-Así que lo que me estás diciendo es que finalmente
has perdido el juicio –dijo Nopul mientras pasaban por el amplio arco que salía
del distrito comercial de la estación hacia el complejo de la bahía de atraque.
Rendra miró al dresseliano y al nikto para
asegurarse de que no habían escuchado el comentario de Nopul. Los dos estaban
en medio de alguna acalorada discusión, ajenos a cualquier cosa que pasara a su
alrededor. Satisfecha, se volvió hacia su compañero.
-¿Qué se supone que debo hacer? No tenemos tiempo
para encontrar a otros, e incluso si lo tuviéramos, ¿cómo sabemos que no serían
peores?
Nopul volvió la mirada a los mercenarios y luego
miró a Rendra.
-No creo que eso sea posible.
No estaba segura de si Nopul sólo trataba de
hacerle pasar un mal rato o estaba realmente preocupado. En cualquier caso, no
tenía elección. GalactiNúcleo quería su dinero; no le importaba si tenía
problemas con el personal. Decidió cambiar el tema de la conversación.
-¿Pirateaste esos códigos de Naves y Servicios?
SI Nopul había advertido su táctica, no dio
muestras de ello.
-¿Dudas de mi capacidad? Bueno, tal vez deba
aliarme con alguien que...
-¿Lo hiciste?
-Claro que lo hice. Por las estrellas, qué
irritable eres. Sólo trataba de aligerar los ánimos.
Rendra comenzó una réplica, y entonces se dio
cuenta de que era ella quien estaba de mal humor. Algunas veces Nopul mostraba
más sabiduría de la que ella creía que poseía. Estar constantemente a la que
salta no iba a ayudarle a completar su misión, especialmente dada su cantidad
actual de problemas. Otro de los axiomas de su padre comenzó a asomar a su
mente, pero lo silenció tan pronto como reconoció su fuente. Gracias, papá, pero me ocuparé de esto por
mi cuenta.
-Ah –comenzó, tratando de recordar donde se había
quedado la conversación-. Entonces, ¿cuál es nuestro estado?
Giraron por un pasillo más estrecho hacia el borde
exterior del complejo, el más alejado del resto de la estación. Estar escaso de
créditos realmente tenía sus desventajas.
-Bueno, he intercambiado nuestros números de
registro de la OdNS con una nave mercante llamada Rodeo. El Zoda todavía
tiene el mismo código de transpondedor; sólo he cambiado la información en la
base de datos del ordenador de la OdNS para reflejar la nueva información de la
nave. Es mucho más difícil detectar un archivo falso que un transpondedor
falso.
-Rodeo.
Suena apropiado. –Miró a Nopul, y ambos se detuvieron de golpe. Nopul se detuvo
un par de pasos por delante, y los alienígenas apenas consiguieron evitar
chocar contra ambos.
El nikto murmuró algo tras ella. Rendra había
aprendido lo suficiente de su lenguaje para saber que estaba preguntándose qué
ocurría. Ella se giró y se llevó un dedo a los labios para hacer que él y el
dresseliano se callaran, y luego hizo un gesto a los tres para que estuvieran
quietos mientras ella comprobaba las cosas.
A medio camino del pasillo se detuvo ante la
escotilla de la bahía 919-A, donde había atracado su nave. Comprobó el panel de
acceso en la pared y descubrió que había habido un acceso desde que se había
marchado.
Se estaba volviendo para dar instrucciones a Nopul
y los alienígenas cuando la puerta de la bahía se abrió hacia arriba de
repente, revelando el infame cañón de una carabina bláster apuntándole al
pecho.
-Maex. Qué coincidencia.
Precisamente te estaba buscando –dijo el nimbanel en su lengua nativa, pero
ella entendió cada palabra; había tenido más experiencia con hutts y sus
subordinados nimbaneses de lo que le gustaría recordar.
Trató de ocultar el hecho de que
se encontraba a punto de hacer señales a alguien fuera de la vista del
nimbanel, pero al hacerlo sacrificó su oportunidad de desenfundar rápidamente
su bláster.
-Por favor, pasa –dijo el
nimbanel con su boca y luego insistió en ello con su arma-. GalactiNúcleo no
está muy contenta contigo en este momento, ¿sabes? Parece que te has saltado...
–echó un vistazo a la tableta de datos que tenía en la otra mano- tres pagos.
Tan pronto como pasaron al
interior, la puerta de la bahía se cerró deslizándose tras ella, bloqueándose
con un golpe seco.
-Oh –dijo, recorriendo en su
mente cada engaño y mentira que se le ocurriera. Por desgracia, a su mente no
llegó a tiempo nada que resultase de utilidad, dejándole con la débil opción de
ser honesta-. Mira, no tengo el dinero ahora mismo. Pero acabo de aceptar un
trabajo con el que obtendré lo suficiente para saldar todos esos pagos, y dos
más.
Un zumbido sordo se escuchó desde
algún lugar detrás de la nave, y Rendra miró por encima del hombro del nimbanel
para ver un droide espía aparecer flotando ante su vista, con sus escáneres oculares
temblando mientras registraban cada centímetro cuadrado de la nave. Con esa
tarea completada, se volvió hacia Rendra y su propietario para capturar datos
acerca de su transacción verbal. Ella había tenido que usar tales precauciones
en varios de sus propios trabajos anteriores, a veces por razones legales, a
veces porque su benefactor quería ver cómo su presa se retorcía.
-Oh, sí –dijo el nimbanel,
volviendo a recuperar la atención que se había perdido en el droide-. Mis
informadores te ubican en Eryso, en el sistema Hedya, hace treinta y dos horas.
Veamos, te reuniste con varios seres de una nave llamada Chasa Riv, número de registro de la OdNS 52462474-245. Te marchaste
veintitrés minutos estándar después llevando una tableta de datos que no tenías
cuando llegaste, y entonces, de acuerdo con cálculos de vector basados en la
máxima velocidad de hipermotor de tu nave, saltaste inmediatamente aquí.
Tenía que admitirlo: el nimbanel
había sido concienzudo. Pero mientras él malgastaba su tiempo leyendo el registro
de sus actividades recientes, un plan comenzó a formarse en su mente. Sólo
necesitaba un par de datos más para asegurarse de que al menos tenía una
oportunidad de que funcionase.
-Me has estado vigilando –dijo,
maniobrando lentamente hacia una conversación-. Me sorprende que no me hayas
abordado hace veinte minutos cuando seguridad estaba realizando esa
comprobación de antecedentes. –Se esforzó lo más que pudo para ocultar el hecho
de que su frase era una completa invención.
Él la miró con una sonrisa
forzada.
-Sí, bueno. Eso no parece
importar ahora, ¿verdad?
Perfecto, decidió. No debe
tener ningún informador aquí en la estación, o habría sabido que le estaba
mintiendo... lo que significa que no sabe nada sobre mis recién adquiridos
mercenarios.
-Bueno –continuó él mientras se
guardaba la tableta de datos en el bolsillo-, me llevaré la documentación y la
tarjeta llave de tu nave. Ahora. –Acentuó la petición agitando casi
imperceptiblemente su carabina bláster.
La mirada de ella se desvió hacia
su propio bláster...
-¿Tengo que tomar las llaves de
tu cadáver? Eso no está en mi
contrato... aunque en realidad no me supone ningún impedimento, aparte de tener
que rellenar esos tediosos informes de seguridad.
-Escucha, eh… -dijo ella,
tratando de sonsacarle su nombre. Cuando él no lo ofreció, ella continuó-.
Hagamos un trato. Tú y yo. Voy a ganar mucho más de lo que necesito ahora
mismo. Lo repartiré contigo si me das tan sólo tres días para...
Vio cómo él pulsaba un
interruptor en la carabina –no sabía exactamente para qué servía, pero no podía
ser nada bueno- y supo que se había quedado sin tiempo.
Se volvió y saltó hacia los
controles de la puerta justo cuando un disparo bláster pasó silbando sobre su
cabeza, arrancando de la pared un pedazo de duracemento del tamaño de un puño.
Desde su posición tumbada estiró la mano y pulsó el mecanismo de liberación.
Y nada ocurrió.
Otro disparo bláster salió de la
carabina, y esta vez golpeó el suelo y roció la espalda de Rendra con una
cascada de escombros. Siguió rodando, dando varias vueltas hacia su derecha
mientras el nimbanel continuaba disparándole.
Finalmente, se puso en pie y sacó
el bláster de su funda. Antes de que él pudiera efectuar otro disparo, ella le
había lanzado un par de disparos bláster directos al pecho.
El primero impactó en una barrera
invisible que se mostró fugazmente como un patrón de luz estática, como si las
moléculas del aire frente a él hubieran estallado momentáneamente en un caótico
frenesí y luego hubieran regresado a la normalidad. El segundo disparo corrió
la misma suerte, dejando al nimbanel completamente ileso. Rendra siempre había
querido su propio escudo personal, pero encontraba que los precios eran
desorbitados. Aparentemente, este cazarrecompensas era bueno en su trabajo su
podía permitirse semejante dispositivo.
Su mente discurría mientras el
nimbanel sonreía y apuntaba de nuevo, moviéndose lentamente como para mostrar
su confianza en su éxito inevitable. ¿Por qué Nopul y los otros no habían
entrado a la carga en cuanto escucharon el intercambio de disparos bláster?
Echó un vistazo a la puerta... y luego al panel de control. Ah, claro, se dio cuenta, está codificado. Veamos qué podemos hacer al
respecto...
Alzó su arma para disparar de
nuevo, pero en lugar de apuntar a su oponente, ajustó el objetivo al cierre de
la puerta al otro lado de la sala.
El nimbanel sonrió ante ese obvio
error, y se tomó un momento adicional para apuntarle a Rendra a la cabeza.
Ella disparó, pero el alienígena
no prestó atención al disparo mientras la observaba a través del punto de mira.
Comenzó a apretar el gatillo...
Y entonces una cortina de fuego
bláster atravesó el hangar desde la puerta abierta y le hizo salir despedido
por la sala hacia la nave, donde chocó contra el suelo y se quedó inmóvil.
Rendra volvió la mirada a la
entrada del hangar mientras Nopul y los mercenarios entraban con las armas aún
dispuestas por si hubiera más problemas.
-Bueno –dijo Nopul, con aire
inocente-. ¿Necesitas ayuda?
Ella sonrió con desdén.
-Exactamente, ¿cuál era tu plan?
¿Esperar a que se me ocurriera uno a mí y entonces
actuar?
-Vaya, si hubiera sabido que te
ibas a poner así...
Rendra advirtió que Vakir había
avanzado hasta el cadáver del nimbanel y estaba registrando sus pertenencias.
Tras recoger algunos objetos pequeños, presionó el cañón de su pistola bláster
contra la sien del nimbanel.
-¡Eh! –exclamó Rendra,
sorprendiendo a todo el mundo, incluida ella-. ¿Qué estás haciendo? –Llegó
rápidamente junto al nikto y apartó su bláster de la cabeza del nimbanel-. Si
todavía está vivo, déjalo. Tenía un trabajo que hacer... no me lo tomo
personalmente. Además, ya nos habremos ido mucho antes de que despierte.
Vakir bajó la mirada hacia el
nimbanel, se encogió de hombros, y se apartó.
Un pensamiento cruzó de pronto la
mente de Rendra, y examinó el hangar en busca del droide de espionaje.
-¿Alguien ve un pequeño y molesto
droide volando por ahí?
Sus compañeros registraron el
hangar, pero no encontraron nada.
-Bueno –dijo, dirigiéndose a la
nave-. Supongo que ahora ya no importa demasiado. De acuerdo, todo el mundo, en
marcha. Tenemos mucho trabajo que hacer y no demasiado tiempo para hacerlo.
***
Rendra volvió a la zona
recreacional, más o menos circular, del Zoda
-ahora el Rodeo-, para encontrarse al
nikto, al dresseliano y a Nopul enfrascados en una mano de sabacc de varias
rondas, a juzgar por el número de créditos en el bote.
-¿Quién va ganando? –preguntó
mientras se dejaba caer en un sofá cercano.
-Oro –dijo Nopul sin apartar la
vista de sus cartas-chip-. De momento.
El dresseliano rio: un siseante
sonido en staccato que hizo que Rendra se preguntara por un instante si el
alienígena realmente estaba teniendo problemas para respirar. Pero cuando Vakir
le lanzó una furiosa mirada y Oro se calló de pronto, supo que no tenía que
preocuparse.
Observó cómo Vakir sacaba una
carta-chip de su mano y luego miraba a sus dos oponentes, buscando
aparentemente alguna pista de sus reacciones. Si descubrió algo o no, Rendra no
tenía forma de saberlo, pero deslizó la carta de nuevo en su mano, seleccionó
otra, y rápidamente dejó su nueva elección en el campo de interferencia ante
él.
Por un instante, nadie dijo nada,
y Oro y Nopul miraban fijamente a Vakir mientras él observaba su montaña de
créditos, golpeando la mesa con sus afiladas uñas.
-¿Apuestas o no? –preguntó Oro.
Vakir levantó lentamente la
mirada hacia su compañero alienígena... y entonces lanzó de pronto su brazo
sobre la mesa y agarró al dresseliano por la garganta.
-Vale, vale –consiguió balbucear
Oro-, tómate todo el tiempo que necesites.
Satisfecho, Vakir soltó su agarre
letal. Observó sus créditos mientras murmuraba algo para sí mismo, y entonces
aparentemente llegó a una conclusión mientras arrojaba el resto de sus créditos
al bote.
-Veinte –dijo, aunque para Rendra
la palabra podría haber sido sólo un gruñido.
Los otros dos igualaron la
apuesta, y entonces mostraron sus cartas-chip en el campo de interferencia ante
ellos.
-Parece que Oro gana de nuevo
–dijo Nopul, apartándose de la mesa-. Me retiro.
Mientras Oro acercaba alegremente
la pila de créditos hacia él, Vakir se derrumbó en su silla con un definitivo
aire alicaído en su semblante. Oro continuó emitiendo diversos sonidos de
felicidad hasta que se fijó en el nikto sentado en silencio junto a él.
Oro miró a los créditos, luego a
Vakir, y luego de nuevo a los créditos. Con la mano dividió la pila por la
mitad y empujó los créditos que cayeron en un lado hacia Vakir, cuyos ojos se
iluminaron cuando las ganancias fueron hacia él.
Nopul observaba con confusión
absoluta.
-¿Qué galaxias estás haciendo?
Oro le miró como si resultase
obvio.
-Vakir no créditos, Oro no juega.
No divertido para ninguno.
Nopul meneó la cabeza como si
tratara de aclarar su mente ante la extraña lógica, mientras Rendra soltó una
risita ante toda la serie de eventos.
-Tengo la impresión de que
vosotros dos ya habéis trabajado juntos antes –dijo.
-Muchas veces –dijo Oro mientras
guardaba su mitad de los créditos en un compartimento de su cinturón-. Y
siempre.
Vakir simplemente asintió
mientras recogía el resto del bote y comenzaba
a apilar los créditos en columnas del tamaño de una mano.
-Bien –dijo ella-, porque no
podemos permitirnos no confiar unos en otros. Lo que estamos a punto de hacer
es peligroso. Si cualquiera de nosotros se resbala, caemos todos.
Se levantó del sofá y avanzó
hacia la pared de los compartimentos de almacenamiento.
-Y sólo tenemos una oportunidad
para esto. Si fallamos en el primer intento, nos quedamos sin suerte.
-No has mencionado lo que tenemos
que hacer –dijo Vakir.
-Sí... lo sé. Bien –comenzó a
decir, y luego se aclaró la garganta. Al apoyar la espalda contra el tabique,
se arriesgó a lanzar una mirada en dirección a Nopul y vio exactamente lo que
estaba esperando: una expresión que le suplicaba que se lo pensase una vez más.
Ella respondió con su propia expresión: no tenemos elección. Cuando hubo
decidido que había dado a Nopul suficiente tiempo para captar la idea, se
volvió hacia los mercenarios-. Vamos a asesinar a Uli Aaregil, el líder de clan
de los weequay.
Dejó que la frase colgase en el
aire un instante para permitir posibles reacciones, pero Oro y Vakir sólo la
miraban con expectación.
-Bien –continuó-, nos faltan unas
nueve horas hasta llegar al sistema Sriluur. ¿Por qué vosotros dos no vais a
dormir un poco mientras Nopul y yo nos encargamos de algunos de los
preparativos finales?
Los dos alienígenas asintieron,
se levantaron de la mesa, y se dirigieron al camarote sin decir una sola
palabra. Rendra encontró bastante incómodo su silencio.
-Bueno –dijo después de que se
hubieron marchado-. Se lo han tomado bastante bien.
-Sí, supongo que sí –dijo Nopul
mientras se frotaba los dos mechones de pelo que recorrían su cráneo-.
Demasiado bien, diría yo.
-No necesitamos gente que
cuestione lo que les pedimos.
Él la miró de forma extraña.
-¿No?
Rendra se encontró meneando la
cabeza.
-¿Tenemos que pasar otra vez por
esto? Creía que ya lo habíamos
aclarado todo.
-Sí, explicaste todo el
razonamiento en términos explícitos y extremadamente lógicos.
Él la estaba mirando así de
nuevo, de ese modo que le hacía querer saltar sobre él y estrangularle. Sabía
que tenía que apartar sus ojos de él para evitar actuar siguiendo su instinto,
así que abrió una de las unidades de almacenamiento y sacó una caja llena de
dispositivos electrónicos.
-Ni siquiera puedes mirarme a la
cara –dijo Nopul-. ¿Eso no te dice nada?
Ella se volvió hacia él sin
tiempo siquiera para pensarlo.
-Sí, me dice que debería empezar
a buscar un nuevo socio.
-Ah, ya veo, dices que esto es
una sociedad. Tenía la impresión de que el voto de los socios tenía igual
valor...
-Muy bien, de acuerdo. Esto no es
una sociedad... nunca lo fue. Yo soy quien siempre tiene que planear todo,
quien tiene que discurrir cómo llegar al siguiente trabajo sin que nos maten,
nos quedemos sin créditos, o perdamos la nave.
-Y yo me quedo sentado y no hago
nada, simplemente te sigo en esos “trabajos”, como tú los llamas, chupando de
ese dinero que tanto te cuesta ganar. Sólo soy otro alienígena inútil,
alimentándose al cobijo de la humanidad. –El desdén brillaba en su rostro-. Tal
vez deberías echarte un vistazo más de cerca antes de decidir acerca del valor
de otra persona.
Ella dejó caer la caja de
componentes electrónicos sobre la mesa, esparciendo las cartas-chips por el
suelo.
-No necesito que seas mi brújula
moral. Tal vez carezca de ética, no lo sé. Pero tú no eres mejor que yo, y esta
pose de rectitud tuya me está empezando a poner de los nervios.
-Muy bien, entonces, discúlpame
por tratar de evitar que cometas un error que podría perseguirte durante el
resto de tu vida. Y tienes razón, no soy mejor que tú. Quieres matar a Aaregil
por dinero... apúntame. Tomaré mi parte y comenzaré mi propio negocio legítimo.
La última inflexión de la voz de
Nopul casi hizo rabiar por completo a Rendra, pero consiguió controlarse lo
suficiente para decir:
-Limítate a hacer que estos
inhibidores funcionen.
Dicho eso se dirigió a sus
aposentos personales, con las emociones asomando justo bajo la superficie...
mucho más a flor de piel de lo que le gustaría.
Uno de los dichos de su padre
acerca de esto o aquello comenzó a cobrar forma en su mente, pero lo aplastó
antes de que pudiera desarrollarse del todo. Fuera lo que fuese, no iba a
hacerle sentir mejor... eso era algo acerca de los dichos de su padre que jamás
ponía en duda.
Una vez a solas en sus aposentos
con la puerta cerrada, caminó directamente hacia una de las cajas de madera de
valla que contenían sus objetos personales, y golpeó con toda la fuerza que
pudo. La madera antigua se astilló en el punto de impacto, revelando las ropas
antiguas que guardaba dentro. Conforme su mente se llenó de recuerdos activados
al ver las viejas ropas, comenzó a sentir algo, como si estuviera siendo...
Un gemido zumbante a su espalda
le hizo dar media vuelta, con el bláster extendido hacia el origen del sonido.
Flotando ante ella -y con aspecto
completamente inocente- estaba el droide de espionaje del nimbanel, con sus
escáneres oculares zumbando mientras grababa.
Rendra enfundó su bláster.
-Vaya, aquí es donde decidiste
esconderte –dijo-. Supongo que pensamos parecido.
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