Rendra estaba sentada en la
cabina del Zoda, activando los
sistemas de la nave para poder despegar tan pronto como Nopul y los otros
llegasen... si es que llegaban. No le quedaba mucho margen de maniobra, pero
ella no iba a dejarles atrás.
Un golpeteo hueco resonó desde la
esclusa. Tomó su bláster, que había dejado frente a ella sobre el ordenador de
navegación, y se dirigió a la esclusa.
-Soy yo... entrar –dijo una voz
en el sistema de comunicaciones entre estallidos de estática-. Deprisa, no...
aguantar más.
Rendra pulsó el mecanismo de
apertura, y la esclusa se abrió con un siseo. Nopul saltó al interior antes de
que se hubiera abierto por completo.
-¡Ciérrala! –fue la primera
palabra que salió de su boca.
-¿Qué pasa con los demás?
Nopul la miró de forma más penetrante
de lo que a ella le hubiera gustado, y entonces se encogió de hombros.
Ella golpeó con el puño los
controles de la esclusa, y los servomotores soltaron su susurro hidráulico
conforme la compuerta se cerraba. Rendra se dirigió de vuelta a la cabina.
Sus manos estuvieron bailando
sobre la consola antes incluso de tomar asiento. Tras hacer varios ajustes, se
encajó sobre los oídos los auriculares de comunicaciones.
-Bueno, nos has metido en un buen
lío, pero tengo que admitir –dijo Nopul mientras ocupaba el asiento del
copiloto- que tomaste la decisión correcta.
Ella continuó preparando el
despegue durante un instante antes de volverse hacia él.
-No estés demasiado orgulloso.
Nunca tuve la oportunidad real de tomar ninguna decisión.
-¿Qué?
-No disparé... pero no porque
tuviera una epifanía moral. Todo el asunto era un montaje. No disparé porque me
di cuenta de que estábamos siendo manipulados.
Nopul no dijo nada y su expresión
no traicionó en absoluto sus pensamientos. De todas formas, Rendra no tenía
tiempo para enfrentarse a sus pensamientos al respecto, así que volvió a sus
rutinas de inicio.
-¿No irás a dejarles aquí, no?
–dijo él finalmente.
-¿Qué quieres que haga? ¿Que me
acerque a los agentes de seguridad y les diga “Esos son mis mercenarios. Por
favor, déjenles ir. Sólo estaban siguiendo mis órdenes.”? Eso nos mandaría a todos al centro de detención.
Nopul se la quedó mirando cómo si
la estuviera observando por primera vez. Ella sintió su mirada sobre ella como
si fuera gas tibanna cargado, devorándole el alma. Nunca le había visto lanzar
una mirada acusadora semejante... a nadie.
Y la primera iba dirigida
precisamente a ella. ¿Cómo se atrevía...?
Algo en la expresión de Nopul
hizo que detuviera su frase de silencioso desafío. No era acusación lo que asomaba
en su rostro. Era sorpresa. Completo asombro.
La misma expresión que su padre
había tenido cuando le anunció que iba a abandonar su hogar, y, aún más
importante, a él. Sólo más tarde se dio cuenta de que sus palabras le habían
dejado devastado, incapaz de hablar. Lo que había interpretado como silenciosa
aceptación era en realidad completa conmoción.
Sus manos se deslizaron de la
consola a su regazo. Cuando estaba abandonando el Coliseo, no quería otra cosa
que rescatar a sus compañeros y hacer que Svale pagase por su traición. Pero
una vez que llegó al Zoda, la parte
más lógica de su mente había tomado el control. Sólo ahora se daba cuenta de
que estaba actuando exactamente igual que había hecho Svale, traicionando a
aquellos que habían confiado en ella.
Lentamente se volvió hacia Nopul,
que se encontraba ahora mirando por el parabrisas delantero. Tenía mucho que
decirle, pero sus pensamientos se apelotonaban de forma que no podía formar ni
una sola palabra. Sentía que las emociones nadaban en su pecho, amenazando con
subirle por la garganta y explotar en su cabeza. Sólo mediante fuerza de
voluntad fue capaz de mantenerlas a raya. Sin mirar, tecleó en el ordenador,
apagando los motores.
Nopul se la quedó mirando, con
una pizca de esperanza asomando a través del dolor y la rabia.
Ella le miró a los ojos.
-No vamos a irnos sin Vakir y
Oro.
El rostro de Nopul mostró una
amplia sonrisa, desde la frente a la barbilla. Si Rendra no lo hubiera visto,
no lo hubiera creído posible.
-¿Cómo? –fue todo lo que él pudo
decir.
-Aún no he llegado a pensar en
eso.
En ese instante, un breve zumbido
precedió la aparición del droide de espionaje en la entrada de la cabina.
-Pero se me está empezando a
ocurrir una idea...
***
Oro tocó suavemente los barrotes
de su celda, obteniendo una sacudida de descargas eléctricas que saltaron desde
el duracero a sus dedos quemados.
-¡Aah!
Vakir meneó la cabeza.
-¿Qué estás haciendo, cabeza de
nerf?
-Tratar de liberarme. ¿Qué haces
tú para ayudar?
-Bueno, no malgasto el tiempo
comprobando cada cinco minutos si los barrotes siguen electrificados.
-Podrían apagarse.
Vakir soltó una risita
sarcástica.
-Si te hace sentir mejor, puedes
seguir pensando eso. Pero es casi tan probable como que aparezca Maex a
rescatarnos.
Un ruido metálico en el pasillo
atrajo su atención. Pero el origen del ruido estaba más allá del alcance de su
vista. Un momento después escucharon el suave sonido de unos pasos acercándose
a ellos.
Y de pronto Rendra apareció ante
su vista, sorprendiéndoles a ambos.
Se llevó un dedo enguantado a los
labios, y luego extrajo una ganzúa de su bolsillo. Mientras insertaba la fina
varilla en la estrecha cerradura de la puerta de la celda, otra figura flotó
tras ella.
Vakir la reconoció como el droide
de espionaje que se había colado de polizón a bordo del Zoda... salvo que ahora estaba equipado con cepillos de todas las
formas y tamaños. El droide flotó hacia el fondo del bloque de celdas,
quedándose finalmente inmóvil en una esquina oscura.
-¿Pero qué...?
Rendra le hizo callar y luego
volvió a su tarea. Para Vakir, todo el proceso parecía estar tomando una
cantidad desorbitada de tiempo, pero tal vez, decidió, puede que sólo fueran
sus nervios alterados. Volvió la mirada para ver a Oro sonriendo como un
idiota, y necesitó toda su fuerza de voluntad para evitar darle una bofetada en
la cara.
Y entonces todos se quedaron
inmóviles. Voces. Al fondo del pasillo.
Rendra sacudió su ganzúa; se
negaba a salir de la cerradura. Miró por el pasillo, más allá de donde Vakir
podía ver, y luego tiró de la ganzúa con todas sus fuerzas, liberándola con un
fuerte sonido chirriante.
-Maex –dijo una voz, cuyo
propietario permaneció fuera de la vista de Vakir. Siguiendo la mirada de
Rendra, pudo suponer que, fuera quien fuese, estaba acercándose a ella.
El ministro Pon Svale apareció
ante su vista.
-Gracias por entregarte. Pensé
que podrías intentar algo así de estúpido. Después de todo, caíste
completamente en mi pequeño juego.
Rendra asumió una postura
despreocupada.
-Tengo que admitirlo, Svale. Me
pillaste. Jugaste con mis miedos y mi ética, sabiendo desde el principio que
estaría demasiado preocupada con ambas cosas para darme cuenta de lo que
estabas haciendo.
Svale soltó una risita
complacida.
-No soy brillante, pero soy
concienzudo.
-Lo que no comprendo es por qué
te tomaste tantas molestias.
-Por favor, Maex, te he estudiado
el tiempo suficiente para saber que no eres tan incompetente.
-Bueno, francamente, estoy
comenzando a creer que estás loco.
El comentario no le sentó bien a
Svale. Su fina sonrisa se convirtió rápidamente en una mueca.
-No sé lo que estás intentando
hacer, pero si crees que vas a poder salir de esta, eres tú quien está loca.
Estás a una docena de metros bajo la superficie, rodeada por todos lados por
miles de soldados que me son leales. No sé cómo has entrado aquí, pero sí que
sé cómo vas a salir.
Rendra no dijo nada. Tampoco
Vakir ni Oro. Pero Svale continuó.
-Ahora que habéis completado
vuestra misión, he sido nombrado Primer Ministro de Defensa, respondiendo sólo
ante el propio Uli. Fui yo quien le recomendó que llevase un escudo personal,
pese a que él pensaba que era algo políticamente incorrecto. Pero gracias a ese
atentado contra su vida, cortesía de un servidor, he podido demostrarle que se
equivocaba.
Extrajo un pequeño dispositivo de
su bolsillo delantero y pulsó una de sus protuberancias. La celda frente a la
de Vakir y Oro se abrió, y Svale indicó a Rendra que entrase.
Ella no se movió de su sitio.
-Por favor, no lo compliques aún
más de lo que ya está. –Y diciendo eso extrajo un bláster de su cintura.
Ella finalmente obedeció,
entrando en la celda con una expresión de derrota en su rostro.
-Haced las paces con vuestros
creadores. Seréis ejecutados mañana después de vuestro juicio. –Svale lanzó una
última mirada a los alienígenas y luego se marchó por el pasillo.
El droide de espionaje salió
flotando de su escondite.
-Ha funcionado –susurró Rendra-.
Ahora vuelve a la nave. De ahora en adelante es Nopul quien tiene que
encargarse.
Vakir y Oro se miraron el uno al
otro, pero ninguno de ellos parecía comprender nada de lo que acababa de
ocurrir ante ellos.
-No os preocupéis –dijo Rendra
desde el otro lado mientras el droide se marchaba flotando fuera de su vista-.
Os lo explicaré luego. Si las habilidades de pirateo de Nopul son tan buenas
como dice, deberíamos tener al menos una ligera oportunidad de salir de esta.
Vakir no sabía cómo estaba
recibiendo Oro la noticia, pero para él eso no sonaba tan prometedor como le
hubiera gustado.
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