Nom Anor: observaciones.
Los mandalorianos son iguales que cualquier otro infiel, según parece. Son igual de débiles y corruptos; han vendido toda la galaxia por unos pocos años de inmunidad para su despreciable pequeño sector. De algún modo, estoy... decepcionado. Tenía mayores esperanzas para ellos.
¿Unos pocos años? Tal vez menos que eso. Tal vez unos pocos meses.
Tenía esperanzas de que fueran mejores guerreros, lo admito. Su reputación de salvajes ha sido exagerada a juzgar por lo que he visto de ellos en esta guerra. Pero siguen siendo muy útiles para el espionaje y el sabotaje, y debo mantenerlos bastante ocultos incluso ante nuestros propios guerreros. Piensan que su cultura es eterna, pero serán borrados cuando ya no me sean de utilidad. Cuando más los miro, más debilidad veo.
Armadura. Armadura de hierro. Corazas sin vida.
Qué... débil.
Esclavo I: cruzando el sector Mandalore, dos semanas estándar más tarde.
Fett estaba impresionado por la capacidad del Mando medio de mantener su boca cerrada y cerrar filas incluso sin que se le pidiera.
El resumen diario de inteligencia que fue transmitido al Esclavo I registraba dos contactos entre naves mandalorianas y la Nueva República, donde los Mandos no combatientes fueron tratados como hostiles tal y como Fett necesitaba que fuera. Ambos pilotos fueron obligados a mantener las apariencias devolviendo el fuego y en uno de los casos destruyendo el caza de la Nueva República.
-Seguid odiándonos -dijo Fett en voz alta-. Ahora nos guardaremos la información que obtengamos y la usaremos nosotros mismos.
Los ingenieros mandalorianos ya estaban trabajando en desarrollar armas mejoradas para usarlas específicamente contra los yuuzhan vong. Entre la comunidad Mando se había extendido la voz de la naturaleza real del trato con los invasores, pero eso fue lo más lejos que llegó. No le incumbía a nadie más, por supuesto: los extranjeros no lo entenderían en cualquier caso. Aruetiise. No veía razón para aprender el lenguaje, pero esa extraña palabra era útil.
Los invasores continuaron su avance por la galaxia, aunque más despacio de lo esperado. Si se volvían -cuando se volvieran- contra el sector Mandalore, estaría preparado para ellos.
Hasta la siguiente llamada, o la siguiente oportunidad de obtener información, optó por seguir siendo el Boba Fett que todo el mundo esperaba que fuera, más caza-recompensas que Mandalore, porque la vida aún continuaba en los lugares donde los yuuzhan vong aún no habían llegado.
Locos. La vida no continuaría por mucho tiempo.
Algunos de los clanes mandalorianos le dijeron que planeaban plantarse y resistir a los yuuzhan vong, y otros planeaban hacer algo llamado ba'slan shev'la, que Beviin tradujo como “desaparición estratégica”. Era difícil exterminar a un pueblo que podía desvanecerse durante años y luego aparecer de nuevo como un ejército vengador, todo ello sin la guía de manos de un gobierno convencional.
Sí, se mostrarán de nuevo. Sin la menor duda.
Fett respetaba su habilidad de ocuparse de sus propios asuntos. Estaba pensando en la naturaleza de la identidad, con un ojo en el movimiento de la lista de precios mostrada en la consola, cuando el Esclavo I detectó una nave en rumbo de intercepción.
Era un ala-X de la Nueva República, igual que en los viejos tiempos. Por una vez, este no estaba en su base de datos, como cualquier otra nave específica catalogada por la firma térmica, el perfil electromagnético y otras características delatoras que ayudaban a la identificación. Era genuinamente desconocida. No tenía a su piloto en su lista.
Y eso significaba negocios, a juzgar por la velocidad a la que se aproximaba. Monitorizó el sistema automático de defensa del Esclavo I y deceleró para ver su reacción en las lecturas. Cuando se acercó a menos de mil kilómetros, aminoró y el comunicador del Esclavo I pitó pidiendo atención, mostrando la fuente y el repetidor.
Ah. El mensaje venía a través de uno de los nodos que había incluido en la lista del chip de datos de inteligencia. Fett abrió el enlace.
-¿Prácticas de tiro, o quieres hablar? -preguntó.
La voz no le sorprendió. Aunque tampoco admitiría nunca que se sintió aliviado al escucharla.
-Kubariet al habla -dijo el piloto-. Nunca dispararía a un aliado.
-Considérate más bien como enemigo de mi enemigo.
-Eso me sirve. ¿Punto de encuentro?
-Acércate y sígueme hacia Vorpa'ya.
-Concord Dawn está más cerca.
-No puedo volver allí. Y no necesitas saber por qué.
-Está bien, Fett, porque ya lo sé. Trabajo con Inteligencia de la Nueva República.
-Y aún así has conseguido llegar hasta aquí. Impresionante. -El Jedi no se rió; nunca lo hacían. Pero siguió a Fett.
Vorpa'ya era un vertedero. No había ninguna otra descripción precisa. Las granjas de nerfs y una mala gestión del territorio lo habían dejado como un Tatooine a punto de suceder. Las dos naves aterrizaron a una distancia prudencial de una llanura de pasto agotada que desprendía nubes de polvo arenoso, y Fett espero a que Kubariet abriera su cabina y saltase al exterior. Cuando lo hizo, no vestía túnicas Jedi, sino un traje de vuelo como el de cualquier otro piloto.
-Hay trato -dijo Kubariet.
Fett no podía recordad a ningún otro Jedi que hablase de ese modo.
-Ya era hora.
-Era información útil. Siento que no confiáramos en ello en su momento.
-Vale.
-Entonces, ¿cuál es vuestra tarifa?
-No quiero vuestros créditos. Simplemente matad más vong.
Kubariet dio la impresión de quedarse en blanco, con una expresión que parecía cuidadosamente estudiada.
-Mis disculpas. Pero ahora al menos podemos mantener la flota alejada de vosotros y tener esto en cuenta.
-No.
-Pero...
-Cada vez que nos encontremos con la Nueva República, les recordaremos que luchamos para los vong. Tiene que ser así para que este juego funcione.
-Pero estáis luchado dos guerras a la vez. Luchando por la Nueva República, y también defendiéndoos contra nosotros.
-Nos arreglaremos.
-¿Demasiado orgulloso para admitir que eres un aliado?
-No, temeroso de filtraciones en vuestra organización que puedan descubrir nuestra tapadera. Nom Anor ha estado ahí durante dieciocho años y nunca lo descubrimos. -Fett decidió que podía hacer negocios con este Jedi al menos-. Y no estamos de vuestro lado. Estamos del nuestro. Cuanto más tiempo piensen los vong que soy su colega, más tiempo ganaré para Mandalore.
-Al final irán a por vosotros.
-Eso ya lo sé.
-Entonces tendrás que mostrar tus cartas.
-También sé eso, y si eso ocurre, cuando ocurra, les mostraremos lo que pueden llegar a hacer en realidad los Mandos. Será una bonita sorpresa para ellos. Apenas podrán reconocernos.
El nosotros se le escapaba. Por un instante Fett se preguntó por todas las veces que usaba yo y las escasas ocasiones en las que decía nosotros, y aceptó que ahora sentía un sentido comunitario de responsabilidad hacia Mandalore y por todos los que pasaban por mandalorianos.
-¿Puedo pedirte que consideres una cosa, Fett?
-Pedir es gratis, pero que sea rápido.
-Tu padre hizo una vez una cosa que tú podías ser capaz de hacer hoy por nosotros.
Ahórrame el soborno psicológico de aficionado.
-¿Qué?
-Reclutó un grupo de sargentos entrenadores para las fuerzas de comandos de la Antigua República... los Cuy'val Dar. Tal vez podríamos usar algunos de tus comandos experimentados para entrenar milicias planetarias para luchar contra los yuuzhan vong.
Fett recordaba a los Cuy'val Dar, es cierto: había crecido rodeado por ellos en Kamino.
-El efecto multiplicador. -Hizo una pequeña pausa. Era una buena idea, pero no quería parecer demasiado entusiasmado-. Veré quién está interesado.
Kubariet buscó en el interior de su traje y sacó un chip de datos.
-Usa esto para configurar enlaces seguros desde vuestros sistemas de comunicaciones al mío. Yo soy vuestro portal, así que habladme. Nadie sabrá que esto viene de vosotros.
-Hagamos un intercambio. Tengo una bolsa de pedazos de vong en el refrigerador por si los necesitáis.
-Me llevo todo lo que tengas. -Kubariet parecía estar a punto de estrechar la mano de Fett, o golpearle en el hombro, o cualquier otra muestra de camaradería que hizo que Fett retrocediera. Sin embargo, Kubariet no estaba dispuesto a abandonar su intento de redención, maestro de espías o no-. Fett, ¿no te importa que la gente os desprecie a todos vosotros como traidores? ¿Realmente puedes soportarlo cuando la Nueva República trata de mataros?
Fett trató de recordar qué se sentía al ser un héroe, pero nada vino a su mente. No podía hablar por sus tropas y los clanes en genera, pero no, no perdía el sueño por ello. Tenía su propio código de honor: y acatarlo significaba que podía vivir no sólo consigo mismo, sino también con el siempre presente escrutinio de su padre.
-Sobreviviremos -dijo.
-Si piensas en algo que puedo hacer para haceros la vida más fácil, házmelo saber, ¿vale?
Fett no podía pensar en nada que la Nueva República pudiera dar a Mandalore aparte de mantenerse alejados de ellos cuando la guerra terminase. Dio media vuelta para dirigirse al Esclavo I y recoger las muestras. La ironía de la oferta del Jedi no se le había escapado, pero ahora era el momento de dejar a un lado el odio de toda una vida y hacer lo pragmático, lo práctico... comportarse como Jango Fett lo habría hecho.
Hacer el trabajo. No sucumbir a las emociones.
Fett ya no podía pensar en una sola cosa que cualquier otra persona pudiera darle.
Tal vez esa era la cuestión. Se giró sobre los talones.
-Jedi, hay una cosa que puedes hacer.
-De acuerdo. Dila.
-Asegúrate de que todo el mundo sepa que una mandaloriana llamada Briika Jeban murió para salvar a un ciudadano de la Nueva República.
-Por supuesto. ¿Quién fue ella? ¿Puedes decirme algo más? ¿A quién salvó?
Fett inclinó la cabeza ligeramente a un lado, y luego siguió caminando hacia su nave.
-A ti, Jedi -dijo-. A ti.
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