-¿Acomodándose para la noche, señor?
El droide explorador dio la vuelta al cartel de
“cerrado” en la tienda de Amalk y echó un vistazo a su alrededor para
asegurarse de que todo estaba seguro. La única luz del interior estaba sobre
una mesa de trabajo donde había desplegadas cuidadosamente varias herramientas.
La mayor parte de los droides se habían apagado. Unos pocos estaban en la
habitación trasera tomando un baño de aceite y observando a las unidades R2
reunidas alrededor del tablero de juego holográfico.
-No. Esta noche voy a quedarme hasta tarde
trabajando.
-¿En los astromecánicos de los jawas?
Amalk negó con la cabeza.
-A ellos les tocará mañana. Estoy más interesado en
el droide de protocolo de una pierna.
-Un diseño elegante, señor. Nada que yo haya visto
antes, y he visto unos cuantos pasando por su tienda. Puede que sea un modelo
muy nuevo, o un diseño único realizado especialmente por encargo. Mmmm. Supongo
que también podría ser uno muy viejo, una antigüedad que haya sido mantenida en
buen estado. –El explorador ladeó la cabeza-. Excepto por la pierna que falta,
por supuesto.
-Tendré que usar esa –dijo Amalk señalando una
pierna color gris oliváceo que colgaba detrás del mostrador-. Al menos hasta
que pueda conseguir una que haga juego con el resto de su cuerpo.
-Estoy seguro de que Y3-FE9 podría ayudar. Se está
volviendo cada vez más eficiente soldado juntas. Yo ayudaría si pudiera. Pero
la mecánica y la electrónica no son mis áreas de experiencia.
Amalk no respondió. Estaba ocupado transportando al
droide de protocolo negro a su mesa de trabajo. Después de limpiar el polvo de
su carcasa, el droide tenía un aspecto suave y brillante, con unos pocos
ángulos pronunciados. No había ni un arañazo en su superficie metálica. Lo posó
sobre la mesa casi con reverencia.
-Les dije a los jawas que sólo te compraba para
usarte como piezas de recambio. Realmente pensaba eso en ese momento –dijo para
sí mismo-. Pero tal vez consiga hacerte funcionar. Serás una pieza muy
llamativa. Me pregunto qué lenguajes conoces. Cuántos. Me pregunto dónde has
estado. ¿Quién te hizo?
-Si no me necesita para nada, señor, me gustaría ir
atrás y ver el holojuego.
Amalk hizo un gesto con los dedos, dando permiso al
droide explorador para que se fuera.
-Hmm. Tal vez pueda venderte a un señor del crimen
que colecciona droides selectos. O a un mercader que viaja por las rutas
imperiales. No importa a quién te venda, serás un magnífico informador. –Abrió
la placa pectoral y comenzó a tararear. Seleccionando sus herramientas, Amalk
comenzó a reparar el droide.
-Definitivamente se te podía arreglar –dijo después
de que hubieron pasado unas cuantas horas y se terminase un concienzudo lavado
de memoria-. No estabas en tan mala forma después de todo. No. En absoluto. El
chip de lenguaje estaba intacto. Los jawas no sabían lo que tenían. Todo lo que
necesitas ahora es una nueva pierna, un interruptor de reactivación
especialmente modificado, y mi programa de inteligencia implantado
profundamente. Indetectable, imborrable. Perfecto. –Continuó trabajando sobre
el droide.
-Nadie descubrirá jamás que estás trabajando para
la Alianza. Tus fotorreceptores y grabadores auditivos absorberán toda clase de
actividad imperial, y me la transmitirás en cuanto puedas tengas un momento
libre para descargar información. Vaya, tal vez incluso pueda venderte a un
oficial imperial. Abrillantarte hasta atraer su atención. Obtendrías
información de primera mano. Sí, serás una buena adición a la red de espionaje
rebelde. ¿Sabes? He colocado casi 50 droides con mi programa insertado en sus
entrañas. Llevan espiando al Imperio más de un año. Pronto te unirás a ellos.
Engrasó el motivador del droide negro, luego pulió
cuidadosamente las placas metálicas que cubrían la mayor parte del cuerpo.
-Eres una belleza –susurró suavemente. La cara del
droide estaba bien definida, no muy distinta al rostro del droide chef que
había adquirido hacía unas semanas. Pero este era casi hermoso en términos
humanos. El ceño inclinado hacia atrás para formar una cresta que parecía los
nudillos redondeados de un puño cerrado-. A juzgar por ese locomotor
sobredimensionado, diría que serás capaz de moverte muy rápido. Si te engrasas
lo suficiente, también serás silencioso. Tienes algunos anexos y compartimentos
interesantes. Les echaré un vistazo por la mañana.
Amalk se apartó del banco de trabajo y tomó la
pierna gris oliva.
-Odio ponerte esto, pero quiero que puedas ponerte
en pie y andar. Quedarás un poco inclinado, pero sólo durante un par de días.
Efeenueve me ayudará a fabricarte una nueva pierna, negra y brillante, tan bien
hecha que nadie salvo tú y yo (y Efeé, por supuesto) sabrá que no es tu pierna
original. ¡Ya está! –Conectó los cables de la pierna gris a la cadera del
droide, engrasó las juntas, y luego conectó la unidad de energía.
Los ojos del droide negro brillaron con luz blanca
en sus oscuras cuencas.
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