Sconn apuntó el cañón de su carabina bláster
directamente a la cara del droide.
-Comencemos desde el principio, ¿de acuerdo?
-Saludos. Soy CT-EX, relaciones
cibernéticas-humanas.
-¿Qué tal si te llamamos simplemente Teequis?
–preguntó Cavv.
-Como deseen. ¿Puedo ayudarles en algo?
-Eso depende –dijo Cavv-. ¿Qué tal conoces esta
nave?
-¿De qué nave estamos hablando?
-De esta en la que estamos encima –saltó Sconn-.
Dentro. Lo que sea.
-Puede que no sea adecuado por mi parte decirlo,
señor, pero está usted equivocado. Esto no es ninguna nave.
-¿Entonces dónde estamos, exactamente?
-Aquí. –El droide ladeó la cabeza ligeramente-.
¿Quiere que le proporcione las coordenadas espaciales exactas?
-¿Así que admites que estamos en el espacio?
-Por supuesto que no. Si eso fuera cierto, ustedes
ya habrían implosionado.-Hubo una ligera pausa y entonces el droide añadió-:
Cabezahueca.
Sconn parpadeó una vez. Dos veces.
-¿Qué acaba de decir?
-No estoy seguro de haberle escuchado correctamente
–dijo Cavv, tratando de no sonreír.
-Repite lo que has dicho –ordenó Sconn al droide.
-Lo que has dicho.
Sconn comenzó a apretar el gatillo. Cavv apartó el
cañón y estudió a su prisionero mecánico.
-Espera, creo que tengo una idea.
-¿Incluye un detonador termal? –preguntó Sconn,
lanzando una furiosa mirada al droide plateado.
Antes de que Cavv pudiera contestar, Teequis
intervino.
-Por supuesto que no. Eso abriría un agujero enorme
en esta nave. –Pausa-. Pastor de nerfs.
Sconn aún trataba de atrapar al droide mientras
Cavv le empujaba hacia la puerta.
-Tal vez deberías quedarte montando guardia hasta
que hayamos terminado aquí.
***
Sconn saludó con la cabeza a una patrulla de
soldados de asalto que pasaba, y luego se colocó en una rígida posición de firmes.
La armadura le daba calor, el casco era pesado, y no le apetecía a jugar a los
soldaditos. El ladrón añoraba los buenos viejos tiempos en el Bar Binario,
bebiendo, intercambiando trolas y mirando mujeres hermosas. Allí fue donde
conoció a Shandria; era una agente de la Alianza huyendo de los imperiales.
Siempre había tenido debilidad por una cara bonita, pero ella era mucho más.
Sconn meneó la cabeza, recordando uno de los
refranes de su tío. Si pasas mucho tiempo
mirando hacia atrás, puede que no veas el gigantesco agujero que tienes
delante.
La puerta blindada se abrió, interrumpiendo sus
pensamientos. Teequis salió y se marchó sin decir palabra. Cavv salió justo
detrás de él, dando una palmadita en el hombro acorazado de Sconn.
-Tenemos que hablar.
Cavv los condujo a un grupo de turboascensores. El dúo entró en la
primera cabina y descendió aún más en las entrañas del Guardián.
***
-¿A dónde vamos?
El casco de Cavv siguió mirando directamente al
frente.
-Oh, esto no me va a gustar en absoluto, ¿verdad?
-Bloque de Detención 220.
-¡Cuando Tatooine se congele! –Sconn detuvo su
descenso y se enfrentó a su tío-. ¿Has perdido la cabeza por completo?
-Teequis me dijo que hay prisioneros de la Nueva
República a bordo. Vamos a rescatarlos.
-¿Qué? Esto es ridículo. Si por un asomo de pura
suerte realmente conseguimos robar esta maldita nave, quedarán libres de todas
formas. Mientras que ir al bloque de detención para orquestar una fuga
obstaculizaría seriamente nuestros esfuerzos. ¡Especialmente si nos capturan!
-Tenemos una obligación...
-No empieces con eso de nuevo. Escucha, tío, un
ladrón con conciencia es como... como un droide de protocolo grosero. Inútil.
Ineficaz.
-Tienes mucho que aprender de la vida, Sconn.
Esperaba que esta misión te abriera los ojos al respecto. Hay un mundo más
grande a tu alrededor.
Sconn clavó un dedo enguantado en el pecho
acorazado de Cavv.
-Tú no eres Obi-Wan Kenobi. Ciertamente yo no soy
Luke Skywalker (soy mucho más atractivo), y no me importa si la Reina Princesa
de la Galaxia está prisionera aquí, no vamos a ir a un bloque de detención bajo
ninguna circunstancia. –Sconn hizo una pausa momentánea, imaginándose la cara
que estaría poniendo su tío bajo el casco-. No lo digas.
-Entonces lo haré yo solo.
Sconn soltó un gemido.
-De verdad, de verdad que te odio. Lo sabes,
¿verdad?
***
El jefe de técnicos se cuadró y saludó.
-Los repuestos han sido comprobados, señor.
-Comiencen las reparaciones del hiperimpulsor de
inmediato. Triplique su grupo de trabajo si es necesario, pero que nadie duerma
hasta que el trabajo esté terminado. –Drommel miraba al planeta bajo ellos a
través del ventanal de transpariacero-. Avisen a los comandantes de las
guarniciones. Con un poco de suerte nos iremos pronto de este sistema de tres
al cuarto. –Sus ojos volvieron a clavarse en el técnico-. ¿Cuánto tardaremos en
poder probar el hiperimpulsor?
-La mejor estimación serían como mínimo 48 horas,
almirante.
-Entonces debemos estar en marcha en 36. ¿Ha
quedado claro?
-Sí, señor.
El técnico giró sobre sus talones, ladrando a su
equipo las órdenes del almirante.
Drommel se unió al coronel Niovi, que estaba
supervisando la cercana estación de comunicaciones.
-¿Alguna noticia sobre nuestros fugitivos?
-Aún no ha habido contacto, señor.
-Quiero que se les encuentre.
-El coronel Eijul es optimista al respecto.
-Él estará entre las primeras cosas que remodele en
esta nave en cuanto regresemos al espacio imperial –dijo Drommel mientras
caminaba a grandes zancadas hacia el turboascensor. Niovi se esforzó en seguir
su ritmo-. Eijul tendría dificultades localizando los intrusos aunque se
dirigieran directamente a un bloque de detención y se entregasen.
***
Las puertas del Bloque de Detención 220 se abrieron
deslizándose, y el oficial de guardia les echó una mirada con poco interés. El
hombre de uniforme negro continuó introduciendo datos en su consola, suponiendo
que los dos soldados de asalto eran parte del grupo que buscaba a los dos
soldados de asalto... ¡que eran impostores!
El oficial de guardia alzó la cabeza de golpe justo
cuando la culata de una carabina bláster completaba su arco descendente. El
campo de visión del hombre saltó de pronto al hiperespacio, y se deslizó al
suelo bajo la consola.
***
-¿Alguien más? –preguntó Sconn.
Cavv comprobó la pantalla.
-El resto de guardias está ocupado buscándonos. –El
viejo ladrón sonrió-. Deben de haber supuesto que este sería el último lugar al
que iríamos.
-Claro. Nadie sería tan estúpido.
Cavv ignoró ese comentario y desbloqueó la puerta
blindada que conducía a las celdas. Hizo un gesto grandilocuente, señalando el
estrecho pasillo.
-Después de usted.
Sconn empujó a su tío delante de él sin ningún tipo
de ceremonia.
-La edad antes que la belleza. Cubre el lado
derecho. Yo me encargo del izquierdo.
***
-¡Sabacc! –exclamó Cavv.
Estaba en la última celda de su lado cuando los
encontró: Media docena de soldados de la República que se habían visto
involuntariamente atrapados por el Guardián
cuando salieron del hiperespacio. Eran un grupo revuelto, y tardaron en confiar
en Cavv hasta que sus frases en código y sus breves anécdotas les convencieron
de que no era ningún imperial.
-¿Ha habido suerte por ahí? –preguntó Cavv.
Sconn se asomó a la siguiente cámara. Una única
prisionera estaba allí sentada, vestida con un traje de vuelo manchado de
hollín. Sconn se quedó sin aliento. Antes de que su mente alcanzase a su
cuerpo, una mano golpeó el panel de control. La puerta se deslizó, cerrándose
tras él, que entró a trompicones en la celda.
La hermosa mujer de cabello oscuro alzó la vista
confusa y Sconn se encontró mirando un rostro que nunca había imaginado volver
a ver.
-¿Qué estás haciendo aquí? –exclamó.
-Estoy prisionera –respondió la mujer, entornando
los ojos-. ¿Qué crees que estoy
haciendo aquí?
Sconn tiró teatralmente de su casco, esperando
quitárselo con una gran floritura. Ni siquiera se movió.
-¿Por qué tardas tanto, sobrino? –dijo Cavv,
entrando en la celda sin casco. Abrió los ojos como platos al ver a la mujer.
-¡Cavv! –exclamó ella, corriendo para abrazarle. La
chica liberó a Cavv del abrazo y se volvió justo cuando Sconn conseguía
quitarse su obstinado casco.
Sus ojos se encontraron y quedaron inmóviles. El
tiempo detuvo su aliento.
Sconn fue el primero en hablar, en voz baja pero
cargada con todo un espectro de emociones.
-Shandria.
Ella abrió la boca, pero antes de poder hablar el
resto de prisioneros entró en masa en la celda para saludar a su vieja
camarada. Sconn retrocedió de espaldas hacia la puerta, aunque sus ojos
quedaron fijos en Shandria durante un momento más. Entonces apartó la mirada
del reencuentro y salió solo al pasillo vacío.
***
-Tengo una idea, pero es un poco arriesgada. –Cavv
alzó la vista de la consola de seguridad, haciendo una pausa para permitir a
Sconn uno de sus obligatorios comentarios despectivos, pero no hubo ninguno. El
ladrón más joven estaba de pie en silencio contra la pared, con la mirada
perdida en el espacio.
-Cualquier cosa es mejor que seguir aquí cautivos
–dijo Shandria. Un rumor de asentimiento recorrió los prisioneros reunidos.
-Este es el plan –dijo Cavv-. Mi sobrino y yo nos
aventuraremos a la sala de ingeniería del Guardián
e intentaremos obtener el control manual de los sistemas de hiperimpulsión. Con
suerte, eso nos permitirá programar un salto rápido a espacio amigo sin tener
que tomar la cubierta de mando.
Sconn permaneció en silencio mientras Cavv recitaba
los detalles, sin ofrecer el menor comentario.
Cuando hubo terminado, Shandria comenzó a repartir
blásters a su grupo. Cavv y Sconn se prepararon para volver a hacerse pasar por
soldados de asalto.
Conforme los dos grupos se separaban, Shandria y
Sconn quedaron retrasados. Ambos comenzaron a hablar al unísono, y el resultado
fue un galimatías ininteligible de conversaciones que empezaban y se detenían.
El ladrón alzó una mano.
-Deja que empiece yo. Hay algo que tengo que
decirte.
-Sconn, yo... Han pasado tantas cosas que...
Supongo que lo que intento decir es que ha pasado mucho tiempo y... No puedo
hacer esto ahora. –Bajó la mirada al suelo. Su voz se convirtió en un susurro-.
Lo siento.
Sconn asintió, y avanzó para unirse a su tío. Cavv
estaba ocupado ajustando su comunicador a una frecuencia concreta.
-Teequis, ¿estás listo?
La voz filtrada del droide cobró vida con un
chasquido.
-Afirmativo, señor. El jawa cabalga a medianoche.
-El jawa cabalga solo. –Cavv miró a su inusualmente
callado sobrino-. Vamos.
-¿Sconn? –La voz de Shandria tembló ligeramente.
Él miró por encima de su hombro.
-Cuídate.
-Desde luego que lo haremos –dijo Cavv, fingiendo
indignación.
***
El técnico jefe sudaba profusamente al hacer los
últimos ajustes en el recién reparado hipermotor del Guardián. La sudoración no sólo era resultado de la difícil tarea,
sino también del incesante golpeteo de la bota del almirante Drommel sobre la
cubierta.
-¿Cuánto queda?
-Podemos realizar nuestro primer salto en diez
minutos, señor. –El técnico usó el cuello de su mono para limpiarse un poco de
grasa de la frente.
Drommel echó un vistazo a la docena de hombres que
trabajaba a su alrededor, muchos de los cuales no habían dormido en 24 horas o
más.
-Continúen, entonces. Tengo otros asuntos que
atender. –Drommel di media vuelta bruscamente y salió. Dos soldados de asalto
que entraban en la sala se apartaron para dejarle paso.
El técnico jefe suspiró ante la nueva interrupción
y amonestó a los soldados agitando los brazos cuando uno cerró la puerta de
seguridad tras ellos.
-Esta es una zona restringida. No están autorizados
a estar aquí.
Un disparo bláster derribó al hombre.
Sconn realizó un barrido de lado a lado con su
bláster, apuntando el cañón a cada uno de los técnicos restantes.
-¿Alguien más quiere pedir que nos vayamos?
Nadie lo hizo.
Cuando se quitaron los cascos, Cavv miró
horrorizado a su sobrino.
-Parece que un bantha acabe de pisarte el dedo
gordo del pie –dijo Sconn, con esa familiar media sonrisa asomando en la
comisura de sus labios. Bajó el tono de voz-. Tranquilo. Estaba ajustado para
aturdir.
Cavv meneó la cabeza con asombro.
-¿Qué, vas a ponerte a trabajar o necesitas una
invitación firmada por Mon Mothma?
-Me alegro de tenerte de vuelta –dijo Cavv, dando
una palmadita en el hombro a su sobrino al pasar junto a él.
Sconn reunió a los técnicos en una esquina de la
sala. Cavv buscó entre los kits de herramientas abandonados, tomó un par de
hidrollaves y se acercó al control principal del hiperimpulsor con andar
dubitativo.
-¿Sabes lo que estás haciendo? –preguntó Sconn.
-Por supuesto –dijo Cavv con una risita burlona-.
No creo que sobrecargar un hipermotor sea tan difícil. –Se puso a trabajar con
una hidrollave y casi al instante varias luces de un panel cercano comenzaron a
parpadear con un brillante color carmesí.
-¿Qué es eso? –Sconn se inclinó para ver,
manteniendo su arma apuntando a los técnicos-. ¿Algún tipo de alarma de
manipulación?
-No seas tonto, sobrino. Estos sistemas no tienen
alarmas. –Cavv regresó a su trabajo.
Sirenas de alarma comenzaron a aullar, obligando a
todo el mundo a cubrirse los oídos por su ensordecedor clamor.
Sconn lanzó una mirada asesina a su tío y luego
apuntó su bláster a los sistemas del hipermotor, intentando descubrir cuál de
ellos no era importante.
-Ante la duda, pégale un tiro.
-Bien dicho –dijo una nueva voz desde detrás de
Cavv y Sconn, quienes se volvieron de inmediato, con las armas preparadas. La
puerta de seguridad había vuelto a abrirse. El almirante Drommel estaba de pie
tranquilamente en la entrada, con las manos unidas a la espalda. Estaba rodeado
por una falange de tropas de asalto y soldados de marina-. Resulta bastante
irónico, ¿no creéis?
***
-“No seas tonto,
sobrino –dijo Sconn con tono burlesco-. Estos
sistemas no tienen alarmas.”
Cavv le lanzó una agria mirada.
Habían sido despojados de sus armaduras y armas y
ahora compartían una mesa en una sala de interrogatorios. Los siguientes
minutos pasaron en silencio.
Drommel entró con una floritura, seguido por dos
soldados de asalto que ocuparon obedientemente sus posiciones junto a la
puerta.
El almirante tomó una silla.
-He doblegado sistemas enteros, incluyendo a los
lugareños de este munducho –dijo-. Ahora os doblegaré a vosotros. Así que lo
mejor para vosotros será que me digáis la verdad y os ahorréis algo de dolor.
¿Qué os parece?
Ninguno de los hombres respondió.
Drommel golpeó la mesa con ambas manos,
sobresaltando a Sconn. Cavv siguió mirando fijamente al almirante.
-Responderéis mi próxima pregunta o haré que mis
hombres traigan cortadores láser y elijan qué extremidad os cortan. ¿He hablado
con claridad?
-Desde luego –dijo Cavv.
-Muy bien. –El almirante se recostó en su asiento-.
¿Qué estáis haciendo aquí?
Cavv permaneció en silencio. Sconn frunció los
labios.
-¿No me habéis oído?
-Le he oído –dijo Cavv-. Me dijo que respondiera a
su siguiente pregunta, y creo que fue “¿He
hablado con claridad?”, a lo que respondí afirmativamente.
-Eso no era una pregunta.
-Bueno, no puedo estar seguro de la puntuación que
aparecía en su mente, pero la inflexión interrogativa estaba definitivamente
presente.
Sconn observó, fascinado, cómo la vena de la frente
del almirante comenzaba a bailar.
Cavv siguió tentando la suerte, osadamente.
-Así que, en efecto, respondí a su siguiente
pregunta. Debería ser más cuidadoso con su exactitud semántica.
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