jueves, 28 de enero de 2010

Boba Fett: Un hombre práctico (y IX)

Nom Anor: observaciones.

Los mandalorianos son iguales que cualquier otro infiel, según parece. Son igual de débiles y corruptos; han vendido toda la galaxia por unos pocos años de inmunidad para su despreciable pequeño sector. De algún modo, estoy... decepcionado. Tenía mayores esperanzas para ellos.
¿Unos pocos años? Tal vez menos que eso. Tal vez unos pocos meses.
Tenía esperanzas de que fueran mejores guerreros, lo admito. Su reputación de salvajes ha sido exagerada a juzgar por lo que he visto de ellos en esta guerra. Pero siguen siendo muy útiles para el espionaje y el sabotaje, y debo mantenerlos bastante ocultos incluso ante nuestros propios guerreros. Piensan que su cultura es eterna, pero serán borrados cuando ya no me sean de utilidad. Cuando más los miro, más debilidad veo.
Armadura. Armadura de hierro. Corazas sin vida.
Qué... débil.


Esclavo I: cruzando el sector Mandalore, dos semanas estándar más tarde.

Fett estaba impresionado por la capacidad del Mando medio de mantener su boca cerrada y cerrar filas incluso sin que se le pidiera.
El resumen diario de inteligencia que fue transmitido al Esclavo I registraba dos contactos entre naves mandalorianas y la Nueva República, donde los Mandos no combatientes fueron tratados como hostiles tal y como Fett necesitaba que fuera. Ambos pilotos fueron obligados a mantener las apariencias devolviendo el fuego y en uno de los casos destruyendo el caza de la Nueva República.
-Seguid odiándonos -dijo Fett en voz alta-. Ahora nos guardaremos la información que obtengamos y la usaremos nosotros mismos.
Los ingenieros mandalorianos ya estaban trabajando en desarrollar armas mejoradas para usarlas específicamente contra los yuuzhan vong. Entre la comunidad Mando se había extendido la voz de la naturaleza real del trato con los invasores, pero eso fue lo más lejos que llegó. No le incumbía a nadie más, por supuesto: los extranjeros no lo entenderían en cualquier caso. Aruetiise. No veía razón para aprender el lenguaje, pero esa extraña palabra era útil.
Los invasores continuaron su avance por la galaxia, aunque más despacio de lo esperado. Si se volvían -cuando se volvieran- contra el sector Mandalore, estaría preparado para ellos.
Hasta la siguiente llamada, o la siguiente oportunidad de obtener información, optó por seguir siendo el Boba Fett que todo el mundo esperaba que fuera, más caza-recompensas que Mandalore, porque la vida aún continuaba en los lugares donde los yuuzhan vong aún no habían llegado.
Locos. La vida no continuaría por mucho tiempo.
Algunos de los clanes mandalorianos le dijeron que planeaban plantarse y resistir a los yuuzhan vong, y otros planeaban hacer algo llamado ba'slan shev'la, que Beviin tradujo como “desaparición estratégica”. Era difícil exterminar a un pueblo que podía desvanecerse durante años y luego aparecer de nuevo como un ejército vengador, todo ello sin la guía de manos de un gobierno convencional.
Sí, se mostrarán de nuevo. Sin la menor duda.
Fett respetaba su habilidad de ocuparse de sus propios asuntos. Estaba pensando en la naturaleza de la identidad, con un ojo en el movimiento de la lista de precios mostrada en la consola, cuando el Esclavo I detectó una nave en rumbo de intercepción.
Era un ala-X de la Nueva República, igual que en los viejos tiempos. Por una vez, este no estaba en su base de datos, como cualquier otra nave específica catalogada por la firma térmica, el perfil electromagnético y otras características delatoras que ayudaban a la identificación. Era genuinamente desconocida. No tenía a su piloto en su lista.
Y eso significaba negocios, a juzgar por la velocidad a la que se aproximaba. Monitorizó el sistema automático de defensa del Esclavo I y deceleró para ver su reacción en las lecturas. Cuando se acercó a menos de mil kilómetros, aminoró y el comunicador del Esclavo I pitó pidiendo atención, mostrando la fuente y el repetidor.
Ah. El mensaje venía a través de uno de los nodos que había incluido en la lista del chip de datos de inteligencia. Fett abrió el enlace.
-¿Prácticas de tiro, o quieres hablar? -preguntó.
La voz no le sorprendió. Aunque tampoco admitiría nunca que se sintió aliviado al escucharla.
-Kubariet al habla -dijo el piloto-. Nunca dispararía a un aliado.
-Considérate más bien como enemigo de mi enemigo.
-Eso me sirve. ¿Punto de encuentro?
-Acércate y sígueme hacia Vorpa'ya.
-Concord Dawn está más cerca.
-No puedo volver allí. Y no necesitas saber por qué.
-Está bien, Fett, porque ya lo sé. Trabajo con Inteligencia de la Nueva República.
-Y aún así has conseguido llegar hasta aquí. Impresionante. -El Jedi no se rió; nunca lo hacían. Pero siguió a Fett.
Vorpa'ya era un vertedero. No había ninguna otra descripción precisa. Las granjas de nerfs y una mala gestión del territorio lo habían dejado como un Tatooine a punto de suceder. Las dos naves aterrizaron a una distancia prudencial de una llanura de pasto agotada que desprendía nubes de polvo arenoso, y Fett espero a que Kubariet abriera su cabina y saltase al exterior. Cuando lo hizo, no vestía túnicas Jedi, sino un traje de vuelo como el de cualquier otro piloto.
-Hay trato -dijo Kubariet.
Fett no podía recordad a ningún otro Jedi que hablase de ese modo.
-Ya era hora.
-Era información útil. Siento que no confiáramos en ello en su momento.
-Vale.
-Entonces, ¿cuál es vuestra tarifa?
-No quiero vuestros créditos. Simplemente matad más vong.
Kubariet dio la impresión de quedarse en blanco, con una expresión que parecía cuidadosamente estudiada.
-Mis disculpas. Pero ahora al menos podemos mantener la flota alejada de vosotros y tener esto en cuenta.
-No.
-Pero...
-Cada vez que nos encontremos con la Nueva República, les recordaremos que luchamos para los vong. Tiene que ser así para que este juego funcione.
-Pero estáis luchado dos guerras a la vez. Luchando por la Nueva República, y también defendiéndoos contra nosotros.
-Nos arreglaremos.
-¿Demasiado orgulloso para admitir que eres un aliado?
-No, temeroso de filtraciones en vuestra organización que puedan descubrir nuestra tapadera. Nom Anor ha estado ahí durante dieciocho años y nunca lo descubrimos. -Fett decidió que podía hacer negocios con este Jedi al menos-. Y no estamos de vuestro lado. Estamos del nuestro. Cuanto más tiempo piensen los vong que soy su colega, más tiempo ganaré para Mandalore.
-Al final irán a por vosotros.
-Eso ya lo sé.
-Entonces tendrás que mostrar tus cartas.
-También sé eso, y si eso ocurre, cuando ocurra, les mostraremos lo que pueden llegar a hacer en realidad los Mandos. Será una bonita sorpresa para ellos. Apenas podrán reconocernos.
El nosotros se le escapaba. Por un instante Fett se preguntó por todas las veces que usaba yo y las escasas ocasiones en las que decía nosotros, y aceptó que ahora sentía un sentido comunitario de responsabilidad hacia Mandalore y por todos los que pasaban por mandalorianos.
-¿Puedo pedirte que consideres una cosa, Fett?
-Pedir es gratis, pero que sea rápido.
-Tu padre hizo una vez una cosa que tú podías ser capaz de hacer hoy por nosotros.
Ahórrame el soborno psicológico de aficionado.
-¿Qué?
-Reclutó un grupo de sargentos entrenadores para las fuerzas de comandos de la Antigua República... los Cuy'val Dar. Tal vez podríamos usar algunos de tus comandos experimentados para entrenar milicias planetarias para luchar contra los yuuzhan vong.
Fett recordaba a los Cuy'val Dar, es cierto: había crecido rodeado por ellos en Kamino.
-El efecto multiplicador. -Hizo una pequeña pausa. Era una buena idea, pero no quería parecer demasiado entusiasmado-. Veré quién está interesado.
Kubariet buscó en el interior de su traje y sacó un chip de datos.
-Usa esto para configurar enlaces seguros desde vuestros sistemas de comunicaciones al mío. Yo soy vuestro portal, así que habladme. Nadie sabrá que esto viene de vosotros.
-Hagamos un intercambio. Tengo una bolsa de pedazos de vong en el refrigerador por si los necesitáis.
-Me llevo todo lo que tengas. -Kubariet parecía estar a punto de estrechar la mano de Fett, o golpearle en el hombro, o cualquier otra muestra de camaradería que hizo que Fett retrocediera. Sin embargo, Kubariet no estaba dispuesto a abandonar su intento de redención, maestro de espías o no-. Fett, ¿no te importa que la gente os desprecie a todos vosotros como traidores? ¿Realmente puedes soportarlo cuando la Nueva República trata de mataros?
Fett trató de recordar qué se sentía al ser un héroe, pero nada vino a su mente. No podía hablar por sus tropas y los clanes en genera, pero no, no perdía el sueño por ello. Tenía su propio código de honor: y acatarlo significaba que podía vivir no sólo consigo mismo, sino también con el siempre presente escrutinio de su padre.
-Sobreviviremos -dijo.
-Si piensas en algo que puedo hacer para haceros la vida más fácil, házmelo saber, ¿vale?
Fett no podía pensar en nada que la Nueva República pudiera dar a Mandalore aparte de mantenerse alejados de ellos cuando la guerra terminase. Dio media vuelta para dirigirse al Esclavo I y recoger las muestras. La ironía de la oferta del Jedi no se le había escapado, pero ahora era el momento de dejar a un lado el odio de toda una vida y hacer lo pragmático, lo práctico... comportarse como Jango Fett lo habría hecho.
Hacer el trabajo. No sucumbir a las emociones.
Fett ya no podía pensar en una sola cosa que cualquier otra persona pudiera darle.
Tal vez esa era la cuestión. Se giró sobre los talones.
-Jedi, hay una cosa que puedes hacer.
-De acuerdo. Dila.
-Asegúrate de que todo el mundo sepa que una mandaloriana llamada Briika Jeban murió para salvar a un ciudadano de la Nueva República.
-Por supuesto. ¿Quién fue ella? ¿Puedes decirme algo más? ¿A quién salvó?
Fett inclinó la cabeza ligeramente a un lado, y luego siguió caminando hacia su nave.
-A ti, Jedi -dijo-. A ti.

miércoles, 27 de enero de 2010

Boba Fett: Un hombre práctico (VIII)

Nom Anor: evaluación de la reacción de la Nueva República ante la invasión.

No me había dado cuenta de cuánto desprecia la Nueva República a los mandalorianos.
Su papel en el ataque de Birgis es conocido por el mando de la Nueva República, a juzgar por un mensaje que hemos interceptado, y los infieles parecen estar más interesados en odiar a su propia gente que en odiarnos a nosotros. Sin embargo, parecen pensar que simplemente es otro grupo de mercenarios. No saben que Fett los está liderando. Esa podría ser otra arma psicológica que puedo aprovechar más adelante.


Sistema Shirb, Borde Exterior: Nuevo Holgha, tres meses estándar tras la invasión.

Las Cinco Ciudades Santas de Nuevo Holgha ya deberían haber sido evacuadas, pero estaba claro que la Nueva República no había reaccionado a la advertencia, incluso después de haber denunciado su fuente.
Podía haber sido peor, pensó Fett. Podían habernos honrado como héroes de la República y arruinar la diversión.
Con su radar de largo alcance de defensa planetaria saboteado durante la noche, Nuevo Holgha se convirtió en otro mundo que cayó bajo los yuuzhan vong sin apenas resistencia. Sus tropas se encontraban dispersas en otras partes, pero Fett tenía la sensación de que a la larga habrían supuesto muy poca diferencia.
Observó la nave de guerra yuuzhan vong, otra nave de tipo miit ro'ik, mientras se movía por la silueta de los edificios en ruinas de la ciudad como si estuviera... alimentándose.
-Shab, es eso -dijo Beviin, incómodamente cerca de leer sus pensamientos-. Realmente es eso.
Un tubo gigante oscuro y moteado -de al menos el doble de la longitud de la nave- colgaba de la superficie del casco y se arrastraba por la ciudad de abajo, succionándolo todo a su paso. A Fett le recordó un tornado. Observó a través del macrobinocular de su casco cómo aspiraba edificios, árboles... y personas. Cuando más miraba, menos podía creerse lo que veía. En una galaxia llena de extraños modos de morir, este era un nivel completamente nuevo de lo grotesco.
-Están repostando -Beviin estaba paralizado-. Esa cosa realmente está digiriéndolo todo. Qué desagradable.
El paralelismo con el sarlacc era fuerte. Fett estaba convencido de que se había quitado de encima la pesadilla de ser digerido vivo. Ahora no estaba seguro. Pero si estaba consternado de algún modo por lo que estaba viendo, sospechaba que era por él mismo y no por los nuevoholghanos.
-La Nueva República no nos creyó. Bueno, tal vez nos crean ahora.
-Han desplegado tropas para defender Pedd Cuatro -dijo Beviin. Tenía el casco bajo un brazo y se frotaba la frente con el dorso del guantelete. Parecía cansado, probablemente por pasar demasiado tiempo entre misiones volando de ida y vuelta a Mandalore, donde parecía estar haciendo preparativos para el peor escenario... porque aunque los “tipos-cangrejo” a los que había aprendido muy pronto a odiar habían prometido dejar tranquilo el sector, iban a romper su palabra más pronto que tarde-. De modo que piensan que les dimos información falsa.
Fett se dio cuenta de que la Nueva República no sabía tanto acerca de los mandalorianos como pensaba. Los habían juzgado mal.
-Y pensarán que les deslizamos un poco de información precisa para dar efecto. -Comprobó el nivel de carga de su bláster-. Encontraré un modo mejor de convencerles. Aún no voy a rendirme ante esos canallas...
-De todos modos, ¿cuánto tiempo cuesta evacuar un planeta? ¿A dónde trasladas un mundo entero con solo unas semanas de aviso?
-No necesito que me hagas sentir mejor sobre esto.
-Sólo digo que numéricamente no habría supuesto una gran diferencia que la Nueva República hubiera creído la información que les dimos. Millones de personas morirían de todas formas.
Fett pensó en la otra información que había ofrecido a la Nueva República, los planos de las naves de guerra y las muestras de los restos aleatorios de material biológico que él y Beviin habían recogido. La República podía haber estado trabajando en modos de contrarrestar la tecnología orgánica de los yuuzhan vong. Pero lo habían ignorado. Sabía desde el principio que lo harían.
-Seguiremos dándoles información hasta que pillen el mensaje.
-Mientras Nom el Guaperas no nos descubra -dijo Beviin-. Y tarde o temprano va a darse cuenta de que deberíamos ser más eficientes y entonces se habrá acabado todo.
Fett seguía pensando en un modo mejor de pasar datos de espionaje a la Nueva República cuando su comunicador sonó.
-¡Infiel! Al habla el Subalterno Bur'lorr. Necesito vuestra ayuda. Estoy cazando un Jeedai.
-¿Un Jedi? -Fett ignoró el insulto del guerrero y se agarró a la única palabra que jamás pensó que le daría esperanza-. ¿Estás seguro?
-Tiene un arma de luz. Saltó desde lo alto de una cosa edificada y no resultó herido.
-Dejádmelo a mí -dijo Fett-. Los Jedi son mi especialidad. Mataron a mi padre.
Beviin volvió a ponerse el casco y se ajustó el cinturón, haciendo entrechocar las fundas y las vainas que colgaban de él.
-Oya. Sí, es cierto, oya...
-Me dirigiré hacia vosotros -dijo el subalterno-. Su arma de luz no ha dejado ninguna marca en mi armadura, lo que pareció sorprenderle.
Apuesto a que sí.
-Mándame las coordenadas.
-Que tus soldados no se excedan. Nuestros cuidadores quieren un Jeedai vivo para examinarlo.
Fett retransmitió las coordenadas al resto del escuadrón y pasó al canal de comunicaciones seguro.
-Lo necesitamos vivo más que ellos. Un Jedi será capaz de saber que no estamos mintiendo, y puede llevarse los datos consigo.
-Nunca antes he visto un Jedi -dijo Dinua.
Beviin la interrumpió, jugando su papel de padre. Parecía gustarle.
-No estará muy complacido de vernos, o sea que no te fíes demasiado de su sable de luz.
-¿Qué está haciendo aquí un Jedi, de todas formas?
-Está aquí. Con eso basta. Ahora alcancémosle antes de que lo hagan ellos.
Las coordenadas del subalterno les llevaron hacia un largo camino que se desgajaba de lo que había sido la plaza del mercado principal de las Cinco Ciudades. Grandes fragmentos de la misma habían ahora desaparecido hasta sus cimientos, como si los edificios y los árboles nunca hubieran estado allí, señal de que el arma del terror -como los yuuzhan vong llamaban al tubo de saqueo de sus naves de guerra- había pasado por allí. El radar de penetración y los sensores de Fett captaron movimientos erráticos y un objetivo orgánico con temperatura corporal humana, moviéndose en una hilera de casas bombardeadas que aún humeaban por los fuegos iniciados por las armas de magma.
-Bien, podemos localizarle, pero recordar que él también puede sentirnos -dijo Fett. Hizo un gesto para que los hermanos Detta fueran al extremo sur del callejón y Briika y Dinua al tejado roto que lo dominaba desde arriba-. Beviin, ve y entretén al subalterno. Consíguenos algo de tiempo. Tiroc, conmigo.
El Jedi estaba en una sección del callejón de unos diez metros de largo que corría por la parte trasera de las casas. Los escombros lo habían bloqueado parcialmente; Fett lo siguió con su sensor de movimiento hasta casi el final del callejón. Entonces el movimientos e detuvo.
-¿Briika?
Ella envió su visión de la escena al HUD de Fett. A juzgar por el ángulo, estaba tumbada pegada al tejado con la cabeza asomando al callejón.
-¿Lo ves? Va por mal camino.
El Jedi era de mediana edad, un hombre de complexión robusta con pantalones civiles de color gris oscuro y una maltrecha chaqueta azul. Estaba apoyado contra un muro, con los ojos cerrados y el rostro ennegrecido y quemado. Llevaba aferrada en una mano la empuñadura de un sable de luz.
Fett se colocó su mochila cohete y deslizó una carga aturdidora en el lanza-dardos de su muñeca. Con suerte, la conmoción sería suficiente para debilitar al Jedi sin matarlo. Fett necesitaba que el hombre siguiera con el estado de forma necesario para volver a las líneas de la Nueva República.
Fett activó los controles del cohete y pasó volando sobre el muro calcinado cuando el Jedi miró hacia arriba y alcanzó su arma. Para ser un hombre herido, sus reflejos eran asombrosos: su sable de luz estaba zumbando un latido antes de que Fett tomase tierra en el callejón y disparase la carga aturdidora. El proyectil pasó disparado junto al sable de luz que blandía el Jedi y se clavó rápidamente en su pecho, enviando una carga disruptiva por todo su cuerpo. Hizo que se desplomase instantáneamente, y el sable de luz cayó al suelo, pero aún luchaba por alcanzar su arma, con los dedos extendidos y la mano agitándose sin control.
-No tientes la suerte -dijo Fett. Levantó la empuñadura del sable de luz dándole una patada con la punta con pinchos de su bota y la agarró con una mano-. Me falta uno verde para mi colección.
El Jedi no estaba en ese preciso momento en condiciones de usarlo de todas formas. Fett llamó a Cham para que le proporcionara primeros auxilios, pero el Jedi trató de revolverse. Hizo falta que Suvar y Tiroc lo sujetasen mientras Cham le pulverizaba bacta sobre el rostro y las manos. La gratitud no era su fuerte: levantó con violencia la rodilla contra la ingle de Suvar. Briika se acercó para sujetarlo con una llave de brazo alrededor del cuello.
-Muestra algo de respeto -dijo, apretando los dientes-. El Mandalore te está hablando.
El rostro quemado del Jedi consiguió hacer una mueca.
-De modo que tú eres Boba Fett. Y yo que no pensaba que los Manda...
-Por una vez, necesito un Jedi vivo -interrumpió Fett-. Tú servirás. Corta la cháchara y escucha.
-Dispárame. Sabes lo que me harán los vong.
-He dicho que te calles. -Fett se acuclilló junto a él-. Os ofrecimos información sobre este ataque y la tecnología vong, pero vuestra gente la ignoró. Os la vuelvo a ofrecer. Establece un canal de mensajería seguro, y nosotros os suministraremos datos de inteligencia mientras no nos quedemos sin suerte.
Cham, todavía administrando primeros auxilios, clavó una dosis de analgésico en el cuello desnudo del hombre. Fett tuvo que reconocérselo al Jedi. Ni siquiera se estremeció.
-Estás cometiendo un desliz, Fett -dijo con voz ronca-. Proporcionarnos información falsa es de aficionados.
-Estoy arriesgando la vida de todos y cada uno de los mandalorianos por darte esto, chulito de cara.-Fett estaba tan exasperado que abrió de un tirón la chaqueta del Jedi y le introdujo a la fuerza el último chip de datos en su cinturón-. Haz tus trucos de magia. Observa qué te dice tu preciosa Fuerza acerca de nuestras intenciones. Ahora coge eso y corre. Entretendremos a los vong, pero entrega eso a vuestros servicios de inteligencia y no arruines nuestra tapadera. Somos traidores, ¿de acuerdo? Mientras seamos traidores, podremos conseguir datos de espionaje. Mantén tu fuente en secreto.
El Jedi luchó para apoyarse sobre un hombro. Su nariz estaba a milímetros del visor de Fett. A Fett seguían sin gustarle los Jedi, ni siquiera los auténticos soldados como este.
-Pero nos estáis mutilando. Estáis matando gente. ¿Por qué no luchar simplemente contra ellos?
-Porque la resistencia descerebrada y heroica es buena para los holo-vídeos, pero no es así como funcionan las guerras. -Fett levantó al Jedi poniéndolo en pie. Era un hombre robusto, con el pelo gris de los que anteriormente habían tenido rizos completamente negros. Fett presionó el sable de luz contra su mano; la empuñadura parecía enana en comparación-. Los cangrejos tienen que creer que vamos en serio. Unas pocas vidas frente la galaxia completa, incluyendo el tenerlos alejados del sector Mandalore. Haz los cálculos.
El Jedi miró fijamente su arma.
-¿Finalmente te ha crecido una conciencia?
-No. Acepté el trabajo de proteger Mandalore, y un contrato es un contrato. No hay hay futuro para ninguno de nosotros si los vong se hacen con el poder.
-Yo nunca...
-Nada de discursos. Muévete. Te ayudaremos a escapar de los vong.
Tiroc le hizo una señal.
-Cangrejo acercándose, Mand'alor. Comprueba tu HUD.
-Lo veo. ¿Tienes una nave, Jedi?
-Hacia allí me dirigía.
-Tiroc, asegúrate de que llega a ella y escóltale fuera del sector.
El Jedi se detuvo en seco en la estrecha salida del callejón, haciendo que Tiroc casi quedase atascado. Giró la cabeza para mirar a Fett.
-Kubariet -dijo-. Soy un Caballero Jedi. Kubariet. Sólo el nombre de pila.
Entonces Tiroc le dio un empujón en la espalda y desaparecieron.
Hasta ahora, iba bien. Pero no podía durar, y no lo hizo. En la siguiente brecha, Beviin atravesó la brecha en el muro llena de escombros con exagerada lentitud, con un bláster pesado Merr-Sonn personalizado en una mano y el subalterno yuuzhan vong pisándole los talones. La criatura pasó junto a Beviin empujándole y uno de los pinchos que sobresalían de su armadura golpeó contra la placa de su hombro, marcando una línea en la pintura azul.
Podía haber abierto a Beviin como si fuera una lata de conserva. Pero su armadura estaba forjada con beskar, auténtico hierro mandaloriano que ni siquiera las armas yuuzhan vong podía penetrar. Llevó su mano al cinturón y extrajo su antiguo beskad, un corto y afilado sable forjado con el mismo material.
Esto se estaba poniendo feo muy rápidamente. Iba a haber un cadáver, e iban a tener que esconderlo. Los iconos enlazados de Fett mostraron que Cham y las dos mujeres habían tenido la misma idea y estaban comenzando a dar potencia a las armas montadas en sus armaduras.
-¿Dónde está el Jedi? -preguntó el guerrero. Movía la cabeza de lado a lado y su anfibastón reptaba por su antebrazo-. Corrió hasta aquí. Le seguí hasta aquí.
-No está aquí, amigo. -Briika se colocó entre él y Dinua-. ¿Quieres que vayamos a buscarle?
-¿Qué habéis hecho con él? ¡Decídmelo!
El guerrero giró sobre sí mismo y casi golpea de nuevo a Beviin con su brazo lleno de pinchos. El caza-recompensas deslizó con aire casual el bláster en su funda y agarró la empuñadura cubierta de cuero del beskad.
-Con cuidado -dijo-. Podrías sacarle a alguien un ojo con eso.
Los villips no eran como los comunicadores que necesitaban activarse y manejarse. Los villips eran como estar allí en persona, siempre encendidos, siempre mirando. El guerrero tenía que ser silenciado, y pronto.
Fett ni siquiera tuvo que dar la señal.
Beviin se lanzó contra el villip enganchado en el hombro del guerrero y lo rebanó por la base de un solo tajo, haciendo que cayera rebotando al suelo, esparciendo fluidos. Por una fracción de segundo, el guerrero tan solo se quedó mirando, con las mandíbulas separadas -su boca sin labios parecía permanentemente abierta- y entonces el estrecho callejón se convirtió en un infierno.
-¡Traid...!
Fue la última palabra que dijo el guerrero. La armadura viviente cambió ante sus ojos para proteger su cuello y su cabeza, pero Beviin consiguió golpearle en la mandíbula con su movimiento de vuelta, y un beskad era un arma fuerte. La hoja se incrustó en la mandíbula del guerrero, dejándole jadeando y retorciéndose mientras su anfibastón se transformaba brevemente de serpiente a barra de hierro. Cuando el guerrero cayó de rodillas, el anfibastón se liberó deslizándose, y Fett se tiró instintivamente sobre él, golpeándolo con la vibrohoja montada en su guante y clavándolo en el suelo. Su cola se retorcía. Suvar se apresuró a decapitarlo con su propia hoja.
Fueron un par de segundos que parecieron horas. El subalterno seguía gritando y debatiéndose mientras Beviin luchaba por liberar la hoja de su sable. Briika saltó sobre el guerrero entre los pinchos con forma de guadaña para clavarle profundamente su vibrohoja, pero se resbalaba sobre la armadura de cangrejo vonduun. Dejó escapar un gruñido y volvió a apuñalarlo. Y él seguía resistiéndose.
-Hacedle callar, por el amor de fierfek.
-Shabla pinchos. Cuidado.
Beviin seguía sin poder sacar el sable y agarró la garganta acorazada del guerrero con sus guantes prensores.
-Juguemos a una cosa, shabuir. -Apretó, y los ojos del subalterno miraron fijamente. Su boca se abrió de par en par-. Se llama “el beskar gana a la concha de cangrejo”.
Los guantes prensores habían sido ilegales durante siglos. El beskar micronizado que contenían permitía que pudieran ejercer suficiente presión para hacer añicos el hueso más grueso, y quizá más. La armadura de concha parecía estar plantando batalla, pero Beviin -un hombre comedido la mayor parte del tiempo, por lo que Fett sabía- siguió apretando, maldiciendo en Mando'a completamente incomprensible, hasta que se escuchó un sonido como hielo resquebrajándose y el guerrero dejó escapar un largo balbuceo. La armadura se estremeció, y los pinchos se dispararon hacia fuera un par de veces antes de detenerse.
Lo siguió un segundo de silencio.
Beviin, ligeramente sin aliento, miró sus guantes con una sonrisa distraída.
-Estábamos locos al prohibir esto.
-Recuérdame que derogue esa ley cuando vuelva -dijo Fett.
Tenían suerte de que unos cañonazos cercanos habían amortiguado los gritos. Beviin trató de sacar el sable del cuerpo y finalmente tuvo que poner su bota sobre el pecho del guerrero para poder hacerlo.
-¿O sea que la armadura muere cuando muere el soldado? -Suvar tomó el anfibastón muerto, rebanó algunos pedazos del subalterno y su armadura, y guardó los restos en sus bolsas y bolsillos hasta que estuvieron a rebosar-. Muestras biológicas, no trofeos, ¿vale? Necesitamos tanta información como podamos sobre estas... cosas.
Beviin se agachó y cortó un trozo de cuero cabelludo, con su lacio pelo negro incluido.
-Trofeo. Ahora vayámonos, ¿de acuerdo?
Esta vez habían hecho falta cinco Mandos para acabar con un yuuzhan vong. Pero habían aprendido mucho sobre como matarlos en esa lucha tan breve. Aprenderían mucho más.
Briika se puso trabajosamente en pie, ligeramente inestable. Las explosiones se estaba acercando.
-Todo lo que tenemos que hacer es montar una fábrica de guantes prensores. Fácil. Quiero decir... oh...
Parecía quedarse sin aliento. Bajó la vista para mirarse a sí misma, y entonces volvió a caer de rodillas, presionando su placa pectoral con las manos.
-¿Buir? ¡Buir! -Dinua agarró los hombros de su madre y cuando sus brazos cayeron la sangre oscura que manaba de debajo de las placas de su armadura fue súbitamente visible. Estaba formando un charco entre sus rodillas. Estaba por todas partes sobre el subalterno muerto- Ha sido apuñalada. El pincho de la armadura de cangrejo ha atravesado su traje. ¡Quitadle las placas!
-No, las placas la mantendrán estable -dijo Cham-. Llevadla de vuelta al Esclavo I, rápido.
-Se está desangrando...
Beviin la levantó en sus brazos sin esfuerzo aparente.
-Me prometiste... -dijo ella.
Fett estaba a punto de decir algo brutalmente pragmático, pero se equivocaba, y lo sabía.
-Iremos más rápido si ambos la llevamos con las mochilas cohete.
-Eso pueda que sirva de algo.
-Hagámoslo. Dinua, quema ese cadáver. Si los vong lo encuentran, sabrán que no ha sido un sable de luz lo que le ha atravesado.
Dinua estaba a punto de protestar. Pero simplemente asintió y ajustó el lanzallamas de su muñeca, luego volvió a mirar a su madre.
-K'oyacyi, Buir. -Aguanta, mamá.
Una cosa era llevar a un camarada herido entre dos -Fett no podía recordar haber hecho siquiera eso, claro-, pero maniobrar además una mochila cohete era difícil. Pensó que iba a morir antes de que aterrizasen: seguía repitiendo “Me prometiste...” cada vez más débilmente, y cuando llegaron al Esclavo I apenas estaba consciente.
Beviin le quitó el casco mientras Fett activaba el droide médico de emergencia que guardaba y que no había tenido que usar nunca. La unidad, un cilindro un un extremo redondo de la longitud de su brazo, giraba alrededor de ella como un insecto, colocándole sensores.
-Necesaria transfusión -anunció-. Shock hipovolémico. Estabilizar, suturar vasos sanguíneos en...
-Hazle la transfusión entonces, maldito hut'uun -dijo Beviin. Los droides no tenían modales con los enfermos-. Te tengo, Briika, todo va bien. Estarás bien.
-Me lo prometiste -dijo ella, con súbita lucidez-. Dinua. Gai bal manda.
-Lo prometí -dijo. Se quitó el casco-. Lo juro. No te preocupes por eso. K'oyacyi. Aguanta.
El droide médico deslizó catéteres en el brazo y el cuello de Briika, y Beviin siguió mirando hacia la escotilla como deseando que Dinua apareciera. Fett reflexionaba acerca de la naturaleza variable de las heridas penetrantes, y cómo el poco fiable apuñalamiento era un método para detener a un enemigo. Beviin estaba de pie junto a la escotilla, parpadeando rápidamente y ocasionalmente agitando la cabeza como si discutiera consigo mismo.
El droide médico comenzó a pitar.
-No hay pulso -dijo-. Imposible resucitar.
Ni siquiera había comenzado a hacer la incisión. Beviin no dijo ni una palabra; simplemente se alejó corriendo de la escotilla y comenzó a limpiar la sangre que estaba goteando sobre la escrupulosamente limpia cubierta del Esclavo I. Dinua llegó corriendo, con las botas resonando en la pasarela, cuestión de minutos más tarde.
-Dinua... -Beviin siempre mantenía su palabra. La agarró de un brazo antes de que ella llegase al cadáver-. Ni kyr'tayl gai sa'ad. -Miró brevemente a Fett, y la traducción era para él, no para ella-. Reconozco tu nombre como hija mía.
No tenía que decir que su madre había muerto o que lo sentía. La adopción instantánea le decía a la chica todo lo que necesitaba saber.
Dinua sostuvo su casco boca abajo con ambas manos y lo miró fijamente, con ojos quietos y vidriosos, como si se hubiera quedado congelada en el momento de ponérselo. Y Fett podía sentir de pronto el duro metal en sus propias manos: agachado entre las sombras, con el seco polvo rojo picándole en los ojos, mirando fijamente un casco plateado y azul, completamente destrozado y totalmente entumecido al mismo tiempo al darse cuenta de que su padre se había ido para siempre. Sabía mejor que nadie cómo se sentía la chica, y por un breve instante experimentó una extraña conexión.
-No pasa nada por llorar -dijo suavemente Beviin-. Todos lloramos tarde o temprano. Yo lo hice, eso seguro.
Le estaba hablando a Dinua, pero pese a todo hizo que Fett se sobresaltara. Ella sorbió sonoramente por la nariz y puso el casco boca arriba entre sus dedos extendidos.
-Estoy lista -dijo.
-Esa es mi chica.
No había huérfanos en la sociedad mandaloriana... no por mucho tiempo, al menos.
Excepto yo. Fett no tenía ningún problema con eso. Nadie podría reemplazar nunca a su padre. Era mejor que no lo intentasen.

martes, 26 de enero de 2010

Boba Fett: Un hombre práctico (VII)

Nom Anor: notas para el asalto a Birgis.

Fett se niega a usar villips e insiste en mantener sus propios medios de comunicación. Lamento que, por tanto, yo también deba mantener esta tecnología infiel.
Debo admitir que no esperaba que él y sus mercenarios los aceptasen. Y tratar de usar los villips aislados, sin yorik-kul o vonduun, sería poco satisfactorio de todas formas. Los mandalorianos parecen repeler especialmente la esclavitud mediante los yorik-kul, lo que encuentro irónico para una raza cuya historia está llena de pillaje, ocupación y matanza. Pero la esclavitud es algo que parece atormentarles: debe de haber jugado un papel doloroso en su propia historia. Obviamente, la temen.
Sin embargo, no temen a la muerte. No la abrazan, pero dicen que sigues viviendo mientras alguien recuerde tu nombre. Nunca se quitan esos cascos, de modo que no puedo juzgar sus expresiones, pero el tono de sus voces me dice que cuando nuestra cultura borre a la suya será peor que la muerte para ellos.
Sospecho que esta es la clave para mantenerlos leales. Mandalore permanecerá intacto mientras los necesite. Pero, al final, la esclavitud será el único modo de tratar con ellos.


Birgis: perímetro del espaciopuerto, una semana estándar después de la invasión de Helska 4.

Beviin debía asumir que los vongueses sabían lo que se hacían cuando se trataba de conquistar galaxias, pero no parecían preocuparse mucho por el sigilo.
El espaciopuerto principal de Birgis -que servía a naves tanto civiles como militares en este pequeño planeta- era el recurso más obvio que podían haber tomado como objetivo. Desde el punto de observación el el perímetro exterior, oculto en la hierba alta, podía ver deslizadores de asalto patrullando las pistas de aterrizaje con una ráfaga de luces destellantes. Otros no mostraban luces en absoluto, pero eran detallados objetivos verdes en su óptica de visión nocturna. Las naves y vehículos militares eran una mezcla ecléctica del escuadrón que tenía allí su base y los restos de otros que habían escapado a la implacable flota invasora y se habían reagrupado en ese lugar.
Destruir esos recursos en tierra sería la tarea más dura que Beviin podía imaginar. Jugar a ser agente doble estaba bien hasta que tenías que mantener la ilusión atacando a tu propio bando de forma convincente... y letal.
Y la Nueva República ni siquiera sabía aún que los mandalorianos eran ahora sus aliados.
-Sigo diciendo que deberíamos atacar la principal planta de energía civil si lo que quieren es una distracción -murmuró Cham, apoyado sobre un hombro mientras estaba tumbado a cubierto tras la hierba, calibrando un lanza-misiles portátil-. De todas formas, son ellos los que pagan. Ellos sabrán.
Fett dio unos golpecitos a una bolsa de su cinturón.
-Buena oportunidad para entregar estos datos. Especialmente ahora que incluyen la información sobre nuestras próximas dos misiones. Algo con lo que la Nueva República puede reaccionar.
-Tiene que haber algo que se me escapa. La gente de aquí no parece exactamente dispuesta a escucharnos.
-¿Tienes una idea mejor para contactar con la Nueva República mientras los vong rondan a nuestro alrededor?
-No, Mand'alor.
-Entonces vamos, y mostrad la imagen de un ataque de comandos creíble. -Fett hizo unos gestos para que tomaran posiciones-. Tratad de no matar a todo el mundo mientras no sepamos si hay un oficial con el que podamos contactar, y dejar uno o dos cazas intactos. ¿Lo habéis entendido todos? Alguien tiene que escapar de aquí para transmitir los datos.
Beviin había interceptado el tráfico de voz de la Nueva República y lo mantuvo en un canal de su comunicador. O de obvio, de acuerdo: estaban esperando un aterrizaje yuuzhan vong como los que habían irrumpido en el Borde Exterior, masivos bombardeos aéreos de magma y rocas ardientes seguidos por tropas lanzadas desde lo que sólo podía describirse como gusanos gigantes. El factor psicológico -naves y armas que parecían órganos deformados grotescamente- estaba golpeando casi tan duro como el propio poder destructivo de la flota vonguesa.
Podía escuchar al personal de operaciones poniendo en pre-alerta a naves y cazas en cinco ciudades del hemisferio norte, recopilando informes de avistamientos de naves enemigas... y bases de mundos cercanos al borde de la galaxia que simplemente habían dejado de responder a las señales. El avance de los yuuzhan vong podía trazarse siguiendo la estela del silencio de comunicaciones que dejaban detrás.
Aunque ciertamente el personal de este lugar no esperaría encontrarse con que los mandalorianos se infiltrasen en su puerto y tomasen el centro de control.
Fett sincronizó la lectura de su crono con la de los otros seis y volvió a ponerse en cuclillas, pulsando ocasionalmente algún control en la placa de su antebrazo. Dinua siguió observando la torre de control. Conforme movía lentamente la cabeza, escaneando, Beviin captó la luz verde del punto de mira en la línea de iconos a un lado de su campo de visión.
Briika había hecho un buen trabajo entrenando a la niña. La chica estaba en ese difícil lapso entre convertirse en adulta a los trece y en esposa a los dieciséis, pero desde luego era un soldado totalmente competente. La sociedad Mando siempre había sido así; pero Beviin a veces observaba a niños aruetii de la misma edad y sentía que trece años era una edad demasiado temprana para cargar con semejante responsabilidad.
Y si le decía eso a ella, estaba seguro de que le habría abofeteado sin pensárselo dos veces. Era tan dura como su madre. Se preguntaba qué destino le había ocurrido a su padre, y decidió esperar a que ella se lo dijera cuando lo estimara conveniente.
Al menos había tenido la oportunidad de dejarle un mensaje a Medrit. No te preocupes. No es lo que parece. No te muevas.
-Ahora recordad -dijo Fett-. Quiero veros actuar bien. Golpead lo bastante fuerte como para parecer convincentes, pero no acribilléis a todos porque necesitamos al menos un superviviente. -Hizo una pausa y Beviin le escuchó tragar saliva-. Treinta segundos.
Hicieron la cuenta atrás con el temporizador sincronizado que se proyectaba en sus HUDs. A los quince segundos, Cham se agachó apoyándose sobre una rodilla y equilibró el lanza misiles en su hombro derecho, presionando la placa de su mejilla contra el tubo y estabilizando el agarre con la mano izquierda.
Tenía la costumbre de balancear ligeramente la cabeza mientras hacía la cuenta, pero eso nunca afectaba a su puntería. Su cabeza dejó de balancearse finalmente durante tres segundos y una llamarada de fuego amarillo salió disparada hacia atrás con un sonido de gas. Instantes después la parte superior de la torre del espaciopuerto explotaba con una bola de llamas blancas que ascendían en el cielo nocturno, iluminando sólo por un instante la pista de aterrizaje con el resplandor de la luz del día.
Fett no necesitaba decir ni una palabra. Conforme los escombros caían desde las ruinas y los vehículos y el personal salían en todas direcciones, los mandalorianos comenzaron la carrera de cien metros hacia el edificio principal, comenzando cada uno unos segundos después que el anterior y tomando distintos caminos, mientras Cham mantenía por unos instantes ocupada a la batería anti-aérea con un misil salvajemente dirigido que golpeó de lleno una torre de agua, enviando un torrente que chocó contra los parabrisas de los deslizadores aparcados.
Fingir un ataque era más difícil de lo que parecía cuando toda tu vida habían sido matanzas de eficiencia despiadada. Era especialmente duro cuando el objetivo realmente pensaba que lo querías muerto y contraatacaba con la fuerza de la desesperación. Beviin abrió de un disparo un par de puertas de seguridad que daban al complejo principal, brillantemente iluminado, y entró en él tras Fett y con Briika y Dinua pisándole los talones. Suvar y Tiroc cubrieron la salida y un pasillo que conducía al exterior para proteger su ruta de escape. Corrieron por el pasaje principal hasta un par de puertas marcadas con los símbolos de PELIGRO DE ELECTROCUCCIÓN.
Normalmente, ese habría sido el lugar obvio para entrar y causar el mayor daño posible; la sala del generador. Esta vez no era así. Fett pasó de largo y llegaron a una intersección en el pasillo donde se encontraron con disparos de bláster.
Beviin retrocedió de un salto y aprovechó la oportunidad para recargar.
-Bien. Hay alguien en casa.
-Ahora consigamos que dejen de disparar lo suficiente para explicarles que tenemos un recado para ellos. -Fett y Briika se asomaron al descubierto y abrieron fuego. Otra ráfaga de ardientes disparos blanco-azulados rozaron la coronilla del casco de Fett, añadiendo otra quemadura negra a la pintura verde-. Si no responden a la puerta, tendremos que entrar.
-Somos buenos en eso.
-Sin matarles.
-Esa es la parte difícil. -Beviin extrajo una holo-sonda del bolsillo de su manga y la asomó cautelosamente por la esquina del muro. La imagen que transmitía a sus HUDs mostraba una zona de cocina: mesas, pilas de bandejas metálicas, un par de sillas vueltas del revés, fuentes abandonadas. La gente había salido huyendo. Tal vez había sido la pausa de la comida de una tripulación. Habrían ido corriendo al aeródromo para poner en marcha los cazas.
Sin embargo, alguien seguía allí. Vio una ráfaga de movimiento naranja. Traje de vuelo. Piloto. Los pilotos podían difundir la noticia. No había que dejar a los pilotos demasiado heridos o aturdidos para que pudieran escapar de allí bajo el ataque vong-. Bob'ika.
-Puedo hacerlo yo mismo.
-¿Quién tiene la armadura de duracero, y quién tiene la versión de beskar? Y me refiero al beskar casi a prueba de sable de luz.
-Si realiza un disparo afortunado, esa extravagante antigüedad no te salvará.
-Nunca he entendido por qué no usas beskar -dijo Beviin-. Pero dejemos esto para luego. En tres...
Beviin se puso en pie de un salto y corrió todo lo que pudo hacia el fuego de bláster. Por un momento se distanció de la escena, pensando que Medrit se pondría furiosa con él por correr semejante riesgo y preocupándose más por eso que por el disparo que le había golpeado en la placa pectoral, enviando aire hirviente hacia el respirador de su visor. La adrenalina era algo maravilloso. Pensó en eso justo cuando se lanzó sobre el borrón de extremidades vestidas de naranja, y quedó ensordecido por los gritos de su propia voz.
-¡Suelta el arma! ¡Cállate y escucha!
Una armadura chocó contra la suya. Dinua y Briika aterrizaron sobre él. Estaba casi en la parte inferior de una pesada pila que sujetaba a un piloto.
-Levantaos, le vamos a aplastar...
-¿Tienes su bláster?
-Lo tengo.
-¿Tienes sus brazos?
El piloto gritó. Ciertamente, Dinua había agarrado algo. Ese era un truco que no había visto usar desde hacía bastante. Beviin retrocedió un poco y alzó al piloto para sentarlo, y descubrió que él era en realidad ella, una enfadada rubia de cabello cortado al raso que ahora tenía un golpe en su mejilla derecha que se estaba convirtiendo en un ojo morado.
-Mandos -escupió-. Estáis trabajando para esas cosas. Sucios...
-Sí, nosotros también te queremos. Ahora escucha al Mandalore. -Beviin la giró para que pudiera ver a Fett.
-¿Dónde está tu casco? Tienes que hacer un viaje.
-¿Por qué? -Había un casco en una mesa cercana, e iba a servirle lo quisiera o no-. ¿Para vosotros?
-Lleva estos datos a vuestro centro de mando más cercano -dijo Fett. Sacó el chip de datos de su cinturón y lo mantuvo ante su cara, demasiado cerca como para que ella enfocase bien la vista-. Necesitáis estos datos acerca de los vong. Diseños de naves, algunos datos biológicos, y dos planes de misión que muestras hacia donde se dirigen a continuación y sus órdenes de acción. Es todo lo que hemos podido reunir. Tan sólo llévaselo a alguien que haga buen uso de ello. Y no tenemos tiempo para hacer la mirada teatral de silencio asombrado. Muévete. Ahora.
Fett le ayudó a levantarse y ella se deslizó el chip en el bolsillo del muslo de su traje, con cautos ojos abiertos como platos
-Entonces, ¿de qué lado estáis?
-Del nuestro -dijo Briika-. Quiero que mi hija tenga hijas. Y no lo hará con los vongueses dirigiendo la función.
-Cham, llévala a su nave o a cualquier cosa que aún vuele, y asegúrate de que atraviese las líneas de los vong -dijo Fett, indicando la salida con su bláster-. Si no hay nada capaz de levantar el vuelo en las pistas, limpia los datos de seguridad de tu Gladiador y dale las llaves. Te compraré uno nuevo.
-Entonces será mejor que parezca que la estamos persiguiendo. -Cham tendió a la piloto su casco y la empujó para que avanzase delante de él-. Y voy a querer uno amarillo, para que esta vez haga juego con mi armadura. Personalizado.
No quedaba nada que hacer excepto salir de allí. Los tipos-cangrejo no sabrían si les habían devuelto el golpe o no: de todas formas, lo único que se suponía que tenía que hacer el escuadrón era derribar la torre y crear una distracción. Lo habían hecho. Dinua comenzó a correr, con el rifle en ambas manos, y cuando salieron del edificio vieron por qué no se habían tropezado con ninguna resistencia en el interior.
Las fuerzas de tierra de los yuuzhan vong se dirigían como un enjambre al espaciopuerto, volando sobre ellos con pequeñas naves que parecían órganos amputados. Frente a ellos, a lo largo del perímetro, había un muro de deslizadores hechos añicos, camiones repulsores, y cualquier otra cosa que pudiera haber sido confiscada para proporcionar una barrera defensiva. Personal de la flota con gran variedad de uniformes -incluso del cuerpo de cocineros- estaba tomando posiciones junto a los civiles, armados con una selección de armas que decía desesperación a gritos.
En las imágenes verdes del visor nocturno de Beviin, las armaduras con pinchos de los guerreros vongueses que se acercaban parecían un bosque ambulante. No había nada más que él o sus camaradas pudieran hacer. Excepto luchar junto a esas tropas de la Nueva República; sí, sus entrañas no sólo querían hacer eso, sino que le pedían que lo hiciera. Pero dio media vuelta para seguir a los demás de vuelta a sus cazas, y se odió a sí mismo por ello.
-¿Y qué ocurrirá cuando la Nueva República elogie a sus valientes aliados Mando por pasarles datos de espionaje? -preguntó a Fett-. Eso va a ocurrir. Y no creo que “huy” cuele con los vong.
-Entonces haré de tripas corazón y llegará el día de paga con los vong. -Fett puso su guante sobre su visor, y por un instante Beviin pensó que realmente iba a quitarse el casco. En lugar de eso, sólo limpio un fragmento de escombro-. Pero tomaremos todas las oportunidades que tengamos para golpearles. Un día cada vez.
-Al menos la Nueva República puede evacuar el siguiente objetivo antes de que se muestren.
-Sí -dijo Fett-. Veamos qué ocurre en Nuevo Holga.
-Cuando los tipos-cangrejo decidan finalmente remodelar Mandalore, seremos los últimos en saberlo.
-Eso también es lo que creen ellos -dijo Fett-. Ahora veamos si Cham consiguió que esa piloto escapase a salvo.
La piloto había escapado, y se reunieron con Cham unas horas después. Pero Beviin no podía resistirse a comprobar el estado de Birgis. Sabía que no debía, pero tenía que averiguarlo.
Lo averiguó. No hubo supervivientes.

lunes, 25 de enero de 2010

Boba Fett: Un hombre práctico (VI)

Nom Anor: bahía de atraque del miit ro'ik.

Los guerreros preguntan si los mandalorianos son los droides que usan los infieles. Se agrupan alrededor de la pequeña nave de guerra y miran fijamente a las figuras metálicas que descienden. Perfectamente podrían serlo, porque parecen tener sorprendentemente poca capacidad de lucha para ser soldados profesionales; nosotros ya habríamos contraatacado.
Sin embargo, son excelentes saboteadores.
Espero que Fett evite usar su mochila cohete. Los soldados estallarían de rabia al ver combustión artificial, la primera abominación. Ya están disgustados porque haya dejado que estos infieles mandalorianos trajeran sus máquinas al interior de este miit ro'ik, y no les complace mi uso del comunicador infiel, pero soy un Ejecutor, y no se atreven a discutir conmigo.
No puedo ver los rostros de estos infieles, pero sé que están sorprendidos por la perfección que ven. Fett está mirando a todas partes, estudiándolo todo, si es que los movimientos de su cabeza son fiables. Tengo entendido que tiene cicatrices impresionantes: pero fueron debidas únicamente a un accidente. Su lacayo, Beviin... se limita a seguir a su líder.
Podrían encajar bien en el orden natural de las cosas, después de todo.


Nave de guerra miit ro'ik de los yuuzhan vong.

Beviin no podría ser escuchado desde el exterior de su casco, pero seguía suspirando mientras caminaba tras Fett por el pasillo viviente hacia el corazón de la nave.
-¿Cómo podía haber sabido lo que era?
-No podías. -Ese engendro de Udelen, o Nom Anor, los había engañado a todos. Cómo había disfrazado un rostro tan mutilado como ese era un milagro. Fett tenía ahora una buena vista de su rostro real-. Y es mejor que hayamos averiguado a qué nos enfrentamos que nos llevemos una sorpresa como el resto de la galaxia.
-Esto no va a ser como los antiguos espectáculos de marionetas de los Sith y los Jedi, ¿verdad?
-No lo sé. Lo único que importa es si los mandalorianos van a pintar algo en todo esto.
Fett no iba a dar más explicaciones, no en ese momento. Tenía el olfato de su padre para los problemas, y esta vez los olía como nunca antes. La nave en sí misma ya era algo bastante malo: por el vibrante color de cada superficie y cada miembro de la tripulación, era como estar en una cueva apestosa infestada de alimañas irreconocibles. No había ninguna pared limpia y lisa de duracero ni ningún elemento tranquilizador de cuidadosamente aceitada maquinaria a la vista.
Sí, tenía un aroma distintivo, el olor del bosque húmedo y de las algas secándose en la playa, y una pizca de sangre.
Era como estar en las entrañas de alguien. Era como estar de vuelta en el sarlacc.
Y era el olor de Udelen cuando se reunió con él en el espaciopuerto de Keldabe. No he visto venir esto. Debería haberlo hecho. Y ahora que lo sé... quizá esta es la mejor posición en la que pueda estar.
Fett ejecutó todos y cada uno de los dispositivos de grabación y análisis de su casco conforme caminaba por la nave, desde el radar penetrante hasta la imagen térmica. De cuando en cuando se detenía y tocaba los... no no eran mamparos, sino paredes. No podía quitarse de encima la idea de paredes estomacales. Pasó la punta de los dedos por ellas, fingiendo asombro y curiosidad, y luego transfirió discretamente los restos orgánicos que pudiera haber recogido en sus guantes a una de las bolsas de su cinturón.
-Muestras -dijo en voz baja-. Cualquier cosa pequeña... cualquier pedazo de esta cosa que puedas robar... al bolsillo. ¿De acuerdo?
-Lo capto -dijo Beviin.
Sin embargo, lo que necesitaba por encima de todo era un pedazo del invasor yuuzhan vong que caminaba por delante de él, con una cosa con aspecto de serpiente enrollada en un brazo. Estaba viva.
-¿Una mascota? -preguntó. Jabba siempre tenía algún animal extraño para entretenerse. Tal vez los yuuzhan vong hicieran lo mismo-. ¿Un pariente?
-Un arma -dijo Nom Anor. Se la quitó del brazo en un gesto elegante; inmediatamente se quedó rígida como un bastón antes de volver a su estado de flaccidez original y reptar para enrollarse en el brazo del Ejecutor-. Un arma viviente llamada anfibastón.
Fett había hecho negocios con las peores formas de vida, y nunca pareció importarle lo más mínimo quien estuviera gobernando la galaxia. Las vidas pequeñas crecían en las capas bajas de la sociedad, en una dura lucha por la supervivencia diaria, y el poder flotaba hacia la superficie y era explotado y exprimido para lograr una ventaja. Fett simplemente cobraba su parte y quedaba satisfecho viviendo bajo su propio código, porque era un hombre práctico y sabía qué podía y qué no podía cambiar en la galaxia.
Pero los yuuzhan vong parecían pensar que no había nada en la galaxia que no pudieran cambiar.
Nom Anor, despojado de su disfraz de humano y su traje negro de negocios, caminaba ante él mostrando la tecnología orgánica con un orgullo que se acercaba a la arrogancia para luego cruzar claramente esa línea.
-He estado entre vosotros, infieles, durante dieciocho años -dijo-. Ni una vez he encontrado una cultura pura con tecnología completamente orgánica.
Beviin murmuró, audible sólo para Fett:
-Aruetii. Supongo que ahora dejaremos de ser sus mejores amigos.
-Hacemos lo que podemos -dijo Fett a Nom Anor-. Tendréis que enseñarnos a hacer las cosas del modo correcto.
Conforme avanzaban por la nave, de cuando en cuando Beviin fingía tropezar y recuperar el equilibrio apoyándose en un muro, o recoger algo sin importancia del suelo. Buen chico.
-Lo haremos -dijo Nom Anor. Los guerreros se mantenían a buena distancia de él.
-De modo que eres un oficial superior. -Investigar, registrar, comprender. La inteligencia te salva la vida tarde o temprano-. ¿Comandante?
-Soy de una casta de intendentes -dijo Nom Anor-. Un Ejecutor. Mi casta somos administradores. Eso me hace superior a un guerrero en la jerarquía.
Era casi como si los yuuzhan vong hubieran recopilado una lista de cosas que los mandalorianos encontraban repelentes y luego se las estuvieran introduciendo por el gaznate para demostrar hasta que punto eran alienígenas. Un burócrata y espía, liderando a los soldados, mirándolos por encima de su nariz... Fierfek, el bellaco ni siquiera tenía nariz.
Fett observaba a los guerreros que iba dejando a un lado. Estaban cubiertos por la armadura menos práctica que hubiera visto jamás, literalmente incrustada de la cabeza a los pies, con pequeñas protuberancias con aspecto de garras en los hombros, las rodillas, las muñecas e incluso en la parte trasera de las piernas. Nunca se sentaban estando de servicio, eso estaba claro. Cuando uno de los soldados pasó ante él, lo que Fett pensaba que era una decoración barnizada de un brillante color escarlata se movió en su pecho. Era un escarabajo, un gigantesco escarabajo.
Fett puso su casco en modo de proyección de voz. Ahora no era momento de andar con remilgos acerca de diferencias culturales.
-¿De qué está hecha esa armadura?
-No está hecha -dijo Nom Anor-. Criada mediante bioingeniería. Un cangrejo vonduun vivo, y la tecnología es un pobre sucedáneo. Los blásteres no penetran su coraza.
Adelante, cuéntame todos tus secretos comerciales. Si es que consigo salir con vida.
-Se vendería por una buena cantidad.
-Y mataría a cualquiera excepto el guerrero para el que fue criado.
Nom Anor podría haber estado sonriendo cuando volvió la cabeza para mirar a Fett, pero con un rostro mutilado como ese era difícil de saber. Su boca estaba fija en un rictus permanente, una mueca sin sentimiento, desprovista de labios.
-Hemos venido a reclamar esta galaxia y colonizarla. Dije invasión, ¿no es así?
Había millones de planetas en la galaxia, y siempre había alguien invadiendo y colonizando a otro alguien. Era inevitable. Pero Fett nunca antes se había cruzado con nadie que pensase en conquistar toda la galaxia, a menos que contase a Palpatine.
-¿Y creéis que os vamos a ayudar a hacerlo?
-No tenéis muchas alternativas.
-Y vais a tener que abriros paso por la galaxia luchando, un mundo cada vez, y lo sabéis. ¿Por qué nos reclutasteis si pensabais que podríais hacerlo solos?
-¿Estás pidiendo más créditos?
Como si los créditos nos fueran a servir de mucho si estas cosas logran su objetivo.
-Tal vez.
-¿Intentas chantajearme?
-Te estoy diciendo que es más fácil hacerlo con nosotros que sin nosotros.
-Se os va a pagar.
-No es suficiente.
-No estáis en posición de negociar.
-Yo creo que sí.
Parecía como si Beviin estuviera conteniendo el aliento. Fett podía verle, con los brazos ligeramente separados de los costados, y también podía ver hacia donde estaba dirigiendo su escáner visual a través del icono compartido en su propio HUD. Beviin estaba comprobando la superficie de la cubierta de la nave. Fett pasó al comunicador cerrado.
-Ni lo pienses.
-Sólo lo comprobaba.
-Limítate a reconocer el terreno.
Había un tiempo para escapar de los problemas a tiros, y un tiempo para escapara razonando. La supervivencia dependía de averiguar todo lo que pudieran acerca del enemigo.
Además, ¿estas criaturas eran un enemigo más importante que un imperio Sith o una república Jedi? Había hecho negocios con seres de peor calaña. Ahora mismo, todavía eran clientes... pero sólo eso. Podría obtener cualquier cosa de ellos.
-Quiero saber exactamente qué queréis de nosotros -dijo Fett, moviendo lentamente su mirada de izquierda a derecha varias veces mientras caminaba. Los sensores del localizador de rangos y el radar de penetración de su casco construían un plano tridimensional más preciso con cada barrido. Aunque un escáner médico y una sonda minera habrían realizado un mejor trabajo-. ¿Y qué queréis de la galaxia?
Nom Anor se detuvo ante una apertura dentada en la pared y les indicó que entrasen.
-Creo que lo he dejado claro. Rendición y obediencia.
Sigue soñando, gusano.
-Especifica.
-Limpiaremos vuestra galaxia de tecnología y la reemplazaremos por la nuestra. Tecnología orgánica. Tecnología viva. Sin máquinas, sin combustión artificial, sin artefactos. Estas cosas son, como llegaréis a comprender, abominaciones e insultos a los Grandes. A los mismos dioses.
Fett tuvo la súbita imagen de tener un traje de cangrejo creciéndole encima. No. Eso no iba a suceder.
-¿Y nuestro papel en este gran esquema?
-Recogida de información, inteligencia, y los trabajos más sutiles que necesitemos.
Fett seguía sin tener una idea clara de qué quería decir Nom Anor con tecnología orgánica. Algunas especies hacían un uso limitado de ella, pero no era nada comparado con lo que estaba viendo, oliendo y escuchando ahora; hombres grotescos encajados en conchas de cangrejo vivientes, armas que eran animales, naves que eran planetas en miniatura.
-Muéstrame -dijo Fett.
¿Cómo llamabas a un espacio cerrado en una nave yuuzhan vong? ¿Una cabina, un compartimento, un hangar? Entraron a una cámara que a Fett le pareció un estómago. Las paredes podrían estar moteadas con bultos como escarabajos, brillantes y móviles, pero ya no podía quitarse la analogía de la cabeza. Otra figura extraña -un soldado, posiblemente, pero tal vez otra especialidad o casta distinta a juzgar por la falta de armadura de pinchos- estaba agachada en el suelo, con los brazos cruzados sobre su cabeza. Cuando se levantó, pudo verse una especie de gorjal acorazado en la base de su garganta.
Pero el problema de quedarse mirando a algo que no reconocías era que súbitamente cambiaba de perspectiva y de contexto, y podías ver qué era con asombrosa facilidad. Fett se dio cuenta de que no estaba mirando a un yuuzhan vong.
-¿Qué shab le habéis hecho? -preguntó Beviin.
Era un humano, más o menos.
La piel de su nuca estaba cubierta por bultos de un color rosa sucio que a primera vista parecían vértebras salientes que desaparecían bajo una basta camisa gris, pero tras un segundo vistazo parecían más bien roca. Era difícil de decir su edad o de donde provenía; la piel visible era olivacea y suave. Le habían afeitado la cabeza. Pero era humano, o humanoide, eso desde luego.
Nom Anor bajó la mirada hacia la figura con escaso interés.
-Capturamos este prisionero en Ter Abbes. El implante yorik-kul es experimental, una nueva variedad.
Agarró al cautivo por el hombro con una mano y lo alzó hasta ponerlo casi de pie, de forma que su cabeza daba bandazos como si estuviera borracho. El objeto que Fett había tomado por un gorjal, una pieza acorazada para la garganta, era la misma masa ósea rosa de las protuberancias en la nuca del prisionero. Había crestas que se alineaban con las protuberancias. Fett súbitamente comprendió que las protuberancias de la nuca eran proyecciones del gorjal que de algún modo pasaban limpiamente a través del cuello del prisionero, y esa era una de esas imágenes que expulsaba de su mente en el momento en el que se formaban.
El hombre no parecía sentir dolor. Sus ojos estaban congelados, fijos a media distancia. Fett se concentró para permanecer distante aunque el núcleo animal de su interior se estaba revelando y le pedía que escapara.
-¿Vas a explicar esto?
-Es coral -dijo Nom Anor-. Coloniza el cuerpo y nos permite controlar a los cautivos y convertirlos en esclavos productivos. Este espécimen era un poco diferente, por eso nuestros transformadores están observando cómo el yorik-kul se adapta a él. El proceso está... incompleto.
-Y esto es lo que tenéis en mente para toda la galaxia, ¿no es así? -Beviin, no digas ni media palabra-. Para todos nosotros.
Los ojos de Nom Anor atravesaron el visor de Fett. Seguían pareciendo como si fueran los restos atrapados de un humano, y Fett seguía pensando en cyborgs, y eso resultaría muy irónico para una especie que encontraba que las máquinas eran una abominación. Abominación. Una palabra religiosa. Y no confiaba en los cultos ni una pizca más de lo que confiaba en los políticos o los contables.
-No necesariamente como esclavos -dijo Nom Anor.
-Bien. Porque eso sería difícil de explicar.
-Algunos verán la verdad y se convertirán en yuuzhan vong.
-¿Y aquellos que no o hagan? Deja que adivine.
-Serán yuuzhan vong, o morirán.
Este era el punto en el que Nom Anor dejaba de ser simplemente un negocio desagradable y se convertía en algo que Fett no había visto realmente nunca antes: una amenaza que podría no ser capaz de afrontar.
Era como su el Ejecutor cambiase ante sus ojos, transformándose sutilmente desde un simple rostro horriblemente desfigurado, empeorado por sus escasos vestigios de normalidad, para pasar a ser alfo completamente alienígena que tenía que ser capaz de matar. En ese momento sintió que era algo personal, y no soportaba eso. El truco estaba en comprender al enemigo sin identificarse con él Ahora había nombrado su precio más alto. Sabía exactamente lo que tenía que pedir.
-Mientras trabajemos para vosotros -dijo Fett-, dejaréis el sector Mandalore tranquilo.
Nom Anor se quedó mirando el visor de Fett y Fett le devolvió la mirada, con la cámara de su casco grabando, aunque el Ejecutor no podía saber eso. El rostro de la criatura era una pesadilla, un cadáver de un campo de batalla: le faltaban la nariz y los labios, dejando un hueco en el centro de su rostro sobre unos cientes que eran tan humanos como los suyos. Su piel era una masa de cicatrices arrugadas pero regulares e intrincados tatuajes. Una gruesa cresta de hueso -o de tejido cicatrizado, Fett no estaba seguro- corría desde las hundidas cuencas de sus ojos hasta la parte trasera de su cuero cabelludo, desprovisto de pelo y lleno de cicatrices y tatuajes. Sólo le quedaban los ojos y los dientes.
Eran completamente humanos, como si alguien estuviera atrapado en un traje monstruoso y tratase de escapar. La imagen aparecía en su mente como si fueran distintas capas en un dibujo holográfico. Fett imaginó de repente qué aspecto podría haber tenido Nom Anor con una nariz, una boca, y piel normal. Se imaginó el aspecto que tendrían los guerreros: porque todos estos invasores tenían los mismos rostros terribles. Se mutilaban a sí mismos a propósito.
Fierfek, si eso es lo que se hacen a sí mismos...
-Sigues tratando de negociar conmigo -dijo Nom Anor.
-Ese es mi precio. Sube cuando encuentro clientes que no han sido totalmente francos conmigo. -Como olvidar mencionar una invasión galáctica. Aunque esta vez era Fett el que estaba comprando: estaba comprando tiempo-. Vais a tener que luchar por cada metro de tierra. Miles de especies racionales, incontables mundos, y todos ellos plantarán cara- Nos necesitáis. Aunque sólo sea para lidiar con los Jedi.
-Y podría matarte ahora, desde luego.
-Yo sólo soy un hombre. Los clanes encontrarían un nuevo Mandalore enseguida, y luego lucharían. Es tu elección.
Beviin murmuró enojado.
-Gracias, 'Alor.
El prisionero comenzó a gemir incoherentemente y se derrumbó en el suelo, con convulsiones y poniendo los ojos en blanco. Nom Anor le observó con aparente fascinación, sin hacer el menor intento de ayudarle, y por un instante Fett consideró seriamente la posibilidad de sacar su bláster y aliviar al pobre hombre de sus miserias. Decidió que no era asunto suyo, pero también sabía que lamentaría no haberlo hecho durante el resto de su vida.
Otro yuuzhan vong entró en el compartimento, tan tatuado y mutilado como Nom Anor, pero que llevaba una túnica -a falta de una palabra mejor- de color gris marengo y grandes pliegues que parecía estar grapada a su carne, desde los hombros hasta la parte superior de la nuca. A esta gente le gustaba el dolor. Fett podía apretar los dientes y dejar pasar el dolor, pero una cosa era soportarlo, y otra esa enfermiza y perturbadora afición por él; y el dolor parecía ser algo central en el modo de vida de los yuuzhan vong.
Ya había visto bastante. O al menos creía haberlo visto.
El yuuzhan vong recién llegado se inclinó sobre el prisionero tendido en el suelo y agarró firmemente el gorjal de coral para sacárselo del cuello. El cautivo parecía estar muerto: Fett ya tenía bastante experiencia en distinguir a los muertos.
Beviin, de pie con los puños apretados y aparentemente impasivo, soltó un airado juramento en la privacidad del comunicador de su casco.
-Quiero perseguir hasta el último de estos tipos-cangrejo que haya en la galaxia -murmuró. Beviin era habitualmente el más tranquilo de los hombres, y el veneno de su voz sorprendió a Fett-. Tanto si tienes un trato con ellos como si no, Mand'alor.
Dos extrañas criaturas con cicatrices y tatuajes bastante menos exóticos que Nom Anor llegaron con un nuevo prisionero, un twi'lek delgado de edad ligeramente avanzada, y éste estaba aterrorizado, revolviéndose y gritando. Fett no era especialmente aprensivo, pero su código de honor decía que matabas limpiamente, y el dolor era un efecto secundario, no un hobby. Ocurrió rápido: los ayudantes tumbaron al twi'lek, y la criatura de la túnica grapada simplemente estampó el yorik-kul que había extraído de la víctima muerta contra el esternón del nuevo prisionero, tan fuerte que los nódulos atravesaron la piel de su cuello, dejándole jadeando, ahogado. El shock quirúrgico le debería haber matado, pero de algún modo los tipos-cangrejo -Beviin tenía un don para los insultos elaborados- podían mantenerlo con vida.
Fett tuvo mucho cuidado de no mirar a Beviin por si acaso este se exaltaba. Le podía escuchar maldiciendo entre dientes y tragando saliva. Si Beviin sucumbía a arreglar las cosas con el bláster por una sola víctima, después habrían muchísimas más en el sistema Mandalore que pagarían el precio por ello.
-Tranquilo, Goran -susurró por el comunicador del HUD. Fierfek, nunca antes había usado su nombre de pila, jamás-. Habrá tiempo para eso más adelante.
Fett no podía ni empezar a imaginarse el dolor. Ahora sabía que despreciaba a los yuuzhan vong, no por su aparente ascetismo y brutalidad, sino por su avaricioso ansia por la perversión. Era una debilidad similar al alcoholismo y la adicción al brillestim. También despreciaba a Nom Anor por la brutal función teatral diseñada para mostrar lo que le esperaba a Mandalore si no cumplía su parte.
Vuestras amenazas sólo lograrán motivarme más.
Nom Anor consideró el precio de Fett con visible lentitud.
-El sector Mandalore no se tocará -dijo.
Mentiroso. Os esparciréis por la galaxia, y cuando os convenga, volveréis a por nosotros. Has vivido entre nosotros durante dieciocho años, de modo que no te cuesta nada escupir una mentira más con esa lengua viperina tuya...
Fett se tragó su repugnancia.
-Entonces, con esas condiciones, tenemos un trato.
Y yo también soy un mentiroso, porque no lo tenemos.
No, Fett iba a mantener su palabra. Era importante para él expresar cuidadosamente su acuerdo, para poder frustrar cada paso de esos monstruos y mantener su sentido del honor. Mi palabra es mi obligación, y tú me has mentido. Beviin se agachó y recogió un fragmento del coral vivo que se había desprendido del prisionero muerto, con el aire casual de un hombre recogiendo astillas para el fuego.
-Vuestra próxima tarea es asegurar una zona de aterrizaje para nosotros en Birgis -dijo Nom Anor. Ofreció un chip de datos a Fett, yeso debió dolerle: sucia tecnología-. Aquí están los datos de reconocimiento que hemos recibido, en un formato que podéis usar. Podríamos simplemente destruir la superficie desde la órbita, porque el planeta será transformado y modificado para nuestras necesidades de todas formas, pero deseamos capturar vivos a los habitantes para que trabajen para nosotros.
-¿Cuándo? -preguntó Fett.
-Dentro de cinco días.
-Entonces será mejor que nos movamos.
Era difícil no echar a correr en ese pasillo con aspecto de gaznate. Beviin caminaba a su lado, con una mano sobre las bolsas de su cinturón como protegiendo su contenido. Se separaron en la zona de atraque y fueron a sus respectivas naves, observados por silenciosos guerreros yuuzhan vong, un bosque de grotescos árboles de espinas con serpientes trepando por ellos, el frío y negro futuro de la galaxia, y súbitamente todo lo que odiaba.
Beviin encendió el motor iónico del Gladiador. Guerreros acorazados retrocedieron unos pasos; uno de ellos se mantuvo en su lugar y observó, con los brazos cruzados en el pecho. Fett tecleó algo en la consola del Esclavo I, y el Firespray cobró vida con un creciente zumbido que se asentó en una nota estable. El Gladiador se alzó unos metros por encima de la cubierta y retrocedió. Beviin estaba esperando que él maniobrase primero.
-Tú primero -dijo Fett-. Tengo que hacer algunas planificaciones.
-No puedes creer que digan la verdad acerca del trato. -Beviin era leal a su Mandalore, como buen Mando'ad tradicional, pero eso también significaba que se reservaba el derecho a decirle al Mandalore que se fuera a hacer gárgaras si tomaba una elección claramente suicida-. No después de lo que hemos visto.
Fett pilotó el Esclavo I con el control manual hacia la apertura irregular que hacía las veces de compuerta principal.
-No. Y yo tampoco la digo, y debemos asumir que él lo sabe.
-Si sabe algo acerca de los Mandos, tiene que darse cuenta de que somos completamente opuestos a los tipos-cangrejo. -Beviin abandonó la bahía de atraque, con los motores llameando de forma bastante violenta al ganar velocidad. El Gladiador parecía un ovalo aplastado hasta que se levantó de repente, tomando de golpe la característica forma de un sablazo a través de un escudo-. Esclavos, sistemas de castas, dioses locos... ese shabuir ha dicho que o eras yuuzhan vong o morías.
-Me gusta mi armadura tal y como es. Frío metal.
Parecía como si Beviin se esforzase por sonar desencantado en lugar de consumido por el odio.
-Los créditos ya no importan. De todas formas, no merecería la pena comprar nada en una galaxia vong'yc.
-Lo sé. Por eso vamos a echar a perder su plan maestro.
Ningún mandaloriano tomaría los créditos de los yuuzhan vong si les conocían por lo que eran. Pero Fett había hecho el trato, y ahora tenía que elegir: traicionarlos y luchar, como haría el resto de la galaxia, o usar el precario espacio interior que ocupaban para hacer el mayor daño posible a los invasores.
-¿Qué es lo que tienes en mente? Costará un tiempo movilizar todo un ejército en Mandalore.
-Y recibiremos importantes bajas si hacemos un movimiento antes de saber exactamente con qué nos estamos enfrentando. Se trata de tecnología que nunca hemos visto antes.
-¿Sentarnos a esperar? Debes de estar...
-Nos han engañado. Ahora los engañaremos nosotros a ellos. Nos hacemos los buenos chicos y fingimos estar de su parte mientras recopilamos información hasta que tengamos lo bastante para golpearles duro. Fingimos estar ahí por el dinero.
Fett no sabía cuánto tiempo tenían. Al final, los yuuzhan vong irían a Mandalore para rehacerlo en forma de mundo de máquinas vivientes y esclavos parasitados igual que todos los demás planetas. Sólo era una cuestión de cuándo. Fett se quitó el guantelete izquierdo y recorrió con la punta de los dedos el suave compuesto de la consola del Esclavo I, una de las pocas piezas originales que le quedaban a la nave desde la época de su padre. Reforma tras reforma había cambiado sus características hasta dejarla irreconocible, pero si Jango Fett volviera ahora, podría ajustarse la correa del asiento del piloto, comprobar el polvo y los olores de la consola, como hacía habitualmente, y sentirse en casa. No se sentiría en casa en una galaxia esclavizada con una cultura brutal que había borrado cualquier rastro del legado de Jaster Mereel.
Fett miró si había polvo en la punta de sus dedos. El Esclavo I estaba impoluto. La nave tampoco parecía lo que era en realidad. Esta iba a ser una pequeña guerra de engaños. Esperaba que Nom Anor apreciase la ironía.
Beviin seguía parloteando.
-Pero no podemos luchar contra los cangrejos nosotros solos. ¿Y la Nueva República? Necesitarán toda la información que puedan conseguir.
-No podemos confiar en ellos. No detectamos a Nom Anor. Esos disfraces que usan significa que podrían ser cualquiera.
-Podríamos tener que confiar en ellos.
-Podemos pasarles los datos que tenemos ahora. Probar cómo está el agua. Averiguarlo por las malas.
-Y si la Nueva República arruina nuestra tapadera, por cualquier motivo, y los vongueses se vengan con Mandalore...
-...entonces lucharemos hasta el último hombre, o nos iremos a buscar esas otras galaxias que los yuuzhan vong dicen que hay por ahí fuera.
-Eso está muy lejos.
-Y la muerte es demasiado definitiva. De modo que será mejor que ganemos.
-Tu padre estaría orgulloso de ti, Bob'ika. -Beviin era más joven que Fett, pero de todas formas le llamaba por la forma infantil de su nombre. A veces, eso irritaba a Fett y a veces no. En ese momento, le pareció bien-. Para ser un hombre que dice no preocuparse por nadie más, siempre has sido un buen apoyo para los Mando'ade cuando te han necesitado.
-Soy Mandalore. Tan sólo es mi trabajo.
-Por supuesto que lo es -dijo Beviin-. Te creo.
Los Agresores y Gladiadores que mantenían la posición en el punto de encuentro parecían patéticamente pequeños. Tras ellos, las oleadas de naves yuuzhan vong moteaban el vacío. Era el resumen de probabilidades más elocuente que Fett hubiera visto nunca: malas, y ni siquiera valía la pena calcularlas.
Pero eso no le habría preocupado a Jango Fett. Y por eso no iba a preocuparle a él.

sábado, 16 de enero de 2010

Boba Fett: Un hombre práctico (V)

Notas de Nom Anor: valoración final de inteligencia. Tiempo estimado de llegada de la vanguardia de la flota yuuzhan vong: dos días.

Algunos días casi me parece que los mandalorianos son parientes nuestros. Algunos de ellos realmente prefieren hogares vivos, no cosas construidas como otros infieles. Crean casas en plataformas entre las ramas de los árboles. Y entonces los veo como son, con su pasión por la tecnología totalmente artificial. Sí, son una de cal y otra de arena, como dicen los infieles. Pero no necesito que me caigan bien, sólo comprender lo útiles que son para las sutilezas de la guerra que nuestra poderosa flota no siempre puede conseguir. Me han ayudado a preparar el campo de batalla: ahora veamos cómo responden ante la batalla propiamente dicha.
Le he pedido a Fett un encuentro en un punto de nuestra ruta de invasión. Quiero que lo mandalorianos estén entre los primeros que vean a sus nuevos amos cuando entremos en esta galaxia.
La flota ya casi está aquí. No tendré que disfrazarme ni ocultarme por más tiempo.


Punto de encuentro para la reunión informativa con las fuerzas de Udelen, alcance y tipo sin identificar, en el Borde Exterior: 25 aDBY.

-Si me pasara algo, ¿cuidarás de Dinua?
La voz de Briika Jeban rompió el silencio en el enlace de comunicaciones compartido mientras el escuadrón esperaba a que apareciera Udelen. Beviin, alimentado por la espera y absorto por la observación a través de la cabina del Gladiador del velo de estrellas y nebulosas, volvió con un sobresalto al aquí y ahora.
-Sí -dijo-. Pero no va a pasarle nada a nadie. En todo caso... sí.
-¿Puedo decir algo al respecto? -preguntó Dinua. Beviin no estaba seguro si les estaba recordando que ya era una adulta de catorce años, que podía hablar por sí misma, gracias, o si prefería la idea de una gai bal manda (adopción, literalmente nombre y alma) por parte de otra persona. Habitualmente solía ser lo primero-. Y no, no va a pasarle nada a nadie.
La muerte esa una realidad siempre presente en ese negocio. Beviin sabía que Dinua echaba de menos a su padre, y aunque nunca pudiera ser más que un amigo y un hermano para Briika, su deber era asegurarse de que su hija -incluso siendo adulta- no fuera nunca una huérfana. Ojalá Fett hubiera sido realmente parte de la comunidad mandaloriana, pensó Beviin: alguien lo habría adoptado, de modo que siempre habría tenido una familia, la necesitase o no. Pero nadie había sacado nunca ese tema de conversación delante de él. Probablemente nunca lo habrían hecho. No era un hombre dado a la familia, y seguía sin haber sitio en su vida para nadie excepto el fantasma de Jango.
-Tomaré eso como un acuerdo -dijo Beviin-. Y prometo que si alguna vez te adopto, no te haré llevar vestiditos cursis.
Fuertes risotadas, incluidas las de Dinua, llenaron su enlace de audio, pero Fett estaba en silencio: ni siquiera se escuchó un reproche. En formación a su alrededor, agrupados en torno al Esclavo I, estaban las dos mujeres en sus cazas Agresor y los hermanos Detta -Cham y Suvar- con Tiroc Vhon, todos ellos en Gladiadores.
-De lo único que va a morir hoy alguien es de aburrimiento -dijo Cham-. No nos hemos equivocado de plazo, ¿verdad?
-No -le cortó la voz de Fett-. No nos hemos equivocado. Tiene que estar a punto de llegar.
Beviin dio potencia a sus impulsores.
-Iré a explorar un poco.
El Gladiador giró 180 grados y se alejó del núcleo haciendo un rizo antes de volver con otro giro cerrado. No era aburrimiento, aunque nada estaba ocurriendo. Los otros podrían no decirlo, pero todos estaban teniendo ese momento de duda cuando pensabas en lo poco que sabías acerca de tu tliente, y -más concretamente- en lo poco que sabías acerca de la situación en la que tu cliente te iba a meter. El encuentro era sólo para tener una reunión informativa. Ese era el asunto: no una batalla, sin visibilidad o enemigo desconocido, sino una reunión informativa, de modo que luego podrían reagruparse con su nuevo servicio de inteligencia y prepararse adecuadamente. Si aceptabas el trabajo de un mercenario, razonaba Beviin, aceptabas que a veces los clientes te pusieran en su lista de quien-necesita-saber por debajo de sus tropas habituales.
Sí, adoptaría a Duina. Medrit estaría de acuerdo.
Pero no haría falta llegar a eso. Beviin regresó a la formación por la misma ruta que había tomado, comprobando sus escaneos de largo alcance en busca de objetos en movimiento o vehículos saliendo del hiperespacio.
Gai bal manda: como todas las ceremonias mandalorianas, era breve y directa a la cuestión. Nadie tenía tiempo, paciencia o créditos que perder en celebraciones pomposas. Termina con el asunto, y espera seguir vivo para disfrutar de unas botellas de narcoleto o ne'tra más adelante...
El sensor de proximidad sonó, y Beviin desplazó su atención desde su HUD hacia el parabrisas transparente del Gladiador.
Siempre prefería la confirmación visual. Por un momento pensó que el escáner se había equivocado, porque la nave desconocida -y tenía que ser una nave, dada la velocidad a la que se estaba moviendo- estaba mostrando un perfil más parecido al de un asteroide, lecturas de una masa de mineral; y era grande, bastante más de mil metros de largo, quizá dos mil. Pero esto no era un cinturón de asteroides. Shab, necesito volver a calibrar los instrumentos del Glad'. Su bolsillo iba a tener que sangrar algunos de sus recién ganados créditos.
Parecía que la nave se encontraba a su popa, y no confiaba en su escáner para librarse del problema. Inclinándose a estribor con un rápido acelerón, consiguió realizar un amplio arco para tener contacto visual con lo que fuera que tuviera a la cola.
Y allí, a la vista, había un gran objeto. Esa casi era la mejor descripción que podía conseguir.
Lo que veía no tenía sentido. Brillaba en los lugares donde era iluminado por la dura luz blanca de las estrellas y... no, no era un asteroide después de todo. La forma era más regular y ovalada que los habituales pedazos de roca dentados, y no rotaba o giraba como solían hacerlo los grandes, pero... Oh, no, esto no está pasando.
Como una especie de visión fuera de contexto, Beviin sintió por una fracción de segundo una ilusión totalmente ilógica: su cerebro le decía "explosión, escombros, agárrate para el impacto". Casi se agachó antes de darse cuenta de que el inmenso trozo de roca estaba siguiendo un curso con la misma decisión de una nave de guerra. Casi sin pensar, pasó su visor a aumento máximo y vio una roca gris surcada de arrugas con bandas inusualmente regulares de material brillante con aspecto de mineral ígneo o tectita. Arrastrándose desde sus extremos, casi como los tentáculos de un vaban de río helado, había formaciones con forma de rama de brillante color escarlata o azul, algunas con afiladas cápsulas con forma de saco pegadas a ellas.
Las cápsulas parecían tener más o menos el tamaño de un ala-X.
Beviin activó el comunicador de su casco.
-Mand'alor -dijo-. ¿Puedes enlazar con mi circuito de vídeo?
-Puedo verlo bien desde aquí. -La voz de Boba Fett estaba completamente tranquila-. De hecho, puedo ver más de esas...
-Están navegando. -Esta vez era la voz de Briika la que sonaba por el comunicador-. Todos sus cascos y sistemas estaban enlazados para compartir datos-. Es una flota.
-Ya hemos visto flotas antes.
-No como ésta, Mand'alor.
-No sabemos si es hostil o sólo cargueros que van de paso... -Beviin, haciendo lo que toda su vida había sido entrenado para hacer sin rechistar ni hacer preguntas, volvió a la formación con los otros cazas para flanquear al Esclavo I-. Pero esto no aparece en mi Gran Libro de los Mandos de Naves de Guerra Amistosas, de modo que no dejemos que nos pillen con los kut'ike bajados, ¿vale?
Una formación de combate habitualmente eran cuatro Gladiadores enlazados con un Perseguidor, pero este variopinto escuadrón encajaba bien, automáticamente y sin necesidad de palabras. Beviin vio los iconos de las armas de sus camaradas iluminándose casi simultáneamente en su HUD. El Esclavo I ya tenía los misiles, los cañones y los torpedos apuntado a la nave de vanguardia. No, Fett tampoco se dejaría pillar con los pantalones bajados.
Las otras naves asteroide eran ahora visibles, en fila india, tanto en el escáner como en el rango visual. Una se desvió a babor, rompiendo la línea, dirigiéndose hacia el escuadrón mandaloriano.
-Quietos -dijo Fett-. Esperad a que podamos verles el blanco de los ojos...
El resoplido de Cham fue audible.
-Más vale que tengan ojos.
La nave líder -si eso era lo que era- tendría una longitud como de un extremo de la granja de Beviin al otro. Era monstruosa en todos los sentidos de la palabra, y aún peor por ser francamente irreconocible como nave. La señal de audio de su casco crepitó cuando Fett comenzó a transmitir.
-Naves no identificadas, aquí el Esclavo I. -Fett debería estar ansioso, pensó Beviin, pero nunca había muestras de ello en su voz. Tal vez una vez que sobrevivías al Sarlacc, nada volvía nunca a asustarte de verdad-. No tengo señal de transpondedor para ustedes. Identifíquense.
Hubo un silencio con un ligero siseo, y Beviin de algún modo esperaba que no iba a pasar nada más. ¿Cuál respondería? Su atención oscilaba entre el escáner de su cabina y el vacío fuera de su cabina, ambos ahora llenos de objetivos que solamente podían ser una flota de naves. Ningún fenómeno natural se comportaba de forma tan precisa. Tensó los dedos alrededor de su palanca de control y hacía pasar su pulgar por el botón con forma de bola que dispararía uno de sus cuatro cañones o todos a la vez. Si podían hacer algo más que un rasguño a esa flota... bueno, haría todo lo que pudiera.
¿Por qué estoy asumiendo automáticamente que son hostiles?
¿Por qué no llamé a casa y hablé con Medrit cuando tuve la ocasión?
Sabía que no iba a morir mientras dormía, pero así no es como pensaba que sería.
Perdió la cuenta de los monstruos que había ya. La pantalla de su escáner estaba tan llena de puntos de luz etiquetados como NO IDENTIFICADO, que ya no podía poner ni un alfiler entre ellos. El vacío del espacio al otro lado de la cabina de transpariacero estaba punteado con estrellas de luz reflejada, como si hubiera llegado de repente una nueva galaxia.
La nube de objetos -de naves- llevaba rumbo a Belkadan.
-Mandalorianos -dijo una voz familiar a través del comunicador-. Venimos para liberaros a vosotros y a toda vuestra galaxia de la herejía de la tecnología y enseñaros el respeto a los Grandes.
-Udelen... -dijo Beviin.
-Soy Nom Anor, Ejecutor, y lo que veis es la vanguardia de la flota yuuzhan vong. Nos ha costado décadas llegar hasta aquí, y ahora vuestra galaxia será reformada. Transformada.
Beviin escuchó la sutil respiración de Fett. Viniendo de él, eso era un jadeo de asombro.
-Creo que cierta gente podría querer discutir eso antes. -Las armas de Fett seguían apuntando-. Dependiendo de a qué os estéis refiriendo por “reformada”.
-Podrías llamar a esto una invasión. Y vosotros tenéis el privilegio de estar entre los primeros infieles que atestigüen nuestra llegada.
Beviin esperó durante un gélido segundo, inseguro entre abrir fuego o esperar las órdenes de Fett. Sí. Realmente era una nueva galaxia que había venido de visita. Se esforzó por asimilarlo. En el comunicador abierto, eran audibles las respiraciones de todos, y sonaban urgentes, difíciles... asustadas.
-Fett, sigue estas coordenadas y entra en mi nave. Te mostraremos el futuro de vuestra galaxia, y el papel que jugaréis para conseguir esta transformación tan necesaria.
La respuesta de Fett normalmente habría sido una andanada de cañón iónico bien apuntada y una rápida huida. Nada había cambiado ni aumentado en la pantalla compartida del HUD. Beviin le escuchó tragar saliva antes de responder.
-Entonces, dejaré a mis tropas esperando que regrese a salvo.
-Estoy de acuerdo en que no hace falta que entren todos. Y tú responderás por ellos.
-Dado el tamaño de tu flota, ¿qué podrían hacer de todas formas un puñado de naves pequeñas?
-Mand'alor, te escoltaré -interrumpió Beviin. No llegó a planearlo ni pensarlo. Simplemente se oyó a sí mismo reaccionar-. Nos unimos con el Mandalore. Así es como sobrevivimos. Te seguiré dentro.
-Cuando averigüe qué significa “dentro” -dijo Fett-, entonces hazlo.
Beviin bajó la energía de sus armas e inclinó su Gladiador para colocarse detrás del Esclavo I mientras la nave avanzaba hacia la nave de guerra con forma de roca guante y estriada.
-Ke'pare -susurró en el comunicador. Fett no hablaba Mando'a, pero tampoco lo hacían esos yuuzhan-lo-que-sea-que-fuesen. Casi ningún aruetii lo hacía-. Ke baslana meh mhi Kyrayc.
Esperad, y salid de aquí si no lo volvemos.
Sabían qué hacer, y cuándo hacerlo. Todos ellos lo tenían bien grabado en el cerebro por su entrenamiento.
El asteroide gris se convirtió en una montaña que llenó su campo de visión conforme seguía al Esclavo I a una distancia prudencial de sus toberas hacia la apertura con forma de boca de la nave de guerra.
-Oya -respondió Suvar. A por ellos. Y mantente con vida. Una palabra curiosa, oya. Se adaptaba a cualquier situación. Oya. Beviin la abrazó buscando en ella coraje. Tenía la sensación de que aún no había visto nada.

Boba Fett: Un hombre práctico (IV)

Nom Anor: informe de inteligencia al Prefecto Da'Gara de la flota yuuzhan vong. Tiempo para la invasión: ocho semanas estándar. 25 aDBY en el calendario de los infieles.

Los mandalorianos parecen estar perfectamente capacitados para la infiltración, la recuperación, el asesinato y el sabotaje. En el año que llevo usándolos, han demostrado ser eficaces. Su escaso número los hace inservibles como ejército, aunque podrían resultar ser una excelente división de esclavos en el futuro.
Goran Beviin hizo un trabajo eficiente eliminando a B'Leph, y aún está teniendo lugar una guerra civil. Ha reclutado camaradas igualmente eficientes: incluso sus niños son luchadores salvajes.
Cuando hablé con su líder, al que llaman Mandalore -Boba Fett-, temí por un instante que pudiera desear más respuestas de las que yo podía darle. Pero el tipo de desestabilizaciones y ejecuciones en las que tanto destacan son cosas normales, cotidianas en esta corrupta galaxia; no tiene razones para preguntar por qué le pido a su pueblo las cosas que les pido.
Ha visto y luchado otras guerras antes. Como yo, es realista. Un hombre práctico. Casi estoy ansioso por conocerlo en persona.
Mandalore ya está en mi lista de mundos que serán más difíciles de conquistar.


Keldabe. capital de Mandalore: afueras de la ciudad.

Keldabe tenía el aspecto de un complejo de fábricas venido a menos que alguien había arrojado a un bosque y abandonado porque suponía demasiados problemas disponer de ello adecuadamente.
Ni siquiera he vivido aquí nunca. Y yo soy el líder de la nación.
Fett pilotó el Esclavo I a escasa altura sobre las selvas de Mandalore a cuarenta y cinco grados al norte del ecuador y se recordó que al menos era un planeta fácil de defender si las circunstancias obligaban a ello. La población residente rondaba en torno a unos modestos cuatro millones; Coruscant tenía pequeños vecindarios con más habitantes que eso. Como Concord Dawn y el resto del sector, esto era terreno fronterizo, sólo junglas, bosques, desiertos y llanuras en las que los granjeros causaban poco impacto. En términos galácticos, era una pequeña ciudad que los extranjeros tomaban por un mundo.
Eso encaja. Unos pocos mandalorianos forman un ejército, después de todo.
El comunicador de la consola trinó.
-Mand'alor, la nave de Udelen acaba de aterrizar en el espaciopuerto.
-Le seguiré enseguida -dijo Fett-. No le perdáis de vista mientras tanto.
-No le perdemos de vista a nadie.
El Esclavo I podía volar por sí mismo, pero Keldabe era un lugar en el que incluso un piloto novato podría volar sin aparatos. Era -en términos básicos- una gran colina fortificada rodeada por un meandro del río Kelita y, más allá de eso, bosques moteados con asentamientos. La extensión de los edificios que componían MandalMotors era el rasgo más grande del paisaje, y si Fett usaba la torre de cien metros de alto de la planta como señal de tránsito navigacional con el mástil de comunicaciones del espaciopuerto, podría alinearse y bajar limpiamente hacia la pista de aterrizaje.
Mandalore era MandalMotors, miles de pequeños talleres de ingeniería, granjas de subsistencia, extracción de mineral, y un horrible montón de árboles... y eso era todo. Sin los depósitos de beskar, el inigualable hierro mandaloriano, no había nada remarcable en ese lugar excepto la gente. Y el beskar había sido largamente esquilmado por el Imperio.
Tal vez si estuvieran más organizados formalmente... no, Fett rechazó ese pensamiento. Los Mandos estaban todo lo organizados que hacía falta para sobrevivir.
Y, al ser Mandos, tampoco disponían una alfombra roja y una banda para recibir a su líder. Fett posó el Esclavo I sobre sus pies de aterrizaje en una bahía designada como cualquier otra persona, y caminó por la pista.
Abrió una comunicación con la torre.
-¿Qué nave?
-La azul que parece un T-77. -Hubo una pausa, como si el portavoz de la sala de control se hubiera inclinado fuera del alcance del micro para consultar a otra persona-. Hay un lanzagranadas apuntándole, ret'lini... por si acaso.
Fett no se sintió ofendido porque alguien pudiera pensar que necesitaba apoyo. Nunca necesitaba que nadie le cubriese las espaldas, pero los mandalorianos siempre tenían un plan B “por si acaso”.
Casi era como un reflejo, del tipo que se encuentra integrado en una sociedad militarizada.
Fett pensó que se trataba de una cortés precaución, aunque no la precisase. Activó el panel de armamento del Esclavo I a través del enlace de su casco, calculó las coordenadas de la nave de Udelen, y dejó que su nave hiciera el resto. El icono en su HUD le dijo que el cañón láser de babor había girado hacia delante para quedarse apuntando al deslizador aéreo azul. Su mochila-cohete estaba preparada para una acción evasiva. Por si acaso también estaba profundamente integrado en Fett.
Quedó de pie frente a la nave a una distancia sensata y esperó a que su cliente potencial descendiera la rampa.
-No había esperado que Mandalore fuera tan... inexplotado -dijo Udelen-. De algún modo pensaba que estaría más industrializado. Incluso tienen algunas viviendas en los árboles.
-Tenemos todo tipo de viviendas -dijo Fett. ¿Qué es, un turista?-. Algunos lugareños siguen prefiriendo los árboles al nivel del suelo.
-¿Quién dirige el gobierno? ¿Quiénes son los administradores?
¿Por qué te interesa?
-A los mandalorianos nos gustan las cosas informales y amistosas. ¿De qué quiere hablar?
Udelen se detuvo durante una fracción de segundo, tan disimuladamente que Fett casi no lo percibió. Tal vez no le guste que haya rechazado sus preguntas. Se recuperó instantáneamente.
-He venido a decirle que su gente puede prepararse para estar ocupada en los próximos meses. Se acerca una guerra.
-Debe usted ser nuevo en esta galaxia -dijo Fett, sin el menor asomo de sorpresa-. Siempre hay una guerra teniendo lugar en alguna parte, siempre la ha habido, siempre la habrá. Por eso los mandalorianos nunca han estado sin trabajo.
-Podría aumentar de escala.
-¿Eso afectaría al sector de Mandalore?
Udelen hizo una pausa, y a Fett no le gustó su expresión de súbita satisfacción.
-Podemos esperar que no sea así.
No me vengas con juegos mentales. Reconozco el chantaje cuando lo oigo.
-Más vale que quien sea que esté pensando en luchar aquí también lo espere así
Fett no pensaba que Udelen fuese tan feo como Beviin se lo había descrito; no obstante, de él provenía un olor débil pero característico. A Fett le recordaba la espuma de las olas del mar levantada por las tormentas de Kamino en su infancia. Los olores siempre tenían el poder de hacerte recordar.
-Asumo por tanto que nuestro acuerdo se extiende al trabajo de mercenarios -dijo Udelen-. A la tarifa habitual.
-No todos los mandalorianos son mercenarios. Eligen el trabajo que realizan.
-Entonces pediré que usted y unos cuantos soldados de su elección esperen para un encuentro dentro de dos semanas.
-Será mejor que me diga qué podemos esperarnos, para que podamos llevar las herramientas adecuadas para el trabajo. -Yo no soy tu ejército, amigo. Soy mi propio jefe-. Nos reservamos el derecho a declinar su oferta, como siempre.
-No me ha preguntado quienes serán los combatientes.
-No me lo iba a decir.
-Cierto.
-Entonces asumiré lo peor.
Udelen casi sonrió. A Fett tampoco le gustó eso. Aunque los créditos siguieran llegando, decidió mantener una mentalidad abierta hacia la generosidad de su cliente.
El núcleo de cazarrecompensas y soldados mandalorianos que Udelen parecía preferir para sus actividades estaba teniendo una buena situación financiera. Eso estaba bien... siempre y cuando Udelen comprendiese que la legendaria disciplina mandaloriana no era obediencia ciega. Hasta un Mandalore debía comprender eso.
Fett observó cómo el deslizador aéreo despegaba y desactivó el cañón del Esclavo I a través del enlace de su casco.
Pero sabía que la torre de control del espaciopuerto lo seguiría hasta que abandonase la órbita de Mandalore. Por si acaso.