lunes, 9 de diciembre de 2013

Crédito denegado (V)


Rendra estaba sentada en la cabina del Zoda, activando los sistemas de la nave para poder despegar tan pronto como Nopul y los otros llegasen... si es que llegaban. No le quedaba mucho margen de maniobra, pero ella no iba a dejarles atrás.
Un golpeteo hueco resonó desde la esclusa. Tomó su bláster, que había dejado frente a ella sobre el ordenador de navegación, y se dirigió a la esclusa.
-Soy yo... entrar –dijo una voz en el sistema de comunicaciones entre estallidos de estática-. Deprisa, no... aguantar más.
Rendra pulsó el mecanismo de apertura, y la esclusa se abrió con un siseo. Nopul saltó al interior antes de que se hubiera abierto por completo.
-¡Ciérrala! –fue la primera palabra que salió de su boca.
-¿Qué pasa con los demás?
Nopul la miró de forma más penetrante de lo que a ella le hubiera gustado, y entonces se encogió de hombros.
Ella golpeó con el puño los controles de la esclusa, y los servomotores soltaron su susurro hidráulico conforme la compuerta se cerraba. Rendra se dirigió de vuelta a la cabina.
Sus manos estuvieron bailando sobre la consola antes incluso de tomar asiento. Tras hacer varios ajustes, se encajó sobre los oídos los auriculares de comunicaciones.
-Bueno, nos has metido en un buen lío, pero tengo que admitir –dijo Nopul mientras ocupaba el asiento del copiloto- que tomaste la decisión correcta.
Ella continuó preparando el despegue durante un instante antes de volverse hacia él.
-No estés demasiado orgulloso. Nunca tuve la oportunidad real de tomar ninguna decisión.
-¿Qué?
-No disparé... pero no porque tuviera una epifanía moral. Todo el asunto era un montaje. No disparé porque me di cuenta de que estábamos siendo manipulados.
Nopul no dijo nada y su expresión no traicionó en absoluto sus pensamientos. De todas formas, Rendra no tenía tiempo para enfrentarse a sus pensamientos al respecto, así que volvió a sus rutinas de inicio.
-¿No irás a dejarles aquí, no? –dijo él finalmente.
-¿Qué quieres que haga? ¿Que me acerque a los agentes de seguridad y les diga “Esos son mis mercenarios. Por favor, déjenles ir. Sólo estaban siguiendo mis órdenes.”? Eso nos mandaría a todos al centro de detención.
Nopul se la quedó mirando cómo si la estuviera observando por primera vez. Ella sintió su mirada sobre ella como si fuera gas tibanna cargado, devorándole el alma. Nunca le había visto lanzar una mirada acusadora semejante... a nadie.
Y la primera iba dirigida precisamente a ella. ¿Cómo se atrevía...?
Algo en la expresión de Nopul hizo que detuviera su frase de silencioso desafío. No era acusación lo que asomaba en su rostro. Era sorpresa. Completo asombro.
La misma expresión que su padre había tenido cuando le anunció que iba a abandonar su hogar, y, aún más importante, a él. Sólo más tarde se dio cuenta de que sus palabras le habían dejado devastado, incapaz de hablar. Lo que había interpretado como silenciosa aceptación era en realidad completa conmoción.
Sus manos se deslizaron de la consola a su regazo. Cuando estaba abandonando el Coliseo, no quería otra cosa que rescatar a sus compañeros y hacer que Svale pagase por su traición. Pero una vez que llegó al Zoda, la parte más lógica de su mente había tomado el control. Sólo ahora se daba cuenta de que estaba actuando exactamente igual que había hecho Svale, traicionando a aquellos que habían confiado en ella.
Lentamente se volvió hacia Nopul, que se encontraba ahora mirando por el parabrisas delantero. Tenía mucho que decirle, pero sus pensamientos se apelotonaban de forma que no podía formar ni una sola palabra. Sentía que las emociones nadaban en su pecho, amenazando con subirle por la garganta y explotar en su cabeza. Sólo mediante fuerza de voluntad fue capaz de mantenerlas a raya. Sin mirar, tecleó en el ordenador, apagando los motores.
Nopul se la quedó mirando, con una pizca de esperanza asomando a través del dolor y la rabia.
Ella le miró a los ojos.
-No vamos a irnos sin Vakir y Oro.
El rostro de Nopul mostró una amplia sonrisa, desde la frente a la barbilla. Si Rendra no lo hubiera visto, no lo hubiera creído posible.
-¿Cómo? –fue todo lo que él pudo decir.
-Aún no he llegado a pensar en eso.
En ese instante, un breve zumbido precedió la aparición del droide de espionaje en la entrada de la cabina.
-Pero se me está empezando a ocurrir una idea...

***

Oro tocó suavemente los barrotes de su celda, obteniendo una sacudida de descargas eléctricas que saltaron desde el duracero a sus dedos quemados.
-¡Aah!
Vakir meneó la cabeza.
-¿Qué estás haciendo, cabeza de nerf?
-Tratar de liberarme. ¿Qué haces tú para ayudar?
-Bueno, no malgasto el tiempo comprobando cada cinco minutos si los barrotes siguen electrificados.
-Podrían apagarse.
Vakir soltó una risita sarcástica.
-Si te hace sentir mejor, puedes seguir pensando eso. Pero es casi tan probable como que aparezca Maex a rescatarnos.
Un ruido metálico en el pasillo atrajo su atención. Pero el origen del ruido estaba más allá del alcance de su vista. Un momento después escucharon el suave sonido de unos pasos acercándose a ellos.
Y de pronto Rendra apareció ante su vista, sorprendiéndoles a ambos.
Se llevó un dedo enguantado a los labios, y luego extrajo una ganzúa de su bolsillo. Mientras insertaba la fina varilla en la estrecha cerradura de la puerta de la celda, otra figura flotó tras ella.
Vakir la reconoció como el droide de espionaje que se había colado de polizón a bordo del Zoda... salvo que ahora estaba equipado con cepillos de todas las formas y tamaños. El droide flotó hacia el fondo del bloque de celdas, quedándose finalmente inmóvil en una esquina oscura.
-¿Pero qué...?
Rendra le hizo callar y luego volvió a su tarea. Para Vakir, todo el proceso parecía estar tomando una cantidad desorbitada de tiempo, pero tal vez, decidió, puede que sólo fueran sus nervios alterados. Volvió la mirada para ver a Oro sonriendo como un idiota, y necesitó toda su fuerza de voluntad para evitar darle una bofetada en la cara.
Y entonces todos se quedaron inmóviles. Voces. Al fondo del pasillo.
Rendra sacudió su ganzúa; se negaba a salir de la cerradura. Miró por el pasillo, más allá de donde Vakir podía ver, y luego tiró de la ganzúa con todas sus fuerzas, liberándola con un fuerte sonido chirriante.
-Maex –dijo una voz, cuyo propietario permaneció fuera de la vista de Vakir. Siguiendo la mirada de Rendra, pudo suponer que, fuera quien fuese, estaba acercándose a ella.
El ministro Pon Svale apareció ante su vista.
-Gracias por entregarte. Pensé que podrías intentar algo así de estúpido. Después de todo, caíste completamente en mi pequeño juego.
Rendra asumió una postura despreocupada.
-Tengo que admitirlo, Svale. Me pillaste. Jugaste con mis miedos y mi ética, sabiendo desde el principio que estaría demasiado preocupada con ambas cosas para darme cuenta de lo que estabas haciendo.
Svale soltó una risita complacida.
-No soy brillante, pero soy concienzudo.
-Lo que no comprendo es por qué te tomaste tantas molestias.
-Por favor, Maex, te he estudiado el tiempo suficiente para saber que no eres tan incompetente.
-Bueno, francamente, estoy comenzando a creer que estás loco.
El comentario no le sentó bien a Svale. Su fina sonrisa se convirtió rápidamente en una mueca.
-No sé lo que estás intentando hacer, pero si crees que vas a poder salir de esta, eres tú quien está loca. Estás a una docena de metros bajo la superficie, rodeada por todos lados por miles de soldados que me son leales. No sé cómo has entrado aquí, pero sí que sé cómo vas a salir.
Rendra no dijo nada. Tampoco Vakir ni Oro. Pero Svale continuó.
-Ahora que habéis completado vuestra misión, he sido nombrado Primer Ministro de Defensa, respondiendo sólo ante el propio Uli. Fui yo quien le recomendó que llevase un escudo personal, pese a que él pensaba que era algo políticamente incorrecto. Pero gracias a ese atentado contra su vida, cortesía de un servidor, he podido demostrarle que se equivocaba.
Extrajo un pequeño dispositivo de su bolsillo delantero y pulsó una de sus protuberancias. La celda frente a la de Vakir y Oro se abrió, y Svale indicó a Rendra que entrase.
Ella no se movió de su sitio.
-Por favor, no lo compliques aún más de lo que ya está. –Y diciendo eso extrajo un bláster de su cintura.
Ella finalmente obedeció, entrando en la celda con una expresión de derrota en su rostro.
-Haced las paces con vuestros creadores. Seréis ejecutados mañana después de vuestro juicio. –Svale lanzó una última mirada a los alienígenas y luego se marchó por el pasillo.
El droide de espionaje salió flotando de su escondite.
-Ha funcionado –susurró Rendra-. Ahora vuelve a la nave. De ahora en adelante es Nopul quien tiene que encargarse.
Vakir y Oro se miraron el uno al otro, pero ninguno de ellos parecía comprender nada de lo que acababa de ocurrir ante ellos.
-No os preocupéis –dijo Rendra desde el otro lado mientras el droide se marchaba flotando fuera de su vista-. Os lo explicaré luego. Si las habilidades de pirateo de Nopul son tan buenas como dice, deberíamos tener al menos una ligera oportunidad de salir de esta.
Vakir no sabía cómo estaba recibiendo Oro la noticia, pero para él eso no sonaba tan prometedor como le hubiera gustado.

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