Boba Fett: Un hombre práctico
de Karen Traviss
Maestro Bélico, pensamos demasiado a menudo en términos de dualismo: Jedi o Sith, luz u oscuridad, correcto o incorrecto. Pero hay tres lados en esta hoja, no dos, opuestos y similares al mismo tiempo. El tercer borde son los mandalorianos. A ninguno de los tres lados les importa nada la casta o la especie, sólo la adhesión a un código que los une. Los mandalorianos siguen siendo el enemigo más formidable de los Jedi; pero los Sith no han sido siempre sus aliados. Los mandalorianos incluso veneraban la guerra en sí misma, después simplemente le dieron la espalda a su dios. Debería comenzar a entenderlos algún día.
–Vergere, explicando la política galáctica a los yuuzhan vong poco antes de su invasión de la galaxia, 25 aDBY.
Coruscant, 24 D.B.Y.: nivel inferior, en un barrio donde nadie en su sano juicio se aventuraría de noche.
Boba Fett alzó el bláster y habló en susurros.
–Puedes huir –dijo–. Pero sólo lograrás morir cansado.
Su voz sonó rasposa a través del amplificador. Nunca necesitaba gritar: siempre podía hacerse oír. Su objetivo –un falsificador rodiano llamado Wac Bur, quien lucía un sobrepeso poco habitual en su especie– le había obligado a correr en unos más que desesperados círculos laberínticos en las profundidades del barrio y ahora se encontraba en un callejón sin salida.
Wac significaba afortunado en rodiano. Wac Bur no era un afortunado ejemplo de su especie, en absoluto.
–Vivo o muerto –le recordó Fett. El sensor de imagen térmica del visor de su bláster descubrió a Wac radiando calor bajo un montón de cajas de almacenamiento vacías–. Muerto es más fácil. Vamos, soy una persona ocupada.
La voz bajo las cajas sonaba amortiguada y patética.
–¿Por qué me estás haciendo esto? Nunca me he metido contigo, Fett.
–Lo sé –dijo Fett–. Pero le colaste obras de arte falsas a Gebbu. Los hutts son muy puntillosos con eso.
Era como en los viejos tiempos. Su pierna clonada, cortesía de su antigua guardiana kaminoana Taun We, aún seguía aguantando bien la persecución. Cuando Fett pensaba en sí mismo, nunca consideraba estar de ningún tipo de humor, ni bueno ni malo, pero ahora se encontraba lo más cerca de estar de notable buen humor que había estado en mucho tiempo. Casi sentía como si el futuro pudiera albergar algo positivo. No había tenido esa sensación de optimismo general desde la infancia.
El callejón tenía quince metros de ancho y se extendía unos veinte metros ante él, sin salidas: era sólo una caja con un aterrorizado rodiano arrastrándose suelto en ella. Un rápido escáner en busca de armas –no era cuestión de ser descuidado al respecto– mostró que Wac tenía un bláster enfundado que no le supondría ningún problema. Caminó lentamente hacia las cajas gimientes y temblorosas.
–Muévete –dijo Fett, comprobando el crono de su HUD.
–No tienes ni pizca de moralidad. –El insulto de Wac era curioso proviniendo de un criminal falsificador–. Gebbu no es precisamente una víctima. ¿Por qué no persigues a criminales de verdad?
–Porque Gebbu cree que eres especial. ¿Vas a venir conmigo o no?
Las cajas de almacenamiento gimieron. Wac no salió de ellas. Podía considerarse una respuesta.
–Bien, no es nada personal –dijo Fett, y alzó su bláster para concentrarse en la imagen térmica del objetivo, mantuvo el aliento como había hecho tantas veces antes, y apretó...
Bar Jaraniz. Nar Shaaddaa: espacio Hutt. 24 aDBY.
Los infieles lo llaman preparar el campo de batalla. Es el cuidadoso y paciente trabajo antes de un ataque para facilitar el camino del ejército de fieles que vendrá. Lo preparo bien: no dejo nada al azar. Soy Nom Anor, Ejecutor, y mi tarea es la infiltración y la desestabilización.
Y busco aliados en este sucio lugar.
¿Necesitan los yuuzhan vong aliados en esta abominación de galaxia? No. Antes o después, glorificaremos a los Grandes limpiando estos mundos de sus máquinas y las criaturas corruptas que voluntariamente se esclavizan a ellas. Pero soy pragmático y los los pragmáticos nunca desperdician una ventaja, ni permiten que un poderoso ejército se una a nuestro enemigo.
Vergere dice que un grupo de guerreros llamados mandalorianos son el enemigo más resistente al que los Jedi se hayan enfrentado jamás, aparte de los Sith. De modo que siendo pragmático, preferiría tenerlos a mi lado que a mi espalda. Y, al igual que todas las abominaciones, estos mandalorianos venden su acto de fe, la guerra sagrada, por créditos. No luchan por dioses –no parecen ser mucho más devotos que yo– sino por riqueza.
Aunque, ¿qué pueden comprar que sea más importante que el honor? ¿Por qué debería mancharme contactando con ellos?
Es algo que debe hacerse, y es más dolor que soportaré gustosamente.
Dado que las habilidades de los mandalorianos pueden conseguirse tan baratas, dado que no tienen honor, puedo comprarles y utilizarles.
De modo que esto es un tapcafé. Aquí es donde finjo ser un infiel y hablar razonablemente con las abominaciones. Puedo parecer uno de ellos, y puedo hablar como ellos; pero nunca debo convertirme en uno de ellos, y ya he estado oculto entre ellos durante tantos años que temo que eso podría llegar a ocurrir. Como precaución, he rogado a Yun-Harla, en caso de que realmente exista, para que me guíe y que mi vida de engaños no termine engañándome a mí.
Bajo la mesa, donde ningún infiel puede verlo, atravieso la palma de mi mano con mi navaja y uso el dolor tanto como ofrenda como para centrarme. Sólo tengo que aguantar un año más hasta que llegue la flota.
No tengo fe en los Grandes, pero podría estar equivocado: y soy un pragmático, de modo que mantengo mis opciones abiertas.
De modo que ordenaré... una cerveza. Y me sentaré, y esperaré.
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