lunes, 11 de enero de 2010

El honor de los Jedi (27)

27
-Continuemos.
Luke abre la marcha rodeando el extremo izquierdo del molino, esperando encontrarse con un escuadrón de tropas de asalto en cualquier momento, pero no encuentra ninguno. La estructura se extiende durante un cuarto de kilómetro ante ellos. A la izquierda, dos edificios residenciales marcan el perímetro del complejo. Dos kilómetros más adelante, se encuentra la casa principal en lo alto de sus terrazas cuidadosamente esculpidas. Incluso desde la distancia, Luke puede ver media docena de brechas en sus muros.
Conforme avanzan por el borde del molino, Luke alcanza a ver un escuadrón de soldados de asalto avanzando apresuradamente hacia el mayor de los castilletes. Se detiene el tiempo suficiente para que el escuadrón avanzase fuera de la vista, y luego continúa hacia la siguiente esquina. El centro del complejo yace en ruinas. El tejado del almacén se ha colapsado, enterrando toneladas de vehículos y equipamiento bajo dos metros de escombros. Aparte de eso, un agujero del tamaño de un caminante deforma un extremo del “secadero”, el edificio donde los mineros se visten para el trabajo. Los flexi-pasillos que conducen de estructura a estructura tienen agujeros y rasgaduras cada 20 metros.
Luke inicialmente esperaba encontrar supervivientes. En su lugar, encuentra cadáveres de todas las formas y tamaños cubriendo el complejo. El ataque imperial tomó a los habitantes por sorpresa. No hay signos de resistencia. Cerca de un centenar de objetos desfigurados y calcinados, que anteriormente podrían haber estado vivos o no, yacen esparcidos por el complejo.
Un par de droides de mantenimiento muy dañados y confusos, uno al que le falta un brazo y otro al que le falta una pierna, trabajan para reparar el hueco en el “secadero”. Un droide médico con un agujero atravesándole el centro lógico se apresura de una forma calcinada a otra, administrando analgésicos y bálsamos curativos a criaturas más allá de toda curación.
Luke se detiene en mitad de un paso, luchando por rechazar recuerdos de una escena similar: humo negro surgiendo de la entrada a la casa subterránea de su tío y su tía; el intenso calor que le hacía retroceder cuando intentaba entrar al infierno al que una vez había llamado hogar; dos formas, humeantes e irreconocibles, retorcidas en la arena que habían cosechado durante tanto tiempo... ¿Estaban tratando de escapar? A pesar de sus esfuerzos, la rabia y la pena de aquel momento vuelven con toda su fuerza. Finalmente permite que sus emociones le inunden una vez más; no puede ganar una batalla con su propio corazón.
–¿Aún te sientes mal por matar a ese asesino? -pregunta Gideon a Sidney, sacando misericordiosamente a Luke de su meditación.
-Sí -dice Sidney-. Estoy enfermo en el corazón.
Luke no siente ninguna lástima por las muertes de los soldados de asalto, pero no se permite sentir tampoco ninguna alegría. Si algo había aprendido de Ben Kenobi, es que la venganza conducía al mal.
-Yo también -dice Luke.
Pacientemente se abrieron camino hasta la casa principal. Los imperiales la habían golpeado metódicamente, destruyendo todo lo que podía ser de valor. Todo lo que quedaban eran muebles con agujeros de disparos, holocuadros aplastados, y tesoros artísticos quemados.
El grupo se divide para registrar la casa más rápidamente. Pocos minutos después, Luke oye a Sidney balbuceando por el comunicador. Parece estar intentando llamar a sus compañeros, pero no puede formar las palabras. Luke sigue su rastro rápidamente hacia un dormitorio en la parte trasera de la casa.
Una ordenada pila de veinte cadáveres yace en el centro de la habitación. Sidney está de pie en el umbral, ajeno a todo lo demás.
Luke cierra los ojos, dolorido por la visión, incapaz de articular un pensamiento confortante.
Gideon llega apresurado hasta el umbral. Cuando ve los cuerpos, irrumpe en la sala. Estudia algunos de los cuerpos, y luego dice:
-Parece la vieja dama y su plantilla.
-Salgamos de aquí -dice Sidney-. Debemos ir a Tol Ado.
Gideon se encoge de hombros.
Podríamos registrar el resto de la casa. Pero no veo la razón.

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