La naturaleza de la compasión
Nicky Rea
Keldon corrió hacia la oficina
del comandante. El agobiado médico se detuvo en el exterior de la puerta, preparándose
mental y físicamente antes de enfrentarse al anciano. Las noticias eran
aciagas, mucho peores de lo que habían pensado al principio. ¿Era posible que
todo esto hubiera comenzado hacía tan solo 12 horas? El propio Keldon era el único
médico que seguía en condiciones lo bastante buenas para cumplir con su
cometido. Los droides médicos habían asumido el cuidado total de los 40
pacientes que llenaban la enfermería. El centenar más o menos de casos menos
severos permanecían en sus habitaciones, aparentemente para detener la
propagación de la plaga. De las pruebas que acababa de terminar, Keldon sabía
que esa estrategia estaba condenada. Al igual que todo el personal de la base a
menos que alguien pudiera ir a por la medicina que necesitaban y regresar a
tiempo. Podía escuchar la tos agonizante en el interior de la oficina y supo
que el comandante también estaba gravemente enfermo. Llamó y entró, y después
de reprimir su sorpresa por el aspecto del comandante Astred, le ofreció el
informe y su recomendación.
-No podemos mandar a nadie. –Astred
se detuvo para toser-. Al ritmo que está progresando esta cosa, en cuestión de
horas todo el mundo en la base estará demasiado enfermo para continuar. Tendremos
que confiar en que alguna de nuestra nave de suministros regrese pronto. En
cualquier caso, no se les puede permitir que aterricen; tendremos que mandarles
un mensaje explicando la situación. ¿Queda alguien en comunicaciones? Demonios,
entonces tendremos que hacerlo nosotros dos. Vamos, Keldon, tenemos que
configurar el sistema droide con la transmisión continua de un mensaje antes de
que nosotros también nos derrumbemos. Entonces todo lo que podremos hacer es
esperar... y confiar.
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