
Una vez más Luke debe esperar, esta vez dando bandazos de un arnés de sujeción al otro. Su única compensación es que no hay forma posible de que los TIEs centren su objetivo en un blanco que gira tan salvajemente.
Luke continúa dando bandazos por lo que parecen horas. Le duelen los hombros y la cadera por golpearse contra los arneses una y otra vez. Tanto sus brazos como su piernas están magullados y doloridos por golpearse con el equipamiento de la cabina. Con el tiempo, de todas formas, el velo blanco de la ceguera se desvanece.
–Informe de daños –ordena, tan pronto como puede leer los instrumentos de la cabina.
Erredós muestra los problemas del ala-X por orden de importancia. En primer lugar, el sistema de soporte vital apenas funciona. Erredós está físicamente sujetando en su sitio un tubo de oxígeno suelto. En segundo lugar, el estabilizador primario cuelga de un solo remache. Erredós no puede repararlo sin soltar el tubo de oxígeno. En tercer lugar, un tiro desviado ha dejado abierto el convertidor de potencia. La lista continúa hasta 27 elementos. La única buena noticia es que los TIEs ya no se ven por ninguna parte. Probablemente se retiraron poco después de que el ala-X comenzase a girar sin control.
–Está bien –dijo Luke, deslizándose en su traje de vacío–. Olvídate del soporte vital y arregla el estabilizador. Luego encontraré algún lugar para aterrizar y hacer reparaciones.

Con el tiempo, Luke regresa a la base, pero no es de mucha ayuda para la gente atrapada en Tredway 24. Esta aventura ha acabado para él. Vuelve a la sección uno y prueba de nuevo.

El honor de los Jedi (26)

26
Luke encuentra los controles como si fueran parte de su cuerpo. Se siente extrañamente en calma, a pesar de lo desesperado de su situación. Su agarre sobre la palanca de control es seguro y firme, y todo su cuerpo se siente como si estuviera enlazado al ordenador de control del ala-X. Casi parece que él es parte de la máquina, y que la máquina es parte del cosmos.
Sin pensarlo conscientemente, Luke permite que su mano se mueva según su propia voluntad. Guía el caza en un giro amplio y descendiente. La cabina tiembla; un TIE casi da en el blanco. Luke no permite que el fuego enemigo disturbe su meditación. Continúa permitiendo que su mano guíe la nave.
El giro parece durar horas. Luke no es capaz de adivinar cuánto ha girado, o qué piensan los imperiales de su maniobra. Simplemente se concentra en las sensaciones que ofrece el giro y en la suavidad del movimiento.
Finalmente, parece que el giro ha terminado. Permite que su mente tome el control de sí misma lo suficiente para comenzar una serie de maniobras evasivas. Oscila a la izquierda tres veces, luego dos a la derecha, cuatro hacia arriba, y luego una hacia abajo. Cualquier cosa con tal de evitar durante unos segundos más que los ordenadores de puntería de los TIE tengan un blanco claro sobre él.
No tiene ni idea de dónde están los TIEs, de si Gideon ya los ha destruido, ni siquiera de si está volando hacia la nave minera de Gideon. Sólo siente que justo delante se encontrará a salvo. Tiene algo que ver con el pacífico cosquilleo que siente en la base del cerebro. Aparte de eso, no puede explicar cómo sabe que se está dirigiendo hacia la seguridad.
El ala-X se estremece, luego tiembla, agitando la serena confianza de Luke. Los TIEs siguen a su cola, y sus ordenadores de puntería han conseguido centrar el blanco en la silueta del ala-X. Luke gira a la izquierda, luego se lanza en un descenso en espiral.
Una tremenda onda de choque estampa a Luke contra su asiento. Luego todo queda en silencio. Vuela recto hacia delante. ¿Los TIEs se han ido?
Quince segundos después, ve puntos ante sus ojos. Su visión está comenzando a volver. El brillante resplandor de un disparo de energía hace saber a Luke que algo más ha vuelto. Agarra los controles y realiza un giro cerrado, armando sus cañones láser.
A través de su visión moteada, ve una única bola con dos alas justo ante él. La nave minera con forma de caja de Gideon persigue al TIE en vano; está tan distante que Luke apenas puede distinguirla de una estrella débil. Por otra parte, el TIE está tan cerca que Luke puede ver al piloto imperial retirando su ordenador de puntería. Luke sonríe; él es el mejor en ese campo.
Ajusta su rumbo para lanzarse directamente hacia el imperial, y luego dispara. Cuatro rayos azules destellan bajo el TIE y convergen más de 500 metros por detrás de él.
El TIE devuelve el fuego, con sus cañones láser dobles convirtiendo los 50 metros de vacío que separaban las dos naves en un mar de ráfagas de energía. Luke alza el morro del ala-X y dispara. Dos disparos rebanan el pilón de apoyo izquierdo del TIE. El panel solar sale flotando alejándose de la chisporroteante cabina.
Luke asciende bruscamente para evitar al TIE a la deriva, y luego vuelve la vista justo cuando estalla en llamas naranjas.
–Eso ha ido por muy poco, Ben –murmura Luke. Su única respuesta es que el el cosquilleo en lo profundo de su cerebro se desvanece.
Unos segundos después, se acerca a la cabina de la nave minera. Tras los controles del piloto, Gideon está sentado con una gran sonrisa de oreja a oreja dibujada en su barba. Sidney se ha derrumbado en el asiento del copiloto, con las orejas aplanadas contra la cabeza y una máscara de horror y culpa en su hocico. Parece que no es capaz de cruzar su mirada con la de Luke.
Gideon alza la mano, levantando el pulgar, y luego señala al asteroide Tredway. Al principio, Luke no puede ver la lanzadera de asalto. Finalmente, distingue un punto de luz tomando tierra junto al disco brillante cerca del centro del asteroide. Asiente, y luego acelera hacia la lanzadera.

El honor de los Jedi (25)

25
–¡Potencia de escudos a proa! –ordena Luke, lanzándose en un cerrado bucle hacia fuera. Termina la maniobra colocándose frente a los tres TIEs. Está apuntando a los pilotos imperiales antes de que puedan darse cuenta de lo que había hecho.
Cuando los imperiales se separan, Luke dispara. Los primeros disparos del ala-X caen detrás del caza TIE al que Luke está apuntando, disipándose inofensivamente en el espacio. Luke incrementa su velocidad y alza el morro, y luego vuelve a disparar. Para cuando las lanzas de energía surgen de sus cañones láser, se ha acercado a 100 metros. Puede ver al piloto imperial girando su palanca de control a babor para evitar colisionar con el ala-X.
Entonces el TIE se disuelve en una bola de llamas y fragmentos brillantes. El piloto simplemente deja de existir.
Dos disparos cruzan delante del morro del ala-X de Luke desde direcciones opuestas, recordándole a Luke que podría encontrarse con un destino similar igual de rápido. Los dos TIEs restantes se aproximan, uno de cada flanco, atrapando al ala-X de Luke en un fuego cruzado letal. Él responde inmediatamente, lanzándose en un rápido giro en espiral hacia el TIE del lado de estribor.
Por un breve instante, los imperiales parecen estar colgados sobre su cabina, boca abajo y muy lejos. Ambos disparan, lanzando rayos de energía hacia la carlinga de Luke. El transpariacero fototrópico se oscurece, protegiendo sus ojos de los efectos de los dos impactos en el escudo directamente sobre su cabeza. Luke murmura un silencioso agradecimiento al inventor de la carlinga fototrópica; sin ella, los brillantes resplandores le habrían cegado... quizá permanentemente.
El caza se estremece como si hubiera chocado contra un meteorito. La carlinga recupera su transparencia un instante después, revelando las desvanecientes nubes de los impactos en el escudo a apenas diez metros sobre su cabeza. Erredós trina y Luke devuelve su atención a los instrumentos. Los impactos han vaporizado la antena de radio, pero no han sufrido ningún otro daño.
Sin embargo, el TIE de estribor tiene ahora su cola en su punto de mira, aunque por suerte a mucha distancia. Incluso si acierta de nuevo, el disparo tendría poco impacto en los escudos de Luke. Luke tiene al otro TIE casi directamente en su punto de mira. Dispara sin centrar el objetivo, lanzando una lluvia de lanzas de energía justo al frente y a estribor del preocupado imperial.
El piloto del TIE gira a babor, lo que le sitúa en en el cono de objetivos de Luke. Luke activa el ordenador e inmediatamente consigue centrar su objetivo sobre el TIE. Durante casi un segundo, sigue al imperial para asegurar el objetivo. Finalmente, dispara sus armas. Los cuatro cañones láser golpean al TIE con rayos azules. Este se disuelve en una mancha naranja oscura.
Una larga serie de disparos cruza rápidamente por encima de la cabina, sin darle a Luke tiempo para disfrutar de su victoria. Mientras Luke acababa con su objetivo, su perseguidor recortó la distancia que separaba a sus dos cazas. Ahora está situado a salvo, a distancia media, en el vulnerable cono de cola de Luke.
Por suerte para Luke, Gideon por fin ha conseguido entrar en la batalla. Su nave rectangular se aproxima desde la parte de estribor de Luke. La nave minera se ve con un tamaño no mayor que una uña, pero Luke puede dirigir rápidamente la lucha hacia el alcance de Gideon.
Vira hacia la nave minera, teniendo cuidado de mantener su ala-X entre Gideon y el TIE. Con suerte, el piloto del TIE se estará concentrando tan intensamente en golpear la cola de Luke que no está mirando su ordenador de vuelo. Si Luke puede bloquear al TIE la visión del Cubo de Rocas, el piloto imperial podría encontrarse una gran sorpresa esperándole al final de su carrera.
Durante un par de segundos, Luke realiza breves y rápidos balanceos hacia los lados destinados a ocultar la presencia de Gideon. El TIE golpea los escudos de Luke una y otra vez, causando que Erredós reflejase una serie de preocupantes advertencias en la videopantalla. Luke ignora las advertencias y vuela siguiendo un rumbo prácticamente recto, conduciendo al piloto imperial aún más cerca de Gideon. Sólo puede desear que Gideon haya adivinado su plan... y que no falle esta vez.
Una nube de fuego estalla sobre la carlinga y el ala-X se estremece. Los motores rugen con una sacudida y Luke aminora. Todos los instrumentos del panel se apagan e incluso el sistema de soporte vital falla.
–¿Erredós? –exclama Luke.
No hay respuesta. Otra nube de fuego se abre, por suerte lo bastante lejos como para causar ningún efecto. La súbita deceleración del ala-X pilla por sorpresa al TIE. No fallará el siguiente disparo.
–¡Erredós-Dedós! –grita Luke, mostrando su desesperación en su voz.
Erredós gorjea lastimeramente. Los instrumentos de la cabina vuelven a cobrar vida lentamente, y una nota de disculpa aparece en la videopantalla.
–Olvídalo –dice Luke–. Todo el mundo pierde el control alguna vez. Tan sólo vuelve a poner en marcha esos motores repulsores.
Para cuando Luke termina su petición, la cola del ala-X ya está llameante de energía. Luke empuja la palanca de control hacia delante y se lanza buscando cobertura bajo la nave minera de Gideon.
Mientras el ala-X desciende, la batería turboláser de la nave minera se energiza, con las puntas de los cañones brillan con un resplandor rojo de destrucción inminente. Aunque no puede ver la cara del imperial, Luke puede imaginar su sorpresa al encontrarse cara a cara con un conjunto de blásteres para desintegrar asteroides.
La nave minera dispara y el vacío detrás de Luke estalla en un huracán de nubes ardientes. La tormenta aún está expandiéndose cuando Luke da la vuelta a su caza. ¿La explosión ha alcanzado al TIE?
Durante todo un segundo, espera a que la explosión se desvanezca. Nada aparece. Pero el piloto imperial podría estar esperando al otro lado de la tempestad, preparado para saltar hacia delante y atacar a Luke de nuevo.
Cuando las bolas de fuego se disipan, Luke no ve ni rastro del TIE. Luke lleva su ala-X junto a la cabina de la nave minera. Tras los controles, Gideon está sentado con una gran sonrisa de oreja a oreja dibujada en su barba. Sidney se ha derrumbado en el asiento del copiloto, con las orejas aplanadas contra la cabeza y una máscara de horror y culpa en su hocico. Parece que no es capaz de cruzar su mirada con la de Luke.
Gideon alza la mano, levantando el pulgar, y luego señala al asteroide Tredway. Al principio, Luke no puede ver la lanzadera de asalto. Finalmente, distingue un punto de luz tomando tierra junto al disco de luces cerca del centro del asteroide. Asiente, y luego acelera hacia la lanzadera.

El honor de los Jedi (20)

20
Luke se lanza a un salvaje ascenso en espiral, alejándose de los cazas TIE. Le siguen sin siquiera dudarlo; aparentemente, consideran que la lanzadera de asalto puede encargarse sin problemas de la nave minera de Gideon. Eso podría significar problemas.
–Dame más potencia, Erredós.
Erredós silba, mostrando un mensaje en la videopantalla. Los motores repulsores ya están al 121% de su capacidad.
–No me vengas con el sobre-esfuerzo de los motores -exclama Luke-. ¡Si no nos movemos más rápido, no nos quedará nada que sobre-esforzar!
El droide obedece sin más comentarios. Luke se reprende a sí mismo en silencio por dejar que su frustración se mostrase. Erredós está programado para protestar cuando fuerza demasiado la máquina; enfadarse no cambiaría eso.
Tres nubes ardientes estallan justo debajo del ala-X, empujándolo hacia una trayectoria aún más empinada. Las lumbares de Luke se resienten del golpe, pero él ignora el dolor. Ya ha sufrido antes otros golpes en los huesos.
Un informe de daños parpadea en la videopantalla de la cabina. Los impactos han fundido las líneas de potencia de los cuatro láseres. Ahora el ala-X está completamente indefenso, a menos que tenga en cuenta los torpedos de protones... que tienen aproximadamente las mismas probabilidades de acertar a un caza TIE que un wookiee de hacerse pasar por un twi'lek.
Ahora Luke no tiene elección... debe escapar, y que lo consiga o no se ha reducido a una competición de velocidad entre su ala-X y los cazas TIE.
Los TIEs continúan golpeando sus escudos, pero Luke advierte que consiguen menos aciertos a cada segundo que pasa. Una comprobación de la computadora de vuelo revela que la distancia entre ellos está aumentando cada vez a mayor velocidad... y los motores repulsores han alcanzado el 135% de su capacidad.
Treinta segundos más tarde, los TIEs se dan por vencidos y Luke establece un curso de vuelta a casa.

Luke ha conseguido escapar con vida, pero eso no sirve de ayuda a la gente de Tredway 24. Vuelve a la sección uno e inténtalo de nuevo.

lunes, 14 de septiembre de 2009

La tribu perdida de los Sith #1: Precipicio (I)

La tribu perdida de los Sith #1
Precipicio
de John Jackson Miller
Capítulo Uno
5.000 años ABY

-¡Lohjoy! ¡Dame algo! -Con sus pies tropezando en la oscuridad, el comandante Korsin giró el cuello para mirar el holograma-. Impulsores, control de altitud... ¡me conformaría con cohetes de aterrizaje!
Una nave estelar es un arma, pero es su tripulación la que la hace letal. Un viejo proverbio de espaciantes: trillado, pero con suficiente peso para mantener cierta autoridad. Korsin se lo había dicho a sí mismo en alguna ocasión. Pero no hoy. Su nave estaba siendo letal por sí misma... y su tripulación sólo estaba dejándose llevar.
-¡No tenemos nada, comandante! -La ingeniera de cabello serpenteante parpadeó ante él, desenfocada y descentrada en el encuadre. Korsin sabía que las cosas en las cubiertas inferiores debían ir mal si su tiesa y estirada genio ho'din había perdido el equilibrio-. ¡Los reactores han caído! Y tenemos fallos estructurales en el casco, tanto a proa como a...
Lohjoy lanzó un grito de agonía, y sus zarcillos estallaron en una melena de fuego que la empujó tambaleándose fuera de la vista. Korsin apenas pudo reprimir una risa de asombro. En momentos más tranquilos -media hora estándar antes- bromeaba diciendo que los ho'din eran medio árboles. Pero eso difícilmente era apropiado cuando toda la cubierta de ingeniería estaba estallando. El casco se había abierto. De nuevo.
El holograma murió... y, por todas partes alrededor del fornido comandante, las luces de emergencia comenzaron a bailar, parpadear y saltar. Korsin volvió a derrumbarse en su asiento, aferrándose a los reposa-brazos. Bueno, la silla aún funciona.
-¿Hay algo? ¿Hay alguien?
Silencio... y el lejano chirrido del metal.
-Sólo dame algo a lo que disparar. -Era Gloyd, el oficial de artillería de Korsin, con los dientes brillando en la oscuridad. La media sonrisa era un recuerdo de un impacto del sable de luz de un Jedi que, unos años antes, por poco no arranca la cabeza del houk. Como respuesta, Gloyd había cultivado el único ingenio de a bordo tan cáustico como el del propio comandante... pero el artillero no estaba encontrando hoy mucha diversión. Korsin podía leerlo en los pequeños ojos del bruto: Con una vez que escapes por los pelos basta.
Korsin no se molestó en mirar al otro lado del puente. Allí, las miradas gélidas podían interpretarse como una rendición. Incluso en ese momento, cuando el Presagio estaba lisiado y cayendo fuera de control.
-¿Hay alguien?
Incluso en ese momento. Las frondosas cejas de Korsin se tensaron en una V negra. ¿Qué era lo que estaban haciendo mal? El proverbio tenía razón. Una nave necesitaba una tripulación unida en un propósito... sólo que el propósito de ser Sith era la exaltación del individuo. Cada alférez, un emperador. Cada error del rival, una oportunidad. Bueno, aquí hay una oportunidad, pensó. Resuelve esto, quien seas, y te ganarás de golpe el derecho de usar la maldita silla cómoda.
Juegos de poder Sith. Ahora no significaban mucho... no frente a la insistente gravedad bajo él. Korsin alzó de nuevo la vista hacia el ventanal de proa. El vasto orbe azul que podía verse antes se había ido, reemplazado por luz, gas, y polvo que llovía hacia arriba. Sabía que las últimas dos cosas provenían de las entrañas de su propia nave, perdiendo la lucha contra la atmósfera alienígena. Fuera lo que fuese, el planeta tenía ahora atrapado al Presagio. Una sacudida, y más gritos. Esto no duraría mucho.
-¡Recordad! -gritó, mirándoles por primera vez desde que todo había empezado-. ¡Vosotros queríais estar aquí!


Y así era... para la mayoría de ellos. El Presagio había sido la nave que había que tomar cuando la flotilla minera de los Sith llegó a Primus Goluud. A la fuerza de choque massassi de la bodega no le importaba dónde la llevaran... ¿quién podía saber en qué pensaban los massassi durante la mayor parte del tiempo, y eso suponiendo que lo hicieran alguna vez? Pero muchos seres racionales que podían elegir por sí mismos eligieron el Presagio.
Saes, el capitán del Heraldo, era un Jedi caído: una cantidad desconocida. No podías confiar en alguien en el que los Jedi no pudieran confiar, y ellos confiaban en casi todo el mundo. Pero Korsin se había dedicado a esto durante veinte años estándar, tiempo suficiente para que aquellos que habían servido a su mando corrieran la voz. Una nave de Korsin era un viaje tranquilo.
Pero hoy no. Completamente cargados con cristales Lignan, el Heraldo y el Presagio se habían preparado para abandonar Phaegon III hacia el frente cuando un caza Jedi entró en las defensas de la flota minera. Mientras las Cuchillas en forma de media luna se enfrentaban al intruso, la tripulación de Korsin hacía los preparativos para saltar al hiperespacio. Proteger la carga era lo primordial... y si conseguían hacer su entrega antes de que el renegado Jedi hiciera la suya, bueno, entonces eso sería un extra. Los pilotos de las Cuchillas podrían usar los hangares del Heraldo.
Sólo que algo había ido mal. El Heraldo se estremeció, una y otra vez. Las lecturas de los sensores de la nave hermana dejaron de tener sentido... y el Heraldo se inclinó peligrosamente hacia el Presagio. Antes de que pudiera sonar la alarma de colisión, el navegante de Korsin activó el hipermotor en un acto reflejo. Se habían salvado por un pelo...


…o quizá no. No según indicaban ahora las lecturas de los signos vitales del Presagio. Nos han dado. Korsin lo sabía. La telemetría debería habérselo dicho, si hubieran tenido alguna. La nave había sido desplazada de su curso por un pelo astronómico... pero eso había sido suficiente.
El comandante Korsin nunca se había enfrentado a un encuentro con un pozo de gravedad en el hiperespacio, ni tampoco nadie de su tripulación. Las historias necesitan supervivientes. Pero lo que podía sentir era como si el propio espacio se hubiera abierto en un gran bostezo al paso del Presagio, y ahora amasase la superestructura de aleación de la nave como si fuera plastilina. Había durado apenas una fracción de segundo, si es que allí existía siquiera el tiempo. La fuga fue peor que el contacto. Un chasquido enfermizo, y los blindajes fallaron. Los mamparos cedieron. Y luego, la santa bárbara
La santa bárbara había explotado. Eso era bastante fácil de saber al ver el hueco resultante en la parte inferior de la nave. Que hubiera explotado en el hiperespacio era algo que se podía deducir: seguían vivos. Granadas, bombas, y el resto de juguetitos que su cargamento secundario, los massassi, estaban llevando a Kirrek, habrían desaparecido con gran efecto teatral, llevándose la nave consigo. Pero en lugar de eso, la santa bárbara se había desvanecido sin más... junto con un pedazo considerable del alcázar del Presagio. La física en el hiperespacio era impredecible por definición; en lugar de explotar hacia fuera, la brecha en la cubierta simplemente había causado una sacudida sísmica en la nave. Korsin podía imaginarse las municiones estallando, saliendo del hiperespacio a años luz por detrás del Presagio, estuviera donde estuviese. ¡Eso significaría un mal día para alguien!
Oh, espera. Ya me ha llegado el turno.
El Presagio había salido estremeciéndose al espacio real, decelerando a lo loco... y apuntando directamente a una burbuja azul que colgaba ante una estrella vibrante. ¿Era esa la fuente de la sombra de masa que había interrumpido su viaje? ¿Y a quién le importaba? Todo estaba a punto de acabar. Capturado, el Presagio había zigzagueado y oscilado cruzando el cristalino océano de aire hasta que el descenso comenzó en serio. Había perdido a su ingeniera -probablemente a todos sus ingenieros-, pero la cubierta de mando aún aguantaba. Artesanía Tapani, pensó maravillado Korsin. Estaban cayendo, pero por el momento seguían vivos.
-¿Por qué no está muerto? -Medio hipnotizado por las lenguas de fuego que estallaban en el exterior (al menos el Presagio estaba panza abajo en ese momento), Korsin sólo era vagamente consciente de las duras palabras que se decían a su izquierda-. ¡No deberías haber saltado! -exclamó la voz joven, clavando las palabras como puñales-. ¿Por qué no está muerto?
El comandante Korsin se enderezó y miró incrédulo a su hermanastro.
- que no me estás hablando a mí.
Devore Korsin apuntó con un dedo enguantado más allá del comandante, a un hombre frágil que aún se debatía inútilmente con su panel de control y parecía muy solo.
-¡Ese navegante tuyo! ¿Por qué no está muerto?
-¿Quizá está en la cubierta equivocada?
-¡Yaru!
No era una broma, claro está. Boyle Marcom había guiado las naves de los Sith a través de las extrañezas del hiperespacio desde mediados del reinado de Marka Ragnos. Boyle ya no estaba en sus mejores años, pero Yaru Korsin sabía que siempre merecía la pena tener un antiguo timonel de su padre. Aunque hoy no. Fuera lo que fuese que había pasado, perfectamente se le podrían echar las culpas al navegante.
¿Pero achacar culpas en mitad de una tormenta de fuego? Esa vez Devore se había excedido.
-Hablaremos de esto más tarde -dijo el mayor de los Korsin desde el sillón de mando-. Si es que hay un más tarde.
La ira brilló en los ojos de Devore. Yaru no podía recordar haber visto nunca otra cosa en ellos. El pálido y desgarbado Devore tenía muy poco de su propia complexión rubicunda y achaparrada... la misma de su padre. ¿Pero esos ojos, y esa mirada? Podrían haber sido un trasplante directo.
Su padre. Nunca había vivido un día así. El viejo espaciante nunca había perdido una nave de los Señores del Sith. Aprendiendo a su lado, el adolescente Yaru se había labrado su propio futuro... hasta el día en que dejó de estar tan enamorado de los pasos de su padre. El día en que Devore llegó. Con la mitad de años que Yaru, hijo de una madre de otro puerto en otro planeta... y acogido por el viejo almirante sin pensárselo dos veces. Antes que descubrir cuántos hijos más tenía su padre ahí fuera para ocupar estaciones en el puente, el cadete Korsin prefirió acudir a los Señores del Sith pidiendo otra misión. Eso no había sido un error. En cinco años, llegó a capitán. En diez, consiguió el mando del recién botado Presagio superando a un capitán que había sido su superior durante muchos años.
A su padre no le había gustado. Nunca había perdido una nave de los Señores del Sith. Pero había perdido una a manos de su hijo.
Pero ahora perder el Presagio parecía una tradición familiar. La tripulación del puente al completo -incluso el intruso Devore- respiró sonoramente cuando arroyuelos de humedad reemplazaron a las llamas en el exterior del ventanal. El Presagio había entrado en la estratosfera sin incinerarse, y ahora la nave era un platillo girando perezosamente a través de densas nubes de lluvia. Korsin entrecerró los ojos. ¿Agua?
¿Habrá siquiera tierra debajo?
El pensamiento aterrador cruzó al unísono por las mentes de los siete presentes en el puente, al ver cómo se combaba el ventanal de transpariacero: ¡Gigante de gas! Se tardaba bastante en estrellarse desde órbita, suponiendo que sobrevivieras a la re-entrada. ¿Cuánto más, cuando no había superficie? Korsin toqueteó sin objeto claro los controles ubicados en su reposa-brazos. El Presagio se resquebrajaría en pedazos, aplastado bajo una montaña de vapores. Compartieron el mismo pensamiento... y casi como respuesta, la ventana se oscureció.
-¡Agachaos, todos! -dijo-. ¡Y agarraos a algo... ya!
Esta vez, le hicieron caso. Lo sabía: Si se trataba de auto-conservación, un Sith haría cualquier cosa. Incluso ese puñado. Korsin clavó las uñas en su silla, con los ojos fijos en el ventanal de proa y la sombra que caía rápidamente sobre él.
Una masa húmeda chocó contra el casco. Su forma alargada se arrastró por el transpariacero, demorándose un instante antes de desaparecer. El comandante parpadeó un par de veces. Había aparecido y desaparecido de pronto, pero no era parte de su nave.
Tenía alas.
Sorprendido, Korsin se levantó de su asiento como con un resorte y se abalanzó hacia el ventanal. Esta vez, el error fue claramente suyo. Ya forzado por la colisión, el transpariacero acabó cediendo, y la nave lloró esquirlas como lágrimas brillantes. Una ráfaga de aire saliente lanzó a Korsin de golpe contra las placas de la cubierta. El viejo Marcom se inclinaba hacia un lado, al haber perdido agarre en su estación. Sonaron las sirenas -¿cómo era que aún funcionaban?- pero pronto se apagó el tumulto. Sin pensarlo, Korsin respiró.
-¡Aire! ¡Es aire!
Devore se puso en pie el primero, braceando contra el viento. Su primer golpe de suerte. El ventanal había estallado principalmente hacia fuera, y no hacia dentro; y aunque la cabina había perdido presión, un viento húmedo y salado la estaba reponiendo lentamente. Sin ayuda, el comandante Korsin se abrió camino a su estación. Gracias por echarme una mano, hermano.
-Esto es sólo un aplazamiento -dijo Gloyd. Aún no podían ver qué había abajo. Korsin ya había efectuado anteriormente un picado suicida, pero eso había sido en un bombardero... cuando sabía dónde estaba la tierra debajo. Y que había tierra.
Las dudas que antes Korsin había reprimido cruzaron su mente... y Devore respondió.
-Ya basta -ladró el cazador de cristales, luchando contra el balanceo de la cubierta para llegar a la silla de mando de su hermano-. ¡Déjame esos controles!
-¡Están tan muertos para ti como lo están para mí!
-¡Ya lo veremos! -Devore intentó agarrar el reposa-brazos, pero fue detenido por la gruesa muñeca de Korsin. El comandante apretó los dientes. No hagas esto. Ahora no.
Un bebé lloró. Korsin lanzó por un instante una mirada de interrogación a Devore antes de girarse para ver a Seelah en el umbral, agarrando un bulto envuelto en carmesí. El bebé gemía.
De piel más oscura que cualquiera de ellos, Seelah era una operaria en el equipo minero de Devore. Korsin la conocía simplemente como la hembra de Devore; ese era el modo más educado de decirlo. No sabía qué papel llegó primero. Ahora la esbelta figura parecía demacrada al tambalearse en el umbral. Su bebé, envuelto por completo según la costumbre de su gente, había logrado sacar un bracito y estaba aferrando su revuelto cabello castaño rojizo. Ella parecía no notarlo.
La sorpresa -¿o era enfado?- cruzó el rostro de Devore.
-¡Os había enviado a los módulos salvavidas!
Korsin se estremeció. Usar los módulos salvavidas era una idea imposible... literalmente. Ya lo sabían de antes cuando, en el espacio, el primero de ellos se atascó en su testarudo gancho de agarre y explotó justo en el casco de la nave. No sabía qué había pasado con el resto, pero la nave había sufrido tal daño en su zona central que suponía que probablemente toda la hilera se hubiera perdido.
-La bodega de carga -dijo ella, jadeando cuando Devore llegó junto a ella y le agarró los brazos-. Junto a nuestros alojamientos.
Los ojos de Devore miraron tras ella, hacia el pasillo.
-Devore, no puedes ir a los módulos salvavidas...
-¡Cállate, Yaru!
-Parad -dijo ella-. Hay tierra. -Cuando Devore se la quedó mirando inexpresivamente, ella suspiró y miró con urgencia al comandante-. ¡Tierra!
Korsin hizo la conexión.
-¡La bodega de carga!
Los cristales estaban en una bodega segura, por delante del daño... en un lugar con ventanales en un ángulo que permitían ver hacia abajo. Había algo bajo todo ese azul, después de todo. Algo que les daba una oportunidad.
-El impulsor de babor se encenderá -imploró ella.
-No, no lo hará -dijo Korsin. No con una orden desde el puente, al menos-. Vamos a tener que hacer esto a mano... por así decirlo. -Caminó más allá del achacoso Marcom hacia el ventanal de estribor, desde el que se veía el bulto principal de la renqueante popa de la nave. Había cuatro grandes tapas de lanzatorpedos a ambos lados de la nave, unas tapas esféricas que giraban hacia arriba o hacia abajo del plano horizontal según dónde estaban situadas. Nunca se abrían esas tapas en las atmósferas, por miedo al daño que podrían causar. Ese fallo de diseño podría salvarles-. Gloyd, ¿funcionaran?
-Girarán... una vez. Pero sin energía, vamos a tener que activar las espoletas para abrirlas.
Devore estaba fuera de sí.
-¡No vamos a salir ahí fuera! -Seguían a velocidad terminal. Pero Korsin ya estaba también en movimiento, corriendo más allá de su hermano hacia el ventanal de babor-. ¡Todo el mundo, a los lados!
Seelah y otro tripulante caminaron al ventanal de la derecha. Devore, al verlo, se unió reticentemente a ella. Solo a la izquierda, Yaru Korsin colocó la mano sobre la ventana sobre la que estaba apareciendo una especie de sudor frío. Fuera, a metros de distancia, encontró una de las inmensas cubiertas circulares... y la pequeña caja colocada a su lado, no mayor que un comunicador. Esa más pequeña de lo que recordaba de la inspección. ¿Dónde está el mecanismo? Ahí. Lo alcanzó con la Fuerza. Con cuidado...
-La puerta de torpedos superior, a ambos lados. ¡Ahora!
Con un decidido acto mental, Korsin activó la espoleta. Un gran tornillo se soltó de forma explosiva, saliendo disparado... y la pesada tapa del tubo se movió como respuesta, girando sobre su única bisagra. La nave, que ya estaba temblando, gimió con estrépito cuando la puerta alcanzó su posición final, asomando de la superficie del Presagio como un alerón improvisado. Korsin miró con expectación a su espalda, donde la expresión de Seelah le indicaba un éxito similar en su lado. Por un instante, se preguntó si había funcionado...
¡Zum! Con un violento tirón que hizo que la tripulación del puente perdiera el equilibrio, el Presagio apuntó con el morro hacia abajo. No habían aminorado la velocidad de la nave tanto como Korsin había esperado, pero esa no era la cuestión. Al menos ahora podían ver hacia dónde se dirigían, lo que había debajo. Si esas malditas nubes se apartasen...
De golpe, la vio. Tierra, en efecto... pero más agua. Mucha más. Picos dentados y desiguales sobresalían de un oleaje verdoso, casi como un esqueleto de roca iluminado por el sol poniente del planeta alienígena, apenas visible en el horizonte. Se iba haciendo rápidamente de noche. No habría mucho tiempo para tomar una decisión...
...pero Korsin ya sabía que no había elección posible. Aunque la mayor parte de la tripulación sobreviviría a un amaraje, no durarían mucho cuando sus superiores supieran que su preciada carga estaba en el fondo de un océano alienígena. Mejor que recuperen los cristales de entre nuestros cadáveres calcinados. Frunciendo el ceño, ordenó a la tripulación del lado de estribos que activase sus puertas de torpedos inferiores.
De nuevo, una violenta sacudida, y el Presagio se inclinó hacia la izquierda, dirigiéndose hacia una furiosa cadena de montañas. Hacia atrás, un módulo salvavidas salió despedido de la nave... y se estrelló directamente contra los riscos. La columna de humo desapareció del campo de visión del puente en menos de un segundo. La tripulación de torpedos de Gloyd tendría envidia, pensó Korsin, agitando la cabeza y respirando profundamente. Aún queda gente viva ahí atrás. Aún lo están intentando.
El Presagio rebasó un pico cubierto de nieve por menos de cien metros. Al otro lado, se abría una superficie de agua oscura. Otra corrección de curso... y el Presagio se estaba quedando rápidamente sin tubos de torpedos. Se lanzó otro módulo salvavidas, en un ángulo descendiente. Sólo cuando la pequeña nave se aproximaba al oleaje, su piloto -si es que tenía alguno- activó los motores. Los cohetes lanzaron el módulo directo al océano a máxima velocidad.
Parpadeando por el sudor, Korsin volvió la mirada a su tripulación.
-¡Carga de profundidad! ¡Buen momento para una maniobra de combate mixta! -Ni siquiera Gloyd se rió con esa. Pero no por decoro, se dio cuenta el comandante al girarse. Era por lo que había delante. Más afiladas montañas surgían de las aguas... incluyendo una montaña que iba directa hacia ellos. Korsin se reclinó en su asiento-. ¡A sus estaciones!
Seelah corría presa del pánico, casi perdiendo en uno de sus tambaleos al sollozante Jariad. No tenía estación, ni posición defensiva. Comenzó a cruzar hacia Devore, congelado en su terminal. No quedaba tiempo. Una mano le agarró. Yaru tiró de ella, empujándola detrás del sillón de mando para que se agachase y se protegiera allí.
La acción le salió cara.
El Presagio se estrelló contra el pico de granito en ángulo, perdiendo la batalla... y aún más partes de sí mismo. El impacto lanzó al comandante Korsin hacia delante contra el mamparo, casi empalándole en los restos del ventanal destrozado. Gloyd y Marcom se esforzaron en avanzar hacia él, pero el Presagio seguía en movimiento, chocando contra otro alzamiento rocoso y girando en espiral hacia abajo. Algo explotó, esparciendo fragmentos llameantes en la estela devastadora de la nave.
Agonizante, el Presagio giró hacia delante de nuevo, con las puertas de los torpedos que habían sido sus improvisados aerofrenos actuando como remos y timones al deslizarse. Bajó resbalando por una cuesta llena de gravilla, lanzando piedras en todas direcciones. Korsin, con la frente sangrando, alzó la vista para ver...
...nada. El Presagio continuó deslizándose hacia un abismo. Se le había acabado la montaña.
Para. ¡Para!
-¡Para!


Silencio. Korsin tosió y abrió los ojos.
Seguían vivos.
-No -dijo Seelah, de rodillas, aferrándose a Jariad-. Ya estamos muertos.
Gracias a ti, eso no lo dijo... pero Korsin sintió las palabras fluyendo hacia él a través de la Fuerza. No necesitaba esa ayuda. Sus ojos lo decían todo.

viernes, 11 de septiembre de 2009

El honor de los Jedi (32)

32
Luke activa su micrófono de garganta.
-Voy a cruzar directamente por el centro de la formación; quizá pueda derribar a esa lanzadera antes de que aterrice.
-Eso es arriesgado, joven amigo -dice Gideon-. No puedo cubrirte las espaldas.
-Lo sé -dice Luke-. Pero si esto funciona, no necesitarás hacerlo.
El viejo minero lanza un suspiro.
-Tú eres el que tiene el ala-X. Lo que tú digas.
Luke desactiva su micrófono de garganta, y luego ordena a Erredós que ponga todos los escudos a máxima potencia. No quiere insultar a Gideon diciéndolo en voz alta, pero duda de que las baqueteadas baterías de la nave minera puedan siquiera fijar su objetivo en un caza TIE.
Manteniendo vigilados a los TIEs, Luke dirige el ala-X directamente al centro del diamante imperial y acelera. Los TIEs aumentan de tamaño, desde pequeñas luces brillantes hasta distinguirse la forma de bola con dos alas y estelas ardientes. Reaccionan a la maniobra un instante después, cerrando la formación como si fuera un lazo. Luke mantiene su rumbo estable, a pesar de darse cuenta de que no había conseguido sorprenderles. ¡Ya era tarde para pensárselo dos veces!
Un destello de energía surge de cada TIE. Todos se disipan a poca distancia del ala-X. Luke considera brevemente la idea de intentar apuntar a uno de los imperiales, pero rápidamente rechaza el plan. Para disparar, tendría que variar su rumbo. Ahora, su única esperanza era conseguir rebasar a los TIEs antes de que le golpeasen con demasiados disparos.
Los TIEs dispararon de nuevo. Esta vez, Luke puede ver claramente los disparos destellar desde sus cañones láser dobles. Su ala-X se estremece con el impacto de los disparos fallados por poco, y se balancea con la onda de choque. Luke reajusta su rumbo y continúa.
-¡Retrocede! -exclama Gideon-. ¡Te superan en número!
Para cuando Gideon completa su aviso, los TIEs están tan cerca que Luke puede mirar realmente en el interior de las cabinas enemigas y ver a los pilotos imperiales ajustando sus ordenadores de puntería. Están entre él y la lanzadera; debe abrirse paso a través de la formación de TIEs.
Activa su propio ordenador de puntería. Antes de tener ocasión de usarlo, el ala-X se estremece como si hubiera colisionado contra un muro. Luke no ve nada salvo luz blanca. Erredós silba una retahíla de advertencias, pero Luke no puede ver la videopantalla para interpretarlas.
-¿Estamos en problemas? -pregunta Luke, tratando de eliminar el pánico de su voz.
Erredós trina con urgencia.
-Estoy cegado -exclama Luke-. Cállate, ¿quieres?
Luke sabe que su condición sólo durará unos minutos. La carlinga está hecha con transpariacero fototrópico; se oscurece automáticamente para proteger los ojos del piloto cuando detecta un estallido de luz. Luke tiene que haber estado mirando directamente al destello, y este tiene que haber estado muy cerca, para que el estallido le afectase siquiera. Aunque los instructores de vuelo instruían a los nuevos pilotos acerca de los riesgos de la ceguera por destellos, esta es la primera vez que Luke -o nadie a quien conociera- lo ha sufrido. El pensamiento le supone poco alivio, porque no le cabe la menor duda de que los pilotos imperiales siguen disparándole. Sólo puede ser cuestión de segundos antes de que reciba otro impacto.
-No voy a morir -murmura Luke, obligándose a permanecer tranquilo y actuar racionalmente.
-¿Sigues vivo? -exclama Gideon-. Cuando atravesaste esas bolas de fuego...
Luke ha activado su micrófono de garganta sin darse cuenta... o Erredós lo ha hecho por él.
-No importa -exclama. No está interesado en responder instantáneamente-. ¿Dónde están los TIEs?
-A tu cola, ¿dónde si no? -pregunta Gideon-. ¿Cuál es tu problema...? -Se detiene a mitad de la frase-. Oh. No te preocupes por nada. Ya voy, sólo...
El ala-X se agita y se tambalea como si hubiera golpeado un asteroide. El altavoz de la cabina queda en silencio.
-¿Sólo qué? -grita Luke.
No hay respuesta, y el corazón de Luke se hunde. Puede que esté a punto de morir.
-¿Erredós? ¿Tan mal está la cosa?
El droide silba con excitación. Luke no necesita una interfaz de traducción para saber que la situación es mala. Desea desesperadamente hacer algo, ¿pero qué? Erredós probablemente ha tomado los controles del caza... si es que queda algún control. Puede que el droide no sea un buen piloto de combate, pero al menos puede ver.
Mientras Luke espera indefenso a que vuelva su vista, Erredós trina y zumba para sí mismo, probablemente intentando reparar funciones dañadas mientras pilota simultáneamente la nave. Este pensamiento no inspira en Luke una gran esperanza. Cada dos o tres segundos, el cuerpo de Luke se sacude en sus arneses cuando el caza cambia de dirección.
No hacer nada siempre había sido lo más duro para Luke. Pero ahora sólo puede quedarse sentado y esperar a recobrar la vista, a que Erredós repare la radio, a que Gideon le rescate, o a que los TIEs acaben con él.
El tiempo avanza lentamente, y aún más despacio porque Luke no tiene ninguna forma objetiva de medirlo. ¿Cuánto tiempo lleva ciego? ¿Cinco segundos? ¿Tal vez diez? Pasarán al menos sesenta antes de que su visión vuelva, y quizá más hasta que Erredós repare la radio. Hará falta mucho menos tiempo para que los TIEs alcancen su objetivo una vez más. En sesenta segundos, estará muerto.
El ala-X se estremece de repente, luego se balancea y se inclina hacia la izquierda. Otro fallo por poco.
Luke siente picor y cosquilleo en el cuero cabelludo, como si alguien le estuviera haciendo un masaje desde el interior. Siente todo su cuerpo lleno de energía y electricidad. Ha llegado el momento de hacer algo.
¿Pero qué? Puede mantener el rumbo fijo y acelerar en línea recta, confiando en la habilidad de la nave para dejar atrás a los TIEs. O puede tomar los controles y permitir que sus instintos le guíen, girando de vuelta hacia Gideon (o eso espera).

miércoles, 9 de septiembre de 2009

El honor de los Jedi (14)

14
Luke levanta bruscamente la proa y realiza un bucle, volviendo directamente hacia los TIEs. Los imperiales se dispersan, como si la osadía de la maniobra les hubiera sorprendido, pero no antes de que Luke centre su computadora de objetivo en el caza central. Dispara sus cañones láser y cuatro rayos azules convergen en el imperial. El caza estalla en una bola de fuego amarillo sucio.
Los TIEs restantes vuelven a colocarse de un salto en la zona de cola del ala-X, aunque dejan un espacio de maniobra mayor que el que tenía su compañero perdido. Vuelven a disparar ellos también, y sus disparos cruzan alarmantemente cerca de la carlinga. Luke sólo puede esperar que volver bajo la cobertura de Gideon fuera buena idea. Si el minero vuelve a fallar, los imperiales podrían acribillar su caza y convertirlo en chatarra espacial.
La nave minera con forma de caja de Gideon aparece ante él, un poco mayor que un pulgar desde esa distancia. Luke ordena a Erredós que transfiera el 75% de la potencia de escudos a popa. Podría tener que soportar algunos golpes antes de llegar al alcance de Gideon.
El piloto rebelde posiciona su ala-X entre los TIEs y la nave minera de Gideon. Con suerte, puede bloquear su visión de la nave que aguarda. Si los pilotos imperiales están tan centrados en golpear su cola que no comprueban sus ordenadores de vuelo, Puede que Gideon les pille por sorpresa.
Dos nubes de fuego estallan justo sobre la carlinga, agitando la nave tan fuerte que a Luke se le taponan los oídos. Erredós inmediatamente ofrece un informe de daños. Se ha abierto una grieta en el blindaje térmico de los sistemas de ionización del reactor de a bordo: el droide ha disminuido su salida de energía al 60%.
-Entonces será mejor que apagues la radio subespacial, y... –Luke duda, sabiendo que es una maniobra desesperada- el ordenador de objetivos.
El droide deja escapar un pitido de alarma.
-No te preocupes –dice Luke con más confianza de la que siente-. Puedo ocuparme de apuntar las armas.
Erredós procede sin más comentarios, pero Luke sabe que debe estar luchando contra sus circuitos lógicos para obedecer. Dos ardientes nubes más agitan el ala-X mientras los cañones láser de los TIE continúan golpeando sus escudos.
La nave minera de Gideon tiene ahora el tamaño de un puño. Luke calcula que ha llegado al alcance máximo del minero. Desearía poder llamar a Gideon por la radio, pero eso significaría apagar algún otro sistema. Y, por el momento, los necesita todos. Debe confiar en que Gideon adivine su plan.
Cuatro disparos de TIE explotan justo ante él. Cuando el ala-X cruza la andanada que se desvanece, las ondas de choque lo balancean como una balsa hinchable en un mar tormentoso. La videopantalla parpadea un par de veces, y luego se apaga.
-Hemos tenido un cortocircuito en la interfaz –dice Luke-. Mira a ver qué puedes hacer con ello.
Erredós responde con un pitido.
El Cubo de rocas de Gideon es del tamaño de una cabeza humana. Luke lanza el ala-X en una espiral descendiente hacia la nave minera. La batería turboláser de la nave brillan con un resplandor rojo al energizarse. Si su videopantalla, Luke no puede ver la reacción de los TIEs, pero puede imaginar los rostros de los pilotos al advertir esas brillantes salvas de cañón. ¡Si al menos Gideon lograse darle a algo!
El ala-X se lanza bajo el Cubo de rocas como un cachorro de bantha asustado corriendo a la seguridad del regazo materno. Luke gira el caza justo a tiempo para ver una hilera de bolas de fuego estallar ante los TIEs.
La andanada de la nave minera eclipsa las estrellas, Tredway 24, e incluso el propio Sil’Lume durante tres segundos enteros. Para cuando el resplandor se desvanece, ya no queda nada de los cazas TIE salvo dos bolas de escombros al rojo vivo expandiéndose.
Luke pilota su ala-X poniéndolo en paralelo con la cabina de Gideon. Tras los controles, Gideon está sentado con una gran sonrisa de oreja a oreja dibujada en su barba. Sidney se ha derrumbado en el asiento del copiloto, con las orejas aplanadas contra la cabeza y una máscara de horror y culpa en su hocico. Parece que no es capaz de cruzar su mirada con la de Luke.
Gideon alza la mano, levantando el pulgar, y luego señala al asteroide Tredway. Al principio, Luke no puede encontrar la lanzadera de asalto. Al final, distingue un punto de luz tomando tierra cerca del disco brillante del centro del peñasco. Luke asiente, y acelera hacia el asteroide.
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El honor de los Jedi (4)

4
Luke abre gas a fondo y acelera al máximo. Tiene mejores probabilidades de dejar atrás a los TIEs que Gideon de acertarles de un disparo. Los tres TIEs a su cola le siguen de cerca, oscilando y sacudiéndose salvajemente para ajustarse a sus maniobras evasivas.
El asteroide Tredway crece rápidamente conforme Luke se acerca a él. La lanzadera de asalto sigue pareciendo poco más que una tachuela de luz flotando sobre lo que ahora Luke puede reconocer como un pequeño complejo de edificios. Más o menos cada segundo, cuatro descargas de energía golpean el complejo desde el armamento de la lanzadera. La única respuesta desde la superficie es la ardiente nube de una explosión.
Un flujo constante de descargas de energía roja pasa rozando la cabina de Luke, desvaneciéndose sin efecto en el vasto vacío. Luke sabe que sólo es cuestión de instantes que los pilotos de los TIE consigan un blanco en él. Ordena a Erredós que canalice el 70% de la energía de los escudos a popa.
Los imperiales tienen a Luke en mala posición, pero está demasiado ocupado como para estar asustado. Aunque no puede disparar a sus perseguidores, Luke monitoriza constantemente la computadora de objetivo, esperando conseguir un disparo limpio sobre la lanzadera de asalto. A esa distancia, no puede destruirla, pero al menos puede darle algo en lo que pensar en lugar de bombardear mineros indefensos. También cambia sus balanceos y picados evasivos, porque caer en un patrón subconsciente es un camino seguro para conseguir ser destruido por un enemigo que te pisa los talones.
Tres segundos después, una ardiente nube estalla sobre el ala-X, sacudiendo a Luke con tal fuerza que le duelen los dientes. Al menos uno de los TIE ha conseguido bloquearle como objetivo. La computadora de vuelo muestra que los tres TIEs están en posición de disparo detrás de Luke. El piloto rebelde debe sacárselos de encima antes de que conviertan su caza en confeti de alta tecnología. ¿Pero cómo?
Luke se da cuenta de que su intento de ganar en velocidad a los TIEs ha fallado. Tiene que confiar en la superior maniobrabilidad del ala-X para escapar. Puede lanzarse en un ascenso en espiral, esperando que los TIEs duden en seguirle alejándose de la lanzadera. O puede dar media vuelta dirigiéndose de frente a sus perseguidores, esperando pillar a alguno de ellos por sorpresa. Esto también le dejaría en posición de buscar fuego de cobertura por parte de Gideon.

martes, 8 de septiembre de 2009

Viaje incidental (y IV)


Parte Cuatro
Timothy Zahn

Los deslizadores aéreos de Zekka Thyne estaban almacenados en el extremo inferior de una sección abierta del tejado de la fortaleza, en el interior de una estructura con aspecto de búnker , con una única entrada desde la propia fortaleza y una única salida del estilo de las bahías de hangar. Dos guardias estaban de servicio, pero su atención estaba centrada al exterior hacia el distante fuego bláster proveniente de los bosques que rodeaban la fortaleza, y ninguno de ellos advirtió la sombría mole de Rathe Palror moviéndose en silencio tras ellos.
Un par de movimientos engañosamente delicados de la mano del tunroth, y ambos guardias perdieron temporalmente la capacidad de notar cualquier cosa.
-Me tienes que enseñar ese truco -comentó Trell, agachándose para mirar por la ventanilla de un deslizador aéreo de aspecto prometedor.
El vehículo parecía bastante ordinario, pero en la débil luz podía ver el panel de control de las armas añadidas, encajado disimuladamente bajo el panel principal en el lado del pasajero. Perfecto.
-Nos llevaremos este. ¿Aún tienes ese estilete molecular?
-Aquí -rumió el tunroth, terminando su tarea de despojar a los guardias de sus armas para buscar el fino cilindro en su cinturón-. ¿No sería mejor que nos llevásemos uno de los vehículos blindados? -añadió, señalando con los cuernos de su barbilla hacia uno de los tres Freerunners KAAC aparcados cerca de la amplia apertura de salida mientras tendía el arma en dirección a Trell.
-Son un poco llamativos para conducirlos por la ciudad -le dijo Trell mientras tomaba el estilete. Extendiendo la hoja casi invisible, comenzó a cortar con cuidado alrededor del mecanismo de cierre del deslizador aéreo-. Este tiene algo de poder de disparo oculto; eso quiere decir que probablemente también tenga algo de blindaje oculto.
Para cuando Palror se unió a él, ya había abierto la puerta y estaba sentado en el asiento del conductor.
-Sí, esto servirá -dijo, extrayendo el panel de armamento para mirarlo más de cerca-. ¿Vosotros, los cazadores, sois buenos con material no tradicional, como cañones láser ligeros y lanzagranadas de conmoción?
-Un shturlan puede trabajar con todo tipo de armas -dijo Palror, dejando caer los rifles bláster que acababa de agenciarse al asiento trasero y mirando por encima del hombro de Trell.
-Bien; estás contratado -dijo Trell, comenzando a abrocharse as correas de seguridad-. Yo conduciré.
Trell no estaba seguro de qué estaba pasando exactamente en los bosques que rodeaban la fortaleza de Thyne. Pero fuera lo que fuese, definitivamente parecía estar empeorando. El bosque bullía con los amortiguados chasquidos de múltiples disparos de bláster, y asomaban discretos destellos por los huecos del dosel de hojas en al menos dos lados de la fortaleza.
-Estoy seguro de que ahí fuera están demasiado ocupados como para preocuparse por nosotros -murmuró mientras conducía el aerodeslizador por la apertura hacia la plataforma de aterrizaje justo en el exterior del búnker-. Corran y Hal van a tener bastantes problemas para atravesar todo eso.
-Pero menos de los que podrían haber sido -dijo Palror-. ¿No recuerdas? Thyne ha dispersado a la mayor parte de sus hombres haciendo recados.
Trell hizo una mueca.
-Sí, lo recuerdo. Un grupo para capturar nuestro cargamento, el otro para atrapar a Maranne y Riij.
-Pero siguiendo los consejos de Jodo Kast -le recordó Palror-. Si Kast está aquí realmente para enfrentarse a Thyne, entonces no permitirá que se haga ningún daño a nuestros compañeros.
-No me lo trago -gruñó Trell-. Incluso si Corran y Hal estuvieran aquí ahora mismo, eso no significa que el resto de nosotros le importemos una boñiga de slork. Y eso asumiendo que tengan razón, de lo que no tenemos ninguna prueba. Personalmente, creo que tenemos las mismas probabilidades de que Thyne y Kast hayan planeado juntos todo el asunto para descubrir a un par de agentes secretos de SegCor y atraerlos a una trampa. En ese caso, probablemente ya estén muertos.
-Si fuera así, nosotros también lo estaríamos -señaló Palror-. ¿Quiénes somos nosotros para que Kast nos permita escapar?
-Sí, bueno, aún no hemos escapado exactamente -le recordó secamente Trell, ojeando el espacio abierto en el borde de la plataforma de aterrizaje con el estómago revuelto por la aprensión. Pero dejar las cosas para más tarde no les ayudaría en nada excepto en incrementar las probabilidades de que alguien del interior de la fortaleza descubriera que ya no estaban y diera la voz de alarma.
Y además, gracias a Kast, Maranne y Riij estaban avanzando hacia una trampa en la cantina Refugio del Mynock.
Posiblemente ya habían caído en ella. No estaba demasiado preocupado por Riij; el tipo era un agente rebelde y no era su responsabilidad.
Pero Maranne era su socia, y jamás se lo perdonaría si la abandonase a manos de los matones de Thyne.
-Estamos perdiendo el tiempo -murmuró Palror a su lado-. No dejaré a Riij en peligro.
-Lo mismo digo -dijo Trell, activando los repulsoelevadores y enviando potencia al motor. No abandonaría a Maranne, y Palror no abandonaría a Riij; y mientras el tejado de la fortaleza se alejaba bajo ellos se dio cuenta con la habitual claridad de la retrospectiva que Kast probablemente había establecido los distintos grupos teniendo en mente precisamente esas distintas lealtades.
Aunque seguía sin saber con qué fin. Y no estaba seguro de querer saberlo.
Aún estaba rumiando la cuestión treinta segundos después cuando los dos bombarderos TIE aparecieron limpiamente en formación a su lado.

***

Habían estado sentados en el Refugio del Mynock durante cerca de media hora y, en opinión de Riij Winward, había sido otro fracaso.
-No van a venir –dijo en voz baja a la mujer del otro lado de la pequeña mesa-. Con quienes quiera que debiéramos encontrarnos aquí, no van a venir
-Creo que tienes razón –respondió Maranne Darmic con un gruñido, rascándose con fruición la nuca-. Apunta otro gran cero al gran y maravilloso Jodo Kast.
-El gran incompetente, quieres decir –dijo Riij, mirando con disgusto las flor jebwa roja y amarilla en el centro de su mesa. La tarjeta de datos de Kast especificaba que la flor era su señal de identificación, pero hasta ahora ninguno de los otros parroquianos de la cantina le había prestado atención más de una vez.
Teniendo en cuenta la clientela, la mayoría de sus primeras miradas ya habían sido lo bastante humillantes.
-Sí –convino Maranne-. Te hace pensar seriamente en sus probabilidades de sacar a Trell y Palror y los demás del escondite de Zekka Thyne.
-A me hace pensar seriamente en si realmente quiere sacarlos de allí –replicó sombríamente Riij.
Maranne le miró fijamente.
-¿Crees que todo el asunto ha sido un montaje?
-Cada vez da más esa impresión –dijo Riij, echando un vistazo a la cantina con el ceño fruncido-. Fíjate en la cadena de acontecimientos. Primero envía a Trell al puesto equivocado de la Calle de la Nave del Tesoro, lo que aparentemente pone a Thyne y su gente al corriente de que buscamos a Borbor Crisk. Luego vuelve a mandar a Trell, Palror y Hal y deja que los atrapen. Finalmente, va él personalmente con Corran y nos envía a nosotros a este recado estúpido. Nadie que se dedique al negocio de Kast puede ser tan incompetente y haber sobrevivido tanto tiempo.
-¿Crees que otra persona se está haciendo pasar por Kast? –sugirió Maranne-. Quiero decir, todo lo que hemos visto es su armadura.
-Posiblemente –dijo Riij-. Pero ahora recuerda cuándo comenzó realmente todo este lío: a bordo de un destructor estelar imperial.
-Viéndonos obligados a aceptar el recado de un capitán imperial. –Maranne maldijo en voz baja-. Tienes razón. ¿Hasta dónde puede llegar la estupidez de un grupo de gente, de todas formas?
-Estamos a punto de ganar varios premios, es cierto –convino Riij-. La única pregunta es cuál es exactamente el juego que están jugando los imperiales.
-Yo voto por tratar de causar un problema entre Thyne y Crisk –dijo Maranne-. Quizá buscando una excusa para golpear con fuerza a ambos bandos.
-Usando la especia y las gemas como cebo –dijo Riij-. De todas formas, sea lo que sea lo que pretenda Kast, hay una cosa que no sabe.
Maranne sonrió socarronamente.
-Que el cargamento ya no está a bordo del Hopskip.
-Exactamente –Riij dejó caer un par de monedas sobre la mesa y se levantó-. Vamos, salgamos de aquí. La gente de Crisk no va a dejarse ver.
-Entonces, ¿Cuál es nuestro siguiente paso? –preguntó Maranne, levantándose a su lado.
-El plan B de Kast, supongo –dijo Riij, volviéndose hacia la puerta y abriéndose paso con los hombros a través de un grupo de ociosos-. Llevamos nuestras cajas de muestra a la fortaleza de Thyne y vemos si podemos conseguir hacer un trato para comprar la libertad de Trell y Palror.
Maranne le alcanzó y se puso a su lado.
-¿Vas a seguir el plan de Kast? –preguntó con incredulidad-. ¿Qué estás, loco?
-No, sólo desesperado –concedió sombríamente Riij-. Aparte de nosotros dos irrumpiendo en el lugar, no veo ninguna otra opción.
-¿Qué hay de tus...? –Maranne echó un rápido vistazo a su alrededor y bajó la voz-. ¿Qué hay de tus amigos?
Riij hizo una mueca. Sus amigos: La Alianza Rebelde. Una petición bastante razonable, suponía, especialmente cuando, para empezar, la única razón por la que él y Palror se encontraban a bordo del Hopskip era para vigilar el cargamento de blásteres que Trell y Maranne habían aceptado pasar de contrabando a los rebeldes de Derra IV. Por desgracia...
-No pueden ayudarnos –le dijo con pesar-. Incluso si los líderes aceptasen, costaría demasiado tiempo reunir una fuerza suficiente para superar a Thyne, a Seguridad de Corellia y a la guarnición imperial local.
-¿Estás seguro de que no es únicamente que no quieren que el príncipe Xizor y el Sol Negro estén molestos con ellos? –preguntó Maranne con rencor.
-Tienes que saber elegir tus batallas con cuidado, Maranne –dijo Riij con un suspiro-. Personalmente, yo creo que ya hemos mordido más de lo que podemos tragar.
-Supongo que tienes razón –murmuró Maranne-. Vale. Démosle una oportunidad al plan B.
Ya habían llegado a la puerta, abriéndose paso por mitad de un grupo de duros que entraba en ese momento y saliendo al bochornoso aire nocturno. El baqueteado deslizador terrestre del Hopskip estaba aparcado en la pequeña explanada de la izquierda...
-¿Perdón? –llamó una voz dubitativa.
Riij se dio la vuelta, dejando caer su mano de forma automática a la empuñadura de su bláster. Un hombre de complexión fuerte salió de la cantina sólo unos pasos por detrás de ellos, sujetando su flor jebwa con una mano carnosa.
-¿Sí?
-Os olvidáis la flor –dijo el hombre, lanzándola por el aire hacia ellos. Automáticamente, Riij trató de atraparla... Y de repente había un pequeño bláster en el pesado puño del hombre-. Calma y tranquilidad –dijo el hombre-. ¿Selty?
-Estoy en ello –dijo una voz desde algún punto detrás de Riij. Se oyeron unas rápidas pisadas acercándose, y Riij sintió que su bláster salía de su funda. Un momento después, y Maranne también estaba desarmada-. Los tengo.
-Ahora sólo seguid caminando –dijo el primer pistolero, señalando en la dirección en la que Riij y Maranne estaban caminando-. Echemos un vistazo a vuestro deslizador.
El aparcamiento estaba oscuro y desierto. Pero no iba a estar desierto por mucho tiempo. Mientras Riij abría la marcha hacia el deslizador pudo ver las oscuras siluetas que se acercaban desde todas direcciones.
Quien quiera que fuese que quisiera atraparles, no parecía interesado en dejar nada a la casualidad.
-¿Queréis decirnos cuál es el vuestro? –preguntó el hombre robusto.
-¿Queréis decirnos de qué lado estáis? –replicó Riij.
Los ojos del otro destellaron.
-No te la juegues, escoria –advirtió secamente-. Ya tenéis bastantes problemas con nosotros ahora mismo.
-Debe ser con Zekka Thyne –dijo Maranne con pesar.
-Debe ser –convino Riij, con el corazón latiendo un poco más fuerte. De modo que ahora definitivamente tendría que ser el plan B-. Es ese marrón sucio de allí.
Dos de los matones que se acercaban se giraron hacia el deslizador, y el resto formaron un círculo de vigilancia disperso pero competente alrededor de los prisioneros y sus dos escoltas.
Un círculo de dos lados, observó Riij con interés, con tantos miembros mirando hacia fuera como hacia dentro. ¿Esperaban problemas, quizás?
Los matones ya habían abierto el compartimento de carga y alzaron las dos cajas trucadas con gruñidos de satisfacción.
-Las tengo, Grobber –dijo uno de ellos-. Un par de cajas trucadas, tal y como dijo el hombre.
-Todo preparado para enriqueceros, ¿eh? –dijo el hombre robusto, lanzando una mirada sombría a Riij-. Apuesto a que Kast no estaba lanzando aros de humo, después de todo.
Riij miró a Maranne, que le devolvió la mirada.
Estaban en lo cierto; definitivamente Kast estaba jugando a algún loco juego a dos –o tres- bandas con ellos.
-¿Kast os ha hablado de esto? –preguntó.
-Desde luego que sí –le aseguró Grobber-. De modo que ¿a qué corresponde este primer pago?
Riij negó con la cabeza.
-Lo siento, pero no puedo ayudarte. Fuimos contratados para entregar las cajas, eso es todo.
-Claro –rugió Grobber-. Sólo entregar las cajas. Y si resulta que Crisk las llena mientras os habéis dado la espalda... bueno, eh, eso no es de vuestra incumbencia, ¿no? Promk, ¿qué frink estás haciendo?
-¿A ti qué te parece? –replicó uno de los hombres del deslizador. Había dejado una de las cajas sobre la capota y estaba haciendo saltar el sello con una navaja-. Un par de tipos listos, un par de cajas vacías; supongo que podría ser divertido enviárselas a Crisk con sus cabezas dentro.
De pronto Riij notó que el cuello de su camisa le apretaba la garganta.
-No creo que eso fuera una buena idea –dijo, tratando de mostrar firmeza en la voz-. No sabéis dónde están el resto de las cajas.
-No, ¿eh? –Grobber hizo una mueca de desprecio, sacando un comunicador y activándolo con el pulgar-. ¿Skinkner? Eh, Skinkner, da señales de vida.
-Muy gracioso, Grobber, muy gracioso –respondió una voz distorsionada- ¿Qué quieres?
-¿Estáis ya en el Depósito de Almacenes Dewback?
-Sí, desde luego. Si estás pensando en delatarnos ante Thyne por hacer el vago, no tienes suerte.
-Ni se me había pasado por la cabeza –dijo Grobber, lanzando otra mirada llena de desprecio hacia Riij-. ¿Aún crees que no sabemos dónde están el resto de las cajas, bocazas?
Riij sintió un nudo en el estómago. Ahí se acababa el Plan B. Ahí, también, se acababa cualquier ventaja que pudieran haber tenido ante Thyne y su gente. Cualquier oportunidad de rescatar a Palror y Trell recaía directamente en sus manos y las de Maranne.
Asumiendo que fueran capaces de encontrar un modo de salir de esta situación, su propio lío privado. Con cuidado, tratando de moverse disimuladamente, Riij miró al anillo de matones de su alrededor, tratando de formular alguna especie de plan razonable..
-¡La madre de los Sith...!
Riij giró la cabeza. De pie junto al deslizador, Promk finalmente había conseguido abrir la caja trucada.
...E incluso bajo la débil luz Riij pudo ver la expresión de asombro en su rostro.
-Grobber... tienes que... ¡por todos los frinking...!
-¿Es que estás borracho, o qué? –preguntó Grobber, caminando a paso firme hacia él. Dio dos pasos, y de pronto su cara también cambió-. ¿Qué dem…? –balbuceó, cubriendo prácticamente de un salto la distancia que le separaba de Promk.
Riij olisqueó con cuidado la brisa nocturna, captando el débil olor de la especia.
-¿Decíais algo de cajas vacías? –preguntó.
Grobber le ignoró.
-Abre la otra –ordenó, sacando su propia navaja y probando delicadamente la especia-. Selty, ven aquí. Los demás, estad atentos por si hay problemas.
Selty se unió a su jefe mientras Promk colocaba la segunda caja y se ponía manos a la obra, y por un momento los dos matones conversaron en voz baja junto a la caja de especia. El debate se interrumpió por el crujido del duraplástico al romperse, y los dos se unieron a Promk junto a la segunda caja.
Alguien silbó de admiración.
-Grobber... ¿eso son...?
-Gemas de fuego Durind –dijo Grobber, alzando sus ojos como turboláseres gemelos hacia el rostro de Riij-. Vamos a ver, amigo, y que sea claro y rápido. ¿A qué clase de frink juego estáis jugando?
-Ya te lo dije antes: no estamos jugando a ningún juego –le dijo Riij-. Nos han enviado a entregar la mercancía, y ya está. Si está teniendo lugar un juego, lo está manejando algún otro.
-Kast –gruñó uno de los otros matones.
-O Kast y Crisk –respondió Grobber con otro gruñido, tomando de nuevo su comunicador-. ¿Skinkner? Despierta, Skinkner.
-¿Qué quieres? –preguntó la voz del otro-. Frink, Grobber...
-Calla y escucha –ladró Grobber-. ¿Has mirado ya en alguna de esas cajas?
-Por supuesto que no. Thyne dijo que sólo las vigilásemos hasta que los pistoleros de Crisk aparecieran para llenarlas con...
-Idiota... Ya están llenas –exclamó Grobber-. Lo que significa que el contrato ya se ha firmado.
La voz del comunicador soltó una maldición.
-Kast.
-Eso diría yo –dijo Grobber-. Comienza a reunir a tus hombres... Voy a avisar a Control. –Volvió a teclear en el comunicador-. ¿Control? Al habla Grobber. ¿Control?
-¡Grobber! –dijo una nueva voz medio gritando, medio jadeando-. Hemos estado tratando de contactar contigo desde hace media hora... ¿Dónde frink estás?
-En el Refugio del Mynock –dijo Grobber-. Escucha...
-No, escucha –le cortó el otro-. Nos están atacando, skrag... será mejor que vuelvas ahora mismo.
-Espera un momento, espera un momento –dijo Grobber-. ¿Qué ataque? ¿Quién está atacando?
-¿Tú quién crees? Los frinking imperiales, ¿quién si no?
Grobber miró con sorpresa a Selty.
-¿Los imperiales?
-Comenzó como algún tipo de operación anti-rebeldes –dijo Control-. Al menos, eso es lo que nos dijeron. Luego alguien les disparó, y de pronto estaban allí, abriéndose paso a sangre y fuego a través del muro este.
Skrag! ¿Dónde está Thyne?
-No lo sé... no podemos encontrarle.
-Debe de haber escapado –murmuró Selty.
-O se habrá escondido en algún búnker privado –dijo Grobber-. De acuerdo, Control, vamos para allá. ¿Skinkner?
-Nosotros también estamos en marcha –confirmó la voz de Skinkner-. ¿Quieres que hagamos algo con estas otras cajas trucadas?
-Al diablo las cajas –exclamó Control-. Os necesitamos aquí.
-No, cárgalas y tráelas –dijo Grobber.
-Grobber...
-Valen una fortuna –gruñó Grobber-. Thyne nos cortará la cabeza si las dejamos atrás. Vamos, ¿qué problema pueden suponer unos pocos imperiales?
A través del comunicador, se escuchó débilmente el sonido de una explosión lejana.
-¿Eso responde a tu pregunta? –rugió Control-. Volved aquí, frink.
Y con un repentino siseo, se perdió la comunicación.
-Están interceptando la señal –gruñó Grobber, devolviendo el cilindro a su cinturón-. Selty, llévate a Promk y Bullkey y llevad a esos dos y su deslizador de vuelta a la fortaleza. Todos los demás volved a vuestros deslizadores. ¡Vamos!
Los demás se dispersaron.
-No se os ocurra intentar nada –advirtió Grobber suavemente, mirando a Riij y Maranne con sus cejas arqueadas-. Aún no hemos acabado con vosotros dos.
Tras decir eso salió corriendo tras el resto de su banda, desapareciendo en cuanto volvieron a entrar en las sombras.
-Venid aquí -exclamó Selty, empujando a Riij y Maranne. En algún lugar en la distancia, se escuchó silbar a algún ave o insecto, sonando extrañamente fuera de lugar en el entorno urbano-. ¿Bullkey?
-Estoy en ello -dijo una voz profunda desde detrás de Riij, respaldando su confianza con un golpe de bláster en la nuca-. Vamos, moveos.
Riij comenzó a avanzar; al hacer lo mismo, Maranne se giró ligeramente hacia él y le golpeó con el codo.
-Preparado -murmuró, con el volumen justo para que sólo él le escuchase.
En el deslizador, Promk, bajo la dirección de Selty, había recogido la caja que contenía las gemas de fuego Durind y la estaba llevando de vuelta al compartimento de carga.
La extraña ave volvió a silbar; y de pronto, inexplicablemente, uno de los bordes inferiores de la caja se abrió completamente, desparramando las gemas por el suelo.
-¡Promk! -chilló Selty, aterrado-. Idiota estúpido.
Saltó hacia delante, agarrando la caja mientras Promk trataba de ponerla boca abajo. Por un instante ambos forcejearon con ella, olvidando temporalmente a los prisioneros... Y desde detrás de Riij llegó un breve jadeo y un golpe amortiguado.
A su lado, sintió que Maranne se preparaba para atacar.
-Aún no -murmuró, dándole un toque de atención mientras alargaba sus pasos. Preocupados por las gemas volcadas, Selty y Promk aún no se habían dado cuenta de lo que estaba pasando allí. Otros cuatro pasos... tres... Si tan solo siguieran luchando con la caja por un par de segundos más... uno...
-Ahora -murmuró; y, saltando hacia delante, colocó la palma de su mano izquierda en la capota del deslizador y saltó por encima del vehículo para caer con ambos pies con fuerza contra el pecho de Promk.
El matón no tuvo tiempo de jadear antes de caer al suelo, y la caja trucada salió disparada de sus manos dando vueltas hacia la oscuridad. Selty, asombrado, tuvo tiempo de proferir una maldición y agarrar su bláster enfundado antes de caer con Maranne encima de él. Un rodillazo salvaje, y quedó inconsciente.
-¿Estáis heridos? -preguntó tras ellos Palror con su voz cavernosa.
-No, estamos bien -le aseguró Riij, recuperando el equilibrio y girándose. Tras el tunroth, el tercer matón yacía con el cuerpo retorcido de forma antinatural-. Buen trabajo con Bullkey -añadió.
-Por no mencionar la caja -añadió Maranne, recuperando sus blásteres confiscados del cinturón de Selty y lanzándole a Riij el suyo-. ¿Cómo conseguiste hacer eso?
-Eso ha sido cosa mía -dijo Trell, asomando desde detrás de uno de los otros deslizadores aparcados y dirigiéndose hacia ellos-. Tan sólo un estilete molecular exquisitamente bien manejado.
-Un código de silbidos y un estilete molecular -dijo Riij, agitando la cabeza asombrado-. Vosotros dos estáis llenos de recursos, ¿verdad?
-El estilete fue un regalo -dijo Trell, agachándose junto a la caja trucada-. Maldición... la hoja se ha roto.
-La hoja no importa -dijo Maranne, agachándose a su lado-. Recoge las gemas.
-Olvida las gemas -le dijo Riij, mirando en la dirección por la que habían desaparecido Grobber y los demás. El rescate había sido considerablemente silencioso, pero si a Grobber se le ocurría volar sobre ese punto en su camino de vuelta a la fortaleza de Thyne, los cuatro acabarían fertilizando un parterre de césped-. Salgamos de aquí.
-Pero...
-No, tiene razón -dijo Trell apretando visiblemente los dientes-. Si lo que sea que esté pasando en la guarida de Thyne acaba lo bastante rápido, puede que aún nos encontremos a los colegas de Grobber acampando en la puerta de la bahía de carga del Hopskip. Recoge sólo la caja y lo que sea que quede aún dentro.
Maranne siseó algo que sonó bastante grosero, pero pese a todo se levantó, con la caja ahora medio vacía en sus manos.
-Bien -dijo amargamente-. ¿Y la especia qué?
-Déjala aquí -le dijo Trell-. Corran dijo que no querríamos que nos atraparan transportando especia, y estoy bastante dispuesto a estar de acuerdo con él.
-Podemos llamar a SegCor de camino y decirles dónde pueden encontrarla -añadió Riij-. Ahora vayámonos.
Se apiñaron todos en el deslizador.
-Hablando de Corran y SegCor -comentó Trell mientras giraba el vehículo y daba potencia a los motores-. Resulta que son una única cosa.
-¿Corran es de Seguridad de Corellia? -preguntó Maranne, mirándole con el ceño fruncido-. Estás de broma.
-En todo caso, eso parecía cuando él y Hal hablaron -dijo Trell-. La última vez que les vimos, salían a atrapar a Thyne.
Riij hizo una mueca.
-¿En mitad de la fortaleza de Thyne? No tienen la menor oportunidad.
-Esa fue también nuestra estimación -convino Palror-. Pero teniendo en cuenta el número de los soldados de Thyne aquí y los que se están enfrentando a los imperiales fuera de su bastión, parece probable que las zonas centrales del interior puedan estar casi desiertas.
-“Casi” podría no ser suficiente -dijo Maranne-. ¿Y qué pasa con Kast? Él sigue allí, ¿no?
-He desistido a tratar de adivinar qué tipo de juego está jugando Kast -dijo Trell, trazando un giro cerrado con el deslizador para rodear un camión deslizador herglic aparcado-. Todo lo que sé es que es él quien le dio a Corran el estilete molecular que nos sacó de allí.
-Y no creemos que se trate simplemente de una trampa -añadió Palror-. Los bombarderos TIE nos estaban molestando cuando salimos de la fortaleza; en cuanto nos identificaron, nos permitieron pasar.
-Eso ha tenido que ser obra de Corran y Hal -dijo Trell-. Se supone que SegCor trabaja bastante de cerca con los imperiales estos días.
-Sí -murmuró Riij, volviendo a pensar en la breve discusión que tuvo con Corran acerca de la rebelión. Y ahora descubría que Corran era en realidad de SegCor. ¿Podría haber adivinado las verdaderas lealtades de Riij por esa conversación?
-Nos permitieron pasar a ambos -le recordó suavemente Palror.
-Lo entiendo -le dijo Riij-. También entiendo que tal y como se está desarrollando todo lo demás, eso no significa gran cosa. Si llegamos al Hopskip sin encontrarnos con una emboscada (de ninguno de los lados de este loco juego de fuerza) entonces quizá crea que habremos terminado con ello.
-¿Terminado con qué? -preguntó Maranne.
Riij extendió los brazos.
-Con lo que rayos estemos haciendo aquí.

***

Ciertamente no había ninguna emboscada tendida en exterior del Hopskip. Ni tampoco ninguno de sus antiguos compañeros -Corran, Hal o Kast- les esperaba allí.
Lo que había era una única tarjeta de datos.
-Parece el mismo material que Kast usó para pegar el estilete molecular en las barras de la celda de Corran -comentó Trell, probando a tocar los fragmentos de residuo de adhesivo que quedaban en la tarjeta de datos-. ¿Deberíamos leerla aquí, o dentro?
-Dentro -dijo firmemente Riij, tomándole la tarjeta de datos de las manos y mirando a su alrededor-. Y no hasta que no estemos fuera de aquí. Tú y Maranne empezad el programa de despegue. Palror y yo echaremos un vistazo para asegurarnos de que nadie nos ha dejado ninguna sorpresa.
Trell había arrancado los chisporroteantes motores, y Maranne tenía la computadora de navegación trazando su curso, cuando Riij y Palror volvieron de su gira por la nave.
-Parece despejado -dijo Riij a los demás mientras ambos tomaban asiento-. O, al menos, no hay nada obvio. ¿Habéis hablado ya con la torre?
-Somos los terceros en la lista para salir -le dijo Maranne-. ¿Quieres contarnos ahora un cuento antes de irnos a dormir?
-Claro -dijo Riij.
Se escuchó un débil sonido de rascado proveniente de detrás de Trell -Riij retirando los últimos restos de adhesivo de la tarjeta de datos, probablemente- y luego el breve chasquido al deslizarla dentro de si tableta de datos.
-Es de Kast -dijo Riij-. “A la tripulación y los pasajeros del Hopskip: Bien hecho”.
-¿Bien hecho? -gruñó Maranne-. ¿Qué rayos...?
-Shh -la cortó Trell-. Continúa.
-“Habéis completado adecuadamente la misión que se os había asignado” -continuó Riij-. “Podéis regresar ahora al Amonestador y recuperar vuestra carga. Esta tarjeta de datos servirá ante el capitán Niriz como prueba de que habéis cumplido vuestra parte del trato y hará que os devuelva la carga.” Luego está firmado con su nombre y lo que parece alguna especie de marca de identidad.
-De modo que no va a volver, ¿eh? -dijo Trell, con una extraña sensación en la boca del estómago-. No estoy seguro de que eso me guste.
-Debe haber arreglado que le entreguen el pago en algún otro lugar -dijo Maranne-. No parecía que él y Niriz se llevasen muy bien.
-Quizá su pago está en el resto de las cajas trucadas -dijo Palror.
-No contaría con ello -dijo Riij-. Hay una postdata: “No volváis al Depósito de Almacenes Dewback a por el resto de cajas trucadas. Están vacías.
-¿Qué? -rugió Trell, girándose a medias para mirar a Riij por encima de su hombro-. Vamos, hombre, eso es una locura. ¿Me estás diciendo que resulta que las dos cajas que llevasteis al Refugio del Mynock eran las únicas que tenían algo dentro? ¿Cuáles son las probabilidades de que ocurriera eso?
-No tan malas, realmente -dijo Maranne con pesar-. No cuando consideras que eran las únicas dos que sabíamos que podríamos abrir y volver a sellar. Nos estaban manejando durante todo el rato, ¿verdad?
-Durante todo el rato -convino Riij-. “Y no os preocupéis tampoco por las gemas de fuego Durind o la especia. Ambas son falsas.”
Trell miró al otro lado de la cabina, para encontrarse con que Maranne le miraba a él.
Parecía no haber nada que decir.
Se escuchó otro débil chasquido detrás de él cuando Riij extrajo la tarjeta de la tableta de datos.
-Bueno, hemos entrado y salido con vida -les recordó, pasándole a Trell la tarjeta de datos por encima de su hombro-. Mis instructores solían decir que ninguna misión de la que salieras por tu propio pie era un completo fracaso. Quizá nos encontremos algún día con Corran y Hal y averigüemos de qué iba todo esto.
Trell daba vueltas a la tarjeta de datos en su mano.
-Lo dudo -dijo-. Diría que todo apunta a que ninguno de los dos sabe tampoco que está pasando. Deslizó la tarjeta de datos en una ranura de almacenamiento de su panel-. Vamos, Maranne. Salgamos de aquí.

***

-Sé que este tipo de cosas le avergüenza -dijo el capitán Niriz mientras servía a su huésped un vaso de agua mineral R'alla de reserva-, de modo que sólo lo diré una vez. Cuando escuché los informes de acciones militares en Corellia, estaba preocupado pos su seguridad. Me alegro de descubrir que mis temores eran infundados.
-Gracias, capitán -dijo el gran almirante Thrawn, aceptando el vaso que le ofrecían y tomando un sorbo. Aún vestía la armadura de Jodo Kast, aunque sin el casco ni los guantes-. Se equivoca, sin embargo, acerca de que la expresión de preocupación o apoyo sea una vergüenza. Al contrario, la lealtad es una de las dos cualidades que valoro más en mis subordinados y colegas.
-¿Y la otra? -preguntó Niriz, sirviéndose un vaso de agua R'alla a sí mismo.
-La competencia -dijo Thrawn-. ¿El cargamento del Hopskip ha sido subido a bordo de nuevo ya?
-Lo están haciendo ahora, señor -dijo Niriz. Con la mayoría de la gente, divagó, la adición de la armadura mandaloriana crearía instantáneamente un poderoso aura de fortaleza y misterio. Con Thrawn, en cambio, casi parecía disminuir la sensación de autoridad que ya estaba presente en él-. El puente tiene órdenes de avisarme en cuando se marchen. -Enarcó una ceja-. Lo que me recuerda una cosa: prometió que me explicaría de qué iba todo esto cuando volviera.
-Y eso pretendo hacer -le aseguró Thrawn-. Estoy esperando a que otra persona se una a nosotros aquí antes.
Detrás de Niriz, la puerta se abrió deslizándose. Niriz se volvió, abrió la boca para reprender a quien fuera que fuese ese oficial o tripulante que se atrevía a entrar en la oficina privada del capitán sin permiso... Y un instante después se había puesto en pie de golpe, con las duras palabras desvaneciéndose en su garganta como si hubieran sido asfixiadas hasta morir. La figura acorazada que cruzaba con despreocupada arrogancia la puerta...
-Ah; Lord Vader -dijo Thrawn, poniéndose en pie con mucha más tranquilidad-. Bienvenido a bordo del Amonestador. Estamos honrados por su presencia.
-Y nosotros con la suya, almirante Thrawn -dijo Lord Darth Vader, con un claro tono de desafío en su profunda voz-. Llega casi seis horas tarde.
-Lo sé, milord, y me disculpo por tenerle esperando -dijo Thrawn, inclinando la cabeza con deferencia-. Como verá, me vi obligado a modificar de forma significativa el plan que le expliqué originalmente.
-¿Pero el objetivo se ha logrado? -preguntó Vader.
-Ciertamente -dijo Thrawn-. Zekka Thyne y la rama corelliana del Sol Negro del príncipe Xizor ha sido efectivamente eliminada.
Niriz miró a Thrawn con sorpresa.
-¿Zekka Thyne? Pero yo pensaba...
-¿Pensaba que el Emperador tenía un acuerdo con Xizor? -preguntó Vader, volviendo su macabra máscara hacia él.
Niriz tragó saliva. La reputación de Vader respecto a los oficiales de la flota que le disgustaban... pero por otra parte, Thrawn solicitaba absoluta honestidad a sus subordinados.
-Sí, milord -dijo-. Eso pensaba.
La tensa figura de Vader pareció relajarse ligeramente.
-De momento, quizá, es cierto. Pero tales acuerdos están hechos para ser alterados. -Se volvió hacia Thrawn-. De modo que tengo entendido que hubo una acción imperial contra la fortaleza de Thyne.
-Sólo una pequeña escaramuza -le aseguró Thrawn-. Y la batalla fue instigada desde el lado de Thyne como demostraran las grabaciones de ambos bandos. La grabación también mostrarán que los imperiales estaban en la zona solamente debido a una información que recibió su comandante sugiriendo que una fuerza rebelde se estaba agrupando en esa parte del bosque.
-Información que usted suministró, por supuesto -dijo Vader, a modo de pregunta.
-Por supuesto -asintió Thrawn-. Y dado que no puede haber enlace posible entre el código de verificación que usé y cualquiera de sus fuerzas o contactos, el príncipe Xizor será incapaz de crear ninguna conexión entre usted y el informador misterioso.
-Pero se vieron implicadas tropas imperiales -insistió Vader-. Su primer pensamiento seré ciertamente yo.
Thrawn negó con la cabeza.
-De hecho, milord, la involucración marginal del imperio tiende a exculparle a usted ante sus ojos. Él esperaría un ataque imperial a gran escala que pudiera ser fácilmente rastreado hasta usted... o bien evitar escrupulosamente las fuerzas imperiales por completo, quizá dejando la acción a discretos cazarrecompensas o mercenarios. La ambigüedad de los hechos reales le dejará confuso e inseguro. Lo cual, según creo, era uno de sus objetivos clave.
-Lo era -dijo Vader, sonando un poco inseguro-. Pero como usted dice, Xizor conoce mis conexiones con los cazarrecompensas. Incluso aunque Jodo Kast no se encuentra entre ellos, al asesinar a Thyne disfrazado de Kast llevará de nuevo su atención hacia mí.
Thrawn sonrió.
-Sí, pero yo no he asesinado a Thyne. Fui capaz de dejar su destino en manos de un par de agentes de SegCor de incógnito.
Vader inclinó ligeramente la cabeza a un lado.
-No recuerdo que Seguridad de Corellia fuera nunca mencionada en nuestras conversaciones, almirante.
-Los dos agentes se unieron por su cuenta a mi grupo -dijo Thrawn-. Y resultaba obvio desde el primer momento que se encontraban en Ciudad Coronet con el propósito específico de atrapar a Thyne. Suponía una oportunidad tan perfecta que decidí modificar el plan original para que ellos fueran quienes se encargaran de él.
-¿Entonces Thyne no está muerto?
Thrawn se encogió de hombros.
-Al menos, ha perdido todo su poder -dijo-. En realidad, tenerle bajo custodia de SegCor podría servir a sus propósitos mejor que una muerte rápida. Dejaría al príncipe Xizor preguntándose si los corellianos le están extrayendo secretos peligrosos. Una importante distracción: y la distracción, según creo, era otro de sus objetivos clave.
Sonó una señal del comunicador. Acercándose a la consola, Niriz lo activó.
-Niriz -dijo.
-Control de la bahía del hangar, señor -dijo una voz-. Informando según sus órdenes de que el Hopskip acaba de partir.
-Gracias -dijo Niriz-. Indique al puente que observe cuál es su vector cuando salten a velocidad luz.
-Sí, señor.
Niriz apagó el comunicador.
-Entiendo que los contrabandistas y sus amigos rebeldes realizaron su parte adecuadamente -dijo Vader.
-Bastante adecuadamente -le aseguró Thrawn-. Me proporcionaron la excusa necesaria para movilizar a los hombres de Thyne y despejar el camino a los agentes de SegCor.
Los ojos ocultos tras la máscara negra parecían taladrar el rostro de Thrawn.
-¿Y la otra parte de su plan?
Thrawn miró a Niriz arqueando una ceja de reflejos azulados.
-¿Capitán?
-Sí, señor -dijo Niriz-. Se ha instalado un dispositivo de rastreo en cada uno de los blásteres que llevaban ocultos de contrabando.
-¿Y las cajas se han vuelto a cerrar tal y como estaban?
-Al milímetro -confirmó Niriz-. No tendrán forma de saber que las cajas han sido siquiera abiertas, no digamos modificadas.
El Señor Oscuro asintió.
-Excelente -dijo.
El comunicador sonó de nuevo.
-Capitán, al habla el puente. El Hopskip acaba de saltar a velocidad luz. Se ha confirmado que su vector es hacia el sistema Shibric.
-Gracias. -Niriz miró a Thrawn y alzó las cejas.
El gran almirante asintió.
-Que preparen un curso de vuelta a las Regiones Desconocidas -instruyó-. Nuestra labor aquí ha terminado.
-Sí, señor. -Niriz dio la orden y apagó el comunicador.
-A no ser -añadió Thrawn, mirando a Vader-, que quiera que trate con el príncipe Xizor directamente por usted.
-Ciertamente es una idea tentadora -dijo Vader, su voz oscurecida por la amenaza velada-. ¿Un alienígena contra otro? Pero no. Xizor es mío.
-Como desee -dijo Thrawn-. Por otra parte, dudo que Shibric sea el destino final de esos blásteres rebeldes. Por su vector, y por otros fragmentos y piezas de información que he recopilado durante el viaje, mi suposición es que su punto final de recogida será en algún lugar del sistema Derra.
-Los dispositivos de rastreo nos lo mostrarán con certeza -dijo Vader-. Pero se rumorea que en sistema Derra hay una fuerte presencia rebelde. Me aseguraré de tener algunas fuerzas esperándoles allí.
-Muy bien -dijo Thrawn-. Una última sugerencia, y luego sospecho que ambos deberemos tomar caminos separados. Tengo entendido que el general al mando de las fuerzas de tierra del Ejecutor presentó su repentina dimisión hace un mes. He podido observar la batalla en el exterior de la fortaleza de Thyne durante un rato mientras esperaba para asegurarme de que los contrabandistas escapaban; y en mi opinión el oficial imperial al mando está siendo desperdiciado destinado en una guarnición.
-Su opinión tiene un peso considerable -dijo Vader-. Estoy seguro de que es consciente de ello. ¿El nombre del oficial?
-Coronel Veers -dijo Thrawn-. Por el nivel de sus habilidades tácticas, también diría que se le debe un ascenso desde hace bastante tiempo. Quizá sus conexiones políticas en la estructura de mandos dejen algo que desear.
-Las conexiones políticas no me conciernen -bramó Vader, dirigiéndose hacia la puerta-. Veré qué puedo hacer con ese coronel Veers. Gracias, almirante.
-Ha sido un placer, Lord Vader -dijo Thrawn con una respetuosa inclinación de cabeza-. Un favor por otro. Quizá tengamos la oportunidad de trabajar juntos de nuevo.
Una vez más, los ojos ocultos parecieron sondear el rostro del gran almirante.
-Quizá -dijo-. Adiós, almirante.
Y con un remolino de su larga capa negra, se fue.
-Un ejercicio interesante -comentó Thrawn, dirigiéndose hacia la botella de R'alla y volviendo a llenar su vaso y el de Niriz-. Aunque no sé. Presiento que esa rebelión es quizá más poderosa y mejor organizada de lo que Lord Vader cree. Espero que nuestras acciones de aquí le permitan proporcionarles un duro golpe. -Sus brillantes ojos rojos se iluminaron mientras tomaba un sorbo de su vaso-. Pero es no es de nuestra incumbencia, al menos por ahora. Nuestra preocupación son las Regiones Desconocidas; y ya es hora de que volvamos.
-Sí, señor. -Niriz dudó-. Si me permite la osadía, señor... su último comentario implicaba que usted ha recibido algo a cambio de ayudar a Vader contra Thyne y el Sol Negro. ¿Puedo preguntar cuál era ese favor?
-Un regalo muy personal, capitán -dijo Thrawn-. Y por eso es que sentí la necesidad de orquestar personalmente la destrucción de Thyne. Lord Vader me ha puesto al mando de un grupo de comandos alienígenas que han probado ser altamente valiosos para él a lo largo de los años. Aunque no me son de gran utilidad en las Regiones Desconocidas, no tengo la menor duda de que con el tiempo volveré adecuadamente al Imperio. Y en ese momento... bueno, veremos qué es lo que pueden hacer.
-Nunca he escuchado que Vader emplease alienígenas -dijo Niriz con incredulidad-. ¿Está seguro de que le está diciendo... bueno...?
-¿La verdad? -Thrawn sonrió-. Desde luego que sí. Recuerde bien su nombre, capitán: los noghri. Le garantizo que oirá hablar más de ellos. -Vació su vaso y lo dejó sobre la mesa-. Pero ahora vayamos al puente. Las Regiones Desconocidas nos llaman; y tenemos aún mucho trabajo que hacer.