miércoles, 20 de noviembre de 2013

Crédito denegado (I)

Crédito denegado
George R. Strayton

Rendra entró por el gigantesco arco donde en otro tiempo unas igualmente gigantescas puertas habían mantenido fuera a los visitantes no deseados. El interior del templo estaba cubierto por una neblinosa oscuridad, y tuvo que detenerse un instante para permitir que tanto sus ojos como sus pulmones se ajustasen a su nuevo entorno.
Las formas lentamente se solidificaron en el negro vacío ante ella: escaleras que conducían hacia abajo... filas de asientos alineados en círculos concéntricos alrededor de la cámara... un techo abovedado de baldosas de plastiacero opaco cerniéndose sobre su cabeza. Y justo en el centro de todo, en el nivel más bajo del templo, un estrado triangular cubierto por los decadentes restos de un antiguamente majestuoso altar.
Una fría ráfaga de viento removió el polvo a sus pies, y se abrochó mejor su chaqueta de vuelo para protegerse del frío.
-No podíamos reunirnos en una agradable y cálida estación espacial, no –dijo, y sus palabras resonaron por la cámara como llevadas por un torbellino.
Descendió por las gastadas escaleras hacia el estrado, examinando los asientos en busca de cualquier señal de su contacto. Parecía que llegaba tarde... en su opinión, no era precisamente una buena forma de comenzar una relación de negocios. Se rio para sí misma al darse cuenta de que la sabiduría de su padre aún acechaba en su mente sin importar lo mucho que tratase de librarse de ella. No tenía la menor intención de terminar como él, y si él había vivido su vida según los mismos principios que le había enseñado, no quería formar parte de ellos.
Pero, pese a todo, aparecer tarde podía costarte un trato; realmente no podía refutar la lógica de ese axioma. Así que aparentemente estaba siguiendo ese dicho, al menos hasta que pudiera descubrir algún modo de desacreditarlo. De momento, sin embargo, tenía que dejar que siguiera siendo válido.
Al alcanzar la parte inferior de las escaleras, miró hacia arriba y a su alrededor. Permanecer en el terreno más bajo le ponía un poco nerviosa, pero las arcadas que conducían al exterior seguían despejadas, y hasta ahora no había visto ninguna señal de problemas.
Extrajo el bláster de la pistolera de su cadera tan rápidamente y con tal ferocidad que casi arrancó las correas que sujetaban la pistolera contra su pierna. Dejó que sus ojos recorrieran la fila superior de asientos, y luego volvió a dejar la pistola en su lugar de descanso.
Sí, sigues siendo la más rápida de la galaxia desenfundando, pensó mientras devolvía su atención al estrado. Tres escaleras ascendían desde cada lado de la plataforma triangular, pero estaban cubiertas con tantos escombros que en ese momento parecían impracticables. Todo lo que quedaba del altar era una masa astillada de madera medio podrida; incluso con la luz de la luna derramándose desde un hueco justo sobre su cabeza, no pudo distinguir ninguno de los símbolos que recorrían la superficie de sus lados. Fuera cual fuese el dios al que se veneraba antiguamente en este templo, había sido olvidado o su gente conquistada hacía mucho tiempo, y ese pensamiento le dio escalofríos a Rendra, como si estuviera de pie en mitad de una antigua cripta repleta de almas furiosas buscando a algún mortal al que culpar de cualquier mal que hubiera recaído sobre ellas.
¿Por qué me hago esto? Se preguntó mientras retrocedía del estrado. La primera fila de asientos detuvo su progreso, y dio un rápido giro sobre sí misma, por si acaso alguien o algo la estuviera acechando desde atrás.
Pero sólo encontró tela y madera en proceso de descomposición; no podía decir que fuera una gran amenaza.
-Maex –llamó una voz. Su nombre flotó en espiral por la cámara como si poseyera vida propia.
Tomó el bláster de su funda y lo apuntó en varias direcciones mientras buscaba al propietario de la voz.
-No es necesario hacer eso –dijo la voz. Esta vez fue capaz de ubicar su punto de origen: un grupo de tres, tal vez cuatro, figuras que se movían en la misma arcada por la que había entrado ella pocos instantes antes.
-Tenéis un gusto interesante para elegir puntos de encuentro –dijo, bajando su bláster-. Si no os conociera bien, sugeriría que os hicierais un test psicológico.
-Estoy seguro de que podrías hacer algo de eso tú misma –dijo secamente el ser, sin pizca de diversión en su voz. Llegó al final de las escaleras y se detuvo a unos cinco metros de distancia de ella. Bajo la mínima luz de la luna que se filtraba en el templo pudo ver que él y sus acompañantes eran definitivamente humanoides... pero por los pocos detalles que podía distinguir, podrían ser humanos, bith, nikto, duro, o de cualquiera de un centenar de otras especies humanoides.
Fuera lo que fuera, él la estaba mirando, aparentemente esperando algo. Ella se encogió de hombros para indicar su confusión, y él le respondió con un gesto señalando su bláster.
Ella pudo ver que los compañeros del ser que había hablado tenían rifles o carabinas bláster colgando de los hombros, pero en ese momento parecían estar bastante tranquilos. Le pareció que no pasaría nada si enfundaba su propia arma por el momento; además, podía desenfundar sin problemas más rápido que un arma de largo alcance.
-Sugiero que vayamos directamente al asunto que nos ocupa –dijo finalmente el líder mientras deslizaba una mano a un bolsillo interior de su abrigo y sacaba una tableta de datos. Con un gesto de muñeca, la mandó girando por el aire hacia Rendra.
El sonido de la palma de su mano contra el plastiacero resonó por todo el templo, difuminándose hasta convertirse en nada mientras leía el texto. Lentamente, un reverente silencio cubrió la cámara como si los espíritus que quedasen allí hubieran sido despertados y estuvieran ahora observando y esperando ansiosamente.
Rendra se encontró leyendo el documento una y otra vez. Las palabras simplemente parecían carecer de sentido en su mente. Pero pronto se dio cuenta de que expresaban de forma exacta y precisa la intención de su autor.
Alzó la mirada.
-¿Esto va en serio?
-Bastante –dijo él sin ninguna inflexión en particular-. Y por esa cantidad de dinero, yo pensaba que no te tomarías el asunto tan a la ligera.
Ella volvió a mirar la tableta de datos, y asintió.
-Sí, son muchos créditos... pero no sé...
-Ya es demasiado tarde para cambiar de idea, mi querida mercenaria. Llevarás a cabo las tareas descritas ahí, o si no... Digamos simplemente que tu vida se volverá aún menos placentera.
Ella se pasó la tableta de datos a la mano izquierda, dejando la derecha libre para tomar su bláster llegado el momento.
-No recuerdo haber convenido nada de esto.
-Vamos, Rendra. Ambos sabemos que necesitas desesperadamente esos créditos. No finjas que esa cantidad no te ahorraría años de penurias. Se te requiere que completes una tarea relativamente sencilla y clara. Mis fuentes dicen que puedes ocuparte de esto mientras duermes.
-No es cuestión de lo que puedo o no puedo hacer... es cuestión de si quiero hacerlo.
El ser se rio.
-Admiro tus... escrúpulos. Pero hablas como si tuvieras elección, y no la tienes.
Como una exhalación, ella sacó su bláster y lo apuntó a un punto donde creía que se encontraba el centro de la frente del hombre antes de que los ecos de su última frase se hubieran apagado.
-Esto me proporciona una elección.
-En primer lugar, no me importa lo buena que creas ser con esa cosa, pero no puedes matarnos a los tres antes de morir. Y en segundo lugar, desconoces un hecho: Ya he alertado a GalactiNúcleo de tu presencia aquí. Si no puedes pagarles, embargarán tu nave y te quedarás completamente sin recursos.
Ella mantuvo su posición mientras consideraba sus palabras. Tenía razón: sin su nave, no tendría con qué ganarse el sustento, dejándola en una situación mucho pero de la que estaba ahora. Miró la cantidad que aparecía en la tableta de datos. El precio era más que justo, y el trato era sólo por esa vez...
-De acuerdo –dijo ella rápidamente, antes de que cambiase de idea. Al mismo tiempo bajó su bláster-. ¿Cuándo obtengo mi dinero?
Él volvió a meter la mano en su abrigo y le lanzó una ficha de crédito.
-Eso es la mitad. Obtendrás el resto cuando completes la misión.
-Esto no es suficiente para pagar lo que debo a GalactiNúcleo.
-Lo sé.
Pedazo de tramposo...
Dio varios pasos largos hacia él antes de que sus acompañantes alzaran sus rifles bláster, deteniéndola. No escuchaba nada, pero podía ver que él había comenzado a reír por los destellos de la luz de la luna sobre un amuleto en forma de media luna que colgaba de su cuello.
Antes de dejar que su frustración se apoderase de ella, volvió a meter su bláster en su funda y ascendió rápidamente las escaleras, saliendo al fresco aire nocturno. Mientras sacaba su comunicador del cinturón, miró al cielo estrellado.
-Muy bien, Nopul –dijo por el comunicador-. Salgamos de aquí.
Guardó el comunicador y observó cómo un pequeño punto de luz descendía del cielo.

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