viernes, 15 de noviembre de 2013

Empate

Empate
Angela Phillips

-Muy bien, Chico Azul, llévanos a casa.
Las líneas estelares se convirtieron en un planeta verde azulado cuando Mair Koda sacó su carguero del hiperespacio sobre Vernet.
-Tiene buen aspecto –murmuró, sonriendo ante la primera vista de su planeta natal después de casi seis meses. El Chico Azul descendió atravesando la capa de nubes; Mair siguió la familiar línea de la costa hacia las franjas de cultivos de cereal del continente sudoriental de Vernet. Elevó su nave sobre las montañas de la cordillera continental y Maz-Verlin apareció a la vista, con las luces de la ciudad brillando todavía en los minutos anteriores al amanecer. Mair se dirigió hacia las luces rojas y azules del puerto estelar.
¿Qué es eso? Se preguntó Mair al observar un patrón desconocido de luces terrestres. Parecía como si un bloque de edificios hubiera sido construido al norte de la ciudad, pero el cielo estaba demasiado oscuro y el Chico Azul avanzaba demasiado rápido para poder distinguir cualquier detalle. Tomó nota mental de preguntar por ello más tarde.
Las colonias granjeras de Vernet eran lo bastante pequeñas como para que los lugareños considerasen todo un acontecimiento la llegada de un carguero estelar. Cuando Mair descendió la rampa al campo de arcilla compactada que servía como espaciopuerto de Maz-Verlin, vio un corro de espectadores aguardando ver lo que la “buena vieja” Mair les había traído esta vez. Incluso bajo la luz gris del amanecer pudo reconocer a algunas personas, y sabía lo que cada una de ellas quería. Sus padres de acogida, Arn y Emmi Stonelaw, habían ordenado una nueva variedad de semilla de cereal, un calibrador para su arado láser y veinte metros de duranex para hacer nuevos monos de trabajo para sus hijos. Lorne Turvey, tabernero local así como operario a tiempo parcial del espaciopuerto, había solicitado tantas holopelículas recientes del Núcleo como Mair pudiera traerle. Pursey Vermilla, una personalidad local, esperaba discos de las últimas modas y (siempre en vano) un rollo de seda de enredadera.
-Por los truenos –exclamó Mair, sonriendo ampliamente-, ¿no tenéis nada mejor que hacer, que me estáis esperando a las oscuro y media de la mañana?
-Bienvenida a casa, Mair –dijo Pursey, asomando al frente de la multitud-. ¿Encontraste mi seda?
Con la ayuda de sus clientes, para mediodía Mair ya había descargado casi toda su carga. Sólo unas pocas y aparatosas piezas de maquinaria agrícola permanecían a bordo cuando entregaba el rollo de duranex al quinceañero Yuri Stonelaw y sonrió cuando el muchacho de pelo claro se tambaleó bajo su peso.
-Eh, ¿por qué no ha aparecido tu hermano, chico? –preguntó Mair, ayudando al muchacho a sujetar el rollo. Yuri torció el gesto, con una expresión que parecía fuera de lugar en su rostro redondo y de mejillas sonrosadas-. ¿Qué ocurre? –continuó Mair-. ¿Kristoff está enfermo o algo? No le he visto en toda la mañana; normalmente es el primero de la fila cuando llego... después de Pursey, claro.
-Kristoff –dijo Arn Stonelaw, tomando el duranex de su hijo- tiene ahora preocupaciones más importantes que esperar en el espaciopuerto.
-¿Qué, se ha casado? –exclamó Mair. Dejó de reírse: la expresión de Arn era sombría y Yuri podría haberle matado con la mirada-. Está bien, me pondré seria, lo siento... ¿Qué es lo que anda mal?
-Todo –comenzó a decir Yuri, pero su padre le cortó.
-Nada anda mal... sólo distinto, eso es todo. La gente tiene que adaptarse. Ahora, ayúdame, Yuri, esta tela es pesada. Mair... ven esta noche a la granja, a cenar.
Mair asintió mientras los Stonelaws se marchaban, y luego meneó la cabeza preguntándose qué cambios misteriosos habían ocurrido a sus amigos mientras volvía a la nave para ordenar lo que quedaba.

***

Recogiéndose su húmedo cabello negro en un moño en la base de la nuca, Mair estaba de pie en la rampa del Chico Azul mirando a la ciudad al otro lado de la plataforma de aterrizaje. La Calle Central parecía vacía para ser esa hora del día. La mayoría de las tardes solía haber un grupo de chicos, liderados por Kris Stonelaw, jugando una improvisada partida de quambah sin reglas mientras que cualquier otra persona con algo de tiempo libre les observaba. Ahora no había nadie salvo tres pittins de pelaje color pastel persiguiendo hojas y una figura baja y fornida que caminaba hacia la nave.
-¡Hey, Yuri! –llamó Mair-. ¿Tus padres piensan que necesitan enviarte para llevarme a la cena? ¿Creéis que voy a dejar escapar una comida casera después de semanas de bazofia espacial?
Yuri sonrió mientras ella le rodeaba con un brazo.
-Me alegro tanto de que estés en casa, Mair –dijo-, es tan agradable volver a tener alguien con quien hablar.
-¿Qué, de repente Kristoff ha crecido demasiado para escuchar a un pequeño renacuajo como tú?
Yuri se detuvo, y miró a Mair fijamente a la cara.
-Se lo llevaron –dijo. Sus ojos azules, que hasta donde alcanzaba la memoria de Mair no habían albergado otra cosa que risas, estaban llenos de pérdida mientras repetía-: Se lo llevaron. Se llevaron a todos los chicos.
-¿Quiénes? –preguntó Mair, aturdida.
Yuri examinó la calle vacía, y luego empezó a tirar del brazo de Mair, dirigiéndola de vuelta a la nave.
-¿No lo sabes? –dijo-. ¿Nadie te lo ha dicho?
La espaciante negó con la cabeza.
-Soy un hongo, y me mantienen a la sombra. ¿Qué pasa? ¿Qué puede ser tan grave si no habéis contactado conmigo...? ¡Y no me tires del brazo! –protestó mientras Yuri tiraba de ella al interior del Chico Azul.
-El Imperio –dijo Yuri, como si eso lo explicara todo-. Talaron una zona del bosque, construyeron una base, y alistaron como soldados a todos los jóvenes.
Mair se derrumbó conmocionada en un maltrecho pero cómodo sofá.
-Se acabó el vecindario –gimió-. ¿A todos los jóvenes?
-A todos entre los dieciocho y veinticinco años –dijo Yuri-, a todos los hábiles, quiero decir. No se llevaron a Daoud Vari; aunque el Imperio podría permitirse ponerle prótesis.
-Si el Imperio quisiera reclutas sin piernas, se las cortarían ellos mismos –dijo Mair-. Supongo que, cuando llegaron, os dijeron a todos una sarta de tonterías sobre “estar preparados” y “asegurar la seguridad de Vernet” y “trabajar juntos para combatir la inestabilidad galáctica”, ¿verdad?
-Sí... ¿cómo lo sabes?
-La misma sarta de tonterías con la que siempre empiezan. Tengo amigos... está pasando lo mismo en mundos por todas partes. Los impes llegan hablando de verdad y justicia, y lo siguiente que sabes es que empiezan a meter sus zarpas en todos los envíos de mercancía y tratan de meterte balizas de seguimiento por la nariz.
Yuri se inclinó hacia la espaciante, con un aspecto serio que resultaba incongruente con sus rasgos aniñados.
-Entonces, Mair, entenderás por qué tenemos que sacar a Kris de allí.
-¡Eh, echa el freno, muchacho! –dijo Mair, parpadeando-. ¿Cómo hemos llegado desde “los impes son pésimos vecinos” a “tenemos que sacar a Kris”?
-Bueno, no podemos dejar que se convierta en uno de ellos, ¿no? -dijo Yuri como si enunciara un hecho evidente.
Mair suspiró.
-No sabes lo que me estás pidiendo, chico.
-Conozco una forma de entrar en el campo, si tú montas guardia para cubrirme las espaldas.
-Y si me ven, tendré que abandonar Vernet y no volver jamás. Por no hablar de lo que pasaría si me atrapan.
-No nos atraparán –insistió el chico-. ¡No podemos abandonar a Kris sin más!
-¿Y qué crees que le pasará después de que le hayamos sacado? El Imperio no es demasiado amable con los desertores. También tendría que marcharse.
-¿Qué tal les sentaría eso a tus padres?
-Mejor que como se sienten ahora... al menos sería libre. Bien podría haberse ido ya, o haber muerto, por lo poco que le vemos ahora. Si se va fuera del planeta, al menos sabremos que tiene una oportunidad de vivir su propia vida. Por favor, ayúdanos, Mair.
Mair dejó caer la cabeza entre las manos, suspirando.
-Puedo pensar en un centenar de razones para seguir como si nunca hubiéramos tenido esta charla... pero os quiero a ti y a Kristoff como hermanos. Despegaré de nuevo en un par de días, y por el trueno que Kris estará conmigo. Dime cómo vamos a entrar en el campamento.

***

Yuri salió del arroyo y se sacudió el agua de las ropas. Sacando la bolsa impermeable de su túnica, extrajo el bláster que había tomado de la alacena de su padre y lo comprobó de nuevo para asegurarse que el selector estuviera en “aturdir”. El viento agitaba las copas de los árboles. Un screeg nocturno llamó lastimeramente a su pareja mientras cazaban a la luz de las tres lunas de Vernet. Yuri se animó a sí mismo a ser valiente. Se irguió tan alto como fue capaz y tragó de meter tripa, pero la tarea no era fácil debido al gran montón de pasteles chor que había comido para cobrar fuerzas para su misión secreta a medianoche. Se sentía como si hubiera tragado un bloque de ferrocemento.
Un salpicón en el arroyo llamó su atención. Se ocultó tras un grupo de arbustos y esperó: Debía de ser Mair, nadando bajo el campo de fuerza del perímetro del campamento como él había hecho, pero no estaba de más ser cuidadoso. Un objeto oscuro salió volando del agua hacia la hierba de la orilla: un rifle bláster. Una figura surgió del arroyo y Yuri se tensó lleno de pavor; en lugar de la familiar silueta de Mair Koda, vio la brillante forma acorazada de un explorador imperial. Tragándose el miedo y los pasteles chor, Yuri saltó de los arbustos y abrió fuego sobre el intruso.
-¡Rayos y truenos, Yuri! ¡Soy yo! –dijo la voz modulada del soldado mientras la figura acorazada se lanzaba al suelo-. Aparta esa cosa... ¿Quieres despertar a todo el mundo en el lado nocturno del planeta?
Yuri bajó su arma.
-¿Mair?
Ella se quitó el casco de soldado explorador.
-¡Renacuajo! –exclamó-. ¡Te dije que estaría disfrazada!
-¿Pero como uno de ellos?
Mair soltó una risita.
-¿Cómo si no crees que una mujer puede moverse por un puesto de entrenamiento del Ejército Imperial? –Volvió a ajustarse el casco-. Pese a lo fea que es, no puedo mostrar mi cara... además, tengo un plan de reserva por si acaso nos ven. –Se puso en pie, sacudiendo agua de su armadura-. La clásica historia de “tú eres mi prisionero”. Dame tu arma, Yuri, y pon tus manos sobre la cabeza.
Yuri obedeció.
-Siento haberte disparado.
-Olvídalo... con tu puntería, no le darías ni a un hutt.
-¿Dónde conseguiste esa armadura? –preguntó Yuri.
-De un amigo.
-¿Dónde la consiguió tu amigo?
Mair hizo una pausa.
-Yuri, hay ciertas preguntas que es mejor que no hagas. Sólo sigue avanzando, y habremos sacado a tu hermano de este campamento antes de que los impes sepan siquiera que estamos aquí. No te preocupes.

***

Salieron del bosque cruzando los campos de entrenamiento, en dirección al complejo central. Yuri, con las manos todavía sobre la cabeza, caminaba ante Mair, quien sostenía su rifle apuntándole a la espalda. Avanzaron en silencio por un largo rato. Finalmente, Yuri habló.
-¿Mair?
-Cállate –siseó Mair-. Nos estamos acercando, y si alguien nos escucha hablar, estamos perdidos.
-Pero me estaba preguntando...
-¿Qué?
-Escuché decir que los imperiales lavan el cerebro... ¿Y si Kristoff no quiere ser rescatado?
Mair no dijo nada; el mismo temor había estado rondando su mente, pero ni por asomo iba a compartir eso con Yuri.
-Por supuesto que querrá ser rescatado –dijo, para confortarse a sí misma tanto como al muchacho-, aunque sólo sea porque las raciones del ejército son asquerosas. Por cierto –dijo, cambiando de tema-, ese plan de nadar por debajo del campo de seguridad ha sido un toque de genio.
Yuri se encogió de hombros.
-Vi peces nadando de un lado a otro por debajo, y supuse que si ellos podían, yo también. Paso mucho tiempo allí, sentado junto al arroyo. –Suspiró-. No puedo creer que fuese este mismo verano cuando Kris y yo estábamos nadando allí. El último día (aunque por supuesto entonces no sabía que iba a ser el último día) atrapamos cangrejos de barro y construimos pequeños rediles de tierra para retenerlos, pero no hacían más que escaparse.
-Igual que vamos a escapar nosotros –dijo Mair-. Ahora cállate, nos estamos acercando a los barracones.

***

Los problemas de seguridad aparentemente estaban lejos de la mente del comandante del campo de entrenamiento de Vernet; Mair y Yuri pudieron avanzar en silencio entre los edificios sin ser detectados. La puerta del barracón de los reclutas estaba cerrada desde el exterior, pero Mair consiguió abrirla fácilmente con un par de golpes de su electro-ganzúa. Yuri se deslizó en silencio al interior mientras Mair permanecía junto a la puerta con su armadura de explorador y trataba de aparentar que ese era el lugar donde debía estar.
Yuri se detuvo mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad del barracón sin ventanas y luego comenzó a buscar a su hermano entre los catres. Todos los hijos de Vernet estaban dormidos en hileras idénticas, todos con idéntica ropa interior oscura, todos con el pelo rapado. Algunos dormían tan en silencio que podrían haber estado muertos, y Yuri se estremeció ante el pensamiento de que estaba colándose en una morgue llena con todos sus compañeros de infancia.
Encontró a Kristoff en un catre bajo a mitad de la fila. Se detuvo para mirar a su hermano. Kristoff Stonelaw era alto, musculoso, de rasgos fuertes pero hermosos: todo lo que el joven Yuri aspiraba a ser en pocos años. Yuri se inclinó para dar unos suaves golpecitos en el hombro de su hermano.
-¿Kris? –susurró.
Los ojos de Kristoff se abrieron inmediatamente.
-¿Yuri? ¿Qué estás haciendo aquí?
-Vamos –susurró ansioso Yuri-. Mair nos espera fuera.
-¿Qué? –Los ojos de Kristoff estaban llenos de asombro.
-Va a llevarte fuera del planeta. Vamos, Kris, antes de que se despierten los demás.
-¿Fuera del planeta? –Kristoff se incorporó en su catre-. Yuri, ¿de qué estás hablando?
-Vamos a sacarte de aquí. Vamos a rescatarte.
-¿Rescatarme? –preguntó Kristoff con un tono de incredulidad en su voz-. No necesito que me rescaten. ¿Qué clase de basura te ha estado contando Mair?

***

¿Qué les está tomando tanto tiempo? Se preguntó Mair; temía ya tener la respuesta. Vamos, Kris, escucha a tu hermano, el renacuajo tiene sentido común. Vamos, piensa por ti mismo...
Mientras estaba ahí quieta, ocurrió el suceso que Mair más temía: un solitario guardia en patrulla nocturna dobló la esquina del barracón, casi chocando contra ella.
-¡Eh! –dijo el guardia-. ¿Qué estás haciendo ahí? ¿Cuál es tu número de servicio?
Mair miró en silencio al guardia y pulsó el seguro de su arma.
-Te estoy hablando a ti, muchacho –continuó el guardia-. ¿Sabes siquiera el santo y seña de esta noche?
¿Santo y seña? Se preguntó Mair. Oh, bueno...
-¿Darth Vader lleva ropa interior con puntillas? –sugirió alegremente mientras sacaba su bláster, aturdía al guardia, y salía corriendo.

***

El disparo en el exterior de su puerta despertó a los reclutas; en un instante el silencio del barracón fue reemplazado por los gemidos, gritos y otros sonidos de 100 jóvenes incorporándose en sus catres. Yuri lanzó a Kristoff una última y agonizante mirada; Kristoff trató de agarrar a su hermano pero falló. Yuri se lanzó a través de la oscura confusión y corrió hacia la puerta.
No se veía a Mair por ningún lado, así que Yuri siguió corriendo, lejos de los edificios y cruzando el bosque hacia la puerta principal del campamento, donde se encendieron luces y sirenas y los sonidos de la persecución se hicieron más audibles y organizados tras él.
Por suerte, Yuri encontró un gran árbol nole no muy lejos, en el bosque. Saltó a las ramas y ya había ascendido unos buenos cuatro metros antes de que el grupo de reclutas, adormilados y medio desnudos, pasaran a su lado, apuntando al azar con escáneres de infrarrojos a los arbustos y gritando. Esperó hasta que todo el barullo hubiera pasado de largo, y entonces bajó deslizándose del árbol. En silencio, dio media vuelta hacia el arroyo, rodeando el complejo y sus luces.
Yuri se detuvo al borde del agua, preguntándose si quedarse o marcharse. El corazón le latía con fuerza por miedo a lo que los imperiales podrían hacerle si le atrapaban, ¿pero cómo podría abandonar a Kristoff?
-Yuri –dijo una voz familiar detrás de él. El chico se volvió para mirar a su hermano. Al contrario que sus colegas, Kristoff se había puesto los pantalones, las botas y el cinturón del arma antes de abandonar el barracón. Miraba fijamente a Yuri-. Sabía que estarías aquí –dijo con el fantasma de una sonrisa-. Sabía que era así como conseguiste entrar.
-Kris, ven con nosotros –dijo Yuri-. Aún no es demasiado tarde.
Kristoff negó con la cabeza.
-Este es mi sitio –dijo-. Es aquí donde quiero estar.
-No pensabas de ese modo cuando vinieron a reclutarte.
-Eso es porque ahora lo entiendo mejor –dijo Kristoff. Sus ojos brillaban como el cristal a la menguante luz de las lunas-. Yuri, no sé qué clase de mentiras te ha estado contando Mair, pero...
-Ella no me ha contado nada.
Kristoff alzó la mano pidiendo silencio.
-Yuri, tienes que entenderlo. La galaxia se encuentra ahora mismo en un estado muy frágil. Vivimos tiempos peligrosos. Por todas partes hay amenazas para nuestro planeta: contrabandistas, piratas, terroristas anarquistas rebeldes. Vernet tiene que estar preparado para defenderse, y estoy orgulloso de formar parte de esa defensa. ¿No entiendes que hago esto por ti?
-No te dejan venir a visitarnos –dijo Yuri-. ¡Y ni siquiera nos dejan mandarte mensajes!
-Deben hacerse sacrificios –dijo Kristoff-. Ahora, acompáñame, Yuri.
-¿Qué?
-Tengo que entregarte a mi oficial al mando. Querrá interrogarte acerca de cómo entraste aquí.
-¿Por qué no se lo dices tú?
-Procedimiento estándar. Yuri, tengo que entregarte. Y él tendrá que disciplinarte.
-¿Eh? –Yuri abrió los ojos como platos, presa del miedo.
-No te hará daño, Yuri, no de forma permanente –dijo Kristoff, con voz fantasmalmente tranquila-. Será doloroso, pero tenemos que dar ejemplo contigo. –Alzó el bláster.
Yuri retrocedió hasta el borde del agua.
-Kris, ¿qué estás haciendo con ese arma?
-Si no vienes por tu propia voluntad, tendré que...
-¡Kris, mira lo que estás haciendo! –exclamó Yuri-. ¡Te están obligando a dispararme, están jugando con tu mente!
Algo agarró las piernas de Yuri desde atrás y tiró de él hacia el arroyo antes de que Kristoff pudiera disparar sobre él. Luchó por zafarse, pero unos brazos fuertes le hicieron pasar por debajo de la barrera de fuerza y le sacaron del agua fuera del campamento.
-Vamos –dijo Mair, que se había quitado la armadura, mientras subía al muchacho a su moto barredora-. ¡No podemos ayudarle!
-¡Kris! –gritó Yuri una última vez. Miró por encima del hombro mientras la barredora se ponía en marcha, para ver a su hermano de pie justo al otro lado del campo de fuerza, sujetando sin fuerzas su arma en la mano, con una mirada perpleja en el rostro.

***

Maz-Verlin era un caos cuando la moto pasó rugiendo por la Calle Central: había luces encendidas por todas partes y la gente deambulaba sin rumbo fijo por la calle.
-No puedes ir a tu nave, Mair –dijo Lorne Turvey, de pie a la entrada del espaciopuerto-. Están teniendo algún tipo de problema en la base; llamaron y dijeron que tengo que cerrar el puerto.
Mair le lanzó una mirada fulminante.
-¿Crees que eso incluye mantenerme apartada de mis propias pertenencias?
-Bueno, eh...
-No lo creo –dijo ella, rodeándole con la moto.
-¿Qué hay del chico Stonelaw? –exclamó Turvey a su espalda.
-Necesito su ayuda –dijo Mair mientras subía la rampa al Chico Azul.
Estaban en el hiperespacio antes de que nadie pudiera detenerles.

***

-Eh, renacuajo, alegra esa cara –dijo Mair, sentándose en el catre junto a Yuri y rodeándole los hombros con el brazo.
-Ahora no puedo volver a casa, ¿verdad? –preguntó.
Mair negó con la cabeza.
-Ya escuchaste lo que dijo Kris; para cuando terminen de “disciplinarte” en esa base, te habrán torturado hasta que tus sesos sean chorba machacada. Me harían lo mismo a mí, si me atrapasen. Ya no hay vuelta atrás para ninguno de los dos.
Yuri suspiró y apoyó la cabeza contra el hombro de Mair.
-No puedo creer que hayan vuelto a mi propio hermano contra mí. –Su voz se quebró y las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas-. No puedo creer que Kris estuviera a punto de dispararme. Lo he perdido para siempre.
-Eh, eh –dijo Mair, abrazando al muchacho y reprimiendo sus propias lágrimas-. No te disparó, ¿verdad? Podría haberse lanzado al arroyo tras nosotros y atraparnos, pero no lo hizo.
Yuri asintió en silencio.
-Profundamente en su interior, una parte de él no quería entregarte, no quería hacerte daño. Yuri, puede que no hayamos rescatado a Kristoff del Imperio, pero tampoco creo que lo hayamos perdido del todo todavía. –Sonrió a Yuri a través de sus lágrimas-. Considera que este asalto ha terminado en empate.

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