-Allá va –dijo Cavv en voz baja.
Sconn alzó la vista para ver a un herglic con un
carísimo traje de seda finamente confeccionado que avanzaba torpemente hacia
los turboascensores.
-Parece que Burgo ya se escora un poco –advirtió
Cavv-. Eso es bueno.
Sconn torció el gesto.
-¿Cómo puedes saberlo con todas estas sacudidas? En
realidad está en buena forma.
-Sólo si tu definición de ejercicio incluye fuertes
flexiones de codo para levantar la jarra a sus labios, o al equivalente herglic
de los labios.
Cavv y Sconn observaron a Teage entrar al
turboascensor, ocupando casi todo el espacio disponible en el proceso. El único
otro pasajero, un desafortunado ithoriano, se encontró intimando con la pared
lateral de la cabina.
Cavv miró a Sconn.
-Tengo una idea.
-Obviamente, es el lado oscuro de la Fuerza en
funcionamiento.
-Voy a mostrarme amigable con Burgo, dejarle que
gane una o dos manos de sabacc, dejarle inconsciente a base de Quemaduras
Solares de Tatooine, y asegurarme de que quede bien encerrado en alguna zona de
almacenamiento poco transitada.
-¿Estás seguro de que esos impes no saben que Burgo
no es humano? Incluso con las capas de seda, no creo que puedas hacerte pasar
por un herglic –dijo Sconn-. Bueno, no sin añadir al menos unos cuantos kilos.
-Aunque estoy casi seguro de que echaré de menos tu
ingenio afilado como un sable de luz, ¿por qué no haces algo útil y vas a
comprobar la preciada carga de Burgo? –Cavv se puso en pie, ajustándose las
ropas-. ¿Crees que serás capaz de hacer eso?
-¿Un pequeño allanamiento básico? –La voz de Sconn
tomó un tono sarcástico-. Oooh, no sé, es bastante difícil. –Sconn terminó el
resto de su vino de un solo trago-. Estoy seguro de que me las apañaré bastante
bien, amo Burgo. Pero gracias por preguntar.
***
Sconn quedó sorprendido por lo fácilmente que se
abrió la puerta. Justo cuando la pregunta asomó a su mente, la respuesta le
asaltó.
Más exactamente, dos grandes puños musculosos
salieron despedidos hacia él y le agarraron de los hombros. Al instante
siguiente, salía lanzado por la suite y se encontró volando, pasando sobre el
lujoso mobiliario hasta chocar contra la pared opuesta.
La mente de Sconn se esforzaba en centrarse en lo
que estaba ocurriendo, pero seguía atascada en Ay. Ay. Ay. Ay.
Al otro lado de la habitación, un corpulento reigat
cerró la puerta del pasillo. Desenganchó una vibrohacha de aspecto
extremadamente desagradable del arnés que cruzaba su ancha espalda mientras se
volvía hacia Sconn y comenzaba a cruzar la sala. Los reigats eran una especie
bastante grande, pero eran realmente imponentes cuando uno se encontraba
mirándoles desde una posición tumbada en el suelo.
-Debes de ser Gronk –adivinó Sconn.
El reigat sonrió de modo afirmativo, mostrando una
hilera de dientes y largos colmillos afilados.
-Y tú debes de tener ganas de morir, pequeño
humanoide. Bailaré sobre tu cadáver.
Sconn se puso torpemente en pie y lentamente
alcanzó el mango plateado sujeto en su cinturón.
-¿Quieres bailar, grandullón?
La empuñadura se deslizó en la palma del ladrón con
la familiaridad de una vieja amante. Un rápido giro la extendió en ambas
direcciones, completando la súbita transformación en una vara de un metro de
largo. Sconn hizo un rápido movimiento con su dedo, y los extremos crepitaron
con energía aturdidora azul.
-De acuerdo, sígueme el paso.
***
-...y entonces el hutt lo piensa por un
microsegundo y –Burgo soltó un estremecedor eructo- dice: “No sé si me gusta,
¡pero me llevaré dos más de todas formas!”
Cavv echó atrás la cabeza y soltó una tremenda
carcajada ante el chiste de Burgo, dejando caer buena parte de su bebida por el
suelo.
El herglic vibraba divertido por su propio chiste.
Burgo tomó un sorbo de su Quemadura Dólar de Tatooine y con cierto esfuerzo
consiguió no caerse de su taburete.
-Ese es bueno –dijo Cavv secándose los ojos.
El herglic terminó su Quemadura Solar con un
poderoso trago y dio un golpecito a Cavv en la espalda con una aleta
temblorosa.
-Me caes bien... no sólo apestas jugando al sabacc,
también disfrutas de los buenos chistes herglic.
En realidad, a Cavv se le escapaba la gracia por
completo, pero no era el momento de discutir por ese asunto. Había un viejo
dicho quarren: Cuando tienes al
pez-brillo en el anzuelo, no lo mates con cháchara. Simplemente golpéale en la
cabeza con un buen garrote.
Cavv hizo un gesto al droide camarero detrás de la barra,
pidiéndole otra ronda de Quemaduras Solares. Estaba asombrado de que Burgo aún
pudiera hablar después de media docena de copas de la potente bebida. Con
pequeños juegos de manos, Cavv había logrado verter disimuladamente el
contenido de sus copas en plantas cercanas. De todas formas, un herglic
borracho no era el público más difícil de engañar de la galaxia.
Burgo rodeó la copa con una aleta y comprobó su
cronómetro entrecerrando los ojos y meneando la cabeza como si tratara de
aclarar su visión.
-¿Tienes una cita? –preguntó Cavv con aire
inocente.
-No lo recuerdo muy bien –dijo Burgo, y entonces
irrumpió en una carcajada-. ¡Espero que ella sí lo recuerde!
Cavv se unió a la risa de buena gana, y luego hizo
ademán de tambalearse al ponerse en pie.
-Vamos, me aseguraré de que regresas a tu camarote
con todo mi dinero intacto. –Bajó la voz hasta que se convirtió en un susurro
conspirador-. Tengo entendido que muchos ladrones hacen estos viajes sólo para
caer sobre pobres tipos inocentes.
Burgo se puso en pie y trató de responderle con un
guiño cómplice, pero sólo consiguió cerrar ambos ojos y casi se cae. Cavv rodeó
con un brazo al gran herglic, y la pareja avanzó tambaleándose hacia los
turboascensores.
Mientras entraban torpemente, Cavv sonrió para sí
mismo. Hasta ahora, esta misión era pan comido. Y era él quien tenía la tarea
difícil.
Sconn probablemente estaría cómodamente aposentado
en la suite de Burgo. Típico. Últimamente, su sobrino bueno para nada siempre estaba durmiendo en el trabajo.
***
Sconn se encontraba efectivamente en posición
horizontal, pero no por elección propia, cuando su cuerpo golpeó contra la
pared. De pronto el mundo del ladrón se volvió vertical de nuevo y su cabeza
golpeó el suelo alfombrado del vagón de pasajeros. Antes de poder darse cuenta,
ya estaba otra vez orientado horizontalmente. Su cuerpo las estaba pasando
canutas para seguir los rápidos cambios de posición, ocupado como estaba por el
exceso de información procedente de diversos receptores de dolor.
Mientras Sconn se levantaba sobre sus manos y
rodillas, Gronk se acercó para terminar el trabajo. La vibrohacha trazó un arco
sobre su cabeza, soltando un destello cuando la fatídica hoja comenzó su
descenso.
Desde su posición tumbada en el suelo, Sconn rodó
hacia delante, justo entre los gruesos troncos que conformaban las piernas del
reigat. Había espacio de sobra para que pasara el ladrón agazapado, sin embargo
su vara aturdidora extendida golpeó contra la ingle y la entrepierna del
alienígena.
Gronk rugió de dolor. El hacha mordió el suelo y se
quedó allí encajada cuando los dedos del reigat soltaron la empuñadura.
Sconn terminó su voltereta y se levantó en postura
preparada para la lucha.
-¡Vamos! –rugió desafiante el ladrón. Pulsó el
pequeño interruptor, cambiando la carga completa de la vara a una única punta
palpitante.
El matón reigat se volvió, con los ojos inyectados
en sangre como turboláseres sobrecargados a punto de explotar. Gronk dejó el
hacha donde estaba y simplemente dirigió sus poderosas piernas en una furiosa
carga.
El ladrón estaba preparado, balanceando la vara
aturdidora con ambas manos. La punta crepitante del arma golpeó en la dura
cabeza del reigat. Una fuerza irresistible se encontró con un objeto
inamovible.
Un relámpago chisporroteante precedió a una
cegadora lluvia de energía almacenada al liberarse, y la vara de Sconn se
rompió en dos mitades irregulares. El confuso ladrón miró los restos de su
adorada arma en el suelo y luego otra vez al reigat.
Una amplia sonrisa dividió en dos el feo rostro de
Gronk. Dio un amenazador paso hacia delante... y se derrumbó en el suelo. Gimió
una vez y quedó completamente inmóvil.
Sconn dejó escapar un sonoro suspiro de alivio y de
derrumbó contra la pared adyacente a la suite de Burgo. Los ojos se le
cerraron.
Cuando finalmente volvió a abrirlos, Cavv estaba de
pie junto a su sobrino, con los brazos en jarras.
-Lo sabía –murmuró-. Bueno, no te quedes ahí sentado,
sobrino. No estamos de vacaciones, ¿recuerdas? -Sconn continuó con la mirada
perdida-. Mete a tu amiguito al armario para que podamos ordenar este sitio y
prepararnos para nuestra reunión.
Sconn lentamente alzó la mitad rota de su vara
aturdidora y comenzó a hacer algunos caprichosos cálculos de anchura, longitud
y profundidad.
***
-Atención, señores pasajeros. Estamos a punto de
llegar a la Estación de Unirail de Sensyno. Nos detendremos brevemente a
repostar. Se sugiere a los pasajeros que aprovechen esta oportunidad para
estirar las extremidades entumecidas. Siéntanse libres de explorar la tienda de
recuerdos y otras maravillas de la recién reformada...
-Oh, cierra esa bocaza –gruñó Sconn a la unidad de
comunicaciones. El ladrón se estiró en el sofá y miró su cronómetro-. Llegan
tarde, tío. No me gusta.
Cavv terminó de comprobar las tres grandes cajas
apiladas contra la pared opuesta y tomó asiento en la robusta mesa de
replimadera. Pasó la mano por la superficie con aire ausente, como si apartara
imaginarias motas de polvo.
-Necesitas calmarte, Sconn. A este paso no vivirás
para cumplir cien años.
Sconn se frotó los hombros, todavía dolorido por su
encuentro con el reigat, y rio sin ganas.
-¡Ja! A este paso no viviré para ver cómo se curan
estos cardenales.
Antes de que Cavv pudiera responder, llamaron
fuertemente a la puerta. Dos golpes. Muy secos. Muy imperiales.
Los dos ladrones intercambiaron una mirada
cómplice.
-Comienza el espectáculo –dijeron al unísono.
***
Burgo estaba recobrando la consciencia. Estaba
cansado, confuso, y ante todo tenía mucho, mucho frío. Con un empujón de su
tremendo peso, la cerradura del refrigerador de marisco cedió y la puerta se
abrió de par en par. El herlic se puso en pie, haciendo que no pocos cocineros
aterrorizados salieran huyendo de la cocina del vagón comedor.
Burgo no recordaba mucho de las últimas horas.
Ahora mismo sentía que su cabeza era el lugar de paso preferido en el
itinerario de viaje de un rebaño de banthas salvajes. De hecho, todo lo que
sabía era que necesitaba volver a su suite y dormir durante un buen rato. (O al
menos hasta que el rebaño de banthas terminase su paseo por su cráneo.) Si tan
sólo pudiera recordar donde estaba su habitación...
Rebuscó en sus bolsillos con una aleta y sintió un
pequeño fragmento rectangular de plástico. Burgo extrajo la tarjeta llave, que
tenía impreso el número de su suite. El herglic sonrió y salió de la unidad de
almacenamiento.
***
El primer imperial, un espécimen de humano con ojos
malévolos, deslizó la nota de crédito sobre la mesa. Cavv advirtió que los
dedos del hombre temblaron ligeramente; después de todo, era mucho dinero.
Cavv comprobó en silencio la cantidad y asintió
satisfecho. Hizo un gesto por encima del hombro, y Sconn abrió servicialmente
la primera caja para su inspección. El segundo imperial metió su ancha nariz,
que mostraba señales obvias de haber sido rota en más de una ocasión, en el
contenedor para examinar el contenido.
Después de unos tensos instantes, el segundo
imperial quedó satisfecho y asintió secamente a su compañero.
Cavv apenas podía resistirse mientras llevaba la
mano hacia la pistola aturdidora de su bolsillo. Esto parece demasiado fácil, pensó.
La puerta de la suite se abrió de golpe y, por un
brevísimo instante, el tiempo se congeló.
Burgo se encontraba allí de pie con aspecto algo
confuso, con la tarjeta llave aún en su aleta.
Cavv maldijo la maldita fortaleza de los herglic.
Los imperiales se quedaron boquiabiertos.
Sconn se preguntó por qué su tío no le había robado
simplemente la tarjeta llave a Burgo, para empezar.
Entonces, con un dramático gemido, el armario donde
habían introducido a Gronk se volcó por el peso muerto y el matón reigat se
desplomó en el suelo.
-¡Burgo! –gritó Cavv sin darse cuenta.
-¡Gronk! –dijo el herglic.
-¿Burgo? –exclamaron los imperiales al unísono.
-Urrr –gruñó Gronk.
Y entonces todo el mundo comenzó a disparar.
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