Un bláster
caliente llamado Amor
Paul Danner
El joven acicalado salió de Armamento Bala Perdida,
con un pequeño paquete sujeto bajo el brazo. Su rostro anodino se fundió sin
dificultad entre la multitud de gente que deambulaba por uno de los casi
interminables distritos comerciales de Coruscant. Nadie se molestó en prestarle
atención cuando se introdujo en un pequeño callejón de servicio y comenzó a
hablar a las sombras.
-Está dentro. ¿Preparada?
Un rápido vistazo al pequeño bláster de bolsillo
que tenía sujeto en el cinturón le dijo que estaba cargado al máximo. Conocía
bien esa sensación. Daniera Karmony respiró profunda y calmadamente, dejando
que la tensión se deslizara fuera de su cuerpo. Mostró una brillante sonrisa a
Cabe.
-Preparada.
-El general cuenta contigo. –Cabe hizo una pausa y
colocó la mano sobre el hombro de Daniera-. Todos lo hacemos. Pero ten cuidado.
Solía ser uno de nosotros, pero nadie sabe por qué se fue. Tal vez ni siquiera
Cracken. Sus hojas de servicio están selladas en los niveles más altos.
Ella asintió con gravedad y se preparó para ir de
compras...
***
-¿Puedo ayudarte?
Daniera levantó la vista del expositor de carabinas
bláster que se extendía en la pared trasera de Armamento Bala Perdida. La
mirada de la joven recorrió con aire casual estante tras estante de brillante
armamento negro y finalmente se posó en el hombre mayor que estaba sentado tras
el mostrador. El propietario de la Bala estudió a Daniera con una pequeña mueca
de curiosidad mientras tomaba tranquilamente un sorbo de una taza humeante.
-En realidad, sólo estoy echando un vistazo –dijo
ella encogiéndose de hombros-. Gracias de todas formas.
Le estudió con una mirada de soslayo. Pensándolo
mejor, no parecía tan mayor en edad como en espíritu. Los suyos eran ojos que
habían visto demasiado para una sola vida. Pero también había algo más... un
brillo que incluso la pesada carga del tiempo no podía atenuar.
El hombre asintió con serenidad.
-Bueno, si necesitas algo, sólo házmelo saber,
cielo. –La mueca se convirtió en algo más parecido a una sonrisa sarcástica
mientras tomaba otro sorbo-. Me enorgullezco de ofrecer un descuento del 20 por
ciento a los nerfs.
Ahora Daniera le miraba fijamente.
-¿Disculpe?
-Oh. Lo siento. Nerfs... mi acrónimo preferido para
agentes: “Nueva República – Fuerza de Seguridad”. –Ofreció una sonrisa
radiante-. No pretendía ofender, por supuesto.
-No tengo ni idea de lo que... –Daniera hizo una
pausa, y luego meneó la cabeza-. ¿Cómo lo has sabido?
-No te lo tomes a mal, cariño. No resulta tan obvio,
salvo que sepas en qué fijarte.
-¿Por ejemplo?
-Es malo para el negocio explicar los secretos de
uno. –Dejó la taza-. Es por eso que vendo armas personalizadas... y no los
planos.
Daniera se apoyó en el mostrador de transpariacero.
-Dame el gusto.
El hombre suspiró un instante con fingida
reticencia.
-Bueno, no recibo muchas visitas de mujeres que
sólo quieran mirar, y las pocas que vienen normalmente se quedan mirando la
basura de esas vitrinas –dijo, indicando la que servía de apoyo a Daniera en
ese momento-. Pequeños y bonitos blásters de mano, blásters de bolsillo con
acabado de nácar que quepan cómodamente en el bolso, ese tipo de cosas.
Daniera comenzó a protestar, pero él la interrumpió
antes de que pudiera emitir una sola sílaba.
-Todo esto son hechos contrastados, por cierto,
libres de opiniones sexistas. En cualquier caso, estabas mirando el material
bueno de la pared del fondo, apreciando algunos de mis mejores trabajos, y eso
significa que no eres una aficionada casual. Y luego está ese bulto de tu
chaqueta que –volvió a mostrar la sonrisa sarcástica-, suponiendo que no tengas
deformidades físicas, a mí me parece una pistola BlasTech CMP 489; la preferida
actualmente por Seguridad de la Nueva República.
Daniera cruzó los brazos en el pecho.
-Eres bastante bueno, pero...
Él levantó una mano.
-No me has dejado terminar... sin embargo, eres
demasiado atractiva para las fuerzas de Seguridad estándar, o incluso para
Fuerzas Especiales, así que apostaría por INR. Sé cómo a ese viejo bantha de
Cracken le gusta engatusar a la gente usando mujeres atractivas... –Tras un
último y triunfal sorbo de su jarra, añadió-: Bueno, al menos cuando no están
boquiabiertas de ese modo. Eso tiende a restar puntos de atractivo. –Volvió a
sentarse en su silla y sonrió radiante-. Y bien, ¿alguna pregunta?
Después de tomarse un instante para recuperar la
compostura, ella asintió.
-Sólo una... ¿Qué galaxias le pasó al gran M’Kyas
Amor para dejar que su considerable talento se malgastase adulando a clientes
en una tienda de armas de mala muerte en Coruscant?
-Para tu información, sólo vendo mercancía de alta
calidad, y –entrecerró los ojos con aire amenazador- mis creaciones
personalizadas se venden por más créditos de los que probablemente hayas visto
en toda tu vida, niña.
-Te sorprenderías.
-Bueno, ahora yo sé quién eres y tú sabes quién soy
yo. –Tomó su taza vacía y comenzó a caminar a la parte trasera de la tienda-.
No me gusta jugar si no hay apuestas de por medio, así que por qué no nos
ahorras un tiempo precioso a ambos y me dices qué quieres.
-Grandyl Dolor.
En su favor, cabe destacar que Daniera ni se inmutó
cuando la taza golpeó el suelo y se hizo añicos.
M’Kyas Amor se volvió lentamente para mirarla a la
cara. Pulsando un botón, la señal luminosa de la puerta delantera parpadeó
pasando de “abierto” a “cerrado”.
Lentamente tendió una mano, indicando a Daniera el
camino a una habitación trasera.
-Hablemos.
***
-Grandyl Dolor. Ese es un nombre que no he
escuchado en mucho tiempo. –Amor deslizó una taza humeante delante de Daniera y
se sentó a su lado-. Un colega latarziano, uno de los asesinos más letales
jamás creados por el Imperio. Se le ha dado erróneamente por muerto en
numerosas ocasiones, pero tiene la molesta costumbre de sobrevivir a cualquier
muerte segura. Por lo que recuerdo, no se ha sabido de él desde la Batalla de
Endor. Eso fue hace unos cuantos años.
Daniera tomó un cauteloso sorbo de la bebida que le
habían ofrecido, decidió que le gustaba, y dejó que el líquido la calentase.
-Bueno, pues ha vuelto. Contratado por un grupo
imperial desconocido para asesinar oficiales clave de la Nueva República. –Dejó
la taza sobre el posavasos con un sonoro golpe-. Y hasta ahora está haciendo un
trabajo magnífico.
Amor se recostó en su asiento.
-De vuelta después de todo este tiempo, ¿eh? –Se
encogió de hombros-. Pensé que se había retirado.
Daniera levantó una ceja.
-No pareces demasiado preocupado por la noticia de
su regreso.
-¿Debería?
-Según dice la leyenda, fue tu persecución
implacable la que hizo que terminara ocultándose. Y dado que Dolor parece estar
recuperando antiguas aficiones, ¿no crees que le encantaría pegarle un tiro a
su archienemigo?
-Creo que has visto demasiados holofilmes,
muchacha.
-La realidad es que está muriendo gente. Otro
senador ha sido encontrado asesinado esta mañana. Ya son cuatro en menos de dos
semanas. Cada uno más importante que el anterior.
-Creía que la Nueva República promulgaba la
igualdad –dijo con una risita.
-Ya sabes a qué me refiero –exclamó Daniera, cada
vez más irritada-. Hasta ahora estamos dando palos de ciego. Nadie sabe
siquiera qué aspecto tiene ese engendro Sith.
-Yo sí. –Hizo una pausa-. Y por eso estás tú aquí.
-Hasta ahora sólo ha habido un avance. Nuestros
agentes han descubierto la identidad del siguiente objetivo de Dolor: la jefa
de estado Leia Organa Solo. –Daniera respiró profundamente antes de continuar-.
Tú te has acercado más que nadie a ese monstruo. Necesitamos tu ayuda.
Él negó con la cabeza.
-Puede que Dolor no esté retirado, pero yo sí. Ya
he cumplido mi cupo como rastreador de naves, cazador de recompensas, detective
privado y vigilante del sector. Cumplí mi servicio en los nerfs y jugué el
papel de superespía para el general Cracken. –Amor se levantó, con los ojos
fijos en Daniera-. Así que puedes regresar y decirle a Cracken que los días que
me quedan los voy a gastar haciendo cosas que no incluyan que me disparen, me
torturen, o me lisien de cualquier otra forma.
Daniera quedó en silencio por un largo instante, y
luego se puso bruscamente en pie. En unos pocos pasos secos y cortos se
encontró junto a la puerta, pero se detuvo brevemente para volver a mirar a los
ojos a Amor.
-El general Cracken pensó que te negarías. Me dijo
que te diera esto.
Deslizó algo en la mano del hombre y luego, sin más
palabras, caminó hacia la puerta principal.
Amor miró reticente al chip de datos, pasando
cuidadosamente sus dedos por la brillante superficie estriada. Había sido
borrado. A Cracken le gustaba la ironía, después de todo...
-Espera.
Con una mano en la puerta, Daniera le miró por
encima del hombro.
Él tocó la pared con un dedo y un panel secreto se
apartó para revelar un compartimento empotrado. Amor sacó del interior una
funda sobaquera de replicuero que albergaba la que muy probablemente era la
pistola bláster pesada con el aspecto más terrible que Daniera hubiera visto
jamás. Sorprendentemente, su peso se deslizó con suavidad en su lugar bajo el
brazo izquierdo de Amor. Se echó por encima una gabardina gastada pero de
aspecto caro que ocultó fácilmente la enorme arma.
-Bien. Estoy listo.
Esta vez era el turno de Daniera de sonreír
sarcásticamente.
-¿Para qué?
-No lo sé, cielo –dijo, dando unos golpecitos al
bulto bajo su gabardina-, pero, por el humor que tengo ahora mismo, más vale
que incluya disparar a mucha gente.
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