Tiro al anillo
Laurie Burns
El chico tenía una suerte condenadamente excesiva.
Haciendo caso omiso del bullicio de la ajetreada sala de escuadras de Stassia a
su alrededor, el sargento Zeck Tambell observó el holograma de nuevo con una
extraña mezcla de envidia personal y disgusto profesional. En medio del
desorden de su escritorio, un Reye Sedeya en miniatura se regodeaba sobre su chip
de créditos mientras un droide de seguridad permanecía cerca, custodiando impasible
al muchacho delgado y sus ganancias.
Grandes ganancias, además. La caseta sólo aceptaba
apuestas de 1000 créditos como mínimo.
Tambell torció el gesto y golpeó la holotableta con
el pulgar, empujándola al fondo del comedor. Haciendo una mueca ante el sabor,
apuró las últimas gotas tibias de caffa de su vaso, lo arrugó en una pequeña
bola compacta, se echó hacia atrás en su silla y apuntó cuidadosamente.
Aterrizó en el jardín acuático con un chapoteo satisfactorio,
y, al otro lado de la sala, el cabo Valon Rizz se incorporó crispado cuando
algunas gotas salpicaron la lista de órdenes de detención imperiales que estaba
revisando.
-¡Maldita sea, Tambell, ya basta! -gruñó, lanzando
una mirada asesina a través de las cuatro mesas que los separaban-. ¡Estás
matando a mis plantas!
Tambell sonrió.
-Estoy perfeccionando mi puntería -corrigió al
investigador más joven-. Nunca sabes cuándo voy a tener que quitarte un rebelde
de la espalda.
-Me arriesgaré -dijo Rizz, pescando la bola mojada
del cuenco sobre su escritorio. Frunció el ceño cuando vio que el último disparo
de Tambell había dañado a uno de los delicados lirios blancos que flotaban en
el agua-. Mira esto –acusó-. Cada día tienen peor aspecto.
-Oh, relájate. Están bien. -Tambell colocó las
botas sobre su mesa, haciendo caso omiso de la pila de tarjetas de datos que se
deslizó por el borde y cayó al suelo. Se cruzó de brazos, con aspecto pensativo-.
Oye, Rizz, ¿qué sabes del tiro al anillo?
Rizz resopló.
-Si yo fuera tú, me limitaría a la sala de deportes
de la brigada.
-Me acaban de asignar este caso -dijo Tambell, como
si no le hubiera oído-. Un chico que ha
estado apostando en los torneos de tiro al anillo con una suerte demasiado
buena para ser verdad. Seis apuestas, seis victorias... tiene que estar
amañándolo de alguna manera.
-¿Sobornando a algunos de los lanzadores para que
pierdan, tal vez? -sugirió Rizz.
-Eso es lo que pensé -coincidió Tambell-. Pero los
créditos parecen limpios, según Refir. -El droide de Recuperación Financiera e
Investigación de Redes era una maravilla para descubrir el rastro del dinero-.
Las ganancias del muchacho igualan sus depósitos bancarios, y Refir no puede
encontrar más que un par de cientos de créditos faltantes del montante total.
Haría falta mucho más que eso para convencerme a mí para que renuncie a un torneo.
-Así que tal vez estén obteniendo algo de él que no
sea dinero -dijo Rizz. Tambell parecía escéptico, y el joven se encogió de
hombros-. Está bien, entonces tal vez tenga algo amañado. Algún tipo de campo
repulsor o algo así, para que no puedan conseguir acertar al anillo. O tal vez
realmente tenga suerte.
-Nadie tiene tanta suerte -dijo Tambell-. Además,
el teniente dice que éste viene de más arriba... alguien en la plantilla de
nuestro glorioso líder quiere que se investigue a este niño.
Rizz frunció el ceño en señal de advertencia ante
la referencia a Tren Pergallis, el gobernador imperial de Stassia, bajo cuyos
auspicios su equipo de Investigaciones Especiales investigaba asuntos locales
de interés para el Imperio. Tambell ignoró la mirada.
-No es nuestro tipo de caso habitual, pero si
alguien allá arriba lo quiere, entonces lo conseguiremos. Esos torneos de tiro
al anillo son como mirar una pared de duracemento, pero...
El escáner de comunicaciones de la sala de la
brigada lo interrumpió a media frase, haciendo sonar a todo volumen los penetrantes
tonos utilizados para convocar unidades de rescate y reparación, seguidos por
la voz impasible del operador.
-Unidades de apoyo a un accidente en la pista de
barredoras –dijo-. Una barredora ha caído en un hoyo; hay bajas confirmadas. Por
favor, confirmen.
Tambell y Rizz cruzaron una mirada, y ambos hicieron
una mueca. Las carreras de barredoras eran un deporte popular, pero sus
accidentes eran notoriamente complicados.
-Esto me recuerda... ¿trabajas en la Lotería de este
año? -preguntó Rizz. Pilotos de barredoras habían estado llegando desde todo el
sector para competir en el día de la carrera anual de pasado mañana, y las fuerzas
de seguridad locales pagaban el triple del salario normal a los oficiales
imperiales que ayudaban en el control de multitudes.
-No -dijo rápidamente Tambell. Ni siquiera la
tentación de cobrar el triple era suficiente para hacerle olvidar la visión del
accidente espantoso del pasado año.
Rizz lo miró con curiosidad, pero lo dejó estar.
-Entonces, deberías echar un vistazo a los equipos de
tiro al anillo –aconsejó-. A ver si este chico se ha montado algún tipo de
dispositivo del que no hemos oído hablar.
-Tú eres el aficionado a la tecnología. Ven conmigo
y míralo por ti mismo -le invitó Tambell-. Incluso te invitaré al almuerzo.
Rizz le lanzó una mirada.
-Vaya, gracias -dijo secamente-. El último almuerzo
al que invitaste resultó contener especia de contrabando. Tener que purgarme el
estómago para que el inspector pudiera obtener una muestra no es mi idea de pasarlo
bien.
-Nos consiguió la prueba que necesitábamos, ¿no? -recordó
al joven-. Vamos. Será divertido.
-Creí que habías dicho que ver el tiro al anillo
era casi tan divertido como ponerse los calcetines -se quejó Rizz, apagando sin
embargo su cuaderno de datos y poniéndose en pie.
Tambell sonrió.
-Incluso menos -prometió.
De momento, la traducción del título como "Tiro al anillo" es temporal, así como todas las referencias al deporte del "tiro al anillo" y sus practicantes, hasta que encuentre un término (a ser posible en una única palabra) que me suene mejor. Acepto sugerencias...
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