miércoles, 14 de noviembre de 2012

Las aventuras de Dannen Lifehold: Cambiando las probabilidades (y II)


Y ahora habían llegado. Rafft era un planeta muy boscoso, con varios asentamientos que salpicaban la faz del planeta. Comprobando las coordenadas proporcionadas por Krell, Dannen dirigió la nave hacia uno de los núcleos de población más pequeños. Aterrizó en el insignificante puerto, en un foso de aterrizaje excavado en la tierra. Una pequeña torre se alzaba sobre las otras depresiones del terreno, como si montara guardia.
Con un silbido, la rampa descendió y Dannen salió.
-Quédate con la nave, Purr -gritó hacia la nave-. Estaré de vuelta en un ratito.
No, yo quiero ir contigo -dijo Purr.
Dannen la miró a los ojos azules, y luego cedió.
-De acuerdo, puedes venir. No te separes de mí.
Ella le envolvió con sus brazos alrededor, y le besó en la mejilla.
-¡No me separaré, lo prometo!
Avergonzado, Dannen se soltó del abrazo, y luego la condujo a la rampa de salida del foso de aterrizaje.
Entraron en la ciudad, mirando los pequeños comercios y casas al pasar. Dannen se detuvo, mirando por la ventana de un hangar de reparaciones de vehículos, y luego entró, haciendo un gesto a Purr para que le siguiera.
El mecánico alzó la vista, y luego salió de debajo del deslizador terrestre en el que estaba trabajando. Era de estatura algo menor que Dannen, pero tendría unos 20 años más. Metiendo un trapo sucio en su mono, se acercó a la pareja.
-¿Puedo ayudarles? -se preguntó.
-Sí, sí que puede. Me dijeron que buscara un mecánico llamado Ashe... se supone que es el mejor que hay en Rafft.
El hombre sonrió.
-Yo soy Ashe, joven señor –respondió-. ¿Qué puedo hacer por usted?
Dannen le devolvió la sonrisa.
-Me dijeron que usted puede arreglar un medidor quark helado con una hidrollave grande y una mano atada a la espalda.
Purr miró al hombre y luego a Dannen.
-¿En serio? -dijo mirando a Ashe, con el respeto brillando en sus ojos.
Ashe la miró por un momento y luego su sonrisa desapareció.
-¿Quién eres?
-Me llamo Dannen Lifehold. -Dannen se acercó más-. Me envió Krell.
-¿Entonces tienes los suministros?
-Sí, así es. ¿Dónde los quiere?
Ashe metió la mano bajo el mostrador y sacó una tableta de datos. Tecleó durante un minuto, luego retiró la pequeña tarjeta de memoria.
-Esto contiene las coordenadas planetarias de la base -dijo, extendiéndola a Dannen-. Lleva allí los suministros... te pagarán a la entrega.
Dannen advirtió el tono agrio que llevaban las últimas palabras mientras tomaba la tarjeta de memoria. El hombre claramente pensaba que era un contrabandista mercenario, sólo interesado en el dinero.
Dannen se preguntó si Ashe podría tener razón.
Purr captó el tono en la voz de Ashe, y la mirada que le había echado a Dannen, pero no hizo ninguna mención a ello mientras caminaban de regreso al Salvavidas. Sin embargo, el silencio de Dannen hablaba a gritos para ella; desde su nacimiento le habían enseñado a observar el lenguaje corporal de los demás seres, y a determinar lo que podrían hacer. Dannen estaba molesto, lo sabía, pero si ella hablaba, él se enojaría. Y eso era lo último que quería. No, mejor dejar que lo resolviese por sí mismo, decidió.
En su interior, sin embargo, sonrió. Por supuesto, si necesita mi ayuda, estaré aquí.
La tarjeta de memoria que le habían dado le dirigió a un claro a unos 200 kilómetros de distancia de la población. El claro era lo suficientemente grande para que aterrizase el Salvavidas, y todavía tener espacio suficiente para los suministros. Pidiéndole a Purr que se quedase, Dannen desembarcó, descendiendo poco a poco al suelo. Llevaba su bláster en la mano mientras miraba hacia los árboles y arbustos que rodeaban el claro.
De repente, sintió a alguien detrás de él. Se dio la vuelta rápidamente, justo a tiempo para encontrar el cañón de un bláster apuntándole a la cara. El otro llevaba un uniforme de camuflaje para el bosque, completo con máscara de respiración, y sus ojos brillaban con suspicacia.
-¿Quién eres? -preguntó el desconocido con una voz distorsionada por la máscara.
Dannen levantó lentamente las manos.
-Mi nombre es Dannen Lifehold –respondió-. Me envía Ashe.
-¿Tienes la tarjeta de memoria?
Dannen llevó lentamente la mano al bolsillo de su camisa y la sacó. El desconocido tomó la tarjeta, la examinó, y luego enfundó el bláster.
-¿Quién más está a bordo?
-Sólo mi mecánico.
-¿Tenéis los suministros?
-Están en la bodega -dijo Dannen, bajando sus manos.
El desconocido extrajo un comunicador de un bolsillo.
-Hoja Uno a Base: despejado, traed los porteadores.
-Recibido, Hoja Uno -respondió una voz.
Hoja Uno se llevó las manos al rostro y se quitó la mascarilla respiratoria, liberando una mata de pelo castaño y unos sonrientes ojos azules. Ella ofreció una mano a Dannen.
-Soy Tawn Porew –dijo-. Lamento lo de la emboscada, pero no eres nuestro proveedor habitual.
Dannen le estrechó la mano mientras la conducía a la nave.
-Bueno, me dieron el trabajo en el último minuto. Espera un segundo. -Alzó la voz-. ¡Purr, abre la escotilla de carga!
El anillo de acoplamiento se extendió rápidamente desde la parte superior de la nave.
Dannen suspiró.
-¡No, Purr, el botón de al lado!
Con el silbido habitual de los sistemas hidráulicos, la escotilla de carga comenzó a bajar.
Tawn rió entre dientes.
-Tu mecánico no conoce tu nave demasiado bien, ¿no?
-No lleva mucho tiempo conmigo. Es algo un poco largo de contar. -Miró de nuevo al bosque-. Espero que hayas traído suficientes elevadores de carga... hay bastante material.
-No te preocupes, estarán aquí. –Trató de evaluarlo con la mirada-. Tendrás tu dinero cuando hayamos verificado el inventario. Tendrás que quedarte hasta que lo hagamos.
-No hay problema -dijo Dannen-. En realidad, me gustaría quedarme. -Miró hacia el bosque de nuevo-. Cuando has vivido en el espacio tanto tiempo como yo, aprecias pisar un planeta...

***

Después de que los rebeldes descargaran el Salvavidas, Tawn y su comandante los condujeron a la base mientra los demás trasladaban las cajas. Era bastante pequeña, pero astutamente escondida en un complejo de cuevas. Sólo había espacio suficiente para una pequeña instalación médica, literas para 12, y un depósito de municiones.
-¿No tenéis naves?
Tawn miró a Purr, luego negó con la cabeza.
-Simplemente molestamos a los Imperiales en el planeta al que estamos asignados, y tratamos de crear células rebeldes.
Dannen parpadeó.
-¿Qué quieren aquí los imperiales? Por lo que he visto, esto no es exactamente el súmmum tecnológico de la galaxia.
-El imperio está despejando tierra y construyendo una base de guarnición -dijo Tawn-. La mayor parte del tiempo, hemos estado saboteando equipo, y tratando de averiguar por qué el Imperio quiere una base en Rafft.
-Espera un minuto. Sin naves, ¿qué pasa si tenéis que evacuar?
-No podemos -le dijo el comandante de la base Peck-. La Rebelión no tiene suficientes naves para equipar cada puesto de avanzada, por lo que nos vemos obligados a prescindir de ellas.
-Eso es un poco despiadado, ¿no?
-Esa es la forma en que operamos. Sabíamos que iba a ser peligroso, pero creemos en lo que estamos luchando. -Miró a Dannen con desdén-. No lo hacemos por dinero.
-Eh, espera un momento... –dijo Dannen, resentido.
Peck se apartó de él.
-Sargento Porew, desempaqueten los suministros, verifíquenlos, y luego pague a esta... persona... y que se vaya de aquí.
-Nos gustaría echar un vistazo por ahí, señor -dijo Dannen.
El comandante le miró con frialdad.
-Si no hay ningún problema -agregó Dannen apresuradamente.
-Muy bien. Sargento, enséñeles todo esto, pero no les quite los ojos de encima.
Dicho eso, se marchó.
-Sí, señor -respondió Tawn. Se volvió para mirar a Dannen-. No le gustan los mercenarios -dijo.
-¿Por qué no? -preguntó Purr.
-Unos mercenarios mataron a la mujer que amaba.
Los ojos de Purr se llenaron de lágrimas.
-Oh, no.
Tawn puso una mano sobre el hombro de Purr.
-Fue hace bastante tiempo. Vamos, os mostraré donde podéis conseguir algo de comer.
Dannen negó con la cabeza.
-Voy a ayudar con el desembalaje, si puedo.
-Yo también -intervino Purr.
Tawn sonrió. Era un espectáculo encantador.
-Nos vendrá bien la ayuda. Por aquí.
Los condujo a una pequeña área donde habían sido depositadas las cajas. Tres rebeldes ya estaban desempaquetando los suministros. Alzaron la mirada cuando Tawn hizo entrar a Dannen.
-Este es el hombre que trajo los suministros –dijo-. Y esta es su socia. Quieren ayudar a desembalar.
El más alto del trío sonrió.
-Bien, se agradece la ayuda. Ayudadme a desembalar este tanque bacta.
Dannen le respondió con una sonrisa.
-Desde luego -dijo, acercándose a la caja. El hombre, que dijo llamarse Colin, dio a Purr un cortador láser, y le enseñó cómo cortar el material de embalaje y no la preciosa carga que protegía. Una vez que la caja estuvo abierta, Dannen, Tawn, y Colin sacaron fuera el contenido a fuerza de músculos. Al cabo de media hora, el tanque estaba correctamente montado en su nueva ubicación.
Mientras trabajaban, Purr se volvió hacia Tawn.
-¿Puedo hacerte una pregunta?
-¿Qué?
-¿Por qué te uniste a la Rebelión? ¿Por qué luchas contra ese Emperador?
Tawn dejó de trabajar para responder a Purr.
-Mis padres fueron asesinados por el Imperio -dijo. Sus ojos se nublaron por un momento-. Se negaron a abandonar sus tierras. Así que fueron asesinados.
Purr se quedó boquiabierta.
-¿Y el Emperador dijo que los matasen?
-No. El emperador es el jefe del gobierno. Está hambriento de poder. Quiere controlar toda la galaxia. Utiliza el miedo y el terror para mantener a raya algunos planetas. A otros, simplemente envía tropas de asalto y los destruye.
-¿Pero por qué?
-Bueno, algunos planetas tienen recursos que el Imperio necesita, otros tienen valor estratégico, y a otros los controla sólo para mantener a raya otros planetas. -Tawn hizo una mueca-. Un planeta, mantenido bajo control, evitará que otros planetas, incluso a veces sistemas enteros, contraataquen. Y, dado que los Jedi ya no están, la rebelión es la mejor baza que tiene la galaxia.
Purr frunció el ceño.
-¿Los Jedi?
Colin habló, con voz llena de reverencia.
-Los Caballeros Jedi fueron los guardianes de la llama de la Antigua República. Sabían cómo usar la Fuerza para luchar por la justicia y la verdad.
-Sí, pero la Fuerza no los mantuvo a salvo de Vader -dijo Dannen.
-Él les traicionó -contestó Colin-. Abusó de su confianza y los aplastó.
-Eso es historia antigua, Colin. Créeme, me gustaría que los Jedi siguieran por aquí, con Fuerza o sin ella. Plantarían cara al Imperio. -Dannen entregó a Colin la hidrollave que estaba usando, luego suspiró-. Sin embargo, tal como están las cosas, creo que estáis luchando una batalla perdida. La rebelión no tiene demasiadas probabilidades de éxito.
-¿Es eso lo que piensas? -preguntó Tawn.
-Oye, no me malinterpretéis. Yo creo en la causa por que estáis luchando. Sólo quiero permanecer con vida.
-¿Siendo contrabandista? Tienes unas ideas bastante extrañas acerca de cómo mantenerte con vida, amigo mío -dijo Colin.
Colin ayudó a Dannen a mover los contenedores de bacta hasta el tanque. El rebelde conectó una ancha manguera desde el contenedor hasta la válvula de entrada del tanque, y apretó el botón blanco de “rellenar” en el tanque. Se oyó un fuerte silbido cuando la válvula de la manguera perforaba su camino a través de los sellos, y luego el fluido gelificado comenzó a filtrarse en el tanque de retención.
Dannen se volvió hacia Tawn.
-Por cierto, ¿sois realmente prescindibles? Creía que la Rebelión necesitaba a toda la gente que pudiera conseguir.
-El comandante Peck siente que lo somos. Cree en la Rebelión, como todos nosotros, pero él es de la vieja escuela.
Dannen sonrió.
-¿Quieres decir de los de “Vamos, ¿quieres vivir para siempre?”?
-Es un buen hombre -dijo Colin detrás del tanque-. Y dirige bien a su gente. Hemos sobrevivido a algunas situaciones difíciles sin apoyo ni planes de evacuación, principalmente debido a su liderazgo.
-No pongo tu palabra en duda, Colin. Pero comprenderás que no me guste demasiado.
Colin rodeó el tanque para llegar junto a Dannen.
-Eso es absolutamente natural... a veces a mí tampoco me gusta mucho. -Se volvió a mirar al tanque-. No tienes idea de lo mucho que necesitábamos este bacta.
-Puedo suponerlo. Habéis visto mucha acción, ¿eh?
Tawn respondió.
-Sí. Desactivamos una pequeña lanzadera imperial el mes pasado. -Una sonrisa iluminó su rostro al recordarlo-. Retrasamos su despegue el tiempo suficiente para poder colocar una trampa en sus células de energía. Estallaron en el hiperespacio.
-Pero dos hombres que estaban preparando las trampas en las células murieron cuando explotaron antes de tiempo -dijo una nueva voz. Todos se volvieron para mirar al comandante Peck, que acababa de llegar-. Si hubiéramos tenido esto -golpeó el costado del tanque- habrían sobrevivido.
Los ojos de Purr se abrieron como platos.
-Lo siento.
-¿Por qué deberías sentirlo? No sois más que un servicio de entrega... ¿qué más os da a vosotros dos?
-Mire, a pesar de lo que pueda pensar, sí que nos importa -gruñó Dannen-. Es sólo que...
Purr, que había estado observando cómo el bacta fluía en el tanque, tocó de pronto el hombro de Dannen.
-¿Qué es eso? -preguntó Purr, señalando hacia el bacta.
Colin entrecerró los ojos.
-Parece una pieza de equipo.
Rápidamente, apagó la alimentación y luego se metió en el tanque. Metió la mano en la gelatina y sacó un cubo de metal del tamaño de un puño. Salió fuera, limpiando el gel del cubo.
-¿Qué es eso? -preguntó Dannen.
-No lo sé. Se lo preguntaremos a nuestro experto en tecnología. -Colin pulsó su intercomunicador. Panadero a Pensador, ¿me recibes?
-Aquí Pensador, adelante.
-Hemos encontrado algo en el envío de bacta... ¿quieres echarle un vistazo?
-Voy hacia allá -fue la respuesta.
Un minuto más tarde, un hombre de baja estatura, con cabello castaño y una expresión agria, entró y miró por un momento a Dannen y Purr.
-¿Sois los contrabandistas?
Dannen suspiró, poniendo los ojos en blanco.
-Sí.
El hombre de baja estatura sonrió.
-Gracias por los suministros. Os debemos un favor mucho mayor de lo que os podemos pagar.
Dannen, sorprendido por esta inesperada amabilidad, simplemente inclinó la cabeza.
El hombre bajo se volvió hacia Colin.
-¿Es eso? -preguntó, señalando el cubo.
Colin lo entregó a su camarada.
Pensador sostuvo el objeto en sus manos por unos instantes, y luego miró a su oficial al mando.
-Es una señal de rastreo, señor.
-¿Qué? -dijo Dannen, incrédulo.
Los ojos de Peck se abrieron como platos mientras miraba a Pensador.
-¿Quieres decir que este... hombre... no sólo ha traído suministros médicos, sino también una maldita señal de rastreo?
Colin miró aturdido.
-¿Una señal de rastreo?
Peck sacó su bláster y se volvió para enfrentarse a Dannen.
-Pedazo de escoria. Y yo que pensaba que nos estabais ayudando. Pensaba que tal vez me había equivocado, y que teníais honor después de todo. ¿Cuánto te pagan, cazarrecompensas?
Dannen palideció.
-¿Cree que lo he hecho yo?
Peck miró a Dannen.
-Sabíais que no podíamos evacuar. Nos has tendido una trampa, ¿no? ¡Gracias a vosotros, el Imperio pronto estará aquí!
-¡No, yo no lo hice! ¡Juro que no lo sabía!
Colin habló.
-No lo sabía, señor. No podía saberlo.
Peck se giró para enfrentarse a Colin.
-¿Por qué no?
-Porque las cajas de bacta todavía tenían los sellos triples de fábrica originales. Él no podría haber insertado la señal de rastreo y mantener los sellos intactos. Él es tan víctima como nosotros.
Peck pensó en ello, bajó el bláster y se volvió hacia Pensador.
-¿Cuál es el alcance de esta baliza?
-Corto alcance, probablemente dentro del sistema -respondió Pensador-. Tenemos una hora, tal vez dos.
Krell debía de saberlo, pensó Dannen para sí mismo. Pero, ¿por qué? ¿Por qué me tendería una trampa?
Otro rebelde llegó corriendo.
-Señor -dijo, saludando militarmente a Peck-. Informe desde el asentamiento: los imperiales están aquí en Rafft Ashe informa de un pequeño escuadrón de soldados exploradores en el asentamiento. Las comunicaciones ya han sido cortadas...
-¡Nunca podremos dispersarnos a tiempo! -dijo Tawn.
-Bueno, podemos destruir la base, pero somos prescindibles, sargento.
Purr tocó el hombro de Dannen. Él encontró su mirada, leyendo la pregunta en sus ojos. Asintió con la cabeza, y luego volvió a mirar a Peck.
-No, no lo sois -dijo.
El rostro de Peck enrojeció.
-Oye, escúchame, contrabandista...
-No, escuche usted, comandante -explotó Dannen-. Puede pensar que son prescindibles, pero siempre hay una oportunidad de escapar. Creo que tengo una manera de sacarlos a todos ustedes de aquí... siempre y cuando, claro está, que...
-...Que se te pague, por supuesto -le interrumpió Peck.
-No -respondió Dannen-. Siempre y cuando tengan en mente algún lugar para ir. ¿Hay algún sitio?
-Pero no tenemos una nave -dijo Colin.
-No, pero yo sí -respondió Dannen-. Tendremos que apretarnos, y habrá que tomar sólo los suministros necesarios, pero puedo hacerlo si todos se mueven rápido, tomando sólo lo que necesiten. Dentro de una hora todos podemos estar fuera. -Se volvió hacia Peck-. ¿Qué dice usted, comandante?
Peck examinó a Dannen por un momento.
-Pongámonos en marcha -ordenó.
Dannen se volvió hacia su socia.
-Purr, prepara las cosas; nos vamos en una hora.
Peck le tomó del brazo.
-¿Por qué estás haciendo esto? No se te paga por arriesgar tu vida por nosotros.
-Eso es verdad, comandante, no se me paga por esto.
-Entonces, ¿por qué lo haces? -preguntó Pensador.
Dannen se volvió hacia el hombre pequeño.
-Porque no tienen otra opción -dijo en voz baja-. Y porque es lo correcto.

***

Dannen había tenido razón. Tuvieron que apretarse, tratando de encajar a 12 personas y su equipo en el Salvavidas. La bodega de carga estaba llena al máximo de su capacidad, y tanto Dannen como Purr tuvieron que compartir sus alojamientos con otras dos personas cada uno. Pero estuvieron listos para despegar en una hora, tal y como Dannen había prometido.
Sin embargo, Tawn estaba preocupada.
-¿Puedes despegar con todas estas personas a bordo?
-Claro que sí -la tranquilizó Dannen-. Este es un YT-1300. La capacidad de carga es de alrededor de un centenar de toneladas métricas. Si puede manejar eso, puede manejar esto.
Peck se acercó a ellos.
-Estamos todos listos. Las coordenadas de nuestra nueva ubicación están en esta tarjeta de memoria -dijo, entregándosela a Dannen.
-Aún no confía en mí, ¿verdad, comandante?
-Esto no tiene nada que ver con eso -dijo Peck-. Simplemente no quiero ningún error.
-No se preocupe, comandante, les llevaré allí. Le doy mi palabra.
Peck resopló.
-Ya veremos -fue todo lo que dijo.
Dannen se sentó en la silla del piloto y miró a Purr.
-Está bien, allá vamos -dijo, encendiendo la nave. Poco a poco, el Salvavidas despegó y se dirigió hacia el cielo abierto.
Poco después de que dejasen atrás la atmósfera, Dannen deslizó la tarjeta de memoria en el ordenador de navegación. Se volvió hacia Peck, que estaba sentado justo detrás de él.
-Está bien, el ordenador está leyendo sus coordenadas, Comandante. Tan pronto como esté alineado en el vector correcto, nos pondremos en camino.
De repente, disparos de cañón sacudieron la nave. El Salvavidas se inclinó peligrosamente hacia la izquierda, tirando a Purr de su asiento.
Dannen golpeó el activador del escudo y comprobó los sensores.
-Tenemos compañía -dijo.
-Eso parece -dijo Peck-. Nos la has jugado, ¿no?
-No, no lo he hecho -replicó Dannen-, y si quiere una prueba, se dará cuenta de que están tan dispuestos a matarme a mí como a ustedes.
Otra explosión sacudió la nave, pero esta vez los escudos la soportaron.
Dannen miró a Peck.
-¿Ve lo que quiero decir?
Comprobó la lectura del ordenador, y entonces agarró las palancas activadoras del hiperimpulsor.
-¡Allá vamos! -gritó, tirando de las palancas bruscamente. La nave se sacudió... y luego quedó inmóvil.
-Maldita sea -dijo Dannen.
-¿Qué ocurre? -preguntó Tawn.
Dannen pulsó interruptores, luego miró la pantalla.
-La explosión debe haber dañado el hiperimpulsor.
-Voy a arreglarlo -dijo Purr, corriendo por la puerta hacia la escotilla de ingeniería.
Tawn puso su mano sobre el hombro de Darren.
-¿Puede arreglarlo?
Dannen hizo una pausa, luego asintió.
-Si ella no puede, nadie puede –agregó-. Mientras tanto, hagamos que esos chicos no lo tengan tan fácil.
Diciendo eso, realizó un barril hacia la derecha, mientras comprobaba los sensores.
De repente, una gran sombra pasó por encima del parabrisas. Tawn miró para ver cuál era la causa y se quedó sin aliento.
-Un Destructor Estelar Imperial -susurró.
-Sí -confirmó Dannen-. Parece que realmente tienen muchas ganas de atraparos.
Tawn se volvió a Peck.
-Es el Comprometedor, comandante. –Soltó una risita-. Creo que Dalton todavía sigue descontento por su cara.
-¿Qué pasa con su cara? -preguntó Dannen.
-El capitán Dalton fue atrapado en una de nuestras trampas hace algún tiempo -contestó Peck-. Se hizo unos cortes bastante feos en la cara.
Dannen hizo una mueca.
-Ouch. No es de extrañar que esté molesto.
-Se rumorea que no va a curarse la cicatriz hasta que seamos capturados y ejecutados. Usa su desfiguración para inspirar a quienes están bajo su mando.
-En realidad, señor, creo que es una mejora -sonrió Tawn.
-Tal vez, sargento. ¿Puede huir de ellos, Lifehold?
-Tal vez sí, tal vez no, Comandante. Pero hay una cosa que esta nave puede hacer y la suya no, y eso es maniobrar. Que todo el mundo se agarre bien fuerte -dijo él, lanzando la nave en un rizo cerrado-. Ya ve usted, comandante -continuó Dannen mientras el comandante se levantaba del suelo-, no es cuestión de si puedo correr más, sino de si puedo evadir sus rayos tractores. Para hacer eso, tengo que seguir volando el tiempo suficiente para que Purr arregle el hiperimpulsor.
“Lo que me recuerda... -Se inclinó y accionó un interruptor-. "Purr, ¿los daños son muy graves?
-No demasiado -fue la respuesta-. Puedo arreglarlo, pero necesito piezas.
-Haz lo que tengas que hacer, Purr, ¡pero hazlo rápido!
-No te preocupes, Dannen, lo haré rápido.
Dannen apagó el comunicador.
-Ahora, a esperar -dijo.
Una explosión turboláser explotó justo delante de él, e hizo ascender rápidamente la nave.
-Y a seguir volando -agregó.
-Espero que esa mecánica tuya sea lo bastante buena, Lifehold -gruñó Peck.
-Tranquilícese, comandante, ella sabe lo que... -En ese momento, las luces de la cabina principal se apagaron. Una fracción de segundo más tarde se encendieron las luces de emergencia, bañando la habitación con un resplandor rojo-... está haciendo -concluyó.
-¿Estás seguro? -dijo Peck con sarcasmo.
Dannen pulsó el comunicador.
-¡Purr, las luces de la nave acaban de apagarse!
-Lo sé, necesitaba piezas.
-¿Del sistema de iluminación? -preguntó incrédula Tawn.
-Estamos muertos -comentó Peck.
-Con todo el debido respeto, Comandante -gruñó Dannen, haciendo girar la nave mientras hablaba-, cállese.
Durante los siguientes minutos, Dannen intentó todos los trucos que conocía y algunos nuevos para mantener el Salvavidas lejos del Destructor Estelar. Él tenía razón en una cosa: el pequeño transporte era mucho más ágil que el crucero pesado. Pero todavía necesitó de toda su pericia para mantener su distancia.
Tawn comprobó los sensores y se dio cuenta con horror de que el Destructor Estelar había acercado.
-¡Dannen, se nos acaba el tiempo!
-Sí, me he dado cuenta -gruñó. Presionó el botón del intercomunicador-. Purr, ¿cuánto falta?
-Ya está casi hecho, Dannen... casi hecho... ¡hecho!
Antes de que ella terminase de hablar, Dannen tiró hacia atrás de las palancas de control, y el Salvavidas saltó al hiperespacio.
Dannen se dejó caer en su silla con un suspiro.
-¿Veis? Os dije que podía arreglarlo. -Echó un vistazo a la cabina a su alrededor-. Tan sólo tendremos que ir sin luces por un tiempo.
-Pero, ¿cómo lo ha hecho tan rápido? -preguntó Tawn.
-No sé... he renunciado a tratar de averiguar cómo lo hace. -Se volvió y sonrió mirando al exterior-. Simplemente me alegro de que lo haga.

***

El Salvavidas llegó al sistema Vondarc cuatro días más tarde. El grupo se reunió con una fragata de carga rebelde que hacía su parada habitual para recoger suministros de simpatizantes de la Alianza de la zona.
Los rebeldes de Rafft transfirieron rápidamente su equipo y efectos a la fragata, que regresaba a la base de mando rebelde del sector.
A bordo de la fragata, Tawn y el comandante Peck escoltaron a Dannen y Purr a sus camarotes. El comandante, en agradecimiento, había ordenado que se reparase el hiperimpulsor del Salvavidas, y Dannen no dudó en aceptar.
Sin embargo, las reparaciones tardarían todo el día, y en vez de quedarse en su nave, Dannen y Purr se unieron a los rebeldes para comer y les ayudaron a trasladar su equipo a la fragata de carga.
A mitad del día, Purr observó a Dannen pasear de un lado a otro de la sala de descanso.
-¡Todavía no puedo creer que Krell hiciera esto!
-¿Tenderte una trampa?
-¡Sí, tendernos una trampa! Era mi mejor amigo. Habíamos pasado por muchas cosas juntos. No puedo creer que lo hiciera.
-Tal vez no lo hizo.
Dannen se detuvo.
-¿Quieres decir, que otra persona puso la señal de rastreo ahí dentro?
Purr hizo una mueca.
-He visto tales maldades con los señores del crimen. Lo llamaban... umm... ¿traición?
-Así que piensas que los dos fuimos engañados... ¿Krell y yo?
-Tal vez. Krell parecía que estaba contento de verte.
-Sí, lo parecía, ¿verdad? -murmuró Dannen-. Pero aún así...
Sus reflexiones fueron interrumpidas por la llegada de Tawn y Peck. Peck, por una vez, estaba sonriendo.
-Te gustará saber, capitán, que las reparaciones de tu nave se han completado, y que puedes partir en cualquier momento.
-Gracias, comandante. Una vez más, me gustaría agradecerle que hiciera que se arreglase.
Tawn sonrió.
-Es lo menos que podíamos hacer. Arriesgaste tu vida por nosotros, después de todo. -Se acercó y se puso a su lado-. ¿Estás seguro de que no puedes venir con nosotros? Purr y tú seríais excelentes fichajes para la Rebelión.
Dannen negó con la cabeza.
-Te lo dije, no estoy dispuesto a comprometerme aún. Además, tengo que volver a Alderaan y hablar con Krell. -Miró por la ventana hacia el Salvavidas-. Tenemos que irnos.
-Bueno, lamentaremos que te vayas...
El comandante se vio interrumpido por Colin, que se acercó y se cuadró a toda prisa.
Peck le devolvió el saludo.
-¿Qué pasa, soldado?
-Señor, acabamos de recibir un informe del sector 246.
-¿Y? -preguntó Peck al ver que Colin vacilaba.
-Señor, informan que... bueno... Alderaan ha sido destruido, señor.
-¿Qué? –estalló Dannen.
Purr puso su brazo alrededor del hombro de Dannen, y él la tomó en un profundo abrazo.
-Toda esa gente... todas esas vidas... -murmuró ella.
La mandíbula de Peck casi tocaba el suelo.
-¿Destruido? ¿Todo el planeta?
-Sí, señor, todo el planeta. Alderaan ya no existe, Comandante.
-Krell dijo que había oído algo acerca de un proyecto secreto en el que el Imperio estaba trabajando –dijo Dannen con el corazón en un puño.
-El alto mando rebelde tenía uno o dos agentes importantes en Alderaan -señaló Peck-. Es posible que Krell fuera uno de ellos.
-Apostaría a que el Imperio tiene algo que ver con Alderaan -dijo Dannen.
Peck asintió con seriedad.
-Siento lo de tu amigo, Lifehold.
-Gracias, comandante -dijo Dannen. Bajó la mirada hacia Purr, quien le asintió con la cabeza, y luego volvió a mirar a Peck-. El imperio ha cambiado las reglas sobre ustedes. Me gustaría ayudar a igualar las probabilidades, si puedo.
Colin se quedó boquiabierto.
-Pero creía...
Dannen le interrumpió.
-Creías mal, Colin. Así que, ¿qué dice usted, comandante?
Peck le miró.
-No podemos permitirnos pagarte lo acostumbrado.
Dannen se acercó a Peck hasta que sus narices casi se tocaron.
-¿Sigue pensando que solamente se trata de eso? -preguntó, con un brillo peligroso en los ojos-. ¿En serio?
Tawn trató de tomar su brazo, pero Dannen se liberó bruscamente. Peck se sentía claramente incómodo.
-Quiero decir que...
Dannen no le dejó terminar.
-¿De verdad cree que sólo hago las cosas por el dinero? ¿Que sólo soy un mercenario... un hombre sin principios, que sólo cree en la omnipotencia de los créditos?
Peck le sostuvo la mirada.
-Para ser honesto, sí, eso es lo que pienso.
-Está bien, entonces voy a demostrar que se equivoca. Aquí y ahora. -Dannen se irguió en toda su estatura-. Quiero unirme a la Rebelión como piloto de transporte.
Tawn se quedó ligeramente boquiabierta.
-No lo dices en serio.
-Sí, lo hago, Tawn. Purr y yo hemos hablado de esto antes. Ambos estamos seguros.
Peck miró al joven.
-¿Puedo preguntar por qué? ¿Por a tu amigo?
-No -respondió Dannen-. Por Alderaan. Por los inocentes. Porque si el Imperio ha podido hacerle esto a un planeta, lo hará con otros. -Sonrió ligeramente-. Pero sobre todo porque es lo correcto.
Peck asintió con la cabeza y sonrió también.
-Muy bien. Bienvenido a la Alianza Rebelde, capitán Lifehold.

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