Cuando las manos suaves de Nikaede le
sacudieron, Drake se agitó.
-¿Qué? -murmuró, aturdido y rígido por sus
aventuras. La wookiee ladró suavemente, empujando el comunicador a sus labios-.
¿Quién?
-¡Drake!
Reconociendo a Fahs, pero no el pánico en
su voz, Drake espetó:
-¡Toob! ¡Otra vez no! ¿Dónde...?
-No te molestes en buscarlo. Ni siquiera
está en el planeta. -Fahs hizo una pausa dramática-. De alguna manera se las
arregló para hacerse con un Cazador de Cabezas Z-95. ¿Qué se trae entre manos,
Drake?
-No tengo ni idea -respondió Drake, alcanzando
sus botas-. No puede estar muy lejos.
-Bueno, pues date prisa. Todas las
frecuencias imperiales están alborotadas.
-Lo encontraremos. -Lanzando el
comunicador a un lado, Drake corrió por el pasillo a la cabina de vuelo-. Amplifica
la red de sensores y busca rastros iónicos recientes -ordenó, mientras la
wookiee se instalaba a su lado. Ágilmente, sus manos comenzaron a activar
interruptores de vuelo y a encender módulos de control-. Lo sé -respondió Drake
con un susurro a las quejas de la wookiee sobre el viejo-. Sólo ten paciencia
conmigo.
El Inquebrantable
flotó precariamente por encima de la superficie de la cresta, deslizándose con
destreza bajo el techo dentado hacia la boca abierta de la Cuenca del Cañón Tyma.
A pesar de la interferencia de la densa estratosfera de Redcap, Nikaede localizó
fácilmente el rastro de combustión iónica. Examinando los datos de los
sensores, lo confirmó y amplió el barrido del sensor para incluir el espacio
circundante sobre el planeta. Con un gemido desesperado, hizo un descubrimiento
inquietante.
-¡Lo has encontrado! -vitoreó Drake-
¿Dónde? -Una caprichosa exclamación de la wookiee le puso nervioso, al igual
que los cuatro blips no identificados en la pantalla del sensor-. Sintoniza su
frecuencia.
-Escuadrón Veerpal, ¿dónde están? -gritó
una voz desesperada-. ¡Estamos bajo ataque! ¡Respondan inmediatamente!
Nervioso, Drake observó cómo el ordenador de
vuelo de a bordo recorría rápidamente su biblioteca de esquemas, confirmando la
presencia de un Galeón Estelar Imperial y un Cazador de Cabezas Z-95. Acercándose
rápidamente desde el otro lado del planeta, dos cañoneras de asalto imperiales
se acercaban a gran velocidad para enfrentarse al intruso.
Nikaede gimió, un gemido de pánico que
reverberó en la parte posterior de su garganta. Con tristeza, leyó la
información a su capitán.
-Dos cañones de iones, dos cañones láser y
dos lanzamisiles con ocho misiles de conmoción cada uno. -Era el turno de Drake
de gemir. Acelerando los motores del Inquebrantable,
guió el carguero en un curso de intercepción hacia las naves de asalto
imperiales.
El Galeón Estelar tenía el aspecto de estar
recién fabricado, con su casco brillante blanco marfil en el hueco oscuro del
espacio. La nave nunca había visto combate real... lo que era obvio por el
manejo incompetente de sus turboláseres. El galeón y su tripulación dependían
en gran medida de su depredador escolta que llegaba ahora desde el planeta. A
juzgar por las marcas de explosiones que recorrían el otrora prístino casco del
galeón, era evidente que el Cazador de Cabezas y su piloto habían hecho bien su
trabajo con varios misiles de conmoción hábilmente colocados.
Conforme Drake se acercaba a toda
velocidad, reconoció los amplios e irregulares giros y espirales defensivos del
contrabandista, que dejaban a los artilleros del galeón sin una posición de
disparo clara. Las maniobras eran todas las características de Corellia, el
planeta natal legendario que había creado a hombres como Toob Ancher, su
hermano Karl, y una serie de pintorescas figuras que ahora vivían en las
sombras de la ley galáctica. Contra un piloto así, las defensas del galeón eran
casi inútiles.
Drake sintió que se le encogía el corazón cuando
las naves de guerra se pusieron en formación, persiguiendo al Z-95 solitario en
un vector recto. Esquivando un disparo perdido de los frustrados artilleros,
Drake dirigió al Inquebrantable hacia
la refriega, eludiendo hábilmente los disparos de los defensores imperiales. Incrementando
la potencia de los escudos de popa, dejó todas las armas apagadas. Si los
imperiales le estaban monitorizando, se darían cuenta de que el carguero ligero
no representaba una amenaza por el momento.
Ajustando la subida de tensión en el
generador de escudo, Nikaede gruñía con ansiedad. A la wookiee de voz suave no
le gustaba que estuvieran tan cerca de la nave imperial. Colocó entre ambos la
pantalla de datos modificada, mostrando a Drake los blips que aparecían en la
matriz de sensores.
-¡Los veo! –refunfuñó Drake mientras el
caza estelar que iba en cabeza se acercaba hacia ellos, acelerando-. Abre el
comunicador. Quiero que escuchen nuestras transmisiones. -Manipulando el
sistema de orientación, colocó al Inquebrantable
detrás del Cazador de Cabezas fugitivo, mientras una descarga de las cañoneras
batía las defensas de su escudo, más fuertes-. ¡Toob! -gruñó Drake-. ¡¿Qué
estás haciendo?!
-¡Igualar el marcador, muchacho! -respondió
con risas el careliano-. Punto por punto; vida por vida. ¡Ahora sal de mi
camino! ¡Estás interfiriendo mi escáner de objetivo!
Ladeó bruscamente la nave, siguiendo con
un picado extremo, antes de estabilizarse en un curso con el que pretendía
volver al galeón.
Imitando fácilmente la maniobra, Drake dijo
airado:
-Tendrás que hacerlo mejor que eso, Toob. ¡Esto
es una locura! Ahora detente y... –Los impulsores de maniobra del caza se
apagaron bruscamente con un chisporroteo, haciendo que la pequeña nave se
detuviera. Para evitar una colisión, Drake giró los controles, llevando al Inquebrantable hacia arriba y lejos del
peligro, abriendo el camino para que las naves de asalto se precipitaran para
realizar una primera pasada-. ¡Toob! -gritó con frustración.
-Carguero no identificado -crujió una voz
por el comunicador-. Nuestras lecturas indican que es el Inquebrantable. Retírese y abandone la zona. Esto es un asunto imperial.
Su indiscreción podría resultar en...
-¿Calder? –jadeó Drake.
-Vaya, vaya, vaya -canturreó Calder-. Mi
pequeño amigo de Redcap. Buen trabajo en el Bantha Risueño.
Sorprendido por el frío sarcasmo del imperial,
Drake compartió una mirada de aprensión con su primer oficial. Voluntariamente,
se separó de la persecución, permitiendo que las naves de asalto le acorralaran.
-Escuche, Calder, no tenemos mucho tiempo.
-En eso tienes razón, chico -resopló el
Imperial-. El tiempo se agota para tu amigo, y para ti también, si continúas
interfiriendo.
-¡Está enfermo! -protestó Drake-. ¡Ahora
mismo no se le puede considerar responsable de sus actos!
-Tres artilleros muertos y cinco técnicos heridos
dicen que sí se puede.
-Sólo déjeme hablar con él.
-Tengo mis órdenes, Drake.
Trazando un amplio arco, la nave de asalto
de Calder se apartó, dejando a la nave restante para contener al Inquebrantable. Ejecutando impecables
maniobras de defensa imperial, el piloto persiguió al escurridizo Z-95,
presionando al contrabandista hasta que finalmente Toob abandonó la esperanza
de desplegar los misiles y comenzó a escapar de una muralla de disparos láser procedentes
de los cañones de la cañonera.
Eludiendo su guardia, Drake se deslizó
bajo la nave y salió disparado hacia la escena, dejando al sorprendido piloto
detrás de él.
-¡Calder, retírese!-gritó por el
comunicador-. ¡Retírese ya!
Siguió la empecinada persecución del imperial
a través del borde de la atmósfera de Redcap y luego de vuelta a través del
espacio hacia al galeón, reconociendo la trampa que había tendido. De repente,
Toob frenó el Z-95, aplaudiendo mientras la cañonera pasaba de largo junto a él
hacia las llamas de los gigantescos motores del galeón. Haciendo caso de la
advertencia demasiado tarde, Calder se apartó, triturando una de sus cinco alas
en el borde del sistema de motores del galeón. La nave de asalto giró fuera de
control, dando vueltas por el espacio abierto antes de que el piloto imperial
pudiera recuperar el mando del módulo de vuelo.
Drake esperó a que la cañonera de Calder pasara
con su pirueta a través de su línea de fuego y luego activó sus láseres delanteros,
tomando a Toob por sorpresa. Los disparos dieron en el blanco con precisión,
desactivando los motores del Z-95, pero dejando el caza intacto. Toob disparó
sus láseres principales y lanzó el último de sus misiles de conmoción, sin
ningún resultado. Sin sus motores, el Cazador de Cabezas estaba muerto en el
espacio, a la deriva a merced de la resaca gravitacional de Redcap.
Sin aliento, Calder guió cañonera lisiada
de vuelta al campo de batalla.
-Te voy a dar una opción, chico. La única
opción que mis órdenes permiten. -Hizo una pausa-. Tu gatillo o el mío.
-¡Me han atrapado, muchacho! –dijo Toob con
una risa maniaca, liberándose de los cinturones de seguridad. Estaba tan desorientado,
que no se había dado cuenta de que el disparo que le había inhabilitado provenía
del Inquebrantable-. ¡Pueden abatirme,
pero no antes de que se lo haga pagar caro! ¡Ja, ja!
-Toob, escúchame.
Haciendo caso omiso de la voz temblorosa
de Drake, Toob se removió en el asiento del piloto.
-Tengo que escapar.
Tiró de la manilla de apertura de la
carlinga. Una sirena de alarma sonó ruidosamente, señalando el peligro
inminente de descompresión.
-¡Toob!
-El cierre está bloqueado -gruñó el
corelliano, cuando el dispositivo falló. Volvió a pulsar el interruptor, con el
sudor nublando su ojo cibernético-. No puedo quedarme esperando a que vuelvan. -Examinando
las marcas de los disparos, se echó a reír-. Me tienen atrapado, muchacho. Si pudiera...
-tiró del cierre- conseguir... soltarlo. Aún podría conseguir escapar. Manipulando
aún la abrazadera soldada, comenzó a cantar-: He hecho la carrera de Kessel y he
sobrevivido al espectáculo...
-¿Drake? -gruñó Calder con impaciencia.
Asegúrate
de que es tu dedo el que está en el gatillo y no el de un extraño. Fortalecido por esas
inquietantes palabras, Drake susurró:
-Espere.
Caminando lentamente por el estrecho pasillo
hasta la cuna de la nave, Drake se deslizó por la escalera del artillero. De
mala gana, se abrochó el arnés de la torreta y encendió el arma pesada.
Centrado en el Z-95 lisiado, podía sentir cómo la imagen del ordenador de
adquisición de blancos le quemaba las retinas.
Con pánico frenético, Toob continuó sus
intentos desesperados por escapar de la carlinga, a pesar de carecer de traje
ambiental. Enfurecido por la zona confinada, se quitó el casco y comenzó a
golpear su cabeza contra la junta, astillando el vidrio reforzado. De repente,
se detuvo y se quedó mirando desde la cabina empañada, a través de una gran
extensión de configuraciones y colores, hacia la única forma reconocible que su
mente era capaz de comprender, el Inquebrantable.
-Tranquila, vieja amiga -canturreó Toob,
oyendo los gritos de la olai moribunda en su mente-. Vamos, Drake –susurró-. No
dejes que sufra.
Drake apretó el gatillo. Una explosión de
energía sacudido el Z-95 incapacitado y lo hizo estallar en una bola de llamas
que implosionó al quedarse sin oxígeno. La explosión propulsó restos y metralla
por una amplia zona de espacio. Masajeándose el puente de la nariz, Drake cerró
los ojos mientras una lágrima le caía sobre la mejilla.
-Aremin,
al habla el teniente Calder confirmando la baja de un hostil. El escuadrón
Veerpal se retira. -Mientras la segunda nave de asalto aceleraba de vuelta al
planeta, el piloto imperial se quedó unos instantes entre los escombros de quemados
por las explosiones-. Escucha, Drake, si te sirve de consuelo, tu amigo no te
dejó muchas alternativas. Era tu gatillo o...
-Lo entiendo -interrumpió Drake-. Créame, ha
sido mejor así. -Tragando el nudo que tenía en la garganta, susurró-: Gracias.
-Cielos despejados, Inquebrantable. Calder fuera.
La nave de asalto tembló por el espacio,
volviendo a su puesto de mando, en algún lugar bajo la atmósfera.
***
A pesar de la densa cubierta de nubes,
unos rayos de sol perdidos lograron perforar el gris, difundiendo calor por el
suelo frío y árido del conocido Cañón Tyma de Redcap. Anclado en la estrecha pista
de aterrizaje, el Inquebrantable y su
contraparte, un YT-1300 llamado Gloria,
parecían extrañamente fuera de lugar: diminutos, insignificantes dentro de las
crestas de un kilómetro de profundidad y las plataformas continentales del gran
cañón.
El casco de la Gloria era rosa, manchado por sus dos años de retiro en la superficie
del planeta, escondido en la cuenca donde ninguna autoridad del sector ni rival
podía encontrarlo. Y ahí se había quedado, mientras que su capitán viajaba por
la galaxia en compañía de amigos. Aún capaz de surcar el espacio, el matriarcal
carguero parecía emitir un aura que Drake sólo podía definir como el íntimo orgullo
de una nave de contrabando. Cada grieta en su blindaje, cada placa de escudo descolorida,
cada brecha que podía advertirse en su casco celebraba la riqueza de su
historia, simbólicas medallas de su excepcional carrera.
Agotado y desmoralizado, Drake se apoyó en
la Gloria, presionando su frente
febril contra el casco fresco de la nave. Con ingenuidad infantil, arrojó su
voluntad y toda su convicción contra el carguero ligero, en un esfuerzo por
infundirle la vida de su capitán. En cualquier momento, si se concentraba lo
suficiente, Toob saldría caminando por la rampa y lo saludaría con una fuerte palmada
en la espalda o tal vez con un estribillo de alguna obscena balada de
contrabandistas.
Junto a él, Fahs acariciaba con cariño el
carguero, realineando una de sus patas de atraque con una patada.
-Esta nave le sirvió bien, desde el día en
que la obtuvo... hasta el día en que la retiró aquí en el valle. -Frunciendo
los labios, pasó los dedos por los bordes irregulares del carguero-. Una vez hizo
la carrera de Kessel en 20,5 parsecs, ¿sabes?
Estrechando los ojos con aire suspicaz,
Drake se quedó mirando al issori, pensando en la crueldad de esa broma.
Fahs se echó a reír con espíritu alegre.
-Supongo que hoy en día eso es paso de
bantha. Pero en aquel entonces -agitó la cabeza mientras los recuerdos pasaban
por su mente desordenada-, entonces... era algo. La Dama de Nar Shaddaa, solían
llamarla. Eso fue antes de los días de Tait Ransom o Elias Halbert, incluso de ese
joven, Solo. Esos chicos ni siquiera habían nacido cuando esta misma nave -dio
una palmada al carguero con orgullo- entretenía a la realeza del inframundo y asomaba
la nariz ante las autoridades de sector de toda la galaxia. -Rascándose la nuca,
Fahs tarareó nerviosamente una melodía sombría-. Supongo que no querrás volar con
ella de vuelta a Socorro. Yo no tengo mucha necesidad de una nave, hoy en
día... y sé que a Ancher le haría ilusión volver a verla.
-No estoy listo para ir a casa, Fahs -susurró
Drake, evitando los ojos del issori-. Todavía no.
Sintió que la sombra de Nikaede caía sobre
él y escuchó su llanto lastimero. Inclinándose hacia el caluroso apoyo de la wookiee,
el joven socorrano pasó los dedos por el casco de la Gloria por última vez.
-Lo entiendo, Drake. Los viejos tienen sueños
y los jóvenes los viven. -De pie en la rampa, Fahs posó como si fuera un
escenario-. La juventud hace que cada corazón sea un rey y cada aventura una
corona que conseguir. -Distraído, rió para sí mismo y suspiró, como si se
hubiera quitado un gran peso de encima-. Nunca he estado en Socorro. Escuché a Toob
hablar de él. Supongo que podría ir allí, deteniéndome de camino a Nar Shaddaa.
No me importaría compartir un momento con algunos viejos amigos. -Entrecerrando
los ojos, miró hacia el cielo de la mañana-. Había una chica bonita que solía
gustarme. Atendía la barra en esa taberna de la esquina llamada la Dama Naranja...
-Esbozó una sonrisa pícara-. Bueno -rió el issori, ruborizándose profusamente-,
aquello fue en otra época... otra aventura... hace mucho tiempo. –Con un guiño,
tecleó la secuencia de cierre de la rampa-. Cielos despejados, principito...
lleva tus coronas con orgullo.
Protegidos bajo el Inquebrantable, Drake y Nikaede observaron mientras el anticuado carguero
se agitaba precariamente sobre la pista de aterrizaje improvisada, ascendiendo
tembloroso bajo el control de Fahs. Redescubriendo los cambios sutiles del
módulo de vuelo, el issori estabilizó el carguero, alzándose bruscamente sobre
los bordes del cañón hacia la atmósfera nublada que cubría el planeta.
Drake suspiró, encontrando una paz
interior proporcionada por el ingenio del issori.
-¿Cómo de rápida crees que es? -preguntó,
mirando con cariño al Inquebrantable.
Nikaede se encogió de hombros, murmurando múltiples ecuaciones y teorías cuánticas-.
Sólo hay una manera de averiguarlo -reflexionó el socorrano. Silbando una melodía
jovial de una balada de contrabandistas, recibió con una cálida sonrisa el
gruñido desafiante de la pragmática wookiee-. Establece un curso hacia el
sistema Kessel.
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