Pasajes
Charlene
Newcomb
Voces distantes asomaron los bordes de su
subconsciente; voces monótonas que hablaban suavemente en un lenguaje que había
oído antes, pero que nunca se había molestado en aprender. Esforzándose para
levantar la cabeza de la mesa, Matt Turhaya se frotó los ojos vidriosos por haber
bebido una o varias cervezas de más. Le dolía la cabeza.
Flotaba música a través de la sala, los golpes
rítmicos de las notas graves de un TecladoBase acentuando voces que crecían en
intensidad a medida que Matt regresaba de su estado semi-consciente.
Centrándose en su entorno, finalmente recordó dónde estaba. La cantina.
A mitad de camino a través del recinto del bar,
estaba en marcha una fuerte discusión. Matt reconoció al wookiee. Pero nunca antes
había visto en la cantina al adversario del enorme alienígena. Pensándolo mejor,
no recordaba haber visto nunca a nadie como ella. Su cabeza estaba
completamente calva a excepción de una larga trenza plateada de que le colgaba
hasta muy por debajo de su cintura. Ella había entrelazado en su interior un
lazo negro y sedoso, lo que añadía un aire de elegancia a su apariencia, una apariencia
que tal vez sólo los machos de su especie podrían encontrar atractiva.
Hablando en la lengua materna del wook, lo miró fijamente
con unos ojos que se cruzaron con los de él; sólo medía aproximadamente un
centímetro menos que él. Con dedos largos y delgados, golpeaba rápidamente en
pecho peludo del wookiee como una andanada de fuego de artillería. O era
estúpida, o muy valiente, decidió Matt mientras se pasaba una mano por su
rostro desaliñado.
Matt se dio cuenta de que los demás clientes de la
cantina habían dejado un amplio espacio a su alrededor. Ella posó suavemente su
mano en el DL-44 enfundado en su cintura. Giró la cabeza ligeramente hacia el
camarero. La luz iluminó su piel de color gris pastoso y, por primera vez, Matt
pudo ver la cicatriz dentada que cruzaba su cara justo debajo de su ojo
derecho.
El wookiee ladró a la hembra. Ella gruñó una
respuesta airada, luego miró a su alrededor en la habitación. Sus ojos rosados se
cruzaron con los de Matt. Ella dejó de fruncir el ceño y las dos antenas con
forma de estambre encima de su cabeza temblaron. Matt le sostuvo la mirada.
Todo en la habitación parecía haberse detenido, congelado en el tiempo y el
espacio. Ella tenía los ojos llenos de dolor –su mismo dolor-, no la mirada de
lástima o repugnancia que había recibido de otros seres cientos de veces. Algo
parecía unirlos, como si fueran una sola mente. Y de alguna manera, a pesar de
que ni siquiera se conocían entre sí, sabía que ella lo entendía mejor de lo que
nadie lo haría jamás.
Ella se giró para enfrentarse al wookiee, ladrando
otra réplica. Los ojos azules del wookiee se abrieron como platos, y luego rió
a carcajadas. Ella sonrió, dándole palmadas en la espalda. Todo el mundo que
estaba atento a la situación se relajó visiblemente.
Matt la miró durante unos segundos más, incapaz de
apartar sus ojos de ella. Temblando, respiró hondo y tomó el vaso que estaba sobre
la mesa. Vacío. Lo observó, haciendo girar el recipiente en su mano y mirando cómo
la luz se reflejaba en un prisma de colores, preguntándose si alguna vez podría
volver a maravillarse de esos pequeños milagros. Preguntándose si alguna vez
podría volver a preocuparse por nada o por nadie. Durante un instante o dos, quedó
perdido en otro tiempo, en otro lugar, cuando de repente una voz familiar resonó
en toda la habitación. Colocando el vaso sobre la mesa, Matt se sujetó la
cabeza entre las manos.
-Muy bien. ¿Dónde está? -Incluso con la banda
tocando de fondo, la melódica voz de barítono de Jamie Turhaya sobresalía por
encima del zumbido constante de las conversaciones en la cantina-. ¿Dónde está
mi hermano? -preguntó.
El hombre de cabello rubio y piel bronceada resultaba
una figura hermosa en comparación con la mayoría de los clientes habituales de
la cantina. La fuerte línea de la mandíbula y los pómulos altos hacían destacar
su rostro. Era más alto que su hermano menor, su cuerpo más musculoso. Jamie
vio a Matt, y luego se abrió camino a través de media docena de mesas.
-Vamos, Mattie –dijo-. Es hora de volver a casa.
Mañana va a ser un largo día en el taller. Necesitas una buena noche de descanso
para ser capaz de ayudar.
Gruñendo, Matt pasó el brazo por los hombros de
Jamie y voluntariamente dejó que su hermano mayor le arrastra a casa. Trató de
no escuchar las palabras que ya había oído antes.
-Sabes, Matt, has estado aquí durante seis meses.
No puedes seguir haciéndote esto -dijo Jamie, con un tono que no pretendía ser
condescendiente.
Matt sabía que Jamie le quería mucho. Había lidiado
con la embriaguez de Matt, lo había cuidado en su melancolía, y se había negado
a darlo por imposible sin importar lo que dijeran los demás.
-Sé que has pasado por muchas cosas -continuó Jamie-,
al perder a Anii y a Alex con un año de diferencia... es una carga terrible. Pero,
Matt, tienes que seguir adelante con tu vida...
***
Escombros. Hasta donde le alcanzaba la vista. Ni
una sola casa se alzaba en lo que antes habían sido las ondulantes colinas
verdes de Janara III. Una neblina marrón cubría las ruinas. El humo se elevaba
hacia el cielo oscuro.
Matt cayó de rodillas entre las ruinas de la casa
de su familia. Repasó los pedazos rotos de su vida... plastiacero de la mesa,
un trozo de cerámica de un precioso florero, platos rotos. Su emoción creció
cuando descubrió parte de un holomarco de mármol que su esposa había regalado a
sus padres. Con las dos manos, excavó en el polvo y encontró -quemado, medio
destrozado, con los bordes curvados- un holo de Anii con Alex. Era el único
pedazo de su esposa y su hija pequeña que le quedaba.
Temblando, miró hacia arriba, manteniendo el holo
cerca del pecho. Una figura lejana en el horizonte llamó su atención... una
sombra fantasmal que vigilaba la tierra... la armadura blanca de un soldado de
asalto imperial. El Imperio al que una vez sirvió había sido el responsable de
esta destrucción.
Las lágrimas corrían por su rostro.
-¡No! -gritó. Un viento frío e implacable gimió,
llevando su voz a través del paisaje lleno de cicatrices.
Acurrucándose en el suelo en posición fetal, Matt
agarró con fuerza el holo mientras el sol se despedía de la ciudad de Sreina...
Asomando su ardiente cabeza naranja en el
horizonte, uno de los soles gemelos anunció otro día cálido y seco en Tatooine.
La luz del sol se filtraba por una grieta en las cortinas parcialmente cerradas.
A medida que el sol se alzaba más en el cielo, un torrente de luz cayó en el
sofá, sobre la cara de Matt. Despertando de repente, sorprendido por el resplandor
en sus ojos, se sentó abruptamente mientras la pesadilla huía de sus sentidos.
Jamie roncaba ruidosamente en la parte trasera de
la casa. Matt volvió a derrumbarse en el sofá donde había dormido la mona de la
mayor parte de los efectos de su visita a la cantina. La cabeza ya no le dolía,
pero se sentía aturdido, emocionalmente agotado. Durante un largo rato,
simplemente se quedó allí escuchando el monótono zumbido del generador del climatizador.
Finalmente se levantó, se vistió en silencio, y luego se deslizó a las calles
de Mos Eisley.
Atajando por un callejón oscuro al otro lado de la
calle de la tienda de su hermano, Matt pasó por la tienda de recuerdos de Heff,
aún oscura. Para ser una ciudad que rara vez dormía, Mos Eisley parecía inusualmente
tranquila esa mañana. Incluso el predicador de la esquina de la calle aún no
había tomado posesión de su puesto.
Dentro de la entrada de la cantina, Matt dejó que
sus ojos recorrieran lentamente la habitación.
-¿Tan pronto de vuelta, Matt? -le saludó desde la
barra Jaresh, uno de los habituales.
Matt saludó con la cabeza al hombre viejo y
malhumorado y bajó lentamente las escaleras para reunirse con él y tomar una
copa. Pero algo en el otro extremo de la habitación le llamó la atención. La
hembra humanoide estaba allí, inmersa en un juego de sabacc, golpeando suavemente
con los dedos sobre la mesa.
Su mirada recorría la mesa de sabacc, con sus
antenas temblando casi imperceptiblemente. El twi’lek Cha'ba, un "hombre
de negocios", como se refería a sí mismo, jugueteaba con sus créditos.
Pira Bland, un camello de especia chandrilano, levantó su jarra y tomó un trago
de cerveza. Y el contrabandista corelliano a la derecha de la mujer se
recostaba casualmente en su silla, agarrándose las manos detrás de la cabeza. Cuando
Matt se acercó, le saludó con una inclinación de cabeza.
-Apuestas –dijo el crupier.
-Voy con 20 -dijo la mujer alienígena, lanzando sus
créditos al bote.
-Veinte. Y 20 más -respondió Bland.
Cha'ba negó con la cabeza.
-Do chonda -dijo, poniendo sus cartas boca abajo
sobre la mesa.
El corelliano se enderezó en su asiento, recogiendo
las cartas de la mesa para estudiarlas. Pasó la mirada de Bland a la mujer
humanoide. Mostrándole una sonrisa, le dijo:
-Muy bien, Metallo, quiero ver lo que tienes. Ahí
van mis créditos.
Los valores de las cartas se materializaron cuando
el crupier activó el aleatorizador. Bland puso los ojos en blanco. El
corelliano sacudió la cabeza cuando Metallo puso boca arriba su mano ganadora y
cogió el bote de sabacc.
-No sé cómo lo haces, Metallo -murmuró, lanzando
sus cartas sobre la mesa-. ¿Todos los riilebs tenéis este talento natural para
los juegos de azar?
Ella mostró una sonrisa socarrona.
-No tenemos juegos como este en Riileb –respondió-.
Mi antiguo maestro me enseñó a jugar.
-¿Es así como conseguiste la cicatriz en la cara? -bromeó.
Matt vio la breve ola de dolor que atravesó el
rostro de Metallo. El corelliano también la vio, y su sonrisa desapareció.
Metallo recorrió lentamente con su dedo la cicatriz
de tres centímetros de largo. En voz baja, casi en un susurro, habló mientras
miraba los rostros sentados frente a ella en la mesa.
-Esto lo hizo el Imperio -dijo. Había un dejo de
amargura en su voz. Sus ojos se posaron en Matt y por un breve momento pareció
atravesarlo con la mirada-. Sé que no soy la única que ha sentido su ira.
Todas las cabezas asintieron lentamente al unísono.
Sólo el sonido de unos pies arrastrándose a través del viejo suelo de la
cantina interrumpió sus pensamientos. Un wookiee se acercó a la mesa y le gruñó
al corelliano.
-¿La nave ya está cargada? -preguntó.
El wookiee gritó una respuesta alterada.
-Muy bien, de acuerdo, estaré allí en un minuto. -El
corelliano se levantó lentamente, mostrando a Metallo una sonrisa fanfarrona-.
Bueno, Metallo, ¿qué puedo decir? ¡Este juego es demasiado para mí!
-¡Qué bien que te vayas ahora, viejo pirata! -se
echó a reír ella de buena gana-. ¡Antes de que me quede con todos tus créditos!
-Sí, claro -dijo, dando la vuelta para irse.
-Cielos despejados, amigo mío –le dijo Metallo. Sus
ojos rosas volvieron hacia el resto de jugadores-. Bueno, ¿qué tal otra ronda?
Matt se aclaró la garganta.
-¿Hay lugar para uno más? -preguntó.
Bland se rió entre dientes, señalando a Matt el
asiento que acababa de dejar vacante el corelliano.
-Metallo acepta los créditos de cualquiera... ¡incluso
los tuyos, Turhaya!
Metallo miró a Matt de nuevo.
-¿Otro corelliano? -preguntó ella.
Matt se sorprendió.
-¿Cómo lo sabes?
-Tu nombre... Turhaya... Es corelliano antiguo. Si
no recuerdo mal, se traduce como "estrella brillante", ¿no es así?
Matt sonrió.
-Mi padre solía decir que significaba que la familia
Turhaya estaba destinada a eclipsar a todas las demás. -Su rostro se agrió de
repente. Su vida en estos últimos tres años había sido de todo menos brillante.
Una prometedora carrera en la Armada Imperial había sido destrozada por la
muerte de su esposa. Luego, menos de un año después, su hija había muerto
durante una redada contra presuntos rebeldes en Janara III. Matt se pasó la
mano por la frente-. ¿Puedo tomar un trago? –preguntó hacia el bar.
-Sí –exclamó Metallo-, tráenos un poco de té.
Matt frunció el ceño.
Metallo le miró frunciendo el ceño a su vez, con sus
ojos fijos de nuevo en los de él.
-No aceptaré créditos de nadie que esté jugando
borracho, Sr. Turhaya.
Una sonrisa asomó en la comisura de los labios de
Matt.
-De acuerdo -dijo, mientras una amplia sonrisa se
dibujaba en la cara de Metallo.
***
-¡¿Qué has hecho qué?! -gritó Jamie Turhaya, apartando
la visera protectora de su cara.
Matt se encogió. Se alegró de que el chasis de un
XP-38 mantuviera a Jamie a más de un brazo de distancia. Nunca había visto
tanta ira en el rostro de su hermano.
-Aposté el taller de deslizadores en un juego de
sabacc -repitió en voz baja.
-¡Matt, no tenías derecho! ¡Es mi taller! ¡No
posees ni un crédito de él! -Jamie sacudió la cabeza con disgusto-. Santo cielo,
Mattie, ¿en qué estabas pensando? Pensé que si te daba un trabajo... Oh, no
importa. ¡Sólo vete de aquí!
-Lo siento, Jamie -dijo Matt.
-Que lo sientas no me devolverá el taller, Matt...
Metallo, demasiado curiosa para esperar en la bien
cuidada oficina del taller, se situó en la entrada del garaje de Taller de
Reparaciones de Deslizadores de Turhaya.
-Disculpen -interrumpió.
-Capitana Metallo -dijo Matt, volviéndose hacia
ella. Era obvio por su expresión que había oído la mayor parte de la
conversación-. Le estaba explicando...
Metallo levantó la mano para silenciar a Matt
-¿Usted es el hermano de Matt? -le preguntó a un
asombrado Jamie.
-Sí –respondió-. Soy el dueño de este taller.
-Eso he oído, señor Turhaya.
Metallo miró a Matt.
-Escuche, capitana...
-¿Y Matt no es su socio en este negocio?
-Así es, capitana -dijo Jamie-. Matt trabaja para
mí, eso es todo.
-Por lo tanto, Matt -Metallo frunció el ceño-,
todavía me debes 150.000 créditos.
-¡150.000! -gritó Jamie-. Matt, ¿estás loco? ¿Estabas
tan borracho...?
-Sr. Turhaya, por favor -dijo con calma Metallo-.
Matt no estaba borracho. Está bastante sobrio, como se puede ver. Ahora,
dígame, ¿su hermano es un buen mecánico?
Jamie asintió.
-Cuando se concentra en ello, es el mejor.
Metallo estudió a Matt.
-¿Sabes algo de naves espaciales, Matt?
-Es bueno con las naves -intervino Jamie antes de
que Matt pudiera responder.
-Mi carguero necesita algunas reparaciones, aunque no
por valor de 150.000 créditos... y llevo un tiempo buscando un co-piloto.
-¿Co-piloto? -preguntó Matt con cautela.
-Puede trabajar para pagar lo que le debe -añadió
Jamie.
Metallo pasó la mirada de Matt a Jamie, y luego de
nuevo a Matt.
-El Búsqueda
Estelar está en la bahía de atraque 87. Nos vemos allí en dos horas -le dijo
mientras se giraba para irse.
-Allí estará, capitana –le dijo Jamie.
Matt puso mala cara, mirando ceñudo a Jamie.
-Tal vez esto sea algo bueno, Mattie -le dijo Jamie
a su hermano menor.
-No lo sé, Jamie.
-Tengo un presentimiento sobre ella. Me gusta. -Jamie
sonrió, luego se puso serio-. ¿Sabes? Esto podría ser un nuevo comienzo para ti,
Matt. Trabajar en las rutas espaciales... siempre te han gustado ese tipo de
cosas. Sólo trata de permanecer sobrio...
-Sin lecciones, por favor –dijo Matt haciendo una
mueca.
-Matt, lo siento mucho. -Hizo una pausa, tratando
de encontrar las palabras adecuadas, mientras posaba una mano sobre el hombro
de su hermano-. No he sabido ayudarte a superar tu pasado.
Una niebla nubló los ojos de Matt. Dándose la
vuelta, apartó con la mano las lágrimas que amenazaban con empañar su visión.
-No es tu culpa, Jamie. Es algo con lo que tendré
que vivir siempre.
-Recordarlas es una cosa, Matt, pero puedes
aferrarte a ellas para siempre -dijo Jamie, tragándose el nudo en su garganta-.
Tienes que aprender a dejarlas ir.
-Es muy duro -dijo Matt, mirando hacia atrás en
dirección a su hermano, sin avergonzarse ya de que Jamie viera las lágrimas que
corrían por sus mejillas-. Nunca has estado enamorado, ¿verdad, Jamie?
-No, no lo he estado, Matt –admitió-. Pero sé lo
que Anii significaba para ti...
-¿De verdad? –El rostro de Matt estaba atormentado
por el dolor, sus ojos ardían con una pasión, una rabia que se había vuelto
demasiado familiar para Jamie.
-Tal vez no, Matt. Pero, ¿no lo ves? Te están dando
otra oportunidad -dijo Jamie, con sus propios ojos también llenos de lágrimas-.
Todo lo que estoy diciendo es que no dejes que las sombras de ayer nublen tus
mañanas.
Matt asintió, aunque en realidad no creía que tuviera
la fuerza -o el valor- de dejar ir esos viejos recuerdos.
-Eres un buen hombre, Matt Turhaya -Jamie lo abrazó
con fuerza-. Puedes hacer que esto funcione -agregó en voz baja-. Sé que puedes
hacerlo.
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