miércoles, 13 de noviembre de 2013

Dos por uno (y V)


-Lo siento, no se permite entrar a nadie –dijo el soldado de marina alzando una mano para detener al droide plateado que avanzaba hacia él.
-Tengo órdenes del almirante Drommel en persona.
-Y yo también. El control auxiliar del hipermotor es una zona restringida, incluso para el equipo técnico.
-Estamos a punto de efectuar una prueba en el sistema del hipermotor –dijo el droide-. Mi tarea es monitorizar los resultados del experimento y confirmar las lecturas recibidas en el puente.
-¿Entonces por qué no han enviado un astromecánico?
-No me corresponde cuestionar las órdenes del almirante. –Teequis alzó un comunicador en dirección al soldado-. Contactaré con él para que pueda preguntárselo usted mismo.
El guardia colocó nerviosamente la mano sobre el dispositivo. Estaba presente en la cubierta de mando cuando fue castigada la última persona que osó molestar a Drommel.
-Eso no será necesario. Estoy seguro... uh... de que el almirante no querrá que le molesten.
Se hizo a un lado para dejar entrar a Teequis.
El soldado sabía que era imposible, pero juraría que había escuchado murmurar algo al droide de protocolo al pasar, y había sonado muy parecido a “Pastor de nerfs”.

***

Drommel estaba más irritado a cada microsegundo que pasaba. El prisionero más joven no soltaba prenda, y era imposible hacer callar al mayor.
Cavv comprobó su cronómetro, reprimiendo un bostezo.
-Francamente, esta pequeña charla me ha dejado agotado, así que ya no creo que pueda serle de mucha ayuda. Tal vez podamos continuar con esto más tarde. Desde luego, me vendría bien una buena comida y una ducha sónica. Además eso le dará algo más de tiempo para que se estudie el manual de Interrogatorios Básicos del Alto Inquisidor Tremayne.
La voz de Drommel parecía muy distante.
-Llévenselos. A una celda. Ya.
Mientras los soldados de asalto se llevaban a los prisioneros lejos de él, Cavv obsequió al almirante con la más cálida de sus sonrisas.
-He disfrutado de esta pequeña charla, almirante. Espero que lo repitamos pronto. Aunque puede que usted quiera preparar de antemano algunas preguntas sesudas. Puedo proporcionarle una lista de lectura de material interesante si quiere. Y, oiga, no tenga miedo de mirar sus notas si... –La voz de Cavv continuó su perorata incluso mientras se lo llevaban por el pasillo.
Drommel tenía la mandíbula desencajada, y sus ojos estaban fijos en el techo.
-Almirante –dijo la voz del coronel Niovi desde la puerta. No hubo respuesta, pero él se aventuró valientemente a avanzar de todos modos-. Estamos listos para un salto de prueba al hiperespacio, señor. Todos los sistemas bajo su mando.
-Muy bien, coronel. Me uniré a usted en la cubierta de mando en unos instantes.
Niovi asintió y se retiró rápidamente de la sala mientras dentro resonaba el reconocible sonido de unos muebles siendo gravemente maltratados.

***

La procesión que conducía a Sconn y Cavv a las celdas de detención ganó de pronto otro miembro.
-Por aquí –ordenó la atractiva comandante que guardaba un asombroso parecido con Shandria-. El bloque 220 es donde encerramos a la escoria rebelde.

***

-Todos los sistemas nominales, señor –informó Niovi-. Prueba de velocidad luz a su orden.
Drommel asintió con una fina sonrisa. Ni siquiera las bufonadas de esos estúpidos intrusos podrían estropear ese momento.
-A mi señal.
Toda la cubierta de mando quedó en silencio mientras Drommel comenzaba la cuenta atrás.
-Tres. Dos. Uno. –Alzó una mano enguantada y la cerró en un puño mientras gritaba victorioso-. ¡Ahora!
Hubo un empujón de aceleración palpable y la tripulación mantuvo el aliento al unísono. La monstruosa nave se estremeció mientras las ventanillas mostraban un haz de líneas estelares, y luego un torbellino azul.
Y entonces el proceso se invirtió cuando la nave salió de nuevo del hiperespacio. Las estrellas habían cambiado, y el planeta Soullex ya no era visible, lo que provocó improvisados vítores de la tripulación. Drommel estaba radiante, deleitándose en su triunfo.
Entonces la gran nave tembló de pronto bajo sus pies, haciendo que varios oficiales se desplomaran sobre la cubierta.
-¡Informe! –El almirante se agarró a una consola cercana para mantener el equilibrio.
-¡Estamos siendo atacados, señor! Las coordenadas para nuestro salto de prueba han sido alteradas. Alguien debe de haber sorteado el ordenador de navegación. –Las manos del coronel Niovi volaban por la consola, mostrando más información táctica-. Los sensores detectan un Crucero Estelar de la Nueva República, dos corvetas y una fragata de escolta. ¡Están cargando las baterías iónicas!
-Intensifiquen todos los escudos –rugió Drommel-. ¡Lancen todas las alas de cazas!
Otra andanada de cañones iónicos sacudió al Guardián y una extraña voz filtrada crepitó por el comunicador de la nave.
-Atención, Súper Destructor Estelar. Les habla el Capitán Volahn del crucero Equidad de la Nueva República. Desactiven sus armas y ríndanse de inmediato.
Todos los ojos se centraron en Drommel.
-Incluso en nuestro estado actual somos demasiado rival para esa lamentable flota –dijo con una mueca-. ¿Y osan pedir que nos rindamos? ¡Grabaremos nuestra respuesta a fuego sobre sus cascos!
-Esa es siempre su respuesta a todo, ¿no, Drommel?
El almirante giró hacia el sonido de la voz del fastidioso viejo. Los intrusos entraron en tromba en la cubierta de mando.
-¡Vosotros!
Cavv y Sconn iban en cabeza. Shandria estaba justo detrás, dirigiendo al resto de prisioneros de la República para que se abrieran en abanico buscando cobertura.
Los oficiales imperiales y los soldados de marina sacaron sus armas y también tomaron cobertura detrás de sus estaciones de trabajo. Se encontraban en situación de tablas.
Drommel permaneció al descubierto, de pie en lo alto de su pasarela de mando con los puños apretados de rabia.
-Estúpidos. Nunca saldréis de aquí con vida.
-Ahí es donde se equivoca, almirante –dijo Cavv, saliendo de su cobertura y uniéndose a Drommel en el espacio abierto-. Todo el mundo puede salir sano y salvo de esta situación si usted hace lo más inteligente y se rinde. –Cavv echó un vistazo a la tripulación imperial-. No voy a molestarme en ofrecerles elaborados discursos acerca de la libertad, el honor o el valor. Ni siquiera voy a mentirles y prometerles una amnistía total, pero una resolución pacífica ayudaría a sus posibilidades.
-Ya basta –rugió Drommel-. ¡Matadlos a todos!
La tensión en la cubierta de mando era electrizante. Ambos bandos apuntaron.
Sconn comenzó a hablar.
-Un sabio me dijo una vez: Un buen guerrero sabe cuándo debería comenzar una batalla, pero un gran guerrero sabe cuándo debe terminar.
El silencio volvió a caer sobre la cubierta de mando. Uno a uno, los imperiales bajaron sus armas.
Drommel lanzó un grito ahogado de rabia y frustración. De pronto, apareció un bláster en su mano enguantada y apuntó con él a Cavv. El ladrón se estremeció y cerró los ojos, seguro de que él y el almirante estaban a punto de quedar atrapados en el fuego cruzado cuando ambos lados comenzasen a disparar. Escuchó el primer disparo, pero en lugar de sentir plasma supercalentado quemando su pecho, escuchó un cuerpo cayendo sobre la cubierta.
Cavv abrió los ojos y pasó su sorprendida mirada del cuerpo caído del almirante Drommel, al arma que sostenía en sus manos el coronel Niovi.
-Como comandante en funciones del Guardián, rindo oficialmente la nave y todo su contenido a la benevolente soberanía de la Nueva República.

***

-Bueno, no sé cómo lo hicimos, pero lo logramos –dijo Sconn, alzando su bebida.
Tres copas de buen choholl cassandrano chocaron en un sonoro brindis.
Cavv tomó un largo sorbo y suspiró satisfecho.
-Ahora que estoy retirado, supongo que tomarás el mando de la UAE.
-Ni lo sueñes, tío. Mi renuncia ya está en la mesa del general Cracken.
-Sabía que te unirías a nosotros antes o después, aunque sólo fuera para una sola misión. –Shandria le sonrió-. Me gustó especialmente tu proverbio. Muy elocuente.
-Debería serlo. Yo fui quien se lo enseñó –dijo Cavv. Advirtió el modo en el que Sconn y Shandria se miraban mutuamente y se puso en pie con una ligera sonrisa-. El postre ya debería estar listo. Creo que iré a comprobarlo. –Cavv desapareció en la cocina.
Shandria echó otra mirada evaluadora al apartamento.
-Tu gusto ha mejorado, Sconn.
-Con los créditos suficientes, puedes conseguir cualquier cosa. Bueno, casi cualquiera. –Sconn se quedó mirando su copa-. Aquí siempre ha faltado algo. Durante demasiado tiempo.
Sus ojos finalmente se encontraron.
-¿Es una simple lamentación, o una pregunta velada?
-Ambas cosas. –Sconn respiró profundamente-. Te quiero.
-Lo sabe.
Sconn y Shandria se giraron a la vez para mirar a Cavv, que asomaba desde la cocina. Se llevó la mano a los labios, que se habían retorcido en una sonrisa avergonzada.
-Lo siento.
Shandria sonrió, posando su mano sobre la de Sconn, y dijo:
-Te he echado de menos.
Cavv sonrió radiante.
-Hay un viejo dicho acerca del amor verdadero.
-¿Qué? –preguntaron Sconn y Shandria al unísono.
Cavv abrió la boca para responder, y luego la cerró.
-¿Sabéis? No me acuerdo. Nunca nadie me ha dejado terminar de decirlo.

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