Corelliano antiguo
Patricia A. Jackson
El lenguaje es un organismo. La entidad del lenguaje nace, germina, muta y sufre mestizaje y, debido a las formalidades de fuerzas sociales y políticas, los lenguajes pueden incluso morir.
-Arner Figgis, Lingüista Jefe
Universidad de Be’nal, Issor
Arner Figgis daba vueltas por la desigual ladera de la duna, murmurando airadamente para sí mismo. Tropezando en una cresta de polvo y arena endurecidos, explotó:
-¡Otra vez! ¡Dilo otra vez, pero más despacio!
Trep Winterrs se mordió el labio mientras reprimía una cáustica respuesta a la abrupta muestra de temperamento del viejo issori. Cruzando los brazos sobre el pecho, el nervioso contrabandista apretó con firmeza los labios para hiper-exagerar las sílabas necesarias.
-Doaba ol’val tru1, olys guerlle.
Soltó una leve risita, a su pesar, al escuchar los inquietos balbuceos de su peculiar compañero, un auténtico erudito universitario, que le había contratado en Mos Eisley.
Figgis se enderezó, alisando una arruga en la fina tela de la túnica y la capa que le llegaban hasta el tobillo.
-Hay que dar una buena imagen –susurró con aire ausente, lamiéndose el dedo índice y luego pasando la punta húmeda sobre su frente arrugada-. Doaba ol’val tru, olys guerlle. ¡Eso es! –dijo con entusiasmo, dando a Trep un golpecito en el hombro-. ¡Creo que ya lo tengo!
Enderezando uno de sus largos rizos negros, Trep agitó la cabeza.
-Sigo pensando que es una mala idea, profesor. No puede entrar ahí sin más... no usted solo.
-Te pago para que pilotes y me aconsejes acerca de anticuados coloquialismos idiosincrásicos, no para que me hagas de carabina.
-¡De acuerdo! –Trep levantó las manos-. Se trata de su cuello. Recuérdelo. –Comenzó a descender las crestas de las dunas, deslizándose por la suave ladera de arena negra-. No diga que no se lo advertí.
-Muy bien. –Teniendo cuidado de seguir las huellas del contrabandista, Figgis descendió con dificultad la pronunciada ladera, usando una mano para levantarse la túnica, mientras se apoyaba con la otra en el hombro de Trep. Jadeando para recuperar el aliento, consiguió decir-: Bueno, háblame otra vez acerca de ese camarero.
-Se llama Karl Ancher. Normalmente está detrás de la barra, así que no debería tener problemas para encontrarle.
-Sí, sí, claro. Es el mismo que mencionaste en Mos Eisley.
Como si lamentase su decisión de aceptar el trabajo, Trep dijo:
-Mire, háganos un favor a ambos, Figgis. No se acerque sin más a él y comience a hablarle de sus credenciales académicas. Ancher tiene mucha experiencia a sus espaldas; muéstrele un poco de respeto.
-Por supuesto. Este olys guerlle... ¿es un título?
-Literalmente, significa vieja guardia. Es un título de respeto, que significa que reconoce los logros de Ancher como hombre de negocios hecho a sí mismo –gruñó Trep con aire irritado, exasperado por las implicaciones del trabajo del erudito-. ¿Por qué no puedo acompañarle?
Figgis puso una cara extraña.
-¿Y hacer qué? ¿Entorpecer la metodología de la ciencia lingüística? ¡No seas absurdo!
-¿Por qué no podemos esperar hasta la mañana, cuando no esté tan abarrotado? Hay al menos 150 personas ahí dentro.
-¡Porque los descubrimientos no aguardan a nadie! Los cálculos precisos de una investigación son el deleite del hombre despierto, no están destinados al perezoso que se duerme en los laureles. –Observando con detenimiento el paso de una caravana de nómadas ibhaan, añadió-: Si malgastase un solo precioso minuto, algún joven recién salido de la universidad podría usurpar mis logros.
-Si hace algún movimiento en falso ahí dentro –dijo Trep señalando la taberna Polvo Negro-, no tendrá que preocuparse de esas jóvenes promesas. –Hizo una pausa dramática-. ¡Estará muerto!
-No hagas promesas que no puedas cumplir –gruñó Figgis, mirando fijamente al prepotente contrabandista. Arreglándose la túnica, avanzó por las calles desiertas hasta una entrada lateral al bar.
Arrojado a un escandaloso mundo de ruido inusualmente tumultuoso y voces bulliciosas, Figgis se permitió dejarse llevar por la impetuosa marea de rostros y cuerpos que se movía hacia la barra. Con tantos estímulos, al erudito le resultaba difícil concentrarse, conforme frases sueltas en corelliano antiguo y auténtico socorrano iban llegando hasta sus oídos. Vacilante por la sobrecarga sensorial, Figgis se apoyó sobre la barra.
-¿Qué puedo hacer por usted? –preguntó el camarero. A pesar de la buena disposición inherente en su voz, era obvio, incluso para Figgis, que el corelliano sospechaba que algo no encajaba.
Karl Ancher era un hombre de constitución robusta, ancho de hombros y de pecho, pero con una saludable delgadez en su parte media; exactamente como Trep lo había descrito. Toda una vida de intemperie y cicatrices habían envejecido su hermoso rostro, dejando sólo el brillo de sus ojos como muestra de la plenitud de esos largos y enriquecedores años. Figgis se inclinó sobre el mostrador con aire confidencial y declaró:
-Doava ol’val tru, olys guerfel.
Golpeando la superficie del mostrador con sus carnosos puños, el rostro de Ancher enrojeció con varias tonalidades de furioso carmesí. Desconcertados por el súbito estallido, los parroquianos en todos los rincones del bar se volvieron para ver la conmoción mientras el contrabandista gritaba:
-¿Qué? –Apretó los dientes con tanta fuerza que su mandíbula crujió audiblemente-. ¿Qué me has llamado?
Confuso por primera vez en sus 56 años como académico, Figgis no supo qué hacer, mirando embobado al airado extraño. Tras él, pudo escuchar el sutil chasquido de correas de bláster soltándose, mientras manos ansiosas sobre las armas aguardaban la recompensa por el pellejo del ignorante recién llegado.
-Doaba-tru2, Ancher –susurró Trep Winterrs desde la entrada lateral del bar. En el silencio, su voz pareció resonar en las esquinas más alejadas de la taberna-. Yke feln noh petchuk3. –Cuando la tensión de la sala no disminuyó, ni siquiera ligeramente, Trep se volvió a los parroquianos del bar, mostrando su mejor sonrisa. Señalando a Figgis con el pulgar por encima de su hombro, bromeó-: Min chumani... sahsahlah...4
Toda la sala estalló en risotadas descontroladas y groseras. Devolviendo los blásters a sus fundas, los espectadores regresaron a sus bebidas y sus conversaciones, ignorando al viejo asustado que se encontraba solo junto a la barra. Figgis se corrió junto a Trep, usando al contrabandista como escudo entre él y la multitud.
-¿Qué he dicho?
Sin romper esa pulida sonrisa, Trep saludó con la cabeza a algunos rostros familiares.
-Llamó viejo loco a Ancher –respondió entre sus dientes apretados. El contrabandista rió suavemente, inclinando educadamente la cabeza ante Ancher para agradecer al corelliano su comprensión y paciencia con el excéntrico extranjero.
Moviendo sólo sus salvajes ojos marrones, Figgis permaneció inmóvil, temeroso de flexionar siquiera el más pequeño músculo.
-¿Qué debería hacer?
-Lo único que puede hacer. –Tomando al lingüista por los hombros, lo condujo de vuelta a la barra-. Invítele a un trago. Después de todo, es su bar. Él apreciará el significado del gesto.
-¿Y luego?
-Luego le deja tranquilo. Ya ha tentado demasiado a la suerte.
-Pero, ¿y mi investigación?
Apoyándose sobre el mostrador, Trep examinó las numerosas formas sombrías moviéndose de un lado a otro en la penumbra.
-Tendrá que improvisar, profesor. Si quiere aprender corelliano antiguo, tendrá que estudiar a la gente que hay tras el lenguaje.
En una mesa cercana, un sullustano, un rodiano, un humano y una mujer estaban enzarzados en una acalorada discusión sobre una carta de sabacc mal repartida. Mientras el sullustano y la mujer se lanzaban virulentas amenazas y acusaciones el uno a la otra, el rodiano hizo un gesto a su socio y sacaron juntos sus blásters. A pesar de su artería, la mujer fue más rápida y contestó al insulto con fuego de bláster. Cada uno de los desventurados acusados cayó desplomado al suelo, con sus pechos humeando profusamente por los disparos a quemarropa.
Trep sonrió picaronamente, acercándose con cautela a la mujer. Sacando una silla de debajo del cadáver del rodiano, empujó a Figgis sobre el asiento y arrojó con gesto deliberado unos cuantos créditos sobre la mesa.
-Aliha sel valle volgoth?5 –preguntó ella, con una sonrisa sugerente.
Mientras ella centraba el cañón de su bláster pesado en mitad de su pecho, Trep alzó las manos en señal de rendición. Sonriendo para tranquilizar a su ansioso compañero, tomó la carta de sabacc más cercana, el Idiota, y se la mostró a la mujer.
-¿Te importa si echamos una partida?
1 Doava ol'val tru: "Paz y esperanza", un saludo o despedida (especialmente en funerales) (N. del T.)
2 Doava-tru: Aproximadamente, "La paz contigo". Doava es la palabra en corelliano antiguo para "paz". (N. del T.)
3 Yke feln noh petchuk: Aproximadamente, "Él no pretendía ofender". Yke es el pronombre "Él", noh indica negación, y petchuk significa "animosidad" o "mala sangre". (N. del. T.)
4 Min chumani, shasahlah: Aproximadamente, "Mi amigo es un pobre loco que no sabe lo que dice". Min es el pronombre posesivo. Chumani significa "amigo", pero referido a un extranjero es despectivo, viniendo a significar "debilucho, enclenque". Sahsahlah es una expresión en corelliano antiguo que significa "la tierra prometida" o "el lugar de los sabios locos"; se usa en conversaciones cuando hay diferencia de opiniones y una parte quiere indicar que la otra no va a salirse con la suya. (N. del T.)
5 Aliha sel valle volgoth?: "¿Qué es lo que quieres?" (N. del T.)
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