La lanzadera se
estrelló contra una duna de arena, arrancando la mayor parte del ala inferior
de estribor, y dejando inconsciente a Ab'Lon durante la duración del choque.
Cuando por fin había recuperado parte de sus sentidos, pudo oír vagamente un
gemido, seguido de un fuip que provenía de alguna parte detrás de él,
acompañado por el suave crepitar de la electricidad por todas partes a su
alrededor. Una extraña sensación de vértigo hacía que su cabeza diera vueltas
en la niebla y tosió violentamente cuando un espeso humo negro llenó sus
pulmones.
No fue hasta que abrió
los ojos que Ab'Lon se dio cuenta de que la lanzadera estaba tumbado de lado...
lo que quedaba de ella, en cualquier caso. Los arneses empujaban contra sus
costillas rotas y con cada aliento una nueva sensación de dolor recorría su
cuerpo maltrecho. Le dolía todo.
Trató de soltar los
arneses con los dedos rotos de la mano derecha, mientras se agarraba firmemente
a lo que quedaba de la consola de armas con la izquierda.
Después de unos 30
segundos de juguetear con el pestillo, se soltó. Perdió al instante su agarre
de la consola y se golpeó contra la pared de estribor -ahora la parte inferior
de la cabina- con un ruido sordo. Tardó unos minutos en ponerse en pie. Cayó de
nuevo al suelo, con gran dolor, varias veces mientras lo intentaba. Tenía serios
problemas para respirar y su brazo derecho había quedado completamente
entumecido después de la caída.
Varios rayos de luz se
colaron por las grietas en el casco, proporcionando luz suficiente para evaluar
los daños. Fuip estaba todavía atado, pero una de las sillas de la cabina se había
soltado y yacía en el suelo en un caos de escombros. El abollado y maltrecho
pequeño droide parecía estar a punto de caer. Lanzó una serie de estridentes fuips
cuando diversos cables eléctricos cayeron cerca de su cúpula giratoria. Muy
poco de la cabina había escapado de los daños y no había manera de que Ab'Lon pudiera
bajar al pequeño droide sin un poco de ayuda. Echó un vistazo a la zona en
busca de cualquier cosa que pueda ayudar.
La rampa de entrada
yacía parcialmente abierta y decidió que podría ser su mejor oportunidad. Poco
a poco, se abrió paso entre los escombros hacia la luz del sol que entraba. Parte
de él esperaba y parte de él temía que tal vez alguien había visto el accidente
y podría ayudarle.
***
Los restos estaban
esparcidos en un radio de 300
metros , pero de alguna manera la mayor parte de la nave había
quedado de una pieza. Era de diseño alienígena, pero se parecía a una lanzadera
de clase Embajador que Bola vio una
vez cuando investigaba un caso en Coruscant hace unos años.
Sacó su pistola bláster
pesada de la funda y, abriéndose paso a través de la ardiente metralla, se
acercó a la rampa de entrada abierta por el choque. Casi esperaba que un
soldado de asalto o dos salieran de golpe, pero la devastación absoluta de la
nave rápidamente apaciguó esos temores. Estaba a seis metros de distancia cuando
algo salió de la lanzadera y cayó de bruces en la arena.
Bola se acercó un poco
más, casi esperando una traición, pero eso estaba en su carácter y era una
sensación difícil de ignorar, incluso en esas circunstancias. La parte
posterior de la túnica azul real y dorada de la criatura estaba rota y
chamuscada. Su costado subía y bajaba, obviamente jadeando en busca de aire. Dedos
peludos con garras arañaban lenta e inútilmente en la arena. El pelaje a lo
largo de su nuca estaba erizado, ondeando ocasionalmente con la caliente brisa del
desierto.
Colocando su bota
izquierda bajo el hombro derecho de la criatura, Bola le dio la vuelta cautelosamente.
Un gruñido bajo escapó de sus labios y su pecho subía y bajaba en una serie de
toses de asfixia. El pelaje moteado y chamuscado de la cara de la criatura cubría
parcialmente algunas heridas desagradables. Su ropa estaba rota y colgando,
revelando un pecho desfigurado gravemente magullado. Una sola pieza de joyería
colgaba alrededor de su cuello; un colgante de plata. Estaba parcialmente ennegrecido,
pero era de factura exquisita. Bola se estremeció... no estaba seguro de si siquiera
un tanque bacta podría salvar a esa criatura de la muerte.
Poco a poco, los ojos
de la criatura se movieron, primero agitándose, y finalmente abriéndose. Bola se
asomó a los grandes ojos violetas de la criatura, en busca de cualquier señal
de vida.
-Tú. -La criatura
tragó saliva visiblemente, comenzando de nuevo la frase-. Tienes que
ayudarme... R2 -murmuró entre jadeos-. Toma la unidad R2 -suspiró pesadamente,
casi perdiendo el conocimiento.
-¿Qué unidad R2? -preguntó
Bola, preguntándose vagamente lo fuerte que la criatura se había golpeado la
cabeza.
-En la... -comenzó,
pero fue interrumpido por un repentino grito de clics, silbidos y gemidos. Bola
entró con cautela en la nave destrozada, dejando a la maltrecha criatura murmurando
algo para sí misma. Subió sobre el metal retorcido de la cabina, mirando a un
fuego que crece en la bodega, antes de mirar al interior.
Se preguntaba cómo
podría haber sobrevivido nada a la devastación que le rodeaba. Un gemido suave,
seguido de un fuip, sorprendió a Bola y se volvió, apuntando con su bláster
hacia el ruido. Allí, aferrándose al suelo de la cabina, que ahora se
encontraba en posición vertical, había una unidad R2. Estaba parcialmente atada
a una silla giratoria y encajada contra una consola de ordenador dañada. Bola
trató de reprimir una sonrisa, pero la escena era demasiado cómica.
-Vamos -dijo Bola con
una sonrisa abundante-, déjame ayudarte a bajar de allí.
El droide gimió y emitió
fuips durante todo el proceso... un proceso que puso a prueba la paciencia de Bola
hasta el punto que estuvo tentado de apagar al pequeño y molesto droide y
dejarlo allí. Pero después de unos cinco minutos, el droide estuvo
silenciosamente saliendo de la nave por sus propios medios. Bola se acercó a la
criatura, todavía acostada sobre su espalda en la arena, y le buscó el pulso.
Abrió sus ojos y le miró.
-Lleva el droide -comenzó
a decir lentamente- a la Alianza. -Su mano agarró la camisa de Bola, y suplicó-:
Por favor.
Bola miró directamente
a los ojos de la criatura, y le agarró la mano.
-¿Qué hay para mí?
-preguntó fríamente, echando la mano de la criatura al suelo.
La criatura enseñó los
dientes, sus orejas apuntaron al cielo, el pelaje onduló a lo largo de su
cuello.
-¿Qué? -gruñó.
-Ya me has oído -dijo
Bola, sin dejar de mirarle a los ojos-. No voy a llevar a ese droide cascarrabias
a ningún sitio a cambio de nada.
El violento temperamento
de la criatura, junto con sus lesiones, debían haber sido demasiado para que su
cuerpo lo aguantara. La inconsciencia apagó el fuego de sus ojos, y Bola vio
como el cuerpo de la criatura quedaba inerte.
***
Ab'Lon podía sentir
los soles gemelos cayendo sobre su cuerpo dolorido. Una ráfaga de aire caliente
del desierto se estrelló contra su rostro cuando su cabeza rodó hacia un lado.
La mayor parte de su cuerpo se había entumecido, y en las partes que podía
sentir sólo notaba oleadas de dolor. Una sensación de movimiento, el silencioso
zumbido de un motor, y el viento árido del desierto golpeándole en el rostro
eran pistas más que suficientes para deducir lo obvio. Se preguntó a dónde iba.
Mil destinos corrían por su mente, y una celda de detención Imperial no era el
más desagradable de ellos.
El vehículo que lo
transportaba se detuvo bruscamente y sintió movimiento a su lado. El hedor
horrible que agredió su nariz era casi insoportable. Podía oler cadáveres en
descomposición y desechos biológicos, entre otras atrocidades que no podía ni empezar
a definir. Fue casi suficiente para despertar su cuerpo inconsciente, pero no
del todo.
-Bueno, esta es tu
última parada de camino a la Alianza -sonó
la voz vagamente familiar a través de la mente de Ab'Lon. Algo estaba tirando de
su cuerpo, o levantándolo, no estaba seguro. Trató de gritar, para explicar la
importancia de su misión, cualquier cosa, pero su maltrecho cuerpo se negó a
responder.
-Sólo pensé que te
gustaría saber -comenzó de nuevo la voz- que voy a averiguar cuánta recompensa
se ofrece por la información que contiene este droide. Estoy dispuesto a
apostar un bote de sabacc que el Imperio pagará mejor. -Ab'Lon trató desesperadamente
de asociar un rostro a la voz, pero el reconocimiento parecía más allá de su
alcance. Hubo una breve pausa en la que pudo sentir que su cuerpo estaba siendo
girado, pero era incapaz de detenerlo-. Bueno, ya nos veremos –exclamó la voz
extrañamente familiar mientras su cuerpo quedaba libre.
Cayó durante lo que
pareció una eternidad. Durante todo el tiempo se preguntó cómo todos sus planes
cuidadosamente establecidos lo habían puesto en esta posición. Se suponía que
iba a ser un salvador de la Alianza... ahora nadie sabría de sus sacrificios. Otra
persona poseía los frutos de su trabajo y no había nada que todos sus años de
planificación pudieran hacer para cambiar eso... ninguna contingencia que
pudiera salvarlo.
Justo cuando se
convenció de que había sido arrojado al vacío, golpeó la implacable arena, y el
poco aire que quedaba en sus pulmones abandonó su cuerpo. Podía sentir cómo
rodaba sobre sí mismo, como si estuviera cayendo cuesta abajo, y de nuevo se
sentía incapaz de evitarlo.
Algo le rodeó por la
cintura, deteniendo el descenso. Protuberancias similares a agujas atravesaron
su piel a través de los harapos que le servían de ropa. Todo el dolor que había
atormentado su cuerpo desapareció de repente. Todo su cuerpo se entumeció y
poco a poco pudo sentir su conciencia escapando. El gemido silencioso de un
vehículo alejándose fue lo último que Tereb Ab'Lon oyó antes de que la
inconsciencia le reclamase por última vez.
***
La figura solitaria estaba
de pie en las sombras de la bahía de atraque, con las puntas de sus tentáculos
craneales oscilando de forma errática. Hacía sólo cinco minutos que su jefe
había entrado en el carguero. Simplemente hablar con agentes rebeldes se
consideraba traición, por no hablar de hacer un trato para venderles
información. Y, por supuesto, Bola acabañaba de ir a hacer el trato, dejando a Tavri
para vigilar cualquier actividad imperial o, más probablemente, espías.
La mirada de Tavri
abandonó la nave y deambuló por la vieja bahía de atraque de piedra. Marcas de
quemaduras cubrían las paredes y, en varios lugares, faltaban grandes trozos de
piedra. Probablemente, el resultado de disparos de bláster, pensó Tavri. La
maquinaria estaba sucia por cientos de años de abuso, sin que nadie se molestase
en mantener o limpiar aquello que aún era funcional.
Miró hacia el cielo de
Tatooine... incluso desde esa vieja y roñosa bahía de atraque, era increíble.
Los soles se ponían uno cada vez, creando puestas de sol duraderas y bellas
como ningún otro mundo podía ofrecer. Es
una pena que el resto de esta bola de polvo no sea tan fascinante, pensó Tavri
para sí mismo, volviendo su mirada hacia la nave.
Algo brilló en la menguante
luz del sol sobre la parte superior del carguero. Tavri observó con más
atención, y rápidamente miró a la vieja maquinaria. Nada de eso mostraba el más
mínimo reflejo.
Sacó su pistola
bláster pesada y susurró al comunicador sujeto a su cuello.
-Puede que tengamos
problemas, estate preparado para salir de aquí.
Casi como si fuera una
señal, el leve zumbido de los motores del carguero al calentarse llenó la bahía
de atraque.
Tavri, permaneciendo
en las sombras, se movió hacia el lado opuesto del carguero. A sus oídos
llegaron resonando sonidos de forcejeo y de algo cayendo con estrépito al
suelo, seguidos de un “shh” de alguien pidiendo silencio. Fueran quienes
fuesen, no eran muy buenos tratando de ser discretos. Eso podía ser bueno y
malo. Tavri se entró en un hueco debajo de donde provenía el ruido y empezó a
subir las escaleras.
Se detuvo a mitad de camino,
escuchando atentamente los rápidos gruñidos que sonaban muy parecidos... a risas.
Después de detenerse dos veces más, finalmente llegó a la cima de la escalera y
miró cuidadosamente la pequeña sala de control.
Dos ossanos estaban
sentados en medio de la habitación. Parecían estar jugando algún tipo de juego.
Tavri observó mientras arrojaban pequeñas piedras pulidas circulares hacia una
corta serie de pequeñas rocas triangulares que componían algún tipo de recorrido
de obstáculos. Cada cara de las rocas triangulares que era golpeada brillaba
levemente. El objeto del juego parecía ser golpear tantas caras como fuera
posible con un único lanzamiento de la roca redonda. Los ossanos reían con cada
lanzamiento de las rocas... Tavri no pudo evitar una leve sonrisa.
Una nueva voz maulló,
sobresaltándole. Miró por encima del hombro de uno de los ossanos para ver un
jenet sentado ante un pequeño artilugio de metal, que reconoció de inmediato
como un dispositivo de escucha Imperial. En silencio, se maldijo por haberse
dejado llevar por el juego.
-Os he contratado a vosotros
dos para guardarme las espaldas, no para jugar -siseó la criatura. Tavri no
sabía mucho acerca de los jenets. Pero sabía que tenían una memoria perfecta y
un sentido increíblemente avanzado del oído-. Así que levantad vuestros
traseros y vigilad esa escalera -dijo, evidentemente molesto. Tavri no podía
culparlo; los ossanos se comportaban de forma muy infantil. Si no fuera por
eso, su inmensa fuerza haría de ellos unos grandes protectores.
Los ossanos se quejaron
al tener que abandonar su partida. Tavri reguló su bláster para aturdir y, conforme
los ossanos comenzaron a ponerse de pie, golpeó a cada uno con un disparo. La
brillante aura azul de los disparos aturdidores llamó la atención del Jenet. Tavri
volvió a ajustar el bláster y se acercó a la asustada criatura.
-Para ser una especie
conocida por su memoria perfecta, parece que ahora realmente no encuentras las
palabras -interrumpió Tavri-. Ahora dime, ¿quién te contrató? ¿Qué estás
haciendo aquí? -preguntó Tavri, aunque la pregunta era retórica.
-Yo, uh, sólo estaba...
–comenzó a decir la criatura.
La criatura trató de
alcanzar su arma, pero el disparo de Tavri le golpeó justo en el pecho. El olor
a pelo quemado asaltó su nariz mientras agarraba el equipo y se dirigía hacia
las escaleras. Se detuvo el tiempo suficiente para agarrar el pequeño saco en
el que los ossanos habían dejado su juego y comenzó a bajar las escaleras.
Sonrió para sí mismo
mientras encendía el comunicador y le hacía a Bola un resumen de los
acontecimientos.
-Buen trabajo –sonó la
voz de Bola a través del intercomunicador-. Todo ha ido perfectamente. Dentro
de dos días seremos 50.000 créditos más ricos.
Tavri sonrió al pensar
en su tajada y se apresuró a llegar junto a Bola para celebrarlo.
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