jueves, 5 de diciembre de 2013

Crédito denegado (IV)


-Este lugar está realmente ajetreado –dijo Nopul mientras observaba las multitudes que abarrotaban las calles de la ciudad. Mirando hacia abajo desde su plataforma de atraque al aire libre, podían ver la mayor parte del metroplex. Cientos de miles de seres congestionaban las avenidas y las calles transversales, bloqueando el tráfico de superficie a lo largo de kilómetros en todas direcciones. Incluso las rutas aéreas estaban llenas con vehículos planetarios de todas formas y funciones, desde pequeñas motos barredoras hasta las naves repulsoras más elaboradas.
-Era de esperar ante un evento semejante –indicó Vakir.
Todo el mundo se volvió hacia él con expresiones de ligera sorpresa.
-¿Qué? –dijo a modo de respuesta-. ¿No habéis escuchado los MEAES del canal público?
Oro y Nopul conservaron su mirada confusa, así que Rendra añadió lo poco que pudo a la información que se estaba dando.
-Eso significa “Mensajes A Espaciantes”, una frecuencia que informa al tráfico de entrada acerca de vectores de rutas espaciales, normas y leyes locales, y eventos recientes que puedan afectar al viaje interplanetario.
-¿Y? –dijo Nopul a Vakir, ignorando de forma patente a Rendra.
-Y –dijo el nikto-, hoy indica que es... –Se detuvo para pensar un instante, y luego continuó con la lenta y seca cadencia de un locutor de comunicaciones-. El histórico acuerdo de paz entre los weequay y los houk, que durante mucho tiempo han luchado entre sí, especialmente aquí en Sriluur.
-Esa es una imitación muy buena –comentó Nopul-. ¿Puedes hacer a un soldado de asalto imperial?
Rendra hizo callar a Nopul con una mirada.
-Bueno, esto no va a facilitar las cosas. La seguridad será férrea. Sera mejor que esos inhibidores de sensores funcionen.
-Funcionan –dijo Nopul de forma seca y, al menos desde el punto de vista de Rendra, desganada.
-Bien, entonces no perdamos más tiempo –dijo ella, y se dirigió hacia los turboascensores que les llevarían al nivel del suelo.
Una hora más tarde –veinte minutos más tarde de lo que Rendra había previsto-, el cuarteto llegó al Coliseo del Testimonio en el centro de la ciudad. El edificio se alzaba hacia el cielo azulado con una forma vagamente parecida a un champiñón, una combinación de ángulos y curvas entretejidas tan grácilmente que el edificio parecía más la obra maestra de un artista que la idea de un burócrata. Aparentemente, los weequay eran una raza más creativa de lo que sus experiencias previas le indicaban.
-¿Es esto? –dijo Oro detrás de ella.
Ella siguió mirando la estructura, maravillándose aún por su belleza.
-Sí. Activad vuestros inhibidores de sensores. Tenemos un trabajo que hacer.
Quedó inmóvil durante otro instante, y entonces pulsó un interruptor oculto en el interior de su cinturón y avanzó hacia el inmenso arco de entrada del Coliseo, que ya estaba repleto de peatones intentando entrar.
Mientras se colocaban al final de la fila, Rendra examinó a la multitud. Aunque la mayoría eran weequay y houk, había representadas varias del resto de especies del sector. Pudo ver incluso unos cuantos bith y un puñado de rodianos mezclados con el resto. Este evento debe ser bastante importante para atraer a tantos seres. Y no me parece que eso sea nada bueno.
Sintió un vacío en el estómago, y deseó haber comido algo antes de dejar la nave. No necesitaba distracciones.
Lentamente, la fila avanzaba conforme los agentes de seguridad registraban a todos y cada uno de los seres que querían entrar en el Coliseo. Por lo que Rendra podía ver, estaban usando alguna clase de droide para escanear a cada ser en busca de... bueno, en busca de lo que fuera que no querían que entrara al recinto.
Se volvió ligeramente hacia Nopul, que estaba de pie justo tras ella, pero no le miró directamente, sino que fingió estar comprobando la longitud de la fila.
-¿Alguna vez has visto antes ese tipo de droide? –dijo, sin mover apenas los labios.
Por el rabillo del ojo, vio cómo él miraba furtivamente a la estación de seguridad de delante.
-No lo reconozco. Puede ser una variante local de la serie R.
-¿Funcionarán con él los inhibidores?
-No hay forma de saberlo.
Entonces se centró en él, con una mirada en su rostro que era mezcla de temor y fastidio. Él se limitó a encogerse de hombros como respuesta. Ella volvió a mirar hacia delante conforme la fila avanzó de nuevo. Bueno, esto va a ser divertido, pensó mientras miraba cómo los receptores sensoriales del droide escaneaban a un houk de la cabeza a los pies.
Aunque odiaba admitirlo, podía sentir cómo el temor crecía en su interior. Era una emoción que no se había permitido sentir en mucho tiempo... desde la última vez que pensó que tenía algo que perder. Mejor estar preocupada que no tener nada de lo que preocuparse, decidió, esperando que su lado intelectual pudiera convencer al emocional de que se calmara. Por desgracia, el argumento no tenía tanto peso como había pensado.
Después de tener tiempo suficiente para adquirir varios síntomas más de ansiedad –entre ellos una sudoración galopante-, alcanzó la cabeza de la fila. Los guardias de seguridad –un weequay y un houk- le indicaron que se acercase. Al avanzar a su posición, los sensores en miniatura del droide siguieron el contorno de su cuerpo. A mitad de descenso se detuvieron abruptamente.
Rendra miró al guardia weequay, que se había inclinado para examinar una especie de pantalla en el exterior del cuerpo cilíndrico del droide. Una expresión de desconcierto apareció en su rostro, y llamó a su compañero houk. Mientras los dos conversaban, Rendra comenzó a pensar planes de escape. Pero después de un instante se dio cuenta de que no tenía muchas oportunidades de escapar a toda una fuerza de seguridad que ya estaba buscando indicios de problemas.
Finalmente, el weequay se acercó a ella. Rendra trató de poner la mejor cara de inocencia que pudo, pero no tenía forma de saber si esa expresión se traducía al lenguaje corporal de los weequay.
Él se detuvo justo frente a ella, con una mano sobre la pistola bláster pesada de su cintura, y entonces le indicó que avanzase y se volvió para llamar a la siguiente persona.
Durante menos de una fracción de segundo, Rendra se preguntó qué acababa de ocurrir. Entonces su mitad lógica tomó el control y le obligó a cruzar el control. Ya tendría tiempo luego de maravillarse por su suerte.
Pocos metros más allá en el pasillo, se detuvo con aire casual y se volvió a mirar cómo el droide de seguridad escaneaba a Nopul. Tan pronto como el sensor pasó sobre su pecho, el droide comenzó a pitar frenéticamente. Ambos guardias desenfundaron sus blásters y los apuntaron a Nopul.
El houk avanzó cautelosamente, y entonces abrió la pechera de la túnica de Nopul. Desde su posición, Rendra no podía ver exactamente lo que estaba pasando, pero parecía que el guardia estaba examinando algo en el pecho de Nopul.
Tras un instante, el houk alzó su mano para mostrar al weequay el holo-medallón del collar de Nopul. Lo activó, y la imagen de un hermoso mundo azul y marrón apareció a escasos centímetros sobre el dispositivo y comenzó a girar.
El otro guardia asintió, y el weequay indicó a Nopul que avanzara.
Cuando llegó junto a Rendra, esta pudo ver una extraña expresión en su rostro.
-Sí –dijo él, con voz ligeramente insegura-. Definitivamente los inhibidores funcionan, pero parecen tener un alcance limitado. –Se golpeó con la palma de la mano el cinturón en el lugar en el que estaba enganchado el inhibidor de sensores.
Rendra no pudo evitar sonreír a su compañero conforme el color regresaba a su piel.
Un minuto después, Oro y Vakir se habían reunido con ellos y todos estaban dirigiéndose hacia el otro extremo del elevado pasillo. Conforme se acercaban al arco de salida, el murmullo de las voces y los cuerpos moviéndose en el interior del recinto fue haciéndose cada vez más fuerte, hasta que Rendra pensó que la fuerza de la vibración podría derribar los cimientos de la estructura.
Finalmente salieron al amplio estadio... y se detuvieron todos simultáneamente cuando la enormidad del Coliseo inundó sus sentidos. Un anillo de cinco niveles rodeaba la inmensa zona de espacio abierto; Rendra calculó que una moto repulsora a máxima velocidad tardaría al menos diez segundos en alcanzar el espacio opuesto de la arena. Desde el nivel más alto colgaban pantallas planas de unos doce metros de lado, una en cada cuadrante: la pátina plateada de sus superficies sugería que eran alguna clase de antiguo sistema de videopantallas, pero nunca había visto ninguno fuera de los museos, así que no podía estar segura. Cuando su mirada descendió al nivel de suelo, vio que la arena propiamente dicha estaba vacía salvo por un estrado circular ocupado por unas cuantas decenas de sillas vacías.
Rendra tuvo que sacarse a la fuerza de su asombro para recordar cuál era el motivo de su estancia allí. Por la información que le había proporcionado su empleador, los dignatarios entrarían por un arco del nivel de superficie y luego desfilarían hacia el estrado, donde cada uno esperaría su turno para hablar en la tribuna. Se imaginó toda la procesión, tratando de hacerse una idea de los tiempos y de las posiciones de los embajadores y sus fuerzas de seguridad. Cuando pensó que tenía la mejor estimación que iba a poder conseguir, dio un codazo a Nopul.
-Pondremos a Vakir en el lado este del primer nivel y a Oro en el lado norte del segundo. Tú estarás al oeste en el tercero. Eso debería darnos un rango completo de ángulos por si acaso ha tomado alguna precaución. –Tenía que gritarle al oído para hacerse oír por encima del griterío.
Nopul la miró con aire confuso.
-¿Qué quieres decir con “por si acaso”?
-Se supone que nuestro empleador ya se ha ocupado de ese aspecto de la operación... pero no quiero correr ningún riesgo.
Nopul asintió.
-¿Dónde estarás tú?
-En el nivel del suelo. Quiero estar lo más cerca posible. –Para poder enfrentarme directamente a mis acciones, fue lo que dejó sin decir, aunque tenía la sensación de que él lo entendió, por la expresión sombría de su rostro.
Tras un instante, Nopul indicó a Vakir y a Oro que le siguieran. Se dirigieron hacia la escalera que les llevaría a los niveles superiores, mientras Oro hizo un gesto con su mano que Rendra interpretó como “buena suerte”.
Frente a ella, un estrecho juego de escalones descendía al nivel del suelo. Después de respirar profundamente –probablemente la última respiración deliberada que tendría durante un buen rato- se dirigió a su posición.

***

Sonoros trinos de alguna especie de gran instrumento de viento resonaron por la arena, silenciando al gentío para el comienzo de la ceremonia pública. Rendra alzó la vista a los niveles superiores y trató de ubicar a sus compañeros, pero el enorme tamaño del estadio unido a la afluencia masiva de público le impedía localizarlos.
Pero ahora que el ruido se había aplacado, se dio cuenta de que probablemente podía usar su comunicador. Lo sacó de su cinturón y lo activó en modo de envío.
-Nopul, ¿estás en posición?
-Sí –fue la apenas audible respuesta.
-Bien. ¿Vakir?
No hubo respuesta.
Volvió a llamarle.
Nada todavía.
-¿Oro?
Él tampoco respondió.
Tenía que suponer que ambos habían llegado a sus posiciones pero que o bien habían olvidado encender sus comunicadores o no se habían molestado en hacerlo debido al nivel de ruido. Conocían el plan; simplemente tendría que confiar en su capacidad para llevarlo a cabo.
Llevarlo a cabo. Esa era buena. Ni siquiera quería llamarlo por su nombre: un asesinato. Simple y llanamente.
Entonces, ¿por qué era tan difícil admitirlo?
Apartó de su mente esa línea de pensamiento antes de que avanzase más. Supongo que Nopul me está empezando a afectar. Vamos, Rendra, concéntrate.
Dirigió su atención a las dos filas de dignatarios que salían del arco. Una fila estaba completamente compuesta de weequay, y la otra de houk. El primero de cada fila llevaba un estandarte representando a su gobierno. Extrañamente, la tela permanecía pegada a sus mástiles, sin vida. Rendra habría esperado que la estructura del estadio crease fuertes corrientes de aire, especialmente a nivel de suelo, pero los estandartes permanecieron inmóviles mientras el desfile continuaba avanzando hacia el estrado. Venga, vamos. Vamos. Caminad más rápido.
Presionó la espalda contra la pared del pequeño nicho parcialmente cerrado en el que se encontraba, y entonces deslizó su mano entre sí misma y el duracemento, introduciéndola por detrás de su camisa. Lentamente, extrajo el bláster de bolsillo que había sujetado a la piel de la parte baja de su espalda. El débil adhesivo cedió fácilmente, y volvió a sacar su mano con la misma cautela, ocultando el arma lo mejor que pudo mientras la deslizaba al bolsillo delantero de su chaqueta de vuelo.
La multitud permanecía hipnotizada por la ceremonia que tenía lugar ante ellos. En los rostros de los seres congregados, Rendra vio expresiones de tristeza, alegría, gozo, remordimientos y esperanza. Aunque creían que estaban a punto de ser testigos de una ocasión transcendental, sólo Rendra y sus compañeros sabían que sin embargo iba a convertirse en uno de los eventos más ominosos de la historia galáctica.
Se encontró jugueteando con el gatillo del bláster, e inmediatamente sacó la mano del bolsillo. Lo último que necesitaba era efectuar un disparo accidental: el líder weequay ni siquiera había aparecido a la vista aún.
Los latidos de su corazón resonaron con fuerza en su cabeza de nuevo... o siguieron haciéndolo; no estaba segura. Sabía que tenía que calmarse, pero conseguía pensar en nada que pudiera conseguirlo.
De pronto escuchó una voz. Sonó atronadora desde un lado al otro de la arena, pero no hubo ecos resonando tras ella. Definitivamente, los weequay eran arquitectos consumados si habían creado una acústica semejante en una estructura tan enorme.
-El día de hoy marca un hito en la historia de la Periferia –continuó la voz. Rendra supo entonces que pertenecía a un político que se encontraba de pie en la tribuna. El resto de los dignatarios se habían sentado en las sillas que cubrían el resto del estrado. Aparentemente había perdido unos minutos preciosos luchando con sus nervios.
-Durante miles de años, los weequay –dijo señalando hacia un lado del estrado, y luego al otro- y los houk se han enfrentado fervientemente entre sí. Ahora vienen aquí juntos, unidos en paz, para dar fin a sus viejas diferencias. –Hizo una pausa para observar a la entregada audiencia.
-Millones han muerto como resultado de esta rencilla. Esa pérdida llega a su fin aquí y ahora. Los niños ya no sufrirán las muertes de sus padres, ni los padres las muertes de sus hijos. Hoy hacemos la paz.
La entonación de esta última frase indicaba que había llegado al final de su introducción, y la multitud respondió con un estallido de aplausos que rápidamente se convirtió en un estrepitoso rugido de vítores, palmas y pataleos.
Levantó las manos para pedir silencio.
-Ahora quisiera presentar al arquitecto de esta paz. Un político que ha dedicado toda su vida a acabar con la guerra entre nuestras dos especies... el embajador Uli Aaregil.
Un manantial de emoción saludó a Aaregil mientras se levantaba de su asiento y asumía su puesto en la tribuna.
Mientras la multitud se regocijaba, Rendra extrajo el bláster de su bolsillo y extendió el pequeño macroscopio que había instalado para ayudar a su puntería. Se llevó el arma a los ojos como si tratase de obtener una mejor vista de Aaregil a través de un aumentador ocular, manteniendo el bláster oculto entre sus manos. Sería una postura rara para disparar, pero no tenía elección si quería hacerlo de la forma más disimulada posible.
Finalmente, la congregación quedó lo bastante en silencio para que Aaregil hablase. De acuerdo con la información de su empleador, su discurso incluiría la frase “para todos nosotros, desde ahora hasta la eternidad”. Rendra había decidido que esa sería la señal para que todos disparasen. Entre las unidades silenciadoras y los macroscopios, cada uno de ellos debería ser capaz de realizar un disparo y retirarse entre la multitud antes de que nadie pudiera señalarles como los asesinos.
Observó a Aaregil por el visor mientras este toquiteaba una tableta de datos.
-Había preparado un discurso para esta ocasión, pero... pero, para mí, eso es algo demasiado político para este gozoso logro. –Guardó la tableta de datos en el bolsillo de su túnica-. En lugar de eso, me gustaría hablaros desde el corazón, acerca de cómo me siento en este momento... uno que llevo esperando poder ver desde hace ciento veintidós años.
Malditas estrellas, maldijo Rendra. Volvió a guardarse el bláster en el bolsillo y tomó el comunicador, presionándolo contra sus labios.
-Nopul.
Una pausa, y luego:
-Sí.
-No hay discurso. Alternativa: disparar cuando presente al siguiente político.
-De acuerdo.
-Vakir. Oro.
No hubo respuesta... aunque no es que esperase ninguna. Sólo podía esperar que hubieran detectado el problema por sí mismos y contactasen con ella o con Nopul.
Mientras cambiaba su comunicador por su bláster, deseó que Dania Starcrosser estuviera pasando un buen rato, donde quiera que estuviese, con los créditos que Rendra le había pagado, porque era el último buen rato que iba a tener jamás.
Aaregil habló.
-Estamos a punto de embarcarnos en un nuevo camino para nuestras dos especies, uno lleno de liberación... liberación de los horrores del conflicto; liberación de la muerte sin sentido; liberación de los ideales insignificantes.
Ajustó el macroscopio hasta que las lecturas indicaron que tenía un disparo perfecto al pecho de Aaregil. Ideales insignificantes... Debería haberte llevado para que le hablaras a mi padre hace unos años.
Si su padre supiera lo que estaba a punto de hacer, él mismo había disparado a su propia hija. El bueno de papá, siempre poniendo los ideales por encima de todo lo demás... incluyendo su familia. Rendra había dedicado su vida a evitar ese error, y...
Mira a dónde le había traído eso.
Observó a Aaregil por el visor. ¿Qué es lo que estaba haciendo?
Salvarse de regresar a una vida de la que había escapado luchando muy duro, eso es lo que estaba haciendo. Apartó todos sus recelos. Los ideales consiguen que te maten. Tu padre lo aprendió por las malas. No sigas sus pasos.
Dejó escapar el aliento, esperando que se llevara consigo su conflicto interno, cuando sonó su comunicador. Lo sacó de su bolsillo sin molestarse en ocultar el bláster.
-Sí.
-He contactado con Oro y Vakir. Conocen el nuevo plan. –Hizo una pausa-. ¿Seguro que este asesinato vale una nave?
Justo lo que necesitaba ahora mismo, otro extraño cuestionando su vida.
-No –dijo ella secamente-, pero vale mi vida.
-Y la de millones de weequay y houk también, según parece.
Era una frase acusatoria...
Y pese a todo, era cierta. No podía negar la lógica, por mucho que quisiera.
Aaregil continuaba con sus comentarios.
-Pero no estaba yo solo en esta lucha por conseguir la paz...
-Se acaba el tiempo –dijo la voz filtrada de Nopul.
No podía creer que hubiera llegado tan lejos sólo para cuestionarse a sí misma ahora. Debería simplemente hacerlo y superarlo. Entonces no tendría decisiones que hacer.
Pero para entonces ya sería demasiado tarde.
-No sólo es mi colega –dijo Aaregil desde la tribuna-. También es mi amigo.
Rendra levantó su bláster de nuevo y apuntó a Aaregil. Pudo ver entonces que otro weequay se había levantado de su asiento y estaba de pie tras el embajador. La luz del sol se reflejó de pronto en un objeto que colgaba de las ropas del ser, cegándola momentáneamente. Cuando volvió a mirar, se había movido lo justo para que el reflejo cesase.
Ajustó el zoom del macroscopio de su bláster, apuntando al lugar que había brillado un segundo antes.
De una larga cadena a lo largo de su cuello, colgaba un amuleto en forma de media luna hecho con un lustroso metal cuyo brillo oscilaba entre el verde y el azul.
En su mente destelló una imagen del encuentro con su empleador en el templo: el Templo de Quay, el dios weequay de la luna. La comprensión fue instantánea: todo había sido una trampa. Por qué motivo, no tenía ni idea... tampoco es que importase ahora. Ya tendría tiempo para aclararlo más tarde.
-Aquí está –dijo atronadora la voz de Aaregil por los altavoces-, el ministro Pon Svale.
Se llevó el comunicador a la boca.
-¡No disparéis!
El embajador Svale agarró en paz el brazo de Aaregil.
Rendra volvió a pulsar su comunicador, reiniciando todo el sistema por si acaso se había colgado.
-Repito. Abortad misión. ¿Confirmación?
En el estrado, Svale se situó en la tribuna mientras Aaregil se apartaba a un lado.
-¿Confirmación? –susurró tan alto como pudo en el mar de espectadores.
Un par de disparos bláster, cada uno de direcciones distintas, atravesaron el respetuoso silencio en rápida sucesión, impactando de lleno en el embajador Aaregil. Rendra maldijo mientras volvía a introducir su bláster en su túnica... y luego quedó completamente en silencio mientras observaba el resultado de los ataques.
En lugar de abatir al embajador, los disparos chocaron contra un tembloroso campo de energía, rebotaron hacia arriba y se perdieron en el cielo, dejando a Aaregil aturdido pero por lo demás ileso.
En ese momento, la solemnidad de la ceremonia estalló en un caos frenético. Los guardias de seguridad extrajeron sus armas y cargaron hacia la multitud. El ministro Pon Svale gritó órdenes por el sistema de megafonía... sus palabras prácticamente se perdieron en la cacofonía de ciudadanos confusos y ultrajados.
Rendra avanzó de pronto, tirando al suelo a varios weequay perplejos mientras descendía de un salto los escalones hacia la pasarela central. Pulsó su comunicador y gritó con toda la fuerza de sus pulmones:
-¡Que todo el mundo vuelva al Zoda! ¡Ya!
Guardó el comunicador, y entonces empujó para abrirse camino a través del denso gentío, que se dirigía, aunque lentamente, hacia la salida. Se sintió como una ameba atrapada en un charco de plasma pesado, y por una vez pudo imaginarse la vida de un organismo unicelular.
No tenía forma de descubrir en ese momento qué había sido de sus compañeros, así que en lugar de eso se concentró en su propia fuga, deseando que todos se reunieran en el Zoda y salieran del planeta antes de que fuera demasiado tarde... si es que aún no lo era.
Mientras se apretaba entre la multitud, un único pensamiento dominaba su mente: el ministro Pon Svale pagaría caro haberle tendido una trampa. Y que los dioses le ayudasen si alguno de sus compañeros resultaba herido...

No hay comentarios:

Publicar un comentario