El sistema
Garos
Charlene
Newcomb con Steve Miller
-Hola, Roja.
Carmesí Durasha frunció el ceño. Tumbada sobre su
espalda bajo los sistemas hidráulicos inferiores que controlaban los pies de
aterrizaje del Luz Estelar Roja, miró
más allá de las puntas de sus pies. Todo lo que podía ver desde su posición era
un par de botas negras. Aliviada de no ver el color gris imperial, la joven
pulsó un interruptor del trineo repulsor y lo condujo sacándolo de debajo del
YT-1300.
Sentándose sobre el trineo, Carmesí estudió a su
visitante. Era de estatura media, cabello rubio, penetrantes ojos azules, tal
vez recién entrado en la cuarentena. Vestía como un centenar más de
comerciantes independientes de Byblos: pantalones oscuros, una camisa color
azul claro con una chaqueta de cuero marrón. Un bláster pesado DL-44 colgaba
bajo de su cadera. A Carmesí le pareció que tal vez se parecía demasiado a los comerciantes
independientes que rondaban Byblos... casi como si estuviera haciendo un
esfuerzo consciente para pasar desapercibido.
-Lo sé.
Carmesí se puso en pie y posó una mano sobre su
propio bláster.
-Entonces tal vez alguien se olvidó de decirle que
no me gusta que me llamen “Roja”.
Asintiendo, él sonrió.
-Supongo que tiene razón, capitana. Mi nombre es
Matt Turhaya.
Carmesí ignoró la mano tendida a modo de saludo.
-¿Puedo ayudarle en algo? –preguntó-. ¿Necesita
alquilar una nave?
-No, no necesito una nave. Sólo algo de
información.
Carmesí entornó sus ojos verdes.
-¿Información? No creo que pueda ayudarle. Pruebe
en...
Él alzó una mano y la interrumpió.
-Tengo entendido que ha regresado recientemente de
un viaje para la Flota de Abastecimiento Imperial a un mundo llamado Garos IV.
-¿Dónde ha sabido eso, Turhaya? –preguntó Carmesí. Ella
no habituaba a hablar a nadie sobre sus trabajos pasados.
-Eso no es importante, capitana Durasha. Sólo
quiero saber acerca de su transporte de suministros. Tengo la impresión de que
quiere compartir lo que vio.
-No sé de qué me está hablando.
Turhaya echó un vistazo a su alrededor en la bahía
de atraque, claramente comprobando que no hubiera nadie que pudiera
escucharles.
-Me pregunto si la Nueva República sabe lo que está
ocurriendo...
Con el rostro rojo de furia, Carmesí cerró su mano
sobre su bláster.
-¡Ha descargado el registro de mi nave!
Turhaya asintió.
-Usted no trabaja para el Imperio. Si lo hiciera,
ya estaría bajo arresto por este pequeño comentario, ¿verdad? –Carmesí se pasó
una mano por su cabello dorado rojizo-. Así que, ¿quién le envía?
-Trabajo con la Inteligencia de la Nueva República
–respondió Turhaya-, una organización para la que ya ha hecho algún trabajo en
el pasado, de acuerdo con los informes que he visto. ¿Qué puede decirme acerca
de Garos?
Carmesí respiró profundamente y luego soltó el
aire. Habían pasado casi dos años desde que había estado pasando información y
suministros a la Nueva República. Fue en Garos IV donde descubrió que esa época
había suavizado parte de su dolor y amargura. Tal vez era el momento de ayudar
de nuevo a sus viejos amigos.
-Sube a bordo –dijo, sacudiéndose el polvo de los
pantalones.
Carmesí le acompañó subiendo la rampa de entrada al
desordenado vestíbulo de la nave.
-Espere aquí –dijo-. Y no toque ese terminal de
ordenador.
-Ni se me ocurriría abusar de su hospitalidad –dijo
él con una sonrisa pícara.
-Ya. Tampoco es que necesite hacerlo ya –respondió
ella, con una amarga expresión en su rostro. Salió del vestíbulo y fue al
puente. Una vez que estuvo convencida de que Turhaya no le había seguido, pulsó
un botón oculto en la parte inferior de la silla del navegante. Un panel del
asiento se deslizó, revelando varias tabletas de datos. Tomó una, cerró el
compartimento oculto, y volvió al vestíbulo. Turhaya estaba exactamente donde
le había dejado, aunque se había servido una copa de su brandy savareen. Una
segunda copa se encontraba sobre la mesa frente al sofá, probablemente
esperándole a ella. Dejó la tableta de datos junto a la copa de brandy-. Esto
es lo que estaba buscando –dijo-. No tengo mucho más aparte de algunos datos
básicos del sistema, pero lo que tengo pinta un paisaje interesante. Creo que
el Imperio trata de esconder algo allí, pero necesitan tantos suministros que
les está costando mucho hacerlo.
Turhaya se recostó en el sofá con una tableta de
datos en una mano y su brandy en la otra, acomodándose para asimilar la
información.
***
-Es cierto –dijo Turhaya, dejando a un lado la
tableta de datos-. Aquí no hay gran cosa... aparte de que es obvio que el
Imperio está tramando algo en el sistema Garos. Y es más que una simple
operación minera de hibridio.
Carmesí se encogió de hombros.
-Que sus amigos de la INR envíen algunos
rastreadores. Estoy segura de que encontrarán algo.
Turhaya asintió, mirando pensativamente a Carmesí.
-Pero antes necesitamos tener a alguien allí.
Alguien que no levante sospechas de los imperiales. Alguien que tenga
autorización para estar en el sistema. Alguien cuyo rostro ya conozcan.
Le lanzó una mirada cargada de intenciones.
Carmesí se revolvió en su asiento, con una expresión
de incomodidad en su rostro.
-Mire, hace dos años que dejé de traficar con
información para la Nueva República.
-Lo sé. Y la INR se ha visto resentida por ello,
capitana Durasha.
La expresión de Carmesí se endureció.
-Espero que la INR haya aprendido de esa pérdida y
haya dedicado a dedicar más recursos a la contrainteligencia.
-Lo que le ocurrió a su hermano y a su compañero no
debería haber sido siquiera posible. La INR lo fastidió. No hay otra forma de
expresarlo. Comprendo su dolor, capitana, realmente lo comprendo, pero nos
enfrentamos ahora a algo que es más grande que una operación fallida. –Tomó de
nuevo la tableta de datos, volviendo a mostrar en la pantalla secciones del
texto. Se la tendió a Carmesí-. Garos IV parece un mundo hermoso.
-Lo es –dijo Carmesí en voz baja, mirando la
tableta de datos.
-Allí hay un creciente movimiento de resistencia.
Usted misma lo dice ahí. ¿Sabe lo que ha ocurrido con algunos de los mundos que
se han resistido al Imperio?
-Sí.
-INR ha recibido informes de que la resistencia de
Garos IV está preparándose para derrocar el gobierno imperial local. Pero es
imposible que ganen sin ayuda externa, y si no ganan, ¿sabe lo que le ocurrirá
a ese hermoso mundo?
-Sí. –Carmesí había visto con sus propios ojos lo
que ocurría con los mundos que resistían al Imperio y fracasaban. Había
escuchado que tanto Froozi como Derilyn habían sido mundos espectaculares cuya
belleza probablemente excediera la de Garos IV antes de que el Imperio
destruyera virtualmente toda la vida en ellos mediante bombardeos orbitales y
el despliegue de armas químicas, matando tanto a los movimientos de resistencia
como a los propios planetas de un solo golpe. Por supuesto, también había oído
hablar de la atrocidad que finalmente unió a la Alianza Rebelde en un frente
unificado contra el Imperio: la destrucción total de Alderaan. No sentía
simpatía por el Imperio ni por la
Nueva República –ambos le habían arrebatado demasiado-, pero sabía que no podía
quedarse sentada y esperar que unos cuantos idealistas de Garos IV se
condenasen al fracaso. Tampoco podía permitir que los incompetentes operativos
de la INR hicieran indirectamente lo mismo. Tenía que volver al sistema Garos.
Volvió a mirar a Turhaya, con un brillo de acero en sus ojos verdes-. Quiero el
mismo salario que se me pagaba hace dos años, y trabajaré sola, Turhaya. ¿Lo
entiende?
-Sí, capitana.
-Me proporcionará una lista de potenciales agentes
de contacto, y yo decidiré a través
de cuál transmito la información, si es que es alguno de ellos. Puede que use
mis propios contactos para transmitirles la información. Y me comunicaré con
ustedes a mi propio ritmo.
-Capitana Durasha, no disponemos de tiempo
ilimitado en este asunto. El Imperio trama algo, y hay gente en el Alto Mando
que...
-No me eternizaré. Sólo que no quiero que se repita
lo que le ocurrió a... hace dos años. Si quiere que trabaje para la INR en
esto, tendrá que ser según mis términos.
Turhaya se quedó mirando a Carmesí por un instante,
con el ceño ligeramente fruncido. Carmesí sabía que estaba pensando: ¿Puedo confiar en ella? Ha transportado
mercancía tanto para el Imperio como para la Nueva República. ¿Dónde residen
exactamente sus lealtades? Realmente esperaba que realizase una velada
acusación de que planeaba traicionar a los contactos de la INR que le
entregase, y estaba preparándose para echarle por la fuerza de su nave, pero
entonces la expresión del hombre se relajó en una sonrisa.
-Trato hecho –dijo-. Me costará unos días organizar
sus contactos, capitana, pero cuando termine tendremos montada una pequeña red.
Y entonces estará lista para regresar al sistema Garos.
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