lunes, 11 de enero de 2010

El honor de los Jedi (43)

43
-Continuaremos hacia el castillete -dice Luke.
Sidney no parece complacido.
Luke dirige la marcha entrando en un flexi-pasillo. Siguen atravesando el “secadero” abarrotado de cadáveres hasta una serie de ramificaciones que dirigen hacia los castilletes. En cada intersección hay colocados sistemas de mapas holográficos para ayudar a los novatos a encontrar su camino. Poco tiempo después, alcanzan el castillete principal. Por suerte, ahora carece de escudo.
Cuando Luke intenta abrir la puerta del muro, obtiene una sensación de vacío en su estómago.
-Está sellada desde el otro lado -informa. Está seguro de que su sable de luz no puede penetrar rápidamente en el muro macizo.
-¿Puedo abrir la puerta desde el otro lado? -pregunta Sidney.
Luke asiente.
-Eso nos vendría muy bien.
Sidney descubre una fila de incisivos dentados, luego dice:
-Esperad aquí; la puerta estará abierta en cinco minutos.
Sin esperar una posible objeción, retrocede parte del camino hasta la apertura del flexi-pasillo más cercana y sale al exterior. Luke y Gideon esperan obedientemente frente a la puerta.
En pocos minutos, el castillete comienza a vibrar con el impacto de un disparo bláster. Le siguen varios disparos más. Luke y Gideon se apresuran a ir al agujero por el que Sidney había salido y ven una docena de soldados de asalto disparando a algo a medio camino de ascenso.
-¿Qué está pasando? -pregunta Luke.
-Sidney debe de estar en el castillete -dice Gideon-. Los padas trepan como arañas.
-¿Qué? ¡Eso es una locura!
-No... sólo está tratando de demostrar que no es ningún cobarde -responde Gideon.
Luke desenfunda su pistola bláster. Está tentado de correr a la esquina del castillete y ofrecer fuego de cobertura. Pero eso sólo alertaría a los imperiales de su presencia y no ayudaría a Sidney. En lugar de eso, aprieta ansiosamente los dientes y espera el momento en el que el cuerpo del pada caiga al suelo.
Ese momento nunca llega. De golpe, la constante lluvia de disparos de energía que golpeaba el castillete cesa. Un instante después, Luke alcanza a ver un escuadrón de soldados de asalto caminando hacia el castillete.
-¿Dónde se ha metido esa alimaña? -pregunta Gideon, apuntando su rifle bláster al soldado que lidera el grupo-. Uno pensaría que debería descender más rápido de lo que trepa.
Luke no responde, pero sus pensamientos discurren por caminos parecidos. Si Sidney no abre el muro pronto, estarán atrapados. Cuando el escuadrón se acerca a 25 metros, Luke hace un gesto a Gideon.
-Démosles algo de lo que preocuparse -dice. Aunque se enfrentan a un escuadrón entero de tropas de asalto, cada uno de los cuales superando en potencia de fuego tanto a Luke como a Gideon, su única esperanza es atacar y ralentizar el progreso del escuadrón hasta que Sidney abra la puerta.
Un relámpago azul surge del rifle de Gideon. El soldado al mando sale volando, con un agujero humeante en el centro de su placa pectoral. Luke dispara, y otro soldado cae.
Los imperiales se lanzan a ponerse a cubierto y disparan simultáneamente. El flexi-pasillo se deshace en cuestión de instantes al ser golpeado por torpedos de protones, disparos bláster y armas de conmoción. Luke se siente como si estuviera desnudo en el lado equivocado de un campo de tiro.
Se lanza boca abajo al suelo y dispara salvajemente, deseando mantener al menos a un imperial inmovilizado. Gideon rueda hacia el muro, lanzando disparos y gritando maldiciones.
La puerta se abre de repente y Gideon repta a su interior. Luke gatea hacia la entrada oscura con sus manos y rodillas.
En el interior, Sidney jadea exhausto.
-Lo siento -dice-. Este lugar es mayor de lo que pensaba.
-Estás aquí ahora -dice Luke, cerrando la puerta y derritiendo la cerradura. No detendría a un torpedo de protones, pero les haría ganar algo de tiempo si los soldados de asalto están interesados en mantener un castillete funcional.
Gideon dirige la marcha hacia el pozo, luego abre la puerta de una pequeña jaula. En el interior hay una pequeña sala con forma de caja.
-Esto de aquí es un elevador de personal propulsado por repulsores -explica-. Funciona justo igual que un deslizador... sólo que únicamente se mueve en vertical. -Aprieta dos botones rojos, y luego suena una bocina de advertencia. La jaula cae hacia la oscuridad-. La gran jaula, con los cables de montacargas, es para el mineral. Es más barato alzar todo ese peso con la pasada de moda energía de fisión.
Dos oscuros minutos más tarde, el elevador de personal se detiene y Gideon abre la jaula. Luke camina a una gran caverna realizada por la mano del hombre. La cubierta del ascensor -un muro circular de duracero que protege el borde del hueco del ascensor- domina el centro de la caverna desde el suelo hasta el techo. Tiene unos 15 metros de diámetro. Un único túnel, de unos dos metros de alto y siete de ancho, conduce fuera de la caverna. Se oye un sonido retumbante proveniente del túnel, y un lejano conjunto de luces parpadea al fondo del pasillo. Luke, que no está familiarizado con los entornos subterráneos, no puede ni adivinar a qué distancia están las luces... pero parece mucha.
Gideón estrecha los ojos mientras parece hacer cálculos mentales.
-Sólo es un buggy -murmulla para sí mismo.
Un tremendo rugido surge del pozo del ascensor cuando el montacargas de mineral se activa.
-Los imperiales nos siguen -dice Sidney-. Debemos irnos rápidamente.
-No tan rápido -replica Gideon-. No vamos a volver a tener una oportunidad como esta. Podemos atrapar a esas sanguijuelas cuando salgan. Si no los matamos bien muertos aquí, se esparcirán por esta mina como termitas en un museo.
-¿Estás loco? -El pelaje de la nuca de Sidney se eriza-. ¡Nos superan en número en una proporción de cuatro a uno! Además, ¿cómo vamos a encontrar nunca a los supervivientes si no seguimos ese vehículo?

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