Único en su especie
Paul Danner
Había sido un día realmente malo.
Sconn dio un sorbo a la cerveza vergonzosa venaariana y se vio forzado
a cerrar uno de sus ojos por el amargo sabor del líquido amarillento. Se
preguntó si se suponía que el "vergonzosa" se refería a la bebida en
sí, o a la obscena cantidad de créditos que costaba ese zumo revitalizante. Ese
es el precio que hay que pagar por las noches salvajes, pensó.
Con un encogimiento de hombros, tomó otro sorbo y examinó la multitud que
abarrotaba el Bar Binario a última hora de la tarde. Sconn notó que se mezclaba
a la perfección con ella, lo que para un ladrón era una buena cosa,
especialmente en un mundo gobernado por el Imperio como Venaari. Si nadie podía
recordar su cara, no podrían dar a las autoridades una buena descripción...
Sconn se enorgullecía de su habilidad como camaleón social, pero al
mismo tiempo le molestaba. El ladrón disfrutaba siendo el centro de atención,
prefiriendo destacar, sobre todo en el anónimo desfile de zánganos temerosos en
el que el Imperio tanto disfrutaba convirtiendo a las poblaciones locales. En esos
momentos, sin embargo, no podía permitirse el inconformismo. La actual falta de
negocios estaba haciendo que sus créditos desaparecieran más rápido que un
esclavista imperial en una reunión familiar wookiee.
Sconn también se estaba quedando sin tiempo. El alquiler de su
apartamento vencía a la mañana siguiente, y su casero devaroniano no admitía
excusas... sólo créditos imperiales contantes y sonantes. Sconn necesitaba un trabajo
y lo necesitaba rápido...
-Son tiempos difíciles -susurró en su taza-, cuando el ladrón más
grande en todo este sector no puede encontrar trabajo.
Sconn alzó la vista hacia el alto techo del Bar Binario y se quedó
mirando lo que estaba considerando que podía ser su último recurso. Al ladrón
no le atraía demasiado la idea de robar parte de la decoración de uno de sus garitos
favoritos, pero cuando los tiempos son difíciles... Estudió la vieja barredora
que colgaba del cuarteto de duracables y comenzó a evaluarla. Mobquet Nebulón-R
Racer, lo más probable. Seguramente la barredora necesitaría que le cambiasen
la unidad repulsoelevadora y el motor turboimpulsor pero, incluso en su estado
actual, el vehículo podría reportarle un mínimo de 500 créditos. Tal vez mil o
más si pudiera poner sus manos en piezas baratas. Con ojo experto, el ladrón
comenzó a examinar la habitación, tratando de averiguar su mejor vía de entrada
y salida si la desesperación le obligaba a regresar fuera de horas.
Fue entonces cuando se fijó en ella, entrando de la calle y deslizándose
entre la gente. Miró a su alrededor como un gato cauteloso mientras se abría
camino hasta la barra. La mujer parecía joven, de la edad de Sconn, y llevaba
una capa que ocultaba la mayor parte de sus curvas.
Sconn pronto descubrió que no podía apartar los ojos de ella, aunque
no estaba muy seguro de por qué. Cierto, era guapa, pero sin duda las había
visto más guapas. Simplemente, el ladrón no podía explicarlo. La belleza de
pelo negro tenía tan sólo un cierto aire de misterio a su alrededor. Algo
estaba pasando. Y si había algo que Sconn conocía, era la intriga.
Se sentó en la barra, pero parecía incómoda, lanzando miradas de reojo
a los seres a su alrededor. No está
acostumbrada a estos antros, razonó Sconn. El camarero se acercó y deslizó
una taza de líquido transparente ante ella. Mientras ella la tomaba, el venaariano
con sobrepeso hizo un gesto casi imperceptible. Lanzando algunos créditos a la
barra, ella tomó unos sorbos de la taza y se acercó a una mesa del rincón. La
que había seleccionado estaba apartada del centro de la actividad y oculta
entre las sombras.
Sconn frunció los labios, y esa vez no fue una reacción a la cerveza
vergonzosa. Definitivamente, algo estaba pasando. El camarero estaba ocupado,
pero sirvió rápidamente una bebida a la chica. Una que ni siquiera había pedido.
La familiaridad podría explicarse, sin embargo... la chica podría ser una clienta
habitual, pero su lenguaje corporal en la barra no era compatible con ese
escenario. Además, Sconn tenía la sensación de que no era una visitante asidua,
y sus sensaciones habitualmente lo mantenían con vida.
El interés del ladrón se despertó. Dos de sus cosas favoritas, mujeres
y misterios, habían aparecido justo frente a él. Por desgracia, entonces fue
cuando la mujer notó cómo él la miraba fijamente. Cuando sus miradas se
encontraron, Sconn vio que sus ojos se abrían un poco, como si ella estuviera
preocupada porque él fuera alguien que no debería haberla visto. Pensando
rápidamente, el ladrón le mostró su mejor sonrisa y le guiñó un ojo.
El alivio cruzó rápidamente el rostro de la mujer, y Sconn juraría haber
visto temblar sus labios en una sonrisa cuando ella devolvió la mirada a su
copa. Cuando Sconn empezaba a considerar las posibilidades, el caos estalló en
el bar.
Un joven venaariano irrumpió en el interior, corriendo a toda
velocidad y derribando a dos clientes en su prisa. Una reciente quemadura de bláster
humeaba en su hombro derecho. Sus ojos, locos de miedo, escanearon rápidamente la
habitación.
Sconn vio cómo la belleza alzaba la vista y observó una expresión de
sorpresa en su rostro. El ladrón tomó nota también de que el camarero tenía una
expresión similar a la de la chica.
Cuando el hombre con los ojos desorbitados abrió la boca para gritar
algo, la candente ráfaga de un bláster interrumpió el sonido. Fue lanzado hacia
adelante como una muñeca de trapo. El joven cayó encima de una mesa ocupada, haciendo
que alimentos y bebidas se estrellasen contra el suelo.
Cinco soldados de asalto, con su armadura blanca y brillante, entraron
al interior detrás del disparo. Cada uno de ellos blandía un rifle bláster
estándar a excepción del líder, que llevaba un poderoso BlasTech T-15. Sconn
imaginó que había sido el rifle pesado T-15 el responsable de enviar al venaariano
en su breve excursión aérea.
La voz del líder crepitó a través del filtro de su casco.
-¡Que nadie se mueva! ¡Este establecimiento está oficialmente sellado
por el Imperio!
La mayoría de los sorprendidos clientes obedeció, apartando de los
soldados sus temerosas miradas. El camarero rápidamente se agachó detrás de la
barra, lo que Sconn consideró una decisión inteligente, hasta que el hombre
volvió a levantarse con un lanzagranadas.
-¡Fuera! -gritó el pesado venaariano mientras disparaba en medio de
los soldados de asalto. La joven saltó de su cubículo y se dirigió a la puerta
que daba a la cocina.
Sconn saltó de su silla, echándose debajo de la mesa, cuando la
granada pasó volando por encima. El ladrón rápidamente metió la mano bajo su capa,
palpando la familiar empuñadura plateada...
La granada explotó con un grito ensordecedor, y tres de los soldados
de asalto, así como unos cuantos clientes desafortunados, cayeron al suelo.
-¡Acaba con él! ¡Yo iré a por la chica! -Después de ladrar sus
órdenes, el líder se lanzó al ataque.
El soldado restante abrió fuego, golpeando la barra cuando el venaariano
se agachaba tras ella, presumiblemente para recargar. Pedazos de metal
carbonizado explotaron en el aire. Escogiendo el momento equivocado para
resurgir, el camarero recibió un rayo desintegrador en el pecho y cayó con un
gemido antes de que pudiera disparar la nueva granada.
La joven lo vio caer y se detuvo en seco, con una expresión de horror
en su rostro.
-¡Nooo!
El líder cargó contra ella, girando el pesado rifle T-15 hacia el
objetivo inmóvil.
Desde su posición privilegiada debajo de la mesa, Sconn miraba.
-Voy a odiarme por esto -murmuró.
Con un chasquido de su muñeca, la larga empuñadura plateada explotó de
actividad, convirtiéndose en una vara de dos metros de largo. Con el toque de
un interruptor oculto, ambos extremos de la vara comenzaron a crepitar y zumbar
de energía paralizante.
El líder de las tropas de asalto continuó moviéndose hacia delante,
apuntando a su presa. La chica levantó la vista justo en ese momento, como si
presintiera el peligro. Sus ojos se abrieron mientras esperaba al disparo que, a
esa distancia, acabaría sin duda con ella.
Nunca llegó.
Moviéndose con la velocidad del rayo desde su posición agachada, Sconn
blandió la vara con todas sus fuerzas, golpeando con el arma en la espinilla al
líder. Usando el apoyo que le proporcionaba su bajo centro de gravedad, Sconn condujo
la vara hacia atrás y hacia arriba, haciendo que el soldado de asalto diera una
voltereta hacia adelante, literalmente patas arriba. La pesada figura blindada
se estrelló sobre una mesa con un grito de sorpresa. Incapaz de soportar la
fuerza aplicada, el plástico barato gimió y se derrumbó sobre sí mismo, duchando
su prístina armadura con fishak sorpresa angeriano.
El soldado de asalto restante se dio la vuelta, apuntando a Sconn.
Atrapados al descubierto, el ladrón sabía que tenía una oportunidad. Sconn
levantó su brazo derecho, doblando la mano por la muñeca. La amplia manga de su
camisa cayó hacia atrás, dejando al descubierto una muñequera plateada. El haz
de partículas condensadas cruzó el aire, fallando al soldado de asalto
completo.
El guerrero blindado se rió entre dientes y se preparó para disparar,
pero sólo llegó a levantar su arma cuando la barredora –que previamente del
techo por los duracables ahora cortados- lo golpeaba de lleno en la espalda,
empujándolo al suelo y aplastándolo allí.
Sconn lanzó una ruidosa exhalación de alivio y luego se volvió a la
mujer. Ella estaba tratando de ayudar al camarero caído, quien, para un
observador emocionalmente desapegado, estaba obviamente más allá de toda ayuda.
El venaariano moribundo se estiró, agarrando con sus dedos los bordes
de la oscura capa de la chica y tirando de ella hacia sí.
-Shandria... tienes que llevarlo a la Nueva República. Es imprescindible...
que...
El resto se perdió en la eternidad. Las lágrimas brotaron de los ojos de
Shandria y los cerró con fuerza, tratando de detener el flujo.
Sacudiendo la cabeza, Sconn corrió hacia ella.
-Mira, siento lo de tu amigo, pero tienes que salir de aquí.
Un rayo desintegrador se estrelló de repente contra la pared de detrás
de la barra, errando por poco la cabeza de Sconn y haciendo añicos un gran espejo.
-Corrección. Tenemos que salir de aquí.
Sconn agarró del brazo a la aturdida chica y la arrastró hacia la
cocina mientras otra oleada de disparos estallaba en el bar.
Sconn se asomó por una esquina, viendo que al menos una docena de
soldados de asalto más se acercaba a la entrada en formación de cobertura
estándar. Se lanzó hacia adelante, agarrando el lanzagranadas recargado junto
al cuerpo del camarero. Levantándose, disparó el arma por la puerta, luego
corrió a la cocina mientras la granada explotaba. Fue recompensado por unos
cuantos gritos filtrados mecánicamente.
-Eso debería frenarles un poco -dijo el ladrón mientras echaba una
nueva mirada por la esquina.
Las tropas de asalto seguían llegando. Con otro grupo de sus
compañeros caído, sin embargo, el acercamiento era más cauto. Sconn empujó suavemente
a la chica.
-Dirígete hacia la puerta de atrás.
Shandria le dirigió una mirada de preocupación.
Él le devolvió una sonrisa tranquilizadora.
-No te preocupes. Soy bueno en este tipo de cosas. Lo lograremos. -Todavía
no parecía demasiado convencida, así que se apresuró a añadir-: Te lo prometo.
Corrieron por la desordenada cocina, pasando junto a una fila de
armarios de almacenamiento, y se dirigieron hacia la puerta trasera. Sconn
golpeó su palma contra el panel de control y la puerta se abrió.
-Espera aquí. Voy a echar un vistazo.
Se lanzó fuera, con la vara levantada en posición defensiva. Sconn
comprobó un lado del callejón. No había salida. El ladrón volvió a examinar el
otro. Conducía a la calle... donde 10 soldados de asalto estaban saliendo de un
deslizador de asalto Venaari.
Tragando saliva, Sconn retrocedió tambaleándose, tropezando con la
fila de contenedores de basura que esperaban ser recogidos. En el proceso, se
las arregló para cerrar accidentalmente la puerta de un golpe. Cuando se volvió
para abrirla de nuevo, oyó el mecanismo de bloqueo activándose.
-Bloqueo automático. Genial. -Se quedó mirando las teclas del panel-.
Y no tengo ni idea de cuál es el código.
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