martes, 19 de marzo de 2013

Cita con el destino (y III)


Incluso antes de que las puertas del turboascensor se abrieran en el nivel 23, Alex sintió que alguien la estaba esperando. Al salir del ascensor, vio a un hombre de pie junto a una puerta a mitad de camino por el pasillo. Silueteada por la luz del laboratorio, su rostro estaba oculto en las sombras. Pero pudo sentir que él parecía reconocerla.
-Sentí tu presencia -dijo en voz baja, avanzando por el pasillo débilmente iluminado.
Alex asintió con la cabeza y se dirigió hacia él, segura de que éste era el hombre que estaba destinada a conocer.
-Te he visto en mis visiones de este lugar -le dijo.
Él sonrió, una sonrisa muy suave.
-¿Escalando montañas?
Así que él había tenido la misma visión.
-Sí -dijo ella, mientras uno de los compañeros del hombre salió del laboratorio.
-Hemos terminado aquí, Luke -dijo el recién llegado-. El teniente Page acaba de dar la señal desde el almacén. Él y Lilla se están dirigiendo de vuelta a la bahía de aterrizaje.
-Bien. Gracias, Korren -dijo Luke-. Adelántate con los demás. Alex y yo estaremos justo detrás de vosotros.
¿Luke? Los ojos de Alex se abrieron como platos.
-¿Luke Skywalker? -le preguntó. Luke asintió con la cabeza.
Alex nunca había puesto un nombre a esa cara de sus visiones, nunca había asociado los sentimientos que tenía con los poderes de la Fuerza. ¿Estaba de alguna manera su destino vinculado con al de él?
-Queda muy poco tiempo ya, Alex -dijo.
Alex escuchó la desesperación en su voz. Buscó en sus ojos azules, unos ojos que parecían llenos de fatiga. Y más allá del cansancio, sintió una premonición en la mente de Luke. Algo parecía hechizarlo. Algo, o alguien, a lo que tenía que  hacer frente. La oscuridad le llamaba, y Alex dio un paso atrás, asustada por las negras nubes arremolinadas que amenazaban con tragárselo.
Luke le tendió su mano enguantada.
-Recuerda, Alex, el lado oscuro de la Fuerza se alimenta de nuestros miedos. Mantén la calma. Busca la paz interior -dijo en voz baja-. Ese es el camino de los Jedi.
Sus palabras le fueron familiares. Las había escuchado en sus visiones. Habían sido siempre parte de ella.
-Entiendo -asintió, sujetando firmemente la mano.
-Eres poderosa en la Fuerza, Alex...
¡Zum! La puerta del turboascensor se abrió en el otro extremo del pasillo. Dos soldados de asalto salieron del ascensor, asignados a lo que normalmente era un control de rutina de los laboratorios.
-...y el teniente dijo que... -El soldado de asalto se detuvo, al ver a Luke y Alex-. ¡Eh, ¿qué estáis haciendo aquí?! -gritó, levantando su rifle desintegrador para apuntar a los intrusos.
Alex extrajo su bláster y disparó, alcanzando a un soldado de asalto. El sable de luz de Luke cobró vida zumbando mientras el otro soldado de asalto salpicaba el pasillo con ráfagas de fusil. El fuego de bláster formaba arcos sobre la hoja verde brillante conforme Luke desviaba cada disparo. Rebotaron chispas en todas las paredes, iluminando el pasillo con una exhibición de fuegos artificiales en miniatura. El soldado se retiraba hacia el turboascensor cuando Alex hizo un segundo disparo. La descarga bláster le envió chocando contra la pared.
-No creo que hayan tenido tiempo de llamar a seguridad -dijo Luke mientras apagaba su sable de luz-. Pero será mejor que salgamos de aquí.
-¡Espera! Tengo que obtener los archivos del Dr. Barzon -dijo Alex. Corriendo al laboratorio, pasó junto a mesas cargadas de material científico y bancos de ordenadores, mientras Luke mantenía un ojo vigilante en el pasillo.
Una media docena de armarios se alineaban en una pared. Pero, siguiendo las instrucciones del doctor, Alex pulsó las teclas para abrir el del extremo derecho. Alcanzando los archivos de Barzon, la visión de la montaña llenó súbitamente de nuevo sus sentidos. Pasara lo que pasase -no importaba qué versión tuviera lugar aquí y ahora- sabía que Carl Barzon estaba a salvo con Gil dirigiéndose hacia el Búsqueda Estelar. Había cumplido su misión.
-Estoy lista para irnos -le dijo a Luke.
-Vamos, por aquí -dijo, conduciéndola por el pasillo hacia la escalera de una torreta.
Segundos más tarde estaban fuera, de pie en una almena, mirando hacia la oscuridad por encima de una pared de piedra que les llegaba hasta la cintura. Mucho más abajo en la ladera de la montaña, las puertas protectoras de las dos bahías de aterrizaje estaban abiertas; las luces serían su faro.
El viento aullaba como un animal salvaje en la agonía final de la muerte. Remolinos de nieve les azotaban la cara. Trabajaron en silencio, asegurándose en el material de rappel que los comandos habían dejado atrás. Saltando hacia atrás desde la parte superior de la pared, comenzaron su descenso por el costado de la guarnición.
Cada pocos metros Alex se apartaba de la pared, impulsándose a sí misma hacia abajo. Sentía cerca la calma presencia de Luke mientras se desplazaban por el negro vacío. En la base de la fortaleza se detuvieron para ajustar sus cuerdas.
-¿Está todo bien? -preguntó Luke, gritando por encima del aullante viento.
-Sin problemas -gritó Alex en respuesta.
De repente, un viento huracanado hizo que Alex cayera hacia atrás. Deslizándose incontrolablemente por la ladera de la montaña, rápidamente perdió de vista a Luke. Se estrelló contra un peñasco que sobresalía de la ladera cubierta de nieve. La dejó sin aliento, pero no detuvo su caída. Un dolor punzante atravesó su cuerpo. Como una sombra ominosa, el recuerdo de la visión nubló sus pensamientos con miedo.
Calma. Oyó cómo Luke le hablaba a través de la Fuerza. Debes mantener la calma.
Con los ojos de su mente, Alex vio a Luke. Podía ver su cuerda agitándose violentamente al viento. Luke la llamó, y la cuerda voló a su mano extendida. Se tensó, deteniendo la caída de su cuerpo magullado con una brusca sacudida. Agitada, luchó por recobrar de nuevo el aliento.
¿Alex?
Alex sintió el contacto de Luke. Trató de relajarse, envolviéndose en su calma. Invocando las pocas fuerzas que le quedaban, luchó por mantenerse el tiempo suficiente para que él llegase hasta ella. Le dolían los brazos mientras se aferraba a la pendiente helada. Sentía las piernas entumecidas. Pero, finalmente, sobre el rugido ensordecedor del viento, le oyó gritar su nombre en voz alta.
-¡Alex, toma mi mano! –Luke estaba justo encima de ella, sobre un pequeño saliente rocoso. Se inclinó hacia abajo, extendiendo la mano por la pendiente de nieve blanca.
Alex se estiró, con la mano temblando. De repente, la nieve bajo ella cedió. Colgando precariamente sobre el abismo recién creado, se agarró a la cuerda con las dos manos.
-No puedo soltarme -le gritó a Luke.
-¡Puedes hacerlo! -le dijo él.
Era casi como si él le proporcionase la fuerza para estirar la mano y tocar sus dedos. Podía sentir la Fuerza rodeándola mientras Luke extendía su mano para tomar la de ella.
Tiró de ella hasta que la tuvo a salvo en sus brazos.
-¿Estás bien? -preguntó.
Tomando una respiración profunda, Alex apartó el dolor físico al fondo de su mente, y asintió.
-Sí.
Luke estudió su rostro por un momento. Extendió la mano para limpiar la sangre de un pequeño corte en la frente. Se dio cuenta de que ella no estaba en condiciones de seguir descendiendo por la cara de la montaña hasta la bahía inferior donde estaban atracadas las naves.
-Vayamos por esa bahía de aterrizaje superior -dijo, señalando unas luces a unos 30 metros de distancia a lo largo de la ladera de la montaña.
Alex miró en la dirección que indicaba Luke. Luego miró hacia la parte superior de la oscura ladera, apenas capaz de trazar el contorno de la fortaleza recortada contra el cielo gris del amanecer de Sarahwiee. No se había dado cuenta de lo mucho que había caído.
-Supongo que he tomado el atajo, ¿eh?
Luke sonrió.
-¡Vaya atajo!
-Trataré de permanecer a tu lado esta vez -sonrió ella.
Caminaron a través de la ladera de la montaña hasta la bahía donde una lanzadera clase Lambda estaba siendo preparada para su despegue.
-Alex, quiero que te acerques con tus sentidos -le dijo Luke. Este parecía un lugar tan bueno como cualquier otro para comenzar una pequeña instrucción Jedi-. ¿Cuántas presencias puedes sentir?
Alex se concentró en la bahía, pasando por alto el viento frío y cortante. Cerró los ojos.
-Dos. -Se detuvo, inclinando la cabeza hacia un lado mientras sentía una sombra distante justo en el borde de su subconsciente-. No, tres -dijo.
-Muy bien. Bueno, prepárate.
Alex asintió, preguntándose qué tenía Luke en mente. De repente, un estruendo retumbó en la cámara cavernosa.
-¡Vamos! -dijo Luke.
Mientras cruzaban corriendo la bahía, Alex divisó dos técnicos corriendo apresurados hacia una pila de cajas que se había caído de un esquife de suministro cerca de la escotilla de carga del transbordador. El conductor del esquife se encontraba de pie, con las manos apoyadas en las caderas, mirando el desastre.
La distracción funcionó. Nadie vio a Luke y Alex colarse a bordo del turboascensor. Mientras descendía hacia la bahía de aterrizaje donde estaban atracadas sus naves, Alex miró a Luke, observando la expresión de preocupación en sus ojos. Extendiendo sus sentidos a través de la Fuerza, sintió la presencia hostil con la que estaban a punto de enfrentarse.
La mano de Luke se acercó a la espada de luz enganchada a su cintura. Alex interceptó su mano, entrelazando sus dedos con los de él.
-Sólo sígueme la corriente -le dijo. Envolviendo a Luke con sus brazos, le atrajo hacia sí y le besó.
La puerta del turboascensor se abrió. Un joven técnico suministros bloqueaba la entrada de Alex y Luke a la bahía, aunque ninguno de ellos parecía haberse dado cuenta. Durante unos segundos, Alex logró olvidar los serios problemas en los que ella y Luke podían estar metidos. Sintió que él estaba disfrutando el beso improvisado tanto como ella.
Sonriendo, el técnico se aclaró la garganta.
-¿Os bajáis aquí? -preguntó, mientras Luke se alejaba lentamente de Alex.
Alex se sonrojó, bajando la mirada. Luke miró al técnico, miró hacia la bahía más allá de él, y asintió. Sacudiendo la cabeza, incrédulo, el técnico vio como Luke tomaba la mano de Alex y la conducía fuera del turboascensor.
Alex advirtió a Metallo cerca de la escotilla del Búsqueda Estelar. El teniente Cdera, el oficial que los había recibido antes, también estaba allí, discutiendo con la capitana. Cdera hizo un gesto vehemente a la docena de soldados de asalto que salía del ascensor de carga. Algo le decía a Alex que sus problemas no habían terminado todavía.
Pero al menos su táctica poco parecía haber funcionado. El técnico pasó por delante de ellos al ascensor mientras Alex miraba nerviosamente hacia los soldados de asalto. Entonces, de repente, una ola furiosa golpeó sus sentidos. Podía cómo la expresión del técnico se ennegrecía. Le golpeó como un rayo: sólo el personal imperial estaba autorizado a utilizar los turboascensores que conducían a la guarnición. Su mano se extendió para bloquear la puerta del ascensor antes de que se cerrara.
-¡Eh, espera un momento! -gritó.
Alex se dio la vuelta, tomando su bláster, y disparó. El técnico se desplomó en el suelo del turboascensor, y la puerta se cerró silenciosamente. Al oír el alboroto, el teniente Cdera se volvió hacia ellos. Sacó su propio bláster y se puso alerta.
-¡Detengan a esas personas! –ordenó por encima del sordo rugido de los motores de la nave, indicando a los soldados de asalto que interceptasen a Luke y Alex. No llegó a ver cómo Metallo extraía su propio bláster.
Arriba, en la cabina de control, uno de los técnicos se dirigió a activar la alarma. El fuego de bláster iluminó la cabina, y cayeron dos imperiales más.
Los soldados de asalto abrieron fuego. El sable de luz de Luke cobró vida con un siseo, desviando un disparo destinado a Alex mientras corrían a través de la bahía. Cerca de escotilla abierta del Búsqueda Estelar, Metallo abatía soldados de asalto metódicamente. Un impacto ennegreció una junta de la escotilla junto a la cabeza Metallo cuando Luke y Alex se acercaron a su lado. Otro disparo rebotó en el sable de luz de Luke. Desde los controles en el interior de la cabina del piloto, Gil bajó el cañón láser oculto de la nave. Una lluvia de disparos roció a los imperiales.
Varios soldados de asalto que buscaban cobertura corrieron hacia el carguero Kazellis. Atrapados en la zona despejada, fueron sorprendidos por los comandos que habían tomado posiciones alrededor del carguero y se unían al tiroteo.
En cuestión de segundos, la batalla había terminado.
-Gracias por tu ayuda, Metallo -dijo Luke mientras volvía a enganchar su sable de luz en el cinturón.
-Me encantaría quedarme a charlar un rato, Luke -le dijo Metallo-, pero seguro que vamos a tener más compañía.
Lucas parecía estar concentrado en otra parte. Levantó la mirada e hizo un gesto con la cabeza a la figura de pie en la sala de control.
-Page ha interferido las comunicaciones. Y ha dejado los turboascensores fuera de línea. Pasarán unos minutos antes de que averigüen lo que ha pasado aquí.
Metallo dio a Luke un saludo marcial con dos dedos mientras se dirigía a su nave. Alex se volvió para mirar a Luke. Por fin entendía -las visiones, las percepciones inusuales-, todas las piezas habían encajado. Luke Skywalker había abierto todo un nuevo mundo de posibilidades para ella. Él siempre sería una parte de ella. No importaba que a partir de ese momento los acontecimientos les llevasen por caminos diferentes: formaban parte de la Fuerza, unidos por sus energías. Y tal vez, algún día, ella llegaría a conocer la Fuerza por completo. Pero, por ahora, cada uno tenía un trabajo que hacer en otra parte.
-Hay trabajo por hacer en Garos –le dijo a Luke.
-Ahora tendrás un poco de ayuda extra –respondió él.
Alex miró hacia la cabina del piloto del Búsqueda Estelar y asintió. Sus ojos volvieron a mirar los de Luke, y le extendió la mano. Una tímida sonrisa cruzó su rostro. Él le tomó la mano y la apretó suavemente.
-Volveremos a vernos, Alex -dijo.
La vio ascender por la rampa del carguero. Alex echó una última mirada atrás y se despidió con la mano.

***

El Búsqueda Estelar se elevó en el cielo justo cuando el sol asomaba su cabeza a través de las nubes en el este. Carl Barzon se acercó a Alex en la cabina, poniéndole el brazo sobre los hombros.
-Nunca pensé que dejaría este lugar –dijo-. Gracias, capitana Metallo.
-Es a Alex a quien debe agradecérselo, doctor -le dijo Metallo-. Para ser la hija de un gobernador imperial, es bastante rebelde.
Barzon sonrió a Alex y la besó suavemente en la mejilla antes de dirigirse de nuevo al compartimiento de pasajeros.
-¿Te lo dijo Gil? -preguntó Alex.
-Sí.
-Yo...
-No digas nada, niña -dijo Metallo.
Alex hizo un gesto con la cabeza para saludar a Gil cuando entró en la cabina. Este le guiñó un ojo con picardía, y se abrochó los arneses del asiento del co-piloto.
Una brillante explosión estalló detrás de ellos cuando el Búsqueda Estelar abandonó la atmósfera de Sarahwiee y salió al espacio profundo.
-Gil, trázanos la ruta más rápida para salir de aquí.
-Curso computado y establecido, capitana.
-Nos vamos -exclamó Metallo, activando la hipervelocidad. Alex miró por la ventana cómo las estrellas se estiraban formando líneas estelares. Una sensación de calma invadió sus sentidos. A través de las infinitas fronteras del espacio, sintió que la mente de Luke tocaba la suya por última vez.

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