lunes, 11 de marzo de 2013

Para luchar otro día (II)


Un chirriante droide de protocolo antiguo escoltó a Tinian, Cheeve, Redd y Yccakic por un pasaje cilíndrico, doblando una anomalía de gravedad de 90 grados, luego a la izquierda y derecha, arriba y abajo a través de tres reorientaciones más hasta que Tinian se sintió irremediablemente perdida. Estación Plata parecía ser un verdadero laberinto con paredes deslucidas. Nunca había visto tantas especies exóticas. Las criaturas miraban boquiabiertas cómo Tinian, Cheever y Yccakic cargaban dos enormes cajas de instrumentos, seguidos de un droide cuadrado rojo. Redd Copo de Metal se impulsaba sin problema en los giros a izquierda y derecha, pero cada vez que la gravedad cambiaba, sus orugas no funcionaban bien. Cheeve tenía que levantarlo, girarlo, y ponerlo sobre el nuevo camino.
Tinian se ofreció a ayudar.
-Lo siento -gruñó Cheeve-. Sólo tiene una agarradera. Tú tienes que permanecer alerta, y Yccakic tiene que equilibrar los instrumentos.
Tinian metió la mano en el bolsillo. Twilit, la esposa de Cheeve, le había prestado la mayor parte de su guardarropa, incluyendo ese largo chaleco gris sin forma. Tinian estaba tratando de no llamar la atención.
Por fin, el droide de protocolo los llevó a una escotilla. Mientras extendía un brazo manipulador, sus servomotores protestaron con un largo chirrido.
-Esperen aquí –entonó-. Pueden considerarlo su habitación.
Tinian entró al cubículo pasando junto al droide. Sus mamparos no se curvaban, por lo que supuso que finalmente habían alcanzado la construcción original de Estación Plata. Olía a viejo. Debido a sus años en Armamento I'att, Tinian podía identificar 31 explosivos por el olor. Allí, por suerte, no olía ninguno de ellos... sólo un olor rancio que provenía de una esquina, como si alguna criatura hubiera anidado allí.
Sin embargo, la habitación de literas de la estación era mucho más grande que su cubículo a bordo, y tenía un baño y un dispensador de alimentos. Yccakic ordenó un concentrado líquido. Algunos biths tenían problemas haciendo pasar el alimento sólido más allá de todos los pliegues bucales.
-¿Es bueno? –preguntó Tinian.
-No especialmente -admitió el bith-. Pero es barato.
Tinian suspiró. Costó mucho tiempo acostumbrarse a racionar los créditos. Había aprendido a comer masas nutritivas. Echaba de menos un jugoso filete de gorss, o media olla de sabroso estofado de likryt.
Varias horas más tarde, se levantó y empezó a caminar.
-Relájate -sugirió Cheeve. Se encontraba encorvado sobre la estrecha mesa de la habitación de literas, tecleando en un cuaderno de datos y tirándose de la perilla. Tinian supuso que estaba escribiendo una canción-. Esto podría tardar un tiempo.
-Me gustaría salir y explorar.
-No creo que sea prudente -dijo Cheeve.
-¿Por qué no? ¿Somos prisioneros?
-No exactamente. Pero tus credenciales, y las de Yccakic, están siendo revisadas.
Tinian frunció el ceño.
-Mis abuelos trabajaban para el Imperio. Igual que yo. ¿Eso contará en mi contra?
-Depende. Aquí todos somos desertores.
-No te pongas púrpura con nosotros, Tinian -dijo Yccakic tumbado en una litera. No se había movido desde que sorbió su comida-. A ver si puedes conectar a Redd en ese puerto de información. También podríamos comprobar el canal de rumores rebeldes.
Redd se encontraba en la esquina más alejada de ese olor a rancio.
-No soy muy bueno en ese tipo de cosas -advirtió mientras Tinian se acercaba a él-. Yo...
-Ven aquí -le ordenó, tratando de parecer seria, pero tendía a reírse al tratar con Redd. No se parecía en nada a los brillantes droides de protocolo y de línea con los que había trabajado en otro tiempo. Después de que ella lo condujera cerca del puerto de la pared, él extendió su vínculo de datos-. Primero averigua algo sobre esa amenaza de bomba -dijo.
Él descargó los datos en silencio. Después de casi un minuto, dijo:
-Suena serio, Tinian.
Ella no entró en pánico. Redd siempre era pesimista.
-Cheeve no está preocupado. ¿Qué pasa?
-No soy muy bueno en...
-¡Redd! –dijo Cheeve arrastrando las palabras-. Simplemente cuéntanoslo.
-Estación Plata tiene ranats -dijo Redd.
Tinian miró a Cheeve y parpadeó.
-¿Qué son?
Cheeve pulsó una tecla de su cuaderno de datos.
-Se llaman a sí mismos Con Queecon. Son grandes roedores nativos del sistema Aralia. Repugnantes... lo bastante inteligentes como para luchar, pero demasiado estúpidos para comprender la rendición Es ilegal dar armas a un ranat. ¿Qué están haciendo aquí, Redd?
-Es evidente que esa matriarca rebelde que estáis buscando...
-Una Poot -dijo Cheeve-. Vamos, suéltalo. Editar función: Menos comentarios, más datos.
-Una Poot encontró una colonia de Ranats robando grandes cantidades de alimentos de la estación. Ordenó su erradicación. Los supervivientes están buscando venganza.
-Pero si hacen volar la estación, ellos morirán también -exclamó Tinian.
-Ya dije que eran estúpidos. -Cheeve se encogió de hombros y cerró su cuaderno de datos-. El Imperio clasifica a los Ranats como semi-inteligentes. Es legal matarlos en defensa propia.
-Qué bonito. -Tinian se apartó el pelo de la cara-. Lo recordaré por si me ataca alguno.
-Supuestamente, el ejército imperial ha estado tratando de entrenar mercenarios ranat para enviarlos contra la Alianza Rebelde -interrumpió Yccakic.
-Oh, oh -dijo Tinian-. ¿Es posible que estos sean mercenarios?
-Alimañas, lo más probablemente. -Cheeve arqueó una ceja-. Redd, cuéntanos los chismes del día. ¿Cuál es la gran noticia hoy?
Redd hizo una pausa y luego dijo:
-El Imperio construyó una enorme estación espacial capaz de destruir un planeta entero. La llamaron Estrella de la Muerte. La probaron en Alderaan...
-¿Alderaan? –dijeron a coro Tinian, Cheeve y Yccakic-. Pero eso es un núcleo de población enorme -continuó Yccakic.
-El Imperio lo hizo volar en pedazos -dijo Redd con tristeza. Tinian se quedó sin aliento-. -Pero –continuó Redd-, la Alianza destruyó la Estrella de la Muerte.
-Eso está mejor -exclamó Tinian. Quería oír que alguien estaba golpeando al Imperio-. ¿Qué tipo de explosivos usaron?
-Uno pilotos de caza estelar tuvo un disparo afortunado.
-¿Uno? -Tinian jadeó. Eso no había sido un golpe de suerte. Eso era casi sobrenatural. Daye habría estado interesado...
Sorprendida, parpadeó al mirar a Redd Copo de Metal. Por un momento, se había sentido emocionada.

***

Si Una Poot perdía Estación Plata a manos de unos pocos apestosos ranats, nunca se lo perdonaría. Se lo tendría merecido por tratar de vivir y dejarles vivir.
Se sentó en una mesa a esperar noticias. La puerta de la sala de su cuartel general -un comedor modificado capaz de albergar grandes grupos- se cerró detrás de sus harapientos agentes de seguridad que se dispersaron en la Estación. Desde que había llegado como joven comerciante, había despreciado las fuerzas de seguridad uniformadas y a cualquier otra persona que pareciera oficial. Incluso las pocas tropas uniformadas que la Alianza Rebelde había conseguido reunir le daban repelús.
Una y su primer marido, Drogue, habían llevado una nave cisterna cargada de gas culslon al puerto espacial de Ord Segra. No sabían que las aduanas de Ord Segra exigían el siete por ciento del valor de la carga a modo de soborno. Se negaron a pagar. Los funcionarios de aduanas dispararon contra los tanques de los Poots, llenándolos de agujeros, y les dieron caza. Ella y Drogue saltaron al hiperespacio a ciegas y surgieron aquí. Drogue había muerto poco después, tratando de extraer otros gases valiosos de la Nebulosa Flor de Dragón. Había corrido demasiados riesgos...
Una estudió sus manos nudosas y manchadas. Había tenido otros dos maridos desde entonces, y ninguno había sobrevivido. Ahora ella estaba envejeciendo junto con Estación Plata. Antes de hacer el Salto Final, quería encender unas cuantas mechas que ardieran despacio, lentamente, y que algún día explotasen en el rostro del Emperador.
Miró a la puerta de la cocina. Si esos malditos ranats destruían Plata, el sistema Monor perdería un cargamento vital de carabinas bláster. Debería estar allí, cazando ranats ella misma, pero ya no podía moverse lo suficientemente rápido como para dispararles.
Su comunicador sonó.
-¿Qué? –ladró-. ¿Los encontrasteis?
-No. Un tal Sprig Cheever quiere hablar con usted, con visto bueno previo. Tiene dos compañeros. Sus credenciales se han comprobado.
Apretó un puño y golpeó la mesa. En otra ocasión, habría dado la bienvenida al joven Cheeve. Su música caliente y su actitud fresca hacían que su calendario rejuveneciera varios años.
-¿Qué es lo que quiere?
-Dice que tiene algo que puede resultarle útil.
Tal vez debería haber formado una fuerza de defensa regular, en lugar de confiar en el secreto para proteger Estación Plata. Pero nada duraba eternamente.
-Está bien -gruñó-. Hazlos subir.

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