Temiendo tener lesiones de las que no era consciente, Drake hizo una
mueca, sin intentar moverse. Probando cada una de sus extremidades, se
convenció de que no había ningún daño permanente e hizo el esfuerzo de incorporarse.
-¿Drake?
-¡Toob! -jadeó, encogiéndose cuando el sonido de su propia voz explotó
dentro de su cráneo.
-¿Quién te enseñó a montar, muchacho?
-Tú -gruñó Drake-. Me compraste un dewback de Tatooine, ¿recuerdas?
El corelliano se rió entre dientes al recordar.
-Bueno, eres todo un espectáculo -ayudó al muchacho a ponerse en pie-.
¿No hay nada roto?
-No. -Drake hizo un mohín y a continuación preguntó, cortante:- ¿Te
importaría decirme de qué iba todo esto?
-Tiroteo -resopló Toob, retirando las alforjas del cuerpo del olai.
-¿Un tiroteo? ¿Con las tropas imperiales?
-¡Bueno, yo no lo empecé! -se defendió el contrabandista, sonriendo
maliciosamente-. Pero tenía la intención de terminarlo. ¿Qué dem...? ¡Vaya! -De
repente, la yegua olai se agitó, dando violentas sacudidas con sus pies. Rotas
en la caída, sus patas delanteras se derrumbaron bajo el animal en un extraño ángulo
y cayó cuan larga era en el suelo arcilloso. Brotaba sangre de su boca y sus
orejas, y una mezcla de fluidos goteaba de su nariz. Resoplando y gruñendo de agonía,
trató de incorporarse de nuevo, logrando erguirse sobre sus patas traseras.
Desesperada y agotada, se dejó caer al suelo y rugió con tono inseguro.
Relinchando lastimosamente, miró a sus jinetes humanos, pidiendo ayuda-. Tranquila,
vieja amiga –le susurró Toob suavemente-. ¿Drake?
A través de la oscura maraña de su
flequillo castaño, Drake se quedó mirando las sombras más allá de la yegua olai.
Vacilante, pulsó el seguro de su bláster y presionó la pistola contra su funda.
-Vamos, Drake, no la dejes sufrir -se oyó
la voz suave de Toob contra el viento. Tomando fuerza de la familiar empuñadura,
sacó la pistola y disparó, matando instantáneamente a la yegua olai. Estremeciéndose
brevemente, sus retorcidas extremidades cesaron en sus luchas... y quedó inmóvil.
Dando la espalda al cadáver, Toob dijo con
voz áspera:
-Tal vez quieras llamar a tu compañera
wookiee y hacerle saber que estamos llegando.
-No puedo -dijo Drake con voz mansa-. El
comunicador está destrozado. ¿Recuerdas que caímos por la montaña?
El destrozado rostro de Toob esbozó una
mirada de confusión.
-¿Lo hicimos?
-¿No te acuerdas?
Encogiéndose de hombros para restarle
importancia, Toob echó a andar por el sendero.
-Eso no importa ahora. Volvamos a la nave.
Creo que a ambos nos vendría bien un buen trago ahora mismo.
Turbado, Drake caminó detrás del
contrabandista, siguiendo el sendero iluminado por las estrellas.
-¿Sabes, Toob? -comenzó con cautela-, estando
retirado y todo eso, es posible que quieras pensar en bajar un poco el ritmo.
Tal vez crearte un grupo de amigos decentes.
Sin volverse a mirarle, Toob gruñó:
-¿Qué? ¿Únicamente porque tengo un solo ojo
bueno y unos kilos de más, tengo que dedicarme a la agricultura?
-Bueno, no, pero tienes que admitir que esta
pequeña acrobacia en la montaña podría haber sido fatal.
-Estás empezando a hablar como mi hermano:
cuidadoso, calculador... aburrido.
-No te haría daño que escuchases algunas
de sus lecciones. - Drake titubeó, luego añadió-: Si le hubieras escuchado,
nunca habríais ido a ese almacén en Ottega.
Toob se detuvo abruptamente, gruñendo.
-¡Karl fue porque quiso! ¡Nadie le pidió
que fuera!
-¿Qué se suponía que debía hacer, Toob? –tanteó
Drake-. Él es tu hermano. Alguien tenía que guardarte las espaldas.
-¿Eso es lo que te dijo?
-Eso es lo que pasó, Toob, y todo el mundo
lo sabe.
En sombrío silencio, recorrieron los
últimos kilómetros descendiendo la accidentada garganta del cañón, siguiendo el
trazado del paisaje del Surco del Pliegue, un fenómeno geográfico de grietas y
fisuras de múltiples niveles que podían disimular y albergar gran número de
cargueros ligeros y pequeñas naves espaciales. Amarrado en una robusta cornisa,
a pocos metros del suelo de barro arcilloso, los puntales de apoyo del Inquebrantable mostraban la mancha
bermellón de la base del suelo, prueba de su estancia en el sombrío planeta
rojo.
Nikaede caminó a grandes zancadas a través
de la rampa, con su voz atronadora sonando desde el pasillo interior,
reverberando en los cuartos cercanos. Drake sonrió. Era sin lugar a dudas una
bienvenida tradicional wookiee. Preparándose, no se resistió y sintió cómo era elevado
varios centímetros del suelo en los poderosos brazos de la wookiee. Exhausto,
simplemente se relajó en la explosión torrencial de pelaje negro y plateado. Depositando
a su capitán de nuevo en el suelo, Nikaede gimió con tristeza, mirando los
moretones y rasguños que cubrían su rostro. El olor de la sangre era penetrante
y gimoteó pidiendo una explicación.
-Más tarde -susurró Drake, mirando más
allá de ella. Sin hacer comentarios, Toob pasó junto a ellos y entró en la
nave. Poco después, el corelliano reapareció, echándose una bandolera de
paquetes de energía por encima de su hombro-. ¿Toob? -Drake corrió tras él, tomando
suavemente al contrabandista de la manga-. ¿Qué estás haciendo?
Toob sacudió el brazo para soltarse.
-Voy a terminar lo que otro empezó. -Reanudó
su marcha hacia el sendero de la montaña, gruñendo irritado para sí mismo. Dando
golpecitos con el pie contra el suelo de roca, impaciente, se detuvo al borde
de la cresta-. ¡Vamos, muchacho! ¡Estoy listo para ir!
-¿Ir? -Drake se quedó sin aliento,
temblando.
Ajustando su bláster en su funda, el
corelliano gruñó:
-Será igual que aquella vez cuando tu papá
y yo nos las vimos con policías del sector en Bnach.
-Toob. -Drake tragó saliva-. Bnach es un
planeta prisión imperial. Nadie va allí...
-Bueno, tal vez fue el puerto espacial
Manda en un... en una… -Se detuvo, aturdido por los recuerdos confusos-. Qué
más da. No importa. No voy a quedarme aquí quieto mientras que hombres buenos
como Ziv Banks, Lu Esi y Tenke Hurn son abatidos a sangre fría.
-Toob, esas personas están muertas. Me
contabas historias acerca de ellos y lo que finalmente pasó con ellos,
¿recuerdas? Ziv murió en un tiroteo en la Dama Naranja en Nar Shaddaa. Lu
estrelló su carguero sobre Vedis IV, huyendo de las autoridades del sector. Y
Tenke estaba contigo cuando explotó aquel detonador en Ottega. No sobrevivió.
Toob comenzó a caminar con paso inseguro,
obviamente desorientado.
-Algunos de los mejores contrabandistas a
este lado de Corellia... ¡quien los necesita! -se quejó-. ¡Podemos ocuparnos
nosotros mismos de ese búnker imperial!
-¡Toob! –presionó Drake-. ¡No hay ningún
bunker imperial!
-¡Te has vuelto cobarde, Marji! ¡Maldita sea
tu suerte! -Toob extrajo el bláster de su funda. Configurado para un disparo
letal, apuntaba al pecho de Drake-. ¡Cobarde! Pero siempre has sido así,
¿verdad?
Haciendo un gesto a su primer oficial para
que se apartase, Drake declaró:
-Mírame, Toob. No soy Marjan.
El rostro del corelliano se ensombreció cuando
una ola de confusión abrumó sus turbados sentidos. Vacilante, bajó el desintegrador.
-¿Kaine? ¡Kaine, hijo mío! ¿Qué estamos
esperando? Vamos a acabar con unos cuantos soldados de plástico. ¡Por los viejos
tiempos!
Recordando las advertencias del issori,
Drake respondió con cautela:
-Toob, por favor. Kaine era mi padre.
Ahora está muerto, ¿recuerdas?
Un profundo sentimiento de lástima invadió
al joven pirata mientras trataba de hacer que el contrabandista regresase a la
realidad actual.
-¿Muerto? -murmuró Toob incoherentemente,
luchando con el concepto-. Entonces... entonces, ¿tú quién eres? ¡Algún
gamberro! -gritó, levantando de nuevo el bláster a la altura del pecho-. ¡Escuchaste
hablar de mí y viniste a ver si el viejo todavía tenía pasta, ¿eh?! Pensaste
que podrías ganar un poco de maldito dinero y hacerte un nombre eliminando al
viejo Toob Ancher. ¡Bueno, pues no en esta vida, chico!
Esquivando ágilmente el primer disparo,
Drake agarró a Toob por el brazo y se agachó debajo de él mientras el segundo disparo
se perdía, pasando muy cerca de Nikaede, quien se tiró al suelo para cubrirse.
Drake intentó sacudirle el brazo para que soltase el arma; pero perdió el
agarre. Antes de que pudiera esquivar al desequilibrio corelliano, sintió cómo
la dura culata del bláster le golpeaba cruzándole la barbilla. Tambaleándose,
cayó al suelo, y la sangre brotó de la comisura de su boca.
-¡Nikaede! ¡Quieta! -gritó Drake a la
wookiee. Poniéndose en pie a trompicones, Drake levantó los brazos en señal de
rendición.
-¿Quién eres? -susurró Toob, con su furia
abruptamente disminuida-. Límpiate esa sangre de la cara y deja que te vea.
Drake se frotó la sangre de su boca.
-Toob, soy yo -susurró, no pudiendo
ocultar el dolor en su voz-. Drake, ¿recuerdas?
-¿Drake? –gimió Toob-. ¿Qué estás
haciendo? -Desconcertado, miró el bláster en su mano y la hinchazón en la
barbilla de Drake-. ¿Qué... he hecho?
-Nada -le susurró Drake-. No ha pasado
nada.
-¿Nada? -jadeó Toob. Dando la espalda al joven
socorrano, miró hacia la oscuridad más allá de la cresta. Indignado por la idea
de la traición, arrojó el bláster contra las rocas-. Nunca debería haber abandonado
Tatooine. Debería haber... debería haberme apuntado a la cabeza con un bláster y...
-Exasperado, dijo con voz áspera-: Vete, Drake.
Asegúrate
de que es tu dedo el que está en el gatillo... no el de un extraño. Drake avanzó,
recordando el consejo del issori.
-¿Toob? -preguntó con incertidumbre.
-Vete a la cama, muchacho -respondió Toob con
reprobación-. Hablaremos de nuevo por la mañana.
En contra de su mejor juicio, Drake se
rindió al niño pequeño dentro de él, el niño atemorizado que admiraba y adoraba
al impetuoso Corelliano. Desorientado y obediente, se retiró a la nave.
-Vamos, Nik.
Muy agitado, luchó por empujar a la
enfurecida wookiee al interior de la nave, tirando de la piel y el pelaje para
obligarle a subir por la rampa. Frotándose la cara hinchada con una mano
temblorosa, Toob se maldijo a sí mismo. Recordando las palabras de una vieja balada
de contrabandistas, cantó suavemente:
-¿Quién teme el aliento amargo del
invierno? Un hombre que nunca ha conocido el frío. Dulce dama, no hay nada más
frío -hizo una pausa, masajeándose su preocupada frente- que el corazón de un contrabandista
que ha envejecido.
Experimentando la sensación de pérdida y
desolación del corelliano moribundo, Drake le acompañó, susurrando en silencio el
estribillo.
-Cae la noche y estoy lejos de mi hogar.
Atrapado entre la cuna y la tumba. Atrapado entre la cuna y la tumba.
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