Como suponían, el Viento Asaari estaba desierto. Dawson avanzó cauteloso por los
pasillos vacíos, con Sonax deslizándose hoscamente a su lado.
-Dijissste que sssabíasss lo que essstabasss
haciendo –escupió. Los golpes descontrolados al trineo de equipamiento durante
su salto en gravedad cero le habían causado varios cardenales en su suave piel
gris.
-Por centésima vez, lo siento –dijo él-. La física
no es precisamente lo que mejor se me da. Y, de todas formas, conseguí traernos
hasta aquí, ¿no?
Ella siseó entre sus dientes afilados.
-A durasss penasss. Y ahora tienesss que hacernosss
volver del misssmo modo.
Una expresión de pesar cruzó el rostro de Dawson.
Tras cortar un agujero de acceso en la pequeña y sellada cámara de motores,
había parcheado apresuradamente la brecha antes de lanzarse a abrir la puerta
de la cámara. Con la presión equilibrada, se despojó del destrozado traje
ithoriano y liberó a Sonax.
Pero con gamorreanos montando guardia en el
exterior de la escotilla de atraque, no tenían más opción que marcharse del
mismo modo en que habían llegado. Dawson había localizado un traje de vacío de
repuesto, de talla humana, en el armario de suministros del Viento; un poco grande, pero serviría.
Deseó desesperadamente encontrar un traje sluissi, pero una vez más Sonax no
tuvo suerte. Dio gracias a los Hados de que el trineo de equipo siguiera aún
intacto.
Una luz indicadora de la cinta cibernética de Sonax
parpadeó en rojo cuando ella accedió a su crono interno.
-Nosss quedamosss sssin tiempo. Encuentra la caja y
vayámonosss.
Las pisadas de Dawson resonaron en el pasillo.
-Veamos. Si yo fuera un señor del crimen bimm
adinerado y traicionero, con una vena despiadada y predilección por las naves
caras, ¿dónde la pondría?
Comenzó a llevarse una zarpa a la barbilla con
gesto teatral, pero se detuvo a mitad del movimiento.
-¿Has oído eso? –Sus orejas puntiagudas temblaron.
Sonax inclinó la cabeza. El débil zumbido que
Dawson había escuchado duplicó y triplicó su fuerza. El sonoro tamborileo era
ahora inconfundible. Un momento después, las planchas de cubierta comenzaron a
vibrar.
La nave estaba arrancando.
Sonax y Dawson se miraron entre sí; una mirada
acusadora y otra pidiendo disculpas. Dawson fue el primero en recuperar el
habla.
-Oh oh.
***
Kels apretó los dientes. Una carrera a lo loco
cruzando la zona de fuego sería suicida. Si Ritinki se había colocado la
máscara de oxígeno para poder inundar la zona con gases venenosos como Noone
seguía diciendo, estaban condenados.
Examinó la sala una vez más. Tenían pocas opciones.
Noone ya estaba agachándose en la postura inicial de un velocista, preparándose
para salir corriendo. Miró a Kels tratando de darle confianza.
-¿Lista? Uno. Dos...
-¡Espera! –gritó ella, agarrándole del brazo. Él
siguió la mirada de Kels, que estaba fija en el centro de la cúpula sobre sus
cabezas. Una zona oblonga de estrellas temblorosas ya no era visible. En su
lugar había una mancha oscura indefinida, punteada a intervalos regulares con
luces rojas.
Parecían luces de posición de una nave estelar. Y
estaban acercándose.
Noone tragó saliva.
-Parece que al final eso no era un control de gas
nervioso. ¡Encuentra algo pesado y agárrate!
Las luces brillaron con más fuerza. La forma oscura
se hizo más grande.
Y, con un estallido ensordecedor de transpariacero
haciéndose añicos, el Viento Asaari
atravesó la cúpula. Cientos de fragmentos cristalinos dentados salieron hacia
el exterior del agujero empujados por la atmósfera al escaparse al espacio.
Kels rodeó desesperadamente con ambas manos un pesado barril de vino andoano.
Los dos asesinos, sorprendidos casi directamente
bajo la brecha, fueron absorbidos por el vórtice humeante junto con varias
sillas, carros, y cartuchos bláster gastados. Agitando las extremidades, el
chef de chaqueta blanca chocó con fuerza contra el casco del Viento Asaari –que aguantaba firme en
medio del torbellino- y continuó volando hacia la fría negrura, con la cabeza
doblada en un ángulo antinatural. El piel dorada apretó el gatillo de su rifle
hasta el amargo final, rociando la sala con fuego bláster incluso mientras el
vacío del espacio le aspiraba inexorablemente hacia una muerte rápida y
dolorosa. El personal de seguridad superviviente se lanzó desesperadamente
hacia la línea de árboles en busca de algo a lo que agarrarse. Algunos lo
consiguieron, otros fueron aspirados, gritando en el vacío.
Kels volvió la cabeza hacia el estrado, lejos del
abrasivo mordisco del polvo y los escombros voladores. Ritinki, agarrándose al
borde de la plataforma, sostenía su máscara respiratoria firmemente con una mano
mientras la atmósfera seguía escapando al espacio. El tonel al que se agarraba
Kels comenzó a deslizarse por el suelo, no siendo suficiente su peso para
soportar el terrible vendaval.
Y entonces, milagrosamente, el movimiento se
detuvo. Un tembloroso campo de fuerza cobró vida en la parte interior de la
cúpula para taponar la tremenda brecha. Las violentas turbulencias cesaron, y
pequeños fragmentos de restos sueltos comenzaron a caer de nuevo al suelo. Kels
jadeó, tomando aire en la debilitada atmósfera, y se puso temblorosa en pie.
Una cúpula transparente era una estructura bastante
vulnerable para colocarla en el corazón de una nave que realizaba viajes
espaciales. Naturalmente, la Canción de
las Nubes debía tener un sistema de emergencia que permitía al ordenador
central sellar la cúpula con un campo de contención atmosférica en caso de una
brecha en la cúpula. Pero Kels se preguntó por qué había tardado tanto. Tenía
que haber un plato sensor en el borde de la cúpula que activase
instantáneamente el campo ante una caída súbita de la presión atmosférica.
Escaneó el borde de la cúpula, y encontró su
respuesta... e inmediatamente deseó no haberlo hecho. El plato sensor que había
esperado ver había sido aparentemente alcanzado por un disparo bláster perdido.
La carcasa era un amasijo negro y retorcido del que colgaban componentes
fundidos.
Noone se acercó tambaleándose a Kels. Señaló la
caja sensora que Kels ya había localizado.
-Aún tenemos que irnos –graznó-. Eso no aguantará
mucho tiempo. Los chips derivadores probablemente estén fundidos y se
sobrecargarán en cualquier momento.
Como si fuera una señal, una lluvia de chispas
surgió del sensor dañado.
Kels miró a Ritinki, que tecleaba un comando en lo
que ahora pudo reconocer como una llamada de reclamo: el mando a distancia de
una nave. El Viento Asaari, flotando
a cinco metros sobre el suelo, cayó de pronto como una roca, aterrizando sobre
la pesada mesa de comedor de madera y convirtiéndola en astillas. El bimm hizo
una mueca y pulsó otro botón. El Viento
se levantó un metro sobre sus repulsores, rotando en un ligero arco mientras la
rampa de acceso se extendía grácilmente. Con sorprendente rapidez, Ritinki
rodeó el estrado y corrió por el espacio abierto hacia la escotilla...
Sólo para ser derribado de espaldas cuando el
turboláser ventral de la nave abrió un cráter del tamaño de un bantha junto a
sus pies.
Las ventanas de la cabina aparecieron a la vista
mientras el Viento continuaba su
lento giro. Kels no daba crédito a lo que estaba viendo. A través de los
cristales tintados, agitando excitadamente los brazos y gritando algo
inaudible, estaba Dawson.
Noone levantó a Kels del suelo.
-Vamos –dijo casi sin aliento.
Corrieron hacia el sombrío rectángulo de la rampa
del yate, que les daba la bienvenida, más allá del cuerpo inmóvil de Ritinki el
bimm. La onda de choque le habrá dejado
inconsciente, supuso Kels al no ver ninguna laceración ni quemadura en su
cuerpo. Alcanzó el borde de la rampa justo cuando sus rodillas comenzaban a
flaquear por el cansancio. Jadeando, cayó de pies y manos sobre el frío metal.
Noone pasó delante de ella, luchando contra el viento causado por la presión de
la cabina saliendo por la escotilla abierta.
La caja de control del campo sobre sus cabezas dejó
escapar un gemido penetrante y estalló en una cascada de chispas. Kels miró
hacia arriba. El campo de energía de emergencia parpadeó débilmente, y
desapareció.
La sala estalló en un rugido atronador cuando el
espacio trató nuevamente de reclamar la débil atmósfera. Flotando todavía, la
nave estelar se agitó fuertemente en la tempestad, y Kels se encontró
deslizándose por un lado de la rampa. Sus dedos chirriaron en la pulida
superficie, tratando desesperadamente de sujetarse. Entonces una mano gris le
agarró con firmeza la muñeca izquierda.
Kels alzó la vista. Sonax le sonrió desde arriba.
La cola de la sluissi estaba firmemente enrollada en el pistón de soporte
izquierdo de la rampa. Dando un tirón, como un látigo, llevó a ambas al
interior y la rampa comenzó a cerrarse.
Y, empujado por la atmósfera que se escapaba, el Viento Asaari ascendió hacia las
estrellas.
***
La caja fuerte reposaba en el regazo de Noone,
emitiendo reflejos dispersos bajo la brillante luz de la cabina de pasajeros
del yate. Tanteó la lisa superficie plateada golpeándola con un nudillo.
-Dawson, estás seguro
de que desactivaste las medidas de seguridad. –No era una pregunta.
El tynnan alzó la mirada desde su posición,
reclinado en el suelo cerca del sillón de aceleración acolchado de Noone.
-Jefe, lo he repasado un centenar de veces. Es
seguro, lo garantizo. –Noone aún parecía dubitativo-. ¿Qué pasa, no confías en
mí?
Noone soltó una risita.
-Ahora no es el momento de hacer esa pregunta, mi peludo amigo. Aún
estaba muy enfadado porque Sonax y Dawson no fueran capaces de obedecer su
orden de retirada, pero esto era una banda de ladrones, no un regimiento de
obedientes soldados de asalto. Además, llevaba en ese negocio el tiempo
suficiente para saber que el éxito no se discute.
A través de la portilla de estribor, retorcidos
hilillos de vapor luminiscente se arremolinaban a su paso en mareantes patrones
caleidoscópicos. Habían pilotado su nave estelar robada adentrándose en la gran
nebulosa radioactiva cercana a Nal Hutta; no tanto como para perderse en su
interior, pero a bastante profundidad para desalentar cualquier persecución.
Suspiró pesadamente.
-Bueno, allá va. Puede que todos queráis retroceder
unos pasos por si acaso estalla en mi cara. –Dawson puso los ojos en blanco.
Kels y Sonax avanzaron de hecho medio paso, para no perderse la apertura.
Con un chasquido apagado, Noone soltó los cierres
girando ambos pulgares. Presionando suavemente el lateral de metal estriado,
levantó cuidadosamente la tapa, que giró sobre sus bisagras. Cuatro cabezas se
reunieron para tener una vista clara del contenido.
-Esss... –comenzó Sonax.
-Es una pistola
–interrumpió Kels.
-¿Eh? –murmuró un Dawson claramente desconcertado.
Ajustadamente encajadas en un embalaje de espuma
anti golpes, las dos mitades del arma negra –cañón y culata- estaban llenas de
cableado externo y relés eléctricos. Uniendo las mitades, tendría el tamaño y
peso aproximado de un rifle bláster.
Noone extrajo cuidadosamente la culata.
-Ciertas personas poderosas están muy interesadas
en esto, gente. –Tendió la sección de la culata a Kels, y luego ofreció el
cañón a Dawson-. ¿Alguna idea de qué es?
Se sentaron a examinarla un instante. Un relajante
sonido de estática resonaba en la sala, causado por los gases irradiados que
chocaban contra los escudos de energía.
Dawson finalmente se arriesgó a lanzar una
hipótesis.
-¿Algún tipo de prototipo de arma imperial? Parece
equipado para disparar ondas electromagnéticas, pero realmente no sé para qué
serviría eso.
Kels levantó la mirada con los ojos como platos.
-Es una Pistola de Mando.
Todo el mundo se volvió para mirarle fijamente.
-¿Una qué?
–dijo Noone.
Les mostró la culata. En su base había una breve
línea con una diminuta inscripción estampada a máquina en una escritura
desconocida para ellos.
-Esto es hapano. Identifica esto como un producto
del Real Gremio de Armamento de Charubah.
Sabe hapano,
pensó Noone. Otra sorpresa.
-Niña, el Cúmulo de Hapes ha estado aislado del
resto de la galaxia durante tres mil años. Nunca he oído hablar de...
-La Pistola de Mando dispara un estallido magnético
lo bastante potente para aturdir el cerebro de incluso el más fuerte soldado de
infantería –continuó Kels-. Convierte a los seres en estúpidos de mente débil
que siguen cualquier orden que se les da, sin importar desproporcionada que esta
sea. Dicho de un modo sencillo, es
irresistible.
Noone se recostó pesadamente en su asiento.
-Ya veo. Creo que estoy comenzando a comprender por
qué Ritinki y Vop estaban tan interesados en esta pequeña caja.
Kels asintió.
-No hay límite en lo que un señor del crimen
ambicioso y carente de escrúpulos podría lograr con una Pistola de Mando
totalmente operacional.
-En ese caso –dijo Noone con una amplia sonrisa,
entrelazando los dedos detrás de su cabeza-, no queremos las grasientas pezuñas
de Guttu en el gatillo.
Dawson se quedó boquiabierto de asombro.
-Jefe, lo que estás diciendo es...
-Lo que estoy diciendo –interrumpió-, es que
lancemos a Guttu por una esclusa. Hay muchos grupos ahí fuera que nos pagarían
el rescate de un emperador por este chisme. La Autoridad del Sector
Corporativo, la Alianza Rebelde, el Imperio...
Sonax lanzó un siseo grave y lleno de amenaza. Su
odio al Imperio era profundo, y todos lo sabían. Noone alzó las manos con gesto
tranquilizador.
-Vale, los Impes tal vez no. Pero estamos sentados
sobre una mina de crisopacio, y no estoy dispuesto a cederle la propiedad
voluntariamente a ese apestoso hutt.
-Pero, ¿qué pasa con el Borgove? –lloriqueó Dawson.
Noone hizo un amplio gesto de barrido, abarcando la
gran cabina de pasajeros.
-Yo personalmente prefiero nuestro nuevo
alojamiento. Sillas confortables, panelado de madera greel, y una despensa bien
surtida por la que muchos matarían. Siempre habíamos soñado con dar un gran
golpe. Bueno, amigos míos, es este.
-Pero Ritinki...
-El bimm está muerto –dijo Noone, poniéndose en pie
y dirigiéndose por el pasillo curvado hacia la cabina-. No es posible que nadie
que quedase en esa sala haya sobrevivido.
Llegó junto al timón y se sentó en el asiento del
piloto.
-Esta nave es ahora nuestra –dijo, pulsando los
interruptores de encendido-. Pero si realmente echas tanto de menos esa vieja
carraca, Dawson, eres libre de volver aquí algún día y tratar de sacarla del
depósito de naves incautadas.
Sonax se deslizó hasta un asiento a su lado y
asumió su acostumbrada posición de navegante. Con las manos bailando sobre el
panel de control, Noone los sacó de la nebulosa que les rodeaba. Los gases de
diversos colores se apartaron como un telón. Con un grito de júbilo, realizó un
rizo cerrado con el potente yate espacial.
-Agarraos fuerte, amigos –gritó exuberante-.
Tenemos una fortuna que hacer.
Las líneas estelares temblaron, y el Viento Asaari desapareció
en el Hiperespacio
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