viernes, 9 de noviembre de 2012

Cuando el dominó cae

Cuando el dominó cae
Patricia A. Jackson

-¡Kaine! -resonó la voz Karl Ancher sobre el agudo gemido de un cohete de escape defectuoso. Anticipando problemas, técnicos y turistas se detuvieron a mirar, entorpeciendo el flujo de tráfico a través del agitado puerto estelar de Omman.
A su lado, Drake Paulsen dio un respingo, sorprendido por la áspera calidad de la voz del corelliano. Avergonzado por el repentino foco de atención, el socorrano de 15-años de edad gruñó, cubriéndose la cara con el cuello ancho y negro de su guardapolvos del desierto. Delante de ellos, reconoció la figura delgada de su padre, enmarcada por el casco maltrecho de su carguero, la Señorita Oportunidad. El anticuado YT-1300 estaba estacionado solo en un muelle de amarre privado, a la sombra de los gigantescos generadores del espaciopuerto.
Sin camisa, a excepción de un chaleco de cuero hecho a mano, el cuerpo delgado pero musculoso de Kaine Paulsen brillaba por el sudor. Una carretilla repulsoelevadora de carga llena de cajas sin marcar se encontraba bajo el casco del carguero, donde las había dejado.
-¿Cómo estás, Lom? -le preguntó juguetón, utilizando el nombre coynita de Drake.
-Ancher está en pie de guerra -susurró Drake-. ¿Qué está pasando?
Preocupado por las ojeras de ansiedad bajo los ojos de su hijo, Kaine le susurró:
-No te preocupes -dijo, acariciando cariñosamente el cuello y los hombros de Drake. Luego se encontró con la mirada fríamente despiadada del corelliano-. Ancher. Te he estado esperando. Gracias por acompañar a Drake de vuelta.
Un brillo de frío reconocimiento revoloteó en los ojos del viejo contrabandista.
-¡Claro que me has estado esperando, maldita sea! ¡Si pensaste que me iba a quedar quieto observando cómo cometías el mayor y más tonto error de tu vida, entonces no me tienes en demasiada consideración, Kaine Paulsen! -Recuperando su ingenio y su aliento, Ancher chasqueó los dedos en la cara de Kaine-. ¡Yo no perdí mi tiempo y mis enseñanzas para ver cómo te ablandas con refugiados que tratan asentarse en alguna miserable roca olvidada! ¡Lofahchu ets pyroni vyoryn viske! -gruñó, pasando a un dialecto del Corelliano Antiguo.
Kaine se echó a reír de repente.
-¿La lealtad es el peor vicio de un contrabandista?
El rostro de Ancher estalló con violencia.
-¡El peor! ¡Y que no se te olvide!
Cabello blanco plateado coronaba el hermoso rostro de Ancher, que estaba bien curtido por toda una vida de cicatrices y arrugas. Cejas oscuras se arqueaban sobre sus ojos; ojos verdes, maduros, empañados por el suave pesar. Resentido, cruzó los brazos sobre el pecho, como si se protegiese ante un golpe en el corazón. Su pie golpeaba repetidamente las placas de metal de la cubierta, un signo irrefutable de la agitación del contrabandista. A pesar del furor de las naves espaciales de llegaban y partían sobre ellos, Drake podía oír el zumbido característico de la pierna cibernética de Ancher, en sincronización con el pie del corelliano.
Por contraste, el hermoso rostro de Kaine, tan profundamente curtido por el sol socorrano, era suave y perfecto, irradiando encanto y simpatía. Imperturbable por el genio del corelliano, susurró:
-Ancher, esa gente en el puesto de avanzada de Thrugii necesita alimentos, suministros médicos, y cualquier otra cosa que se me ocurra para ayudarlos...
-¡Esa gente necesita una buena evaluación psicológica! -escupió Ancher-. ¡Cualquiera que piense que podría ganarse la vida en esa roca abandonada está loco! ¡Y cualquier estúpido contrabandista que les entregue suministros, animándolos a permanecer, está aún más loco! ¿Cuánto te pagan?
-De momento nada -susurró Kaine, reprendido por su mentor y amigo. Con cautela, agregó-: Pero cuando la mina entre en funcionamiento, han ofrecido...
-¿Cuando la mina entre en funcionamiento? ¡Kaine, esa roca ya ha matado a siete generaciones de mineros! ¿De verdad crees...?
-¡Maldita sea, Anch! No soy un chico que has recogido en una de tus aventuras de contrabando. Soy un hombre, un padre -apartó un rebelde rizo castaño de la cara de Drake-. Y un piloto malditamente bueno.
-Si esos usurpadores hicieran las paces con las autoridades del sector, podrían conseguir su propio piloto y dejarte fuera de este lío.
-Sabes que eso nunca sucederá -dijo Kaine en voz baja. Un trío de soldados de asalto imperiales pasó de largo, observándolos brevemente-. ¡La autoridad del sector tiene el planeta bloqueado con más fuerza que un cinturón de castidad coynita! --susurró, observando con cautela las tropas de asalto-. Es por eso que necesitan un contrabandista, y uno bueno. -Kaine reconoció la explosión que estaba a punto de surgir de los ojos del anciano-. ¡Ancher, no necesito tu permiso para hacer esta carrera!
-¿No necesitas mi permiso?–El rostro de Ancher enrojeció en varios tonos de carmesí-. ¿Qué pasa con esos funcionarios del sector ávidos de dinero? Esos que reclaman sus derechos por Thrugii, el cinturón de asteroides e incluso los espacios abiertos entre medio. ¿Qué hay de ellos, Kaine? -El corelliano apoyó sus manos en la cadera, visiblemente afectado por la tenacidad del pirata socorrano-. Incluso Abdi-Badawzi...
-Dejemos a Abdi fuera de esto, ¿de acuerdo? -Kaine frunció el ceño ante la mención de su archi-rival, el señor del crimen twi'lek que dirigía los negocios ilegales de los bajos fondos de Socorro-. Además, él está muy ocupado llenando sus propios bolsillos para molestarse con la explotación de una causa humanitaria.
-¡Escúchame, Kaine! –estalló Ancher-. Esta vez estás tocando las narices equivocadas. Esos propietarios privados tienen dinero, influencia política, mercenarios; puede que incluso tengan conexiones imperiales. No te interesa meterte en eso, muchacho. -De repente, su rostro se suavizó al intentar cambiar de enfoque-. Tienes un buen corazón, Kaine. Eres un hombre mejor que yo sólo por pensar en esta carrera. Pero es mejor que pienses largo y tendido sobre la gente a la que estás enfrentando y sobre todo lo que puedes perder. -Suavemente, pasó los dedos por el pelo de Drake, acariciando al ansioso muchacho bajo la barbilla-. Trágate tu orgullo. La lealtad es el peor vicio en el que puede caer un contrabandista.
Acurrucando a Drake contra su pecho, Kaine susurró sin alterar la voz:
-Tal vez los corellianos piensen de esa manera, pero la integridad socorrana llega mucho más allá que toda esa basura. No espero que lo entiendas. -Vaciló, con el insulto atragantándose en su boca-. Sólo una excusa para no involucrarse, ¿y por qué? ¡Porque no hay dinero en ello!
-Drake, esfúmate -gruñó Ancher, con los ojos fijos en el rostro de Kaine.
No deseando otra cosa que permanecer entre ellos, Drake vaciló. Su padre sonrió, posando una mano tranquilizadora de consuelo en sus hombros rígidos.
-¿Qué tal llevas el wookiee? –preguntó.
Sorprendido por la pregunta, Drake balbuceó:
-¿El wookiee?
-Hay un problema cerca de la garita del guardia. Ve a ver si puedes ayudarles -susurró, separando a Drake de su cuerpo-. Pregunta por Seth.
Mientras se alejaba, Drake miró a Ancher, considerando al corelliano como único responsable de la tensión que amenazaba con dividir sus lealtades.
-Adelante -insistió Kaine.
Reacio a abandonar a cualquiera de ellos, incluso al cascarrabias de Ancher, Drake se dirigió hacia la entrada del puerto.
-¿Tan ansioso estás de conseguir tu fortuna? -oyó cómo Ancher silbaba con veneno-. ¿Y qué hay del chico?
-Drake lo entiende -respondió Kaine-, al igual que su madre.
-Esa muchachita te cambió de lo lindo, ¿verdad? -ladró Ancher-. ¡No hizo su salto final suficientemente pronto para mi gusto!
-No lo dices en serio.
-¡Maldita sea, si lo digo en serio!
-¡Cuidado con tu boca, viejo! -farfulló Kaine, cerrando los puños y tratando de no dejarse llevar por la violencia-. Si no hubieras manipulado el hipermotor...
-¡Te dije que ese motor no era fiable! ¡¿Cómo iba yo a saber que ella daría a luz al niño allí mismo, en las planchas del suelo?! Yo no le dije que subiera a esa nave contigo. ¡Conocía los riesgos y las consecuencias!
Desde la distancia, Drake les vio discutiendo. Desde temprana edad, había vivido a bordo de la nave con su padre, volando por las rutas comerciales y aprendiendo la peligrosa emoción del contrabando. Cuando no acompañaba a su padre, el joven socorran había pasado su tiempo libre en juegos mentales de estrategia con Ancher, trazando rutas para la Carrera de Kessel y engañando a jefes de bandas de poca monta. Conocía íntimamente a ambos hombres, estaba familiarizado con sus estados de ánimo y excentricidades.
Había habido otras peleas explosivas entre su padre y el excesivamente protector corelliano que equivalían a disputas similares entre Kaine y Drake. Pero ninguna había ido nunca tan lejos como para merecer insultos. Frustrado, Drake se metió las manos en los bolsillos, sin poder mediar entre ellos y sus dominantes personalidades. Ni siquiera la familiar silueta de la Señorita Oportunidad, atracada detrás de ellos, podía consolar el inconmensurable sentido de premonición que amenazaba con consumir al ansioso chico.
Taciturno, Drake salió de la arena del hangar, acercándose a la entrada del puerto, donde se encontraba la garita del guardia. Apenas lo suficientemente grande para contener una dotación completa de personal, la pequeña estructura de una sola sala ofrecía un lugar tranquilo para que los guardias del puerto descansasen entre turnos. Drake se acercó al grupo de hombres armados reunido en el exterior.
-Estoy buscando a Seth -susurró.
-Supongo que ese soy yo -resopló un corpulento humano. Miró fija e intensamente a la cara de Drake-. ¿Tú no eres el chico de Kaine Paulsen? -El director de seguridad sonrió astutamente, barriendo con la mirada de un lado a otro-. ¿Tengo que preguntarlo? Eres su vivo retrato. ¿Entiendes wookiee?
Drake se encogió de hombros con aire ausente, echando una rápida mirada a su padre y Ancher que seguían discutiendo junto a la Señorita Oportunidad. Aunque el muelle estaba apenas a 10 metros de distancia, el eco continuo de los cohetes de despegue y los equipos de soldadura ahogaba sus voces.
-Ven y, haga lo que haga, no te dejes llevar por el pánico -advirtió Seth, moviendo su robusto cuerpo a través del estrecho mamparo que enmarcaba la puerta blindada-. Mantén la calma y muévete despacio.
Antes de Drake pudiera cuestionar esas peculiares instrucciones, sintió una ráfaga de aire caliente escapando del pequeño recinto. Con horror, se dio cuenta de que no era una brisa, sino una voz, que sonaba atronadora desde el fondo de la sala. Esquivando varios proyectiles, el joven socorrano retrocedió, cayendo a los brazos de Seth, que se mantenía a la espera-. ¡Ahora quédate quieto ahí! –le regañó Seth, protegiendo al niño contra la pared.
Perplejo, Drake dio cuenta de que Seth no le hablaba directamente a él, sino a la figura que se encontraba a pocos metros de la puerta blindada. Con unos formidables 2,4 metros de altura, y músculos crispados bajo una gruesa capa de pelaje negro, el territorial wookiee se dejó caer sobre una rodilla. Conforme la boca del cañón se alzaba al nivel del pecho, Drake pudo ver que la ballesta estaba preparada y completamente cargada.
-¡Dígale al wookiee que baje el arma! –exclamó Drake.
-El wookiee es la wookiee, joven Paulsen -se rió Seth-. Y además, tú eres el experto. Dile que baje el arma tú mismo.
Drake se arregló la chaqueta, alejándose del apoyo del guardia.
-Ella debería entender básico -susurró nerviosamente-. ¿Entiendes?
La wookiee aulló de manera insufrible. Era un sonido que Drake sólo podía traducir como intensa soledad y abandono.
-Está asustada. -La reacción a su traducción no se hizo esperar; aliviada por que alguien la entendiera, apoyó la ballesta contra la silla, explicando abiertamente su situación desesperada-. Y tiene hambre.
Seth se rió.
-¿Qué le da uno de comer a un wookiee?
Drake se acercó a ella con cautela, metiéndose la mano en el bolsillo para buscar su última barra de proteínas.
-Tranquila –la tranquilizó, ofreciéndosela-. No es mucho, pero podemos conseguirte más.
Su rostro se iluminó, mostrando reflejos plateados en la frente y en los pómulos noblemente tallados. Enmarcados por una mezcla de pelaje negro y plata, sus opacos ojos azules estaban nublados por el cansancio y el dolor. Tomó la barra, olfateando cautelosamente el contenido. Drake se deleitó en el contacto momentáneo, sintiendo el calor suave de su hirsuta melena contra su mano. Ladrando con voz tranquila, la wookiee gimió y devolvió la barra deshidratada.
-No, puedes quedártela -le aseguró, aprovechando nerviosamente ese momento para rizar bajo sus dedos inquisitivos el pelo fino y negro. Intrigado, el muchacho la miró, admirando los detalles plateados que se extendían por el cuello y los brazos, cruzando sus anchos hombros y bajando por su espalda-. ¿De dónde viene?
-Un vagabundo espacial la dejó aquí -respondió Seth, dejando caer su pesado cuerpo en una silla junto a la puerta-. Me dijo que le encontrase transporte. Hizo hincapié en que fuera un transporte seguro, y trajo a mi oficina 24 cajas de cerveza corelliana para asegurarse de que se hiciera el trabajo.
Drake silbó, impresionado por el pago.
-¿Por qué las molestias?
-Al parecer, el hiperimpulsor del anciano estaba a punto de implosionar, mandándole a él, a ella, y a la mayor parte de su equipo a hacer el salto final con una gran explosión. -Dio una palmada-. De acuerdo con él, la wook arregló el motor con poco más que unos cuantos alfileres, un poco de moco de jawa, y una cantidad de buena suerte que serviría como rescate de un emperador. El viejo afirmaba que su hiperimpulsor no había funcionado tan bien en más de 20 años.
-Así que eres una técnica, ¿eh? -Drake bromeó con la wookiee.
Ella se encogió de hombros, mordiendo con cautela la barra de ración. Casi de inmediato, arrugó la nariz ante el amargo sabor. Conforme el hambre pudo más que el paladar delicado, Drake la observó con fascinación.
-¿Por qué está fuera de su planeta?
-Sus amigos le sacaron de contrabando -dijo Drake, escuchando su voz tensa-, poco después de que el Imperio ocupase Kashyyyk. Ha estado huyendo desde entonces.
-Supongo que sí -rió profundamente Seth-, dada la recompensa que se ofrece por wookiees libres.
Con la mención de una recompensa, la wookiee rugió ferozmente, tomando su arco de energía y cualquier otra cosa que pudo agarrar como munición. Esquivando el ataque de una lluvia de tazas de hojalata, contenedores de almacenamiento y paquetes de potencia, Seth se giró, haciendo añicos la silla bajo su sustancial volumen.
-¡Nikaede! -reprendió Drake con suavidad, sujetando una granada de humo que la wookiee sostenía en sus grandes manos-. Estaba bromeando. –Mirando con el ceño fruncido al oficial de seguridad, preguntó-: Estaba bromeando, ¿verdad?
-¡Desde luego, wook! -Seth sonrió, permaneciendo bajo la mesa-. Aquí no nos gusta el Imperio.
Recuperando con éxito la granada, Drake preguntó-:
-¿Qué le ha conseguido?
-Transporte a Tatooine.
-¿Mos Eisley?
-Es un ambiente agradable -gruñó Seth, luchando por ponerse en pie-. Y si realmente es una buena técnica, puedo tenerla trabajando en naves modificadas fuera del puerto.
-Tatooine es un buen lugar para esconderse -susurró Drake-. No hay papeleo Imperial. Y si te ocupas de modificar naves para contrabandistas, nadie molestará, ni siquiera los rastreadores. -Luego, recordó el aislamiento que a menudo le acosaba, y egoístamente agregó-: Pero conozco un lugar aún mejor. Podrías volver conmigo a Socorro. -La wookiee aulló con curiosidad-. Mi padre es el mejor piloto del negocio, pero un técnico mediocre. Le vendría bien un buen mecánico.
Nikaede aulló de inmediato su reconocimiento, envolviendo al joven socorrano en sus enormes brazos. Sintiendo que su caja torácica cedía bajo el poder de la wookiee, Drake dijo con voz ronca:
-Claro, Nik, sólo tenemos que averiguar una manera de sacarte de este planeta.
-Déjame eso a mí –dijo Seth, casi cantando con gran ceremonia.
-¡Jefe! -crepitó una voz por el comunicador de Seth-. ¡Jefe!
Poco después, el sonido del fuego de bláster resonó fuera de la puerta.
-¡Tropas de asalto! -gritó Drake, reconociendo el pulso característico del armamento estándar imperial. Tomando rápidamente la ballesta de la silla, la escondió debajo de un montón de trajes de vuelo desechados-. Mantén la calma -le susurró a Nikaede, atrapando a la wookiee entre él y la pared.
Como dientes de depredadores contra el metal, dedos en armadura blanca se abrieron paso a través de la puerta blindada. Visiblemente aturdidos, dos guardias del puerto estelar cayeron al suelo.
-Yo estoy al mando aquí -tronó la voz operística de Seth-. Bajo qué autoridad...
Flanqueándose unos a otros, los soldados de asalto irrumpieron en la habitación. Su líder de escuadrón entró por la puerta blindada, empujando violentamente su rifle contra el esternón de Seth.
-Esta estación está bajo la jurisdicción de... -su voz se fue apagando, quedando en silencio por la conmoción al ver a la wookiee y al niño de pie al fondo del recinto. Otros dos soldados de asalto entraron en la habitación, flanqueando las paredes-. ¡Alto el fuego! -gritó el soldado de más graduación, cuando los otros apuntaron a la wookiee con sus armas-. Podríais darle al muchacho.
-Sí, en efecto, podrían darle al muchacho -gruñó Seth-. Y provocar un incidente que necesitaría millones de créditos para silenciarse. Por no hablar la vergüenza de sus superiores...
-¡Silencio! -El soldado de asalto se apartó de repente, y luego volvió, clavando la culata de su fusil en el pecho del oficial de seguridad. Drake observó con impotencia como Seth se desplomaba en el suelo-. ¡Tú! –dijo el soldado de asalto, señalando a Drake-. ¿Dónde está la licencia para ese animal?
-¿Licencia? –exclamó Drake, con una voz que sonó una octava más aguda de lo que esperaba.
Sin aliento, Seth gimió.
-El muchacho no tiene licencia. ¿Qué se esperaba? Su tío acaba de comprar la criatura hace sólo unos momentos. -Señaló las cajas de cerveza corelliana apiladas en la esquina-. Yo estaba familiarizando al niño con órdenes e instrucciones importantes de higiene. No hay ningún crimen en eso. -El hombre de seguridad vaciló, mirando al soldado de asalto-. ¿O sí?
-¡¿Qué está pasando aquí?! –preguntó una voz ronca.
-¡Tío Ancher! –lloriqueó Drake. Reuniendo todas sus fuerzas en una rabieta infantil, el niño exclamó-: -¡Tío Ancher, dile a los soldados que me compraste la chumani! Se la quieren llevar. -Implorando en silencio a Ancher para que siguiera con la farsa, agregó-: No se lo permitirás, ¿verdad? Después de que has pagado por ella. Veinticuatro cajas de cerveza corelliana son mucho, ¿verdad, tío Ancher? Eso es lo que me dijiste. Dijiste que nada valía 24 cajas de tu cerveza corelliana, ni siquiera un soborno Imperial...
-¡Koccic sulng! -escupió Ancher para silenciar el insulso parloteo. A pesar de la brusca indignidad de un rifle bláster encajado contra su espalda, se volvió a los soldados de asalto, fingiendo ser un descontento ciudadano imperial-. ¡¿Desde cuándo el Emperador permite que sus fuerzas traumaticen a niños y animales indefensos?!
-¿Esta criatura le pertenece? –preguntó el jefe de la escuadra.
-La compré para el muchacho, su chumani. -Vaciló, mirando la cara ilegible del soldado-. Chumani, caballeros, es la palabra en corelliano antiguo para acompañante; o eso me han dicho. -Ancher se inclinó hacia el soldado de asalto, susurrando-: Vamos, vamos, hombre, tenga un poco de compasión. El chico acaba de perder a su madre anteayer. Sacando un vale de créditos de su bolsillo, se enderezó, diciendo-: Entiendo que es una cuestión de tarifas que hay que pagar, licencias...
-Toda concesión de licencias se lleva a cabo en la Oficina de Aduanas. Usted nos acompañará allí de inmediato.
Ancher vaciló.
-Ya veo -resopló, mirando a Drake-. Guíeme, buen hombre.
A pesar de que la presencia de soldados de asalto era un fenómeno común en Omman, un planeta culturalmente diverso, la presencia de un wookiee, un niño, y un hombre mayor siendo conducidos entre un pelotón de soldados imperiales resultó ser todo un espectáculo. Durante la breve caminata a través de la intersección del puerto estelar, los soldados de asalto se abrieron paso a través de una multitud de curiosos turistas que se interponían en su camino. Sin romper nunca la formación, condujeron a los prisioneros a través de las calles estrechas hasta la antisépticamente limpia estación principal de la Oficina de Aduanas.
Cuando entraron en el edificio, encontraron un funcionario imperial sentado detrás de un amplio escritorio.
-Esperen un momento -gruñó, sin molestarse en levantar la vista. Dibujando una larga mueca, su rostro retorcido y ojeroso tenía la desagradable expresión del exceso de trabajo y la aversión general al público.
Oculto tras la seguridad de la sombra Nikaede, Drake se inclinó hacia Ancher, susurrando:
-¿Mi padre salió del muelle?
Con cautela, Ancher zumbaba con impaciencia, asintiendo con la cabeza para responder a su pregunta, mientras conseguía llamar la atención del funcionario imperial.
-¿Qué puedo hacer por ustedes? -preguntó el agente en un bajo tono nasal.
-Estas personas necesitan registrar un animal exótico -respondió el soldado de asalto, empujando a Ancher hacia el escritorio.
-¿Tipo de animal?
-Un wookiee -gruñó Ancher.
-¿Cuál será el uso del animal? -continuó el secretario, introduciendo los códigos adecuados en la tableta de datos-. Concubina. Obrero. Siervo doméstico. Caza. Animal de cría.
-Chumani -respondió Drake.
El agente Imperial levantó la vista, arreglándoselas para mirarles por encima de su prolongada e irregular nariz.
-¿Un chumani?
Ancher contuvo su ira y susurró:
-Un acompañante. –Luego- mirando a Drake, añadió-. Un acompañante para un niño.
El empleado puso los ojos en blanco, exasperado, y luego escudriñó la tableta de datos que sostenía.
-Eso serán 1.000 créditos para un permiso temporal para salir del planeta. Las vacunas, exámenes físicos, y ajustes de temperamento son extras. ¿Desea...?
-No.
-Entonces eso serán 500 créditos adicionales.
-Pero yo no quiero las vacunas ni...
-La cuota no es para ninguno de esos servicios. Se trata de un recargo por seguro de accidentes. -El ayudante comenzó a formatear el registro temporal, autenticando oficialmente los documentos con el sello imperial-. Si el animal se escapase y dañase a alguien, estaría parcialmente cubierto.
-¡Si el animal se escapase, no tendría que preocuparse de lesiones! –estalló Ancher-. Estaría muerto, junto con cualquier otro lo bastante tonto como para ponerse en el camino de un wookiee.
-Ancher -le advirtió Drake. El corelliano se detuvo, volviendo a sacar el vale de crédito de su bolsillo.
-Su huella de pulgar aquí, por favor –indicó el funcionario, entregando la tableta de datos al irascible turista.
Drake sofocó una protesta, reconociendo la unidad de identificación personal. Diseñado para buscar en un almacén galáctico de información, el mecanismo concedía acceso a datos personales, antecedentes penales, o estatus militar. A pesar de que la reputación de Ancher entre sus iguales era envidiada, digna de ser emulada por los aspirantes a contrabandista, su historial como criminal galáctico estaba, sin lugar a dudas, en el límite de ser considerada de proporciones legendarias. El joven socorrano se sintió desfallecer al comprender que una huella conduciría a autoridades y cazadores de recompensas directamente al corelliano.
Rascándose la oreja con aire casual, Ancher presionó luego su pulgar contra la almohadilla del sensor, lanzando a Drake una sonrisa maliciosa. Casi de inmediato, la máquina pitó en señal de protesta, no pudiendo registrar la impresión.
-¡Esta es la tercera vez hoy! –siseó el funcionario, arrebatando al civil la tablera de datos-. ¡Tendremos que hacerlo manualmente! Tómales los nombres -le espetó al ayudante de oficina más cercano.
-No es necesario –dijo otro oficial en un suave tono de barítono. Acercándose desde la parte trasera, un oficial imperial entró en la sala principal, seguido por un séquito de soldados de asalto. Obedeciendo al chasquido de sus dedos, todos los soldados de asalto levantaron sus fusiles, apuntando a los sujetos que se encontraban ante el escritorio.
-¡Coronel Bishop! –exclamó el funcionario, al verse en la línea de fuego.
-Parece que estamos atrayendo la mala suerte -siseó Ancher a través de una media sonrisa.
El imperial se enderezó, su alta y delgada figura enmarcada por sus anchos hombros. Las escasas insignias, fijadas con meticuloso respeto, traicionaban su carácter insidioso.
-¿Su nombre? Karl Mathieu Ancher. ¿Planeta natal? Corellia. ¿Edad? Bueno, yo diría que 57 años. ¿Ocupación? Tráfico ilegal de mercancías controladas. -Pensativo, Bishop hizo chasquear una correa de cuero contra el brillo pulido de sus botas-. Los datos de sus antecedentes penales podrían incapacitar o destruir los sistemas de procesamiento de un Destructor Estelar clase Victoria.
-¡Coronel Bicho1! -Ancher sonrió, pronunciando mal el nombre a propósito-. Después de todos estos años, todavía me recuerdas. Muchacho, te presento a un viejo amigo mío, el coronel Bicho. -Le guiñó un ojo-. Por cierto, Bicho, ¿cómo sigue esa mujercita tuya?
Todavía indignado por la relación ilícita del corelliano con su esposa cuando eran recién casados, Bishop cerró el puño, golpeando al contrabandista en la boca. Aturdidos por la violencia repentina del oficial, los soldados de asalto tardaron en reaccionar, cerrándose alrededor de Drake y la cookie para contenerlos.
Control su temperamento, Ancher se recuperó, frotándose la magullada mandíbula.
-Bueno –dijo, escupiendo sangre en el suelo pulido-, sigues siendo peor que un rancor con dolor de muelas.
-Teniente Criss -dijo Bishop dirigiéndose al secretario-, todo sabueso de pura raza tiene sus pulgas. Quiero que conozca a una de las mías. -Arrogante, tomó la tableta de identificación de las manos flojas del agente y frotó la superficie del sensor contra el abrigo de Ancher-. Observe con mucha atención, teniente –advirtió-. Está a punto de aprender una lección muy importante; una lección crítica que cada contrabandista de éxito hereda de su mentor. -Bishop chasqueó los dedos, moviendo la mano hacia el corelliano. Dos de sus soldados de asalto se colocaron las armas al hombro y agarraron los brazos de Ancher, sujetando al contrabandista entre ellos-. Al procesar cualquier tipo de información de antecedentes, nunca pierda de vista al sospechoso. Nunca deje que se toque los ojos –hizo un gesto sobre sus ojos estrechos-, los oídos -se rascó el interior de sus oídos-, o detrás de las orejas. No deje siquiera que se toquen la boca o la nariz. -Frotando la fina capa de cera de oído y grasa sobre la superficie de su pulgar, lo presionó contra la almohadilla del sensor. Inmediatamente, la máquina pitó resultados no concluyentes-. Cualquier tipo de aceite o residuo ceroso desactivará el escáner y, sin saberlo, usted podría dar a documentos importantes a un conocido criminal galáctico.
-No tenía ni idea.
Criss inclinó la cabeza, temiendo las repercusiones.
-Tampoco lo esperaba -contestó Bishop sarcásticamente, limpiando la grasa del escáner incapacitado. Apretó el pulgar de Ancher contra la superficie limpia-. Pasé todo mi tiempo en graduaciones inferiores localizando a este y otros canallas, aprendiendo los trucos que emplean. -Presuntuoso, el arrogante oficial susurró-: Es un terrible precio que tiene que pagar el cazador que, para tener éxito, llega a ser muy parecido a su presa.
El sensor de ID parpadeó de forma errática, correlando la información procesada. Criss examinó el enredo confuso de códigos y el mensaje que apareció en pantalla.
-Puede que tarde algún tiempo –susurró-. Hemos estado experimentando alguna interferencia con la señal. Si hay alguna información, debería llegar por la mañana.
El rostro de Bishop se ensombreció.
-Hasta entonces -dijo entre dientes-, quiero que lo retengan.
-¿Y el niño?
-Me quedo contigo, Ancher -susurró Drake, mirando al oficial imperial-. ¿Nikaede?
La wookiee aulló, dirigiendo un insulto mordaz a los soldados de asalto que se acercaban cautelosamente a ella.
-Si sólo un tercio de los ciudadanos del Emperador demostrasen la lealtad que se encuentra entre estos criminales, la rebelión habría sido aplastada hace años. Llévelos a los calabozos -indicó Bishop-. Regresaré por la mañana a por Karl Ancher. En cuanto al muchacho y la wookiee, pueden encargarse de ellos de la forma que deseen.
Bishop y su séquito armado se retiraron a una sección adyacente de la Oficina. Cautelosos, los guardias de seguridad de la Oficina condujeron a Drake, Ancher y Nikaede por un paso separado, apuntando con sus armas principalmente a la wookiee.
-Bueno, ¿podía haber elegido algo más abyecto? -se quejó Ancher. Evitando el mamparo bajo, entró en la oscura celda-. Me han dicho muchas cosas en mi vida, pero nunca me habían llamado pulga.
Una barra luminosa se encendió en la celda.
-Eso es porque todo el mundo sabe que son las pulgas viejas las que hacen que te rasques con más fuerza.
Se escucharon risas desde el borde oscuro más allá de la luz.
Ancher se giró lentamente, protegiendo a Drake detrás de él.
-Reconozco esa risita arrogante. -Lanzando una mano para frenar a la wookiee, que se preparaba para defenderse, susurró-: ¿Tait? ¿Tait Ransom?
-El mismo -dijo lentamente el contrabandista, ofreciendo su mano al corelliano-. Qué lástima verte, Ancher. Nunca imaginé que pasarías un tiempo en una cárcel imperial.
-Drake, ven aquí -sonrió Ancher, moviéndose hacia la luz-. Este de aquí es el maldito mejor contrabandista a quien he tenido jamás la oportunidad de engañar. -El envejecido corelliano guiñó juguetonamente un ojo, dando un codazo en el pecho al muchacho-. El único hombre con suficientes agallas para rivalizar incluso con tu papá.
Drake sacudió la mano del desconocido, maravillado por el pelo negro azabache que fluía en gruesas ondas alrededor del hermoso rostro. Piel oscura enmarcaba ojos aún más oscuros, proyectando un aura extraña sobre su figura morena y delgada, pero robusta. Era mayor que Drake, tal vez un poco más joven que su padre, y le rodeaba la atemporal atmósfera de un hombre acostumbrado a vivir al límite.
-Esta es Nikaede –dijo, presentando a la wookiee.
-¿Qué estás haciendo aquí? –preguntó Ancher.
-He sido seleccionado para la academia de los momentos difíciles. Esos forúnculos me sorprendieron llevándome parte de sus equipos especiales. Armaduras. Armas. Cosas caras. -Ransom se encogió de hombros nerviosamente-. Van a mandarme a Vizcarra.
-¿El planeta prisión imperial?
-Sí -susurró Ransom-. Y aquí estoy sentado, contándome los pelos de la nariz, con la mitad de mi tripulación estacionada al otro lado de la calle, esperándome. Al amanecer, mi co-piloto se dará cuenta de que me pillaron en plena tarea y saldrá del planeta.
-Tait –le regañó Ancher-, no es propio de ti dejarte atrapar sin un plan. ¿Qué ha pasado?
-Esto ha pasado -dijo Ransom. Le lanzó un objeto cilíndrico-. O, mejor dicho, esto no ha pasado. -Ancher capturó hábilmente en su mano el transpondedor personal-. Se suponía que si saltaba la alarma de la armería imperial, el transpondedor alertaría a mi equipo de respaldo. -Frustrado, suspiró-. De alguna manera, quedó dañado en la refriega y, sin la señal, los Chicos de Blanco nos localizaron más rápido de lo que el viejo Jabba podría reclamar una deuda. Sin respaldo, sin posibilidades, sin salida.
-¿Dónde están? -le preguntó Drake con timidez, mirando las celdas vacías a su alrededor-. ¿La otra mitad de su tripulación?
Ransom apretó sus gruesos labios, hermoso incluso frunciendo el ceño.
-Retirados permanentemente, chico. Dado que era el líder, me han mantenido con vida para que sirva de ejemplo.
-¿No puedes arreglarlo? –preguntó Ancher, examinando la unidad.
-Si se tratara del transpondedor de una nave, podría arreglarlo, cambiarlo, hacer que cantase el himno de la República. -Ransom sacudió la cabeza para apartarse unos mechones oscuros que había caído sobre sus ojos-. ¿Esa cosa? No tengo ni idea.
-¿Puedo ver ese transpondedor? -Drake tomó la unidad a Ancher, entregándosela a la wookiee-. ¿Puedes arreglarlo?
-Eh, un momento -protestó Ransom.
Drake le hizo callar con un gesto desdeñoso. Sujetando la barra de luz sobre un catre cercano, vio cómo Nikaede sacaba los delicados cables a través de la sección superior. Aullando para sí misma, la wookiee empezó a inspeccionar cada cable, olfateando el cable defectuoso. Con mucho cuidado, desconectó un cable suelto, haciendo una evaluación aproximada de los daños; entonces rápidamente se puso a enrollar el cable alrededor de los cabezales de plomo, sin dejar de pelarlo.
-Tait -susurró el chico socorrano-, será mejor que la ayudes. Yo no sé mucho acerca de códigos de transpondedor. Ella tiene miedo de alterar la señal.
Moviéndose junto a Ancher, Drake se apoyó en el recinto de plastiescudo lleno de marcas. La pared de la celda había sido construida con una fibra de plástico transparente, reforzada con anticuadas barras de acero que habían sido soldadas contra la estructura. Los ojos del viejo contrabandista estaban distantes y fríos, sin ver nada más allá de la oscuridad.
-¿Qué estás pensando, Ancher?
El corelliano resopló por la nariz, con una sonrisa en sus labios.
-Estaba pensando en todas las acrobacias estúpidas que he realizado en mi vida. Todas las carreras suicidas, los amigos que hice... y los enemigos -gruñó, frunciendo el ceño de repente. Entonces volvió la característica sonrisa torcida-. Y, por supuesto, las damas -suspiró con nostalgia Ancher-. ¿Sabes? Cuando ese informe llegue mañana, puede que haya suficientes recompensas contra mí para sumar un total de 300.000 créditos. –Vaciló-. Yo solía pensar que era una señal de distinción.
-¿Qué te ha hecho cambiar de opinión?
-El valor de la vida, Drake. El valor de mi vida. -Alborotó el cabello del chico-. Y las pocas personas que me importan.
-¿Es por eso lo que mi padre y tú discutíais hoy? ¿Estás preocupado por él?
-Drake, no estoy de acuerdo con lo que está haciendo tu padre. Está buscándose demasiados problemas, graves problemas. -Desvió la mirada-. El mismo tipo de problemas que comenzó esta mala sangre entre ese imperial estirado y yo. Alguien trató de advertirme, diciéndome que no valía la pena, no por una noche con una chica guapa. -Se encogió de hombros, sus ojos nublados por los recuerdos-. Pero en ese momento -susurró, conjurando una imagen mental de la joven-, sin duda parecía merecer la pena.
-Él sólo quiere ayudar a esa gente, Ancher.
-¿Y qué demostrará con eso? ¿Qué conseguirá cuando haya acabado, si sobrevive?
-No lo sabrá hasta que haya terminado. -Drake vaciló al oír el tono amargo de su padre en su propia voz-. Ancher, has estado viviendo en Socorro durante todos estos años y todavía no lo entiendes. Tal vez un contrabandista corelliano pueda mirar hacia otro lado, pero un contrabandista socorrano no. Va en contra de nuestra naturaleza.
-¡Eso es lo que dijo tu padre!
-Porque hay una diferencia, Ancher. Tú lo llamas orgullo. Yo lo llamo honor. -Drake tomó aire, tembloroso-. ¿Por qué crees que los cazadores de recompensas evitan Socorro? Porque tú y otros como tú están protegidos por la tradición socorrana, una tradición que no se arrodilla ante ningún gobierno, ni autoridad, ni ley.
Sumiso, el corelliano se alejó, ocultando el orgullo herido en sus ojos.
-Que me aspen si no eres igual que él.
Sonriendo, Drake respondió:
-¿Por qué debería sorprenderte eso?
Detrás de ellos, se escuchó la grave voz de Nikaede, aullando tristemente su derrota.
-Hiciste lo que pudiste, wook –la consoló Ransom, sin necesitar que nadie le tradujera su rendición-. ¡Maldita sea! -escupió, mesándose el negro y espeso cabello con las manos-. ¡Tiene que haber otra manera!
-Ancher -susurró Drake. Apoyó la cabeza contra el pecho del contrabandista-. No podemos quedarnos aquí.
-No lo haremos, Drake –le calmó Ancher, acunando al chico en su regazo-. Tait, no necesitamos esa maldita cosa. Nos arriesgamos a llevarnos unos cuantos chichones, pero podríamos abandonar este lugar y llegar al puerto espacial.
-Nos llevaríamos bastante más que unos cuantos chichones -se rió entre dientes Ransom-. Durante la noche mantienen al menos seis guardias de seguridad armados y dos soldados de asalto.
Mirando hacia la wookiee, Ancher sonrió.
-Las probabilidades parecen estar parejas. -Desafiando a Nikaede, susurró-: ¿Por qué no vas donde esas literas y nos muestras cómo te sientes acerca de que los imperiales se hayan apoderado de tu planeta natal?
Nikaede gruñó con curiosidad, inclinando la cabeza hacia un lado.
-Necesitamos una distracción, Nikaede -explicó Drake-. Vamos, muéstrales cómo te sientes al estar encerrada aquí dentro.
Aullando un maniaco grito de guerra, Nikaede lanzó una patada lateral, alta y amplia, rompiendo la ventana exterior y doblando de las barras hacia el exterior del edificio. Descubrió sus garras de escalada retractables, arañando las paredes y destrozando los camastros. Dispuesta a demoler la pequeña celda, agarró las literas, rasgando fácilmente el nivel inferior de la pared. Por un momento, Drake pensó que la wookiee había enloquecido realmente, mirando preocupado cómo agitaba la litera sobre su cabeza.
Ancher agarró al joven socorrano, apartándolo a un rincón seguro.
-¡Ayuda! -comenzó a gritar-. ¡Que alguien nos ayude!
-¡La bola de pelo se ha vuelto sanguinaria! –gritó Tait, golpeando sus manos contra la pared de la celda-. ¡Cabezas de plástico, sacadme de aquí!
Se estremeció visiblemente cuando Nikaede agarró la litera de arriba y dio un tirón, haciendo saltar yeso y cemento al arrancar los pernos del suelo. Atraídos por las voces alarmadas, cuatro guardias y un soldado de asalto aparecieron corriendo en el pabellón, blandiendo armas.
-Ha enloquecido -dijo Ancher con calma-. Suele suceder cuando los enjaulan así.
-¡Vosotros la encerrasteis aquí, idiotas! -gritó Ransom-. ¡Sacadla antes de que venga a por mí después!
-10-33, Código Azul -informó el soldado de asalto en el comunicador-. ¡Sacadlos! -le espetó al equipo de seguridad.
Accediendo al teclado, el centinela abrió la puerta, sacando a Drake y Ancher fuera de la celda. Cuando el otro soldado de asalto y los centinelas restantes se apresuraron a llegar a la escena, otro guardia agarró por la manga a Ransom, obligando al contrabandista a colocarse detrás del equipo de seguridad, fuera de peligro. Corriendo hacia la wookiee trastornada, el primer soldado de asalto preparó su rifle y disparó una rápida ráfaga.
-¡No! -gritó Drake y se abalanzó sobre el guardia que estaba a su lado. Agitando los puños en arcos amplios y controlados, se las arregló para sacar el rifle. El resultado fue un disparo perdido que rebotó en la pared de la esquina antes de impactar en la wookiee. Nikaede aulló de dolor cuando el disparo le alcanzó el hombro y el brazo.
Esquivando al soldado de asalto, Ancher trató de coger el rifle bláster. Pero antes de que pudiera alcanzar su objetivo, la furiosa wookiee arrebató el rifle de las manos frenéticas del soldado de asalto, estrellando el arma sobre su cabeza. Ignorando las quemaduras chamuscadas, Nikaede rugió, cargando contra la puerta con el rifle destrozado sujeto en sus garras.
Ransom dio un salto contra la pared de plasti-escudo, rebotando inesperadamente contra los guardias atónitos. Bajo los golpes de sus puños y codos agitados, dos hombres cayeron inconscientes al suelo.
-¡Drake! –Realizando una patada con giro hacia atrás, lanzó al segundo soldado de asalto contra la pared. Por desgracia, al caer, el soldado de asalto se llevó a tres de los otros guardias y a Drake al suelo con él. Luchando contra una maraña de brazos y piernas, Ransom agarró rápidamente el soldado de asalto por la cabeza y giró bruscamente, rompiendo eficazmente el cuello del imperial y quitándole el casco de combate.
Alarmado ante la perspectiva de Drake fuera retenido y golpeado por los guardias restantes, Ancher levantó del suelo a uno de ellos, golpeando la mandíbula del hombre con su puño y clavando su rodilla contra la boca de otro centinela. Nikaede saltaba de un guardia a otro con violencia desatada, fracturando cráneos bajo sus dedos.
-Estoy bien -susurró Drake, cuando ella lo sacó de la carnicería.
-¡Rusty! -gritó Ransom en el comunicador requisado. Manipuló el transmisor de señal-. ¿Rusty?
-¡Tait, creíamos que te habían dado matarile! -fue la sobresaltada respuesta-. ¿Dónde estás?
-En el corral imperial lado de la calle. -Ransom soltó una risita-. Mira, Rusty, los imperiales van a estar pisándonos los talones.
-¿Cuál es su tiempo estimado de llegada?
Ransom se quedó mirando la alarma que se activó cuando el soldado de asalto disparó su rifle bláster.
-Unos 10 minutos para que lleguen aquí –respondió-. Cinco para que averigüen lo que ha pasado y otros cinco para empezar a cerrar el puerto.
-Entendido, haré que Seth nos despeje el camino.
-No os preocupéis, mis chicos se encargarán –dijo Ransom, conduciendo a Drake y a la wookiee hacia la puerta-. ¡Simplemente corred!
Siguieron los muros exteriores de la cárcel de la Oficina, permaneciendo en las sombras. Las calles estaban tranquilas excepto por una manada de distraídos turistas ithorianos, que estaban examinando una serie de placas de carbonita exhibidas contra la pared del puerto estelar. Cruzando como flechas al otro lado de la calle, se deslizaron en la entrada del puerto, usando los ithorianos para esquivar a un pelotón de soldados que corrían hacia las señales de salida, que conducían a la calle exterior.
Dentro de la arena del hangar, Ransom reconoció al corpulento ejecutivo de seguridad. De pie junto a un muelle de seguridad sellado que estaba reservado para las naves de la autoridad portuaria, Seth hizo rápidamente un gesto a uno de sus guardias. Recibió el gesto de “todo despejado” del elomin y asintió con la cabeza, indicando a los fugitivos que avanzaran a la enorme sombra de los generadores del puerto estelar. Los condujo al recóndito interior de los muelles del puerto.
-Tait Ransom –le reprendió-, de alguna manera siempre pareces crear problemas cuando estás cerca.
-Tuve un buen maestro -respondió Ransom, lanzando una mirada acusadora a Ancher.
Guiando a Drake por el hombro, Seth les condujo hasta el muelle controlado por el gobierno de Omman.
-He transmitido nuestras coordenadas de emergencia a su co-piloto. Toma –dijo, entregando el arco de energía a la wookiee-. Con suerte, no necesitarás esto antes de salir del planeta.
-¿Cómo está el tráfico? -preguntó Ransom sin aliento, escudriñando la superficie del puesto estelar en busca de soldados de asalto.
-Despejado -informó Seth-. Así que no os molestéis en informar de vuestra partida. La torre está informada del problema.
-Te debo una, Seth. Todos te debemos una bien grande.
-Espero que me lleguen unas cuantas cajas de raava socorrano en las próximas 24 horas.
-Conforme -espetó Ancher, empujando a Drake y a la wookiee al interior del muelle-. ¡Aunque tenga que transportarlas hasta aquí yo mismo!
El robusto director de seguridad hizo una profunda reverencia.
-Caballeros, dama, que tengan cielos despejados.
Su sombra se fundió contra una pared del pasillo contiguo, y luego desapareció en la oscuridad más allá del túnel de acceso.
-¡Venga! -gritó Ransom. Una siniestra cañonera corelliana estaba amarrada en el muelle, bajo llave y sellada herméticamente para su partida, a excepción de la bodega de carga. Corriendo por la rampa, Drake tropezó y se deslizó por el suelo pulido mientras el sello presurizado comenzaba a cerrarse.
-¡Vamos, vamos! -gritó Ransom mientras el chico se recuperaba. Sujetándose contra la pared interior del casco, los fugitivos lucharon contra las turbulencias del repentino despegue de la cañonera.
-¿A dónde, jefe? -resonó la voz de Rusty en la caverna vacía de la bodega de carga.
-¡A Socorro! -gritó Ransom sobre el llanto de los motores iónicos modificados. Las planchas de la cubierta de carga retumbaron violentamente bajo él cuando la cañonera se desplazó hacia un lado-. Rusty, ¿cuál es la información actualizada sobre el tráfico?
-Seth ha dispuesto una pequeña distracción al otro lado del planeta. –exclamó alegremente por el comunicador la voz incorpórea del copiloto-. Tenemos vía libre.
Agotado, Ransom cayó deslizándose al suelo, poniendo la cabeza entre los brazos y las rodillas.
-¡Vaya! –exclamó-. Esto va a poner un alto precio a nuestras cabezas. –Volviéndose hacia Drake, alborotó el cabello del chico-. Felicidades, muchacho, acabas de entrar en la lista de los más buscados.

***

Bajo los cielos despejados y brillantes de su amado Socorro, acurrucado debajo de su manta de lana favorita, Drake se estremeció por el chorro de aire frío de las rejillas de circulación. Una sonrisa somnolienta se dibujó en sus labios mientras yacía sobre la almohada, reviviendo esos momentos emocionantes en los desordenados confines de su mente. Exhausto, se estiró bajo el calor de sus edredones, saboreando la sensación de la granulada arena socorrana entre sus dedos. Cerca de allí, escuchó los suaves ronquidos de Nikaede y suspiró, preguntándose qué nuevas aventuras traería el día de mañana para él y la excesivamente sensible wookiee.
Tras un breve momento de sorpresa, la carismática voz de Tait Ransom, resonando desde la sala de estar principal más allá de su dormitorio, despertó por completo al joven socorrano. Tanteando en la oscuridad, tropezó con la wookiee durmiente. Nikaede bostezó, dejando al descubierto una boca llena de relucientes colmillos. Rodando hacia un lado, abrazó la ballesta protectoramente contra su pecho y volvió a dormirse. Aliviado, Drake se acercó de puntillas a la pared, permaneciendo en las sombras. A medida que su consciencia se despertaba, se centró en las voces susurradas y escuchó su nombre, el de su padre, y algo sobre la Señorita Oportunidad.
-¿Estás seguro, Tait? –gruñó Ancher.
-Como te lo digo, Ancher; tan pronto como salimos del hiperespacio, recibimos su señal y la seguimos hasta el cinturón de asteroides. -refunfuñó irritado Ransom, forzando las palabras desde la garganta-. Nos fuimos acercando más y más, hasta que finalmente nos encontramos justo sobre la señal.
-Entonces estaba escondido -argumentó el contrabandista de la vieja guardia-. Algunos de esos asteroides son enormes. Es posible que hayas estado parado justo encima de él.
-Estábamos parados justo encima de él, Ancher. -Ransom se dejó caer en una silla cercana, acunando su cabeza entre sus rodillas-. Encima y justo en medio. Allí no quedaba mucho. -Angustiado, se incorporó, incapaz de librarse de las imágenes del carguero eviscerado, a la deriva a través del curso errático del cinturón de asteroides.
Ancher cerró los ojos, tratando de evitar las lágrimas.
-Le dije que no fuera. Le advertí de que habría problemas.
-¿Qué pasa con el chico, Ancher? -susurró Tait.
-¿Drake? -Ancher se quedó sin aliento. Negando firmemente con la cabeza, exclamó-: No puedo decírselo. No... no sabría qué decir.
Drake sintió que su corazón encogía, apretando su pecho entre sus manos.
-No tienes que decir nada, Ancher -susurró el joven socorrano. Obligando al aire a entrar en sus pulmones, entró en la sala principal.
-Drake -exclamó Ancher-. No sé... lo siento no es suficiente, muchacho.
Aturdido, Drake entró la antecámara interior, evitando la intensa mirada de Ransom.
-Drake -escuchó susurrar al corelliano, con una nota mando en su voz. Antes de que Ransom pudiera detenerle y razonar con él, agarró sus botas de la pared exterior y corrió hacia el frío amanecer. Las siempre molestas arenas de Socorro se le metieron en los pies, frenándole en su carrera por la ladera de la duna hasta la pista de aterrizaje vacía más allá del recinto. No había ni rastro de la Señorita Oportunidad. Exageradas por el sol ascendente, las dunas del desierto formaban falsas cordilleras contra la pétrea superficie del planeta.
Sin aliento, Drake cayó de rodillas, golpeando la arena con sus puños. Llevado por una suave brisa, una lluvia de arena roció sus ojos, convocando lágrimas inmediatas.
-¡No dejaré que te vayas! –gritó Drake al sol-. No voy a dejarte ir -exclamó, entregándose a los brazos de las arenas negras.
Comenzaba a anochecer cuando Drake se agitó. Tendido en la sofocante arena, se acostó boca abajo, sin camisa ni refugio para proteger sus hombros y su espalda. Su piel ardía con intensidad, inflamada por el sol implacable de Socorro. Apretando los dientes, sufría ese castigo autoinfligido, una purificación destinada a quemar la culpa de su corazón, si no de su mente. Aturdido por el calor extremo, el muchacho se incorporó, sorprendido de encontrar a Nikaede sentada cerca, en la duna.
Sentada en el cerro, no parecía más fuera de lugar que la propia arena, y su pelaje negro se mezclaba con el paisaje socorrano. Drake se puso en pie, haciendo muecas de dolor por las quemaduras de su espalda que ardían al tensarse con cada movimiento. Caminando con deliberada lentitud, avanzó hasta la cresta, fijando por un momento la mirada en los ojos de la wookiee. A punto de llorar, herido tanto física como emocionalmente, se sentó en la duna a su lado.
Nikaede echó su cabeza hacia atrás sobre sus hombros, lanzando un suave y triste gemido que resonó en su garganta. Fue aumentando en volumen paulatinamente; no era un sonido desagradable y parecía quedarse flotando, reverberando contra las dunas y el cielo claro.
-¿Es así como los wookiees lloran a sus muertos? -preguntó Drake, intrigado por el extraño acto. Escuchó atentamente mientras Nikaede explicó cómo su pueblo se reunía con sus familias de honor, aullando, lamentando, incluso desafiando a la muerte, para mostrar su solidaridad con los supervivientes. El afligido chico se encogió de hombros, luchando contra su piel tirante por las quemaduras. En silencio, escuchó los nombres de wookiees: tíos y primos, abuelos y compañeros de juegos, guardando todos ellos en la memoria, como era la tradición. Una pequeña sonrisa se abrió camino a sus labios cuando la wookiee aulló una extraña melodía que se parecía vagamente al nombre de su padre.
-¡Drake! –exclamó Ancher. El corelliano apareció justo en la cresta de la duna. Detrás de él, Tait Ransom avanzaba rígidamente por la cresta inestable de arena, dejando su deslizador zumbando cerca, en el suelo del desierto. Hosco y cohibido, el pícaro contrabandista se detuvo junto a Drake, mirando fijamente el rostro del joven socorrano. De pronto, tomó la mano de Drake y presionó un vale de 1.000 créditos en palma del muchacho.
-Antes de que mi viejo se marchase a la otra punta de la galaxia, me puso 1.000 créditos en la mano y me dijo que me fuera a arder en el pozo de un rancor. -Se removió inquieto en la arena-. No había amor entre nosotros... pero es así como suelen funcionar las cosas entre los que trabajamos en las sombras.
Sacudiendo su rebelde melena negra, Ransom se quedó mirando al sol poniente, como si reuniera coraje.
-Ancher me enseñó el oficio de contrabandista. Justo aquí, en Socorro. Me marché para labrarme un nombre por mí mismo, fuera de la sombra de Kaine Paulsen. No importa mucho lo que digan las historias que se escriban sobre el ayer, el hoy o el mañana. -Se metió las manos en los bolsillos-. Siempre seré el segundo mejor comparado con él... y contigo. -Ransom rió entre dientes, pellizcando la barbilla del muchacho-. Yo no llevo en mis genes ser el mayor pirata de la historia de Socorro. -Se aclaró el nudo en la garganta-. Van a estar vigilándote, Drake. Jabba, Abdi-Badawzi, desde Nal Hutta hasta Tatooine, tendrán sus ojos puestos en ti porque ellos quieren lo que tú tienes... lo que tu padre tenía. Toma estos 1.000; es un duro comienzo, pero esa es la única cosa que todos tenemos en común.
Mirando a Ancher, Ransom tomó una profunda respiración por su ancha nariz.
-Hiciste bien poniendo al viejo Ancher en su lugar. Hay algo diferente en los socorranos, algo que os separa del resto. Si se trata del corazón, entonces ve a donde tu corazón te lleve, chico. -El contrabandista se retiró, comenzando a bajar la duna hacia su vehículo-. No te arrepentirás nunca de lo que has hecho o de lo que vayas a hacer. Y nunca mires atrás. -Ransom titubeó mientras subía en el deslizador terrestre-. Cielos despejados, chico.
Dando un par de acelerones, salió hacia las tierras baldías, dejando una elevada nube negra a su paso.
-Es un buen hombre -susurró Ancher, conmovido por el gesto de Ransom-. No es un gran piloto, pero un duro luchador. -Acunando a Drake contra él, le preguntó-: ¿Cómo te sientes?
-Ya no siento nada, Ancher. Simplemente, no parece haber ninguna razón -respondió él con incredulidad-. Ninguna causa.
-La única causa buena es una causa muerta, me temo. Son las únicas que unen a la gente.
Mirando más allá del horizonte que iba oscureciendo, Drake preguntó:
-¿Sabré cuál es mi causa?
-Cuando el dominó cae, sálvese quien pueda -respondió Ancher-. Pero cuando llegue el momento, lo sabrás, muchacho.
Drake se incorporó débilmente sobre sus rodillas.
-Pero, ¿qué pasa si cometo un error? ¿Qué pasa si no escucho cuando debería? ¿Si emprendo una tarea que me viene demasiado grande?
-Drake -dijo el contrabandista de la vieja guardia con una suave risita-, la toma de decisiones tiene que ver con los errores. Todo el mundo comete alguno en algún momento. Por eso lo llaman vida.
El contrabandista se marchó arrastrando los pies, dejando a Drake y a Nikaede solos ante el inminente viento nocturno.
Mirando a los páramos extensos, Drake pensó en las tradiciones socorranas, cuyos intrincados lazos con las trágicamente cortas vidas de los piratas y contrabandistas no dejaban lugar para dramáticas ceremonias. No habría hogueras salvajes ni rituales elaborados para celebrar la muerte de Kaine Paulsen. Ni un momento de silencio, ni siquiera un grito en la noche, para conmemorar el espíritu de un pirata muerto. Sólo habría recuerdos, recuerdos de otros mundos, y susurros de gloria caída.
De repente, el viento quedó en calma. Por un tranquilo momento, no se movió ni un grano de arena. El siempre cambiante rostro de Socorro se mantuvo sin cambios.
Luego, tan abruptamente como había cesado, la brisa sopló desde las tierras baldías, llevando consigo un escalofrío.
-Nikaede, necesito tu ayuda -murmuró Drake-. Tengo que hacer algo –vaciló-, y no puedo hacerlo solo.
Nikaede golpeó con su puño su amplio pecho, gritando un juramento de lealtad incondicional al joven pirata. Como si desafiase a que la menguante gloria del sol de Socorro dudara de la integridad de su honor, alzó la ballesta y lanzó un tremendo grito de guerra a los cielos que se iban oscureciendo. Intrigado, Drake sonrió y susurró:
-¿Eso era una deuda de vida? -Su sonrisa se ensanchó y una profunda sensación de estar de nuevo completo comenzó a invadirle. Sacudiéndose la arena de las polainas, el jóvenes socorrano se puso en pie-. Vamos -susurró y comenzó a caminar hacia las lúgubres extensiones del Páramo de Doaba.
Estaba casi amaneciendo cuando llegaron a la entrada secreta al volcán dormido. Luz solar filtrada iluminó la corona volcánica, tamizada a través de la oscuridad. En el hueco de la base, los delicados rayos esbozaron ligeramente la silueta de un carguero Ghtroc. Amarrado en un conjunto modificado de puntales, el rostro radiante del Inquebrantable agitó en Drake recuerdos de su padre, trazando con él planes de vuelo a altas horas de la noche, preparando la nave para sus primeras carreras de contrabando.
Intrigada por las modificaciones personalizadas, Nikaede examinado las tranquilas líneas exteriores del carguero, impresionada con los amplificadores de potencia que sobresalían de la sección de cola.
-Puedes jugar con los motores en otro momento -dijo Drake con una risita, guiando a la wookiee hipnotizado hacia el puente. En el estrecho pasillo, se estremeció cuando el aire fresco del interior de la nave sopló sobre su piel desnuda. Tomando la chaqueta de vuelo de su padre de la consola, se puso la tela áspera sobre sus hombros inflamados y lentamente se sentó en el borde de la silla del piloto. En el conocido interior de la cabina de vuelo del Inquebrantable, pensó que podía oír la voz de su padre, resonando con cálculos e instrucciones en las cartas estelares.
-Adelante -dijo entre dientes, ofreciendo la silla del copiloto a la ansiosa wookiee. Reclinándose sobre la suave silla de cuero, Drake se incorporó de repente, sintiendo un bulto incómodo contra la parte baja de su espalda. Palpando detrás de él, sintió la cálida culata de un bláster pesado contra su palma-. ¡Por todas las lunas de Nal Hutta! –exclamó Drake, haciéndose eco de una de las expresiones preferidas de Ancher. Sacando el bláster de su funda, lo reconoció como la posesión más preciada de Ancher, la única arma que había sobrevivido a 30 años del peligroso estilo de vida del corelliano. Usado sólo para los negocios más prometedores, el bláster modificado era formidable, incluso sin su paquete de potencia-. ¿Cómo sabía dónde...? -Drake sonrió maliciosamente, sabiendo que el tenaz contrabandista tenía formas de conocer todo lo que sucedía por encima o por debajo de las arenas de Socorro.
Debajo del bláster, dentro de la funda personalizada, Drake encontró una anticuada tableta de datos personal. Anterior a los días de los teclados y los paneles de introducción de datos, el obsoleto equipo utilizaba un lápiz magnético para imprimir información directamente en la pantalla de luz tenue. Examinando las entradas, Drake se quedó asombrado por los pulcros cálculos y mapas de astrogación que se desplazaban ante él. Todas las rutas que Kaine Paulsen había explorado y utilizado para el contrabando durante toda su vida, desde las más extrañas a las rutinarias, estaban allí registradas.
-Estos eran los atajos -susurró Drake. La última entrada era un esquema detallado del cinturón de asteroides Thrugii-. Nikaede, ¿qué hay en el manifiesto de carga? -preguntó, mirando fijamente a través del parabrisas de la nave-. No en la bodega de carga principal, sino las provisiones de la nave. –Con aire distante, el socorrano se puso en pie, abrochándose el bláster en la cintura-. ¿Dos meses de consumibles? Raciones de emergencia. -Sonriendo pícaramente, ordenó-: Vuelve a alinear los relés y configura las alarmas de proximidad al máximo. Vamos a necesitar un barrido activo constante para evitar los sensores de identificación de la autoridad del sector.
La astuta wookiee reconoció las variaciones en los códigos, modificaciones radicalmente opuestas a los planos de coordenadas espaciales normales. Encogiéndose de hombros, introdujo el peculiar destino y ladró a su capitán, añadiendo un agudo aullido para acentuar su pregunta.
-Sí, vamos a la estación Thrugii -respondió.
Escuchar el silbido suave de los motores del Inquebrantable, Drake manejó los controles de elevación, guiando el carguero a través de la estrecha corona del volcán. El sol de Socorro les dio la bienvenida en el borde, creando brillos pronunciados sobre el casco inmaculado, mientras la nave aceleraba cruzando la oscura sombra de los Páramos de Doaba.
-Enciende las luces de navegación –ordenó-, todas ellas, incluyendo los focos de búsqueda.
Perfilado por sus brillantes luces exteriores, el Inquebrantable descendió bruscamente por debajo de la línea del horizonte, acelerando sobre los montículos irregulares de los Páramos de Doaba. La intensa luz de los focos de búsqueda cruzaba la tierra que había visto nacer a Kaine Paulsen en un silencioso homenaje, anunciado sólo por el estruendo de los motores del carguero. Cuando el Inquebrantable aceleró por la plataforma de vuelo externa en el exterior de la casa de Ancher, Drake alcanzó a ver al viejo corelliano agitando una barra de luz en la oscuridad, indicando el tradicional deseo de cielos despejados.
Casi imperceptible contra de las primeras luces del alba, la sombra del Inquebrantable se desvaneció rápidamente cuando el carguero ascendió abruptamente a la atmósfera roja y amarilla sobre el planeta. Drake Paulsen mantuvo la mirada fija en el espacio abierto que se extendía ante él, sin albergar ningún arrepentimiento conforme la cara oscura de Socorro se iba disipando bajo él. Con el dedo suspendido sobre el interruptor del hiperimpulsor, activó el sistema, instintivamente, sin pensar y sin mirar atrás.

1 El nombre original del coronel es Veesle, lo que permite a Ancher realizar aquí un juego de palabras y llamarle Weasel (comadreja, rata, persona rastrera...). Dado que según Wookieepedia este personaje no aparece más que en este relato, y el nombre parece elegido ex profeso para el juego de palabras, me he tomado la licencia de rebautizarlo como Bishop (un pequeño guiño personal a la saga Alien) para poder realizar un juego de palabras similar en español. (N. del T.)

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